Háblame de mamá (Karina)

También hay historias de amor madre-hija. Este es un caso interesante.

HÁBLAME DE MAMA (Karina)

El amor materno no sólo se ha de manifestar de hijo a madre. Aunque me propuse hablar sólo de este binomio, merece la pena hablar del de hija-madre, y más si se trata de un caso tan sugestivo como el de Karina. Su madre se llama Merce.

Sólo después de las primeras visitas de Karina a mi consulta empecé a reconstruir a través de diversas conjeturas e investigaciones la vida sexual de Merce, su madre. La verdad es que lo primero que me interesó fue eso, la vida psicológica y sexual de Merce, una mujer que en su niñez fue educada al modo tradicional, escolarizada en un colegio de monjas y prácticamente obligada a casarse en cuanto cumplió dieciocho con un hombre que casi le triplicaba la edad. Al año de casarse tuvo a Karina y no pasaron muchos años hasta que su marido quedó inapetente e inutilizado para el sexo. No obstante, queda para mi en entredicho la orientación heterosexual de Merce, quiero decir, es más que probable que se trate de una lesbiana en todas sus dimensiones. No sé nada de su etapa escolar, porque Karina, su hija, nada me ha contado, pero intuyo algún episodio emocional de Merce en el colegio de monjas que marcase definitivamente su inclinación a las mujeres. Ante todo, puede ser así porque el ambiente conventual de monjas es más que propicio a ello. Algún encuentro con una compañera del colegio pudo ser la causa y más posible aún que una monja, dada al amor al mismo sexo, la iniciase en estas tendencias, que por otro lado no habrían de ser desde luego desagradables para Merce, sino todo lo contrario, placenteras y muy de su gusto. Entonces, yo creo, que fue una monja, en clave de mujer adulta y conocedora del placer lésbico, la que invitó a Merce a entrar en la deliciosa espiral del placer erótico entre mujeres.

Sin embargo, por lo que requería su familia de ella y dada la educación recibida, Merce se casó y creyó que su deber como mujer era amar a su marido, ya no sólo en el plano emocional, sino también carnal, lo que le provocaría sin duda grandes traumas por un tiempo pues es casi seguro que en su fuero interno pensase en dirección a la mujer. Como digo, su marido la dejó en paz en cuanto a sexo en pocos años y esto hubo de suponer un alivio para Merce. Mientras tanto criaba a la pequeña Karina y la veía crecer. La pequeña desarrolló cuerpo de mujer a temprana edad ( 14 o 15 años ) y esto avivaría en la memoria de la madre viejos recuerdos y nostalgia de la época escolar en cuanto a iniciación lésbica se refiere.

La relación de amistad y confianza entre Karina y Merce siempre había sido sólida, pero se afianzó aún más cuando la hija entró en plena pubertad. El amor que sentía Merce por su hija, le llevó a pensar que era necesario que le evitase problemas traumáticos como había tenido ella con respecto a su orientación sexual y decidió encaminar a su hija a llevar una vida en la que el amor entre hombre y mujer fuese lo normal y lógico, no lo convencional y tradicional. Si Karina se inclinaba por los hombres no sufriría pasiones reprimidas ni frustradas, como fue el caso de su madre. Por eso, Merce era permisiva siempre con su hija si la chica decidía salir con uno o varios amigos; es más, los invitaba a casa a comer, a jugar o a que viniesen a estudiar. Esta actitud permisiva fue interpretada maliciosamente por un par de amigos de Karina, llamados Kiko y Golo. Estos chicos eran un par de brutos, los dueños del barrio, los jefes del instituto, que consideraban a Karina una princesita putita y malcriada a la que había que follarse a toda costa. Una tarde fueron a hacer un trabajo a casa de Karina; Merce, confiada de Kiko y Golo salió de compras junto a su marido, dejando a su hija a merced de aquellos dos. Kiko y Golo no se demoraron en pasar a la acción. Kiko besó a Karina en la boca; ella estaba acostumbrada a estas cosas y no se extrañó, seguidamente fue Golo quien la besó con más pasión aún. Estaban en el dormitorio de la chica, jugando a cosas que a ella incluso le gustaban. Kiko sacó su polla y empezó a masturbarse en presencia de la chica; ella se enfadó diciendo que su madre podía regresar en cualquier momento, pero se estaba empezando a sentir excitada con aquello. Golo también sacó su polla para masturbarse. Los chicos animaron a Karina para que se subiera la blusa y le enseñara las tetas y aunque reticente al principio acabó por mostrarle a los dos sus pequeños pero turgentes senos. Kiko y Golo se alegraron con ello y la piropearon. Karina rió. Ella misma, sin que ellos lo pidiesen se quitó la falda, se bajó las braguitas y les enseñó el coño apenas cubierto de vello. "¡Anda nena! –le dijeron- ¿porqué no nos haces una paja a los dos?". Ella, ni corta ni perezosa se acercó a ambos y cogió una polla con cada manos; Kiko y Golo suspiraron de placer, y aún más cuando además de meneárselas les fue dando lengüetazos alternativos en sus penes a uno y otro. "Haremos esto –dijo Karina- pero nada más". Ellos no contestaron y segundos más tarde se corrían al mismo tiempo poniendo perdida de semen a la chica. Se quedaron extasiados de placer pero alucinados con la experiencia y pasados unos minutos Karina comenzó a vestirse de nuevo. Golo se acercó a ella y le dijo que aún tenía ganas de más diversión; Karina dijo que ya no habría nada más, entonces ambos chicos, con sus pollas flácidas la obligaron a tumbarse en la cama. Ella gimió e intentó zafarse de ellos, pero no la soltaron. Golo la abrió de piernas mientras Kiko comenzó hurgarle el coño con los dedos, metiéndole uno, dos... y así progresivamente en su vagina virgen. Golo le tapó la boca para que la chica no gritará y ella prefirió entornar los ojos como para evadirse. Aquel manejo excitó a Golo y Kiko que pronto tuvieron de nuevo sus penes completamente erectos. Kiko aprovechó tenerla abierta de piernas para introducir su miembro en el coño de Karina, la bombeó unos minutos empleándose con extrema violencia hasta que se corrió en su interior y se salió. Golo sintió envidia de su amigo y quiso hacer lo mismo, pero en un momento dado sintió cierto asco de meter su polla allá donde su amigo había eyaculado todo su semen. Su decisión fue sodomizar a la joven. Esta tarea fue más brutal y la pobre sufrió duro tormento durante varios minutos, después quedó medio desfallecida y desmayada. Golo y Kiko se asustaron y huyeron de la casa.

Una hora más tarde sus padres regresaron a casa. Merce entró a dar las buenas noches a su hija y la encontró metida en la cama y llorando. Muy asustada y preocupada preguntó a Karina que le había sucedido y como entre ellas había confianza, la chica se lo contó todo con pelos y señales. Merce quiso llamar a la policía para denunciar la violación, pero Karina se negó a que lo hiciera pues ella se consideraba culpable de lo sucedido ya que dio pie a que los chicos actuasen así.

  • Mamá, -dijo Karina- esos chicos me han hecho mucho daño.

  • Déjame ver... –dijo Merce, mientras bajaba las sábanas para inspeccionar a su hija.

Karina se bajó las braguitas para dejar ver a su madre las zonas erógenas dañadas. Tenía pequeños desgarros en sus zonas íntimas, pero Merce comprobó con alivio que no era cosa grave, aunque estimó que sería necesario aplicar una pomada para curar aquello. Así que le dijo a Karina que ella misma se aplicase una pomada. Karina se negó porque le daba miedo dañarse y pidió a su madre que lo hiciera ella. Entonces Merce sintió un escalofrío al pensar que tendría que recorrer con sus dedos el coño y el culo de su hija. Intentó calmarse y cogió la pomada para untársela a su hija. Empezó a frotar con delicadeza sobre el coño de Karina: los labios mayores..., clítoris..., y poco a poco en el interior de su vagina.

  • ¿Te hago daño hija mía?

  • No mamá, lo haces muy bien..., mmm.

La aprobación de Karina y ese pequeño gemido dieron confianza a Merce para acariciar y extender la pomada extendiendo la palma entera de su mano sobre el coño de su hija, la cual abrió sus piernas completamente para facilitar la tarea de la madre, que después de unos minuntos hacía lo mismo con el ano. Karina quedó completamente relajada y la madre dio por finalizado el pequeño masaje, entre otras cosas porque se sentía asustada al haber experimentado excitación con su hija. La pobre Merce se sintió culpable, pero esa noche soñó que hacía el amor con Karina sobre un prado verde, las dos completamente desnudas. Al día siguiente preguntó a su hija durante el desayuno que cómo se sentía y la chica le dijo que mejor, pero que por la noche necesitaba que le diese más pomada. Eso provocó en Merce muchos nervios y alteración, esperando ansiosamente que llegase la noche. Cuando fue la hora del nuevo masaje, madre e hija se miraban fijamente a los ojos; este masaje fue más sensual, la chica estaba mojada de sus propios jugos y la madre lo notó... Karina estaba a punto de sentir un orgasmo cuando su madre retiró la mano del coño y la dejó de acariciar...

  • Mamá ¿pero qué haces? ¿no me das el masaje?

  • No debo hija, esto está mal.

-Mamá, yo...

La hija se abalanzó y besó en los labios a la madre. Merce, angustiada por creer que esa pasión había de ser prohibida apartó a su hija y huyó de la habitación, pero de nuevo esa noche tuvo un sueño erótico con Karina, tras el cual se despertó y sintió ganas de masturbarse, lo cual hizo acariciándose el coño y metiéndose varios dedos en la vagina hasta llegar al orgasmo. A la mañana siguiente su hija se levantó y ambas se encontraron en la cocina durante el desayuno. El padre se había ido ya al trabajo. Karina pidió disculpas a su madre por lo sucedido la noche anterior, pero Merce estalló en llanto abrazando a su hija y admitiendo que la necesitaba. Karina entendió que si ella no daba el paso definitivo su madre nunca lo haría, así que la besó y la tumbó sobre la mesa de la cocina dispuesta a follar con ella. Se besaron y acariciaron durante un rato. Karina probó el sabor del coño de su madre y le pareció fascinante. Ese día la chica no fue al colegio para poder gozar con Merce, su madre, una mujer que ansió siempre el placer lésbico y que sólo lo encontró gracias a su hija.

No sé si concluir la historia de Karina y Merce sin introducir un dato curioso que Karina me contó años después como amiga mía. Ella es bisexual y nunca detestó a los hombres a pesar de aquella experiencia negativa con Kiko y Golo. Después de cursar estudios en la universidad Karina conoció a Rodrigo, un hombre extraordinario que la amaba por encima de todas las cosas. Karina nunca le ocultó nada, ni siquiera que había sido amante de su propia madre, relación que esporádicamente aún mantenían. Finalmente Karina dijo a su marido que él y su madre eran las personas a las que más amaba y que su fantasía era "tenerlos" a ambos junto a ella. Así se lo hizo saber también a Merce, su madre.

Tanto Merce como Rodrigo querían tanto a Karina que hablaron entre ellos y decidieron hacerle un regalo el día de su cumpleaños. Karina, tras soplar las velas de una tarta se sintió sorprendida cuando vio a su madre y a su marido desnudarse ante ella. Iban a hacer un trío, en el cual incluso Merce se dejaría follar por Rodrigo, dejando de lado cualquier escrúpulo como lesbiana, todo por dar una satisfacción a Karina. El hombre gozó con ambas mujeres, sobre todo con su suegra, por lo inesperado de la relación. Además ver a hija y madre comiéndose la una a la otra la almeja fue algo que Rodrigo consideró fascinante.