Granja 3

Al fin la tercera parte siento la tardanza la crisis me dejo sin IDS

-El tiempo

dijo mi abuela –

pone a cada uno en su sitio.

La tertulia se prolongo por unos minutos más, pero no consiguieron evitar mis miradas al perro en la chimenea, ni consiguieron frenar el río de caldos de mi coño, tan abundantes que llegaron a mojar incluso mi pesada falda. Necesitaba la polla de aquel enorme perro lo mismo que se necesitan la comida, el agua o el sueño.

Durante unos momentos que debieron parecer eternos se hizo el silencio, las tres mirábamos pensativas al can que ahora se lamia los testículos con ansia.

-¿En que estás pensando?- me cuestionó mi madre.

-En nada madre.

-¡¿En nada?! - asevero mi abuela seriamente – Todavía no sé si quieres engañarnos a nosotras o a ti misma. Me he fijado como miras a “Dragón” o crees que me chupo el dedo.

-N.. no abuela... verá yo... solo estaba pensando en que... lo siento mucho

-¡¡¿Lo sientes?!!, yo aun siento más haberme perdido tantas cosas de ti, todo por esa obsesión que, digas lo que digas, aun veo en tus ojos.

-Vamos nena – dijo mi madre – dejate de hipocresías, te conozco demasiado bien, tu estas caliente, quieres seguir con el trajín. Te pareces demasiado a nosotras.

No podía negarlo, hubiera querido inventar alguna escusa, pero el calentón que sentía me impedía incluso pensar. Mi vista no podía separarse del gran “Dragón” que ahora parecía mirarme solo a mi, mientras permanecía tumbado de lado, como mostrándome groseramente unos testículos casi del tamaño de los de un caballo.

-¡¡Niña espabila!! - aseveró mi abuela zarandeando mi brazo izquierdo - ¡¡Te has vuelto a que dar embobada!!

Al terminar la frase mis dos progenitoras estallaron y empezaron a reir fuera de todo control.

-Ja, ja, ja, ja,... es que esta niña es peor que nosotras... ¿eh madre? - dijo entrecortadamente mi madre.

-Si.. ja, ja, ja, ja.. y siendo la peor nos ha hecho sufrir a las demás... ja, ja, ja,... ya pensaremos en algún castigo para ella,... ja, ja, ja,..

Pese a las carcajadas de mi abuela, sabía que aquello ultimo podía no tratarse de una broma. Lo cierto es que mi falta de comunicación durante todos aquellos años había dañado a mi abuela más de lo que hasta entonces hubiera imaginado.

-¿Castigo? - interrogó mi madre, dejando de reír, pero manteniendo una sonrisa extraña - ¿Castigo?... Sabes que te has portado como una niña durante años ¿verdad?

La mirada directa de mi madre hizo que yo apartara la mía, buscando refugio en los ojos mi abuela, pero la mirada de esta ultima me rebeló que estaría de acuerdo con cualquier cosa que mi madre tuviera a bien ordenarme. Mi vista se acomodó en los rojizos ojos de “Dragón”, su mirada me dejó deshecha, era cálida, sin dudas, me relajó mentalmente, pero el fijar mis ojos en las bolas inmensas que eran sus testiculos, hizo que notara los latidos de mi corazón en mis ingles, en mis riñones, martilleando como un tambor mis sienes.

-¡¡Contesta a tu madre, niña!! - gritó mi abuela, llegando a asustarme de verdad.

La sensación dedesproteccion, lejos de aminorar mis sensaciones las aumentó, sentía que me desmayaba de calentura. Las miradas de mis dos parientes eran indescriptibles para mi en aquel momento, hoy en día sé que eran la indicación sádica de el que tiene el control.

Fue en aquel instante en que todo realmente cambió, oía hablar a las dos mujeres a lo lejos, como a través de una pared. A mi conciencia ya no le importaba nada más que las imágenes que “Dragón” fijaba en mi mente calenturienta. Me veía a mi misma forzada, humillada, dominada por la virilidad de tamaño imposible que imaginaba poseía “Dragón” cuando se excitaba.

Mi abuela, la mujer que, de niña, antes de esta tormenta, me trató siempre con dulzura, me zarandeaba con fuerza por los hombros gritando a unos pocos centímetros de mi cara, con el sadismo reflejado en su mirada y en su media sonrisa. Yo no entendía lo que me gritaba, casi ni lo oía, solamente me incline un poco la cabeza para poder seguir mirando a quien tantas imágenes me evocaba: “Dragón”

El dolor producido por mi madre tirándome del pelo hasta ponerme en pie consiguió sacarme de mi trance.

-¡Si serás marrana! - gritó mi madre - ¿Que pasa?,¿Te pone caliente el perrito?

-S... si – contesté balbuceando mientras sujetaba a mi madre por la muñeca de la mano con la que me asía el pelo.

-¡¡Pues te jodes y miras!! - dijo mi dulce abuelita, mientras movía uno de los largos bancos de la mesa hasta situarlo a su gusto, con uno de los extremos a menos de un metro del gran can.

Entre las dos a empujones y tirones de pelo pusieron a caballo de el banco y me hicieron tumbarme boca abajo en él, con mi cara a solo medio metro de “Dragón”, que ni siquiera se inmutaba.

-Mira esto, así aprenderás que las tres somos iguales, pero tu madre y yo ya lo tenemos asumido... ¡¡Asúmelo tú!!... solo así disfrutarás de verdad

Mi abuela se arrodilló junto al perrito, sin obstaculizar mi visión, empezando a manosear con delicadeza la polla del “Dragón” que reaccionó prontamente sacando unos centimetros de carne roja de su funda que el perro empezó lamer.

-Tranquilo “Dragoncito”... ya te la chupa mami

El pelo de la anciana, al inclinarse esta, me tapó por completo la entrepierna del perro, pero los movimientos de su cabeza, junto con la agitación creciente en la respiración del can, me hicieron saber que la abuela se estaba metiendo aquella carne rojo sangre en la boca.

De vez en cuando mi abuela levantaba la cabeza y me miraba, con esa sonrisa sádica, momento en el que “Dragón” trataba de lamerse su propia pija, pero ella no le dejaba, quería mostrarme como cada vez más polla del perro estaba asomando. Unos segundos después proseguía con su trabajo bucal.

Repitió la maniobra varias veces. La respiración del animal era muy agitada, y su cipote era... era... indescriptible, un monumento de carne húmeda, cimbreante, de un diámetro algo más pequeño que mi muñeca, la bola de la base era del tamaño de mis manos entrelazadas.

-¿Que te parece mi perrito? - me preguntó la anciana, con la cara enrojecida y desencajada por la tremenda calentura. Yo no acerté a contestar.

Entonces noté un dolor sordo en mi nalga derecha, mi madre me había dado un cachete sobre mi pesada falda, al mismo tiempo que me decía:

-¡¡Contesta niñata!!

-M.. me gusta... tien.. tiene el pene... enorme.. - tartamudeé

Madre e hija se pusieron a reír.

-Ja, ja, ja, ¡¡pene!!... ja, ja, ja, ¡¡que finolis!! - se mofaba mi madre, situada fuera de mi visión.

-¡¡No cariño!! - sentenció la matriarca desatando al perro – ja, ja,... !!esto es un cipote de la hostia que me va a follar bien follada!! ja, ja, ja... que nuestra conversación me a puesto muy salida

Incluso después de la conversación anterior, casi no me creía el lenguaje que empleaban las mujeres que más había respetado en mi vida.

Mi abuela fue deshaciendose atropelladamente de sus ropas. Por primera vez en años pude ver el cuerpo de mi abuela por completo, en aquel momento me pareció de lo mas incitante, aunque considerándolo fríamente era casi grotesco: una barriga que casi le tapaba un pubis que estaba totalmente inberbe, unos pechos que podrían ser calificados de ubres, inmensos, caídos hasta casi tocar el vientre y unas piernas fuertes, pero cubiertas de una generosa cantidad de grasa, que terminaban en un culo de increíbles proporciones.

La anciana no perdió el tiempo se colocó a gatas, haciendo que sus pezones rozaran las baldosas del suelo, que con el frío se pusieron erectos, tan salidos que parecían pequeños penes. Con cierto esfuerzo consiguió que el can pusiera sus cuartos traseros sobre ella.

La excitación de “Dragón” era de locura, casi instantáneamente empezó a mover las caderas tratando de encontrar funda para su espada.

-Mmmmm... me da... mmmmme da con toda la... pollaza... en... el ch... chocho... me frot... frota la pipa... mmmm.. aaaaahh.

Empecé a mover mis caderas frotando mi entrepierna contra la madera del banco en el que me hallaba tumbada. Oí decir a mi madre:

-¡¡Serás ramera!!.. ¡¡El puton este no puede aguantar la calentura, mamá!!.. se está frotando el coño contra el banco la muy cochina.

-Mmmm... marrana... puta d... eeeeeeeeehh... mierd... aaaaaaaaaaaah – suspiraba mi abuela – aquí sol... solo.... nosssssss... corr... corremossssss... nossssss... aaaaaaaaahh... nosot-tras...

A pesar de sus palabras me seguía moviendo rítmicamente, observando como la abuela asía, como podía, la base del canino pollon, llevándolo a su vagina y evitando que la polla entrara por completo, pero dejandole suficiente suficiente libertad a “Dragón” para que impusiera un ritmo frenetico, como el de un martillo neumático.

-Aaaaaaaaaahhh... cuant-ta poll... aaaaahhh, así, así, asíííííííí... aaaaaaahh, aaaaaazz... azot-ta a esas coch.... aaaaaaahh cochinaaaaaaah... q-que no se cor... corraaaaah... mmmmmmmm... mmeeejjj... rompessssssssss..... aaaaaaah...

Sentí el aire fresco en mis piernas y no pasó ni un segundo antes de notar el primer azote, con la mano abierta, en mi nalga derecha, sobre mis bragas de blanco algodón. El dolor fue lacerante, agudo, pero no pareció obtener el efecto deseado, más bien la contrario, Notaba como mi orgasmo se aproximaba mientras los azotes iban cayendo en mi joven culo y aquella barra de carne entraba y salia del coño de mi abuela sin llegar a entrar por completo

-Puta... no te corras... rameraza... deja de mover el culo... zorra - me decía mi madre, entre azote y azote

A los pocos azotes un cambio se produjo en mi mente, un cambio que se quedaría grabado a fuego para el resto de mi vida. Me sentí más allá de la moral. Me sentí como debían sentirse Adan y Eva antes de comer del Fruto Prohibido y ser conscientes del bien y del mal, esos conceptos dejaron de existir para mi.

Los azotes se detuvieron unos segundos, justo el tiempo que mi mamaita tardó en arrancarme las bragas de un fuerte tirón.

-Mmmmm... me viene... - empezó a berrear mi vieja abuela – me corro... ya... ya... aaaaaaaaahhhh... aaaaaaaaaaaahhh... q-que polvoooooooj........ oooooj.... yaaaaaaahhhh... mmmmm.. yaaaaaaaaaaaahhh...

A aquella mujer, con más años de los que le hubiera gustado reconocer, le temblaba todo el cuerpo, estaba sudorosa por el orgasmo y por el esfuerzo de mantener parte de la polla fuera de su chocho, con el pelo de la coronilla babeado por la lengua de su canino amante. Asemejaba un grasiento y brillante flan sometido a la voluntad de la lujuria. Unos segundos después yacía en el suelo, de medio lado, totalmente desmadejada, mientras “Dragón” seguía dando embotadas al aire, con su cimbreante polla goteando líquidos, aquella visión acabo de desarmarme.

El doloroso calor de mis nalgas me subió por la espina dorsal, extendiéndose a mis riñones, a mi nuca, a todo mi ser.

-Mmmmm.... meeeeej.... corr-corroooooooooo.... dammmmm... dameeeee.... mássssss... fuer-fuerteeeeeeeeeeej – no me sorprendió que aquellas palabras las pronunciara yo – yaaaaa...... aaaaaaaaaaaaahh.... que buenooooooooojj....

Mi madre, al no poder impedir mi orgasmo se puso histérica, golpeando mis nalgas con ambas manos, tan fuerte y rápido como pudo. Mis nalgas no paraban de convulsionarse.

Entonces sentí las manos de mi madre agarrándome las nalgas con fuerza brutal, clavándome las uñas, haciendo presión para evitar que las moviera, separandolas con saña.

Pude ver al enorme perrazo lamiendo la entrepierna de mi abuela desde atrás, haciendo que la pinta de su lengua sobresaliera por la parte delantera, con cada lamida mi abuela temblaba como presa de un ataque. La anciana no paraba de gemir, tratando de apartar la cabeza del can:

-Ah... ah... ag... mmm... ag... paraaaaaaaah... mmm...

Mi madre no paraba de gritar mientras hincaba más sus uñas en mis enrojecidas nalgas:

-Perra... te corres sin tocarte... jodida niñata... ¿has aceptado ya lo que eres?...

-S...ssssiiiiiii... - dije suspirando, presa de un orgasmo eterno – s-soy una perra... sssssssss... aaaaah...

Mi madre ahora me soltó las nalgas y las acaricio con dulzura bajando con sus manos por las piernas hasta llegar a los tobillos, mientras mi orgasmo aminoraba. Me hablo con la voz suave, pero pastosa:

-Sshhhhh... Tranquila Anita... Ahora todo será más fácil cariño. Estaba equivocada, no eres como nosotras. ¡¡Eres peor!!.. o mejor, según se mire. Te vamos a enseñar todo un universo que solo has empezado a entrever. Y te utilizaremos para experimentar cosas nuevas, las cosas que no nos atrevemos a probar mi madre y yo solas. Estoy ansiosa por empezar. Ahora será mejor que aparte a “Dragón” de tu abuela o acabará con un ataque cardíaco... je, je, je...

Mi madre entró en mi campo de visión, para coger al perro y con algo de esfuerzo, dado que el pobre animal,a causa de la presión de la mano que sujetaba su cipote, no se había corrido y estaba mucho más que excitado, consiguió atarlo en su sitio.

Después ayudó a ponerse de pie a la desmadejada anciana en que se había convertido mi abuela. Mientras, yo, apoyaba mi mejilla izquierda sobre la madera del banco, mirando al nervioso animal que no paraba de lamerse ansiosamente su pollon.

Por mi parte notaba el escozor de mis nalgas, solo aliviado por la frescura del aire, pensando en que ya estaba hecho, que nada volvería a ser como antes en mis relaciones. Me seguiría excitando hacer el amor con mi marido, pero... había descubierto que habían más cosas que probar... que hacer... la vida... el sexo... era mucho más de lo que siempre me había reconocido. Jamas me volvería a limitar por la moral o por las costumbres establecidas. Sentiria miedo, pero no dejaría que me condicionara. El universo entero había sido puesto ante mi para mi disfrute y el de todos los seres vivos.

La voz de mi abuela me sacó de mi propia mente pero no me hizo separar la vista de el gran “Dragón”, que ahora me miraba con la respiración agitada y la pollaza vibrante.

-Tranquila nenita correrse sin tocarse no puede ser bueno, le pondremos arreglo...

CONTINUARÁ