Gus y Adriana me invitan a otra barbacoa
Adriana sigue consiguiendo lo que quiere, y yo encantado de formar parte de sus fantasías
Había estado unos días de vacaciones, que aproveché para venir a España y pasarlos en la playa con mi familia. Desconectar un poco del trabajo y sobre todo de tanto morbo como estaba viviendo últimamente, me vino bien para retomar contacto con la realidad. Esos días, debido al calentón que traía y el tiempo que llevaba fuera, cada vez que pillaba a mi mujer, como pudiésemos sacar un ratín, acabábamos echando un polvazo rápido en cualquier sitio.
Además en la playa, yo le insistía en que hiciese topless, y le estaba yo untando protección solar cada dos por tres, y aprovechaba para sobarle las tetas en público. La verdad es que mi mujer siempre ha tenido buenas tetas. Tienen un tamaño medio, ni muy grandes, ni tampoco pequeñas, pero sobre todo es que las tiene muy bien puestas. El caso es que cada vez que se las sobaba, o veía como otros hombres la miraban, se me ponía la polla dura. Mi mujer me decía que me estaba volviendo un viejo verde, pero lo decía con esa sonrisilla pícara de no molestarle en absoluto.
Cuando las vacaciones se terminaron, volví a los Estados Unidos para retomar el trabajo. Aterricé un domingo por la mañana y al recoger la maleta, cogí un taxi y me fui para casa. Debía ser medio día aproximadamente cuando llegué. Deshice la maleta y lo estuve colocando todo un poco, y antes de comer me fui a la piscina a aprovechar el sol y darme un baño.
Al llegar allí me encontré con Gus y Adriana, que estaban tomando el sol. Me fui directo a ellos, y tras darle un abrazo a Gus y dos besos a Adriana, cogí una tumbona y me puse junto a ellos. Les estuve contando que acaba de llegar de España y me estuvieron preguntando por las vacaciones y demás, hablando de trivialidades. Me extrañó no verles con sus hijas y al preguntarles por ellas Gus me dijo que estaban en el cumpleaños de una amiga, que se las habían llevado a todas al “six flags”, un parque de atracciones que había cerca y que pasarían allí el día.
Gus – Oye, pues si acabas de llegar no tendrás comida. Te vienes con nosotros a casa, que le echamos algo de carne a la barbacoa y como no están las niñas comemos tan tranquilos y nos echamos un roncito después.
La verdad es que no me parecía mal plan, pero aunque me lo hubiera parecido, cuando Gus se ponía cabezón, no había forma de llevarle la contraria, así que acepté encantado con la condición de que me dejasen llevar un vino español.
A eso de las 2 o así, dijeron de irnos yendo para su casa, así que les dije que iba un momento a casa a por un vino y ahora mismo iba a la suya. Como sabía lo bien que quedaba siempre que llevaba vino español a las comidas que me invitaban, solía tener varias botellas en casa, así que cogí una botella de blanco de Rueda y una de un buen tinto, y me fui para su casa.
Al llegar me abrió Adriana, que iba aún solo con el bikini, y según cerró la puerta, me agarró y me dio un buen morreo. El morbo del momento me puso la polla morcillona inmediatamente, y al ir en bañador, no era fácil disimular. Como llevaba una botella de vino en cada mano, no pude aprovechar y sobarle su cuerpazo a ella.
Y – Vas a conseguir que Gus nos pille, y verás la que liamos.
A – Tú déjame eso a mí, que igual te llevas una sorpresa….
Y – ¿Qué quieres decir?
Se rio, me agarró la polla sobre el bañador y me dio otro beso, y me dijo que nada, que me fuese al patio, que estaba Gus encendiendo la barbacoa. Cogió las botellas para meterlas en el frigorífico y aproveché yo para darle un buen repaso a su cuerpo. Le agarré las tetas desde atrás y la pegué contra mí, y mientras le comía el cuello, llevé una mano a su coñito y lo toqué por dentro del bikini. Estaba bien depilado como siempre y húmedo, para variar…
A – Déjame cabronazo, que me tienes cachonda perdida desde que te he visto llegar a la piscina.
Cuando saqué el dedo, se lo llevé a la boca y me lo chupó sin pensárselo, dejando escapar un ronroneo. Le di un azote, y salí al patio donde estaba Gus con una cerveza en la mano y encendiendo el carbón.
Enseguida salió ella con la botella de vino blanco con un sacacorchos y unas copas. Llevaba un bikini blanco que con su cuerpo moreno, hacía un contraste muy bonito, y parecía aún más atractiva. La muy cabrona se había puesto unas sandalias tipo chancla, pero con un tacón de unos 4 o cinco centímetros. No muy alto, pero lo justo para hacerle una forma súper sensual a sus pies, y estilizar con ello sus piernas y realzar en conjunto su figura. Puso una pose muy sensual y con voz melosa y provocadora, dijo
A – Así que hoy tengo a estos dos hombretones para mí sola…
G – Pues claro mi amor, tú te mereces todo, y estos dos hombres están aquí para lo que tú quieras, ¿verdad hermano?
Y acercándose a ella, le rodeó la cintura y mientras le daba un beso le dio la vuelta para que yo viese como le tocaba el culo y me guiñaba un ojo
Y – Claro, como no, semejante mujer…. Para lo que ella quiera!!!
A – Bueeeno, eso espero, que cuando yo pida ustedes me dén
Nos reímos los tres, pero yo no puede evitar excitarme con ese intercambio de palabras tan cargado de dobles intenciones. Empecé a pensar que Gus no era precisamente un inocente cornudo, sino que esos dos tenían algo más entre manos. Por un lado me sorprendía que de ser así Adriana no me lo hubiese contado ya, pero ese juego de provocación no parecía casual. En todo caso, solo quedaba dejar pasar el tiempo y el vino, y ver qué iba pasando.
Abrí la botella y le serví vino a Adriana, y me puse yo también una copa. Gus estaba con la cerveza y rechazó el vino de momento. Juntamos las copas y brindamos.
Finalmente la barbacoa prendió y Adriana entraba y salía sacando algunas cosas de la cocina. Me ofrecí a ayudarla, pero me dijo que mejor me sentase, que yo era el invitado.
Fueron pasando los minutos y cayendo la primera botella de vino, y Adriana cada vez que se acercaba a la parrilla aprovechaba para abrazarse a Gus, que no se cortaba un pelo y la comía la boca con descaro y la sobaba bien el culo, asegurándose que yo le viese hacerlo, y cuando ella le daba la espalda, me hacía algún gesto sobre lo buena que estaba. Una de las veces, tras uno de esos magreos de Gus, ella se vino hacia la mesa para picar un poco de guacamole, y aprovechó y se sentó en mis rodillas con toda naturalidad mientras seguía hablando con Gus. Yo viendo el panorama, pensé que quizás debería hacer algún movimiento, así que le puse la mano directamente en la cintura, y después le acariciaba la espalada. Ella al sentir mi mano recorrerla, dijo
A – mmmmmm, Gus, qué manos tiene este hombre…. Que rico se sienten sus caricias en mi espalda.
Era el momento crítico… seguía acariciándola más por inercia y por simular normalidad que por otra cosa, esperando la respuesta de Gus.
G – Mi amor, pues si en la espalda se sienten ricas, imagina cómo se sentirán en el resto del cuerpo, ¿verdad hermano?
Y – Bueno, no sé. Podemos probar y que ella nos lo cuente…
Y dicho eso, dejé mi copa en la mesa y sin quitar la mano derecha de la espalda, con la izquierda le empecé a acariciar los muslos, desde casi la braguita del bikini, hasta la rodilla, por la parte superior pero dejando que las yemas de mis dedos entrasen en la parte interior de sus muslos.
A – mmmmmm, papá que rico. Este hombre sabe cómo tratar a una mujer. Mira mi amor como se me pararon los pezones enseguida.
G – Ya sabía yo que mi hermano sabía cómo tratar a una mujer, y que mi amor hoy iba a tener lo que ella quería. Porque Víctor, ¿tú sabes que mi amorcito lleva tiempo queriendo que le pongas las manos encima?
Y mientras decía eso, se acercó a nosotros, y dándole un piquito en los labios le pellizcó los pezones.
Yo ya en ese momento entendí que tenía carta blanca, y en cuanto Gus se retiró de nuevo hacia la barbacoa, llevé mi mano izquierda a las tetas de Adriana. Y metiendo la mano por debajo del top del bikini, se lo subí, dejando al descubierto sus tetas, y mientras le sobaba la derecha, le chupaba el pezón de la izquierda, que era el que tenía más cerca de mí.
Ella entonces me agarró de la cabeza y gimió sonoramente para que Gus la escuchase. Afortunadamente su patio solo se veía desde la casa de los vecinos de al lado, pero estaba todo cerrado, así que era evidente que no había nadie, por lo que no había problema en cuanto a la intimidad. Yo la estuve lamiendo el pezón un rato y sobándole el otro pecho mientras Gus se acercó y la besaba. Ella directamente llevó su mano a la polla de Gus y se la sobó por encima del bañador, que se notaba que ya la tenía casi dura, y se la estuvo sobando hasta que la notó dura, y entonces, yo retiré mi cabeza, y ella tiró del bañador de Gus para abajo dejando su polla al descubierto.
Su polla no era ni grande ni pequeña, era bastante normalita, pero la tenía ya totalmente dura. Ella sin levantarse de mis rodillas, se echó para adelante y se la metió en la boca. Empezó a hacerle una mamada a apenas un palmo de mi cara.
A mí los hombres no me gustan, pero reconozco que aquella visión me estaba excitando mucho. Después de un rato de chupársela, se la sacó de la boca, y mientras con la mano derecha seguía masturbándole despacio, giró la cara y me besó a mí. Su boca sabía salada. Evidentemente era el sabor del líquido pre seminal de la polla de Gus. No solo no me molestó, sino que me dio tal morbo, que dejé de sobarle las tetas y bajé mi mano a su coñito por dentro del bikini y recorrí toda su rajita con mi dedo corazón. Estaba chorreando ya la muy zorra. Había conseguido tenernos a los dos para ella. Metí mi dedo dentro de su coñito y lo noté ardiendo. Al sentirlo dentro ella dio un gemido en alto
A – Ahhh, amor, me ha metido un dedo el cabrón, y lo está moviendo. Ahhh, que placer
Metió la mano dentro de mi bañador y empezó a apretarme la polla queriendo sacarla para masturbarme también como hacía con Gus, pero como estaba sentada casi sobre ella, no podía. Se incorporó justo frente a mí, dándome la espalda y con las piernas estiradas, se echó para adelante para volver a chuparle la polla a Gus, ofreciéndome a mí todo su culazo. Agarré la braga del bikini y se la bajé hasta los pies. Al hacerlo pude disfrutar de nuevo de la visión tan extremadamente sensual que ofrecían sus pies subidos en esas sandalias de tacón sin más sujeción que la de la parte delantera del empeine, junto a dedos. Aquello me excitaba muchísimo.
Una vez que hice eso, me bajé yo el bañador también hasta los pies, y dejé mi polla al aire, que ya estaba dura como una piedra, y muy babosa de lo cachondo que estaba. Me volví a sentar y restregué bien todo el líquido pre seminal por el glande para facilitar la penetración. Agarré el culo de Adriana, que seguía chupando la polla de Gus, y la bajé sobre mi polla, haciendo que se sentase sobre mí. Se paró lo justo para que yo apuntase la punta en la entrada de su coñito, y sin más dilación, se fue dejando caer poco a poco.
A – Ahhhh, mi amor, que polla tiene. Me está destrozando ahí dentro. La siento bien profunda en la tripa
G – Sí mi amor, ya la tienes dentro, como me la pedías anoche. Ya tienes tu capricho bien dentro de ti.
Yo alucinaba con la conversación que se traían, y me reía por dentro, porque no estaba muy seguro de si estaban haciendo su teatrillo y en realidad eran liberales desde siempre, o realmente ella le había engatusado para que la dejase follar conmigo delante de él. El caso es que ella empezó a follarme restregando su coñito de adelante a atrás recorriendo sobre mis piernas, mientras mi polla entraba y salía de su coñito y Gus seguía con su polla en la boca de Adriana.
Ahora gemíamos los tres de gusto. Gus mientras disfrutaba de su mamada, no perdía ojo de cómo ella me follaba y como yo la agarraba de las tetas y le pellizcaba los pezones mientras ella no paraba de emitir sonidos y ronroneos, pero sin sacarse la polla de Gus para nada. Entonces se la sacó, se la agarró con la mano y empezó a masturbarle a buena velocidad mientras aceleró también el ritmo de la follada que me estaba dando.
Tras varios minutos así, Gus la avisó de que se iba a correr, y ella apuntó la polla hacia su boca y la abrió, esperando que Gus disparase su carga. Yo me eché hacia un lado para poder verlo bien, y observé con detalle como justo cuando él empezó a gruñir como un perro amenazante y su cuerpo se tensaba, empezó a disparar varios chorros de semen sobre la boca y la cara de su mujer. Aquello debió terminar de rematar a Adriana, que me follaba a toda la velocidad y justo al terminar de correrse Gus, ella empezó con su orgasmo, haciendo que pegase la boca sobre la tripa de su marido para sofocar el grito de placer que estaba dando.
Cuando terminó su orgasmo, se quedó parada, pero yo aún no había terminado, así que ahora yo tomé las riendas. Me levanté y la cogí a ella de la cintura, y la llevé contra la mesa, de espaldas y le apoyé el culo sobre ella. Ella abrió bien sus piernas para recibirme, y yo sin esperar apunté mi polla a su coñito y se la volví a meter de un solo golpe. Empecé a follarla agarrándola de las caderas para poder tirar de ella a cada una de mis embestidas, mientras nos mirábamos a los ojos con cara de salvajes. Me acerqué y nos besamos como locos mientras seguía follándola con fuerza y Gus a nuestro lado, nos miraba y se tocaba la polla, que ya se le había quedado flácida.
Estuvimos así otro ratillo. Nadie hablaba. Gus estaba como hipnotizado mirándonos, con una cara muy morbosa y Adriana y yo nos mirábamos a los ojos con cara de vicio y admirábamos nuestros cuerpos tensos follándonos con ansia. Aunque ya sabía por las veces anteriores que me podía correr dentro, avisé que me iba a correr ya, y Gus enseguida respondió
G – Dale hermano, suéltale tu lechita dentro a mi hembra, que le gusta notarla calentita, ¿verdad mi amor?
A – Siiii, dámela dentro, dámela, que yo también me vengo ya
Y noté llegar mi orgasmo como una explosión y empecé a soltarle todo mi semen dentro. Reduje el ritmo para disfrutarlo bien y admiraba el espectáculo físico y sexual que era esa mujer, al tiempo que le amasaba las tetas. Al notar mi semen derramarse caliente en su interior ella también alcanzó un nuevo orgasmo y rodeó mi culo con sus piernas atrayéndome con sus pies con fuerza hacia ella, mientras buscaba a su marido para abrazarse a él.
Finalmente nos quedamos exhaustos los dos. Ella abrazada a Gus, y yo apoyado sobre la mesa, le besaba suave los pezones y el cuello mientras notaba mi polla aún dentro de su coñito ir perdiendo vigor y empezar a escurrirse fuera.
Cogí un poco de papel de cocina que había sobre la mesa y me limpié el pene ya casi flácido, y luego la limpié a ella el coñito. Le di un último lametón y un besito y me senté de nuevo a su lado a tomar el vino que quedaba en mi copa para hidratarme tras el esfuerzo.
Nos recompusimos un poco, y nos dispusimos a continuar con la comida. Afortunadamente Gus había retirado la carne de las brasas al ver que nos estábamos liando, y no se había quemado, así que ahora volvió a ponerla y pudimos finalmente comer. La comida fue realmente divertida una vez que ya estábamos relajados y actuábamos sin tabúes ninguno de los tres, y me estuvieron contando que esa no era su primera experiencia liberal. La sobremesa y el resto de la tarde, como ya os podéis imaginar dio mucho juego….