Gran orgía americana

Mi mujer y yo participamos en una espectacular orgía durante nuestra estancia en los Estados Unidos.

GRAN ORGÍA AMERICANA

Debido al trabajo de mi mujer, Susana, llevamos dos años viviendo en los Estados Unidos, muy cerca de San Francisco, en la costa pacífica. Aunque nunca habíamos participado en un intercambio, y mucho menos en una orgía, sí habíamos hecho un trío en Madrid, varios meses antes de marchar a los EEUU. La verdad es que el trío no había sido planeado, pero lo habíamos pasado a lo grande. Sin embargo, la cosa quedó ahí, y ninguno de los dos pensaba en repetirlo, al menos a corto plazo.

Al ir a vivir a San Francisco, hicimos amistad con alguna gente de su trabajo, algún vecino, etc. Entre estas amistades se encontraban Hillary, compañera de oficina de Susana, y su marido, Adam. Al cabo de unas cuantas comidas, cenas y salidas nocturnas, nos propusieron, a las claras, un intercambio de parejas. Ellos eran una pareja con dilatada experiencia en este tipo de cosas. Tras pensarlo un poco, no demasiado, la verdad, aceptamos. El intercambio no es el objeto de este relato, pero sólo diré que fue muy bien, de tal forma que la amistad y las parejas salieron reforzadas. Al cabo de varias semanas, hablando los cuatro del tema, nos propusieron algo diferente: se trataba de participar en una sesión de sexo en grupo. Aquello nos superaba. Nunca habíamos pensado en tal posibilidad, y sólo debido a la confianza reinante en nuestra amistad con Adam y Hillary habíamos aceptado hacer el intercambio. Pero aquello era completamente distinto. No dijimos que no, pero manifestamos claramente nuestras dudas. Ellos nos explicaron en qué consistía aquello: uno de los miembros hacía las veces de maestro de ceremonias, de manera rotatoria, y era el encargado de montar y dirigir la fiesta. Solían hacer dos o tres cada año. Se trataba de un grupo muy cerrado, que mantenía bastante en secreto su actividad, y sobre todo la existencia de esas fiestas privadas . Es lógico entender ese celo en una sociedad tan puritana como la norteamericana, pues a poco que alguien hubiese conocido lo que hacían, se hubiese extendido el rumor de que se trataba de poco menos que de un grupo satánico. Y nada más lejos de la verdad, según pude comprobar.

Después de hablarlo entre nosotros largo y tendido, decidimos aceptar la invitación que nos brindaban. Al fin y al cabo, parecía que era casi una suerte tener la posibilidad de participar en una de estas fiestas, porque extremaban las precauciones antes de decidirse a invitar a una nueva pareja. Sin duda, el intercambio con nuestros amigos y el hecho de que ellos fueran una de las parejas fundadoras del grupo, hizo que ello fuera posible.

Adam nos explicó en sucesivos días los detalles de la fiesta. Se celebraba en la casa privada de uno de los socios, al parecer un rico industrial heredero de una gran fortuna, que ponía a disposición del grupo los salones de una inmensa mansión de estilo español.

En un aparte, Adam me recomendó tomar "algo" para aguantar lo que se avecinaba. Yo no acabé de comprender lo que quería decir, y le dije que prefería no tomar drogas. Él se rió y me dijo que se refería a algún tipo de "retardador". Entonces el que me reí fui yo. Le dije que mucho menos necesitaba eso. Me explicó que la orgía duraría varias horas y que era imposible aguantar de manera natural, que todos los hombres tomaban Viagra y que no me gustaría ver cómo dos tíos con la verga bien dura se follan a mi mujer, mientras que yo no puedo hacer nada con las mujeres que tenga alrededor. Me convenció. Cogí la pastilla y la metí discretamente en un bolsillo.

Por fin llegó el día de la fiesta. Nos reunimos por la mañana en la casa de nuestros amigos y Adam condujo unos 30 ó 40 kms hasta llegar a una zona boscosa. Se desvió por una carretera estrecha que llevaba directamente hasta una verja de hierro. Ésta se abrió en unos segundos. Atravesamos un precioso jardín hasta llegar a un aparcamiento. Bajamos y nos dirigimos a la puerta principal de la casa, una mansión enorme de estilo español. Adam hizo sonar el timbre y al instante abrió un mayordomo. Entramos y el mayordomo nos hizo pasar a una sala en la que ya había bastantes personas. Antes de volver a su lugar, nos dio un sobre a cada uno y nos dijo que esperásemos para abrirlo. Un camarero nos ofreció champán. Empezamos a hablar entre los cuatro y poco después otras personas nos fueron presentadas, aunque todas con nombres falsos, por supuesto. Nadie hacía preguntas más allá de eso y poco más. Al rato un hombre empezó a hablar y todos formaron un círculo alrededor de él. Nos dio las gracias por asistir, dio las gracias al anfitrión y dio por comenzada la fiesta. Nos dijo que abriéramos los sobres que nos habían dado. Dentro de los sobres, las mujeres encontrarían una venda negra con uno o dos números cosidos, y los hombres un papel con uno o dos números escritos. La venda que extraje del sobre tenía dos números, pero el papel que yo saqué sólo tenía un número. Al instante comprendí que se nos emparejaba en base a esos números. El maestro de ceremonias anunció, para confirmar mis sospechas, que cada hombre debía buscar a la mujer o mujeres que tuviesen en la venda el mismo número que él tenía en el papel. Por tanto, mi mujer iba a tener dos amantes, los que tuvieran el 28 y el 12. Y yo una sola amante, la que tuviera en su venda el número 9. Pero se anunció que antes, cada hombre desnudase a su compañera después de vendar sus ojos, dejando puesta solamente la ropa interior inferior.

Por tanto, todas las mujeres quedaron casi desnudas en pocos minutos, mientras las luces iban bajando de intensidad. Luego se nos dijo que los hombres también se desnudaran y quedaran en ropa interior.

Debido a todos esos movimientos, calculé que habría entre 25 y 30 mujeres y parecido número de hombres.

A continuación, los hombres empezamos a buscar a nuestra pareja. A los dos minutos vi como a mi mujer ya la habían encontrado sus amantes, uno bastante joven y otro maduro. Al poco rato encontré a mi amante, con el número 9. Era una auténtica preciosidad, de unos veintitantos años, pelirroja, de piel blanca, alta, de ojos verdes y abundante pecho ya desnudo. Su tanguita de cuero color marrón apenas cubría su hermoso y redondo culo. Le pregunté su "nombre", y me contestó que era Diane. Me la llevé a un lugar bastante alejado del centro de la sala y le quité la venda para que me pudiera ver. No le debí parecer desagradable, porque me dedicó una sonrisa de alivio.

Entonces, a medida que las parejas o tríos se iban formando, empezaban a esparcirse por la gran sala hasta que, al cabo de unos minutos, todos los rincones tenían dueño. Miré hacia donde mi mujer se había ido con sus dos amantes, a unos 10 ó 12 metros de donde yo estaba. Pude ver que ambos la habían rodeado, el joven por detrás y el mayor por delante. El de detrás le estaba comiendo el cuello, mientras le acariciaba los pechos, y el de delante le estaba besando en la boca. Ella acariciaba la entrepierna de ambos, uno con cada mano, mientras ellos seguían comiéndosela por todos lados.

Mientras esto sucedía, yo me había dedicado a mi compañera. Empecé a besarla en la boca, al mismo tiempo que nos acariciábamos mutuamente. Yo ya tenía una erección impresionante por la visión de lo que estaba viendo a mi alrededor. Recorrí su cuerpo con las manos, llegando a todos los rincones, y comiéndole los pechos, con sus preciosos pezones marrones apuntando a mi boca. Mi amante se arrodilló delante de mí y comenzó a besar y a lamer mi miembro. Finalmente se lo metió entero en la boca. ¡Qué manera de felar más experta pese a su juventud! Me echaba para atrás la piel del prepucio con los labios mientras con la lengua acariciaba el glande, con una mano ayudaba en la masturbación de los labios y con la otra me masajeaba los testículos. Toda una experiencia ver a una mujer tan bella haciéndome eso. Al final saqué la verga de su boca, la tumbé, metí mi cabeza entre sus piernas y empecé a chupar su sexo. Su vulva era muy rica, apretada y con buen sabor. La saboreé un largo rato, mientras ella iba gimiendo cada vez más.

Mientras esto sucedía entre ella y yo, echaba miradas furtivas al rincón que ocupaban mi mujer y sus dos amantes; la habían puesto de rodillas entre ambos y ella había sacado las dos pollas de los calzoncillos y les estaba brindando una estupenda doble felación, chupando a turnos los dos mástiles que la suerte le había deparado. Los tipos no le quitaban ojo, y la dejaban hacer, disfrutando de su boca y de sus manos, pues mientras se la chupaba a uno, masturbaba al otro, invirtiendo luego el orden. Después vi que la tumbaban en suelo a cuatro patas. El joven se situó frente a ella, de rodillas. El de detrás le quitó la braquita y le empezó a acariciar el sexo, introduciendo primero un dedo, luego dos, luego la lengua. Ella acercó su cara a la verga del otro, y continuó la felación de antes, esta vez con besos y lamidas no sólo al tallo sino también a los huevos.

Las parejas o tríos de al lado estaban en parecidas condiciones. Por todos lados se chupaba, succionaba, penetraba y gemía. Algunos hombres, pocos, ya habían apurado su primera corrida. Vi a una mujer doblemente penetrada por el sexo retorciéndose de placer.

Yo decidí que ya era el momento de montar a mi amante. La puse a cuatro patas y le chupé un poco el clítoris. Después paseé mi verga por su rajita hasta enloquecerla, metiéndola apenas y retirándola inmediatamente. Acto seguido, le metí la verga hasta la empuñadura de un solo golpe. Gritó un poco, pero después gimió, se retorció y se corrió. Me dediqué a fornicarla, mientras ella gemía cada vez más y se corría. Exploré todas sus profundidades, moviéndome lateralmente, jodiéndola bien. Después le apliqué una crema en el ano, y le metí un dedo mientras seguía follándola. Cuando el ano estuvo suficientemente dilatado, saqué la verga de su sexo y la penetré con cuidado, sin hacerle daño, primero metí un poquito el glande y luego fui introduciendo la verga milímetro a milímetro hasta que conseguí tenerla toda metida. Entonces me permitió hacerlo como si la follada fuera en el sexo, con grandes embestidas que amenazaban con sacar toda la verga para después meterla completamente hasta dejar los huevos pegados al esfínter. Tenía un culo digno de ver: redondo, salido hacia fuera, blanco, de piel suave, con un esfínter en estrella, rosado. Saqué el miembro y la hice arrodillar para que me la chupara. Después la volví a poner a cuatro patas y la sodomicé de nuevo. Pasados unos minutos, sentí que me llegaba el orgasmo y metí la verga hasta el fondo, vaciándome e inundando todo su interior. Después la tumbé sobre mis rodillas para azotarla. Pude ver que le salía un poquito de semen del ano. Para los azotes, cogí una especie de atizador que empecé a sacudir sobre su trasero. Ella gemía de dolor y de placer. Al cabo de un rato conseguí poner todo su culito rojo. Se lo besé. La solté y la hice que separara bien las piernas para introducirle un enorme vibrador de cuero por el sexo.

Mientras la follaba con el aparato, me dediqué a mirar a mi mujer: el que tenía antes la verga en su boca, la sacó y se metió bajo ella. Apuntó con el miembro hacia su sexo y se la introdujo lentamente; el otro tipo retiró su lengua del sexo al ver las intenciones de su compañero y se fue hacia delante a meter la verga en la boca de Susana. Ella lo acogió primero con las manos, echando hacia atrás la piel de su prepucio, dejando terriblemente desnudo su bálano. El tipo cerró los ojos y se dedicó a disfrutar, balanceándose de vez en cuando. Después se la chupó muy lentamente, mientras el joven la follaba también suavemente. Desde donde yo estaba pude ver que el mayor tenía mayor tamaño que el joven, pero mayores dificultades para mantener la erección, que en el joven era espectacular. Así estuvieron hasta que el mayor sacó el miembro de su boca y se fue detrás. Allí se dedicó a ver cómo follaban delante de él, hasta que cogió un tubo y untó el ano de mi mujer. Después dilató el esfínter un poco con los dedos y a continuación metió su polla. Pude ver perfectamente cómo los dos tipos la fornicaban al unísono, uno por cada entrada. Ella se movía despacio para no dañarse y para que no se salieran sus dos pollas, haciendo que uno entrara cuando el otro salía, mientras besaba al de debajo, y ambos se disputaban las nalgas de ella con sus manos, acariciándola por todos lados. El de debajo se percató de que los pechos le quedaban casi a la altura de la boca y se dedicó a chuparlos y morderlos, cosa que ella agradeció aumentando el ritmo, lo que hizo que los dos no aguantaran más y se corrieran dentro. Sacaron las pollas, chorreando semen, y la pusieron de rodillas para que ella las limpiara con la boca.

Yo seguía introduciendo el descomunal aparato en el interior de mi amante, y escuchando los gemidos apagados por los besos que no le dejaba de prodigar. Al mismo tiempo le acariciaba el clítoris y el esfínter con la otra mano, llevándola hasta las mismas puertas del paraíso. Cuando ya se había corrido dos veces más, me pidió que la dejara tomar mi miembro. Yo acepté. Me hizo tumbar en el suelo y relajarme. Empezó por besarme en la boca con tal profundidad que creí tener que poseerla de inmediato. Mas ella no me dejó hacerlo. Siguió besando mi cuello, mi nuca y mis orejas hasta casi hacerme enloquecer. Después bajó por mi pecho hasta mis pezones, en extremo sensibles, para continuar hacia mi vientre. Allí se detuvo un buen rato, rodeando mi verga, que no acariciaba con las manos. Yo estaba a punto de explotar, deseoso de penetrarla de algún modo. Pero ahora era ella quien mandaba, y a mí me tocaba soportar sus dulces torturas. Estuvo un buen rato encima de mí antes de siquiera rozar mi verga con los labios. A continuación se dedicó a acariciarla con las manos, masturbándome muy lentamente, retirando toda la piel del prepucio hasta atrás, dejando todo el bálano al descubierto. Pasó la verga a su boca para conseguir que se pusiera como el hierro. Pero ahora varió su técnica felatoria: lo hacía engullendo rápidamente la verga, mientras aplicaba un contundente masaje a los testículos. Cuando consideró que ya estaba a punto, me soltó y se puso encima a montarme. Puso la verga a la entrada de su sexo, dejando que sintiera sus labios, pero sin dejarme entrar, mientras me besaba en la boca y en el cuello. Después, introdujo la verga poco a poco, haciendo que se notara cada milímetro. Además, tenía la capacidad de contraerla, con lo cual el efecto sobre mi aparato era de una succión increíble. Yo cogí sus pechos y me dediqué a meterlos alternativamente en mi boca, mientras llevaba una mano hasta sus nalgas, acariciando su esfínter y metiéndole la punta de un dedo en el ano. Me estuvo follando muy lentamente hasta que decidió darse la vuelta y montarme dándome la espalda. Se inclinó y pude meter dos dedos en su ano. Se estaba derritiendo y no consiguió resistir más: llegó al orgasmo. Volvió a darse la vuelta y me empezó a besar y a follar de menear frenética; estaba claro que quería correrse de nuevo. Saltaba literalmente encima de mí, en vertical. Lo consiguió. Yo resistía de milagro, pues estaba intentando variar su ritmo continuamente para no irme. Cuando terminó su orgasmo, me dejó y se tumbó al lado. Yo aproveché para meterme entre sus piernas y acercar mi verga, aún bien dura, a su sexo. La penetré nuevamente. Estaba decidido a marcar mi ritmo y disfrutar de lo que parecía iba a ser la última penetración, pues yo no pensaba que pudiera dar mucho más de sí. Me entretuve en explorar bien sus profundidades, llegando varias veces a poner los huevos a tope con sus labios vaginales. Era un espectáculo ver mi verga morena penetrando esa carne tan blanca y suave. Me deslicé docenas de veces en su interior, unas veces despacio y otras deprisa, con energía o con dulzura, y, cuando ya no podía llegar más alto en el gozo, llegué a un clímax tal que, cerrando los ojos, mi cabeza empezó a dar vueltas, llegando a un orgasmo intensísimo, vaciándome en su interior hasta quedar completamente vacío. No me fijé en lo que le acontecía a mi compañera, pero cuando paré ella seguía gritando y gimiendo como nunca había oído hacerlo a una mujer. Nos abrazamos y nos besamos en silencio. Aquella desconocida y yo acabábamos de tener una de las mejores sesiones de sexo de nuestra vida.

Volví la vista hacia mi mujer, y vi cómo el amante mayor cogía un vibrador y lo introducía en su sexo. Al poco rato puede ver que el mismo hombre había cogido también una crema y estaba untándole de nuevo el esfínter. Después dejó metido el vibrador en el sexo y apuntó con su miembro al ano. Tras algún esfuerzo, logró sodomizarla. Ella estaba chupando el miembro del joven, que al poco sacó la verga de la boca de mi mujer y se fue detrás. Sacó el vibrador, se deslizó por debajo e introdujo su pene en el sexo.

Miré a mi alrededor y pude ver que aunque algunas parejas seguían enzarzadas, la mayoría habían acabado. Yo pensaba que aquello sería el final, pero me equivocaba. Vi que algunas parejas y tríos se dirigían por una puerta hacia una sala adyacente. Agarré por la mano a mi pareja y nos dirigimos allí. Era la segunda parte de la fiesta. En ésta, las parejas y tríos anteriormente formados se deshacían y se formaba una especie de orgía comunitaria de todos con todas. Yo no creía que tuviera gas para mucho más, pero me equivocaba. Mi compañera se despidió de mí con un cálido beso en los labios y se alejó. Al instante salieron a su encuentro un hombre y una mujer. Pude ver cómo ellas se arrodillaban y besaban su miembro. Me acerqué a una mujer que estaba copulando con un hombre, ella encima. Me cogió la verga y se la metió en la boca. En ese momento vi a mi mujer entrar con sus dos amantes. Se separaron al instante y mi mujer se fue con otra mujer. Se tumbaron y empezaron a acariciarse. La chica que me estaba felando continuaba a lo suyo, pero yo no quería correrme, pues iba justito y no quería desaprovechar la oportunidad de catar algunas de aquellas mujeres. Saqué mi miembro de su boca y me dirigí a un lugar desde el que poder contemplar el espectáculo que había ante mí. Era muy excitante ver a toda aquella gente haciendo el amor en infinitas posturas, cambiando de pareja constantemente o introduciendo un nuevo compañero en el juego.

Decidí acercarme a una mujer joven que había visto cerca de mí en la otra sala. Estaba con otra joven, acariciándose los senos mutuamente. Las dos eran rubias, de pechos regulares, estatura normal, bastante guapas de cara. Besé a una en los labios. Me devolvió un beso cálido. La otra me acarició el miembro. Me puse de rodillas para lamer el sexo de ambas. Se pusieron de rodillas, a cuatro patas, con el trasero hacia mí. Mientras yo alternaba mi boca en ambos sexos, ellas se besaban suavemente. Introduje un dedo en el ano de una mientras lamía el coñito de la otra. La chica tenía el esfínter ya bastante dilatado pues pude meter más dedos fácilmente, sin duda la habían follado bien por el culo. Ambas gemían de manera muy excitante. Cogí mi verga y la introduje en el ano de la chica mientras la otra lamía y mordía mis huevos y el sexo y el ano de la otra. Pude sodomizarla todo el rato que quise, pues la otra chica se había metido debajo y estaba comiéndole el clítoris y todo el sexo, haciéndola disfrutar enormemente, hasta conseguir que se relajara completamente y disfrutara la enculada. Luego cambiamos los papeles. La otra chica se puso ahora a cuatro patas y nosotros nos dedicamos a dilatarle el esfínter. Cuando estuvo lista, se la metí de igual manera y su amiga se puso debajo para lamerle el sexo. La enculé también un buen rato. Ésta tenía el esfínter algo más apretado y disfruté enormemente de ella. Además, sabía como poner el trasero y cómo moverse para aumentar el placer. Me estaba volviendo loco con esas dos mujeres, y quería seguir así antes de que algún hombre se acercara y tuviera que compartirlas.

Eché un vistazo alrededor y vi que casi no había parejas, casi todo eran tríos y cuartetos, muchos HMH, por lo que sobraban algunas chicas como las que yo tenía.

Decidí follarlas a la vez. Una se tumbó sobre un sofá de espaldas y la otra se puso encima de ella, besando sus pechos, su cuello y su boca. Me puse de rodillas ante ellas y penetré a la que estaba tumbada de espaldas. Después de dos docenas de embestidas me retiré y pasé mi verga al sexo de la otra. Así me pasé los siguientes minutos, follándolas alternativamente, pasando mi verga de una a otra a mi antojo. Pasado un rato, las puse a ambas de rodillas a chuparme la verga. Se la pasaban de una a otra de una manera muy excitante. Después me tumbaron en el suelo y una se puso a montarme de cara a mí mientras la otra se ponía sobre mi rostro para que yo pudiera comer su sexo. Al tiempo, ellas se besaban y acariciaban los pechos mutuamente. Al poco rato se cambiaron de lugar y pasó a montarme la otra mientras yo le hacía el trabajo oral a su compañera. Cuando me pareció oportuno, volví a ponerlas a cuatro patas para sodomizarlas por turnos. Fui penetrando sus culitos de forma alternativa hasta que sentí que me corría. Entonces ellas se pusieron a chupármela hasta que consiguieron hacer caer mi semen sobre sus cuerpos. Se pusieron a lamer el semen de la otra, y allí las dejé, entrelazadas, devorándose mutuamente. Me alejé en busca de nueva compañía. Al cabo de un rato, cuando volví la vista hacia ellas, observé que varios hombres las rodeaban y estaban empezando a penetrarlas por todos lados.

Me acerqué a una pareja que estaba en pleno bullicio sexual. La chica estaba de rodillas chupando el miembro de él. Al acercarme, ella me empezó a acariciar el mío, que empezó a ponerse otra vez en condiciones de actuar. Me echaba para atrás la piel del prepucio de manera lenta hasta conseguir deja media verga al descubierto. A continuación pasó a felarnos de forma alternativa, haciéndonos retorcer de placer a los dos.

La hicimos poner a cuatro patas; el otro hombre le metió la verga en el sexo desde atrás, mientras yo me tumbaba para que ella siguiese chupando. Ella tenía el culo levantado y la cabeza casi a la altura el suelo, lamiendo mi tallo. Así estuvimos varios minutos, hasta que el hombre sacó su verga del interior, ella se deslizó hasta acomodar la mía en su sexo. El otro le metió el cipote por el culo, tras dilatarlo un poco con los dedos. Fue una doble penetración increíble, pues ella se relajó desde el principio y no sufrió con la enculada. Eso nos permitió movernos a nuestro antojo, coger un buen ritmo y penetrarla por ambos lados un buen rato. Tanto fue así que los dos nos corrimos dentro de ella, inundándola de esperma.

Yo no podía mucho más, así que busqué con la mirada a mi mujer. La vi en el otro extremo, follando con un hombre y otra mujer. Me acerqué y vi cómo le estaba comiendo el sexo a su compañera mientras ésta felaba al hombre. Aproveché para meter mi tallo en el sexo de mi mujer. Al sentirme entrar, se percató de quién era. Me sonrió de manera muy significativa. Seguimos follando mientras ella lamía el sexo de la otra mujer. El hombre sacó la verga de la boca de ésta y se la metió en el sexo, mientras mi mujer seguía chupando, ahora ya el miembro de él y el sexo de ella a la vez. Al cabo de unos minutos cambiamos de pareja, y pasé a follar a la otra chica, mientras el hombre le metía la verga a mi mujer. Pusimos a cuatro patas a las dos mujeres, y las montamos desde atrás, al tiempo que ellas se besaban en la boca. Vi cómo otro hombre se acercaba. Se tumbó entre ellas, con la finalidad obvia de que se la mamaran. Ambas lo complacieron y se pusieron a lamerle la polla. El tío tenía un cipote impresionante, y ellas se turnaban en chuparlo y succionarlo, pues a duras penas les entraba en la boca un tercio de su longitud. Era magnífico ver las dos bocas alternándose en el miembro imponente del hombre. Mi mujer se la chupaba con fruición en su turno, mientras la otra lo masturbaba o le comía los huevos. Después era mi mujer la que le comía los huevos mientras su amante le daba empellones por detrás. Por la cara que Susana puso, adiviné que el tipo había sacado la verga del sexo y se la metía por el culo. Mi mujer alzó los ojos para mirarme mientras le comía la polla al tipo, acariciándole los huevos con la otra, y el tipo de atrás la sodomizaba, al tiempo que yo follaba con otra mujer. Finalmente se zafó del tipo que la enculaba y se sentó encima del otro, metiéndose toda su verga en el coño. El otro le volvió a meter la verga en el culo. Se acoplaron de maravilla, moviéndose las tres a la vez. El de detrás no aguantó más y se corrió en su culo. Yo saqué la verga de mi compañera y se la metí a mi mujer en el culo, lleno ya de esperma. Otro hombre se acercó y se la metió en la boca, con lo cual éramos tres hombres disfrutándola. Estaba en la gloria, deslizándose en las tres pollas que la estaban atravesando. El de la boca se corrió agarrándole la cabeza, y ella ya no pudo sino tragarse toda la corrida del tipo, que además hizo que se la limpiara completamente. Después fue mi turno, y llené su culito de más semen. Quedaba el de abajo, que la tumbó de espaldas, puso sus piernas sobre sus hombros y se la folló delante de mí hasta que se sintió que le llegaba el orgasmo; entonces se la sacó, la puso de rodillas e hizo que ella se la meneara hasta correrse en su cara, en su boca abierta, en sus pechos, en su pelo.

Entonces di por concluida mi participación en la orgía, al igual que mi mujer.

Nos fuimos besando hasta una ducha. Allí nos lavamos y pusimos ropa limpia. Salimos al jardín, paseamos un rato y esperamos a nuestros amigos, que aún tardaron media hora más. Cuando estuvieron ya fuera, cogimos el coche y nos marchamos a casa.