Grita, que nadie va a oírte (ilustrado)
No lo veía. No podía oírlo, pero estaba ahí. Fuese lo que fuese, ahí estaba, acechándole...
Ronronronronronronronronnn…. Las lavadoras no dejaban de traquetear al unísono en el cuarto de la lavandería, produciendo un sonido aburrido y relajante. Al menos a él le gustaba mucho. Virgo solía poner las lavadoras por la noche para aprovechar las tarifas nocturnas, y porque así era menos aburrido. Al día siguiente, cuando se levantara, la ropa estaría ya lavada y seca, sólo tendría que sacarla, embolsarla y repartirla entre sus dueñas. Ahora que todas las lavadoras estaban en funcionamiento, él podía irse a dormir tranquilamente a su apartamento. No estaba lejos de la lavandería, pero tenía que cruzar el parque. En verano no le importaba, anochecía más tarde y aunque tuviese que volver ya de noche cerrada, siempre había luces y gente, por tarde que fuese… en invierno era otra historia. Como el parque era menos frecuentado en esa época del año, para ahorrar, las luces las apagaban como a las ocho y no había nadie por allí. Ni siquiera parejitas pegándose el lote.
"Por las mismas, tampoco tiene porqué haber ningún atracador ni nadie malo…" pensó Virgo echando a andar, subiéndose el cuello de la cazadora y metiendo las manos en los bolsillos del vaquero. Hacía frío, pero el trayecto no era largo, apenas diez minutos a pie, lo que tardaba en cruzar el parque y llegar al otro edificio, donde se alojaban los estudiantes de género masculino y él tenía su vivienda. Lo único malo era eso, cruzar el parque… Pero no había otro medio de llegar, más que saliendo por el camino principal de la Universidad, salir de ella, llegar hasta el Instituto con el colindaba, cruzar el aparcamiento, salir a la calle, rodear todo el complejo y volver a entrar por el otro lado y caminar hasta su casa, lo que se ponía en dos horas a pie. No era una buena idea.
Pronto las luces del edificio donde estaba la lavandería se perdieron entre los árboles del parque a medida que avanzaba a buen paso, dejando sólo oscuridad y silencio a su alrededor. Conocía bien el camino, pero aún así tenía miedo de despistarse, el parque no era pequeñito precisamente. Sólo lo acompañaba el sonido de su propia respiración, hasta que le pareció oír algo a su espalda. Se volvió. Naturalmente, no había nada ni nadie. Recuperó la dirección y siguió andando, con el oído atento. A su espalda, las hojas se movieron.
"Sólo es el viento, nada más, sólo eso…" se repetía Virgo girando la cabeza cada poco rato, reprimiendo el impulso de echar a correr, pero apretando el paso. Era sólo su imaginación, solamente su imaginación, pero le parecía que tenía a alguien detrás… o a algo. No por nada en realidad, sólo era una especie de sensación incómoda, la intuición de que alguien le estaba vigilando. Casi le parecía oír pasos y se paró en seco.
Silencio. Sólo silencio. Ni siquiera soplaba viento, todo estaba quieto. Virgo dejó escapar una sonrisa de alivio, cuando oyó un crujido, como si alguien acabase de pisar una rama seca y se volvió hacia el sonido. No lo veía. No podía oírlo, pero estaba ahí. Fuese lo que fuese, ahí estaba, acechándole. Virgo echó un pie atrás, lentamente. "No es nada… una castaña que se habrá caído del árbol, o una ardilla que se ha movido", pensó, pero ni él mismo se lo creía.
-¿Hola…? – dijo vacilante. "Si es un animal, no va a contestarme, huirá. Si es alguien que se ha perdido, saldrá. Y si es un vagabundo que duerme por aquí, me mandará a freír espárragos". Nadie contestó. Una vez más, no se oyó nada, y Virgo llegó a convencerse de que no había nadie allí. Conservando la vista fija en aquél punto, echó a andar hacia atrás, y empezó a volverse para seguir su camino.
"Ya lo ves, no era nada. No hay porqué tener miedo". Podría haberle quedado bien la frase, si no hubiera oído un salto amortiguado y una risa baja a sus espaldas; ahora sí que ya no había duda, Virgo emitió un gemido y echó a correr sin mirar para atrás, oyó claramente que la risa se hacía más audible y algo lo perseguía a grandes saltos, trastabilló, alargó la zancada todo lo que pudo, esquivando los árboles, mientras la risa se hacía más aguda, y entonces algo grande y pesado le cayó en la espalda, tumbándole de inmediato.
-¡No! ¡NO! – gritó, pero la criatura lo inmovilizó con maestría y su risa baja y cruel resonó directamente en sus oídos. Las piernas de Virgo temblaron y un gemido se le escapó del pecho cuando sintió una lengua tórrida lamer su oreja y su mejilla.
-Te pillé. Te gané otra vez. – jadeó su captora a su espalda, frotándose contra él. Virgo sonrió y tembló, a medio camino entre los nervios, el alivio y la excitación. Ella le dio la vuelta bruscamente y le agarró de las muñecas.
-Ho-hola, Ju-Ju-Junior – a Virgo le molestaba ser un poco tartamudo, pero por alguna razón, a Junior le encantaba su defecto, y rugió baja y profundamente, enseñándole los colmillos, para mostrar su aprobación. El joven lavandero dejó escapar una bobalicona sonrisa cachonda, enseñando sus dientes, con los incisivos un poco grandes y su mandíbula saliente. Coral, Junior como la llamaban para distinguirla de su madre, estaba completamente desnuda sobre él, frotándose sobre su cuerpo, que empezaba a reaccionar. Le sujetó las muñecas con una sola mano, y con la garra libre le acarició la cara y después le abrió la cazadora lentamente y con toda suavidad, desgarró su camisa de cuadros de arriba abajo – Haaaah… te he echado de menoooos….
Virgo no podía explicarse por qué, pero Junior, la chica "puro sexo", la "cosa salvaje" de la Universidad, se había encandilado con él, y lo cierto es que podía ser muy bestia, pero no sabía qué tenía que… cuando empezaba a rasgarle la ropa, a morderle, incluso cuando se le iba la mano y le hacía sangrar, su placer subía a cotas que él no había creído posibles. La joven sonrió y agarrándole de nuevo con las dos manos, se agachó y le besó el pecho, lamiéndole el vello, mordiéndole los pezones. Virgo gritó entre risas y sus caderas se movieron solas, ¡quemaba! Él había estado con unas cuantas chicas, y todas solían tener la boca caliente, sí, ¡pero la de Junior quemaba como un fogón! ¡Y era estupendo!
-¿Te gustan los besos…? – jadeó ella, con su voz ronca y baja - ¿Te gustan los mimitos y las caricias, Roy….? – Virgo asintió. Se llamaba Rodrigo, pero desde adolescente le habían colgado el motecito de Virgo por su signo zodiacal y su poca suerte con las chicas, pero cuando estaban juntos, ella le llamaba Roy, no Virgo. Era la única que le llamaba así, y le gustaba, le gustaba mucho dejar de ser virgo por un ratito – Vamos a darte mimos…
Él asintió, incapaz de hablar, notando que el botón del vaquero corría el riesgo de salir disparado de un momento a otro, sintiendo, pese a la gruesa tela, la humedad de ella. Junior le soltó los brazos para acariciarle el pecho, y Roy puso los ojos en blanco de gusto cuando sus manos le tocaron y sus afiladas uñas le arañaron suavemente el pecho. Lo hacía con toda suavidad, muy lentamente, pero eran afiladas como agujas y dejaban marcas rosadas en su piel, y cada reguero era una tortura de pasión y placer. "¿¡Cómo lo hace?!" pensaba Roy "Dioooos, tengo ganas de que me destroce la piel, de que me atraviese, de que me desgarre…"
Junior se divertía viendo cómo el deseo crecía en su amante, y bajó más aún. El bulto del vaquero palpitaba, la joven agarró el cierre y pegó un tirón seco de él, arrancó el botón y rompió la cremallera. Roy emitió un grito tartamudeado de placer y notó que estaba babeando de ganas, mientras sus manos crispadas agarraban la hierba del parque a puñados. A Junior le hubiera gustado lamer el apetitoso regalo que acababa de desenvolver, pero ella también tenía ganas, muchas ganas, retiró el soso slip blanco y se dejó caer sin previo aviso sobre su polla erecta y ansiosa.
-¡AAaaaaaaaaaah….! – La joven gritó sin contenerse lo más mínimo, y aunque más ahogadamente, su compañero no le fue a la zaga. Roy sabía que Virgo estaba pensando que aquello era una locura, que alguien podría oírlos y él estaría poniendo en apuros la reputación de una señorita… pero Roy estaba muy ocupado gozando como un loco del sexo ardiente de Junior, qué caliente estaba, ardía como ardía su boca, era increíble… podía notar los flujos de ella deslizándose por su piel mientras ella botaba entre risas y grititos de gusto. – Tócame – ordenó, y le cogió de las manos para llevarlas a sus pechos.
"Me gustan muchísimo sus tetas, un montón" pensó con torpeza mientras se las apretaba. Las chicas siempre le habían dicho que no sabía acariciar, que era un bruto, motivo por el que, para las pocas novias que había tenido, se había llevado infinidad de bofetones, pero a Junior no le iban las caricias suaves, ella sólo deseaba que la apretase como si estuviera exprimiendo naranjas, y Roy sonreía mientras las estrujaba con fuerza hasta dejarle los dedos marcados. Le pescó los pezones y se los retorció.
-¡AAAAH, SÍ, CABRÓN! – Rugió. Junior no era una chica fina precisamente, "pero le gusto. No sé porqué, pero le gusto, y creo que mucho… aaaah… cómo me aprieta". La joven tensaba los músculos de su sexo, masajeando el miembro de Roy, sin parar de saltar sobre él, cada vez más rápido y más desaforadamente.
"No… no voy a aguantar mucho así…". Roy notaba cómo el placer se agolpaba en la base de su polla, cómo el dulce picor se iba haciendo más intenso a cada embestida de ella sobre él, pero también los jadeos de Junior se hacían más roncos y profundos cada vez, no le quedaba mucho. Roy le apretó los pezones y estiró de ellos, y su amante dio una convulsión, sus muslos le atenazaron con tanta fuerza que se quedó sin respiración y se dejó caer con más fuerza sobre él.
Roy notó que el placer le venía y no podía hacer nada por contenerlo, le vencía y una agradable explosión vació sus testículos, su semen fue casi aspirado por Junior y sus caderas se elevaron en golpes, mientras el placer, el maravilloso placer se extendía por su cuerpo, recorriendo su espina dorsal y haciendo temblar sus piernas mientras él se vaciaba y Junior se contraía sobre su polla, gozando, tiritó y un profundo aullido de placer pareció romper la noche en pedazos.
Los dos jadeaban, recuperando la respiración. Junior se había dejado caer sobre el pecho de Virgo, y éste, con una atontada sonrisita de satisfacción, la abrazaba y acariciaba la melena negrísima y brillante. "Tiene cola… se ha relajado mucho hoy, si no, no le habría salido la cola, ¿eso será que le ha gustado más que otras veces…?". Las primeras veces, a Virgo le había dado miedo, luego le produjo curiosidad… ahora ya se había acostumbrado. Junior era una licántropo. Es cierto que eso, le hacía ser un poco más salvaje que otras chicas. Más apasionada, más promiscua también, "pero de momento, está conmigo, y mientras estemos bien, no usará a otros machos". Eso, se lo había dicho la propia Junior, y Virgo sabía que no le mentía, porque nunca lo había hecho. Si le había dicho la verdad sobre su condición, ¿por qué iba a ocultarle si tuviese otros amantes? Es cierto que Virgo, aunque a veces le llamasen gusano, no tenía nada de licántropo, y no tenía idea de a dónde iba esa relación, si es que iba a alguna parte, pero de momento, los dos lo estaban pasando bien… ¿qué sentido tenía hacerse preguntas?