Hacerme la dormida
Nuevo encuentro en el sofá del salón familiar
Leía en sentada en el suelo del salón frente a ti, como siempre por casa vestía cómoda, camiseta de tirantes ajustada y pantalón muy corto de pijama también muy holgado, sin ropa interior, acababa de salir de la ducha y de nuevo tu mirada sobre mi cuerpo me trajo el vertigo de aquel dia en que me acariciaste, noté que tus ojos se paraban disimuladamente una y otra vez sobre mis pechos que bajo la fina camiseta se mostraban atrevidos desde mi inocencia que en aquel momento dejo de serlo porque en esos momentos dejé de ser tu niña y me hiciste sentir mujer.
Con las piernas abiertas en el suelo y las rodillas flexionadas para sujetar el libro que ojeaba, mi pantaloncito se aflojaba en torno a mis muslos lo suficiente como para mostrarte el final de mis muslos y el principio de mi sexo ya adornado por incipiente bello que por entonces ni imaginaba que algún día me lo depilaría completamente.
Y de nuevo tu mirada furtiva y mi actitud inocente y provocativa, vi tus ojos una y otra vez clavados en mi entrepierna y cada vez que yo levantaba la vista para mirarte o decirte cualquier tontería apartabas la mirada de allí disimulando… que sensación mas bonita! Que poderosa me hacías sentir! Tanto que abrí más mis piernas para que vieras más.
Después de comer llego otra siesta en nuestro sofá, cuando mamá cerró la puerta tras de si quedamos otra vez los dos solos, apenas habían pasado unos días desde que tu mano exploró por primera vez mi pecho.
Aquellas miradas antes de comer y mi pelo aún humedo por la reciente ducha me hicieron pensar que debía ofrecerte algo distinto esta vez. No siempre era mi cabeza la que reposaba sobre tu regazo, algunas veces eran mis pies los que se acomodaban allí buscando tus caricias, y hoy me acomodé con la cabecita en un cojín y mis piernas cruzando las tuyas.
Y empezó la película, ufff, bostezo, no me gusta, bostezo de nuevo y entorno los ojos para dormir, estoy boca arriba, mis piernas juntas, caray!! No las abrí para el!!... no importa, respiro hondo mientras acaricias mis pies, me encanta que me hagas eso, metes tus dedos entre los míos, masajeas con firmeza y después me empiezas acariciar suavemente diciéndome que duerma un poco… y finjo obedecerte… me acomodo mejor, abro ligeramente mis piernas, noto como el pantalón deja entre la tela y la parte más alta de mis muslos un hueco suficiente para que mires…
Duermo sin dormir y tus manos me recorren desde la rodilla hasta los pies como en tantas ocasiones, se que me estas mirando, que ves insinuarse mi sexo por los entresijos de mi pantalón corto de pijama, te das cuenta de que ya luzco un insinuado bello y noto tus estremecimientos antes de sentir poco a poco como algo crece bajo mis piernas y tu pantalón.
Hoy tus caricias no terminan en mis rodillas, tu mano derecha las sobrepasa y pasea por mis muslos, en cada paseo un poco mas arriba, mi excitación aumenta al tiempo que tu mano sube cada vez un poco más y… paras, tu mano ya no me toca, en cambio… noto como con dos dedos de la misma agarras el borde de mis pantaloncitos y tiras de ellos lo suficiente para poder ver más y mejor y de paso te abres camino, creí morir de nervios, mi corazón desbocado; inmóvil haciéndome la dormida aquello estaba a punto de superarme. Tiraste de él delicadamente para no interrumpir mi sueño, yo te facilité las cosas al relajar aún más mis piernas y abrirme un poco más lo suficiente como para dejarme completamente expuesta a ti…
Y volvió tu mano a mis piernas y siguió paseando por ellas cada vez mas arriba, mas y mas hasta que uno de tus dedos tropezó con los labios de mi sexo, sentí un sobresalto en mi interior, tuve que disimular con un prolongado suspiro como que estaba soñando, te quedaste parado esperando pero tus dedos no se movieron de allí, instantes después volviste a la carga, esta vez ya no había piernas para ti, tu mano se introdujo bajo mis pantalones y se acomodo sobre mi sexo en tanto que tu dedo pulgar presionaba delicadamente entre los labios buscando su humedad que ya se desbordaba por mi excitación.
Moví despacio mis pantorrillas intentando aprisionar tu erección entre ellas, poco a poco conseguí tenerte allí entre mis piernas y tú con tus dedos acariciabas mi sexo furtivamente arrancándome suspiros de excitación que hacían huir a tu mano muy a pesar mío.
Yo no podía más y creo que tu tampoco porque lo siguiente que hiciste fue abrirme con dos dedos buscando mi clítoris para acariciarlo, cuando el tercer dedo resbalando por la copiosa humedad que me inundaba lo encontró de nuevo mi gemido te asustó y de nuevo saliste corriendo al baño…
Yo no sabia que hacer, no sabia masturbarme, también fui a mi baño me toque torpemente, recuerdo que metia mi mano entre mis piernas y movia mis caderas frotandome contra el monte que mi pulgar derecho aprisionaba mi sexo... solo conseguía aumentar mi excitación, acabe por darme una ducha fría, cuando nos encontramos de nuevo en el sofá, ambos olíamos a jabón…