Hacer un verdadero hombrecito

El amor de madre no tiene límite.

Toda mi pasión, mi amor, mi cuidado y desvelos se volcaron sobre Rubencito, mi hijo único, después de sufrir los desprecios, el despotismo y el abandono de su padre.

Además todo el interés de la familia se centro en el niño, tanto por sus tres tías, como por sus dos primas mucho mayores que él.

Era absolutamente normal satisfacer todos sus caprichos de cualquier índole para tenerlo contento, pues en alguna oportunidad en que la niñera no hizo lo que el quería, convulsionó y se enfermó poniendo a todo el mundo en apuros.

Tenía diez años cuando descubrí que su comportamiento sexual le empezaba a cambiar de niño a un pequeño hombrecito; era una ceremonia sabatina darle su baño de tina en el que podía dedicarle más tiempo y mimar y acariciar su blanco cuerpecito como siempre pensé que debía hacerlo con mi pequeño bebé.

Encerrados en el baño, primero me desnudaba completamente, luego lo desnudaba y sentía en mi cuerpo la punzada escrutadora de sus miradas que me revisaban por todas partes además que el contacto con el calor de su cuerpo cuando me abrazaba o se ponía junto a mi me producía un extraño placer muy parecido a la excitación sexual ya olvidada por mi cuerpo gracias al descuido de mi esposo.

Nos metíamos a la bañera y prolongadamente lo acariciaba en el agua con la esponja espumosa de jabón y era un placer de dioses poder recorrer cada una de las partes de su cuerpo, tocarlo, lavar y limpiar con esmero cada uno de sus orificios y su pequeño pene.

Ese sábado, dentro del agua, el, sentado frente a mi con sus miradas limpias que me transportaban hasta el infinito, me inspiraron ternura por lo que abrí las piernas, lo atraje hacia mi en un abrazo de madre e hijo. Llevábamos un minuto en esa posición cuando percibí con sorpresa que su pequeño pene contra mi pubis estaba teniendo una erección. No reaccioné bruscamente para no alarmarlo ni lo retiré, dejé que la situación pasara sola, el deber mío era enseñarle, no asustarlo por una reacción normal de su cambiante cuerpo y seguí actuando con la normalidad que exigía tal situación, pero la erección no pasó, la seguía sintiendo más fuerte, besé su tierna boquita y con suavidad le hice ponerse de pie para continuar y terminar su baño.

Para hacerle notar que no era nada anormal froté con la esponja su pecho, pasé a sus axilas, bajé a sus piernas, se las hice separar con un suave movimiento de mi mano, su penecito erecto quedo colocado sobre mi antebrazo, froté su anito, contrajo las nalgas y volteó sus ojos hacia el techo. Ayudada de mi mano izquierda tome la punta de su pene y corrí hacia atrás el escroto dejando al descubierto su glandecito rosado, emitió un gemido; "tengo que limpiarte bien" le dije y seguí con mi faena, el tomó mi mano derecha me indicó que le aferrara firme su pene y de manera instintiva, digo yo, empezó a mover su cadera hacia delante y hacia atrás. Quedé lela haciendo lo que el quería, yo de rodillas entre el agua sujetando el pene de mi adorado hijo que con mi mano jugaba a la cópula. Para entonces sentía que mi sexo hambriento ardía y no supe de humedades de mi sexo porque lo tenía entre el agua y toda mi atención estaba en mi hijo que luego de varios movimientos se contorsionó, apretó las piernas y las nalguitas hacia delante y de su pequeño y blanco penecito de venas azulosas vi salir dos disparos blancuzcos de enorme dicha que atravesaron mi alma, mi ser y mi dicha de haber criado un varoncito y se depositaron sobre mi antebrazo.

El niño se desvaneció momentáneamente, le escurrí con la mano lo mejor que pude su pene, salí de la bañera, lo envolví con todo mi amor en la toalla y lo llevé al dormitorio depositándolo cuidadosamente en la cama para que reposara su primera actividad sexual; volví a entrar al baño y entrecerré la puerta para quedar fuera de su vista, no se que me impulsó a hacerlo pero giré el antebrazo con su esperma lo olfateé, olía a pureza, a pasión y sin pensarlo lo lamí, lo chupe con fuerza, su sabor salobre revuelto con jabón excitaron mi vulva casi hasta el dolor, luego me masturbé y fui feliz como hacía mucho tiempo no lo era.

A partir de esa experiencia mi objetivo se fijó en hacer de mi hijito un verdadero varoncito y a procurar su felicidad costara lo que costara pues el era todo para mi.

Conté a sus dos primas Hilba y Rocío que por entonces tendrían 23 y 25 años respectivamente, que Rubencito tenía erecciones y les pedí que me ayudaran en un propósito simple inicialmente: quería que mi hijo viera otras mujeres desnudas distintas a mí. Hilba de carácter apático se mostró reacia y se negó rotundamente pero Rocío experimentada en el sexo accedió con gusto e inmediatamente se puso a mi disposición para lo que fuera necesario.

La primera oportunidad se presentó en la época de lluvias. Octubre frío de clima pero ardiente para mis propósitos. Rubéncito llegó de sus actividades escolares en medio de un fuerte aguacero, sus ropas escurrían agua por lo que lo desnudé, le metí en la cama debajo de sus mantas y lo dejé viendo la tele mientras le preparaba una bebida caliente.

No bien iniciaba a hacerlo cuando llamaron a la puerta: Rocío llegaba en las mismas condiciones, el, salió envuelto en una mantita a la sala a mirar quien era por lo que fingí no verlo y prestamente guiñé un ojo a Rocío y con voz fuerte le dije: "mira no mas como vienes, a ver, quítate esa ropa, desnúdate que Rubencito llegó igual que tu y lo tengo en su cama mientras le preparo algo caliente, pregúntale, a lo mejor te deja con el bajo las mantas". El niño dio dos pasos atrás y dejo asomada solamente su cabecita. Rocío se desnudó exquisita, lentamente dejando al descubierto cada una de sus partes, cuando se enderezó de quitarse las braguitas dejó al descubierto un pequeño mechón de pelos rubios unidos por una línea oscura a dos hermosos labios rosáceos y avanzó balanceando sus blancas y redondeadas nalgas hacia el cuarto donde antes asomaba la cabeza de mi hijo que presto, corrió a meterse bajo las mantas. Rocío le preguntó que si podía calentarla un ratito pues tenía frío, el niño asintió y quedaron los dos abrigados, desnudos, mientras yo marchaba hacia la cocina.

Posteriormente Rocío me contó que se abrazaron, claro, su cuerpo más grande que el de mi hijo lo absorbió quedando entre sus tetas, lo tomó por las nalgas y lo sintió excitado, en uno de los movimientos por liberarse el niño rozó con el empeine de su pie su vulva y ella ya no pudo contenerse, lo despojo de las mantas, para entonces ya era evidente su erección, tomo con delicadeza su pene, corrió hacia atrás el prepucio y lo dejo que invadiera completa su boca haciendo movimientos de mete-saca hasta cuando Rubencito pego un alarido que me dejó fría en la cocina, corrí al cuarto a ver que pasaba y los vi: el echado boca arriba asido fuertemente de su cabello con las dos manos se sacudía y ella en cuatro patas succionando con fiereza tratando de no desperdiciar ni una gota del semen de mi incipiente hombrecito, volteó su mirada y me hizo una seña para que me fuera. Me fui.