Háblame de mamá (Michel)

Ver lo que vió Michel a su madre pudo marcarle de por vida.

HÁBLAME DE MAMÁ (Michel)

Hay hombres a los que les gusta exclamar aquello de: Todas las mujeres son unas putas menos mi madre. Las madres forman parte del género humano y los humanos somos seres sexuados, o sea, las madres también tienen necesidades sexuales y usando un lenguaje un poco soez diremos que nuestras madres follaron para tenernos.

Michel tuvo ocasión de comprobar desde muy pequeño que su madre estaba condenada a pensar a menudo en el sexo. Tengo pacientes que afirman que pocas cosas serán tan bonitas como contemplar a una madre masturbándose. Michel jugaba en el patio de su casa una tarde con sus juguetes cuando a través de las rendijas de la ventana vio a su madre acariciándose. El niño no comprendió muy bien porque su madre hacía aquello, pero intuyó que no era adecuado ni interrumpirla ni preguntarle acerca de aquello. Por eso se quedó observando en silencio la larga media hora que su madre estuvo calentándose manualmente la raja. Pensó que era una acción inédita, algo que se produce una o dos veces en la vida de una mujer, como la serpiente que muda su piel, o la oruga que se encierra en su crisálida para convertirse en mariposa. Así que no esperó verlo más.

Quizá, pensó él, tiene que ver con lo que hablan los niños en la escuela de la menstruación. En todo caso Michel se sorprendió al ver lo mismo la tarde siguiente, casi a la misma hora y en el mismo lugar. Su madre ya había tomado la mecánica de sacarlo al patio a jugar y entrarse ella dentro, cerrando bien segura la puerta. Michel se dijo a si mismo que nunca se hartaría de ver aquel espectáculo, cuya comprensión creció a medida que pasaron los días y la fue observando más veces. En unas ocasiones la vio masturbarse delicadamente, sin prisa, otras de forma frenética, agitándose y gimiendo. Unas veces se metía los dedos y otras cualquier instrumento con forma fálica que hubiese improvisado. A veces lo hacía sumida en el silencio, otras escuchando música o viendo una película erótica o pornográfica e incluso leyendo libros y revistas. Esto duró así hasta que la madre advirtió que su hijo la espiaba y simplemente tuvo que buscar más intimidad.

Háblaré de otra experiencia parecida. El caso de Jacinto es el caso de un niño especial, pues es minusválido psíquico. Este chico vivía con sus padres y resulta que una temporada una hermana soltera de su madre vino a pasar unos días con ellos. Esta tía de Jacinto se llamaba Aurora y no conocía a nadie de por allí por tanto pasaba muchas horas en casa. Sin mala intención y creyéndose sola en la casa se desnudó, se tumbó sobre un sillón y comenzó a masturbarse con un consolador.

Desafortunadamente Jacinto andaba por allí y lo vio todo, poniéndose muy nervioso, hablando para sí mismo y casi llorando. Minutos más tarde llegó su madre y lo encontró en ese estado. La tía Aurora simplemente explicó que el niño la había visto desnuda. La madre no se enfadó, pero expuso a su hermana Aurora cual era la solución por si ocurría otra vez: bajó los pantalones al chico, cogió su pene erecto y lo masturbó hasta que eyaculó. Sólo así él se tranquilizó.