Háblame de mamá (Iñigo)

Echar de menos a mamá puede llevar a buscarla en cualquier mujer.

HÁBLAME DE MAMÁ (Iñigo)

Sólo la belleza y el conocimiento mutuo entre un hombre y una mujer pueden llevar en ocasiones al amor y al deseo. El caso de Iñigo es ese. Él perdió a su madre de muy pequeño y su padre se volvió a casar con una chica bastante más joven que él. Teresa era su nombre, la madrastra de Iñigo, quien alentó al marido para enviar al niño a un internado. Iñigo creció sabiendo que su madrastra se había desprendido de él quizá con la intención de tener hijos y apartarlo a él de la suculenta herencia del padre. Por eso la odiaba. Pero los años pasaron y Teresa no tuvo hijos. Iñigo creció hasta casi convertirse en un hombre. Un día le comunicaron que su padre se encontraba muy enfermo y que era mejor que fuese junto a él. Su padre agonizaba tras una larga enfermedad y junto a él siempre estaba Teresa. Iñigo comprendió que aquella mujer amaba a su padre, en eso era sincera. Pasó unos días junto a ella esperando ambos el fatal desenlace hasta que al final el padre, que por cierto se llamaba Sebastián, murió.

Justo después del funeral Iñigo y Teresa, su madrastra, llegaron a casa. Ambos se sentían cansados y dolidos por la pérdida de Sebastián. Se sentaron sin cambiarse sus ropas de luto y comieron unos sandwiches. Después hablaron un rato de sí mismos, preguntándose el uno al otro que sería de sus vidas a partir de aquel momento. Teresa lloró, no sabía muy bien que iba a ser de ella. Iñigo la consoló con sus palabras y ella a su vez le pidió perdón porque se consideraba la responsable de que él hubiese vivido tantos años lejos de su padre. Iñigo la perdonó, todo era parte del pasado, pero la perdonó porque la encontraba delicada y hermosa cuando resbalaban lágrimas por sus mejillas. "Te pareces tanto a tu padre Iñigo" , le decía ella mientras le acariciaba el rostro. Iñigo la besó inconscientemente. Durante unos segundos pensó en su padre, pero quiso abandonarse a un beso que a su vez Teresa correspondió. Se besaron sensualmente en los labios y se acariciaron mutuamente. Se relajaron tan profundamente que ninguno de los dos se dieron cuenta casi ya estaban desnudos el uno frente al otro.

A Iñigo le asaltaban dudas porque creía que traicionaba la memoria de su padre, pero Teresa, con los ojos entornados le dijo: "¡Fóllame hasta destrozarme, Sebastián!. Evidentemente Teresa pensaba en su marido fallecido e Iñigo creyó entonces, que si hacía el amor con Teresa, sería un modo de honrar el recuerdo de su padre. Así pues, tumbó a su madrastra sobre el sofá, la abarcó con sus brazos y se esmeró sexualmente en satisfacer a aquella mujer que ardía en deseos. Hicieron el amor durante la noche, y alguna vez Iñigo susurró: "Siempre te he echado de menos mamá". A la mañana siguiente Iñigo se marchó de nuevo para proseguir con sus estudios y concluirlos. Teresa supo entonces que su vida había quedado ligada a la de su hijastro, pero el vínculo, además de emocional, se ampliaba a lo humano, pues había quedado embarazada. No quiso decírselo a Iñigo hasta que no terminase sus estudios, así que él no lo supo hasta que no regresó a principios de verano.

Teresa estaba embarazada de más de cinco meses y le dijo a Iñigo que el hijo era suyo. Esto conmovió a Iñigo, que no sabía qué pensar, sin embargo finalmente se dijo a sí mismo que porque le iba a mentir Teresa en algo tan serio. Verla embarazada le excitó y volvieron a follar en aquel reencuentro. Tiempo después nació un niño al que llamaron Sebastián, por cierto clavado a Iñigo. Han pasado años e Iñigo se pasa de vez en cuando por mi consulta a agradecerme el modo en que le ayudé a superar la muerte de su padre y a dar el paso definitivo que le unió a Teresa. Me ha contado un sueño que tiene y es el siguiente: Su esposa, Teresa, quince años mayor que él muere un día y él se vuelve a casar, y años después muere él también; su segunda esposa y su hijito Sebastián se unen al igual que Teresa y él hicieran antes.

Pasaré a hablar de Cristian. Su madre tomó una decisión comprometida con respecto a él cuando el chico apenas había entrado en la adolescencia. Seguramente por una obsesión por imitar a su padre, Cristian se empeñó en que mamá había de ser suya, y para eso no reparó en planear nada. Fue directo al grano; sólo había de esperar a que papá se fuese temprano a trabajar para él meterse con mamá en la cama y empezar a acariciarle los pechos, la entrepierna o el culo. Su madre lo apartaba entre risas y no le consentía ir muy lejos. Cristian no se reprimía y era capaz de sacar su pene y empezar a sacudírselo delante de su madre. Ella finalmente le reprendía y le obligaba a salir del dormitorio.

Pero Cristian volvía a las andadas en cuanto mamá se descuidaba; si la sorprendía en la cocina corría a levantarle la falda e intentar meter las manos para bajarle las bragas. Su madre no quería ser dura con él y enfadarse, así que a veces casi no oponía resistencia y él lograba llegar a tocar algunos de sus senos desnudos e incluso su coño, sin embargo no le dejaba ir más allá. Un día, después de estos toqueteos, Cristian volvió a sacar su pene para masturbarse y se corrió en presencia de su madre, diciendo a la vez: "¡Mamá, necesito follarte!" Su madre se preocupó y cometió el error de contarle todo al marido, cuya reacción fue reírse y decirle a su mujer si el niño quería follar con ella que le concediese ese capricho. Hasta ese punto Cristian era mimado por su padre. Mamá se encolerizó, pero no quiso que eso sucediese. Finalmente tomó una decisión, de la que he hablado al principio, y fue que contrató los servicios de una putita adolescente para que su hijo follase con ella. Mamá hizo entrar a la chica en el dormitorio del niño. La joven se sentó en la cama, adoptó una pose provocativa y esperó a que llegase Cristian, quien entró en compañía de la madre. A él le gustó la chica, pero sentía timidez y miedo, por lo que pidió a su madre que se quedase con él. Así, mamá fue espectadora de la relación sexual de su hijo y la puta. No sé si esto calmó los deseos de Cristian por su madre, lo que si es cierto es que a su madre aquella experiencia vouyerista le pareció morbosa y muy interesante.