Había un bombero...

Yo no dije nada, estaba en éxtasis, en una fantasía cumplida, nunca había tenido sexo con un vecino. Noté como me agarraba con sus fuertes manos, me dio la vuelta y pude verle al fin cara a cara, él respiraba fuertemente, estaba a cien.

Me despertó el sol de buena mañana, sólo era mi segundo día y ya no sabía ni que hacer de buena mañana. Aunque ya tenía mis diecinueve años y me podía quedar a mi anchas por casa, tenía que pasar algunos días en el pueblo para ver a la familia. Mis padres tenían una casita en una urbanización de adosados, una urbanización perdida en el monte, llena de ancianos y niños. A no ser que quisiese ser el líder de una pandilla de pequeños diablos no tenía mucho que hacer.

Poco había cambiado desde la última vez que fui, los Gutiérrez habían tenido un nieto, y finalmente alguien había comprado la casa de al lado, un bombero. Mi madre, como no me vio muy entretenido me sugirió ir con ellos a comprar al pueblo, que había mercado, pero decidí quedarme leyendo mientras tomaba un poco el sol. Mis padres se fueron, y yo salí con la tumbona al jardín delantero a leer un rato y a ver quién pasaba por la calle.

A mi ya se me había olvidado lo del vecino nuevo, supongo que por que yo a los bomberos los tenía un poco desmitificados; recuerdo que cuando fui con el colegio al parque de bomberos, no vi el típico bombero de calendario en ningún sitio. Pero qué sorpresa me llevé al levantar la mirada del libro y echarle un ojo al patio de al lado, ahí estaba él, arreglando un poco el jardín. Tendría unos 30 años y con un cuerpo muy bien trabajado, podía usarlo perfectamente para repasar anatomía, ya que sólo llevaba unos pequeños shorts de deporte, tenía la cabeza rapada y el cuerpo sudado del calor que hacía. Yo ya me estaba empezando a poner cachondo, así que volví a leer un rato, pero no podía contenerme y de vez en cuando miraba de nuevo. Tenía un culo perfecto, unas piernas de infarto y parece que marcaba buen paquete, aunque para paquete el que empezaba a marcar yo. Demasiadas buenas vistas de buena mañana.

En una de estas rápidas degustaciones me tope con él mirándome, así que aparté descaradamente la mirada. Estaba cachondísimo y tenía que hacer algo, así que pensé en algún plan para ver si picaba el anzuelo. Sabía que había visto a mis padres irse, así que ya tuve una pequeña idea para hacer, al fin, algo divertido en el pueblo. Entre en la casa y salí al rato a la calle, hasta llegar a la puerta de su jardín, al verme allí se acerco.

-¿Si? -Dijo simplemente.

-Buenas, supongo que ya sabrás que soy el hijo de la vecina de al lado –Él afirmó con la cabeza, parecía cansado– supongo que mi madre ya se te habrá presentado, la mujer no pierde el tiempo. En fin, mi madre le pregunta si nos podría dejar un poco de azafrán para la comida.

Se quedó unos segundos dubitativo y sonrió tímidamente.

-Bueno –Se miró las manos llenas de tierra– ¿Te importa si vas y lo coges tu? Está en la cocina, en el armario del al lado del extractor.

-Muchas gracias.

Entré dentro pensando que había fracasado, supongo que habría visto algo extraño, habría entendido quizá mis intenciones y le habría hecho, simplemente, gracia. Entré en el apartamento, como era igual que el mio sabía perfectamente donde estaba la cocina, así que nada, ya que estaba ahí tendría que coger un poco de azafrán. Tenía la casa muy ordenada, fui directo, abrí el armario que estaba bastante algo y empecé a buscar de puntillas el azafrán, el cual no veía por ninguna parte.

-¿Seguro que estás buscando azafrán? –Dijo él justo detrás mio.

Al posar mis pies en el suelo mi culo se topó con algo placenteramente duro que dibujó una sonrisa en mi cara, el me cogió de los brazos y me empujó contra la encimera. Abrió mis nalgas dejando paso a su polla, que seguía aún encerrada en los shorts, me quitó violentamente mi camiseta y pegó su cuerpo contra mi delgada figura. Pude notar sus pectorales, su cuerpo sudoroso y su olor que me volvieron loco haciendo que gimiese. Me recliné un poco sobre la encimera, subiendo un poco mi culito, mostrándoselo mejor.

-Parece que tengo un vecinito hambriento y juguetón –Después de decir esto me bajó bruscamente los pantalones y los calzoncillos de una hasta las rodillas. Me dio una fuerte palmada en el culo–. Uah. ¿Tienes ganas de comer?

Yo no dije nada, estaba en éxtasis, en una fantasía cumplida, nunca había tenido sexo con un vecino. Noté como me agarraba con sus fuertes manos, me dio la vuelta y pude verle al fin cara a cara, él respiraba fuertemente, estaba a cien.

–Hace mucho que no doy de comer y me siento muy generoso.

Me puso de rodillas y me pegó la cara a su paquete que desprendía un fuerte olor a sudor. Yo me agarre a su cadera, a su culo, recorría con mis manos todo su cuerpo que me fascinaba mientras intentaba agarrar con mi boca el tesoro de debajo de sus shorts. No pude aguantar, así que le bajé los pantalones y como suponía, no llevaba ropa interior. Frente a mi se presento su polla, mediría unos 17 cm, las había visto más grandes pero era deliciosamente gorda, y más por la parte del glande, me vuelven loco las pollas así. Me la metí en la boca sin esperar, pude notar el sabor de su precum. Mientras jugueteaba con mi lengua me quité las zapatillas y me desnudé por completo para finalmente dedicarle toda mi atención.

-Uff. Qué cabrón ¿Eres un putito experto, eh? –Me agarro de la cabeza y me la metió hasta el fondo de la garganta, mi prime impulso fue retroceder, pero su mano me lo impidió, así que me la tragué entera–. Así, no hay que dejarse nada de comida.

Me empezó a follar la boca hasta que me dieron arcadas y me la sacó, para golpearme la cara con ella, yo saqué la lengua ofreciéndole mi boca de nuevo, él no tardo en meterla de nuevo. Esta vez me dejo libremente que le diera una buena mamada, e hice mi mejor trabajo.

-Dios, como sigas así vas a hacer que me corra.

Me levantó y me dio un buen morreo mientras me magreaba el culo y daba ligeros cachetes, a los cuales respondía con pequeños gemidos. Me cogió levantándome, con mis piernas por encima de sus brazos y me llevo al dormitorio mientras nos besábamos, y yo me frotaba con su polla. Mi tiró sobre la cama y empezamos un 69, en el cual no tardó en empezar a comerme el culo. Yo gemí de puro placer, él en respuesta me dio un cachete, adoro que me coman el culo. Utilizaba su lengua con total maestría, me lamia el ano en círculos y de vez en cuando me la metía dentro. Yo casi no podía concentrarme en la mamada, agarraba sus muslos con fuerza y me retorcía de placer.

-Fóllame –Dije finalmente.

Me incorporé y me senté sobre su polla, sin meterla, poniéndola en mi raja y frotando haciendo rápidos movimientos. Su pedazo de carne estaba bien mojado, al igual que mi culo, cosa que hacia ese frote más excitante, parecía una barra de hierro ardiendo. Me incliné y empecé a besarle, mientras seguía pasando su glande por mi pequeño agujero húmedo, podía notar como mi culo palpitaba y se abría hambriento y estoy seguro que él también lo podía notar.

-Me encanta como te mueve nene –Me agarró el culo con ambas manos y apretó–. Ufff, qué bien lo vamos a pasar.

-Quiero que me revientes el culo.

Noté como se puso más cachondo y empezó a hacer movimientos pélvicos, yo me levante un poco, dejando respirar a su verga y haciendo que se alzase rígida. Él continuaba magreándome el culo y bufando, yo con la mano coloqué su cipote en la entrada de mi culito, el cual ya estaba bien dilatado, y empecé a bajar, entrando lentamente.

-Me encanta tu culito nene, uff, que estrechito –Me dijo mientras empezaba a subir la cadera haciendo que entrara más rápido, yo gemí de placer–. Adoro los culos jovencitos.

-¿Me vas a reventar? –Le dije como pude entre gemidos.

-Te voy a partir en dos –Y la metió entera.

Un ardor me invadió, empezó a follarme frenéticamente, mientras yo apretaba sus pezones, sus pectorales, sus bíceps, me inclinaba y nos besábamos, le mordía el cuello, le lamia el cuerpo. Era puro vicio. Cambiamos de posición, poniéndome ahora yo abajo, en posición de misionero, y empezó a meterla fuertemente. Los dos estábamos envueltos en sudor, en lujuria. Mientras nos besábamos pude notar como su respiración se aceleraba.

-¿Quieres biberón? –Me dijo.

Yo afirmé con la cabeza y un pequeño quejido. El sacó la polla, y inmediatamente se corrió, pero su corrida llegó hasta mi, llenándome la cara de leche y el pecho; se notaba que hacía bastante que no follaba, hacia siglos que no veía tanta leche. Pase mi mano por mi cuerpo, mientras me relamía la boca, cogiendo toda la lefa que podía, al acabar de recorrer todo mi cuerpo empecé a hacerme una paja con la mano llena de semen. No tarde nada en correrme. El limpio parte de mi cuerpo con la mano y la llevó a mi boca, yo acepté agradecido.

-Así me gusta –Dijo sonriendo, yo le mostré toda la leche que había guardo en mi boca.

El volvió a sonreír y nos morreamos jugueteando con la comida, hasta que acabamos exhaustos tirados en la cama.