¿Guarra... o diablo?

A veces, la línea entre ángel (ella) o diablo (él) es muy delgada, otras, no tanto. Yo no soy quién para juzgar. Lo podéis hacer vosotros… Y aunque, probablemente víctima, ella es una perra

Sandra había quedado con Jose un par de veces para liarse, sólo para eso. Iban juntos al instituto y ahora que se acercaban las vacaciones, había que celebrar el inminente fin de curso. Primero de bachillerato estaba a punto de acabar. Los libros dejaban paso a otro tipo de entretenimientos. Y el calorcito iba a ser un buen aliado de la pareja, que acabó una tarde prometedora no de la mejor manera, pero sí bien suaves por lo que iba a ocurrir.

Sandra había estado hablando con su íntima María la tarde anterior. Como de costumbre estuvieron pegadas una hora al teléfono. El centro de la conversación había sido Jose, un chico moreno que había hecho de la chulería su bandera. Un gilipollas, sí, pero esa altanería le había hecho liarse con varias chicas bastantes monas.

El interés de María era conocer hasta dónde estaba dispuesta a llegar Sandra aquella tarde con Jose. Y la verdad es que ni la propia Sandra lo sabía. De todas formas, ya tenía localizados los preservativos que su hermano guardaba en la mesilla de noche. "Puede pasar cualquier cosa y puede que no pase nada", había confesado Sandra.

Jose y Sandra habían quedado a las 16:00 en un parque cercano a la casa de la chica. Jose llegó en su moto y la montó. Se dirigían a la casa de campo que los padres de ella tenían a las afueras de la ciudad.

Sandra se remangó el vestidito corto que tapaba el bikini rojo del que asomaban las tiras del sujetador alrededor de su cuello. Jose, para asegurarse de que su paquete iba bien sentado, alargó la mano hacia atrás dando un cachete en el muslo de Sandra. No fue un cachete sin intención. Jose se regodeó en el culo de Sandra, apretando fuerte en su movimiento. Sandra contuvo la respiración. Estaba muy nerviosa por lo que podía pasar.

La pareja de adolescentes llegó al campo y fue directa a la piscina. La verdad es que la casa de campo de Sandra estaba apartada del resto de viviendas que había por la zona. En lo alto de un pequeño montículo de tierra se encontraba la casa (y la piscina) donde Sandra había comenzado a mamar pollas a lametazos.

Una vez en la piscina comenzó la cuenta atrás para un Jose que se había hecho demasiadas ilusiones con la cita. En las dos anteriores, sólo había podido manosear los pechos de Sandra, por fuera de la ropa.

Sandra estaba de espaldas al chico, que le bajó los tirantes, dejando caer el vestidito tras el que se escondía el bikini que desataría sus más bajas pasiones.

Jose comenzó a besarla en la nuca. Bajó por el tronco del cuello hasta terminar debajo de su barbilla. El recital de besos estaba acompañado por su mano derecha, que se deslizó hasta el trasero de la chica, palpando con fuerza el culo de Sandra, que era una chica no muy delgada, pero tampoco gordita. Vamos, era un culo en el que te podías recrear palpándolo.

Su mano derecha también participó en la jugada. Mientras besaba su cuello y la agarraba por detrás, con la otra mano comenzó a acariciar su tripita. Subiendo lentamente hasta unos pechos en consonancia con el culo. Con ellos no se hubiera podido hacer la mejor paja cubana, pero sí hubieran permitido chuparlos hasta quedar sin aliento.

Sandra, superada por la situación (continuaba algo nerviosa y quizá desquiciada), sabía que aquello podía írsele de las manos. Lo que estaba claro era que a Jose no se le iba a escapar de las suyas.

Como pudo, Sandra se quitó de encima a Jose y cogiéndolo de la mano lo llevó al agua. Allí continuaron enrollándose. Ahora era ella quien había cogido la iniciativa. Cada vez estaban más calientes y Jose, totalmente empalmado.

En una acción de habilidad (y por supuesto, de práctica anterior), Jose desató el lazo del bikini de la chica y las tetas de Sandra quedaron a la vista como si de dos manzanas suaves y carnosas se tratara.

Conforme cayó el sujetador al agua y rozó Jose las tetas de Sandra, la morena de media melena sintió un subidón repentino. Sólo unas braguitas, que Jose ya se había encargado de remeter en su culo, separaban a Sandra de la polla del chico. Eso no acababa de convencerla, y quizá por eso estaba cada vez más insegura, pero sin duda, más excitada.

Los lenguetazos en la boca de los adolescentes se confundían con las manos de ambos, que tocaban por todas las partes de su amante, hasta que una mano acabó en el coño de Sandra. Por encima de la tela roja del bikini prohibido estaba la mano de Jose, que comenzó a iniciar un movimiento penetrante suave.

Sandra le pidió que parara, pero él no quiso hacerle caso y continuó con el movimiento, que cada vez tenía más cadencia. Sandra ya no pedía que parara el toqueteo. Ahora gemía dulcemente, tan dulcemente como puede gemir una zorra de dieciocho años que sabe que está a punto de ser follada por un gilipollas cualquiera.

Sandra echó mano de la polla del chico, y tras manosearla por encima del bañador, se la sacó para empezar a pajearlo. Se notaba que eran las manos de una experta pajeadora. Comenzó suavemente, bajando toda la piel del prepucio hasta dejar bien descubierto el glande.

Jose se dio cuenta que aquello iba a tener un final precipitado. Corrida en la piscina en las manos de Sandra. Pero para eso no había llegado hasta ese campo. Sus expectativas eran más altas.

Jose apartó a Sandra y le propuso salir del agua para continuar en una de las hamacas. Sandra pensó que iban a acabar follando allí, a la vista de cualquier persona que saliera a dar un paseo por aquella zona de campo, y prefirió entrar a la casa.

Se secaron en la piscina (Sandra se había vuelto a atar el sujetador) y entraron en la casa. Se dirigieron a la habitación de autos, allí donde Sandra se había ganado la fama de excelente chupadora de pollas.

Sólo tardó tres segundos Jose en abalanzarse de nuevo sobre Sandra, sobre su cuello, sobre sus pechos, sobre su imponente culo. A Sandra se le comenzaba a entrecortar la respiración.

De nuevo estaba con sus manejosas tetas frente a un sediento gilipollas que había decidido pasar a la acción. El primer paso era quitar esas bragas rojas que se interponían entre el polvo que tenía la morena y él. No fue nada delicado en el proceso: le agarró el culo con una mano y con la otra le despojó del último obstáculo que se interponía entre su virginidad y su empapado coño.

Sandra comenzó a pedir por favor que parara, pero Jose estaba demasiado excitado para hacer caso a una provocativa chica que en su silencio pedía a gritos un par de pollazos (al menos eso es lo que pensaba un gilipollas así en una situación como aquella).

Sandra pensó que lo mejor que podía hacer era volver a agarrarse a la polla para hacerle correrse lo antes posible. Una vez el semen fuera, se acabó la rabia, pensó. Al menos eso le había funcionado con un ligue anterior, pero esta vez parecía ser diferente.

"No me toques la polla, ábrete de piernas Sandra. ¡Coño!". Sandra estaba en postura de mariposa: sentaba con el culo en la cama y con las plantas de sus pies tocándose. La visión de su coño era perfecta. Empezaba a abrirse un poquito con esa postura y Jose iba a reventar.

Le colocó la polla a la entrada de ese virgen coño y la tenía perfecta para reventarla. No era la primera vez que seguramente Sandra había soñado. Algo de amor, un poco más de ternura, y quizá una polla de alguien más inteligente, pero las cosas a veces no son como una las imagina.

Cuando estaba a punto de encañonarla con fuerza, las lágrimas de la excitante Sandra detuvieron al agresor. Pero Jose no se iba a conformar con tan poco.

"Joder, ¡por qué coño me haces esto!", escupió por su boca incrementando el volumen de su voz.

"¡A los otros te los habrás follado y a mí me vas a dejar así!", continuó el energúmeno.

"No, no he follado con nadie", acertó a decir Sandra.

Inmediatamente, los ojos de Jose se encendieron. Quién sabe lo que se pasó por su cabeza. Lo que salió de sus labios fue: "Pues chúpame la polla como una zorra, por favor, cómemela entera".

Sandra recuperó el dominio de la situación. Ahora sí estaba en su terreno. Acercó la polla a su boca y comenzó a darle besos desde la base del pene. Después continuaron los lenguetazos hasta acabar en la punta. Ahí sí era una auténtica zorra.

La excitación de Jose era mucho mayor por ver cómo se movía ese coño completamente virgen y completamente empapado, que por la sensación de placer que producía la lengua de Sandra sobre su glande.

Sandra comenzó a chupar con más cadencia y con más fuerza. Incluso sacó los dientes.

"Para, me haces daño con los dientes"

"Pues no sigo, no quiero hacerte daño Jose", dijo Sandra con la voz más cachonda que se le haya oído a una chica jamás.

"No, sigue, eres una puta diosa del amor"

"Pues no te corras dentro, que me da mucho asco", sugirió Sandra.

"¿Que te da asco? ¿A quién se la has comido antes?", esgrimió celoso un Jose que ya maquinaba cómo follar ese coño virgen.

"A nadie…", y conforme acabó de hablar Sandra, continuó mamando sin freno. Hasta que notó que Jose se ponía tenso y las venas de la polla que tenía en su boca se comenzaban a hinchar.

En ese momento, su experiencia le indicó que era el momento perfecto para sacar el rabo de su boca. Salió un chorro de semen que la salpicó en el cuello. Sandra hizo un trabajo perfecto y acabó de dar un par de pajotazos más al chico hasta vaciar sobre sus tetas el semen que aún quedaba.

La vista era preciosa. Sandra con las piernas arqueadas. Su coño desnudo y húmedo. Su lisa media melena morena sobre sus hombros y sus tetas aún con el movimiento de haber recibido una polla segundos antes

Nota del autor:

No sé si esta historia tendrá continuación. Tal vez sí, o tal vez no. ¿Alguien sabe qué pasará mañana?

El contador de historias

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