Habitación 309-E (4)

Poco a poco va tomando forma la historia.

Solté sus labios, pero no su cuerpo, pegué mi frente a la suya: cerré los ojos, el momento había sido tan mágico, tan perfecto, que tenía miedo de que no fuera real; ella tampoco me soltó ni hizo el intento de reanudar el beso, se quedó inmóvil. Abrí los ojos al sentir su mirada fija, estaba sonriendo. La solté despacio y me separe un poco, no quería ser brusca y asustarla de nuevo.

-Yo… -intenté explicar mi arrebato, decirle que nunca antes me había pasado, que si había fantaseado con besar a una chica, pero esta era la primera vez que lo hacía. Las ideas se amontonaban en mi cabeza y no lograba articular palabra.

-¿Te arrepientes? –preguntó.

-No creo en el arrepentimiento.

-¿Entonces?

-¿La verdad?

-Sólo la verdad.

-Es la primera vez que beso a una chica.

-¡Qué privilegio! gracias –dijo y me guiñó un ojo.

Me quede mirándola sin atreverme a preguntar “¿y ahora qué?”. Ella consultó su reloj y dijo:

-Es tarde, tengo que irme.

-¿Ahora? –conteste y sin querer mi voz demostró desilusión.

-¿Quieres que me quede? –dijo dándole a sus palabras un tono pícaro.

-Quisiera que pudiéramos hablar otro rato más, pero si tienes que irte… Además me preocupa que lo hagas sola.

-Entonces… -hizo una pausa- llamemos un taxi.

Reímos

-Ok, lamento no tener auto para poder llevarte.

-Si tuvieras auto no nos habríamos encontrado en el vagón del tren…

Llamamos al sitio y en cinco minutos ya estaban por ella.

-Llámame en cuanto llegues ¿sí?

-Lo haré.

Nos miramos unos instantes, no supe como debía despedirme, fue ella quien rompió el silencio.

-Te aviso –dijo, y se acercó para abrazarme; aproveché y la tomé de la cara para volver a besarla, quería que sintiera la sed que estaba despertando en mi su boca.

-Wow, que rico besas –dijo mirándome a los ojos. Tengo que irme –y me dio un último beso rápido.

Ya no dije nada, sólo la vi marcharse y perderse en el recodo del pasillo; cerré la puerta y fui a la ventana para verla subir al taxi. Me adivinó más que verme y con la mano dijo adiós. Me quedé sola, por primera vez me sentía realmente así ¿cómo era eso posible? Hacía ya varios años que no vivía como hija de familia, y nunca experimenté esa desazón ¿por qué? ¿Quién era Isabel? En el tiempo que estuvo en casa no me platicó nada de ella y yo olvidé preguntar.

La radio seguía sonando, la apagué. Fui a bañarme; ni siquiera le pregunté dónde vivía ¿cuánto tiempo iba a tardar en llamarme? ¿y si llamaba mientras estaba en la ducha? Me apresuré a salir para esperar su llamada.

Ya en mi habitación me recosté y tomé mi libro para entretenerme en un intento de que el tiempo pasara sin casi sentirlo, sin embargo no podía concentrarme: leía una y otra vez el mismo párrafo sin poder darle sentido, era la segunda vez que Isabel me hacía desistir de leer. Decidí concentrarme en mis pensamientos, intenté unir lo que sabía de ella y las imágenes, me quedé dormida; sonó el móvil:

-Ya estoy en casa –dijo Isa al otro lado.

-¿Todo bien? –pregunté sin saber exactamente a que me refería.

-Sí, ningún contratiempo.

Se hizo un silencio que no era incómodo, sino de tener tanto que decir y no saber por dónde empezar. Fui yo quien habló primero.

-Estuviste aquí tanto rato y sigo sin saber casi nada de ti.

-No preguntaste nada.

-Tienes la habilidad de hacer que hable de mi y olvide preguntarte de ti.

Rió y tuve un estremecimiento.

-¿Dónde están tus otros dos tatuajes? –seguí.

-¡Adivina!

-¿Así sin pistas?

-Sólo te diré que casi no les da el sol.

-¡Ups! Mejor lo dejamos para otro día.

-Como quieras.

-¿Cuándo puedo verte?

-Cuando quieras.

-¿En serio?

-Siempre que no quieras que regrese ahora.

-Mmmm

-¿Quieres que regrese? Dijo en tono serio.

-Lo deseo, pero creo que es mejor que no.

-¿Puedo preguntarte algo?

-Lo que quieras… aunque no estoy segura de si te contestaré.

-Me arriesgo. ¿Por qué me besaste?

-No lo sé.

-¿No lo sabes?

-No quería que te fueras.

-¿No era más fácil pedirlo? –dijiste con voz divertida.

-Creí que era mejor argumento –contesté siguiendo el juego.

-¡Y vaya que lo fue!

-Tenemos que dormir.

-Será difícil.

-Para mi también.

¿Cómo terminar la plática? ¿Debía decirle “te quiero”, “hermosa”, “mi vida”, o algo así?

-No te quiebres la cabeza, no necesitamos ponerle un nombre a lo que sentimos, no todavía, aún está verde, esperemos que crezca.

-Eres más madura que yo.

-quizá.

-¿Nos vemos mañana?

-Si quieres.

-¿Tú no?

-¿Lo dudas?

-Por supuesto que no.

-Te envío un beso.

-¿Y un abrazo?

-Todos los que quieras.

-Duerme bien.

-Sueña lindo.

-Entonces contigo.

-Voy a colgar.

-Hazlo.

Fue una despedida rara, pero me sentía bien, muy bien. Ya no dudé que pudiera conciliar el sueño.

…Sonó el timbre, me levanté en pijama y abrí: Isabel estaba de espaldas, con una coleta en el cabello, como el día que la vi correr en el subterráneo, me acerqué al tiempo que la abrazaba por la cintura besé su cuello, el tatuaje que tanto me atraía. Sin decir palabra la conduje hacia adentro y la solté solo lo suficiente para voltearla y saborear sus labios, que dulces eran, suaves, tiernos y a la vez impetuosos, me mordisqueaba suavemente y mi columna vertebral recibía descarga tras descarga eléctrica, mi piel estaba completamente erizada.

Isabel tomó entonces el control, sus manos –que habían estado en mis hombros- bajaron poco a poco hasta posarse en mi cadera, me atrajo hasta que su vientre y el mío chocaron, mis piernas temblaron no soportaron más mi peso: caímos al sofá, ella encima mío, abrí los ojos con sorpresa y temor, vi dulzura y deseo en los suyos, sonreí y volví sedienta a su boca, toqué sus senos sobre la blusa y la sentí estremecerse, me atreví a desabotonar lentamente uno por uno sus broches y rozar su piel con la yema de mis dedos, su cuerpo dibujo un arco que yo aproveché para darle la vuelta y quedar encima. Caímos al parquet y entre risas seguimos explorándonos.

Besé su cuello y baje hacia sus clavículas, me demoré en los huecos que se forman entre los dos huesos, saqué su blusa de los jeans y acaricié a mis anchas la piel de su cintura. Jugué con la pretina de su pantalón hasta que sus ojos me indicaron que estaba lista, lo desabotoné y saqué de sus piernas, besé una por una, subí al ombligo y regresé a su boca, dejé mi peso descansar sobre su menudo cuerpo. Me tomé un momento para respirar…

Gracias por los comentarios Braguitas, Hombre fx, Chatika, Butler, Aurora la diosa, Gigita y Karina; ya los siento como viejos amigos. Besos.