Hacer footing es bueno para los cuernos (Parte 1)

Un encuentro inesperado mientras hacen footing cambiará sus vidas.

Mi nombre es Andrés y tengo 33 años. He de reconocer que la vida me ha tratado bien. Acabé la carrera de los primeros de mi curso y me coloqué como consultor en una importante empresa multinacional. Todo me iba viento en popa.

Conocí a Sandra en la fiesta que unos amigos celebraron cuando les dieron su nueva casa. Su nido de amor como decía mi amigo. Por aquel entonces tenía 27 años y estaba guapísima. Llevaba un vestido ceñido al cuerpo de color dorado que dejaba entrever su potente físico y combinaba a las mil maravillas con su piel bronceada. Alta y delgada, con un cuerpo fibroso y un pelo liso y largo de color castaño me hicieron pensar en una yegua salvaje, indómita, como un pura sangre esperando la salida de una perfecta carrera. Sobra decir que me enamoré al instante, yo y otros muchos que asistieron a aquella fiesta.

Extrañamente, Sandra se fijó en mí. Al principio pensaba que era suerte y que tenía que aprovechar aquella racha hasta sacarle todo el jugo posible. Pero las semanas fueron pasando, y pasando, y llegaron los meses y finalmente los años. Aquello se convirtió en un noviazgo de 3 años maravillosos. Hasta que nos casamos y nos fuimos a vivir a un chalet en plena sierra madrileña. Todo aquello me parecía un sueño.

Sandra trabajaba en unos laboratorios como supervisora, pero la crisis hizo que la empresa recortase y recortase hasta que el ERE llegó. Muchos de los trabajadores fueron despedidos, entre ellos mi mujer. Aquello le afectó mucho. Yo la animaba pero a veces no lo conseguía.

Decidimos que de momento no buscase otro trabajo ya que no nos hacía falta, y Sandra se dedicó por completo a su cuerpo. Por las mañana iba a un gimnasio y muchas tardes salía a hacer footing. Yo no era muy deportista, pero con tal de animarla algunas de aquellas tardes salía a correr con ella, aunque lo que realmente hacía era retrasarla en su marcha. Ella era comprensiva y aminoraba la velocidad para que fuésemos juntos.

Muy cerca de nuestra casa había un parque de grandes dimensiones, rodeado de pinos y arbustos y caminos que salían de uno y otro sitio y que se acababan cruzando más allá con otro camino. Con los días descubrimos un sendero que discurría pegado a una hilera de arbustos que servían de guía, acotando el camino. Siempre estaba bastante solitario y eso nos gustaba. De vez en cuando nos cruzábamos con algún ciclista o algún practicante del footing como nosotros, pero muchas tardes se volvía sombrío y eso no invitaba a la gente a tomarlo. A nosotros nos encantaba, era justo lo que nos gustaba, esa soledad. A lo largo del sendero, cada 500 metros aparecía un banco que invitaba a sentarse un rato y descansar, cosa que hacíamos algunas veces ya que mi fondo nos obligaba a parar.

Pero una de las tardes fue distinto. Algo había cambiado en la escena. El banco en el que habitualmente descansábamos unos minutos estaba ocupado. A lo lejos se apreciaba a un ciclista sentado, con la bicicleta apoyada en los arbustos. Llevaba un maillot de color negro y amarillo ajustado y un casco negro de ciclista puesto en la cabeza.

-Vaya! Nos han quitado el banco Sandra. Bueno no te preocupes, puedo aguantar hasta el siguiente banco para descansar, voy bien.

-Seguro que vas bien? Podemos parar si quieres.

-No, no te preocupes.

Continuamos avanzando hacia el ciclista “usurpabancos” y nos dimos cuenta de algo raro. El muy cabrón se estaba haciendo una paja. Tenía las piernas separadas y subía y bajaba la mano derecha, masturbándose lentamente, como disfrutándolo, sin prisas. Nos miraba sin pudor. Cuando pasamos a su lado se comió a Sandra con los ojos. Miraba su coleta que recogía su bonita melena, sus piernas enfundadas en sus mallas negras ajustadas de lycra y sus pechitos marcados en la camiseta elástica de color rosa que llevaba. Pude ver que estaba muy bien dotado y Sandra también. Mi mujer no se cortó un pelo y le echó también un buen vistazo. Hasta se dio la vuelta para mirar cuando le sobrepasamos.

Seguimos corriendo hasta llegar al siguiente banco y nos sentamos. Yo estaba agotado pero no me impidió amonestar a mi mujer:

-Joder Sandra, te podías cortar un poco no?

-Pero qué quieres que haga? Es la primera vez que veo eso! Un tío haciéndose una paja en un banco jijijiji

-Ese tío es un cerdo. Un depravado! Y encima no se cortaba, nos ha mirado con fijación.

-Me ha mirado cariño, me ha mirado a mí jijijiji…. Es que pedazo de mujer que tienes!

-No me quejo y lo sabes.

Aquella tarde se quedó marcada de una u otra forma en la mente de mi mujer. Empezó a salir sola a correr algunos días. Ya no me esperaba a que llegase del trabajo. Yo intentaba llegar antes para acompañarla, pero me era imposible. Estábamos con un pico de trabajo y casi todas las tardes nos convocaban a reuniones después de la jornada laboral. Yo sabía que era importante dar la cara en esos momentos, la empresa estaba cerrando contratos importantes y confiaban en mí. No me quedaba elección. Me resigné y empecé a llegar muchos días a casa pasadas las 9 de la noche.

Habían pasado dos semanas desde nuestro encuentro con el ciclista y yo lo daba por olvidado. Una tarde en el trabajo me dieron una grata sorpresa, se había cancelado la reunión de las 7 de la tarde. Si me daba prisa podría alcanzar a Sandra y salir con ella a hace footing. Llegué a casa pero ya se había ido. Me puse la ropa de deporte y salí a correr por el sendero que tanto nos gustaba.

La vi a lo lejos, me llevaba bastante ventaja, así que aceleré el paso para darle alcance, pero me paré en seco. El ciclista salido estaba allí, y Sandra se había parado a hablar con él. Pero qué coño hace (pensé). Me fui acercando lentamente pegado a los arbustos. El estaba sentado como siempre, pero no tenía la polla fuera. Sin embargo parecía que estaba empalmado y mientras hablaba con mi mujer se frotaba lentamente el bulto bajo el maillot ajustado. Sandra se reclinó hacia él y se dieron dos besos. El muy cabrón se debía de haber presentado para hablar con mi mujer. Sandra se reía mientras hablaban y vi como se dieron otros dos besos y siguió su camino. El ciclista permaneció mirándola el culo mientras se tocaba el bulto. Vi como Sandra se dio la vuelta y le dijo adiós con la manita y una amplia sonrisa. Será puta (pensé).

Permanecí agachado mientras mi mujer se alejaba. El cabrón del ciclista se sacó la polla y empezó ha masturbarse. Pude ver que no estaba muy en forma ya que tenía barriguita como yo. Admiré por unos segundos la polla que tenía. Era muy gorda y con un capullo que destacaba sobremanera, redondo y de color púrpura. Soltó la polla y ésta se le pegó a su tripa, era ligeramente curvada. Se puso a rebuscar en su mochila. Se encendió un cigarro y siguió pajeándose. Era obvio que a aquel cerdo le importaba bien poco la salud y el físico. Seguro que ir vestido de ciclista era un disfraz para sus perversiones. Tampoco era guapo. No sé qué coño hacía mi mujer hablando con semejante tipo.

Ante aquello me di la vuelta y volví a casa. Estaba enfadado. Mi mujer no tenía por qué hablar con ese cerdo y mucho menos tontear! Me cambié y fui preparando la cena. Sandra llegó a la hora y me dio un beso, se duchó mientras yo ponía la mesa. Nos sentamos a cenar y yo intenté sacar información:

-Y qué tal hoy, has corrido mucho?

-Sí. Como no venías (no te enfades cariño) he hecho 5 kilómetros más.

-Y estaba tan solitario como siempre nuestro sendero privado? Jaja

-Sí, la verdad es que no me he cruzado más que con una pareja que hacía footing también.

La muy puta me había mentido. Por qué? Estaba seguro de que lo averiguaría. No me sentía con ganas de ponerme a discutir en ese momento. Sólo quería irme a la cama a descansar y olvidar aquello.

Al día siguiente me fue difícil concentrarme en el trabajo. Le daba vueltas a todo. Que mi mujer me hubiese mentido me decepcionaba. Por qué me ocultaba el encuentro con el ciclista? Sus motivos tendría la muy puta.

Aquella noche mientras cenábamos me contó que había estado con una amiga de compras por la mañana y por la tarde había ido al gimnasio. Yo me encontraba más tranquilo hasta que me preguntó:

-Cariño, mañana vas a venir pronto? Lo digo porque últimamente tienes reuniones hasta las mil y me gustaría salir mañana por la tarde a hacer footing.

No sé si fue su tono de voz o lo rápido que dijo aquellas palabras, pero me hicieron sospechar. Tardé unos segundos en contestar, estaba pensando, y muy rápido.....

-Mañana va a ser difícil Sandra, tengo reunión a las 8 de la tarde. Vienen los directores de una empresa alemana. Llegaré tarde, no me hagas la cena.

Lo que Sandra ignoraba es que no existía tal reunión. Decidí seguirla al día siguiente. O aún mejor, adelantarme hasta el banco del ciclista y esperar escondido en los arbustos a que llegase.

Podían pasar tres cosas, que el cabrón del ciclista no estuviese, que estuviese y Sandra pasase de largo (era lo que esperaba que sucediese) o que Sandra entablase conversación con él o algo peor.

Así lo hice. Eché el chándal al maletero del coche antes de ir al trabajo. La mañana pasó deprisa y por la tarde me escapé media hora antes de la oficina. Aparqué el coche en un centro comercial cercano a casa y me cambié en los baños. Me adentré en el parque y empecé a correr como un deportista ocasional más. Llegué antes de lo que esperaba y me escondí en unos arbustos que estaban justo delante del banco donde se solía sentar aquel cerdo. Allí, agazapado, esperé unos 20 minutos, pensando que era una tontería lo que estaba haciendo, que estaba mal espiar a tu mujer de aquella manera. De hecho, estuve a punto de levantarme e irme a casa cuando apareció el ciclista y dejó la bicicleta apoyada al lado del banco. Se sentó como siempre, con las piernas separadas y no se quitó el casco. Llevaba la misma ropa deportiva que el día que le vio. Seguro que estaba esperando a mi mujer. Me fijé en el abultado paquete bajo el maillot. Se veía perfectamente como la tenía hacia el lado izquierdo. Hubiese dicho que estaba empalmado por el bulto que tenía.

A los diez minutos vi a lo lejos aparecer a Sandra. Venía con sus mallas negras ajustadas y una camiseta de lycra de color morado. Su coleta se movía a cada saltito que daba. El ciclista también la vio y empezó a sobarse el paquete por encima.

A su altura Sandra se paró.

-Hola!

-Hola Sandrita, qué tal estás? Veo que hoy también vienes solita.

-Bueno, mi marido tiene mucho trabajo y llega muy tarde a casa.

-Mejor. Me gustas tú, no tu marido. Ven anda, dame dos besos.

Sandra se reclinó y le dio dos besos. El muy cabrón ni se dignaba a levantarse para darle los besos. Sandra se fijó en su bulto. Parecía que iba a reventar el maillot.

-Quieres sentarte un rato? Venga ven, que tienes que estar cansada de tanto correr.

Sandra se sentó a su lado. Obedecía sin resistencia, como hipnotizada por aquel paquete.

-Cuéntame, qué tal con tu marido? Todo bien?

-Sí, es muy bueno. Una maravilla de marido.

-Pero te tiene desatendida a que sí! (el muy cabrón sonreía)

-A qué te refieres?

-Se nota a leguas que no te follan como te mereces. Seguro que lleváis más de un mes sin follar. Tienes cara de no catarlo hace tiempo. A que sí Sandrita? No me mientas.

El muy cabrón se frotaba con la mano el paquete. Lo iba recorriendo lentamente desde la base hasta la punta. Ya no cabía duda, estaba empalmado, y bien empalmado. Sandra miraba aquel bulto de soslayo, nerviosa. Y encima aquel cabrón había dado en el clavo. Llevábamos cerca de dos meses sin tener relaciones sexuales.

-Bueno, mi marido trabaja mucho y está siempre cansado. El pobre es muy trabajador.

-Y el pobrecito de tu marido no tiene esto, verdad?

En ese momento se sacó la polla y la mantuvo firme con la mano derecha. Sandra la miró y se quedó boquiabierta con cara de sorpresa. Empezó a pajearse delante de ella sin ningún reparo. Yo pensé que mi mujer se levantaría y saldría corriendo de allí inmediatamente, pero la muy puta se quedó observando como se masturbaba, como bajaba la piel y la volvía a subir ocultando aquel capullo gordo y redondo y la volvía a bajar dejándolo totalmente al descubierto, brillante y morado.

-Te gusta Sandrita?

-Sí…. Es muy grande… Joder.

-La quieres tocar? No te voy a cobrar jejeje… Venga tonta, tócala, si por aquí no pasa nadie, no te van a ver.

Sin hacerse de rogar, la muy puta de mi mujer agarró la polla y la empezó a pajear lentamente, disfrutando de su tacto. Vi que su mano no abarcaba el grosor de aquel pollón. El ciclista la cogió por el hombre y la recostó sobre su pecho, pegándola a su cuerpo.

-Mmmmmmmm que bien hueles Sandrita. Así, sigue pajeándome… Sabes lo que eres Sandrita?

-Qué. No lo sé….

-Eres toda una puta burguesa. Una niñata a la que le ha sonreído la vida y que no sabe follar. A que sí Sandrita?

Sandra asintió mientras seguía masturbando el pollón de aquel cabrón. Estaba hipnotizada con el grosor y la dureza de aquella polla mientras permanecía recostada en el pecho de aquel cerdo.

-Dame un beso anda, no te hagas de rogar putita.

La cogió de la coleta y la empezó a morrear como un guarro, con la lengua fuera chupándola parte de la cara, nariz y barbilla. Sandra abría la boca y hacía lo que podía por besarle en la boca mientras no paraba de acariciarle la polla. Tenía sujeta su cabeza y no la soltaba. Con una mano la sujetaba del pelo y con la otra la apretaba el cuello como si quisiese privarla del aire.

-Así putita… Qué guapa estás cuando te pones roja como un tomate y los ojitos se te abren de par en par…

La soltó y Sandra recuperó el aliento. El muy cabrón la estaba tratando como a una puta y no sabía por qué no me molestaba. De hecho, empecé a sentir una fuerte excitación al presenciar la humillación de la que era víctima mi mujer. Vi como Sandra aumentaba el ritmo de la paja.

-Qué dura se te pone…. Parece de acero… qué dura se te pone!!

-Así puta….. Ponla bien dura… Así!!!!

En ese momento y sin previo aviso aquel pollón empezó a soltar chorros de leche. Empezó a salpicar la barriga del ciclista y algunos chorros llegaron a la cara y al pelo de mi mujer, que no paraba de pajearla.

Cuando la leche dejó de brotar, Sandra se apartó de él y le dijo:

-Madre mía, cómo lo has puesto todo. Mírame….

El ciclista sacó un paquete de clínex de su mochila y Sandra fue limpiando toda la leche que había empapado la tripa y parte del pecho del ciclista. Pude contar hasta tres clínex y luego fue a limpiarse ella la cara y el pelo, pero el muy cabrón la detuvo en seco.

-Qué vas a hacer Sandrita?

-Voy a limpiarme la cara, mira como me has puesto.

-Las putas no se limpian.

Le quitó el paquete de clínex y lo guardó. Sandra permanecía quieta mirando como se deshinchaba el pollón.

-Ahora vuelve a casa puta. Ni se te ocurra limpiarte la cara ni el pelo. Quiero que llegues a casa hecha una mierda…… Lo has entendido?

-Sí.

-Ahora eres mi puta. Vuelve pasado mañana. A la misma hora, entendido?

-Sí.

Sandra se levantó y echó a correr con la cara llena de leche de aquel cerdo. No entendía como se había dejado hacer eso. Yo nunca le había tratado así. Eramos tan felices. Y por qué estaba totalmente empalmado? Estaba tan excitado por haber presenciado aquella humillación….

Volví a casa y empecé a preparar la cena. A la media hora llegó mi mujer. Entró y se fue directamente al baño sin decir nada. Yo la seguí y le pregunté.

-Estás bien? Pasa algo Sandra?

Desde el otro lado de la puerta contestó:

-No, estoy bien, es que me apetece mucho ducharme. Vengo sofocada.

-Al menos dame un beso no? Y ahora te duchas.

Tardó unos segundos en abrir la puerta y me dio un beso en los labios. Pude ver que todavía llevaba leche seca de aquel cerdo en el pelo.

-Voy a seguir preparando la cena. No tengas prisa, todavía tengo para rato.

Sandra cerró la puerta pero no echó el pestillo. Fui a la cocina y me noté muy excitado. Mi polla empezaba a ponerse dura otra vez y sentí la necesidad de masturbarme. Sin hacer ruido volví al baño. La puerta estaba cerrada. Oía el ruido del agua de la ducha correr. Abrí lentamente la puerta hasta dejar la ranura suficiente para poder contemplar el esbelto cuerpo de mi mujer detrás de la mampara, bajo el agua. Saqué la polla y empecé a masturbarme recordando las guarradas que el cabrón del ciclista le había hecho una hora antes. Sandra se apretaba los pechos enjabonándolos, y se rozaba el coño con la espuma. Estaba excitada y eso la hacía más sensual. Se separaba las nalgas y se rozaba todo el culito con la mano. Y volvía al coño… Empezó a masturbarse lentamente bajo el agua. Probablemente venía bien cachonda de la experiencia que había tenido. Se acariciaba el clítoris con una mano mientras con la otra se pellizcaba los pezones. No podía creerlo. Era más puta de lo que jamás hubiese imaginado. Empezó a meterse los dedos en el coño. Su otra mano pasó de sus pezones al coño, y empezó a frotarlo con fuerza. Me di cuenta que estaba diciendo algo, Sandra hablaba, decía una frase constantemente, pero no alcanzaba a entender lo que decía. Abrí un poco más la puerta arriesgándome a que me pillase, pero estaba tan excitado que ya me daba igual. Entonces entendí lo que decía:

-Soy tu puta…… Soy tu puta…. Mmmmmmmmmmmm………. Soy tu puta….

En ese momento empecé a correrme como nunca. Notaba que los huevos me iban a explotar. Me corrí en la mano aunque algunas gotas cayeron al suelo. Cerré despacio la puerta y fui a lavarme.

Al rato salió Sandra del baño. Yo ya había preparado la cena y puesto la mesa. Cenamos tranquilamente y nos fuimos a la cama. Esa noche dormimos abrazados. El uno contra el otro, fuertemente abrazados. La quiero tanto (pensé)…..