Grato encuentro
Una perdida ..Un encuentro fortuito .Retomar la vida que les fue arrebatada .Un castigo que no es castigo..........La felicidad de la sumisión .Eso y mucho más es lo que encontraron aquella tarde Sara y Yago .
Por esta época, como cada año descienden los casos en el bufet donde trabajo y me había tomado unas vacaciones a cuenta de las horas extras.
No recordaba lo agradable que resulta pasear por la ciudad sin rumbo fijo. Soy Sara y mis 48 años era la primera vez desde que me casé con Marcos que lo hacía, ahora, con los chicos en la universidad y Marcos de viaje tenía la oportunidad y lo hice.
Llegue hasta un parque que conocí en mi juventud y que no había visitado en mucho tiempo, entre y me sentí inmersa en una paz que solo había encontrado en algunos bosques alejados de la ciudad. Caminaba lentamente aspirando el aroma de las flores y me detuve a mirar los pájaros que bebían en un pequeño estanque, todo tan bucólico que me emocioné recordando escenas de otros paseos ya muy lejanos en el tiempo, de pronto apareció ante mí una imagen que me impactó, se trataba sin duda de Yago, alguien con quien compartí mi alma antes de conocer a Marcos.
Me acerque a él que al verme con los brazos abiertos y la alegría en el rostro me recibió de igual forma.
Nos abrazamos estrechamente y me temblaron las piernas al notar sus labios sobre los míos, solo me dio un pico pero me supo a gloria, no me habría soltado de tan cálido abrazo pero quería verlo y escuchar su voz que tan dulces palabras habían murmurado en mi oído en otra época, época que añoro y rememoro en la soledad del baño siempre que tengo ocasión.
.- Hola ¿Qué tal estas? Te veo muy bien.
Su voz me sonó como recordaba y sus ojos conservaban esa mirada que siempre me hizo sentir especial.
— Tu sí que estas bien, eres una mujer guapísima y creo que lo serás siempre.
En ese momento un relámpago ilumino el cielo y un trueno me asustó como siempre lo hacen las tormentas, me abracé a él instintivamente mientras un violento aguacero nos empapaba, parecía que las nubes se hubieran abierto para descargar toda el agua que contenían.
— ¿Quieres que vayamos a mi casa? Esta aquí cerca, junto a la otra salida del parque.
Sin decir nada le tome la mano y comenzamos a caminar, llegamos a un pequeño apartamento muy funcional y con su simpatía habitual me dijo.
— ¿Te has visto? Tienes la cara llena de churretes, parece que el poco maquillaje que llevabas se ha mezclado con el rímel y estas hecha un cristo. ¿No prefieres darte una ducha?
Sin responder comencé a desnudarme frente a él con la misma falta de pudor que muchos años atrás.
Al verme con la blusa en la mano, acercó una silla de cocina y fuimos dejando ambos la ropa encima, cuando terminamos me tomo de la mano y me guió al baño, el plato de ducha es enorme y bajo el chorro de agua caliente nos abrazamos y comenzamos a besarnos.
Sus manos siguieron las sendas que tan bien conocían y a cada nuevo contacto de sus dedos me estremecía, sus labios se apoderaron de un pezón y mis dedos se enredaron en su cabello, apoyada mi espalda contra la pared sus manos me arrancaban una hermosa melodía de sensaciones; hacía mucho tiempo que no disfrutaba de esa delicia que se me ofrecía.
Se apartó de mí para desmontar la ducha y al verlo con la manguera en la mano un escalofrío recorrió mi espinazo al tiempo que notaba un intenso cosquilleo en la vulva.
Tapando parte de la salida para que tuviera más presión dirigió el chorro al monte de venus, separé un poco las piernas y fui resbalando por la pared hasta quedar sentada en el suelo, iba paseando el chorro desde el ombligo hasta el perineo sin detenerse en ningún punto, se agacho y tirando de uno de mis tobillos quede tendida en el suelo, apoyé las plantas de los pies en el suelo doblando las rodillas y separándolas.
Cuando comenzó a ensañarse con el clítoris apoye fuertemente las palmas en el suelo con los brazos extendidos como si eso pudiera impedir que un imaginario sumidero me engullera, un fuerte temblor se apoderó de todo mi cuerpo, preludio del interminable orgasmo que se produjo. Yago dosificaba el efecto del chorro apartándolo lo suficiente para evitar que perdiera el sentido, me estaba haciendo sufrir lo indecible y eso me encanta.
Entonces entro en escena el Yago cruel, ese al que muchas mujeres temerían pero en quien confié siempre ciegamente, me tapó la cara con una toallita de manos y aplicó el chorro de agua directamente en ella, sentí el ahogo incluso antes de que en realidad me faltara el aire, colocó una de sus rodillas sobre el esternón para evitar que tomara demasiado aire cuando me permitiera hacerlo.
La sensación es aterradora, ese mismo terror se convierte en una fuente inmensa de placer cada vez que un soplo de aire se filtra por la garganta e irrumpe en los pulmones, los latidos de mi corazón retumbaban en mis oídos como cañonazos y la ausencia de cualquier otro sonido hacia que las sensaciones se magnificasen. Un fuerte pellizco en un pezón hizo que abriera mucho la boca intentando ahogar un grito, pero solo logré que se inundara provocando la consiguiente tos y aumentando la sensación de ahogo.
Paró todo y se retiró dejándome en un limbo donde todo era felicidad al poder llenar mis pulmones de aire con total libertad, poco después con la visión borrosa y la respiración entrecortada tiró de mí hasta sentarme, luego me abrazó y logró ponerme en pie. Me envolvió con un enorme albornoz y me fue secando con mucha delicadeza. Al terminar se secó él con una toalla y tras despojarme del albornoz me mostró el cinturón, me di la vuelta y coloque ambas manos atrás cruzando las muñecas a la espalda.
Después de atarlas, con su mano en la nuca me dirigió hasta la habitación y allí apareció el Yago de los mejores momentos.
Me hizo arrodillar en la cama y en silencio me hizo doblar hasta apoyar la cabeza en el colchón. Sentí sus dedos hurgando en ambos agujeros, los metía en la vagina donde los untaba con mis jugos y después en el recto para lubricarlo y dilatarlo a voluntad, era poca la delicadeza que empleaba en ese trasiego pero era la forma en que se había hecho siempre, un trato rudo para un final apoteósico.
Separaba los cachetes del culo una y otra vez y me daba nalgadas que picaban dolían y momentáneamente los dejaban insensibles, noté que me estaba penetrado cuando ya tenía al menos la mitad de su verga dentro, tenía tan inflamada la zona que los primeros empellones los confundí con nalgadas más flojas, pero al notar como si algo se desgarrara en mi interior recordé la sensación tanto tiempo ausente.
Con las manos en las caderas en dos empujones más llegó al fondo y ahí comenzó un metisaca infernal que me estaba transportando a un mundo al que dudaba regresar algún día, sus manos llegaron a mis pechos y los estrujó con gran crueldad, esa era la forma de mostrar su gran poder sobre mi así como la sumisión y entrega total por mi parte; pensaba que después del tratamiento que me había dispensado en la ducha con la manguera me permitiría llegar, pero fiel a su estilo cuando estaba en lo mejor se retiró.
Dio la vuelta a la cama y se colocó frente a mí para sacarse el condón, después de darme la vuelta y dejar mi cabeza colgando por el borde de la cama, metió su polla en mi boca y comenzó a follármela hasta atragantarme en varias ocasiones y correrse por completo entre mis labios, sus descargas se estrellaban en mi garganta y tragué lo más rápido que pude para evitar desperdiciar nada, añoraba mucho disfrutar de ese manjar pero en todo este tiempo no había encontrado a nadie merecedor de tales atenciones.
Me puso en medio de la cama y se colocó a mi lado apoyado en un codo, comenzó a recorrer mi cuerpo con la mirada como si buscara algo y al ver la cicatriz que tengo en el muslo derecho acariciándola con la yema de sus dedos preguntó.
— ¿Qué es esto? Parece antiguo.
Eso sí me asustó y comencé a dudar si había sido acertado ponerme en sus manos como lo había hecho, después de tanto tiempo quizás ya no fuera la misma persona que recordaba. Esa cicatriz es de una caída de moto yendo juntos al poco de conocernos y siempre solía pasear su lengua por ella al ser una zona muy sensible.
Al parecer vio mi cara de espanto y me ayudo a sentarme en la cama apoyada en el cabezal pero sin desatarme, entonces comenzó a contarme una historia que de tan inverosímil tenía que ser cierta.
— Por favor no temas y escucha con atención, hace un rato al verte en el parque me dio la sensación que nos conocíamos y cuando me has tendido los brazos llamándome como Yago lo has confirmado, que recuerde nadie me ha llamado así nunca, todos me conocen por Santiago, aunque al oírtelo decir me ha sonado muy familiar.
Después, al ver la naturalidad con que has aceptado venir a mi casa desnudarte y seguir todas las pautas que he ido marcando me he convencido que así era, he intentado hacer esto con algunas otras mujeres que he conocido, pero todas sin excepción me han tomado por loco y he tenido que disculparme con ellas para evitar que me denunciaran a la policía.
— ¿Nos conocimos hace más de 22 años? Aunque te cueste creerlo en aquellas fechas me dieron una paliza de muerte y estuve dos meses en coma, te puedo mostrar documentos del hospital así como darte los nombres de los médicos que me trataron; de lo sucedido antes de eso no guardo más que borrosos recuerdos de estas tendencias sexuales que supongo que en algún momento compartimos.
— Ahora te voy a soltar y decide si quieres marchar o seguir escuchando mi historia, además de contarme la tuya y la nuestra si la tuvimos y te parece oportuno hacerlo.
Me soltó las muñecas y las frotó para reactivar la circulación de la sangre. Me abracé a él y lo besé con ternura antes de contarle parte de lo que había sucedido.
.- Nos conocimos hace 30 años y éramos muy felices siendo amantes y viviendo una continua aventura, decidimos no ser pareja pero no dejar de vernos aun después de emparejarnos con otras personas, entregarme a ti fue lo mejor que me ha pasado en la vida, tan bueno que estos 22 años sin ti los he podido soportar evocando los recuerdos de nuestros momento juntos.
.- Un año antes de perder el contacto contigo me casé con Marcos, es un buen tipo que hacía tiempo me iba detrás hasta que por fin accedí a casarme con él por consejo tuyo, desde entonces nuestra vida en común fue a mejor si es que eso era posible, juntos recorrimos un camino lleno de emociones y bellos momentos, me enseñaste el valor de la entrega.
••• Esto me cuesta callarlo pero no tengo derecho a contártelo. El día que fui para decirte que estaba embarazada y tenía la seguridad que era tuyo no te encontré. Cuando nacieron los mellizos, todos aquellos que los veían decían que se parecían a su padre y era cierto, ahora son idénticos entre si y tal como eras cuando nos conocimos •••
.- Regresé a tu casa varias veces hasta que el casero me dijo que habías desaparecido sin dar la cara y eso me dolió, no tenía modo de encontrarte ya que nunca me hablaste de tu familia ni lugar de origen y con el paso del tiempo y nacer mis hijos deje de buscarte.
Vi lágrimas en los ojos de Yago y también yo me emocione mucho, pero continué explicándole como había sido mi vida desde su desaparición.
.- Mi vida con Marcos ha sido una serie de sinsabores, siempre fue muy conservador y nuestro sexo se vio reducido a un polvo semanal en la posición del misionero sin grandes florituras, eso me ha empujado a buscar sexo fuera de casa y lo hacia sin esconderme de él, en las primeras ocasiones tuve grandes broncas con él pero ante la amenaza de marchar con mis hijos, accedió a que hiciera mi vida como me apeteciera siempre que no lo pusiera en evidencia.
Varias veces al año suelo salir en pos de ese amante que pudiera emularte, tan solo encontré a una mujer que fue capaz de deslumbrarme con una actitud semejante a la tuya, pero en cuanto comenzó a incluirme en su folclore y trató de colocarme una etiqueta para mostrarme como a su sumisa ante sus amistades me aparté de ella.
.- Soy como soy y tan solo tú supiste profundizar en mi alma para brindarme aquello que necesito para sentirme viva.
— ¿Qué pasará a partir de ahora que nos hemos reencontrado?
.- ¿Sabes cuándo fuiste agredido? Me refiero a la fecha de aquel año.
— Cuando salí del coma, la policía me visitó en varias ocasiones para tratar de esclarecer el asunto, pero al final lo atribuyeron a un mal encuentro con un grupo radical después de las manifestaciones del 1 de Mayo. No soy capaz de recordar nada de eso, pero según ellos esa es la explicación más plausible y unos meses después cerraron el caso, a la espera eso sí de la aparición de nuevos indicios pero todos sabemos que eso no sucederá.
Comencé a llorar de forma incontrolada y Yago me abrazó, cuando me serene le dije con total convicción
.- ¿Qué pasara ahora? ¡Yo te diré lo que pasará! Tanto si me quieres a tu lado como si no, me divorciare de Marcos y te seguiré allí donde vayas como una perra y esperaré que te dignes tirarme algún hueso, no es una locura dejar atrás todos estos años que han estado vacíos, en que solo he vivido para mis hijos y tu recuerdo.
Me miró divertido y sin responder comenzó a acariciarme un pezón. En esta ocasión fui yo quien tomo la iniciativa e hicimos el amor de forma pausada pero intensa y cuando me lleno de su esperma me quedé sobre él adormecida, estaba por fin en el paraíso y no pensaba perderlo nunca más.
Los siguientes tres días los pasamos sin salir apenas de su casa, teníamos sexo conversación y sobre todo aquello que más añoraba, esa sensación tan especial que da la entrega y la sumisión al capricho del ser amado, no me importaba que fueran con cuerdas pinzas palmadas o ahogo, lo principal era sentirme indefensa en sus manos y saber que él disponía de mi a su antojo para disfrute de ambos.
Aquella tarde regresaba Marcos de su viaje, fui a nuestra casa a mediodía y preparé una maleta con aquello que más apreciaba, algo de ropa, las joyas de mi madre, fotos de los gemelos y poco más, la dejé junto a la entrada y me senté a esperar tomando un refresco. Apareció Marcos sonriente y al ver la maleta su semblante cambio, sin esperar a que se sacara la chaqueta siquiera le dije.
.- ¡No lo mataste canalla! No lograste matarlo y ahora tienes dos opciones, o me das el divorcio y desapareces de mi vida y la de mis hijos o iras a la cárcel por lo que hiciste y allí ya me encargaré de que alguien de cuenta de ti, sabes que en el bufet tratamos con asesinos y demás gente que nos aprecia, y puedo pedir un favor porque en el fondo son gente muy agradecida.
Me miró y dijo desafiante.
— No sé a qué te refieres.
.- No te apures, la policía sabrá muy bien como encajar las piezas, él estuvo dos meses en coma, tu pasaste fuera aquella noche y regresaste con la ropa ensangrentada, al llegar tuvimos una fuerte discusión a cuento de mis infidelidades, aquellas de las que nunca me habías hablado y por ultimo cuando sepan que los gemelos son suyos pueden estar interesados en reabrir un caso por intento de asesinato.
Al oír eso último abrió mucho los ojos y parecía que fuera a replicar pero calló.
.- Cuando hayas vendido la casa y firmado los papeles del divorcio deposítalo todo en el bufet donde trabajo, no se te ocurra contactar con los chicos ¡Simplemente desaparece! Puedes pedir en tu empresa el traslado a otra región o incluso a otro país, pero si me cruzo contigo a partir de hoy en cualquier lugar comenzaran tus verdaderos problemas.
Me levanté y agarrando la maleta salí de aquella casa, donde los únicos recuerdos agradables que conservo son los vividos con mis hijos y lo soñado con Yago.
El nunca conocerá estos episodios que tanto daño nos han hecho; que los mellizos son sus hijos ya se enterara en su momento, ahora nos toca vivir esa vida que merecemos, porque recuperar el tiempo que nos han robado es imposible.