Habitación De Pánico

Damián es un jovencito con padres forrados, una habitación de pánico propia y su sirviente personal.

Saludos, lictores y lectores. Dicen que los millonarios viven de forma sencilla y sin muchos caprichos. O era lo contrario ? Vale, lo importante es que ningún millonario podrá alcanzar una cosa… las nebulosas.

Los Henrikson eran una de las familias más acaudaladas del mundo. Cimentando su fortuna durante la Revolución Industrial, incluso cuando la pandemia había hecho decrecer y arruinar a más de uno, Charles Henrikson había logrado salir reforzado. Junto a su esposa Melissa, ambos disfrutaban de un opulento y extravagante estilo de vida. Su hijo Damian, de 18 años, blanco como la leche, bajito (1,63m), delgado y con una figura esbelta y un trasero algo respingón. Jovencito caprichoso y altivo, siempre obtenía lo que quería. Pero está vez deseaba algo muy diferente y cuando le dijo a su padre, este quedó perplejo.

“Una habitación de pánico?” repitió Charles muy confundido.

“Si. Ya sabes, en tiempos de pandemia es lo mejor,” dijo Damian.

“Pero no es la mansión lo suficientemente grande?”

“Seguiré dando lata hasta tener una,” amenazó el chaval malcriado.

Un padre normal se habría negado ante aquella actitud de niñato pero Charles, quien odiaba perder el tiempo y dinero discutiendo con su hijo, accedía siempre a lo que pedía con tal de deshacerse de él. Melissa si hizo un intento tenue de averiguar qué se traía su hijo con aquel capricho pero no se opuso al final y así Damian obtuvo lo que quería.

Mientras estaban haciéndose las obras en la mansión Henrikson para construir la habitación, Damian logró encontrarse con su padre en uno de esos extraños momentos en los que estaba en casa y el chico llegó con otra petición más extraña que la primera.

“Necesitare un criado,” repuso Damian.

“Para qué? No podéis limpiar siquiera un poco?” contestó el señor Henrikson algo malhumorado.

La mirada de desdén de su hijo fue muy enfática.

“Esta bien, lo que quieras con tal que no sigáis. Ya encargaré al ama de llaves para contratar a alguien.”

“Ya tengo al indicado. Quiero que el señor Mkoné sea mi criado,” respondió el jovencito.

“El jardinero?” preguntó Charles extrañado, antes de volver a hablar debido a la mirada de intransigencia de Damian, “De acuerdo, de acuerdo, será así… demonios.”

Yousouf Mkoné era uno de los jardineros de la mansión Henrikson. Inmigrante de Nigeria, llevaba 15 años trabajando para ellos y era un hombre amable y muy eficiente en su trabajo. El señor Henrikson decidió esperar a que la dichosa habitación de pánico estuviese lista para hablar con su jardinero y hacerle la extraña oferta. Para entonces, Damian había cumplido 19 y decidió acompañar a su padre para hacer la propuesta a Yousouf.

Esa tarde salieron al jardín de la mansión, enorme y coronado con una gran piscina. El área estaba bordeada por una cerca de setos, en la cual Yousouf estaba trabajando con unas tijeras de podar. El señor Mkoné era un hombre alto (1,83m) y fornido de unos 42 años, muy bien conservado y calvo, su piel negra era lo opuesto a los dos Henriksons. Vestía una simple camisa algo ajustada y unos pantalones de jean limpios a pesar del trabajo. Llevaba mascarilla como todos los empleados de la mansión.

El señor Henrikson lucía su pulcro traje y corbata, además de mascarilla, y Damian caminaba detrás de su padre mirando el móvil y vistiendo una camiseta y pantaloncillos cortos. Al acercarse, dio gracias de llevar mascarilla pues se mordió el labio al mirar a ese macho africano frente a ellos.

“Hola, señor Mkoné,” saludo Charles con voz amortiguada por la mascarilla.

“Señor Henrikson, que sorpresa! Mucho tiempo sin hablarle,” respondió Yousouf.

“Si, muy cierto. Me alegra que esté bien, si no está muy ocupado desearía hablar con usted, de trabajo,” comentó Charles.

“Claro que no, ya casi termino. Y de qué desea hablar?”

Llegado a ese punto, al señor Henrikson parecía darle algo de cohibimiento el mencionar siquiera la oferta de trabajo.

“Como debe saber… con la pandemia mi hijo me ha pedido que le construya una habitación de pánico, para estar en ella el mayor tiempo posible,” comenzó a decir el señor Henrikson.

“Habitación de pánico?” repitió perplejo el jardinero.

“Si, es un lugar en el que te confinas por cierto tiempo, posee comida y lo que uno deseé,” aclaró Charles.

“Ah… ya entiendo. No me parece tan descabellado,” repuso Yousouf.

Charles asintió antes de continuar.

“El punto es que… mi hijo desea tener un criado personal y pues… me ha pedido que sea usted,” dijo muy avergonzado el señor Henrikson.

“Yo? Pero no tengo experiencia en ese trabajo, solo soy un jardinero,” dijo con humildad Yousouf.

“Usted es la persona indicada para esto, señor Mkoné. Además, mi padre le pagará muy bien,” habló Damian, mirando al jardinero y relamiéndose los labios bajo la mascarilla.

“Así es. Tendrá un aumento sustancial con su nueva ocupación,” prometió Charles.

“En ese caso, pues acepto la oferta,” confirmó Yousouf.

“Perfecto, les dejaré para que discutan los detalles,” dijo Charles y se despidió de Yousouf.

A solas, Damian no dejaba de mirar al jardinero y permanecieron un momento en silencio.

“Mañana empezará. Aquí tiene lo necesario,” musitó el jovencito entregándole un bolso que había traído.

“Está bien, joven Damian, algo más?”

“Si, casi lo olvido…” recordó el chaval y sacó una tarjeta de su bolsillo. “La clave es 6969.”

“Vale, entonces nos veremos mañana,” dijo Yousouf.

“Le estaré esperando…” dijo Damian, mirándole de pies a cabeza antes de dar la vuelta y marcharse.

Luego de terminar su labor, Yousouf cogió sus cosas y se fue hasta su piso que alquilaba desde hacía un tiempo. Revisó el contenido del bolso y tuvo que reprimir las ganas de reír, era un esmoquin negro con lacito incluido. “Los millonarios y sus cosas,” musitó Yousouf después de dejar el traje a un lado.

Al otro día, Yousouf se dio una ducha fría y se puso el traje. Le parecía algo tonto y podía jurar que se veía muy ridículo pero no era su culpa. Llegando a la mansión media hora después, accedió por la entrada de empleados y por primera vez entró a la suntuosa mansión, que tenía todos los lujos imaginables y nunca antes vistos por el jardinero.

El ama de llaves le indicó donde se encontraba la habitación nueva y parándose frente a la puerta, introdujo la tarjeta y marcó la clave de acceso. Activándose una pequeña luz verde, la puerta blindada se abrió un poco y Yousouf entró y la cerró tras él.

Recorriendo un pasillo corto, llegó hasta la habitación, en la que estaba Damian a la espera. La habitación no era la gran cosa, comparada con la menos lujosa de la mansión, solo tenía una gran cama en el centro, una tv que abarcaba toda una pared, nevera y una mesita para comer, además de un par de sillas.

Damian solo vestía un short diminuto que apenas le llegaba a la mitad de los muslos, dejando al descubierto sus piernas blancas y suaves. Su culito pequeño pero respingón resaltaba en ese atuendo y no llevaba camisa, su pecho pálido, delgado y lampiño se veía muy provocativo. Al ver a su empleado personal, el chaval se mordió el labio.

“Buenos días, joven Damian,” dijo Yousouf educadamente.

“Solo dime Damian, ya estabas tardando un poco en llegar,” respondió el jovencito.

“Mis disculpas, tuve que…”

“Descuida, es hora de desayunar,” replicó el chico.

Yousouf se movió hacia la nevera para ver que bocadillo podía preparar cuando abrió y no encontró nada.

“No hay nada aquí,” comentó Yousouf extrañado.

“Ponte cómodo, no necesitas ese traje,” dijo Damian.

“Pero no es…”

“Solo hazlo…” insistió el chico.

Algo desconcertado, Yousouf hizo lo que le pedía Damian y se quitó el traje lentamente. Quedándose solo con sus calzoncillos, el jovencito no pudo evitar lamer sus labios.

“Qué significa todo esto?” preguntó Yousouf algo molesto.

“No te hagas. Ahora yo soy tu jefe, tu puta mejor dicho. O negaras que siempre me veías el culo en la piscina?” inquirió con picardía Damian.

Aquello era verdad. Siempre le había molado ese chiquillo que se veía demasiado provocativo. Ahora de pronto la oportunidad se le presentaba sin mucho esfuerzo pero no se sentía tan atento para saltar sobre ella, literalmente.

“No puedo hacerlo, eres el hijo del señor Henrikson, podría despedirme!” repuso Yousouf con cierta preocupación.

“Ya te dije, ahora eres mi sirviente personal, y quiero comer chocolate,” dijo Damian morbosamente.

El otrora jardinero seguía allí, sin mover un músculo. Excepto su polla, que aumentaba considerablemente de tamaño bajo sus calzoncillos, que apenas podían contenerla. El jovencito veía ese enorme bulto y no paraba de relamerse con lascivia. Poniéndose a cuatro patas sobre la cama, el chico se detuvo casi al borde, esperando que se acercase.

“A la mierda, ese culito está pidiendo polla,” pensó Yousouf con una sonrisa y se quitó la última prenda.

Una enorme serpiente negra y un par de huevazos bien gordos quedaron al descubierto. Alrededor de los 23 cms, era gruesa, venosa y el glande morado y bien gordo. Damian babeaba con solo mirar ese rabo negro y no perdió un segundo en poner ambas manos sobre ella, apenas y con dos manos podía abarcar la mitad de ese pollon, y la pajeó un poco, logrando que Yousouf dejase escapar un suspiro de satisfacción.

“No sabes cuántas ganas tenía de llegar a este momento,” admitió el chaval y abriendo la boca lo más que pudo, engulló la cabeza.

El hombretón gimió de placer al sentir la humedad y calidez de la boca de Damian envolviendo el glande. El chico chupaba y saboreaba con mucho deleite y sus ojos vidriosos le miraban con devoción. Yousouf puso una de sus enormes manos sobre la cabeza del chico y lo guiaba, haciéndole tragarse un poco más de su polla a cada tanto.

Damian no paraba de tener arcadas y abría lo más que podía su boca, engullendo cada centímetro de esa tranca negra en su cavidad. Era la primera vez que lo hacía pero no por eso se mostraba menos dispuesto y como pudo, logró tragarse más de la mitad, sintiéndose muy satisfecho y completamente lleno de polla.

Yousouf dejó salir más suspiros de placer y veía al tierno jovencito con perversidad, imaginando todas las formas en las que le taladraría el ojete y cogiéndole la cabeza con ambas manos, comenzó a imprimir un ligero empellón de cintura para follarle la boca a gusto.

En la habitación solo se podían oír los ruiditos que Damian hacía al tener arcadas y ahogarse con semejante monstruo de rabo. Yousouf se la sacaba cada cierto tiempo y le golpeaba la mejilla varias veces, antes de metérsela de nuevo. El chaval estaba gozando una barbaridad ese momento, dándole placer y sabiendo que aquello podía durar mucho.

Luego de varios minutos saboreando ese trozo de carne, Yousouf se la sacó y obligó a Damian a ponerse a cuatro patas sobre el borde de la cama. Con sus grandes manos masajeó las nalgas del chico y le asestó varias nalgadas que le arrancaron gemidos de placer al chaval, al mismo tiempo que la piel enrojecía con mucha facilidad. Separando sus nalgas, el macho alfa se relamió de gusto al mirar ese cerrado y apretado ojete.

Yousouf sacó su larga y gruesa lengua, lamiendo lentamente el esfínter de Damian. El chaval suspiró de satisfacción al sentir aquella caricia tan íntima, de un hombre dispuesto a reclamarle como suyo, y se acomodó mejor al separar un poco más sus nalgas para permitir que su macho lamiese cómodamente su esfínter.

Aferrándose con fuerza a la colcha de la cama, Damian gemía cada vez más fuerte y Yousouf hundía su lengua como un poseso en ese cerrado ojete. Follandole el ano con su larga lengua, el jardinero se empleaba a fondo y punteaba ese delicioso agujero estrecho, preparándolo para su cipote.

Después de estar dilatando y masajeando sus nalgas, Yousouf se detuvo y su respiración fuerte y agitada estaba a pocos centímetros de las puertas del placer. Damian sentía la calidez en su retaguardia y ya estaba anhelando sentir ese pedazo de carne taladrando sus entrañas.

“Follame. Quiero sentir tu rabo bien dentro de mi,” musitó Damian.

“En un momento te haré ver estrellas,” respondió Yousouf con morbo.

El hombre acomodó al chaval y sin perder mucho tiempo, cogió una pomada sobre la mesa que Damian había dejado. Lubricando su pollon y el ojete del chico, que estaba a cuatro patas sobre la cama. Detrás de él, Yousouf masajeaba sus nalgas y pasaba su glande por toda la raja, haciendo sentir su virilidad contra el ano de Damian.

Cuidadosamente el otrora jardinero hizo un poco de presión contra el esfínter de Damian, que suspiró de placer y se mordió el labio. Inmovilizado, solo pudo sentir la humedad del pre-cum de Yousouf y las constantes punzadas. Cuando trató de hacer mayor presión y abrirse paso, se encontró con la resistencia del ojete de Damian, muy apretado para facilitar el empalamiento.

Sin perder iniciativa, Yousouf aplicó más lubricante a su polla, en especial a su glande. También untó más alrededor del esfínter del chaval, que gimió excitado. Listo para un segundo intento, Yousouf se aferró con fuerza a las nalgas del chico y comenzó a empujar con mayor ahínco, logrando que la puntica se adentrase.

“Ahhh…” gimió Damian con gesto de éxtasis.

“Y aquí va… pronto vas a gritar como toda una puta adicta al chocolate,” repuso Yousouf satisfecho de sí mismo.

Su glande entró un poco más y ambos amantes gimieron sabiendo lo que estaba por ocurrir. Retirándose momentáneamente, Yousouf estimuló el ano del chico un poco con su dedo índice y nuevamente volvió a presionar su cipote contra la retaguardia de Damian. Está vez si comenzó a vencer con mayor facilidad la resistencia de su esfínter, el chaval mordía la almohada con fuerza para evitar gritar a todo pulmón, mientras esos 23 cms de carne negra se abrían paso.

Al llegar a la mitad, el hombre se detuvo para ayudar a Damian a acostumbrarse a la sensación, al mismo tiempo que moldeaba su culo con su descomunal tranca. El jovencito jadeaba pues a pesar de haber deseado ese momento por mucho tiempo, el dolor era considerable pero podía soportar el desvirgue.

Finalmente, después de mucho empuje, paciencia y demás, todo su mástil de carne estaba dentro de ese estrecho y virginal culo. Damian estaba sin aliento y súbitamente, se sintió muy lleno y no era nada extraño sentirse de esa manera, tomando en consideración la enorme polla de Yousouf. Permaneció un rato sin moverse, estirando y dilatando todo, Damian suspiraba y jadeaba sin parar, a la expectativa.

Luego de minutos que parecieron horas, Yousouf empezó a moverse lentamente. Su polla se movía despacio, yendo y viniendo; aunque al principio apenas la sacaba unos centímetros para hundirla hasta el fondo nuevamente. Damian gemía con voz femenina mientras asimilaba la realidad: el hombre con el que había fantaseado por mucho tiempo le estaba inaugurando el culo.

Así se mantuvo por unos minutos hasta que Yousouf consideró que ya estaba listo para una marcha más. Acelerando el ritmo de sus embestidas, con cada estocada más de la mitad de su miembro entraba y salía con mayor facilidad. El jovencito gemía sin parar mientras Yousouf resoplaba y tensaba su cuerpo ejercitado, imprimiendo un ritmo fuerte y constante.

Solo se podía oír los gemidos y jadeos de ambos amantes, además del sordo choque de los enormes y cargados huevos de Yousouf contra las nalgas de Damian. Las manos del jardinero masajeaban con firmeza el trasero del chico al mismo tiempo que arremetía contra su retaguardia sin cesar.

No existía nada más en ese instante, solo disfrutar del momento. Al evidente dolor inicial, Damian comenzaba a sentir que el placer aumentaba lentamente, luego sin control.

Yousouf no le dio un respiro por los siguientes diez minutos. Su polla iba y venía sin pausa, taladrando y ensanchando ese ojete. Cuando se la clavó hasta la base, Damian abrió los ojos y gimió tan fuerte que creyó que alguien podría haber escuchado pero no era el caso.

“Joder… tu culo es el paraíso…” murmuró Yousouf algo cansado pero con una sonrisa.

Apoyando la cara contra las sábanas, Damian le miró con el culo en pompa, su esfínter estaba muy dilatado y enrojecidos, invitando a su macho para reanudar la acción. Está vez Yousouf se acostó y el jovencito se colocó sobre él y sentía la enorme tranca del jardinero acomodándose entre sus nalgas.

“Si… quiero que me folles día y noche, no podría cansarme de esto,” admitió Damian.

“Pues sería un confinamiento ideal,” dijo Yousouf.

Su polla se deslizó dentro de Damian con mayor facilidad y el jardinero reemprendió la follada. Los gritos y gemidos del jovencito llenaron la habitación de pánico, al igual que el choque sordo y rítmico de las embestidas furiosas de Yousouf, que ya no se contenía y follaba a Damian como un poseso.

Sus cuerpos comenzaron a transpirar, follaban como animales y el crujir de la cama se hizo sentir en poco tiempo. Asestando fuertes nalgadas a Damian, le estaba dejando el culo bien rojo, además de abierto; los embates eran salvajes y el frenesí, incontenible.

Tras hundirla hasta los testículos una vez más, el fornido jardinero resoplando como un toro mientras trataba de coger aliento. Atrayendo al jovencito hacia él, sus cuerpos sudorosos se encontraron y mirándose fijamente, no tardaron en besarse apasionadamente. Acariciando los caballos mojados de Damian, Yousouf introducía toda su lengua en la boca del chico, que se dejaba dominar con mucha facilidad.

Literalmente le devoraba los labios y la lengua, Damian estaba completament entregado a su macho, con la suerte de que no les pillarían. Los minutos se hacían eternos y no parecian dispuestos a separarse, hasta que casi sin aliento, lo hicieron y se dedicaron una mirada cómplice que de hecho; decía mucho más de lo que pensaban.

Acomodando al chico otra vez, Yousouf apoyó su pie en su hombro, manteniendo su pierna levantada y sin más su polla volvió a donde pertenecía. Solo por una fracción de segundo se mantuvo a ritmo lento para luego comenzar a mover su cintura con un vaivén incesante que hizo que Damian pusiese los ojos en blanco.

Mientras gemían sin parar, el jardinero pellizcaba una de las tetillas del jovencito, sumido en su éxtasis personal. El líquido preseminal brillaba en el glande de Damian antes de depositarse en su bajo vientre, Yousouf añadió un ligero movimiento de rotación a sus embestidas. Aquello fue mucho más de lo que el chaval podía resistir y sin tocarse, de su duro y pequeño pene escapaban trallazos de lefa.

Atento, su amante comenzó a pajearlo a toda velocidad, incrementando el gozo del órgano y sin dejar de bombear su ojete. A medida que la intensidad del orgasmo disminuía, Damian comenzaba a recuperar la noción del tiempo y a gemir con más ganas. Ahora Yousouf estaba imparable y follaba su culo como si fuese el fin del mundo. Cubierto en sudor, la visión de ese fornido macho alfa y como tensaba sus músculos con cada embestida, era sublime a los ojos del chico.

Sintiendo un cosquilleo en sus testículos, supo que el momento estaba cerca y como un toro, comenzó a bufa y gemir a todo pulmón. Damian cerró los ojos y apretó los dientes, Yousouf se inclinó un poco sobre él y hundía su rabo hasta el fondo y mientras sus huevos se contraían ligeramente, con un último grito comenzó a correr se abundantemente dentro de Damian. Chorro tras chorro, Yousouf llenaba el tanque del chaval con su dulce néctar de hombre, el jovencito atrajo con ambas manos el cuerpo de su dueño para así mantenerlo dentro de él.

Tras varios minutos, el negrazo se desplomó sobre el chico, ambos estaban exhaustos y satisfechos después de aquel polvo. El semen depositado en su culo comenzaba a filtrarse un poco y los dos respiraban con la boca abierta, tratando de coger aliento.

“Joder… eres una máquina…” pudo balbucear Damian.

“Estas seguro de esto? El confinamiento será largo,” dijo Yousouf.

El chico sonrió antes de responder.

“Pues tendremos mucho tiempo solos…”

Y mientras tanto se recuperaban para continuar, sus padres no tenían idea de lo que realmente sucedía en la habitación de pánico.