Gris a-zu-lado II

No es difícil recordar el por qué la amas.

Escuchaba las gotas de lluvia caer, los relámpagos, incluso escuchaba pájaros cantando. Mi piel picaba y con mucha dificultad abrí los ojos. La luz de un imponente sol me hizo pestañear.

Noté que me encontraba acostada en la acera de una calle, pero no estaba mi auto, ni mucho menos Verónica y tampoco llovía. Todo parecía normal. Las personas caminaban de un lado a otro, envueltas en sus propios pensamientos. Los demás autos pasaban a gran velocidad por la carretera.

Me puse de pie, mirando a mi alrededor.

Disculpe – le dije a una señora que caminaba apresurada, pero no pareció notar mi presencia – que grosera – espeté.

Oiga – llamé a un señor que caminaba con pesar, pero él también pareció ignorarme.

¿Qué pasa? – dije en voz alta y nadie se fijó en mí.

Parece que nadie te escucha – dijo una voz.

¿Quién… - empecé a decir – ni te ven – me interrumpió.

Hola – dijo un chico frente a mí, sentado en un muro de la calle. Me sobresalté.

Vestía una camisa totalmente blanca y un pantalón holgado y desgastado. Iba descalzo.

¿Quién eres? – pregunté nerviosa y abrazando mi cuerpo.

El chico se levantó – eres bastante descortés ¿sabes?

¿De qué hablas? – pregunté aún más nerviosa.

Se te otorga una buena vida, con una buena chica y terminas así – dijo señalándome. Yo instintivamente me miré el cuerpo.

¿De qué estás hablando? – pregunté confundida.

Muerta – soltó.

Abrí los ojos sorprendida y retrocedí varios pasos, sin notar que iba hacia la carretera.

Tres autos cruzaron mi cuerpo sin hacerme el menor daño y con el inicio de mi próximo ataque de ansiedad volví a correr hacia la acera. El chico seguía ahí, esta vez riéndose de mí.

No puedo estar muerta – dije mirando a todos lados y empezando a notar mis mejillas húmedas.

Soy un pésimo guía, lo admito – se disculpó – estás casi muerta.

Eso no mejora en nada la situación – le reproché - ¿Dónde está Verónica? – Pregunté exasperada – la chica que estaba conmigo.

Oh, ella está bien – dijo tranquilo – está mejor que tú, créeme.

¿Y bien? – Pregunté - ¿Dónde está? ¿Qué se supone debo hacer?

Esperar – dijo.

¿Esperar qué? – Empezaba a impacientarme.

Escucha – dijo – tú deberías estar muerta, alguien allá arriba te quiso dar otra oportunidad y por eso estoy aquí.

«Soy nuevo en esto ¿está bien? No me mires con esa cara, voy a ayudarte y tú vas a ayudarme a mí. Si realizo esta misión bien podré ascender a ángel guardián, debo procurar que regreses a tu cuerpo, solo que hay un problema… Tienes demasiados resentimientos dentro de ti, demasiadas heridas que sanar y si regresas en ese estado, tu vida va a ser un total infierno. Y ya sé lo que piensas, que no todo es tu culpa y bla, bla, bla, Verónica también está con un guía espiritual y esperemos que tome las decisiones correctas al igual que tú. »

¿Quieres decir que es posible que no regrese nunca? – mi cuerpo empezó a temblar.

¡Por el amor de Dios! – Exclamó – pero ¡que pesimista! – Dijo frotándose las sienes – es una nueva oportunidad, entiende eso – esta vez suspiró.

B-bien – titubeé – lo entiendo, solo quiero volver con ella.

Daremos un paseo primero – dijo señalando con su dedo índice mi frente.

¿A dónde? – pregunté confusa.

Al pasado – tocó mi frente y una sensación de calor atravesó mi cuerpo.


¿Cómo la conociste? – preguntó, a la vez que un parque aparecía alrededor.

Miré los bancos y el sitio donde estaba sentada – aquí – dije, sintiendo mi pecho latir.

Justo a mi lado estaba una chica de cabello claro. Tenía las manos sobre sus piernas y miraba hacia ambos lados del camino, nerviosa. Mis ojos se iluminaron cuando me miró, sentí su mirada atravesarme y recordé cómo habían quedado las cosas entre nosotras.

Verónica – susurré. Ella suspiró y se puso de pie.

¿Cómo la conociste? – repitió el guía.

Y recordé.

«Yo había despertado con la tonta idea de querer aprender a hacer skateboard. Era normal en mí entonces, ya sabes, despertar con locas ideas, siempre diferentes. Apenas y podía mantenerme en pie. Intenté hacer un truco justo cuando pasaba por este banco, pero mis pies se enredaron y mi hombro derecho fue a parar en las costillas de ella. Ambas caímos al suelo. Sus ojos llorosos y mi mirada avergonzada fueron suficientes. Yo, simplemente, ya no podía dejarla ir. »

La Victoria del pasado aún se encontraba sobre la chica rubia en el suelo y una sonrisa cruzó mi rostro cuando Verónica le sonrió aceptando sus disculpas.

Una lágrima cayó, mientras se recreaba la calle de mi accidente. Me dejé caer sobre la acera.

No es difícil recordar el por qué la amas – dijo el chico.

No lo es – admití.

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Empecé la uni, poco tiempo libre. Saludos a los que comentaron y a los que se emocionaron que volviera xD