Háblame de mamá (5)

¿Quisieran saber más historias de las que me cuentan a mi?.

HÁBLAME DE MAMÁ ( VI )

Hay lectores que me preguntan a través del correo electrónico de qué modo llegan los chicos a mi consulta. Bien, no siempre son problemas o traumas sexuales los que los traen directamente aquí, aunque en el fondo sean la raíz de la problemática que en ciertos momentos experimentan. Me explico: a mi consulta los envían sus padres porque lo ven deprimido, con falta de apetito o pocas ganas de salir..., o desde el colegio por sus malos resultados escolares. Luego, habiendo mantenido una charla con el paciente resulta que el origen de todo este cúmulo de circunstancias está a veces en el amor no correspondido de una amiga, de una compañera, o como son los casos de los que hablo, de sus madres.

César ( a quien envió el orientador escolar a mi consulta dado sus negativos resultados en los estudios) me habló de toda su familia, compuesta por él, su padre y su madre y un hermano menor, Ismael. César tenía quince años e Ismael cuatro o cinco menos. El joven me contó todo lo referente a la familia: en apariencia eran felices pues el nivel económico era estable y proporcionaba comodidad, pero claro, eso era debido a la plena dedicación del padre a su trabajo de representante de una firma comercial, empleo que le obligaba en ocasiones a permanecer varios días seguidos fuera de casa. La madre se dedicaba a ser ama de casa; joven y hermosa aún pues había dado a luz a César a los dieciocho años.

Por lo que me contó de ella César, es totalmente probable que la mujer siempre fuese fiel al marido, aunque por edad y dadas las largas ausencias de casa del cabeza de familia la esposa hubiese deseado en más de una ocasión tener una aventura amorosa fuera del matrimonio. Es muy normal en una mujer en la que se den estas características; además también es muy fácil que el marido echase una canita al aire de vez en cuando contratando el servicio de prostitutas, bien con alguna compañera del trabajo o alguna clienta.

Todo esto era fácil de percibir según lo que me contaba César. Es más, la madre se quejaba a menudo al padre de sus largas ausencias y César tenía ya suficiente entendimiento como para intuir "ciertas necesidades" de la madre cuando el padre no estaba. En el barrio en el que vivían César tenía muchos amigos y todos conocían a su familia; estos de vez en cuando eran crueles y preguntaban a César sobre su madre, pues era una mujer que gustaba a los chicos; preguntaban acerca de la sexualidad en el matrimonio de sus padres, indagaban en qué hacía la madre cuando el padre no estaba, etc. Esto motivó que en más de una ocasión César se peleara con amigos, pero al final no se le daba demasiada importancia. El caso es que él mismo empezó a hacerse aquellas mismas preguntas. " Mamá está muy buena ¿tendrá ganas de follar a menudo?" Esto era casi una cuestión puramente infantil, pero la inocencia de César empezó a desmoronarse un día que estando en casa viendo distraídamente la televisión se levantó para ir a beber agua a la cocina. Pasó por delante de la habitación donde su madre planchaba y allí la vio de espaldas, con una camisa puesta y desnuda de cintura para abajo. Estaba planchándose una falda. César no hizo ruido y se quedó mirando el culo y las piernas de su madre; nunca había visto a una mujer así y aquello le cautivó por completo. Tuvo el atrevimiento de ir a por su cámara fotográfica para sacarle una foto a su madre; cuando regresó ella ya se estaba poniendo la falda, pero aún así le sacó una foto. Esa misma tarde llevó el carrete al revelado.

La foto salió bien y durante unos días César sólo se limitó a mirar en la fotografía el culo de su madre, pero inevitablemente ocurrió lo que tenía que ocurrir tarde o temprano: con la foto apoyada en su escritorio César se sacó la polla y comenzó a masturbarse contemplando a su madre en la foto. Aquello le parecía lo más hermoso que había visto jamás. Se preguntaba como papá era capaz de renunciar a aquella mujer y no quedarse siempre en casa con ella para follarla durante la noche entera y no salir del dormitorio en todo un fin de semana. Es fácil de ver cual era el estado de excitación por su madre que ya había alcanzado César a esas alturas. Trató de ver más veces a su madre desnuda y eso resultó imposible. Otra cosa vino a desestabilizarle aún más en cuanto a la atracción que sentía por mamá y era que su hermano pequeño, Ismael, dormía con ella en la misma cama siempre que papá no estaba en casa, lo que le causó gran envidia. Irremediablemente creyó que su hermano tenía ocasión de ver a su madre desnuda e incluso a veces la acariciaría en la zona de su cuerpo que a el pequeño le apeteciese.

César sólo podía continuar masturbándose a la vez que contemplaba la foto, pero desgraciadamente un día se corrió y eyaculó todo su semen sobre la fotografía, echándola a perder. Esto vino a causarle una más honda depresión, perdió el apetito y las ganas de hablar. Su madre lo notó e intentó hablar con él porque para colmo el padre se había ido y tardaría seis o siete días en volver. Estaba preocupada por su hijo, quien dijo que se encontraba muy solo, que por las noches no podía conciliar el sueño y sentía miedo. La madre dijo que ya que Ismael dormía con ella, él también podía hacerlo porque había sitio para los tres en la cama. César vio el cielo abierto, al menos por fin dormiría junto a su madre.

Así que esa misma noche se metieron los tres en la cama, la madre y los dos hijos. Mamá abrazó al pequeño, que al instante quedó dormido y habló un rato con César, tranquilizándole y diciéndole que ahora podía descansar tranquilo. La mujer dio la espalda a su hijo César, quien la sentía muy cerca. Al cabo de un rato, cuando César creyó estar seguro de que su madre dormía, empezó a rozarle el culo. Poco a poco el roce comenzó a ser más intenso. César se encontraba excitadísimo y con una tremenda erección. Bajó su calzoncillo y sacó su pene para masturbarse con una mano mientras con la otra continuaba acariciando el culo de mamá. Como quería sentir su piel bajó un poco las braguitas y pudo meter la mano.

El morbo era increíble, pero mamá podía despertar en cualquier momento. César continuó masturbándose violentamente hasta que eyaculó y desgraciadamente el semen salió disparado directamente al culo de su madre, poniéndola perdida. En ese instante ella despertó y César se giró rápidamente y se hizo el dormido para disimular. Mamá encendió la luz y notó su culo mojado; con la mano retiró el líquido y comprobó que era semen, así que se dio cuenta de que César se había hecho una tremenda paja. Pero ¿sería por ella? Al día siguiente César temió que su madre le regañase, pero eso no ocurrió, es más, mamá le dijo que podía dormir mas noches con ella en su cama si él quería. Y por supuesto que César quería. Al meterse en la cama la siguiente noche, mamá se giró esta vez hacia César, quien no pudiendo tocar esta vez el culo, le acarició las tetas; sin embargo en esta ocasión su madre se hacía la dormida.

Ella pensaba que eso no estaba mal, así el chico calmaba su excitación y ella por otro lado experimentaba algo de placer ya que su marido no estaba. César se hizo otra paja. A la tercera noche, mamá propuso a sus hijos dormir desnudos dado que hacía un poco calor; ella se tumbó entre ambos boca arriba y abierta de piernas. César estaba alucinado, Ismael no tanto, se notaba que ya había visto a Mamá desnuda en más de una ocasión. De todos modos no era tan descarado ya que mamá permaneció todo el rato tapada por la sábana, al igual que sus hijos. El pequeño solía jugar con su madre, haciéndole cosquillas, saltando sobre ella, etc. Este juego excitaba al pequeño Ismael que no se escondía de mostrar su pequeño pene completamente tieso. Mamá se reía y decía, ¡uff, que cosita tan pequeñita y ridícula!.

Lo dijo varias veces hasta que César se atrevió a decir: Mamá, la mía es bastante más grande. La madre rió y le dijo a su hijo mayor que ella ya sabía eso y que sentía orgullosa de que su hijo se hubiese convertido ya en todo un hombre. César se sintió agradecido con aquellas palabras y dio un beso a su madre, un beso tierno y largo que prolongó todo cuanto pudo, lo cual puso de relieve el intenso momento erótico que César sentía. Su madre le siguió el juego y ella misma lo besó en los labios. Mientras tanto Ismael seguía jugando sobre el colchón dando saltos de un sitio para otro. Esto molestó un poco a César, que consideraba a su hermano menor un estorbo en aquellos momentos, pero mamá no le dio importancia a la presencia del pequeño y comenzó a acariciar el cuerpo de su hijo mayor, todo aún con las luces del dormitorio encendidas. Ismael reía y saltaba, mientras mamá y César habían comenzado a acariciarse mutuamente.

César apartó la sábana dejando al descubierto el cuerpo desnudo de su madre. Se besaban, se acariciaban. Él amasó los senos de su madre mientras la besaba en la boca y ella abrió un poco las piernas invitándole a que él se decidiese a acariciarle el coño. Así lo hizo César, que encontró la cueva del placer de su madre completamente empapada de jugo. Instintivamente introdujo el dedo corazón en la vagina de mamá. Ella le agarró mientras tanto la polla y el le chupaba un pezón. La escena era terriblemente morbosa y desde luego el pequeño Ismael había dejado de jugar para dedicarse a mirar extrañado qué cosa estaban haciendo su madre y su hermano mayor, no lo comprendía bien pero imaginaba de qué iba la cosa. Ismael también sintió deseo y se abalanzó a chupar el pezón de su madre que quedaba libre.

Ella ni se inmutó por la actitud del pequeño pero César quiso apartarlo. Mamá se negó y dijo: ¡Deja participar a tu hermano pequeño César, también soy su madre, vosotros tenéis que sustituir a papá en esta tarea. Además sólo tú tendrás la satisfacción de penetrar mi coño, él es tan pequeño que quizá no pueda hacerlo! Efectivamente, mamá acarició el pequeño pene de Ismael y el chico sintió como un calambre placentero que le recorrió el cuerpo y que nunca había sentido. Había experimentado el primer orgasmo de su vida. Mamá abrazó al pequeño junto a sí mientras César se colaba entre sus piernas e introducía la polla en el coño materno. A los pocos minutos se corrieron entre jadeos, y un poco más tarde los tres dormían ya después de la incestuosa experiencia.