Haadiya: Tradición y sexo en la familia (2/1 de 3)

Haadiya se establece en París. Sus padres y tíos la visitan a menudo, ayudándola a perfeccionar el francés y el griego. Ella aprovecha la estancia para degustar preciados caldos, destilados por los más experimentados coños y pollas de la familia y sus amigos de la ciudad.

Una erótica y tierna historia, debe ser contada con la necesaria atención. En ésta, además, se dan abundantes escenas de tórrido sexo y lujuria, que bien merecen ser recogidas. Por eso, he dividido el relato en tres capítulos:

1.La casa de Al-Fahna. Los placeres compartidos. La voluptuosa adolescencia de Haadiya y su explosivo despertar sexual.(http://www.todorelatos.com/relato/101458/)

2/1.Haadiya se va a estudiar a París. Primero, avanza en Barcelona su formación.

2/2.Haadiya se va a estudiar a París. Lujo y desenfreno con sus amigos y con los de sus padres, sin olvidarse de ellos... Sexo, estudio y definitivo entierro de todos los tabús.

3.Su vuelta a casa revoluciona los placeres en familia. Una mujer cosmopolita que disfruta de su cuerpo y hace disfrutar a los demás.

Aunque no sea imprescindible, si no lo habéis hecho, os aconsejo leer el primer capítulo para situaros mejor en esta increíble y pervertida historia.

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El martes que acompañé a Haadiya a Barcelona, amaneció soleado. El chófer nos llevó al aeropuerto en uno de los todoterreno de la casa y tomamos un avión directo. En algo más de dos horas estábamos aterrizando en la cosmopolita Ciudad Condal.

Como os expliqué, yo, Taslim, hayib de la gran casa de Al-Fahna y persona de confianza de los padres de la bella Haadiya, acepte los dos encargos de sus padres que motivaron el viaje. Uno, no muy usual, pero explicable: acompañar a su hija en su primera visita al discreto ginecólogo de confianza de Asiya, su madre. El otro, mucho menos explicable: orientar y mostrar a su hija como disfrutar del sexo y de su cuerpo.

Por aquel entonces, la joven Haadiya contaba sólo con dieciséis años, pero su cuerpo exuberante y completamente desarrollado, su amplia formación y madurez, podían hacerla pasar por una joven en los primeros años de la veintena.

En unos meses, se iba a establecer en París para iniciar estudios superiores de arte en la prestigiosa Ecole National Supérieure des Beaux-arts, en la que había sido admitida después de aprobar el duro proceso de selección con una de las mejores calificaciones.

Fawzi, su padre y actual patriarca de la ancestral casa de Al-Fahna, conociendo el voluptuoso carácter de los miembros de su familia, no quería que pasase por una mujer poco experimentada en las artes del sexo, manipulable por los hombres y mujeres con quien seguro compartiría los refinados placeres propios de los libertinos parisinos.

Nos instalamos en el amplio ático que compró la familia en los años setenta a un empresario del textil catalán venido a menos. Ocupa toda la planta superior de una de las mejores casas modernistas de la Diagonal, justo al lado de la arteria más lujosa del barrio del Eixample, diseñado por el célebre ingeniero Cerdà y que ha dado a Barcelona buena parte de su dinámica modernidad. Aparte de su privilegiada situación y la calidad arquitectónica de la finca, sus terrazas, protegidas de cualquier mirada indiscreta, lo hacen único.

Al llegar, nos esperaba la pareja originaria de nuestro país y residente en la ciudad que se encarga desde hace años del cuidado de la casa , manteniéndola siempre en perfecto estado y preparada para las visitas de algún miembro de la familia. Los seleccioné yo personalmente. Viven en la misma finca, en un pequeño apartamento de la planta inferior, comunicado por una escalera interna que, como tantas cosas, se hizo construir en su día sin solicitar licencia de obras, que sin duda hubiesen negado.

  • Querido Taslim, querida Haadiya, bienvenidos. Decidnos en que os podemos servir en las dos semanas que estaréis en la ciudad, nos dijo Halîm al abrirnos la puerta. Era un hombre tan paciente para todo como su nombre indicaba. Nasirah, su esposa continuó:

  • Haadiya, no te reconozco. ¡Eres toda una mujer! Y que preciosa estás…

Decía todo esto mientras repasaba su forma de vestir, digamos… poco acorde con los criterios del imam que frecuentaba Nasirah. Lo hizo con una mezcla de rechazo y envidia. Vestía como una joven europea de su tiempo, que se sabe bonita y quiere mostrarlo. Breve minifalda tejana y una camiseta ajustada con un escote generoso, pero sin estridencias. Que el sujetador no fuese una prenda de su gusto, favorecía la sutil revelación de sus duros pezones bajo la tela, lo que sin duda le añadía un ligero toque transgresor.

  • Me voy a duchar mientras ordenas mi ropa en los armarios. Me quedaré en la habitación principal, le contestó Haadiya, andando de camino a la suntuosa sala de baño del dormitorio que habitualmente utilizaban sus padres.

Yo me instalé en la cómoda habitación colindante a la suya. Ambas compartían la misma terraza esquinera, con unas estupendas vistas a la Sagrada Familia, el mar y Montjuic. Aunque la elección debió sorprender a Halîm y Nasirah, no hicieron comentario alguno. Tal vez pensaron que tenía instrucciones para controlar de cerca a la joven. O, sencillamente, actuaron como lo que eran, unos fieles sirvientes de unos poderosos señores a quienes no debían juzgar, ni ver, ni oír, ni tan sólo pensar en las razones de sus actos.

Haadiya y la sirvienta entraron en la habitación. Ella se desnudó despreocupada, dejando la ropa tirada encima de la cama, como toda buena adolescente y entró en el baño. Mientras, Nasirah abría las maletas e iba colocando la ropa y los complementos en uno de los cuerpos de los armarios del vestidor.

Algunas cosas sorprendieron realmente a la buena mujer: las bragas que traía la niña, eran todas tanguitas mínimos, sin casi tela, la mayoría de finos tules y encajes transparentes. Parecían las de una de esas desvergonzadas que salían en las películas que a veces veía su esposo a escondidas con sus amigotes. Además, no encontró un solo sujetador en el equipaje, pero sí varios tops muy escotados, minishorts tan escuetos que no le debían tapar ni los cachetes del culo y elegantes vestidos de noche con tan poca ropa o tan liviana que debían mostrar toda su anatomía.

Al ir a colocar los bañadores, sólo encontró dos braguitas, una de ellas tan breve que dejaba todo el culo al aire y un bañador deportivo. Aunque en las playas de las costas europeas sea habitual el topless, en modo alguno puede ser tolerado en una creyente. ¡En nombre de nuestro buen dios!, que le debe enseñar su madre a esta niña, pensó. Cómo la puede dejar salir de casa con estas ropas. ¡Qué pensarán de ella los hombres!. Recapacitando, se dijo a sí misma: los amos no deben estar sujetos a las mismas enseñanzas con las que nos adoctrina a nosotros nuestro imam y cerró su mente a otros pensamientos.

Pero lo peor, vino al colocar el contenido del neceser. Se encontró con dos vibradores y unas bolas de las que sólo podía imaginar su uso y, y… un bote que decía con letras bien grandes “ Analyse me. Relaxing anal glide ”. Ella era una persona con formación y entendió bien para que servía su contenido. Estuvo a punto de desmayarse y decidió que forzosamente tenía que hablar conmigo del asunto.

Al recobrarse y analizar los hechos, le vino a la mente un pensamiento todavía más escandaloso: si la hija de sus amos usaba esas cosas perversas… no podía ser doncella. ¡Dios mío que ignominia para la familia!. Inmersa en estos pensamientos, apareció Haadiya cubierta por un esponjoso albornoz de rizo de algodón egipcio. Se lo quitó sin pudor alguno mientras le decía a Nasirah:

  • Coge la leche corporal y ven a esparcírmela por el cuerpo. ¡Ah! Y no guardes las braguitas blancas, ni ese vestido de flores con los tirantes cruzados a la espalda, que me lo voy a poner ahora. Anda ven.

Se estiró encima de la cama, dejando la espalda a la vista y abriendo los brazos y las piernas, le pidió que empezase de una vez. Nasirah no las tenía todas consigo, pero empezó a repartir la crema hidratante por el precioso cuerpo de su ama, con cierta inseguridad. En el hammam estaban acostumbradas a hacerlo entre las mujeres, ¡pero no con la falta de pudor que mostraba aquella joven!. Le estaba enseñando su raja y la tenía sin un solo pelo, como si fuese una mujer casada.

Cuando hubo completado la parte trasera de su cuerpo, la niña se giró y le pidió que continuase. Ella no sabía cómo actuar. Tenía delante suyo un impresionante cuerpo joven en su máxima expresión. Unas tetas preciosas, turgentes, con unos pezones duros e insolentes, encerrados en una breve aureola más oscura. El pubis, saliente, bien marcado, con los labios vaginales finos y perfilados. La raja del coño la tenía alta y larga. Al estar completamente depilada, la exponía en su total plenitud.

Aunque le gustaban los hombres, o mejor dicho, su marido, se estaba excitando con el cuerpo de Haadiya y más con la despreocupada y escandalosa exhibición que ella hacía del mismo. Al notar que ella dudaba en afrontar la aplicación en los pechos y sus genitales, Haadiya le recrimino:

  • Venga, acaba de una vez y no temas. Me gusta que me acaricien y más las tetas y entre las piernas. ¿A ti no?.

Nasirah se puso más roja que un pimiento y sólo le contestó unos murmullos ininteligibles. Acabó de aplicarle la crema y le dijo para distender el ambiente creado:

  • Veo que tomas rayos UVA para preparar el verano. Además te has depilado del todo. Te queda bonito el cuerpo sin marcas en la piel y además así te podrás poner esos vestidos tan atrevidos que he visto que has traído, aunque no sé cómo te deja tu madre y más a tu edad.

  • Nunca me he puesto bajo esas tostadoras artificiales, Nasirah. En casa, tanto mi madre como las tías y yo, siempre tomamos el sol desnudas, así no nos quedan marcas y además es mucho más agradable. El pubis y el chumino me los he depilado desde siempre. Ya sabes que tanto a los hombres como a las mujeres nos gusta más comernos un coñito o un buen pollón si no tiene pelos que molesten, ¿verdad?.

Si su rostro ya estaba rojo, ahora pasó a violáceo. Calló y salió de la habitación completamente escandalizada. Tendría que hablar con su marido. Lo que había visto y oído no eran cosas de fácil digestión para una mujer decente.

Haadiya se acabó de poner el cómodo vestido de verano que había escogido y el tanga liso de algodón. Lo completó con unas sandalias planas de tiras y una pulsera y collar a juego. Al acabar, se peinó y vino a buscarme. Yo hacía ya un rato que estaba listo, recreándome con la alterada cara de la sirvienta. ¡Conociendo a mi pupila, suponía las razones!.

  • Mi buen Taslim, ¿nos vamos?. Antes de la reunión de la tarde, quiero que me acompañes a hacer unas compras. Comeremos en algún restaurante. Además, tengo que llamar a unos amigos de aquí porque quiero que el viernes me enseñen las mejores discotecas de la ciudad. Hoy y mañana me quedaré en casa, que todavía tengo muchas cosas que aprender. Mi madre ya me ha dicho que te ha pedido que me ayudes con las prácticas, ¿verdad, querido Taslim? Me dijo con una insinuante sonrisa en los labios.

¡Menuda golfa! Eso sí, cariñosa y sensual como ninguna otra he conocido y eso que mi currículum es amplio. La mayoría de los componentes de su familia, empezando por su abuelo y sus cuatro mujeres han probado mi inusual verga, por lo que ella tiene referencias de primera mano. Ya no soy lo que fui, pero a mis sesenta y pocos años, atesoro un físico envidiable y una experiencia de la que muy pocos pueden presumir. Al menos tres veces a la semana procuro tener sexo y eso, junto a los ancestrales ungüentos que ya usaba su abuelo, mantiene en buena forma a mis genitales.

Antes de salir, recibí al oficial de uno de los bancos con que trabajábamos en España. Me facilitó el efectivo que le había solicitado con anterioridad, le firmé el comprobante y otros documentos de negocio pendientes de firma. Al acabar, me entregó un paquete cerrado que le habían dado desde la dirección de banca privada y nos despedimos. El no lo sabía, pero contenía tres teléfonos españoles con contratos genéricos a nombre del banco. La experiencia enseña que todas las precauciones son pocas y un buen cliente, tiene derecho a ciertos favores…

Le di tres mil euros a Haadiya para sus gastos, me quedé otros tantos para dinero de bolsillo y guardé el resto en la caja de seguridad del apartamento. Prefería pagar en efectivo algunas de las compras o servicios de estos días. Para cierta gente poderosa que quiere mal a la casa de Al-Fahna, podían ser impropios de una adolescente de nuestro país.

Le pedí a Haadiya su teléfono personal y acoplándolo a mi portátil traspasé la agenda al nuevo. Repetí la operación con otro de los dos que siempre llevo conmigo y le di instrucciones para utilizar sólo el nuevo para hablar con sus conocidos o cualquier servicio en Barcelona.

Aunque formalmente exista el secreto bancario, sé bien que todo lo que queda en un ordenador, se hable por teléfono o se transmita por correo electrónico, lo pueden llegar a conocer los que tienen poder para ello. Los extractos de una tarjeta de crédito no son la excepción.

Cuando venían sus padres u otros familiares, solían alquilar un vehículo con chófer acorde con su posición para cualquier desplazamiento, pero en este viaje, preferí usar los excelentes servicios de los taxis urbanos cuando fuese necesario.

  • Preciosa, te propongo que comamos en un restaurante cercano que creo que te gustará. Después, vamos directos a tu médico y al finalizar la consulta, te acompaño a comprar lo que quieras. Si te parece, vamos andando, ya que está a pocas calles de aquí. Damos un paseo, bajando por el Passeig de Gràcia hasta la calle Mallorca.

  • ¿Al del hotel o al Loidi?, me respondió. Hoy es lunes y no creo que esté Martín. No he estado nunca, pero con papá fuimos hace dos años a su restaurante de Lasarte y fue una pasada, además el propio Martín Berasategui nos atendió y nos explicó los platos y como los preparaban. Flipé. Una pasada. ¡Venga, vamos!

Ya veis, ¡una adolescente dando clases a un hombre maduro! Aunque todos sabemos que no es lo mismo ser un profesional de mundo, reconocido y bien valorado, que una heredera rica y poderosa desde la cuna.

  • Pensaba ir a Loidi. Creí que un toque más desenfadado, de bistrot , te gustaría y hace unos días mandé que nos reservaran mesa.

  • Por mi perfecto.

Bajamos por la acera del lado izquierdo del paseo, que es la que tiene las mejores tiendas. Haadiya me cogió enseguida del brazo, como si fuese su pareja. Aunque me resultó extraño, he de deciros que me encantó y más al ver la cara de envidia que mostraban buena parte de los transeúntes. Sin duda, levantó unos puntos mi ego y a punto estuvo de levantar otras cosas…

Comimos fantásticamente. Me sorprendió que Haadiya no cuidase su dieta como suele hacer habitualmente. Al ver mi cara de extrañeza, me dijo con una sonrisa picante:

  • Mi buen Taslim, te preocupas en exceso por mi figura. No temas, esta noche haré suficiente ejercicio para eliminar todas las calorías de más que me estoy tomando. Tú me ayudarás. No te voy a dar descanso hasta que haya quemado todos los excesos y… tal vez alguna caloría más. Una amiga de aquí me regaló un libro que lleva por título “Cómo adelgazar follando”. En él se explican las calorías consumidas con cada posición o ejercicio sexual y ya he tomado nota de los que necesitaré practicar esta noche.

No pude más que reír y recolocarme la verga en la pernera del pantalón para que la erección que me provocaba mi libidinosa acompañante, no llamase la atención.

Acabamos con el tiempo justo para llegar a la consulta del ginecólogo. Estaba situada en los bajos de un elegante palacete del barrio de Tres Torres. Una pequeña placa de bronce en la fachada indicaba solamente “Dr. Pau Finselfons. Baixos esq .”, sin detallar especialidad alguna.

Nos atendió una diligente enfermera. Sobre la treintena, guapa, aunque si alguien me pidiese que la caracterizase en una palabra, diría voluptuosa. Me sorprendió la escueta bata sanitaria que usaba, muy corta y con un más que generoso escote. Cuando cruzó una mirada con Haadiya, ambas sonrieron y mi pupila le dijo:

  • Buenas tardes, Núria. Mi madre habla maravillas de ti. Espero tener la oportunidad de conocerte tan a fondo como ella y así poder compartir la misma opinión.

Núria, notoriamente sonrojada, le agradeció el comentario y nos hizo pasar inmediatamente a una de las salas de espera exclusivas para cada una de las visitas. En diez minutos, nos atendió el doctor.

  • Hola Haadiya. Finalmente nos conocemos. Tu madre me llamó hace unas semanas para pedirme que te atendiera. Si no me equivoco, vienes por una revisión completa y prepararte para poder actuar sin riesgos de embarazos como la mujer que sin duda ya eres.

Mientras lo decía, no perdía oportunidad de repasarla a fondo con la mirada. Debía ser todo un profesional, ¡pero no dejaba de ser un hombre!

  • Quiere esperar usted en la salita, señor, me dijo el doctor, pero Haadiya le cortó rápidamente:

  • Pau, Taslim va a ser el más querido y provechoso de mis amantes durante un tiempo y quiero que me acompañe en todo aquello que concierne al cuidado del sexo que ha de disfrutar.

Él le contestó:

  • Veo que eres tan directa, caliente y desvergonzada como tu madre. Anda desnúdate detrás del biombo y estírate en la camilla, con los pies en los estribos. Encontrarás una bata en las perchas. Primero te revisaré y luego hablamos.

Haadiya es una provocadora nata y además tiene un notorio ramalazo exhibicionista. Salió del biombo tan desnuda como las rocas de la montaña de Ben-Halim. Ante la incredulidad del médico, se estiró en la camilla ginecológica, con los muslos bien abiertos, tanto como le permitieron los soportes para las piernas. En ese momento entró la enfermera con una sonrisa profidén que se le cortó de inmediato al ver la escena.

  • ¿Tienes a mano todo lo que has de revisar, Pau?, le dijo, mientras la enfermera corría a traerle la bata que había “olvidado” en los colgadores de detrás del biombo.

Al verla venir, se dirigió a ella:

  • No me hagas levantar, cariño, estoy bien así.

El doctor se encogió de hombros y riendo, le dijo:

  • Nuri, ya conoces a su madre. Como se ve que ha salido a ella, no hace falta que perdamos más el tiempo. Vamos a iniciar la exploración. Acércame una cápsula para la muestra de la citología.

Mientras, él se puso unos guantes de exploración y cogiendo un bote de gel se dirigió a su paciente:

  • Haadiya,  ¿ya has mantenido relaciones sexuales completas? Necesito saberlo para ver por dónde llevo a cabo la exploración.

-¿Anales o vaginales, Pau?. Bueno te lo explico todo y así no tendrás que preguntarme más: Mamá me desvirgó hace ya unos cuatro años y junto con mis tías y una anciana sirvienta muy experta en estos menesteres, han ido preparando mis dos agujeros para poder gozar de una buena polla sin consecuencias a lamentar.

  • Desde hace un par de años, sobre todo cuando estoy de viaje fuera de mi país, follo siempre que puedo cazar un buen macho. Eso sí, siempre hago caso a mi mamá y les exijo que usen preservativo. Me han enculado algunas veces, pero en general, los jóvenes no saben cómo tratar el culo de una mujer. Pero no te preocupes, mis padres me han dejado a Taslim por un tiempo para que me enseñe a obtener lo mejor de mi cuerpo y poder experimentar los más refinados placeres del sexo. En pocas semanas, seré toda una experta, ¿verdad, Taslim?

  • Por cierto, supongo que los juegos sexuales con mis padres y con otras mujeres, así como las prácticas orales no te deben interesar, clínicamente hablando.

Cuando Haadiya finalizó sus explicaciones, yo presentaba una cara neutra, como de no haber roto un plato en la vida, pero la de ellos era un poema: estaban más rojos que un tomate maduro. Además, tanto el doctor como yo mismo, teníamos los cipotes más duros y altos que la estatua de Colón que preside el Port Vell de la ciudad.

Miré a la enfermera y me percaté que se le había salido una teta de la bata y se estaba pellizcando enérgicamente el pezón. Con la otra mano, se frotaba vigorosamente el pubis, sin apartar la mirada del terrible bulto que marcaban mis finos pantalones de primavera. Mientras, más que hablaba, chillaba:

  • ¡Mirad, mirad!. Este hombre ha de tener una polla gigantesca. La tuya es grande, Pau, pero un bulto como el que él marca, no lo he visto nunca.

Cuando se percató de que sus palabras denotaban un conocimiento de los órganos sexuales de su jefe que no se correspondía con los habitualmente derivados de compartir la práctica médica, se mordió los labios, calló, se guardó la teta y se sentó en la única silla que había en la sala de exploraciones. Justo estaba frente a las piernas de la paciente, con lo cual, al levantar la vista, se encontró con el precioso coño de Haadiya, abierto en todo su esplendor. Chilló de forma casi histérica y miró a su jefe pidiendo consejo. Estaba desbordada.

La amplia experiencia del doctor, aportó la necesaria sensatez y agradeciéndole a su paciente la detallada información que le había facilitado, procedió a explorarla. Como es habitual, le hizo un detallado tacto vaginal, le tomó muestras para los cultivos celulares, etc… Iba a acabar, pero se lo pensó mejor y continuó con otro rectal, tal vez a fin de verificar sus conclusiones…

Poco entiendo yo de esas cosas, pero estoy convencido que la lascivia pudo más que la deontología. Le comprendí perfectamente: ¡quién podía resistirse a una flor anal tan bella como la de mi querida pupila!

Al acabar, Haadiya increpó al doctor:

  • Veo que no nos has tomado una muestra de sangre y necesito unos análisis de venéreas y VIH para mí y para él, dijo señalándome. Quiero un certificado médico como los que les haces a mis padres. Así, cuando vayamos a alguna de las fiestas swingers que me ha dicho mi papá que organizáis Cuca, tu mujer, y tú junto con vuestros amigos, podremos follar sin los molestos condones. Porque ¿supongo que nos vas a invitar, verdad Pau? No puedes defraudar a Nuri, que ya le tiene ganas al cipotón de mi maestro.

Estas palabras, empezaban a aclararme algunas cosas…

  • Cariño, le respondió el doctor, de aquí a un par de fines de semana, vamos a hacer una fiestecilla desenfadada en la torre de unos amigos de Premia de Dalt. Sexualmente, eres toda una mujer y además de preciosa… me parece que muy morbosa. Nada me gustaría más que invitaros, pero tu todavía tienes dieciséis años y nos podemos meter en serios problemas.

Viendo cómo se desarrollaban las cosas, eché mano al bolsillo interior de mi chaqueta y saqué un pasaporte de mi país. Se lo puse en las manos de Pau. Lo miró y se echó a reír.

  • Joder, como sois. ¡Hasta le habéis hecho un pasaporte falso con una fecha de nacimiento de tres años antes!. Es difícil que ocurra, pero si la policía se lo llegase a pedir, los problemas serían desastrosos para todos.

Riéndome yo también, le respondí:

  • Querido doctor, en la casa de Al-Fahna, hacemos las cosas bien. Este pasaporte, como el mío, lo ha expedido el departamento correspondiente de nuestro gobierno. Con él, hemos entrado en este país y es el que va a usar en todo este viaje.

Conociendo lo persuasiva que puede llegar a ser Haadiya y previendo que nos podíamos encontrar con situaciones delicadas, por mi propia seguridad, hice una llamada a un alto funcionario amigo de la familia antes de salir de nuestro país y él lo arregló todo. Cuando a los que dependen de un salario, por razonable que sea, los poderosos les piden algún favor, casi siempre tienen claro lo que deben hacer y si no fuese así, siempre hay medios para mostrarles cuál ha de ser su proceder.

Visto lo visto, Pau aceptó hablar con su mujer y sus amigos para invitarnos. La fiesta ya estaba organizada y al parecer, tenían un pacto entre ellos que requería el consenso del resto de participantes para aceptar a alguien nuevo. Quedó en decirnos algo cuando fuésemos a recoger los resultados.

Pasamos al despacho mientras la enfermera ayudaba a vestirse a la paciente. Ni el doctor ni yo mismo entendimos la razón por la que Haadiya le pidió ayuda, pero no añadimos palabra alguna.

Como ella tardaba en venir, estuvimos hablando amigablemente de mi señores, Fawzi y Asiya, los padres de Haadiya. Parecía conocerles muy bien a ambos. Tanto que hasta sabía de mi especial relación con su abuelo y el resto de la familia. Así mismo, también había llegado a sus oídos la fama de mis atributos. Vi que entre ellos tenían unas confianzas que sólo se dan al compartir cosas muy íntimas...

Al fin llegó Haadiya al despacho. Se sentó en un sillón frente al doctor y cruzó indolentemente sus piernas, mirándole a los ojos. El doctor no pudo reprimir una mirada a lo que escondía entre ellas. De pronto, le cambió la expresión de la cara. Haadiya se percató enseguida y para que no hubiese malentendido alguno, le aportó la oportuna explicación:

  • Pau, es que a Nuri le han gustado mucho mis braguitas y después de la maravillosa comida de coño con que me ha obsequiado, no he podido hacer otra cosa que regalárselas. Creo que las lleva puestas. Me ha dado su tanga, pero estaba tan mojado con sus flujos, que he lo tenido que tirar a la papelera.

Después de discutir las diferentes alternativas para una adecuada praxis contraceptiva, le recetó unas pastillas de última generación y dio por terminada la consulta, sin olvidar advertirle que durante el primer mes era necesario tomar igualmente precauciones y con parejas no habituales, siempre.

Nos dimos una cálida despedida que mi pupila no dudó en coronar con unos morreos en toda regla al doctor y a la enfermera y cogimos un taxi al centro para llevar a cabo las compras que deseaba realizar Haadiya.

No os distraeré contándoos mi experiencia acompañando a una adolescente a comprar ropa y calzado. Seguro que conocéis bien este apartado, ya sea con vuestras hijas, hermanas o amigas. Lo que sí me sorprendió, fue que ninguna de las dependientas de las diversas y lujosas tiendas que visitamos hiciese el más mínimo gesto de extrañeza al descubrir la ausencia de ropa interior de su clienta. En una de las tiendas, incluso disponían de bragas desechables para las que querían probarse pantalones y prescindían de la ropa interior. Ciertamente, vuestro mundo de los impíos cada vez es más disoluto, aunque, ¡quién soy yo para emitir juicio alguno…!

Cenamos en casa una deliciosa ensalada de tomate y queso fresco de búfala y un gran rodaballo acompañado de setas y verduras finamente laminadas. Nasirah es una excelente cocinera. De postre, Haadiya pidió mató , una especie de requesón típico catalán, acompañado de jalea real y mirándome sin perder la intrigante sonrisa en su rostro, me dijo:

  • Mi buen Taslim, sabes que esta noche voy a tener que esforzarme mucho en tu clase y por ello, he de retener las fuerzas necesarias para sacarle todo el provecho a tus enseñanzas.

Como tenía pocas dudas de lo que vendría a continuación, indiqué al servicio que ya no les requeríamos más esta noche, no sin antes recordarles que no nos molestasen antes de las diez de la mañana. Para evitar sorpresas, cerré la puerta que comunica el ático con su apartamento.

Al volver al comedor, me encontré a Haadiya completamente desnuda, sentada en el sofá, con las piernas separadas mientras se acariciaba sutilmente los pechos y los labios vaginales.

  • Querido Taslim, ya estabas tardando. Venga, desnúdate, que quiero empezar las clases cuanto antes. Además ya no puedo esperar más para comprobar por mi misma el mito de tu famoso pollón.

Me quité la ropa en silencio, sin dejar de mirarla a los ojos. El verla tan bonita, exhibiendo su impúdica desnudez y dándose placer sin apartar la mirada de mi cuerpo, produjo el efecto esperado: me empalmé como un adolescente.

  • ¡Oh, oh, oh!. ¡Qué maravilla! ¡La tienes tan monstruosa como me han contado las abuelas y mis padres! ¡No había visto una así ni entre las trucadas de las pelis porno! Vamos a mi habitación, que la cama es más grande y además, me da morbo hacerlo en la cama que usan mis padres.

Tomando como pudo mi verga con su pequeña mano, me llevó a la cámara principal del apartamento y sólo me dijo:

  • Enséñame a enloquecer a los hombres con mi cuerpo y a disfrutar del suyo. Quiero ser tan guarra y a la vez tan señora como mi madre. Cuando acabe mi adiestramiento, quiero disfrutar con todo aquello que pueda hacer la puta más cerda de París para dar placer a hombres y mujeres. A partir de ahora, mi cuerpo es tuyo.

Si algo aprendí de mis maestros en la universidad, es que los conocimientos deben interiorizarse de forma escalonada, respetando su orden natural. Por ello, esa noche no penetré a mi dulce Haadiya por ninguna de sus preciosas oquedades.

Usé los labios, la lengua, las manos y como no, mi verga, para enseñarle a obtener un torrente de placer ascendente, mediante caricias suaves e ininterrumpidas a lo largo de todo su cuerpo. De  las zonas menos sensibles a las más placenteras. Dejé para el último plato su esfínter y los delicados pliegues de alrededor. Acerté plenamente. Su último orgasmo fue demoledor.

Cuando iba a girar su cuerpo para tomar mi instrumento, de dije:

  • Ahora descansa, querida. Mañana, cuando te despiertes, podrás besar y acariciar mi verga hasta que crezca como a ti te gusta, así conseguirás despertarme de la forma más dulce. Después ya te iré dando instrucciones. Y no te preocupes, no me separaré de ti hasta que te haya ofrecido todo mi caliente esperma.

Me desperté mientras reflexionaba qué había cambiado en nuestro mundo para que una preciosa adolescente, rica heredera de una de las más respetadas familias de mi país, iniciase el día comiéndole su desmesurado rabo a un viejo, hijo de una anónima meretriz. Inmediatamente sustituí estos pensamientos por otros más positivos: ¡Que pródigo había sido el gran dios conmigo! A pesar de no ser un buen observante de las enseñanzas del profeta, no sólo me había dado una vida acomodada y respetable, sino que me permite catar los más impensables placeres de una descarada adolescente.

  • Haadiya, recorre el vástago con ambas manos de abajo arriba y de arriba abajo. Ejerce una presión suave y constante. Usa la lengua para acariciar con ella el glande. Acaricia con tus pulgares la delicada zona que queda debajo del frenillo.

  • No intentes introducirte toda la circunferencia de la verga en la boca, ni tan solo el extremo. Es demasiado gruesa. Lámela por los costados. La de otros hombres podrás degustarla entre tus labios, pero no una como la mía. Ninguna mujer ha podido hacerlo todavía.

  • Pero sí un hombre con una boca amplia… como la de mi padre ¿Verdad Taslim?

  • Veo que sabes demasiado, mi querida ninfa. Como no tienes secretos con tus padres, no puedo más que confirmarte que tres noches antes de iniciar este viaje, compartí la cama con tus padres. Tu madre no cejó hasta que consiguió que sodomizase a tu padre. No me dejó eyacular en su recto y al sacar mi miembro, me lo lamió entero, delectándose con las trazas de los restos de los elixires del culo de su esposo, hasta dejarlo brillante.  Entonces ayudó a tu padre a tragárselo hasta bien pasada la mitad y nos acompañó para mantener la adecuada cadencia en los movimientos, hasta que me vacié completamente en su boca. ¡Poco tardó tu querida madre en exigirle que compartiese con ella mi carga!

  • Ya ves Haadiya, el sexo puede ser delicado y sensual, pero no puedes degustar todas sus mieles si no experimentas su lado sucio y transgresor e incorporas, a veces, una calculada rudeza. Eso sí, siempre con compañeros y amigas de total confianza y respetando la voluntad de todos y cada uno de los participantes. Si entre los participantes, además del gusto por el disfrute sexual, se comparten vínculos afectivos, la experiencia es plena.

Disfrutamos un buen rato con nuestros juegos, de los que Haadiya obtuvo no menos de dos explosivos orgasmos y yo una magnífica eyaculación entre los labios de mi pupila. Le iba a enseñar el placer de degustar los flujos sexuales de unas y otros, pero ella se me anticipó, introduciendo sabiamente los elixires que emanaban de su sexo en mi boca y  compartiéndolos conmigo en un beso enfebrecido. Cuando llegó su turno, no desperdició ni una gota de mi lechada, y cuando tuvo su buche bien lleno, no me escatimó el mismo tratamiento.

Diez minutos de relax y nos levantamos, aireamos la habitación y pusimos un poco de orden en la cama, antes de irme al menos a deshacer la mía. Aunque eran personas de total confianza, prefería que nuestros empleados no supiesen que pasaba al otro lado de la puerta de su apartamento.

Después de una ducha reconfortante, nos encontramos con un magnífico desayuno en la mesa. Mientras lo degustábamos, Haadiya envió a Nasirah a arreglar su habitación y me comunicó sus intenciones para ese día:

  • Querido Taslim, ¡hoy quiero ir a la playa!. Mis amigos me han recomendado una muy divertida, la Platja de l’Home Mort. Está en Sitges, un pueblo muy bonito a media hora de Barcelona. Es nudista y no hace falta que nos llevemos bañador. Yo nunca he estado en una de esas y quiero probar y… presumir del acompañante más dotado.

  • Ayer quedamos en que vendrían con nosotros. Nos recogerán a las once. Se llaman Carles y Mireia y son una pareja muy abierta y divertida. Tienen unos años más que yo, pero, ¡ni por asomo son unos vejetes como tú!.

  • Yo nunca he mostrado mis atributos en público, Haadiya.

  • No te preocupes, para toda hay una primera vez y además, ¡en Sitges vas a tener un éxito que ni te esperas!

Cuando sus amigos llamaron al móvil de Haadiya, bajamos los dos al portal . Allí nos estaban esperando en un Range Supercharged dos jóvenes guapos y sonrientes.

Nos presentamos, ella con besos efusivos a ambos y yo, encajándoles educadamente la mano. Aunque no dijeron nada, me percaté inmediatamente de sus caras de sorpresa por mi presencia. Al parecer Haadiya sólo les había dicho que vendría acompañada de un amigo.

  • Venga Carles, dijo Haadiya, deja conducir a Mireia, que yo pasaré delante con ella y los chicos iréis detrás.

Le pidió que para llegar a Sitges, pasase por la pequeña carretera de la costa llena de curvas y no por la flamante autopista, en cuya rentabilísima concesionaria tenía invertida una cantidad no despreciable su familia. Quería ver el mar y disfrutar del viento.

Llegamos a la playa y lo primero que me sorprendió es que la mayoría de usuarios, aparte de mostrar sus atributos públicamente, eran hombres y si mi olfato no erraba, poco amantes de las mujeres. Unos afloraban una indudable masculinidad, pero otros tenían más plumas que un pavo real. Eso sí, también había algunas parejas y grupitos de chicas solas o mixtos.

La mayoría tomaban el sol con avidez, mostrando sus partes sin recato, incluso exhibiéndose, diría yo. Otros jugaban a palas, balanceando impúdicamente sus pechos o miembros, o se bañaban en nuestro común y agradable Mediterráneo.

Por indicación de Haadiya, nos instalamos en medio de la zona más concurrida. Extendimos las toallas y nos quitamos la ropa.

Mireia, se sacó el vestido por la cabeza, quedando tan desnuda como la trajeron al mundo. Carles dejó en el suelo sus bermudas y la camisa y la acompañó en su desnudez. Mi niña, por una vez, ¡llevaba bragas!. Se sacó las braguitas del traje de baño y luego la falda y la camiseta, sin dejar de mirar a los ojos de Carles.

Sólo quedaba yo. Tenía una cierta vergüenza. No concebía la razón para estar desnudos en una playa concurrida. Una risueña, pero dura, mirada de Haadiya me empujó a actuar. Me desprendí de mis pantalones y de la camisa. Me quedé con el amplio slip de baño que solía llevar para nadar en el gimnasio que frecuentaba en mi país, pero su mirada pedía más. Haciendo de tripas corazón, me desprendí del calzón y en ese momento, mis oídos escucharon desde grititos amanerados, hasta risas histéricas, entre ellas la de nuestra compañera Mireia. Haadiya le aclaró las cosas.

  • Taslim me acompaña, no como custodio, sino como amigo de la familia y amante. Se lo pedí a mis padres, porque no quiero dejar de gozar de su cuerpo experto y tremendo cipote. Es hermoso ¿verdad Mireia?. Y siguió, viendo como la mirada de Carles no se apartaba de mi pollón:

  • Esta noche, es mío, pero si me lo pedís con mucho cariño, trataré de convencerlo para que pasemos la noche de mañana los cuatro juntos. No es tan bisexual como nosotros, verdad, Carles, pero además de a buena parte de las mujeres de la familia, se folló el culo de mi abuelo durante más de treinta años, por lo que creo que algo te podrá enseñar.

Al escucharla, el miembro se me hinchó ligeramente. Esa niña es capaz de encender al más casto de los mortales. Me di cuenta que esto no había pasado desapercibido a buena parte de los hombres que nos rodeaban. Los más lanzados, me hacían gestos obscenos, invitándome a compartir mi cuerpo con ellos. Algunos, incluso se acariciaban sus genitales descaradamente mientras no dejaban de mirarme con ojos vidriosos. Dejé de prestarles atención cuando Mireia me dijo:

  • Anda, estírate, que te voy a dar protector solar para que no te quemes.

Me estiré dejando la espalda al sol, acomodándome el pene entre ambas piernas. Claro que sin slip que la recogiera, sobresalía ostentosamente en medio de mis muslos.

Mireia se sentó en mi culo, con una pierna a cada lado de mi cuerpo. Sus gruesos labios vaginales quedaron en contacto con mi rabadilla y si a eso unimos las humedades que destilaban… su posición no ayudó a templar mi ánimo, sino más bien a trempar mi verga.

No os lo he dicho, pero Mireia es una mujer muy guapa. Podía pasar por modelo. Tan alta como yo, con lo que debía medir algo más de metro ochenta, delgada, pero con las curvas marcadas, piernas fibradas y a la vez exquisitamente femeninas, gemelos finos y torneados, un culo respingón, tal vez algo escaso para mi gusto, pero sin duda vistoso, en su justo punto, unos pechos pequeñitos, bueno no tanto, pero es tan alta, que todo parece poco. Compactos, con unos pezones oscuros y prominentes, envueltos por unas aureolas breves de un difuminado color humo. Bonita de cara, tiene unos labios gruesos que enmarcan una boca grande pero proporcionada. Su nariz, preciosa, pequeñita y alargada. ¡Qué decir de sus ojos!, de un color verde profundo, grandes con unas pestañas tan negras como su cabello.

Ya veis, me encandiló a primera vista como si fuese un adolescente.

Al acabar de repartirme el protector solar en la espalda y en los glúteos, tomó con sus manos bien untadas la amplia porción del miembro que me sobresalía entre los muslos y me repartió la crema a consciencia en ella antes de finalizar con mis piernas.

Mientras, Carles se me acercó para comentarme que la pareja de chicos que estaba estirada a pocos metros de nosotros, no perdía detalle del masaje genital. Parece que les gustó, hasta el punto que a uno de ellos se le iba cayendo la saliva entre la comisura de sus labios mientras su mano estaba oculta cogiendo lo que tenía entre los muslos su compañero y éste a su vez, le acariciaba disimuladamente, o no tanto, la verga.

Al rato, uno de ellos se levantó y vino hacia nosotros. Al acercarse, me miró y sin preámbulo alguno se dirigió a mí:

  • ¡Hola guapo!. Quiero que seas mi semental. No pienso volver a casa sin que me hayas partido el culo como un albaricoque maduro con ese cipotón extraordinario que calzas. Me da lo mismo que luego no pueda cagar en una semana sin retorcerme del dolor.

Yo, como comprenderéis, quede alucinado. ¿Cómo podía hablar así a un completo desconocido y encima, acompañado de dos mujeres? Decididamente, en vuestro impío mundo, estáis locos. Obviamente, rechacé de plano su propuesta, no sin afearle su descortesía y falta de tacto.

En esto estaba, cuando oigo a Carles decirle con voz aterciopelada:

  • Querido Bobi, disculpa a nuestro amigo, no es de aquí y no sabe que eres el showman televisivo más famoso y con el mejor culo del país. Si él no quiere, podemos ir nosotros a pasar un buen rato. Anda, dile a tu novio si nos quiere acompañar.

El tal Bobi, algo de fama tendría, pero de maleducado, mucho: Se alejó con su rabito entre piernas, sin ni dignarse a contestarle. Mi percepción de Carles, también bajó algunos enteros, todo hay que decirlo.

Nos bañamos y retozamos en esas cálidas aguas. Los tres, liderados por mi pupila, aprovecharon para rozarme o directamente tomarme la verga, restregarme sus pechos y otros juegos que consiguieron, muy a mi pesar, endurecerme el miembro hasta dejarlo bien alto. Haadiya quería exhibirme a toda costa y consiguió llevarme hasta donde el agua no cubriese completamente mi erecta verga. Los muchos ocupantes cercanos de la playa, centraron las miradas en mí, o mejor dicho, en mi cipote. Ella lo tomó como pudo con una de sus delicadas manos, tirando de mí para salir del agua. Todos la miraban con pasmo y muchos von vidriosas miradas de deseo o envidia. Ella lo disfrutó. Sin duda es lo que había buscado: exhibirse con el mejor trofeo.

Os he contado estos episodios de los primeros días en Barcelona con Haadiya para que podáis comprender mejor el carácter a veces caprichoso y la fogosa voluptuosidad de mi pupila. El resto de los días que pasamos hasta la vuelta a nuestro país, los aprovechó a fondo, tanto para divertirse, como para aprender de la vida y del buen sexo.

Participamos en la fiesta o mejor, orgía en toda regla, de nuestro buen doctor Finselfons, en la que Haadiya brilló de forma destacada. Fue la novedad, el morbo de ser la hija de sus padres, a los que al parecer bien conocían casi todos los participantes o, finalmente, el hacerse acompañar por un vejete con una dotación tan inusual como la mía, aunque respondía a los embates del amor mejor que casi todos los invitados cuarentones.

Como quería cumplir con diligencia el encargo de sus padres y viendo que en el sexo convencional se desenvolvía tan bien o mejor que yo mismo, decidí instruirla en la más difícil y placentera de las suertes: usar con provecho los esfínteres anales para la sublimación del goce sexual.

Mi miembro no era el más apropiado para acondicionar el recto de una adolescente en los duros combates del amor, por más experimentada que creyese ser. Por ello, sin atender a sus peticiones para que mi verga fuese el instrumento de con que iniciar las prácticas de su instrucción en el noble arte de la sodomización, preparé una estrategia para llegar a ese fin sin que su tierno culo sufriese en demasía:

  • Querida Haadiya, esta noche invita a quince o veinte de tus conocidos masculinos más desinhibidos a una fiesta. Quiero que degustes la experiencia de recibir un baño de semen intensivo, eso que los nipones ya llamaban seis o setecientos años antes de nuestra era bukkake , que en su forma verbal traducida significa “salpicar”. Al principio, lo practicaban a modo de castigo simbólico a una mujer adúltera, pero hace unas décadas, los productores de pornografía, le dieron al término su vertiente más humillante para la mujer. ¡Ya sabes cómo son los japoneses!.

  • Tu también participarás, supongo, me contesto Haadiya.

  • Claro, cariño, claro. Además cuidaré de ti y controlaré a los chicos para que disfrutes de una noche lo más guarra y decadente. ¿Te parece?.

Me miró y me besó intensamente sin perder su libidinosa sonrisa.

Mi intención, no era sólo pringar hasta las cejas a mi pupila con el semen proveniente de unas cuantas docenas de eyaculaciones abundantes, sino seleccionar con información de primera mano a cuatro hombres con las vergas adecuadas y la sensibilidad necesaria para abrir paulatinamente el ano de Haadiya, hasta que estuviese preparado para disfrutar de mi miembro excesivo.

En medio de la orgía de fluidos en que se convirtió la fiesta, fui descartando a unos por su falta de resistencia, otros por su poca delicadeza, otros por el tamaño o las prestaciones de sus vergas, otros porque me dio la gana,… Al final me quedé con uno que tenía una polla larga y muy fina y otros tres con cipotes cada vez mayores, sobre todo, más gruesos. Me cercioré de que los cuatro hubiesen sido capaces de soltar su carga al menos tres veces y antes de irse, los fui llamando uno a uno en un aparte.

Quedé con todos ellos para la noche siguiente. El de la polla fina y larga lo cité a las ocho. El siguiente en calibre a las nueve. El tercero, el que más me sorprendió, ya que eyaculó no menos de cinco veces sobre la cara de Haadiya y aún se marchó con la verga tiesa, a las diez. El último, el que portaba el mayor cipote de entre los invitados, a las once y me reservé el resto de la noche para mí.

Ese día, después de comer pronto y ligero, le enseñé a mi pupila que hierbas eran las más adecuadas para preparar un enema relajante, depurativo y con suaves propiedades antisépticas. Al ser la primera vez, se lo administré yo mismo, introduciéndole la cánula bien lubricada en su ano, mientras le mostraba como debía administrárselo ella sola, cuando fuese necesario. Le di un suave masaje en la zona abdominal para favorecer una completa evacuación y le pedí que en cinco minutos lo expulsase hasta el final.

Bien lavada con jabón neutro, le apliqué una mezcla de aceites de almendras amargas con una parte de esenciales de naranjo y rosa mosqueta, tanto en la parte exterior, como en las paredes rectales. ¡Mi chica estaba preparada para la clase!

Llegó el primero. Sin preliminares, le expliqué su misión. No era la primera vez que sodomizaba a una mujer. De hecho, al acabar su cometido y ya en plena confianza, me confesó que desde hacía más de año y medio, cada viernes iba a casa de la hermana de su madre para encularla, ya que según ella, su polla era perfecta para ese trabajo. Como al parecer, su tía tenía una lengua muy larga, acabó contándoselo a varias de sus amigas, éstas a otras amigas y una ellas a su madre. El caso es que se beneficia el culo de las maduritas de medio barrio y para rematar la faena, desde hace poco más de un mes, el de su madre.

El segundo iba de listo. Apuntó su pene, de tamaño medio, directo al coñito de Haadiya. Le paré, señalándole el otro agujero. Nos dijo de forma grandilocuente que primero tenía que prepararlo y por eso iba a penetrarla vaginalmente para aprovechar sus jugos. Cuando ella le dijo que ya había preparado su culito con un elixir muy especial, él creyó saber más:

  • No es suficiente, de todas formas, te voy a comer el culito y te lo untaré bien con mi saliva.

Ni corto ni perezoso enterró su lengua en el ano de Haadiya. Experiencia, mucha se atribuía, pero poca debía tener:

  • Veo que te lo has aceitado con una crema bien sabrosa…

No se había limpiado la lefa de su primer enculador. Sabiamente mezclada con los aceites con regusto a almendras amargas con los que le había untado el recto, es lo que se comió nuestro experto. Parece que le gustó, aunque nunca se enteró de la receta de tan preciado caldo…

El tercero, le agrandó un poco más el agujero. Estaba bien dotado y sabía lo que se hacía.

Llegó el último invitado. Era un amanerado joven, delgado hasta marcársele todos los huesos, aunque su apéndice sin hueso, no era proporcional al resto. Al percatarme de que me miraba a mí con lujuria y no a la bella Haadiya, le indiqué claramente su cometido. Le había elegido para llevar a cabo el último esfuerzo dilatador antes de que mi verga entrase en acción porque tenía un miembro realmente grueso, sin duda el mayor entre todos los participantes en la fiesta.

Tuve que masturbarlo ligeramente con mi propia mano, al parecer las atenciones de mi pupila no eran motivación suficiente para llenar con su sangre el magnífico miembro del que disponía. De culos, sabía, sin duda, pero penetraba el de Haadiya con desgana. Tomé cartas en el asunto para que ella no se aburriese: introduje con fuerza dos de mis dedos en el plano culo del chico. Me encontré un túnel de autopista y una respuesta inmediata de su verga. Con el nuevo impulso, los dos se corrieron entre sonoros espasmos.

No dejé que se contrajese su ano. Me desnudé con presteza, unté con un espeso lubricante mi miembro y la penetré hasta el fondo. Despacio, pero sin dejar de presionar hasta que noté que no cabía más. La mantuve dentro, primero quieta y cuando sus esfínteres se habían amoldado a mi exagerado cipote, empecé a moverme con suavidad, sin descuidar una suave caricia en sus labios internos y su clítoris.

Al rato de recibir tan sublime tratamiento, Haadiya se corrió y ¡como se corrió!. Sus flujos no dejaron de manar hasta empapar completamente mi mano, el colchón y todo lo que quedaba cerca. Tuvo un orgasmo apoteósico que le duró muchos minutos. Tantos como mi ariete estuvo perforando su ano sin descanso. Yo casi me desvanecí del esfuerzo al eyacular finalmente en sus entrañas.

  • Taslim, cariño, me has dado el mejor orgasmo de mi vida. Eres único. Nunca creí que me pudieses meter tu verga hasta el fondo de mi culo. Pero no sólo lo has conseguido, sino que me has dado tanto placer como no creía que fuese posible obtener. Gracias, mi buen maestro, gracias,…

Los días (y especialmente sus noches…) que siguieron supusieron un gran esfuerzo para mí. Haadiya es una mujer joven, fogosa y por qué no decirlo, tan insaciable en las batallas del amor como sus padres y sus abuelos.

Creo que aprovechó bien mis lecciones. La tristeza de sus amigos barceloneses al irse acercando el día de nuestra partida lo atestiguaba.

Volví a nuestra tierra acompañado de una mujer experimentada y concienciada de lo mucho que le podía aportar disfrutar a fondo de una vida sexual sana, sin falsos tabús ni convencionalismos.

Sin duda, estaba preparada para iniciar su más que lujuriosa etapa parisina. Se la contaré con los más lúbricos detalles en el próximo relato.