Habitación de alquiler (dos)
Mi casera me enseña a bailar
Son las diez de la mañana del sábado. Mis compañeras de piso duermen como troncos y hasta mediodía no darán señales de vida. Han llegado pasadas las cinco de la madrugada y ahora deben recuperar el sueño.
Ellas se meten mucho conmigo pues apenas salgo de fiesta y dedico muchas horas a estudiar para sacarme la carrera manteniendo la beca. Tengo que reconocer que llevo un horario muy ordenado y procuro no desperdiciar el tiempo en esas fiestas de estudiantes donde se bebe demasiado.
Me he levantado muy descansado, con la sensación de haber dormido realmente bien. Me he duchado, he desayunado y me he vestido elegante, con lo que antes se decía: ropa de domingo.
Me he mirado al espejo y me he visto bien, dispuesto a empezar un nuevo día con muchas ganas. Me he afeitado pero no me he puesto ni masaje ni colonia por el motivo que luego explicaré.
Salgo del apartamento 2-C y me voy a pasar la mañana… al apartamento 5-B. Es donde vive la dueña del apartamento que tengo alquilado junto a mis otras dos compañeras.
Hago sonar el timbre y tras esperar unos instantes se abre la puerta. La señora Carmen invita a pasar luciendo una agradable sonrisa. Es una mujer a pesar de pasar de los cincuenta está de buen ver, siempre viste de una forma muy discreta, a pesar de lo cual se puede adivinar una cuerpo cuidado y en forma.
Para todo el mundo, la señora Carmen es una mujer muy sencilla, amable y discreta, que desde que quedo viuda ha cuidado de sus dos hijos para darles carrera. Ahora que estos ya se han independizado ella vive sola y de la renta que le proporciona el alquiler del piso donde yo resido.
No se le conoce vida social y pese a que ella es bastante guapa y con porte muy distinguido no ha tenido, que se sepa, parejas estables.
Tras cerrar la puerta a mi espalda, ya con la intimidad del hogar, me coge la cara con ambas manos y me da un cariñoso piquito en los labios a modo de saludo. Los dos juntos vamos al comedor, me indica que me siente en la butaca en la que normalmente no se sienta nadie. Diligentemente me prepara un cafelito y en la tele busca unos videos que tiene guardados en un pendrive con varios concursos de bailes latinos.
Luego hace un gesto de despedida, me tira un besito al aire y se va hacia su habitación. Ahora toca esperar unos minutos a que regrese a por mí.
Tras quince minutos de espera, viendo evolucionar las parejas en la pista de baile al ritmo de cha-cha-cha y bolero, siento que mi impaciencia crece al mismo ritmo que mi expectación.
Por fin aparece Carmen y me quedo boquiabierto. La discreta señora Carmen ha pasado de ser una mujer que pasa desapercibida a pesar de su innegable atractivo a ser una bailarina profesional.
La melena larga, ondulada y suelta, solo con una llamativa horquilla que le sujeta el flequillo. La cara maquillada con un ligero toque sonrosado en las mejillas y unos labios de rojo intenso carmín.
Lleva puesto un bonito vestido de color celeste, de amplio escote cuadrado, graciosas manguitas cortas y acampanadas. Hasta la cintura la tela ajustada al cuerpo y a partir de ahí una falda amplia de volantes que parece tener vida propia.
Da un golpe de caderas y la falda hace un movimiento espectacular para arremolinarse alrededor de sus muslos.
- “¿Que tal estoy?”, me pregunta adoptando una postura de bailarina que logra dejarme fuera de juego.
- “Perfecta, perfecta…” le respondo sin dudarlo, y poniéndome en pie de un salto.
- “Que buen chico eres… y cómo te gusta quedar bien”, me dice mientras me guiña un ojo.
A continuación abre una vitrina, saca un frasco y me pulveriza un poco de colonia de hombre con fragancia antigua. Ella inspira profundamente para captar el aroma que supongo le trae buenos recuerdos.
- “Ahora ya estamos preparados… vamos a bailar!!!”, me dice cogiéndome de la mano de una forma artística para conducirme hasta otra habitación que tiene vacía de muebles y donde solo hay un equipo de música en un estante.
- “Hoy vamos a practicar la samba. Tienes que saber mover bien la cadera y jugar con la pareja, moviéndote al ritmo de la música y disfrutando del contacto”, me dice justo antes de poner el marcha la música y cogerme para dar los primeros pasos.
Durante la siguiente hora me lleva me trae, me corrige, me anima, me vuelve a corregir. Sabe que no soy buen bailarín pero trata de enseñarme con entusiasmo e ilusión. Veo que ella vive el baile, lo disfruta y parece como si tuviese veinte años. Baila contenta, con pasión y seguro que rememora momentos felices ya vividos.
Yo disfruto mucho aprendiendo y dejándome guiar por una mujer que me ha sorprendido tanto y que me quiere de esta manera tan especial.
Con el cuerpo sudoroso y la voz un tanto entrecortada por el esfuerzo me dice que ya está bien por hoy. Apagamos el equipo y la habitación se queda a oscuras y en silencio. Me toma de la mano y nos vamos al baño. De forma casi ritual me desnuda completamente y después ella se quita el vestido cuidadosamente.
Los dos desnudos nos metemos juntos en la ducha y dejamos que el agua tibia nos refresque y se lleve el sudor. Me enjabona pasándome la esponja con dulzura por todo el cuerpo disfrutando a su vez de mi cuerpo insultantemente joven y poderoso.
Igual que en el baile, es ella la que lleva la iniciativa y no parece demasiado interesada en lo que yo le pueda hacer. Quizás siente que su cuerpo ahora ya no es lo que fue, que sus pechos caídos no merecen mis caricias, que su culo no es tan firme con el de una jovencita o que su piel no tiene la elasticidad que tuvo.
De todas maneras a mí me encanta bailar con ella, verla desnuda, sentir sus caricias y recibir su cariño. Tengo que reconocer que ahora tengo una erección tremenda y cuando ella pasa la esponja me tengo que retirar un poco pues creo que me voy a correr sin poderlo evitar.
Carmen disfruta mucho de la situación, prolonga el enjabonado y las caricias como si yo fuese su juguete, mientras me pregunta cosas sobre mi vida con total normalidad y no hace caso a mi polla.
Nos enjuagamos, me da una toalla grande para que me seque y ella hace un canuto alrededor de su cuerpo con la otra. Me conduce a su dormitorio, me tira de la toalla para dejarme en bolas. A continuación me dice que me eche sobre la cama bocarriba De pie me mira y supongo debe ver un yogurcito (totalmente empalmado) que se va a comer despacio.
Se echa a mi lado, se pone de medio lado y cruza una pierna sobre las mías poniendo su chocho en contacto con mi muslo. Apoyada sobre el brazo izquierdo permanece un poco elevada y eso le permite poder jugar con su mano sobre el pecho y mi cara.
Sin ningún pudor por su parte alarga su mano hasta cogerme la polla con firmeza y empieza a meneármela con maestría sublime. De vez en cuanto se detiene para darme un besito en el hombro o en la mejilla con mucho cariño.
Cuando ya no puedo aguantar más, Carmen se da cuenta, se detiene un instante que aprovecha para pensar que puede hacer a continuación. Se pone encima de mí, me da un largo beso y se incorpra quedando sentada sobre mi pubis. Se alza sobre las rodillas, me coge la polla para dirigirla hacia su raja y poco a poco desciende haciendo desaparecer mi polla dentro de la vagina.
Uffff, Uffff…. No me puedo aguantar… Carmen detiene sus movimientos y me deja reposar un momento. Cuando ve que el peligro de que me corra se ha alejado, mueve sus caderas adelante y atrás haciendo que mi pene frote intensamente en su interior.
Uffff, que rico lo sabe hacer. No da saltos, no bota sobre mi cuerpo, no grita, no se toca las tetas de forma convulsiva, solo se mueve lentamente, tantricamente, respira acompasada, profundamente… y a mi me llena de placer.
Después de un rato puedo ver que le cambia la cara, de una expresión comedido placer pasa a mostrar que el control se va perdiendo, que algo crece en su interior que la lleva a un estado de placer incontenible.
Carmen mantiene mi polla totalmente clavada en su coño pero ahora aumenta la amplitud y la intensidad de sus movimientos. Apoya sus manos sobre mi pecho para ayudarse, empieza a gemir mucho más fuerte, cierra los ojos y siento con su coño se contrae abrazándome muy íntimamente el miembro.
Cuando noto que un líquido caliente me envuelve la polla y termina por mojarme la entrepierna, entiendo que es una buena señal para dejarme ir dándole una descarga completa de lechecita que he ido acumulando durante toda la mañana.
Carmen descabalga y se tumba a mi lado en silencio. Se me abraza, cierra los ojos y disfruta del momento tan rico que nos hemos dado.
Yo no puedo evitar recordar a mis compañeras de piso, con sus bromitas sobre si soy asi o soy asa. En este momento también me gusta recrearme pensando en el baile, en lo mucho que voy a aprender y lo bien que me enseña mi querida Carmen.
Deverano