Gustavo, mi primer hombre
A través de Luz conocí a Gustavo, un gerente de la empresa donde trabajaba
Gustavo, mi primer hombre
Al terminar la secundaria, después de hacer un par de test vocacionales, me decidí por empezar un profesorado de matemáticas. Pensaba hacer una carrera relativamente corta y así poder empezar a trabajar e independizarme. Pero a los pocos meses me empezó a aburrir este estudio, lo abandoné y empecé a trabajar en un estudio juridico. Al año siguiente me anoté en la carrera de derecho en una universidad privada de Buenos Aires. También creo que participó en esta decisión, Luz, mi amiga y compañera de secundaria, que ya se encontraba cursando la carrera. Es decir, me llevaba un año de ventaja.Me anoté en turno noche ya que de día tenía que trabajar.
Los padres de Luz tenían un departamento de dos ambientes en Caballito, a pocas cuadras de la facultad, y me contó cómo había intercedido la madre para que el padre esté de acuerdo en prestarle el departamento con la condición de que se haga cargo de los gastos en cuanto consiga trabajo. Cosa que hizo a los seis meses de ocuparlo.
Entró como recepcionista en una compañía financiera.
Como ya dije, me inscribí en la carrera y coincidimos en dos materias, ya que a ella le había ido mal en Romano y en Introducción.
A las pocas semanas de comenzado el curso, Luz me propone mudarme con ella. En realidad me dijo que aunque sea vaya los días que quisiera, y si estaba más cómoda, nos poníamos a hablar para compartir gastos.
Me gustó la idea y así lo hice, empecé a quedarme algunos de los días que teníamos facultad y algún viernes o sábado. A las dos semanas estaba prácticamente instalada, así que nos sentamos y arreglamos una cuota mensual para aportar y solventar los gastos y expensas, que no era mucho.
Mi mamá lloraba como si me fuera a Japón, y mi papá, más racional, lo tomó como una etapa a cumplir y a la que todo el mundo debía someterse.
Como primera regla nos propusimos no llevar a nuestros novios, que en realidad no eran tales sino chicos con los que salíamos de vez en cuando.
A veces, si tenía que hacer algún trámite en algún juzgado o lo que fuere, y era a última hora, en lugar de volver al estudio me iba a buscar a Luz. Después me di cuenta que cada vez que podía, postergaba todo para el final y llegarla a buscar con tiempo.
En la financiera me sentía más a gusto, la gente corría por los pasillos y hablaba fuerte, y también me sentía observada, me daba cuenta que no pasaba desapercibida para nada. Creo que por eso empecé a vestirme de manera sugerente. Trataba de no usar corpiño, que los escotes sean pronunciados, ropa ajustada. Era como una heroína de historietas que se cambiaba para no revelar su verdadera identidad.
Luz, que estaba al tanto de lo que pasaba, un día me dice, “Gustavo me preguntó por vos”. Gustavo era uno de los gerentes que tenía a su cargo el manejo de inversiones de tres grandes empresas, entre otras cosas. Me doblaba y más en edad, calculo que tendría unos 45 años en ese momento. Pero era un hombre muy atractivo, morocho con el cabello no muy corto, de cuerpo trabajado y siempre de traje o a lo sumo, camisa y corbata. Cuando él aparecía yo respiraba masculinidad. “Me dijo que arme un
after office
y que te avise”, agregó.
Me sorprendió la invitación, la verdad era que sabía que no pasaba desapercibida, pero de ahí a tener la posibilidad cierta de enfrentar a un tipo con esas cualidades, me dejó pensando. Luz me dijo, “estoy armando para este viernes, no hay que dejar que se enfríen las cosas. No le voy a decir a muchos para que pueda sentirse tranquilo, ya sabes que él es casado.”
Si, ya sabía, pensé, y la verdad me importaba nada, por dos cosas. Una era que si no pasaba nada, luego cada cual a su casa, y la otra era que si pasaba algo, estaba decidida a dejar hacer.
Llegó el viernes y había ido a trabajar, como normalmente lo hacía, vestida con unos pantalones beige y una camisa blanca, debajo tenía corpiño y arriba de este una remerita básica blanca. En un bolso llevaba mi ropa de combate. Ese día apuré todo para terminar con tiempo y cambiarme, debíamos encontrarnos a las 18 en un bar en Puerto Madero. Cuando terminé de hacer todas las tareas, me quedaban poco más de dos horas. Empecé a pensar dónde cambiarme y terminé volviendo al departamento. Me lavé las axilas, el cuello y las lolas. Y me empecé a cambiar. Elegí un culotte de encaje negro, falda negra bastante corta, y terminé poniéndome una camisa de encaje negra, quería ir sin corpiño y la blanca dejaba ver mucho mis pezones. Y así, con un saquito beige, salí para el bajo. Me tomé un taxi porque a esa hora el subte estaba lleno de gente.
Llegué a las 18:15 y ya estaban Luz, Gustavo, Corina y Pamela que eran del sector contable, Gaston, otro gerente pero de menor nivel que Gustavo y Marcelo, un contador nuevo que había ingresado hacía poco mas de tres meses. Ellos ya estaban acomodados en la barra, así que los saludé uno por uno y me paré al costado de Luz, que estaba sentada en una silla alta.
Casi en el mismo momento Gustavo nos dice de ocupar unos sillones que estaban cerca. Fuimos todos para ahí y la verdad que eran comodísimos, pero se perdía la conversación por la distancia y la música. Cuando nos estábamos acomodando llegó Sergio, el presidente de la empresa, un cincuentón muy buen mozo. Se lo veía poco, y era porque, según Luz, se la pasaba haciendo relaciones públicas, y sería cierto.
Gustavo, ni lerdo ni perezoso, se sentó a mi lado. Estabamos en un asiento de tres. Del otro lado se había acomodado Sergio. Me senté en el borde del asiento para poder participar más de la reunión. También pude ver mejor al presidente y a Gustavo, que conservaron puestos sus sacos todo el tiempo. Ambos tenían relojes caros y pulseras de oro, como demostrando su poder.
La cuestión es que empezaron a venir los tragos y botellas, acompañados de cosas para picar. A la media hora me reía de cualquier cosa. Y para cuando habían transcurrido masde dos horas, ya había perdido bastante control. Se habían ido el contador junior y Gaston, Corina y Pamela. A los pocos minutos Sergio atiende el teléfono, aparentemente había un problema que atender con un inversor y se apartó a hablar con el.
Luz me pregunta si estoy bien para irme. “Si”, le contesto, arrastrando la i. Gustavo dice, “así no te podés ir, yo te llevo”. “Mejor, así me quedo tranquila, yo me voy a quedar un ratito más.”, dijo Luz.
Gustavo se levanta y me ayuda a incorporarme, estaba bastante mareada, pero bien, dentro de todo. El mozo le devuelve la tarjeta junto con el ticket del valet parking.
Salimos y el frío que sentí me despertó un poco. Me vi parada al lado de Gustavo, toda de negro y con una camisa transparente que mostraba todo.
Cuando se baja el chico que fue a buscar el auto, recibe la propina y le sonríe un poco pícaramente. Subimos y nos marchamos. Me pregunta “cómo te sentís”. “Un poco mareada, pero ya está pasando”, le digo.
“¿Queres ir a algún lado y seguir charlando?”, pregunta.
“Si, dale”, es temprano todavía.
Y arrancó para la costanera. Pasamos aeroparque y entramos a un conocido restaurante. Eligió el lugar más alejado del estacionamiento y se sacó el cinturón, y yo hice lo mismo. Abrió la puerta y cuando iba a hacer lo mismo me dice “esperá, no bajes todavía”, me volví a acomodar y vi como se sacaba el saco, lo ponía en el asiento trasero y le dijo algo a un hombre que se acercó y luego se retiró. Se volvió a sentar en el asiento del conductor, cerrando la puerta, y me miró a los ojos. Yo me sentía como entregada, paralizada, no podía pensar mucho, su aspecto tan varonil contrastaba con todos los chicos que transaba habitualmente. Creo que realmente quería que me tocara o besara, pero que hiciera algo, quería sentirlo, saber cómo era con un hombre casado, mucho mayor que yo.
Sin decir palabra puso su mano en mi nuca y me llevó para sí. Nuestros labios se conectaron y me besó como muy pocas veces lo había hecho alguien. De a poco nuestros besos se empezaron a poner frenéticos, nos mordíamos la boca, chupábamos nuestras lenguas, y las manos empezaron a explorar zonas prohibidas hasta ese momento. Me metió su mano en el culo, levantando la pollera, y con la otra me desabotonaba la camisa.
Yo, por mi parte, empecé muy de a poco a frotarle la verga, tanteando su excitación. De golpe se detiene sale del auto, corriendo un poco el asiento hacia adelante, cierra la puerta y se sienta atrás, me toma la mano y me hace pasar por entre los asientos. Ahí me siento encima de él, ya tenía la camisa toda abierta, me la saqué y me acarició ambas tetas con sus manos, pasando sus pulgares por los pezones. Se detuvo a mirarlos y me apretó fuerte con el pulgar y el costado de su índice mi pezón izquierdo, abrí la boca pero reprimí el grito, me hacía doler pero me gustaba; tomé con mi mano la otra teta y se la puse en la boca, y mordía y chupaba mi otro pezón. Quería tocarlo pero como que todavía no me animaba a meter mi mano en su pantalón, ya tenía la pollera por la cintura, bajo el cierre y me la saqué por arriba quedándome solo con la tanga. Mkentras me besaba y jugaba con mis tetas, su mano se deslizó por debajo de mi tanga y fue directo a mi sexo, me empezó a cajetear, ya estaba súper mojada, ahí si, traté de sacar el cinturón y con su ayuda abrí su pantalón, se desabotonó la camisa y me acuclillé a escasos 30 centímetros de su entrepierna, cuando se empezó a bajar el pantalón y el boxer fue apareciendo su pija, que saltó cuando estuvo liberada quedando a nada de mi boca que estaba entreabierta. Lo miré a los ojos y dejé escapar un hilo de baba que llegó a su glande y sin dejar de mirarlo abrí más la boca mientras bajaba, metiéndome su herramienta. Se la chupé toda, le pasé la lengua por toda la pija y los huevos, me la metí todo lo que pude, me dieron un par de espasmos cuando llegó a mi garganta, y subí a besarlo y sentada arriba de él abrí toda la concha y me metí su verga adentro, empezando a moverme rítmicamente. Lo miraba y subía y bajaba mi pelvis, estaba muy lubricada y dejaba su cabeza adentro al subir y cuando bajaba lentamente, entraba en su totalidad. Al estar en esa situación, que fue como bajar un poco las vueltas para mí, me dí cuenta que ese tipo me gustaba mucho. Era muy apuesto, tenía el abdomen marcado, un perfume tenue pero riquísimo. En todo ese tiempo me dijo solo unas pocas cosas, me llamó puta varias veces y me excitó más aún, pero en ese momento me miró y me dijo “te voy a acabar en la boca”, y yo asentí. No habrán pasado más de cinco de mis subidas y bajadas que ma pide “bajá, comela”, y yo obediente, me metí toda la verga y sentí como me empezó a llenar la boca con su leche. Fueron unos pequeños chorritos al principio y después descargó todo en tres o cuatro que me inundaron. Cuando sentí que cesaron sus espasmos seguí chupándolo y me fui tragando todo su esperma hasta dejarlo perfectamente limpio. Le di unos chupones más en la pija mientras lo miraba. Después me acurruqué en su pecho. Me sentí tan bien cogida, pero si había una próxima, y estaba segura que la habría, sería en una cama.
Se empezó a incorporar de a poco y me empecé a vestir, nos acomodamos los dos bastante bien para hacerlo y pasé al asiento delantero donde me terminé de abotonar la camisa, acomodé el pelo con mis dedos y estaba lista. Él se sentó adelante y partimos. Me preguntó donde quedaba mi destino y fuimos escuchando musica sin hablar. No quería besarlo por el sabor a semen que tenía. Levanté el apoyabrazos para poder poner mi cabeza en su rezago y volví a tocarlo, esta vez sin pudor. Le bajé el cierre de la bragueta, metí la mano y al ratito estaba nuevamente al palo. Hay una escuela cercana al departamento, estacionó su auto ahí, a salvo de miradas indiscretas, y se la chupé de nuevo hasta que entre bufidos e insultos volvió a acabar. No voy a decir que me gusta el sabor del semen, pero todo el contexto, la trampa, la diferencia de edad, el lugar, todo, me excitó al límite, y disfruté cuando me volvió a llenar la boca. Nuevamente le dejé la pija reluciente. Arrancó y me dejó donde le había pedido. Antes de bajar del auto intercambiamos los teléfonos y me dijo que nos ibamos a contactar sólo por mensajes. Le di un beso en la mejilla y me fui al departamento donde ma esperaba Luz.