Gran Slam con Sofía
Tenis femenino, de alto nivel, camino de Roland Garros.
GRAN SLAM CON SOFÍA
Siempre me ha gustado el tenis. Sobre todo los partidos femeninos, porque en ellos a la espectacularidad y plasticidad del juego se une la estética de las propias jugadoras. Realmente es muy agradable el ver como dos chicas jóvenes, con uniformes sexys, piernas preciosas y brazos fuertes, se mueven con elegancia por la pista, sacando, restando, peloteando, voleando... Nunca me pierdo los partidos de los cuatro torneos del Gran Slam (es decir Roland Garros, Wimbeldon, Open USA y Australia), aunque tengo que conformarme con verlos por la tele. Por todas las razones anteriormente expuestas acepté la invitación que me hizo un buen amigo para ver la primera edición del Open de Valladolid, en categoría femenina. Estábamos a mediados de mayo.
- Vente Javi, que seguro que nos divertimos -dijo por teléfono mi amigo Charly-. Yo me encargo de sacar los abonos.
PRIMER SERVICIO
Acepté, y al cabo de tres días empezó el torneo. Las obligaciones laborales nos impidieron ir a las primeras jornadas, pero al llegar a cuartos de final pudimos ir al partido de la tarde. En él se enfrentaban la española Nuria Peláez contra la argentina Sofía Bengoechea. El partido se disputaba el viernes por la tarde, por lo que a las cinco en punto ya estábamos allí los dos, dispuestos a disfrutar de un buen espectáculo tenístico. Nos acomodamos en la grada y a los dos minutos salieron las jugadoras. Primero la española, una chica morena, de 23 años, pero no demasiado atractiva. Después la argentina, una deliciosa joven de 19 añitos. Era rubia, con una media melena lisa recogida en una cola, piernas bonitas (que la faldita dejaba al descubierto) y busto seductor.
No se por qué, pero de inmediato me puse de parte de la tenista argentina. Su carita, una mezcla de ingenuidad y sensualidad, me convenció del todo. Comenzado el partido, pude ver que el juego de Sofía era de alta calidad. Su derecha era contundente, su revés efectivo, su servicio regular y su volea definitiva. Se movía por la pista con suavidad, como si flotase sobre ella. Cuando fallaba el primer servicio y tenía que buscar la segunda pelota, lo hacía levantándose ligeramente su falda corta, dejando al descubierto su muslo izquierdo, ya que guardaba la pelota debajo de la falda. Lo cierto es que, después de retirada la rusa Kournikova y ante la larga inactividad de Martina Hingis, el puesto de musa del tenis estaba vacante. No me extrañaría que Sofía pudiese ocupar ese puesto en breve plazo.
Lo cierto es que la víspera me había documentado un poco a cerca de la jugadora argentina. Busqué en internet y encontré algunos datos de ella. Actualmente ocupaba el puesto 34 en la lista de la WTA. No era una top ten, pero era una tenista que empezaba a destacar en los torneos de tierra. El caso es que dominó totalmente el partido, imponiéndose con claridad. Yo era el único que aplaudía sus puntos, ante la extrañeza del resto del público presente en la pista y de mi propio amigo Charly, el cual estaba de parte de la jugadora española. El partido acabó con victoria de Sofía, por dos sets a cero (6-3, 6-2). La ganadora se despidió del público con una graciosa reverencia, pero antes de encaminarse al vestuario miró fíjamente al lugar que yo ocupaba.
SEGUNDO SERVICIO
Me pareció que hizo un gesto con la mano, invitándome a acercarme a ella. Al principio no reaccioné, pero mi amigo Charly me dio un codazo en las costillas, advirtiéndome de ello.
- No me extraña que te llame -dijo él-. Eres la única persona en toda la cancha que ha aplaudido sus puntos. Seguro que te quiere dar un autógrafo.
Estaba sentado en la tercera fila, por lo que no me costó mucho acercarme a la entrada de los vestuarios. Una vez allí ella me sonrió y dijo:
- Veo que te gusta mi juego. Agradezco que me hayas animado.
Lo dijo con un delicioso acento argentino, dulce como la miel. Traté de no quedarme bloqueado, por lo que dije rápidamente:
Eres una gran jugadora. Me apostaría todo lo que tengo a que, a más tardar, en un par de años, te veo levantando la copa de un Gran Slam.
Eres muy amable -respondió ella-. ¿Cómo te llamas?
Javi -contesté.
¿Por qué no me acompañas y charlamos un poco más?
Sus modales eran exquisitos, para nada era la típica niña inculta y grosera. Sus expresiones, aparte del dulce acento, eran correctas, realizadas en un castellano excelente, sin los típicos dijendos argentinos. Cara a cara Sofía era una preciosidad, ya que ganaba en las distancias cortas. Tenía la piel deliciosamente blanca, los ojos azul intenso, la boca pequeña, los labios finos y una expresión entre pícara y provocativa. Era de estatura mediana (alrededor de 1,70) y de cuerpo esbelto, como la mayoría de las tenistas. Sus piernas eran fabulosas, tanto que me recordaban a las de Steffi Graf.
Por supuesto, acepté la invitación. Uno de los seguratas trató de interceptarme el paso, pero ella lo evitó diciendo: "es mi representante y tengo que hablar con él". Sin más incidentes accedí con ella al vestuario. Nos sentamos en un banco, frente a las puertas de las duchas. Ella cruzó las piernas, permitiéndome ver sus muslos firmes, relucientes por el sudor. La faldita corta le sentaba de vicio, lo mismo que el top sin mangas ajustado a su cuerpo. Sacó de su bolsa de deportes una foto suya y un rotulador negro:
Para que tengas un recuerdo de mí -dijo mientras firmaba la foto.
Muchas gracias -contesté.
¿Por qué no me esperas unos minutos mientras me ducho? Luego podemos charlar -agregó
Asentí con la cabeza y ella entró en una de las duchas y cerró la puerta. En ese momento entró en el vestuario otra tenista. De inmediato reconocí a Yolanda Nieto, la mejor tenista española de los últimos años, aunque su ranking no pasaba del número 50. Miró para mí con ojos inquisitivos y dijo:
Lo siento, pero no puedes estar aquí. Es el vestuario de chicas.
Verás, es que soy el representante de Sofía Bengoechea. Tengo que hablar urgentemente con ella -respondí.
Lo que dice es verdad, no te preocupes -sonó la voz de Sofía detrás de una de las puertas cerradas.
Yolanda Nieto no dijo nada, pero dio por buena mi presencia allí. A fin de cuentas el vestuario era grande y yo estaba sentado al fondo, por lo que había un buen puñado de metros entre nosotros. Además yo no miraba para nada hacia ella, ya que estaba concentrado en la parte superior de la puerta de la ducha. Primero vi colgarse allí un top, después la falda de tenis y seguidamente un sujetador y unas braguitas blancas. Estaba claro que la angelical Sofía se había desnudado y se disponía a disfrutar de una buena ducha.
BREAK POINT
Escuché como corría el agua, mientras trataba de no pensar en lo que había a menos de dos metros de mí. En ese momento la otra tenista salió de una de las duchas, ya perfectamente pertrechada para el partido, me miró brevemente, cogió su bolsa de deporte y se encaminó hacia la salida. Al momento el agua dejó de correr y pude oír la voz de Sofía que me decía:
¿Serías tan amable de acercarme la toalla blanca que hay en la bolsa?
Por supuesto -dije mientras cogía una gran toalla.
Me acerqué con prudencia a la puerta y, sin mirar, puse la toalla justo en la abertura. En ese momento noté como una mano mojada me cogió de la muñeca y tiró con fuerza. La verdad es que no ofrecí resistencia y entré trastabillándome a la ducha. Abrí los ojos y allí estaba ella, desnuda y mojada. Sin ropa su cuerpo era fabuloso. Tenía la piel blanca, la cintura apretada, los pechos pequeños y firmes, las caderas perfectas y el sexo sedoso. Algunas gotas de agua resbalaban por toda su anatomía, especialmente por sus pezones rosados. No supe qué decir ni, mucho menos, qué hacer, pero ella se ocupó de todo. Se pegó a mí y me besó con fuerza en la boca. Sentí el roce húmedo de su cuerpo y el roce ardiente de sus labios.
Reaccioné como si me hubiese picado una serpiente venenosa, cuyo veneno actuó como estimulante. Noté la adrenalina circular por todo mi cuerpo y mi excitación, latente hasta ese momento, se hizo más que patente. Sentí mi polla hincharse contra mis pantalones vaqueros, a la vez que mis brazos se cerraron sobre el elástico cuerpo de ella. Nos besamos con deseo y ella abrió el grifo del agua caliente. Una cálida lluvia me dejó empapado en unos segundos, pero eso no importaba, en realidad nada importaba. Con su ayuda me quité la ropa, dejando caer al suelo la camisa, los vaqueros y los calzoncillos. Arrojé fuera de la ducha los zapatos de verano y me concentré en el cuerpo que tenía delante.
Besé el cuello de Sofía, sus hombros y bajé hasta sus pezones, duros y mojados. Los chupé uno por uno, recreándome en su suave textura. Ella acariciaba mi espalda, mis caderas, mi culo... Bajé la lengua serpenteando por su estómago, mientras Sofía gemía y me agarraba de los cabellos. Cuando llegué a su entrepierna ella separó los pies, dejándome a tiro su sexo. Chupé su hinchado clítoris, sus sensibles labios vaginales y metí un dedo en su sexo caliente. Su sabor era intenso, embriagador. Volví a chupar uno de sus pezones, mientras con la mano acariciaba su linda almejita, cada vez más caliente. Ella estiró una mano y agarró mis huevos, con suavidad. Temí por un momento que su mano derecha se cerrase sobre mis testículos con la misma fuerza con que agarraba la raqueta, pero nada más lejos de la realidad. Su caricia fue leve, pero intensa. Después deslizó sus dedos sobre mi polla mojada, hasta llegar a la punta. Parecía que la polla me iba a estallar, más aún cuando ella empezó a acariciarme el glande con el dedo pulgar, rozando con un ritmo lento, pero implacable.
Ummmm, que polla más rica tienes. Está a punto para follarme. ¿Quieres? -preguntó ella con una voz increiblemente sugerente.
Lo estoy deseando -contesté, sin dejar de frotar su clítoris.
En mi bolsa hay condones....
Salí de la ducha, desnudo y con el pene durísimo. En un lateral de su bolsa había una caja de condones sin abrir. Fuera, en la pista de tenis, se oían aplausos. Cogí uno, lo saqué del envoltorio y, tras colocarlo en mi polla, volví a entrar con ella. Sofía me indicó con un gesto que me colocase tras ella, mientras ella elegía la postura. Se puso mirando a la puerta, inclinó el tronco 90 grados, con las manos agarrando el marco y los pies separados, en las aristas que formaba el suelo con las dos paredes laterales. Yo podía ver su precioso culito y su sexo abierto, profundo, sugerente.
- Vamos, métemela ya -dijo ella en tono imperativo.
Se la empecé a meter al momento. Entre el agua de la ducha y la humedad de su sexo fue muy fácil penetrar. Se la metí hasta el fondo, arrancando de su boca un gemido ahogado. Saqué la polla casi del todo y volví a empujar, clavándosela entera de nuevo. Otro gemido. Con las manos agarraba sus blandas y blancas nalgas, mientras la follaba con un ritmo regular, ni demasiado rápido, ni demasiado lento. Los jadeos de ambos se mezclaban con el ruido del agua de la ducha, que seguía cayendo sobre nosotros.
Me pones muy caliente corazón, muy caliente, muy caliente -dijo ella.
Tú a mí también. Eres maravillosa -respondí.
Metí la polla hasta el fondo, me incliné sobre su cuerpo y, pasando las manos por los lados de sus caderas, empecé a masturbar su clítoris. Ella no tardó en correrse, certificando la eficacia de mi tratamiento. Pero como buena tenista que era solo hizo una breve pausa, a fin de recuperar el aliento, y se dispuso para el segundo set. Apenas se hubo vuelto hacia mí, pasé los brazos por debajo de sus muslos, levantando su cuerpo. Sofía no era baja, pero era delgada, por lo que no me costó demasiado esfuerzo. Apoyé su espalda contra la resbaladiza pared de la ducha, ella se aferró con fuerza a mi cuello y se la clavé de un solo golpe. Ella gimió agradecida, y yo empecé con un nuevo mete-saca. Ella chillaba de gusto, yo jadeaba por el esfuerzo, pero a los pocos minutos sentí que ella se volvía a correr, a juzgar por sus resoplidos en mi oreja y por el temblor de su cuerpo. Yo me corrí unos segundos después, notando en la polla la presión de los músculos de su vagina.
Después de aquello los dos nos derrumbamos. Quedamos sentados en el suelo de aquella ducha, con la espalda apoyada contra la pared y las cabezas una contra otra. Sofía tardó un buen rato en cerrar el grifo de la ducha, pero la verdad es que no importaba.
SET BALL
Unos quince minutos después salimos de allí. Nos secamos como pudimos y yo traté de recoger mi ropa empapada. Como no podía ponerme aquellas prendas chorreantes, Sofía sacó de su bolsa (parece ser que había de todo en ella) unos pantalones de tenis y un polo. Me vestí con ellos y descubrí que me sentaban bastante bien.
- Con esa planta pareces un verdadero tenista -dijo Sofía con admiración.
Ella se puso unos braguitas y un sujetador limpios y se vistió con otro uniforme de tenis. Estaba preciosa. Guardó mi ropa original en una bolsa de plástico y, juntos los dos, salimos del vestuario. En la pista de tenis se escuchaban golpes de raqueta y aplausos. Cuando salimos nadie reparó en mi presencia, pero sí en la de Sofía, la cual tuvo que firmar un buen número de autógrafos. Finalmente logramos llegar a la calle y, la verdad, es que parecíamos dos jugadores que venían de disputar un partido de dobles mixtos.
Ella insistió en que le acompañase al hotel, a fin de que pudiese secar un poco la ropa. La verdad es que dudé un poco:
No sé si será prudente. Mañana tienes semifinales y no quisiera molestarte.
No te preocupes. En realidad ya me doy por contenta con haber llegado hasta aquí -respondió-. Lo normal es que la checa me gane mañana, así que no hay mucho que perder.
Se refería a la checa Maskarova, número siete del mundo y favorita del torneo. Lo cierto es que no pude discutir mucho, ya que en tres minutos estábamos entrando en su hotel. Pidió la llave y el chico que estaba en recepción dijo:
Aquí tiene señorita Bengoechea.
Muchas gracias. Quisiera que me subieran algo de comer. Un par de sándwichs vegetales y una botella de vino tinto, por favor -añadió ella.
Por supuesto. En cinco minutos los tiene allí.
Eran las siete y media de la tarde de aquel viernes cuando entramos en su habitación, en la planta cuarta. Era una habitación no muy grande, pero de aspecto acogedor. La pieza rectangular tenía una cama, una cómoda, una mesita, un armario, un par de sillas, un sofá de dos plazas y un televisión pequeña. Al fondo estaba la puerta que daba al cuarto de baño. Ella cogió mi ropa y la colocó en una silla, a fin de que se secase. Sobre la cómoda, frente a los pies de la cama, había un gran espejo. Nos sentamos en el sofá y empezamos a charlar. Era una conversación animada, más propia de personas que se conocen desde hace mucho tiempo y que nunca han tenido relaciones íntimas, que de dos desconocidos que han estado follando una hora antes.
¿A qué te dedicas, Javi? -quiso saber ella.
Soy economista. Por las mañanas trabajo en un banco y por las tardes estudio derecho en la universidad -contesté.
¿Te gusta tu trabajo? -fue su siguiente pregunta.
La verdad, no. Al principio es divertido, pero al cabo de unas semanas te hartas de algo tan monótono como esto -confesé-. Pero mientras no haya nada mejor...
Te gusta mucho el tenis ¿verdad? -preguntó.
Por supuesto. Lo encuentro fascinante, casi tanto como a ti -dije divertido.
¿No has pensado en dedicarte al tenis profesionalmente? -quiso saber ella.
¿Me tomas el pelo? Tengo 27 años y a esta edad un deportista de élite ya debería estar pensando en retirarse, no en empezar -respondí.
No me has entendido. Ya veo que como tenista eres un poco viejo -dijo sonriendo-, pero en este mundo del tenis hay otras cosas que sí podrías hacer. Yo, por ejemplo, ando buscando un representante ¿te gustaría el puesto?
¿Yo? No tengo ni idea de todo eso. Todo lo que sé del tenis es lo que he visto por la tele -confesé.
En ese momento llamaron a la puerta. Sofía abrió y volvió al sofá con una bandeja en la que había dos platos con los sándwichs, dos vasos y una botella de vino. Colocó la bandeja sobre la mesita, enfrente del sofá, y dijo:
Es bueno reponer fuerzas. Llevo hoy dos esfuerzos intensos y necesito cargar baterías -dijo pícaramente-. ¿Por dónde íbamos? Ah, ya me acuerdo, te había preguntado si te gustaría ser mi representante.
No sé si seré capaz de hacerlo -respondí.
Sofía llenó los vasos de vino tinto y nos pusimos a comer aquellos emparedados, ligeros, pero muy sabrosos. Ella continuó hablando.
Por supuesto que sí. Te ocuparías de negociar mi caché en los torneos, de mirar unas cuantas ofertas publicitarias que tengo y de administrar juiciosamente el dinero que gane. Una tenista profesional gana una buena pasta ¿sabe?
¿Cómo cuanto al año? -pregunté con creciente curiosidad.
Te lo voy a mostrar -dijo. Después bebió un trago de vino, con elegancia, se acercó a la cómoda y del primer cajón sacó unos cuantos papeles-. Echa un vistazo a mis ingresos del año pasado -añadió, dándome uno de aquellos papeles.
Casi me caigo del susto al ver aquellas cifras. El año anterior Sofía era una tenista poco conocida. Había empezado a jugar fuera de Argentina, pero yo no suponía que sus ingresos fuesen ya tan respetables. Seguro que en la presente temporada esa cifra se vería claramente superada. Tomé aire, bebí vino y acerté a decir:
De acuerdo. Estoy dispuesto a dejarlo todo. Solo nos falta ponernos de acuerdo en el precio.
Por supuesto irás a comisión. ¿Te parece bien un 5% para empezar? -propuso.
Desde luego eso era bastante más de lo que yo iba a ganar en el banco en los próximos dos años, por lo que asentí con la cabeza. Brindamos y bebimos, apurando los vasos. Dejamos los vasos y decidí añadir algo:
Bien, ya tienes representante. ¿Cuándo empiezo?
Aquí está el contrato. Lo he llevado conmigo en los últimos meses, a la espera de encontrar a alguien -dijo, mostrándome otro papel-. Solo hay que poner tu nombre, firmarlo y poner la cifra de comisión que vas a cobrar.
MATCH BALL
Traté de coger el papel, pero ella lo evitó. Lo siguiente que hice fue agarrar su duro muslo, de carne dura como la piedra, pero de piel fina como la seda. Ella dijo:
Después firmamos esto. La semana que viene me voy a jugar el torneo de Roma y luego el de Montecarlo. Vendrás conmigo, hay algunos asuntos que resolver por Italia.
Eso está hecho. Pero estaba pensando en sacarte algo más de comisión -contesté.
Tendrás que ganártela. Si me logras satisfacer ahora, puede que aumentemos ese porcentaje -añadió.
Se sentó sobre mí a horcajadas y nos besamos largamente. Quité como pude su camiseta y desabroché su sujetador, hasta que sus pechos quedaron libres, blancos y firmes. Chupé sus rosados pezones, que ya tenían una dureza deliciosa, mientras ella frotaba el coño contra la dureza de mi entrepierna. Nos acabamos de desnudar el uno al otro y ella se agazapó entre mis piernas. La sensación de su húmeda lengua rozando mis testículos me hizo gemir de gusto. Después ella chupó el capullo, con paciencia, sin precipitarse. Era maravilloso el modo en que lo hacía, la manera en que su cálida boca recorría mi polla. Pero no era cuestión de ir demasiado deprisa, así que opté por cambiar los papeles. Ella se tumbó en la cama y yo empecé a comer su delicioso conejo. Sin el efecto disolvente del agua su sabor era más intenso. Metí la lengua en su rajita, cada vez más profundamente. El cuerpo de ella se estremeció. Cuando apliqué las manos a sus tiesos pezones, la carne se le puso de gallina.
La verdad es que yo adoraba su cuerpo bien trabajado. No tenía ni un gramo de grasa y los músculos eran duros y suaves al mismo tiempo. Si Sofía buscaba que yo hiciera méritos, los iba a hacer. Entre el deseo que me provocaba ella y la jugosa comisión que me iba a envolsar, mi rendimiento estaba asegurado. Seguí con aquella diversión hasta que la chica decidió pasar a la siguiente fase. No sé como lo hizo, pero el caso es que ya tenía un condón en la mano. Me tumbó sobre la cama y lo colocó, para acto seguido sentarse sobre mi polla, con movimientos exactos. Al primer envite se la clavó del todo, gimiendo profundamente. Después acompasó su ritmo, subiendo y bajando sus caderas y nalgas regularmente. La visión que yo tenía era magnífica. Tras incorporarme un poco, para chupar sus pezones, vi en el espejo el reflejo de su espalda. Estaba algo arqueada. Más abajo pude ver sus estupendas nalgas, sus muslos separados y su coño, tragándose mi polla a cada movimiento. Esta visión era deliciosa, pero debí abandonarla cuando Sofía apoyó sus manos en mi pecho, empujándome contra la cama. Con ambas manos pellizcó mis tetillas, haciéndome jadear, al tiempo que seguía con su delicioso movimiento de caderas.
Segundos más tarde ella echó el cuerpo para atrás. Apoyó las manos sobre mis muslos y aumentó el ritmo de sus acometidas. Cogió una de mis manos, acercándola a su coño, a fin de que yo masajease su clítoris. Lo hice encantado, notando su creciente excitación. No tardo en llegar al momento crítico, anuciándolo con estas palabras:
- Mmmmmmm, que bien, sigue así, ¡ya, ya, yaaaaaaaaa!
Se corrió con mi polla totalmente clavada en su sexo, agitando las caderas y sintiendo la presión de mis dedos en su clítoris. Seguro que este orgasmo iba a suponer una considerable mejora en mi contrato. Pero los dos queríamos aún más. Me incorporé, cogí su cuerpo y lo deposite sobre la cómoda. Estaba a la altura perfecta, con la vagina justo a tiro de mi polla. Sofía puso sus piernas casi verticales, en un alarde de flexibilidad, apoyándolas en mis hombros, una a cada lado de mi cabeza. Empecé a penetrarla sin perder el tiempo, en un delicioso folleteo, enérgico, profundo. Con los brazos sujetaba sus lindas piernas, jodiéndola a base de movimientos de cadera.
Entre tanto ella hacía buen uso de sus manos. Una de ellas se dedicaba a pellizcar alternativamente sus pezones, mientras que con la otra frotaba su clítoris. De esta guisa se volvió a correr, con un cierto alivio para mí, que ya notaba que no podría aguantar mucho más. Al momento relajó sus piernas, dejándolas caer. Con voz casi suplicante dijo:
- Córrete sobre mí.
Saqué la polla de su coño, quité el condón, me puse de puntillas y puse la polla sobre su abdomen. La punta llegaba casi hasta su ombligo. Al momento eyaculé con fuerza sobre ella, con tanta fuerza que las gotas llegaron hasta su cara. En unos segundos llené de leche sus tetas y su cara, mientras ella, con la boca abierta, trataba de saborear la mayor cantidad posible de semen. Su lengua relamía los labios y la cara, llevando a su boca más y más semen.
¡Qué rico está! Me encantan tus regalos -dijo ella sin parar de chupar.
Eres maravillosa -dije yo, mientras las últimas gotas salían de mi polla.
DOBLES MIXTOS
Después de aquello, armado con una esponja y una toalla, limpié su escultural cuerpo. Nos sentamos en la cama y ella acercó el contrato. Estaba muy bien redactado, sin duda por un abogado. En la línea de puntos que había ella escribió "15%", referido a mi comisión, mientras decía "te lo has ganado". Ambos firmamos el contrato, que entraba en vigor tres días más tarde. Con lo que quedaba de la botella de vino brindamos "por el futuro". Hecho esto, ella se vistió con unos vaqueros y una camiseta roja. Anticipándose a mi pregunta dijo:
- Tengo que bajar a atender a la prensa y a cenar. Quédate a descansar un rato, veo que te hace falta.
Salió de la habitación y yo quedé tendido sobre la cama. Ni siquiera apagué la luz. Cerré los ojos y fui perdiendo la noción del tiempo. No puedo decir cuanto tiempo estuve dormido, pero lo cierto es que no escuché la puerta de la habitación. Solo sentí un golpe sordo y lejano, que no relacioné con nada. En medio de mis sueños me pareció oír una voz femenina que decía algo así como:
¿Qué te parece?
No está nada mal, pero que nada mal... -respondió otra voz de mujer joven.
En ese momento desperté sobresaltado. Tardé unos segundos en enfocar la vista. Cuando dejé de verlo todo borroso pude ver a dos chicas, jóvenes y sonrientes, que miraban fijamente a mi cuerpo desnudo. Una de ellas era, evidentemente, Sofía. La otra era una chica más o menos de su misma edad, morena, algo más bajita, pero muy guapa. Vestía una minifalda negra, que dejaba al descubierto parte de sus muslos apetitosos, y una camisa blanca. Al principio no me di cuenta de que estaba desnudo, pero cuando caí en la cuenta traté de cubrirme con las manos.
- Gabriela, te presento a Javi, mi nuevo representante. Javi, Gabriela, mi compañera de dobles -presentó Sofía.
Entonces recordé una de las fotos de Sofía en internet, en la que aparecía acompañada de otra joven tenista argentina. Era Gabriela Roldán, su compañera de dobles, que también empezaba a abrirse camino en el mundo de la raqueta.
Un placer conocerte -me dijo Gabriela-. Puedes llamarme Gabi. Sofi, tenés buen gusto para elegir representante.
Eh, el placer es mío -contesté, mientras trataba de buscar algo que ponerme.
¿Qué tal es? -preguntó Gabi a Sofía, con el inconfundible y dulce acento argentino.
Delicioso -respondió Sofía-. Cuando lo pongamos en marcha ya lo verás.
Por un momento me sentí como un coche viejo, al que aquellas dos jovencitas iban a tratar de reparar. Pero no cabía duda de lo que se me venía encima. Menos mal que la siestecita me había sentado bien y había repuesto mis fuerzas. Gabi miró para Sofía, con una cierta expresión de incredulidad. Seguro que ya sabía de la existencia de nuestros polvos anteriores y parecía que no tenía muchas esperanzas en que yo diese más de sí.
- Vamos a desnudarnos -propuso Sofia.
Evidentemente se refería a ellas dos, ya que yo ya estaba en pelotas. Se desnudaron en un momento. El cuerpo de Sofía ya lo conocía, por lo que presté más atención al de Gabi. Sus formas eran más redondeadas, sus pechos algo más generosos y el pelo que cubría su sexo era negrísimo, abundante y muy rizado. Una vez desnudas empezaron a acariciarse, con una naturalidad que denotaba que no era la primera vez que lo hacían. Estaban de pie, al lado de la cama, sobre la que yo yacía inmóvil, con los ojos muy abiertos.
Disfruta del espectáculo, cariño -me dijo Sofía-, que luego iremos a por ti.
Sospecho que lo vamos a pasar chévere -apostilló Gabi, que sí usaba las típicas expresiones argentinas.
Desde mi puesto de observador privilegiado pude ver como las chicas se besaron, se tocaron, se lamieron.... Gemían ostensiblemente, mientras se rozaban piel contra piel. Mi polla empezó a reaccionar ante semejante espectáculo. Primero lo hizo lentamente, algo aletargada aún. Después fue cogiendo velocidad, hasta que acabé teniendo una erección potente. Yo mismo me sorprendía de mi buen rendimiento, pero tampoco era tan sorprendente, ya que no todos los días me lo puedo montar con dos tenistas profesionales. Lo cierto es que pronto ellas se cansaron de su juego de dobles y decidieron compartir la fiesta conmigo. Se acercaron a la cama, pasando a la acción. Sofía empezó a lamerme las tetillas, mientras Gabi se ocupaba de mi polla.
- No está nada mal esta herramienta -dijo en tono burlón-. A mí me gusta mucho chuparlas.
Empezó a darme una estupenda mamada, suave pero enérgica. Entre esto y la lengua de Sofía por mi pecho, debo reconocer que estaba en la gloria. La cálida boca de Gabi ya estaba tragando hasta la mitad de mi polla, justo cuando Sofía se colocó de rodillas sobre mi cara, ofreciéndome su coño abierto. Se lo chupé como pude, deteniéndome de vez en cuando ante el efecto que me causaban las chupadas de Gabi. Sofía cogió un condón y se lo mostró a su compañera de dobles (y de otras cosas), la cual sonrió y entendió bien la indirecta. Un par de manos ágiles colocaron el látex sobre mi polla. Acto seguido las chicas eligieron la postura: Sofía se sentaba sobre las almohadas de la cama con las piernas muy abiertas, Gabi estaba a cuatro patas en la cama con la lengua a tiro del coño de la otra y yo remataba la combinación, de pie detrás de Gabi.
MUERTE SÚBITA
Empecé a follarme a la morena, para ver si la convencía del mucho juego que yo podía dar. En un par de golpes se la coloqué entera dentro, provocando un par de gritos de ella. Acto seguido añadió:
Me gusta como coges conmigo, tu polla está muy bien...
Ánimo pequeña, sigue comiéndome el conejo -dijo Sofía.
Agarrado a sus caderas continué los movimientos, haciendo temblar su culo en cada embestida. Gabi chupaba el coño de Sofía, la cual disfrutaba de la visión de nuestra follada pellizcándose los pezones. Estuvimos así un ratito, hasta que Sofía propuso cambiar de postura. Tumbó a Gabi en la cama y ella se arrodilló sobre su cabeza, mirando hacia sus pies. Yo me puse frente a ella, con el coño de Gabi al alcance de mi polla y la volví a follar. Sofía disfrutaba de la lengua de Gabi en su coño, mientras con sus manos masajeaba las generosas tetas. Yo me hundí en las líquidas profundidades de Gabi, sintiendo su calorcito. Sofía reía, viendo de cerca como yo me follaba a su compañera de dobles, mientras ésta le comía el conejo. Sus dedos se cerraron como tenazas sobre los pezones de la otra, que ya estaba muy cachonda y excitada.
Pudo oírse claramente en toda la habitación (y, me temo, que también fuera de ella) el alarido de Gabi cuando llegó al clímax. Se corrió entre gritos de placer, que retumbaban con fuerza en las paredes del hotel.
¡Ahhhhhh, que maravilla, que gustitoooooo! -dijo Gabi entre gemidos.
Ahora vamos a conseguir que este chico se corra. Ya verás que semen más delicioso tiene -propuso Sofía.
Tumbado en la cama observé como aquellas dos fierecillas se abalanzaban sobre mis atributos masculinos. Tras quitar el condón, Sofía empezó a menear mi polla mientras me chupaba el capullo, mientras Gabi se dedicaba a lamer mis cojones. Aquello fue demasiado y tuve un orgasmo espectacular. Mientras me corría pude ver y sentir las lenguas de las dos chicas relamer mi capullo. Eran dos lenguas voraces, que pugnaban por devorar mi semen. Las lenguas chocaban, lamían, chupaban, y su roce era delicioso. Mis manos acariciaban sus espaldas, suaves como el terciopelo, mientras ellas siguieron con su faena, hasta que mi polla quedó limpita del todo.
Después de aquello decidí que ya era hora de disolver aquella divertida reunión. Eran más de las doce de la noche y Sofía tenía que dormir. Gabi se vistió y se fue a su habitación, tras despedirse de nosotros. La víspera ambas habían sido eliminadas en la competición de dobles, por lo que ella ya no tenía muchos pitos que tocar (excepto el mío, claro). Me despedí de Sofía con un beso de buenas noches en la mejilla:
Mañana a las once te veo en la pista. Duerme bien.
Lo haré -contestó ella-. Buenas noches.
Me fui a casa, pensando seriamente en el modo de encauzar la carrera tenística de Sofía. La chica tenía talento y solo era cuestión de orientarla en la dirección adecuada. De eso dependían los futuros ingresos de ambos.
ROLAND GARROS
Al día siguiente, sábado, se jugaban las semifinales del torneo. Evidentemente, Sofía perdió con la checa Maskarova por 6-4, 7-6. La verdad es que la checa era una buena jugadora y a la argentina se la notó algo cansada. La prensa especializada lo achacó a la dureza de la temporada, pero yo sabía por qué estaba tan cansada. Después del partido nos fuimos los dos de compras. Sofía tiró de tarjeta de crédito y adquirió para mí un ordenador portátil último modelo, un juego de maletas, un móvil de última generación y varios trajes elegantes.
Llamé al director del banco para decirle que me despedía. El finiquito ya me lo ingresaría en mi cuenta. El domingo por la noche volábamos a Roma, ya que el torneo comenzaba el miércoles. Entre tanto yo me iba a dedicar a negociar varios contratos publicitarios, de marcas de ropa y de perfumes, que Sofía tenía sobre su mesa. El objetivo era Roland Garros, para cuyo inicio faltaban tres semanas exactas. A la hora de encauzar la carrera de Sofía había que tomar varias decisiones. La primera sería buscar un entrenador veterano (para que no me hiciese la competencia) y severo (para que la metiese en vereda). Lo segundo iba a ser buscar una nueva pareja de dobles para Sofía. Gabi podía ser eficaz para las orgías, pero no era lo más conveniente en ese momento. Si queríamos que ella se concentrase al máximo, lo que menos necesitaba era una lasciva compañera de dobles.
El tercer paso sería vender bien la imagen de Sofía, presentarla como la sucesora de Ana Kournikova. Si estos remedios funcionaban, es seguro que yo tendría entre manos un filón de oro. Si no funcionaban me quedaba el premio de consolación: tendría entre manos una chica viciosa, insaciable y preciosa. En cualquier caso, tampoco estaba mal este segundo premio.