Haberlas, las hay (Parte 3).

Tercera parte de una nueva historia más breve pero no, por ello, menos interesante que las que hasta ahora han podido leer mis lectores. Espero vuestros comentarios

Cansado de metérsela una y otra vez y habiéndome dado cuenta de que el ojete de la agraciada camarera se me ofrecía considerablemente abierto y dilatado, en cuanto mi verga volvió a salirse de su apetitosa cueva vaginal, se la coloqué en el orificio anal y sin tener que realizar mucha presión, se la conseguí “clavar” entera. Bárbara emitió algún leve quejido según se la iba introduciendo mientras Andrea, en pleno orgasmo, la agarrara con fuerza del cabello para obligarla a intensificar más sus lamidas y la masturbación que, con dos de sus dedos, la estaba realizando en la parte baja del chocho, en la zona más próxima al ojete, al mismo tiempo que la acariciaba el “bosque” pélvico con su nariz y la hurgaba en el orificio anal con lo que consiguió llegar al clímax en medio de unas contracciones pélvicas impresionantes y la salida masiva de su lluvia dorada que a Bárbara no la quedó más remedio que ingerir mientras sentía la punta de mi chorra bien acoplada a su intestino e intercalaba mis envites anales con movimientos circulares de “mete y saca”.

Me esperaba que, en cualquier momento, se la iba a tener que extraer del ojete ya que pensé que si Bárbara me había ofrecido su orificio anal tan abierto y dilatado era porque estaba a punto de cagar pero no fue así. Andrea, al acabar de darla su micción, hizo que la bella camarera dejara de comerla el coño y levantándose de la cama, se colocó a mi lado para poder observar como la poseía por detrás mientras me indicaba que esa cerda había conseguido darla tanta satisfacción que, en un cuarto de hora, había alcanzado media docena de orgasmos y algunos tan seguidos que habían ocasionado que, sin poder evitarlo, acabara meándose de autentico gusto. Mi amiga decidió colaborar estimulando a Bárbara a través del clítoris con lo que consiguió que, además de gotearla el flujo, sufriera leves pérdidas urinarias mientras continuaba centrado en disfrutar lo más posible del espléndido culo de la muchacha que parecía estar bastante habituada a que se la “clavaran” por detrás puesto que, además de moverse convenientemente, mantenía bien apretadas sus paredes réctales a mi miembro viril para intentar incrementar aún más mi placer y mi satisfacción. Andrea me animó a que me la zumbara con movimientos circulares bastante sádicos para obligarla a liberar el esfínter y para que llegara a sentir que la iba a desgarrar el ano pero no la hice ningún caso y me limité a continuar al ritmo que me interesaba puesto que, desde que mantenía una relación sexual estable con mi amiga no había tenido muchas oportunidades de practicar el sexo anal y sabía que todavía me quedaban unos minutos para poder disfrutar por lo que, echándome sobre la espalda de Bárbara, procedí a magrearla las tetas y los pezones. De repente y mientras Andrea la “hacía unos dedos“, con lo que el agradable sonido del flujo vaginal de la camarera inundó la habitación, sentí un intensísimo gusto previo y culminé en el interior del trasero de Bárbara echándola una ingente cantidad de leche que recibió entre evidentes muestras de satisfacción. Aún la estaba dando mi “lastre” cuándo, sin ser capaz de retener su salida, me oriné. Mi masiva lluvia dorada se depositó en su interior mientras Bárbara alcanzaba otro orgasmo y con la ayuda de Andrea, que la estaba estimulando la vejiga urinaria, se volvía a mear en toda regla depositándose su micción en la cama.

La enculé durante varios minutos más hasta que me terminé cansando y al extraerla el cipote Bárbara se pedorreó. Se lo volví a meter por la seta puesto que era una autentica delicia el mantenerla en remojo en aquel río de “baba”. Pero, aparte de que se me salía constantemente por la humedad vaginal, la camarera me dijo, en francés, que estaba a punto de defecar y en cuanto observé que su mierda hacía acto de presencia por su ojete no me quedó más remedio que sacársela para que, como ella pretendía, se dirigiera al cuarto de baño con intención de evacuar con la debida intimidad. Fue entonces cuándo me percaté de que la habitación se encontraba impregnada en una excitante y grata “fragancia” a orina y al característico olor de la leche masculina.

Andrea decidió ocupar el lugar de Bárbara y al mantener su tanga separado de la raja vaginal, sólo tuvo que subirse la falda para permitir que la enjeretara mi duro, largo y tieso ciruelo y la jodiera mientras iba sintiendo que su humedad no quedaba muy lejos de la de la seductora camarera. Aunque al ser mi tercer polvo era normal que tardara en echarlo, exploté con bastante más rapidez de la habitual, sintiendo un intenso gusto previo y mojándola con una gran cantidad de leche que parecía que no me iba a acabar de salir.

No había terminado de descargar dentro de Andrea cuándo Bárbara, totalmente desnuda, salió del cuarto de baño y se acercó a nosotros de una forma tan sigilosa que me sobresalté cuándo me la encontré junto a mí, mirándonos. Se había recogido su abundante cabello en forma de cola de caballo y aunque continuaba siendo muy atractiva, me pareció que aparentaba más edad que antes. Cuándo me hizo frotarla la raja vaginal con mi mano para que pudiera comprobar que se mantenía húmeda, me encontré con un frondoso “felpudo” pélvico cuándo antes había tenido ocasión de ver que tenía la almeja depilada. A Andrea tampoco la pasó desapercibida aquella extraña transformación física y se la contrajeron los músculos púbicos. Bárbara, sonriente, me acarició el cabello, se colocó detrás de mí, me dio unas palmaditas en los glúteos y me dijo, en francés, que si había terminado de darla mi leche a mi amiga, la extrajera la minga. El tono de voz que empleó me hizo sacársela de inmediata para que, ante mi sorpresa, se apresurara a introducir tres de sus dedos en el chocho a Andrea, que sintió algunos escalofríos, con los que la realizó unos movimientos circulares antes de proceder a masturbarla de una forma enérgica al mismo tiempo que, como si estuviera siguiendo un ritual, la pasaba su mano izquierda extendida por el exterior, a la altura de los ovarios y la indicaba que tenía que avisarla en cuanto comenzara a sentir calor en aquella parte de su cuerpo y en la vejiga. Andrea, entre contracciones pélvicas y leves pérdidas urinarias, fue devolviendo la mayor parte de la lefa que la acababa de echar mientras Bárbara, masturbándola de una manera cada más enérgica lo que me hizo pensar en la posibilidad de que llegara a desgarrarla el coño, la explicaba que la caja de anticonceptivos que estaba consumiendo formaba parte de un lote con serias deficiencias que podían ocasionar que, si no actuaba con rapidez, quedara preñada lo que ocasionó que Andrea y yo nos miráramos asombrados.

Mi amiga tardó escasos minutos en indicarla que estaba alcanzando un orgasmo tras otro y que sentía mucho calor en los ovarios y en la vejiga. Bárbara la extrajo los dedos con bastante brusquedad, la hizo abrir aún más las piernas y procedió a comerla y a succionarla la seta bajo la total complacencia de Andrea que no tardó en volver a mearse en su boca. Al terminar de darla su lluvia dorada, mi amiga, que parecía cambiada, se levantó, se acercó a mí y sentándose en el borde de la cama se metió mi nabo entero en la boca y me efectuó una felación con una intensidad impropia de ella mientras Bárbara la observaba y hablándola en francés, la animaba a disfrutar como una fulana de la mamada. Después, la camarera procedió a perforarme el ojete con dos de sus dedos con los que me hurgó al mismo tiempo que me sobaba los huevos. Hasta aquel día nunca había echado cuatro polvos en una sesión sexual por lo que me sorprendió que, cuándo más entusiasmada se encontraba Andrea, volviera a sentir un gustazo indescriptible y sin ser capaz de retener su salida, la diera un largo “biberón” repleto de concentrados y espesos chorros de leche que, animada por Bárbara, no se limitó a “degustar” e ingirió prácticamente íntegro lo que me asombró aún más puesto que, hasta entonces, lo único que había admitido de buen grado era que la echara mi orina en la boca para poder bebérsela.

Mientras Andrea, tras ingerir mi leche y la larga meada posterior, me la continuaba chupando y Bárbara me seguía sobando los huevos y hurgando analmente, me sentí sumamente complacido y pletórico por haber conseguido echar más de tres polvos. Para mejorar aún más mi estado de ánimo Bárbara me dijo:

-   “¿Sabes que tu “taladro” resulta mucho más efectivo que las lavativas que mis compañeras me ponen todos los días para ser regular vaciando mi intestino?” .

Me quedé de piedra cuándo escuché que hablaba perfectamente castellano. Bárbara me sonrió y me animó a volver a joder a Andrea pero la expliqué que a mi amiga la agradaba que me la cepillara varias veces al día pero en sesiones más bien cortas en las que no me daba tiempo a echarla más de dos polvos. Después se dirigió a Andrea, que me seguía efectuando una felación prodigiosa manteniendo todo mi pene dentro de su boca al mismo tiempo que me succionaba la punta y acariciándola el cabello con su mano, la dijo que no dudara en hurgarme con sus dedos analmente cuándo pretendiera obtener un mejor rendimiento sexual de mí ó asegurarse una eyaculación muy abundante y larga. Mientras observaba a Andrea centrada en su excepcional mamada, empecé a pensar que aquellas dos guarras iban a conseguir sacarme el quinto polvo.

C o n t i n u a r á