Hacía frio
Mi primo me ofrece en su casa refugio una fría noche de invierno. Y yo que le tengo ganas he de pagar su generosidad cumpliendo nuestros deseos de adolescentes.
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En la calle hacía mucho frio, neviscaba. Busqué refugio en el piso de mi primo que pillaba cerca de mi trabajo. El viento sacaba el calor de debajo de la ropa y llegué aterida a su casa.
Hola primito, ¿puedo refugiarme aquí?.
Pues claro, mi prima más guapa siempre. Pasa.
Él tenía la calefacción puesta al máximo así que después de dejar tirado el abrigo en una silla me tuve que sacar mas prendas para no morirme de calor.
¿No te asas aquí?
Me gusta estar caliente.
Y me sonrió lascivo.
- Eso lo has sido siempre.
Conversábamos amigablemente tras una copa como habíamos hecho miles de veces en reuniones de familia, pero en el ambiente se notaba cierta tensión sexual. Las frases tenían más dobles sentidos que de costumbre. Jamás nos habíamos tocado mas que como primos jugando pero esta vez las manos se rozaban sin descanso.
-Te veo muy cómodo.
El vestía solo un culote de lycra y una amplia camiseta de tirantes, como de basket, que no me ocultaba su pecho. Con la temperatura que tenía en su casa me extrañaba que no estuviera desnudo del todo.
- Ponte tu igual.
Ya me había quitado el jersey que quedó olvidado junto al abrigo y la camisa de franela lo siguió pronto pues era de una tela fuerte. Me quedé solo con una camiseta de tirantes muy ajustada, ni siquiera llevaba sujetador. Llevaba unos pantalones pitillo y los calcetines pues las botas ya descansaban al lado del radiador a petición suya.
Era agradable andar descalza sobre la gruesa alfombra que cubría el centro del salón de mi primo sin ningún estorbo de por medio.
Aún menos ropa cuando imitándolo me saqué los calcetines sudados y mojados y estiré las piernas cómodamente. Los pezones se marcaban duros en el algodón de mi camiseta pues no me había puesto sujetador. Los cónicos, duros pechos necesitan poca ayuda para mantenerse erguidos.
Ademas me había puesto el pantalón mas ajustado que tengo, marcando mi cadera como si fuera desnuda. No lo estaba excitando de una forma consciente pero bajo el ajustado short de lycra que él tenía puesto algo parecía reaccionar ante mi lenta exhibición anatómica.
Mas excitada estaba yo con su cadera y paquete completamente delineados por la ajustada prenda. Incluso su amplia camiseta sin mangas me permitía una visión de su pecho depilado y muy masculino con los marcados pectorales que siempre habían llamado mi atención. Y sus oscuros y pequeños pezones asomando entre los tirantes cada vez que se movía.
Ninguno de los dos nos atrevíamos a dar un primer paso, un acercamiento mas físico que los imaginados en las fantasías que hasta ahora sin duda habíamos tenido ambos. Por mi parte desde luego que sí, un montón de veces me había imaginado arrancándole la ropa y lamiendo su piel sudada.
No tenia excusa para sacarme mas ropa y él, bueno, a pesar de que me encantaría ver su cuerpo desnudo no parecía estar dispuesto a librarse de mas prendas. Hasta que el vaso que sostenía entre mis manos me hizo recordar el viejo y mas que de sobra conocido truco de tirarme la bebida encima.
No quería ser tan obvia, pero de perdidos al rio.
Mi camiseta quedó arruinada de inmediato e incluso una buena mancha salpicó el pantalón. Maldiciendo y sacudiéndome me levanté de repente intentando por todos los medios reprimir la sonrisa que luchaba por salir de mis labios. Encantada con lo bien que había salido tan burda maniobra.
- ¡Vaya! ¡Que mierda! Y ahora toda la ropa manchada.
Por las miradas que siempre les echaba sabia que deseaba ver mis tetas. Así que enganché la camiseta y tiré de ella para sacarla por mi cabeza luciendo mi torso sin complejos.
- Tranquila, se puede lavar.
Era evidente que sus ojos se clavaron en mis pezones como dos espadas. Lo comprobé con gusto, me estaba mirando. Me hice la despistada comprobando el estado de mis ajustados vaqueros.
Viendo que con la excusa de la mancha se me permitía sacármelos y quedarme en tanga. Así lo hice y puse las dos prendas en el radiador para secarlas meneando el culo en el viaje.
- Aquí estarán bien y me las podré poner luego.
Me giré y ya sin excusas lo miré directo a los ojos y con la interrogación en mi mirada. Me preguntaba si estaría petrificado y no se atrevería a moverse.
No era eso. Solo me estaba mirando. Pero sí, consiguió incorporarse y acercarse a mí.
- Prima, eres preciosa.
Atrapando dulcemente mi cadera entre sus manos depositó un suave beso en mis labios. Abrí la boca pues lo deseaba y recibí en la mía su lengua habilidosa, libidinosa. No paré quieta y en cuanto pude tiré de su camiseta y dejé su poderoso torso a mi vista.
- Parece que ha estado nadando mucho esta temporada. ¡Qué torso!
Se le ponían los ojos en blanco, se mordía el labio de abajo y yo no sabía si era mérito mío o suyo, iba tan caliente. Hilos de saliva unían nuestros labios cuando separábamos el beso. Solo podía gemir.
Acerqué mi cadera a su pubis y noté la dureza de su rabo. Aún la tela lo separaba de mi piel pero ya deseaba tenerlo dentro. Como había tomado la iniciativa seguí con ello y me agaché a mordisquear sus duros pezones. Mi lengua recorría la piel suave de su pecho. Lamí sus axilas y besé sus pezones.
-¿Te gusta?
- Me derrites.
Metí la mano dentro del short haciendo mía por fin la pieza de artillería y las dos balas de cañón que allí estaban camufladas. Bajé la prenda hasta los tobillos. A la vez que me agachaba, pasando la lengua por el ombligo, en un solo movimiento metí su glande en la boca. Me hice con sus duros huevos en la mano. Si polla estaba rica y limpia.
No los aprietes que duele.
Tranquilo, soy una chica muy tierna.
Bajé la lengua por el tronco lamiéndolo jugueteando con ella hasta meterme los testículos en la boca. Saqué toda mi vena mas guarra, me chupé un dedo y le acaricié el ano. Clavándoselo un poco hasta la primera falange dilatando, acariciando entero de la punta del glande a las duras y poderosas nalgas. Se le escapó un gemido cuando notó mi dedo en su ano.
No quería que me penetrara aún. Solo pensaba en hacer disfrutar a mi primo, en demostrarle mi amistad y amor con la mejor mamada que podía hacer. Y no pecaré de modesta si digo que puedo hacerlas muy bien.
- ¡Qué boquita!
Masturbaba el tronco con la mano despacio mientras metía el glande en la boca y con saliva humedecía mis dedos. No necesitaba mas lubricante estaba echando saliva por los dos. Sustituía un dedo en su ano con otro humedecido metiéndoselo cada vez mas dentro hasta la misma próstata.
A la vez metía la otra mano dentro de mi tanga para acariciarme a mí misma. Pasando los dedos por los labios o jugando con el clítoris.
Volví a lamer sus huevos jugando con ellos. Mordisqueé el tronco suave con los labios. Volví a metérmela en la boca todo lo que pude que no era mucho pero no dejé de sobar y acariciar el tronco con la mano.
- Correte primo, dame tu lefa.
Mis palabras debían ser confusas pues no separé mucho los labios de su rabo, pero la idea general estaba clara.
No le dejé que hiciera nada. No quería perder concentración. Quería su semen en mi boca, quería su sabor y no dejé de lamer hasta conseguirlo. Soltó dos chorros de semen directamente en mi boca.
Exprimí el resto sacándolo yo misma de su polla.
Me puse de pie para besarlo en la boca aún con su leche en mi lengua. Se la pasé a la suya y la aceptó como había aceptado el resto de mis caricias. Con cara de vicio. Una vez que se diluyó el sabor entre nuestra saliva y como favor con favor se paga...
Que guarrilla eres prima.
Le dijo la satén al cazo.
Me hizo arrodillar sobre el sofá sacando el culo bien en pompa y agachando la cabeza en el respaldo del mueble.
Noté sus dientes en mis nalgas, pero suavemente y cuando clavó la lengua en mi ano me sentí la mas guarra del mundo. Como antes yo, paso la lengua por todo mi pubis y clavó sus dedos húmedos en los dos agujeros masturbándome con cuidado pero sin pausa, acariciando mi clítoris con la lengua.
No sé cuanto tiempo estuvo lamiendo y masturbándome, me parecieron horas por las veces que me corrí. No solo se dedicó a lamer mi coñito y culo. Bajó por mis piernas hasta los pies o subió pasando la lengua por toda mi espalda hasta la nuca y las orejas.
- ¡Prima que buena estás!.
No sabía si su polla se estaba recuperando no me importaba. En ese momento su lengua y dedos me estaban dando todos los orgasmos que necesitaba. Se me había olvidado todo el frio que hacía fuera, nosotros estábamos calientes como hornos.
Se puso lo suficientemente duro como para clavarle en el coño, Pero a las pocas embestidas se corrió dentro de mí dándome un orgasmo más. Volvió a agacharse detrás de mí para lamer de mi vulva su propio semen y mis jugos y hacer que siguiera corriéndome.
No importó mi ropa manchada con la copa, dormimos abrazados en su cama. Y no salí de allí hasta el día siguiente.
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