Gusano XVII

El gusano recibe sorpresa tras sorpresa...ahora sí que el gusano no tendrá marcha atrás...

Gusano (XVII)

Sorpresas

Para la época en que Jordan regresó al pueblo, haría dos semanas que había cumplido sus catorce años.  ¡Y joder…qué hermoso estaba el chico!  Si antes de irse era guapísimo, el más guapo del pueblo, al volver se había convertido en un Dios.  ¡A su regreso al pueblo, Jordan se había convertido en un Dios Adolescente!  ¡Qué guapo estaba el chico!  ¡Joder!

Aquella noche, la víspera de mi decimoséptimo cumpleaños, al verme allí desnudo, atado, tan indefenso, tan lloroso, tan humillado, puesto de rodillas a sus pies, casi tuve la certeza de que Jordan era un verdadero Dios.  Y a mí no me quedaba más que postrarme ante él para adorarlo.

Su cabello que ahora lo traía en una melena ondulada y dorada, sus hermosos ojos con ese tono azul profundo, los bien desarrollados músculos de su pecho que se alcanzaban a entrever a través de su polo ajustado, su torso amplio, sus poderosas piernas que se le cubrían con aquella generosa nube de vellos rubios, su rostro tan armonioso y con esa expresión de arrogancia irresistible, su piel perfectamente bronceada…todo ello me indujo o más bien me obligó a dejarme caer al suelo para besarle devotamente sus hermosos y blancos pies, calzados con unas sandalias de cuero que se ajustaban con correas sobre sus varoniles tobillos.

Al ver mi actitud tan servil, los chicos explotaron en carcajadas y empezaron a burlarse nuevamente de mí, endilgándome cuanto insulto se les cruzaba por la cabeza, llamándome “maricón” , “perro” , “lamepies” , “puta regalada” y todas aquellas otras lindezas con las que sin duda querían humillarme y rebajarme más de lo que ya estaba.

Pero a mí no me importó.  Lo único que valía para mí en ese momento era que, luego de tanto haber padecido durante tantos meses, tenía la oportunidad de volver a estar a los pies de mi primer y verdadero Amo.  Lo único que me importaba era que en ese momento mis labios estaban besando con devota sumisión los hermosos pies de ese Dios Adolescente al que adoraba con verdadero delirio.

Y lo mejor para mí, era que Jordan no me impedía que siguiera besándole sus pies con aquel sentimiento de veneración que me brotaba de los labios y se convertía en caricias que se posaban sobre los dedos y sobre el empeine de sus blancos, de sus hermosos, de sus perfectos y varoniles pies de Dios Adolescente.

Estaba completamente rendido, sollozando pero ya no de miedo, ni de dolor, ni de humillación.  Estaba sollozando de adoración, sintiendo que mi vida no iba a tener ninguna razón de ser a menos que aquel Dios me permitiera seguir adorándolo, sirviéndole, complaciéndolo.

—   ¡Escúchame, gusano hijoputa! – me espetó Jordan de pronto.

Y su voz se impuso altiva y como un trueno sobre las risotadas y los insultos de los otros chicos.  La sangre se me heló en la venas y me quedé paralizado, con mis labios apenas rozándole los pies con un beso que no alcancé a concluir.  Seguramente había llegado mi hora y Jordan se dedicaría enseguida a molerme a golpes hasta matarme.  O peor aún, me echaría de allí negándome la oportunidad de seguir adorándolo.

—   ¡Aún no se me olvida lo insolente que estuviste la última vez que te usé! – continuó – ¡Pero como me siento generoso, voy a darte una oportunidad y espero que esta vez la aproveches y no actúes como estúpido!

El alma me volvió al cuerpo.  Terminé de darle el beso que había dejado inconcluso sobre sus pies y haciendo un gran esfuerzo intenté alzar un poco la cabeza y con un hilo de voz musité:

—   Gra…gracias…Jordan…

Mi gesto de gratitud lo impacientó.  Así que levantó uno de sus pies y me lo descargó con fuerza en la cabeza aplastándome el rostro contra el suelo y me espetó:

—   ¡Te he dicho que me escuches, gusano hijoputa!

Me estremecí por el golpe y me aterré pensando que Jordan iba a molerme ahora sí.  ¡Qué estúpido era en no hacer lo que mi Amo me mandaba!  Así que esta vez me quedé inmóvil, prestando completa atención a lo que el chico me decía.

—   ¡Voy a darte una oportunidad, te he dicho!  ¡Te mereces un castigo por lo que hiciste la noche que me cagué en tu sucio hocico!

¡Sí…claro que yo merecía un castigo…que me lo aplicara…lo recibiría con gratitud!  Seguramente que Jordan esta vez volvería a cagarse en mi boca y tal vez hasta querría que todos los otros chicos también se cagaran en mi boca.  ¡Que lo hicieran si esa era la voluntad de Jordan!  ¡Yo lo soportaría, me tragaría toda la mierda que quisieran obsequiarme!  Y luego, si Jordan me lo permitía, iría a besarle sus pies para agradecerle la oportunidad que me brindaba.

—   ¡Si aguantas el castigo sin protestar, sin rebelarte y sin siquiera suplicar que tenga piedad de ti, voy a perdonarte y podrás volver a ser mi gusano! – me explicó mientras me seguía aplastando la cabeza con su pie – ¡Pero si siquiera me suplicas que tenga misericordia, yo mismo voy a llevarte donde ese manteco que te convirtió en la puta de los otros mantecos, te voy a entregar a él y le voy a dar libertad para que haga contigo lo que se le dé la gana!  ¡Y esta vez nadie va a venir a salvarte de ser la puta de esos cerdos!

Me estremecí con terror.  Si Jordan me entregaba de nuevo a la perversión y a la saña de Jeff, seguramente que no pasaría mucho tiempo antes de que aquel manteco hijoputa me hiciera morir de asco, de humillación o de dolor.

Al concluir su advertencia, levantó su pie liberando mi cabeza.  Enseguida se volvió a uno de los otros chicos, aquel que me había follado la boca de último, y le ordenó que me ayudara a ponerme nuevamente de rodillas.

Aquel bruto vino hacia mí, se inclinó y agarrándome por los pelos me levantó casi en vilo hasta hacerme poner nuevamente de rodillas a los pies de Jordan.  En ese momento todo el terrible dolor que aguijoneaba mi cuerpo se renovó.  Mis muñecas, mis tobillos y mis muslos atados por aquel envoltorio de cinta adhesiva que me había puesto Andy, se resintieron enormemente por la tensión de mi cuerpo al aguantar la violencia con que ese chico me haló de los pelos para ayudarme a incorporarme.

Sin querer, el horrible dolor de mis músculos hizo que dos gruesas lágrimas se desprendieran de mis ojos para rodar por mis mejillas, al tiempo que un gemido se escapó de mi boca.  Jordan pareció no darle importancia a las evidencias de mi sufrimiento.  En cambio de ello levantó uno de sus pies hasta posar la suela de su sandalia sobre mi rostro y me espetó:

—   ¡Ya lo sabes, gusano: ni una súplica!  ¡Y al final, tendrás que agradecerme que te haya castigado!

No se me ocurrió mejor manera de responderle que besándole devotamente la suela de su sandalia.  Entre tanto, al ver mi actitud tan sumisa, los otros chicos volvieron a torcerse de risa, al tiempo que de nuevo me endilgaban los humillantes insultos que ya me habían obsequiado anteriormente.

Sin hacer demasiado caso de la barahúnda que armaban los otros chicos, Jordan le ordenó a ese mismo que acababa de levantarme por los pelos, que me liberara de mis ataduras.  El bruto me arrancó de inmediato el pegote de cinta adhesiva que me mantenía inmovilizado y como viera que no podía moverme gracias a que las horas de estame atado me habían causado una especie de dolorosa parálisis, me agarró de nuevo por los pelos y por un tobillo, me levantó en vilo y empezó a sacudirme como si mi cuerpo fuera un saco de patatas, mientras yo no podía evitar gritar, renovando de esa forma el alborozo de los otros chicos.

—   ¡Ya déjalo! – le ordenó Jordan a ese bruto al cabo de unos minutos.

El otro me descargó en el suelo y de inmediato Jordan se volvió a ver a Andy y le preguntó a qué hora llegaban los otros chicos.

—   Ya no tardarán…están por dar las diez y dijeron que llegarían a las diez treinta.

—   Bien… – respondió Jordan –…pero ya estoy algo hambriento – y volviéndose hacia mí me ordenó: ¡Tú gusano, anda a prepararnos algunos bocadillos!

—   Si Jordan…como tú mandes…Jordan… – me atreví a responderle con un hilo de voz.

Pero estúpido de mí, se me ocurrió que antes de ir a obedecer a mi Amo debía cubrir mi cuerpo.  Así que en vez de enfilar para la cocina, tomé rumbo a la habitación de Andy, donde se había quedado mi ropa.

—   ¡Tú, gusano estúpido ¿para dónde crees que vas?! – me preguntó Jordan.

—   E…es…que…que…voy a…a ve…ves…a vestirme… – alcancé a responderle ya invadido de miedo.

—   ¡Ven acá, gusano estúpido! – me ordenó Jordan señalándome el suelo entre sus pies.

Temblando y empezando a sudar por el miedo, me deslicé lo más ágil que pude a donde me llamaba el chico y sin pensármelo me puse de rodillas a sus pies, con la cabeza inclinada y temiéndome lo que pudiera hacerme.

—   ¡Te ordené que fueras a prepararnos bocadillos, gusano estúpido…no te mandé nada más! –  me espetó con altivez – ¡Dame tu cara de idiota!

Levanté la cabeza aunque sin atreverme a mirarlo a la cara.  Y vi como su mano derecha, completamente abierta, se levantaba con lentitud y supe lo que pasaría enseguida.  Al cabo de unos pocos instantes que a mí me parecieron una eternidad, Jordan me lanzó la bofetada, golpeándome en pleno rostro con tal violencia que me hizo caer de costillas en el suelo.

—   ¡Ahora ya puedes ir a prepararnos los bocadillos, gusano estúpido! – me espetó con calma.

—   S…si…Jordan…co…como tu ma…como tu mandes Jordan… – atiné a responderle con los ojos llenos de lágrimas.

Los otros chicos volvieron a torcerse de risa y yo me apresuré a prepararles los bocadillos que me había ordenado mi Amo.  Al regresar desde la cocina al living, portando una gran bandeja con la botana para los chicos, me tomé la libertad de observar quiénes eran esos otros dos que además de Jordan y Andy habían estado allí desde el principio, usándome y castigándome como hacía mucho tiempo no me usaban ni me castigaban.

Uno de ellos era un nene hermosísimo, como dos años menor que Jordan y con cierto aire a él, por lo que supuse que ese nene era su primo.  El nombre del chiquillo era Ronald y además de guapísimo, se le notaba en el rostro una expresión de sadismo que me estremeció.  Tenía el aspecto de ser uno de esos chicos que está acostumbrado a hacer únicamente su absoluta voluntad.  Sin duda que era aquel al que Andy se había referido llamándolo “crio” , el que tenía la polla bien larga pero muy fina.

El otro chico, aquel bruto que me había follado la boca de último, el mismo que me había llevado al living arrastrándome por los pelos y que luego me había arrancado las ataduras, era Pretty, aquel manteco enorme y musculoso que ya conocía de antes, pues el muy cerdo era uno de los clientes de Jeff, el mismo que solía meterme su descomunal polla en la boca para esperar a que yo hiciera todo el trabajo con la lengua hasta lograr eyacular bien adentro de mi garganta.

Aquel bruto enorme, cabrón y algo guapillo, a pesar de su gran tamaño, parecía estar siempre a disposición de Jordan para obedecerle sus órdenes.  Desde el principio supuse que Pretty era como una especie de guardaespaldas de mi Amo y así iba a confirmarlo en los siguientes días.

Como era obvio, al primero que le ofrecí de los bocadillos que llevaba en la bandeja, fue a Jordan.  Me le acerqué despacio, con la mirada al suelo y me puse de rodillas a sus pies.  Al ver mi gesto de sumisión, los otros chicos volvieron a desternillarse de risa y Ronald comentó entre carcajadas mi disposición para servir:

—   Jajajaja…pero vaya lo buen sirviente que ha resultado este marica…jajajaja… – dijo el hermoso nene.

Los otros chicos también rieron por el comentario de Ronald y eso dio pie a que Jordan me ordenara servirles a todos los demás de la misma forma.  Así que el siguiente, que fue Andy, también me tuvo de rodillas a sus pies ofreciéndole el bocadillo.  Y de ahí me arrastré hacia donde estaba sentado el hermoso nene, también para ofrecerle su bocadillo.

Ronald tomó el bocadillo y le ordenó a Pretty que me recibiera la bandeja.  De inmediato puso su plato sobre mi cabeza y tratando de contener la risa me ordenó:

—   Bien, marica…vamos a ver si realmente eres tan buen sirviente…me vas a sostener mi plato sobre tu cabeza y al tiempo me vas a atender la verga…como se te caiga mi bocadillo, te aplasto las pelotas a pisotones…y además quiero que cuando le esté dando el último bocado a mi bocadillo, me estés haciendo eyacular entre tu hocico…si no lo logras, también te reviento las pelotas a pisotones…

Me aterré por la amenaza y el sadismo del nene.  Pero no tenía opción.  Seguro aquello era parte del castigo que Jordan tenía previsto, así que tratando de moverme lo mínimo posible, con el plato del bocadillo de Ronald en mi cabeza, corrí el cierre de sus vaqueros y con tiento liberé su larga polla que ya la tenía algo dura.

Jordan y los otros dos chicos observaban aquello con atención y se torcían de risa viendo mis esfuerzos por hacer lo que me había ordenado Ronald.  Con mi frente perlada de sudor por el miedo, bajé poco a poco mi cabeza hacia la entrepierna del nene y me fui tragando su verga muy despacio, hasta que sentí su glande alojado en mi garganta y mis labios pegados a su vientre.

Y como no podía moverme sin correr el riesgo de ir a tirar el bocadillo de Ronald, me apliqué a repasarle la verga con mi lengua, agradeciendo que al chico se le hubiese puesto tan dura casi enseguida y esforzándome al máximo para darle tanto placer que pudiera cumplir con su condición de hacerlo eyacular en mi garganta en el momento en que él estuviera dándole la última mordida a su bocadillo.

Creo que en ese trance estuve de mucha suerte o sería tal vez que mis esfuerzos valieron o simplemente que el nene estaba ya tan caliente, que no tardé mucho en lograr que su verga se convulsionara como si estuviera ebria, para enseguida empezar a vomitar semen a borbotones entre mi garganta.

El chico acabó de eyacular y yo seguí lamiéndole la verga muy suavemente, estándome lo más quieto que podía, sudando ya a mares y clamándole al cielo que hubiera logrado cumplir con las condiciones que él me había impuesto, porque con lo sádico que se veía que era ese nene, seguramente que no dudaría en cumplir su amenaza de pisotearme las pelotas hasta reventármelas, si es que le hubiese fallado.

—   Jajajaja… – explotó Ronald en carcajadas –…jajajaja…que este marica de verdad es un buen sirviente…jajajaja…el muy puto se ha tragado toda mi lefa…jajajaja…

Los otros chicos corearon las carcajadas del nene y yo, antes que humillado, me sentí aliviado por haber pasado semejante prueba tan terrible.  Pero no osé levantar mi cabeza ni sacarme la verga de Ronald.  Iba sintiendo como la polla del nene perdía consistencia, pero me mantenía con ella acunada entre mi boca.

Estando en esas, sentí que un nuevo chorro de líquido caliente y mucho menos espeso que el semen empezaba a invadirme.  Supe de inmediato de qué se trataba.  ¡Aquel pequeño cabrón se estaba meando en mi boca!  Y para coronar su hazaña, conteniendo la risa, me amenazó de nuevo:

—   ¡Como no te tragues todo y dejes que me salpique, igual te pisoteo las pelotas hasta reventártelas!

—   ¿Qué estás haciendo? – le preguntó Jordan.

—   Me estoy meando – le respondió el chiquillo.

Los chicos se torcieron de risa nuevamente mientras yo iba pasando a grandes tragos todo el meo del nene.  ¡Qué cabrón de cuidado era este chiquillo!  ¡Si no fuera tan hermoso, seguramente que cualquiera podría pensar que era el mismísimo demonio!

—   Jajajaja…eso es fácil para el gusano – comentó Andy –…jajajaja…al muy cerdo hasta le gusta que le meen en la boca…si a mí se me ofreció desde la primera vez para que le meara en su boca…jajajaja…

En esas estaba, con la verga de Ronald acabando de descargar su meo entre mi garganta, cuando tocaron a la puerta de entrada de la casa y Jordan le indicó a Pretty que fuera a revisar quién era.  Un par de minutos después entró un chico como de unos veinte años, flacucho, de cabello algo grasoso pegado al cráneo, vestido con ropa como del siglo anterior y en una actitud de tanta reverencia hacia Jordan, que me supuse que ese mequetrefe también era un esclavo de mi adorado Dios Adolescente.

—   ¡Te has tardado demasiado, comadreja! – le espetó Jordan.

—   Pe…per…perdóneme…perdóneme niño…niño Jordan… – se atrevió a implorar el mequetrefe.

—   ¡Cállate, comadreja estúpida! – le ordenó Jordan – ¡Ve y encárgate de la cocina!

El mequetrefe hizo una profunda reverencia y salió rumbo a la cocina, mientras que los chicos se torcían de risa viendo la actitud del idiota y su aspecto tan ridículo.  Yo seguía con la verga de Ronald entre mi boca, lamiéndosela suavemente para recoger las últimas gotas de su meo y aún no había terminado de desaparecer “la comadreja” cuando dos nuevos chicos hicieron su aparición.

Estos otros dos eran amigos de Andy, de su mismo curso en el colegio y de su misma edad.  Un par de cabroncitos de cuidado, que no solamente andaban por la vida apaleando al que podían, sino que además se ufanaban de ser los mataputos del pueblo.  Al parecer Jerry y Dan, que así se llamaban los dos chicos, lo primero que observaron fue a mí, completamente en cueros, arrodillado a los pies de Ronald y con su alargada verga entre mi boca.

La expresión de su rostro fue de asombro en un principio, pero enseguida se soltaron en carcajadas al tiempo que me señalaban con sus dedos.  Dan estaba torciéndose de risa y seguramente se le dificultaba hablar en ese momento, pero Jerry expresó lo que seguramente estaban pensando los dos:

—   Jajajaja…de verdad que es puto este idiota…jajajaja…

Sentí que una corriente eléctrica recorría toda mi espina dorsal.  Aquellos dos cabrones seguramente que de ahí en adelante no me dejarían en paz y me iban a poner en evidencia ante todo el colegio.  ¡Qué desgracia tan infinita la mía!  ¡Y sin la menor opción de salir de allí!  Lo único que pude hacer fue concentrarme en que todo aquello estaba pasando porque Jordan así lo quería y ese pensamiento me sirvió para resignarme a mi suerte.

Pero aún no acababan Jerry y Dan de controlar sus carcajadas cuando llegó otro chico.  ¡Y por mi madre que la aparición de este otro me puso los pelos de punta!  Era Scott, alias “el cabezón”, un nerd de catorce años que siendo un ratón de biblioteca iba dos cursos adelante que los otros chicos de su misma edad.

Aquel nerd insoportable me traía loco en el colegio burlándose a cada instante de mí, afirmando que yo era un imbécil y que poco me faltaba para ser retrasado mental.  Yo quería matar al maldito cabezón en cada ocasión, pero no podía ni tocarlo sin arriesgarme a que me echaran del colegio, pues gracias a sus logros, era uno de los consentidos de todo el cuerpo de profesores.

Y allí estaba el maldito cabezón, con sus anteojos tan gruesos como fondos de botella, con su rostro picado de acné, con sus dientes de conejo saliéndosele sobre el labio inferior.  Y lo peor era que me observaba como a una rata de laboratorio y meneaba su cabeza, primero con incredulidad y luego con su sonrisa de estúpido, para terminar diciendo con tono de sabihondo:

—   Imbécil y además puto…dos enfermedades muy graves…

Los otros chicos se desternillaron de risa por el comentario del cabezón y yo sentí que las lágrimas acudían a mis ojos.  ¡Y sin atreverme a sacar la verga de Ronald de mi boca!  ¡Maldita suerte la mía!  ¡Y para completar en cueros y arrodillado a los pies del nene!  ¡Qué desgracia tan infinita la mía!

Y sin que acabara de reponerme de la desagradable sorpresa por la llegada del cabezón, sucedió algo aún mucho peor para mí: en el living aparecieron otros cuatro chicos, cuya presencia y las burlas que me dedicaron, me hicieron llorar ya sin ningún consuelo, mientras Ronald exhibía ante la mirada y los burlones comentarios de todos, cómo era que me tenía en pelotas, arrodillado a sus pies y con su larga verga bien metida entre mi boca.

Los recién llegados eran nada más y nada menos que los dos mellizos Morrison y el pesado de Wil que traía consigo a la cucaracha Cuter, aquel gordo mariconzote que había luchado conmigo aquella noche en que Jordan se había cagado en mi boca.

Así las cosas, la víspera de mi decimoséptimo cumpleaños, había ido de sorpresa en sorpresa.  Primero había sido lo que inicialmente consideré la traición de Andy al entregarme desnudo, atado, vendado y de rodillas para que otros chicos me follaran la boca.  Luego había sido el encontrarme ante Jordan, postrado a sus pies y recibir de él el anuncio de que tenía una oportunidad para ganarme su perdón.  Finalmente estaba aquella aglomeración de chicos que seguramente no traerían ninguna buena intención para conmigo.

Pero allí estaba yo, sorprendido y todo, dispuesto a cualquier cosa con tal de volver a ganarme la dicha de seguir siendo el gusano de aquel Dios Adolescente en el que se había convertido Jordan.  Y si para ello tenía que hacer cualquier cosa, pues la haría, porque esta vez no iba a arriesgarme a vivir en el infierno que había conocido por rebelarme contra mi Amo.