Grandes Travesuras I
Me dispongo a dar un paso más en mis travesuras
Planeaba esta situación desde hace un año. Esta sería mi travesura más grande hasta ahora y debía salir a la perfección, decidí que lo haría diez veces en el transcurso de dos días. Un fin de semana sería perfecto. Investigué las locaciones casi de manera detectivesca, plazas comerciales cercanas y lejanas, la mayoría eran pequeñas y no resultarían bien, ya casi desilusionada llegué a una plaza ubicada en una avenida importante de la ciudad. Cuando llegué sonreí de inmediato. Contaba con tres pisos y planta baja, en total cuatro plantas para mis travesuras, vi el mapa pero me decidí a recorrerla para tener un mejor plan de cómo moverme los días que haría mi fechoría. Contaba con un supermercado también. Al ver todo y saber dónde estaban los baños de cada planta, comencé a idear mi plan.
De regreso a casa me desnudé toda a excepción de mis medias color natural con un lindo detalle floral en la liga. Saqué mi libreta, a pesar de toda la tecnología aún prefiero usar mi puño y letra para organizarme. Necesitaría diez pantaletas diferentes, como no quería deshacerme de ninguna de las que tengo decidí comprar unas específicamente para eso. También necesitaría cambios de ropa, me dirigí a mi armario y comencé a organizar mi ropa.
Serían cinco cambios cada día, algo complicado pero el plan se iba formando cada vez mejor, serían cambios de ropa radicalmente diferentes para no levantar sospecha alguna. Después llegó el dilema de donde pondría la ropa. Pasaron los días y no lograba encontrar una solución prudente, se me ocurrió una mochila grande pero el problema principal de esa idea era la manera de transportarla, llamaría mucho la atención, entrar y salir del baño con una mochila enorme además mis “victimas” se darían cuenta de inmediato.
Pasaron algunos meses, me había olvidado completamente del asunto cuando en un catálogo vi una bolsa de doble vista, eso era, la solución llegó como caída del cielo. No compraría esa bolsa en específico, fui de compras al centro de la ciudad y en varios lugares las busqué y varios tenían muchos modelos.
Compré cinco, la ventaja de comprar a mayoreo. Ya estando ahí me fui a la calle donde venden la ropa también de mayoreo y compre diez pantaletas variadas, dos cacheteros; uno azul y uno rojo; dos tangas; una blanca y una negra; dos bikinis, uno color vino y uno color rosa; dos bikinis transparentes, color negro y blanco, y para terminar dos pares de pantimedias, uno natural y otro negro. Al final compré varias pelucas para completar mi plan.
La mochila grande sí me serviría después de todo, ahí guardaría mis bolsas, las cuales ya había medido, y cabían a la perfección. Regresé a la plaza, con un solo cambio de ropa en la bolsa, me dirigí directo al supermercado y guardé mi mochila en uno de los casilleros, llevaba conmigo una de las bolsas de doble vista y entré al área principal del supermercado pero di vuelta y me dirigí a la salida. De nuevo en la plaza, fui a los baños que estaban cerca del supermercado. Una vez dentro del cubículo, me dispuse a medirlo con mi cuerpo, para tener las mejores posiciones y la comodidad necesaria para comenzar con lo mío. También medí el tiempo y al final me dispuse a cambiar de ropa. El tiempo del cambio sería el más importante, logré un tiempo promedio de 4 minutos, eso más el tiempo del cambio de lápiz labial completaban un tiempo de alrededor de 7 minutos. Salí del baño y me dirigí al baño del extremo opuesto y volví a cambiar de ropa, esta vez logré un tiempo de un poco más de cinco minutos, más que perfecto.
Decidí esperar un mes para hacerlo, prefería estar tranquila y no dejar pista alguna de mis maniobras ese día.
Llegó la fecha, la noche anterior estaba nerviosa e incluso llegué a dudar de hacerlo, pero unas caricias nocturnas a mi coño hicieron decidirme.
En la mañana desperté muy temprano hice un poco de ejercicio y después fui a tomar una ducha. Me vestí, decidí llevar mi vestido formal de una pieza de estampado color azul cielo. El cachetero azul fue el elegido para ser el primero en recibir mis jugos. Comencé a masturbarme lentamente aun estando de pie, sentía la suavidad del encaje de mi cachetero en mi piel, frotaba suavemente mi sexo de arriba abajo, movía mis caderas mientras abría las piernas más y más. Mi sexo comenzaba a mojarse, al fin podía sentirlo humedecer el cachetero, me acerqué al sillón y me recargué en él con una mano, con la otra seguía estimulando, logré encontrar mi clítoris y lo froté rápidamente, gemía y mantenía la boca abierta, me puse de puntitas al sentir el clímax llegar a mi sexo y mis piernas temblaron, jadeaba un poco. Después de este orgasmo mañanero bajé a la cocina a desayunar.
De último minuto decidí llevar mis a mis “amigos”, el transparente y el morado. Los eché en la bolsa azul con blanco y en la bolsa negra con café respectivamente.
Mientras desayunaba organizaba mi plan para entregar mis pantaletas, el tiempo que estaría en la plaza y los cambios de ropa que llevaría.
Volví a mi habitación y me puse mis zapatos de tacón blanco, ya casi era hora de irme, pasaría a encontrarme con una amiga para discutir los de su nuevo negocio y de ahí partiría a la plaza. Subí mi mochila con las bolsas de doble vista dentro de ella. Estaba nerviosa de nuevo pero la humedad del cachetero me motivaba a continuar.
El viaje hacia el restaurante para encontrarme con mi amiga fue corto, pero aprovechaba cada luz roja para frotar mi chumino con la mano izquierda. La reunión tardó una hora y media aproximadamente, era ya casi medio día, la plaza comenzaría a llenarse de gente, nos despedimos y de inmediato me dirigí hacia la plaza. Temblaba de nerviosismo, y me relajaba de nuevo a sentir mi humedad en los dedos al detenerme en las luces rojas. Una cosa era dejar mis pantaletas discretamente en un lugar que alguien tal vez nunca encontraría y otra entregarlas, a escondidas pero al final de cuentas, directamente.
Llegué unos veinte minutos después, entré al estacionamiento, elegí un lugar cercano a la entrada del supermercado, bajé del carro y saqué mi mochila, la primer bolsa con mi cambio de ropa la llevaba al hombro. Roja y azul por dentro, elegí todas las bolsas con vistas contrastantes para pasar desapercibida. Entré directamente al supermercado. Como era temprano no había mucha gente comprando aún, supuse que la plaza estaría igual, a pesar de ser fin de semana. En una hora todo habría cambiado. El casillero que elegí para guardar mi mochila estaba en la última fila, así tendría un poco más de privacidad al cambiar de bolsas. Hice la misma maniobra de un día antes y salí de inmediato del supermercado.
Tal y como pensaba la plaza contaba con poca afluencia de gente, entré al mismo baño de antes y me masturbé por última vez. Me senté en el retrete, abrí las piernas y comencé a acariciar mi vagina una vez más, intentaba meter los dedos con todo y cachetero, eso lo mojaría todavía más. Subí mi vestido y jalé el cachetero hacía arriba y lo movía, quería que se impregnara todo de mi jugo. Suprimí un gemido cuando oí que abrían la puerta del baño, jadeaba un poco y terminé metiendo mi mano en el cachetero teniendo al fin libre paso hacia mis labios inferiores y mi clítoris. Lo frotaba con mi pulgar mientras insertaba mis dedos, el esperado orgasmo llegó segundos después. Al final intenté regular mi respiración y bajé mi cachetero lentamente, un pequeño hilo de humedad aferraba a la tela a quedarse conmigo pero al jalarlo un poco más al fin se rompió, el puente estaba empapado, tal como lo quería. De mi bolsa saqué la bolsa de regalo lista con papel de china y un moño, envolví el cachetero en el papel y lo guardé en la pequeña bolsa.
Salí a la plaza y busqué una banca en la cual pudiera observar bien. Debía elegir a mi victima con cuidado. En mi mente repasaba la excusa que daría para que el afortunado desconocido aceptara sostener la bolsa de regalo y yo me dirigía hacia otra parte. Muchos se movían rápidamente y algunos otros observaban las vitrinas de las tiendas. Al fin vi a un joven que parecía esperar a alguien. Vestía una camisa a cuadros y pantalón de mezclilla azul, parecía estar a mitad de sus 20, llevaba el cabello castaño peinado hacia atrás y atado en un popular “Manbun”. Estábamos en la planta baja, en medio del paso había islas con mercancía o servicios. Me di media vuelta para abordarlo desde atrás. Al dar la vuelta lo observaba para no perderlo de vista, caminé más lento antes de llegar a la última isla donde había una señorita promoviendo televisión por cable, tomé el volante que me ofreció y pretendí oírla cuando en realidad lo que hacía era no perderle de vista. Al dejar a la señorita atrás suspiré, ya no había vuelta atrás. Respiré hondo varias veces y traté de no ponerme nerviosa. Me acerqué al fin al chico, que estaba viendo una vitrina y con la voz más dulce le dije: -Disculpa, ¿podrías ayudarme?- El chico volteó y contestó afirmativamente.
-Es cumpleaños de un amigo y le compré este regalo- mostré la bolsita y sonreí. –Pero me olvidé de comprar otra cosa para complementarlo, y no me dejan entrar a la tienda donde voy a comprarlo con él.
-Puede meterlo a su bolsa- respondió sonriendo.
Esperaba una respuesta como esa. –Lo iba a hacer pero el guardia la revisó. No le pediría ayuda si no hubiera hecho eso.
-Eso es muy malo, debería hablar con el gerente de la tienda.
De nuevo esperaba esa respuesta. –No quiero perder tiempo y no quiero que una experiencia así arruine mi día, sólo serán unos minutos.
El joven hizo una mueca de disgusto pero al final accedió. –Pero no se tarde, ya que debo irme en un rato.
Sonreí y le tomé del brazo y le di un pequeño apretón. –Gracias, no me tardo. Caminé de prisa y di vuelta donde estaban los otros baños. Miré hacia donde estaba el joven, estaba mirando la vitrina de nuevo, con suerte no sabría dónde di vuelta.
Al entrar jalé un poco de papel higiénico de la bobina y despinté mis labios, después entré a un cubículo y me quité el vestido silenciosamente y el sostén, estaba completamente desnuda a excepción de mis zapatos, abrí la bolsa y saqué la camiseta estilo tanktop, un sostén sport, la tanga negra y unos leggings blancos, me puse la ropa lo más rápido que pude, al final me puse la peluca castaña, mis calcetines y mis tenis.
Como había ido a cortarme el cabello semanas antes al estilo pixie, colocar mi peluca fue fácil, la cepillé un poco me la amarré en una cola de caballo, el último toque eran mis gafas oscuras grandes. Cambié de vista la bolsa y guardé mi otra ropa en ella. Me tardé menos de siete minutos.
Antes de salir respiré hondo de nuevo. El joven no estaba, caminé derecho y miré hacia donde estaba el joven, quien ya no se encontraba en ese sitio. Lo busqué pero no logré encontrarlo. Me dirigí al supermercado de nuevo para cambiar de bolsa.