GuarroMetalXXX: Ana
Todos los finales dejan mal sabor de boca.
Ana no sonríe. Los celos la están matando. Se levanta del sillón despechada. Todo celos. Tdo fuego. Quiere pasar por mi lado sin decrime nada. Sólo para mostrarme todo su menosprecio, todo su despeco. Lo leo en sus ojos. No se va a salir con la suya. Ni ella, ni Cris.
La agarro por el brazo.
-¡Sueltáme!.- Protesta.
Finge. No soy tan tonto. Finge como todas. Es un arte.
La cojo por la cintura, enmedio de sus protestas. Le beso el cuello, la vampirizo, la muerdo. Noto sus pezones endurecidos, su boca que se pega a la mía.
-Eres odioso.- Me susurra.
No está nada mal. Levanto en vilo su cuerpo alargada y un poco frágil. Metro setenta y cuatro de niña rebelde. La empalo sin ningún problea. Está húmeda y lubricada desde hace rato. Sus piernas se enlazan con las mías. Beso sus pechos pequeños y pálidos. Su lengua busca la mía.
Cris está perpleja.
La diposito en el suelo. Buscamos una posición más cómoda. Se arrodilla encima del sillón, dándóme la espalda y apoyándose en el respaldo. Me admira su pequeño culo blanco y un poco respingón. Lo beso suavemente. Busco la parte posterior de su vulva y le separo los labios a lengüetazos.
Siento como sus uñas arañan el sillón.
-Venga, vuelve a metérmela.- Me suplica.
Paseo deliberadamente la punta de mi pene por su entrepierna antes de penetrarla. Mis manos rodean su cuerpo y vuelvo a meterme en ella. Al principio el ritmo es suave y lento. Pero acabo envistiéndola salvajemente, sin que ella se queje.
La cabalgada se desboca. Su cuerpo se tensa como una cuerda de violín y acabo explotando como una carga de dinamita. Se deja caer sin fuerzas sobre el sillón.
-Dios.- Suspira aún temblorosa y con la respiración entrecortada.
Me quedo encima de ella. Me vuelve a besar, mientras sus manos recorren mi torso.
-Pareceis atontados.- Cris no se muestra muy contenta.
Ninguno de los dos dice nada. Está usando todo su sarcasmo para dar rienda suelta a su rabia. Pero es demasiado inteligente para mostrar ningún otro signo externo de su frustración. Naturalmente, la primera forma de no verse a sí mismo derrotado, es no admitir la derrota.
Me remuevo inquieto, y enmedio de la noche de primavera me pregunto por qué hace tanto calor. Tengo sed. Una sed abrasadora. Me levanto y encamino mis pasos hacia el baño, atravesando la oscuridad relativa de la habitación. Me paro frente a la puerta del baño. No es posible, pero me ha parecido captar un pequeño rumor apagado. Escucho con atención. se repite el fenómeno. Empujo la puerta decidido. No hay color. Alguien se lo ha llevado esta noche. La sobrecogedora escena tiene lugar ante mí en blanco y negro. La más pequeña de las dos hermanas con el cuerpo doblado hacia delante, el culo levantado y las piernas separadas es penetrada por el agujero posterior por el vibrador de cintura de Cris. Grande, negro, reluciente y húmedo, viola sin piedad el recto de Ana. Cris la tiene cogida por la cintura y la embiste brutalmente, como si de un castigo se tratara.
Un estremecimiento me devuelve a la realidad. Cris está a mi lado contemplándome divertida.
-¿Qué?¿Te diviertes?.- Me pregunta mientras coge mi aparato.
Lo manosea un poco. Me masturba y se lo mete entre sus pechos pesados y morenos.
-¿Dónde está Ana?.-Me aventuro a preguntar.
-Está en el baño.
Cuando tengo una buena erección, vierte un poco de aceite corporal sobre mi miembro, de una pequeña botellita que tiene encima de la mesilla. Me extraña un poco.
-¿Qué te propones?.- Me tiene intrigado.
-Ya lo verás.- Me responde con sencillez y voz despreocupada.
Sin dejar de estimular mi miembro, hace el ademán de sentarse encima. Aprieta la pequeña cabeza contra su ano. Noto una presión que va cediendo paulatinamente, hasta que Cris queda absolutamente sentada encima mío, y con mi sexo hundido en ella hasta la empuñadura.
-Joder.- Exclamo.
-¿Qué?¿Acojona, eh, una mujer inteligente que sabe lo que quiere?
Cuando Ana entra en la habitación, no puede reprimir una expresión de sorpresa.
-Vaya.
Sin decir nada, abre un cajón de la cómoda y saca un grandioso vibrador negro, con un par de pelotas incluidas y una ventosa en la base. Coge el aceita de la mesilla y se embadurna el sexo. Su mano baja hasta la entrada de su recto. Introduce en él su índice. Es la guerra, y de momento ninguna de las dos se rinde. Mientras Cris hace de las suyas, contemplo emocionado el glorioso momento: como la chica empieza a clavarse en el descomunal aparato, sin dejar de masturbarse. Su mirada acerada me atraviesa mientras, no sin cierta dificultad inicial, el gigantesco miembro empieza a perderse en sus entrañas. La habitación se llena con nuestras tres respiraciones agitadas y algún que otor gemido. Cris tiene unas convulsiones extrañas. A través del espejo del otro extremo de la habitación puedo ver la hendidura totalmente abierta de su sexo como si estuviera a punto de parir, y cómo de ella se escapa un pequeño hilo de un líquido transparente y un poco viscoso. Mi miembro inflado estalla contra las paredes de su recto.
Ana parece totalmente ida. Su mirada es completamente turbia, navegando en una zona intermedia entre el placer y el dolor.
Cris se desclava de mí con el triumfo en sus ojos. Sale de la habitación a buscar un cigarrillo en el comedor, según ella.
Busco la mirada de Ana, pero noto que me rehuye. No nos decimos nada. No sé qué decirle. Me siento un poco mezquino.
Saco todas esas tonterías de mi cabeza. A lo mejor son sólo elucubraciones mías. Me voy al baño a tomarme una ducha. A ver si me despejo un poco. Al salir de la habitación veo a través del espejo y por el rabillo como la chica continua con la mirada cabizbaja.
Entro en el baño. Abro el agua caliente y me meto dentro. A los pocos segundos siento como se abre la puerta. Immediatamente miro a través de la s cortinillas quién es.
Ana se ha quedado parada ante mí. Parece confusa, pero al final se decide.
-Oye.- Empieza.
-¿Sí?
-¿Querias decirme algo antes?.- Me pregunta sin mirarme.
-Nada. Que lo siento.
-No seas tonto. Todos sabemos a qué jugamos.
-No sé...
Se acerca más y más. Adivino su gesto. Se mete en la ducha conmigo. Su cuerpo delgado y su piel vulonerable se aprietan contra mí. Me hace estremecer aún más que su hermana. Busco su boca, su cuello, sus pechos. Se restrega contra mi cuerpo. Para mi sorpresa me dá la espalda, se pone de puntillas y separa las piernas.
-Hazme lo mismo que a mi hermana.- Me pide.
No me atrevo. NO quiero hacerle daño.
Le beso el cuello.
-Por favor...- Me suplica.
La tentación de su estrecho y blanco culo está allí. Mis manos rodean su cintura. Ella separa un poco más las piernas. Presiono su pequeña abertura. Lo hago de una sola vez y sin detenerme. Como un acto doloroso que tiene que ejecutarse rápidamente y sin vacilación para causar el mínimo daño posible. Los músculos de sus piernas y su espalda se ponen en tensión.
Aún es más estrecha que su hermana, me siento más apretado por todos los lados. Pero la sensación de estar al borde de el límite, del equilibrio precario y extremo embriaga mis sentidos. La embisto sin que ella deje de estimular su clítoris. Poco a poco sus piernas van perdiendo fuerza. Hasta el punto en que ella acaba arrodillada y con la parte superior de su cuerpo rendida en el suelo, de forma que sólo su trasero queda levantado. Gime totalmente rendida y con la respiración entrecortada. La cabeza ladeada y apoyándose en el suelo del plato de la ducha. Sus manos intentando arañar la porcelana. El agua golpeando, repiqueteando y resbalando por su cuerpo. Acabamos exhaustos en el suelo, casi en posición fetal. Abrazo su cuerpo desde detrás. El agua continua fluyendo y cayendo.
Mientras acabo de vestirme, no puedo evitar oír un retazo de conversa en la cocina. Me acerco de puntillas y sin hacer ruido.
-No está mal del todo, aunque al final se le acaban las pilas como a todos.- Comenta Cris.
-Sí, pero es un palurdo.- Se burla Ana.
-Es como todos. Es incompleto, imperfecto: los que son inteligentes en la cama, nada y los que funcionan en la cama son unos paletos.- Se ríe Cris.
-Pobrecillo. Es que es realmente palurdo, el tío.
Me quedo helado. No sé cual es peor.
La sangre me sube a la cabeza. Estoy a punto de entrar en la cocina y cometer una locura, pero me calmo. Abro la puerta del piso y me largo asqueado. No me sale de las narices aguantar tanta condescendencia y tanta hipocresía.
"Es un juego".- Me repito recordando las palabras de Ana.
Bajo las escaleras. El aire de la calle es un poco frío e inhóspito. El día es gris. Tengo prisa por llegar a la entrevista de trabajo y un poco de mal sabor en la boca.
No tardo en llegar a la dirección indicada. Oficinas acristaladas. Despachos, escritorios y ordenadores.
-Un momento, por favor.- Me indica una empleada haciéndome pasar a la sala de espera.
-Ya puede pasar, le espera la Directora del Departamento de Recursos Humanos.- Me anuncian al cabo de unos momentos.
El despacho está decorado con buen gusto, moderno, funcional. Detrás de la mesa hay un rostro conocido.
-Siéntate, por favor.- Me dice al cabo de unos segundos.
Sonrío con todo mi cinismo. Cris no me va a dar el trabajo, pero sonrio.
-Saluda a tu hermanita de mi parte.- Le digo cordialmente.
Uno no siempre tiene el gusto de dar por el culo a un Director de Recursos Humanos.
Sólo es un juego.