Habitación 309-E (2)

Perdón por tan larga espera, no quise que ocurriera lo mismo que con el final del relato anterior.

Llegué a casa e intenté relajarme leyendo, sin embargo a cada momento perdía el hilo, así que decidí dejarlo y ver televisión. Después de saltar de canal en  canal encontré algo que capto mi atención: un programa acerca de tatuajes, explicaban los diferentes significados según la figura y la parte del cuerpo donde estuvieran. Me sentí fascinada por la temática, siempre pensé que los tatuajes eran cosas sin sentido, sin embargo parecía haber allí algo mas profundo. Además caí en cuenta que Isabel  (la chica del tren y la cafetería) tenia uno en la parte posterior del cuello ¿cuál era la figura? por más que intentaba recordarlo no lo lograba. En eso estaba cuando sonó la alerta de mensaje en el móvil: era un número desconocido. Lo abrí pensando que tal vez era algún tipo de anuncio o promoción, pero no, decía: "hola Leonor, ¿no es muy tarde para molestar? solo quería verificar que es tu número y no me gastaste una broma. Isabel"

Sentí un dulce cosquilleo en el  pecho y respondí: "Si es mi número". Releí el mensaje y noté que había resultado muy cortante, pero en fin, ya lo había mandado.

"Perdón si te molesté" fue su respuesta, "nada de eso -respondí- lo que pasa es que estoy viendo un programa muy interesante y no quería perder detalle, ¿qué haces?"

-"Preparándome para dormir.  Mañana hay que empezar temprano y apenas es martes, falta mucho para el fin de semana ¿acostumbras desvelarte viendo tele?

-"No, solo que el programa me atrapó, de hecho casi no veo tele, prefiero leer"

-"Ya decía yo que tienes cara de lectora, a mi también me encanta. Trabajo en una librería"

-"¡Súper!"

-“Sí, así hago lo que más me gusta en horas de trabajo. Jajaja”

Y ahí estaba yo en gran charla con una persona que apenas conocía; no sentí el paso de tiempo hasta que ella dijo: "Me ha encantado charlar, no me equivoqué contigo, pero son las tres y no se tú pero a mi me quedan pocas horas de sueño".

-"Perdón, tienes mucha razón, no sentí el paso del tiempo.”

-“No te preocupes a mi me pasó igual. Buenas noches”

-“Buenas noches”

Apagué la televisión para dormir, pero por más que daba vueltas en la cama no lo conseguía. Yo tendía más bien a la soledad ¿entonces por qué tanto entusiasmo de platicar con alguien que recién conocí?

El despertador sonó a las seis de la mañana y yo estaba molida, no supe a que hora me dormí pero seguro que no hacía mucho. Decidí quedarme otro rato y llamar al trabajo para avisar que llegaría más tarde. Cuando lo hice la jefa de personal se extrañó mucho, no suelo llegar tarde o faltar a menos que esté muy enferma; preguntó si me sentía bien o si no prefería tomarme el día puesto que con mi record de puntualidad y asistencia, no habría ningún problema. Le agradecí y contesté que solo necesitaba unas horas.

A las once llegué a mi trabajo, algunas compañeras me miraron con extrañeza pero no comentaron nada, yo no era precisamente la persona más extrovertida y social de la oficina. Tomé mi puesto y comencé a desahogar los pendientes; la jefa de personal fue a verme para preguntar nuevamente si estaba bien, en realidad era con ella con quien algunas veces “platicaba”, más por el puesto que porque hubiera una amistad.

A la hora del almuerzo decidí pedir comida y no salir para que no se me acumulara el trabajo. La oficina estaba casi vacía cuando sonó mi móvil:

-“Hola, hola ¿cómo te va? Espero que ya tengas registrado mi número”

-“¡Hola Isabel! Claro que sí ¿cómo estás?

-“Bien, voy a salir a almorzar ¿tú gustas?”

-“Provecho, yo comeré en mi oficina tengo mucho trabajo pendiente”

-“¿Vas a comer solita?”

-“Ajá, casi siempre lo hago”

-“¿Por qué? Eres una chica linda que seguro tiene muchas amistades”

-“Gracias, pero no es así”

-“¡De verdad eres muy linda!”

-“Otra vez gracias, pero en realidad tengo pocos amigos, no soy muy sociable que digamos”

-“No lo creo, a mi me pareciste todo lo contrario”

-¿Sí? Eres la primera persona que me lo dice. Es mas, las pocas amigas que tengo dicen que en un principio no les agradaba, hasta que me conocieron más”

-“Que raro”

Platiqué por mensaje con Isabel durante toda la hora que duraba mi comida, no adelanté nada de trabajo, pero pasé un rato muy agradable.

-“Oye Isa ¿puedo decirte así? Ya casi termina la hora de comer y me has hecho una compañía muy agradable, pero y tú ¿qué vas a comer?”

-“¡Claro! Puedes decirme como mejor te acomode. No te preocupes, le dije a mi compañera de turno que me quedaba y me hizo favor de mandarme algo, así que mientras conversamos yo también he comido”

-“Oye, además de trabajar en la librería ¿eres psicóloga o algo así?”

-“No ¿por?

-“Es que en dos pláticas te he contado más de lo que suelo decir de mi a cualquier persona no soy parte de un experimento o algo así, ¿verdad?”

-“¡Claro que no mujer! ¡No seas paranoica! Lo que pasa es que ya te había visto otras veces y… bueno…”

¿Ya me había visto? ¿Qué quería decir con eso?

-“Y… ¿qué?”

-“Ya te lo dije, que me has caído simpática y cuando vi la oportunidad… pues… aproveché”

Mi mente estaba revuelta, ¿qué había visto de especial esta chica en mi? Jamás nadie había puesto tanto interés por conocerme, al contrario, yo sentía que la gente me huía y había aprendido a pasar desapercibida. Pasaron unos minutos y yo no había contestado.

-“¿Te molesté?”

-“No Isa, para nada. Sólo pensaba”

-“¿Se puede saber en qué?”

-“Tonterías, no hagas caso”

-"¿segura? me da la impresión que te pusiste triste"

-"no, solo reflexionaba. Voy a tener que despedirme, tengo que volver al trabajo"

-"ok, yo igual, bye"

-"Bye"

Fue una despedida un tanto abrupta, tenia razón Isabel, tal parecía que me había enojado. En fin, intente concentrarme en el trabajo y dejar por un momento eso de lado.

A las nueve ya estaba muy cansada, hacia un buen rato que todos se habían ido y mi jefa me había advertido que no me quedara hasta tarde. Me estiré para desentumecer el cuerpo y apagué el ordenador. Isabel volvió a mi cabeza, por alguna razón sentía la necesidad de explicarle que mi intención no era ser hostil, era falta de habilidad social. Sin embargo me cuestionaba también si debía dar tantas explicaciones a alguien que apenas conocía, después de todo además de su nombre y su trabajo no sabía mucho más.

Mejor era irme a casa y no pensar tanto en eso.

Tome el subterráneo, ya no eran horas de ir caminando, para mi fortuna iba semivacío y halle un sitio donde sentarme junto a la ventana. En la estación siguiente  el lugar a mi lado quedo vacío y unas paradas mas allá se sentó alguien a quien ni por curiosidad voltee a ver.

-iHola, hola! iQué sorpresa!

¿Era conmigo?

-¡Isabel! ¿Qué haces aquí?

-Lo mismo que tú… supongo. Voy a mi casa.

Otra vez había sido ruda.

-Perdona mi descortesía, no pensé encontrarte aquí, es una casualidad muy… ¿improbable?

-¿Improbable?

-Sí, en una ciudad tan grande, con tantos habitantes…

-¿Crees que te estoy siguiendo? –dijo y abrió desmesuradamente sus ojos.

-¿A mi? ¿Por qué habrías de hacerlo?

-No sé, pero desde que nos conocimos me da la impresión que piensas algo raro de mi.

-¿Tanto se me nota?

-¿???????

-¡Es broma! Perdón, no estoy acostumbrada a socializar mucho, ya te lo dije.

-Pero de fondo es cierto ¿no?

-Un poco… al principio.

-¿Qué tengo que hacer para que dejes de pensar eso?

-Bajarte conmigo en la siguiente estación.

-¿Cómo?

-Es la mía, y si no bajas tendremos que despedirnos por hoy.

-Es que…

-Ahora la desconfiada eres tú.

-No, está bien, vamos.

¿Por qué había dicho tal cosa? ¿Qué esperaba conseguir? Yo no era persona de dejarse llevar por los impulsos, pero al parecer Isabel estaba logrando que yo le abriera todas las puertas que tan bien había cerrado.

-¿A dónde vamos? –preguntó.

-Mmmmm ¿te apetece cenar? Conozco un restaurante cercano.

-No sé, no vengo preparada.

-Es un ambiente tranquilo, nada del otro mundo. Es más no necesitas reservación porque es muy pequeño.

-No me refiero a eso.

-¿Entonces?

-Es que… no traigo dinero suficiente, ya iba a mi casa.

-No te preocupes, esta vez yo invito.

-No sé, me da pena…

-Como quieras… Podemos dejarlo para otro día.

-Pero… ya nos bajamos, además es la prueba de confianza ¿no? Tengo que confiar en ti para que tú confíes en mí.

Reí con ganas.

-Ya lo demostraste, te bajaste conmigo.

-Bueno, entonces vamos –dijo con una sonrisa de oreja a oreja, y se colgó de mi brazo.