Háblame de mamá (3)

Los casos que me cuentan esos hijos apasionados por sus madres me causan gran excitación.

HÁBLAME DE MAMÁ ( III)

Los chicos suelen ser bastante crueles entre ellos. En el caso que ahora relato fue la madre de un chico llamado Pablo la que vino a mi consulta a contarme un problema que había originado en su hijo un compañero de clase del instituto.

Al parecer este compañero había contado a Pablo que él en casa no necesitaba masturbarse sólo, era su madre quien le hacía todas las pajas que él quisiera. Fuera verdad o no esto, Pablo lo creyó y pensó que era normal que una madre hiciese eso a un hijo. Por eso Pablo unos días después dijo a su madre en casa: Mamá, ¿quieres hacerme una paja? Al oír esto su madre le dio una fuerte bofetada. Pablo se fue llorando y confundido a su dormitorio. Su madre quedó también muy preocupada pero prefirió no comentar nada de lo ocurrido con su marido.

Pensó que era mejor que el padre no supiese nada de todo aquello. Pablo pasó unos días muy deprimido, no se atrevía a hablar a su madre ni a mirarla a los ojos. Fue entonces cuando la madre vino a pedirme consejo pues se sentía mal consigo misma por haber abofeteado a su hijo y creía ser la culpable de la depresión de su hijo.

Hablamos un rato del asunto e intentamos buscar una solución, pero no parecía algo sencillo. Ella ya había intentado hablar con él pero no obstante las distancias entre hijo y madre crecían cada día más. La madre estaba desesperada y parecía estar dispuesta a lo que fuese necesario. Así que le dije que llegados a tal punto de desesperación era preciso aplicar el refrán de "a grandes males, grandes soluciones".

Le pregunté si estaría dispuesta a masturbar a su hijo aunque al menos fuese una sola vez; ella dudó, pero al final decidió hacerlo. Le aconsejé que lo hiciese con naturalidad, si era necesario desnudarse ante su hijo que lo hiciera para que él no creyese que su madre lo hacía obligada. Así que se fue de la consulta dispuesta a hacerle una paja a su hijo y la cité para días más tarde a ver que había pasado. Estaba muy interesada en que la madre de Pablo regresase para contarme todo con pelos y señales, y no me decepcionó. Me contó que un día que su marido no estaba se dirigió a la habitación de su hijo y entró en ella mientras Pablo dormía la siesta. Ella se sentó en un borde de la cama y bajó las sábanas hasta descubrir la parte del pantalón del pijama. Pablo despertó súbitamente y se extrañó de la presencia de su madre; ella le contó lo que iba a hacer y él le dijo que si no quería que no hacía falta, pero ella ya había dado ese importante paso y quiso seguir adelante.

Pablo se quedó boquiabierto cuando su madre se desnudó ante él. La mujer hizo ponerse de pie al chico y le bajó los pantalones. La madre reconoce que la verga del hijo era de un buen tamaño y el verla hizo que sintiese cierto escalofrío de excitación, lo que ayudó a que masturbase la polla del hijo con gran fuerza; por un momento sintió deseos de hacerle una mamada pero pensó que quizá no fuese conveniente porque la solución al problema podía peligrar de ese modo.

El chico terriblemente excitado eyaculó sobre las tetas de su madre, la cual tampoco podía disimular su excitación. Después de aquello la madre vino unas veces más a mi consulta de psicología y me comunicó su decisión de seguir masturbando a su hijo. Yo no quise intervenir en su decisión, era asunto suyo, pero si creí intuir que quizá su intenciones eran las de gozar con la polla de su hijo entre las mano y a lo mejor ir un poco más lejos, realizarle una felación o probablemente adentrarse más aún por los caminos de placer sexual incestuoso.

Ahora hablaré del caso de Ernesto. Tampoco es él el responsable directo de encontrar atractivo sexual en su madre. La experiencia de la que me habló es curiosa; le sucedió a muy corta edad.

Todo lo origina la actitud autoritaria de su padre, educado a la antigua usanza que a su vez desea que su hijo Ernesto sea igual que él. Bien, el padre sospecha infundadamente que el hijo es homosexual; no le reprende de ningún modo pero le preocupa que su hijo acabe enamorándose de hombres. La solución que propone el padre para evitarlo es obligar al hijo a contemplar como el padre se folla a la madre.

La madre al principio es reacia a mantener relaciones sexuales con su marido en presencia del hijo, pero como ya he dicho, el hombre es autoritario y ordena a su mujer prestarse a ello.

Todo ocurre una noche después de cenar. Ernesto desea ir a su dormitorio, pero su padre le grita violentamente tanto a él como a la madre ordenándole a ambos que cumplan todo según él lo ha planeado. Así que Ernesto se sienta en un sillón y frente a él su padre y su madre empiezan a besarse y a acariciarse, cada vez más excitados. Ernesto cree que a la madre le excita su presencia y admite que cada vez se siente más interesado y excitado con el espectáculo.

Lo que presencia es fascinante. Mamá cabalga a papá a una velocidad endiablada y ambos gimen de placer. Ernesto se atreve a sacar su pene y masturbarse mientras los contempla, seguidamente decide acercarse para acariciar a su madre, pero el padre se lo prohíbe: esa mujer es su esposa y solo le pertenece a él.

Todos llegan al orgasmo, pero en Ernesto ha nacido el deseo de poseer a su madre. El destino le depara algo que él no espera, porque es la propia madre quien una noche abandona el dormitorio mientras su marido duerme y va a la cama donde descansa su hijo para acostarse y acabar echando un polvo con él. Serán amantes durante unos meses hasta que el padre lo descubre y echa al chico de su casa, el cual se va a vivir con unos familiares.