Graduación, cambio de vida. (y II)

En la primera entrega, cuento como un hecho acaecido tras mi graduación me cambió la vida. En este relato se cuenta como acabó la cosa.

Serían las dos de la tarde aproximadamente cuando el sol, que entraba por las rendijas de la ventana, unido al sonido del teléfono de Angel me despertó. Oí como Angel lo cogía en la cocina y hablaba con alguien.

  • Si, abuela, -decía Angel- lo pasamos muy bien y la graduación estuvo fenomenal, bueno, ya te habra contado mi madre, no?

...

  • Claro, bueno, estuve por ahí con Manu, el Pajarillo (pajarillo era el apodo de mi familia que es como nos conocen en mi pueblo)

...

  • Vale, a ver si esta despierto -oí decir a Angel dirigiéndose a donde yo estaba.

  • Manu, -me dijo muy bajito- es mi abuela, que quiere que te pongas.

  • Joder, estoy medio dormido -le contesté.

  • Es igual, di lo que sea y ya está -me dijo tapando el micrófono del móvil.

Cogí el teléfono para hablar con la abuela de Angel.

  • Hola?

  • Hola, hijo!, que ya me ha dicho Angelito que lo pasasteis muy bien. Que pena que no pude estar pero es que yo estoy ya muy mayor.

  • No se preocupe -dije-, ya le enseñará Angel las fotos, digo yo.

  • Si ya me ha contado tu abuela en misa esta mañana lo guapos que íbais. Que emocionada estaba la mujer.

  • Bueno, es que ya tenemos la carrera -dije riendo.

  • Pues muy bien, hijo, pásame con mi nieto, anda.

Le pasé el teléfono a Angel que se despidió de su abuela escondiéndose de mi para mandarla besos. Sin decirme nada se fue a la cocina.

Yo a los pocos minutos me levanté con un dolor de cabeza horrible y de pronto caí en lo que había pasado la noche anterior. Me eché la mano a mi trasero, ya que estaba desnudo, para comprobar que todo estaba bien, y aparte de los restos secos de la corrida de la noche anterior todo parecía normal y en su sitio.

Ya en la cocina noté como Angel me rehuía. Me preparé un café, saqué unas galletas, ya que estaba muerto de hambre, y me senté a desayunar.

  • Que dolor de cabeza tengo!.

  • Es resaca, supongo -dijo Angel sin mirarme.

  • Ayer bebimos mucho, ehh -dije tratando de distender el ambiente.

  • Demasiado -dijo lacónico Angel.

Pasó un rato mientras yo comía algo y él terminaba su café. Al levantarse hacia el fregadero, dándome la espalda, por fin habló.

  • Lo que pasó anoche...

Tras una pausa, retomó la conversación.

  • ¿Como te sientes?

La verdad es que no me había parado a pensarlo. Supuestamente yo no era gay, pero por otro lado, lo de la noche anterior lo seguía recordando como algo glorioso. Por otra parte, y ante los recelos de Angel, tampoco quería decirle lo que me gustó y que no me arrepentía de nada. No estaba seguro de cómo se sentía él y tenía cierto miedo que lo que había pasado diera al traste con nuestra amistad. Tras una larga pausa le contesté con una pregunta bastante ambigua, por otro lado.

  • ¿Te soy sincero? No sé que opinas tú y no sé si lo que diga te puede molestar.

  • Si, por favor, sé sincero -dijo sentándose de nuevo a la mesa.

  • A ver, Angel, de lo que recuerdo de anoche, no me arrepiento. Yo al menos lo pasé bien.

  • Yo también -dijo muy bajo tras una leve pausa.

  • Entonces? ¿Qué problema hay? -pregunté.

  • No sé, tío, anoche hicimos cosas que...

Y tras decir eso, se quedó callado. Yo, por aclarar de una vez que era lo que pasaba, decidí retomar la conversación.

  • ¿Qué es lo que hicimos que te arrepientes?

  • Tío, ¡nos estuvimos besando! -dijo Angel con los ojos como platos.

  • Y sólo te arrepientes de eso?

La verdad es que me extrañaba que se arrepintiese de eso y no de los polvazos que echamos. A veces no le entiendo.

  • Si, joder -dijo medio sollozando-, es pasar un límite. No pensaba que iba a pasar eso.

  • Bueno, lo que dijimos era que si no nos gustaba parábamos, no? -dije intentando tranquilizarle.

  • Somos amigos de toda la vida y entre nosotros tenemos mucha confianza. Nada de lo que pasó saldrá de aquí, lo sabes -continué diciendo-. Y bueno, si crees que no estuvo bien, no pasa nada, los dos lo olvidamos y ya está.

Yo por mi parte también me debatía en un mar de dudas. Por una parte estaba conforme con lo que había pasado y no me importaría repetirlo, pero tal y como decía Angel, sería traspasar una frontera que jamás había imaginado. Angel seguía con la cara entre sus manos y yo permanecí un buen rato en silencio.

  • Ese es el problema -dijo Angel rompiendo el silencio-, que no quiero olvidarlo.

A mi me dió un vuelco el corazón. Ahora me tocaba decidir a mí si quería repetirlo o no ya que él si que quería. Tenía sus dudas, sí, pero dicho estaba. Por mi parte, y dado que tengo confianza con él, no me quise poner enigmático y decidí contarle las cosas tal y como las veía.

  • Mira, Angel, a mi me pasa igual. Lo de anoche lo repetiría a ojos cerrados, es lo que me pide el cuerpo, pero creo que como a tí, me da miedo a dónde nos pueda llevar esto.

  • Y a dónde crees tú que nos puede llevar? -preguntó Angel ya mirándome a los ojos.

  • Pues ya sabes, a que seamos gays y todo eso.

  • Pero yo no soy gay -respondió Angel.

  • Vale, pues eres bisexual, y ya. ¿no? -dije tratando de quitarle hierro.

  • Ufff, que lío -dijo mientras se levantaba de la mesa-. Me voy a dar una ducha que aún, bueno, de lo de anoche. Ya sabes.

  • Jejeje, venga, va. Después cuando termines voy yo.

Angel salió hacia el único baño que tenía el piso mientras yo me quedé recogiendo mis cosas del desayuno. El dolor de cabeza seguía siendo insoportable y yo también necesitaba una ducha urgentemente a ver si así se calmaba un poco.

Decidí ir al baño a ver si Angel había terminado. No había nada extraño en vernos desnudos ya que en el piso muchas veces estábamos así al salir de la ducha, por ejemplo. Entré en el baño y Angel seguía en la ducha y como llevaba ya un rato aparté la cortina por ver como estaba. Sinceramente, pensaba que se había quedado dormido, como alguna vez, tras noches de borrachera, le había pasado.

Me lo encontré de pié, bajo el chorro de la ducha, quieto, mirando a la pared.

  • Venga, Angel, date prisa que yo también me quiero duchar, que tengo la cabeza que me estalla.

  • Es que yo estoy igual -me respondió-. Pasa si quieres.

Ni corto ni perezoso me metí en la ducha y lo primero que hice fue apartarle un poco para ponerme yo bajo el chorro. El agua tibia de la ducha sobre mi nuca hizo que el dolor de cabeza se aplacara un poco. Cogí mi esponja y eché el gel para enjabonarme y tras ello, como Angel seguía inmovil, le dí con la esponja en la espalda como para despertarle.

  • Vamoooossss, despierta! que te duermes.

  • Que va, estoy relajado

  • Y ya te has enjabonado o lo tengo que hacer yo? -dije de broma.

  • Ya lo he hecho, pero si quieres enjabonarme otra vez...

Yo seguía con la esponja sobre su espalda por lo que la moví por toda ella. Al principio mas bien rápido pero poco a poco me fui recreando en ello. Al rato Angel se dió la vuelta y comencé a frotarle el pecho. Mirándole a los ojos bajé la esponja a la tripa y un poco más hasta llegar a su paquete. En este momento, dejé caer la esponja y lo que enjabonaba su pene era mi mano directamente. Angel me respondía entrecerrando sus ojos con una mueca de sonrisa.

  • Angel, creo que esto es mi respuesta a las dudas de antes, ¿no te parece?

Su pene iba cogiendo cada vez más consistencia hasta que lo tuvo completamente erecto. Yo seguía manoseándolo y a veces bajaba mis manos debajo de sus testículos, mientras de vez en cuando a él se le escapaba un suspiro, aunque permanecía con los ojos cerrados y como en otro mundo.

De repente, abrió los ojos y mirándo fijo a los mios dijo:

  • Creo que he tomado una decisión.

Dicho esto con una mano agarró mi paquete y con la otra me la pasó por el cuello llevándome hacia él y me plantó un beso del que no me pude despegar durante un buen rato. Su lengua invadía mi boca queriendo recorrer todos los rincones. Su mano masajeaba mi polla haciendo que se pusiera a tope.

Tras un rato con esta pelea de lenguas y manos paramos para secarnos e ir a su habitación, que os recuerdo que era la única de la casa con una cama de 1,35.

Nos tumbamos en la cama y volvieron los besos y los agarrones en la polla y los testículos. Angel de un empujón me colocó hacia arriba y con su boca se puso a recorrer mi cuello. Se entretuvo con el lóbulo de mi oreja y bajo por mi pecho hasta mi pubis y sin apenas dilación se metió mi polla en la boca. Yo levanté los brazos y poniendo las manos tras mi cabeza me dejé hacer. Él, mientras se deleitaba lamiendo todo mi pene y recorriéndolo con su lengua, con sus manos jugueteaba con mis huevos y a veces bajaba, con las yemas de los dedos, hasta acariciar mi esfinter.

A mi me venían oleadas de placer cuando ya mi polla invadía su boca y era él mismo el que se la follaba con movimientos bruscos de cuello y al tiempo sus dedos ya pugnaban por entrar en mi ano.

Me hizo levantar un poco las piernas dejándole un mejor acceso a mi parte trasera, lo cual aprovechó clavándome el dedo corazón y ante el respingo que di con su boca apretó mi polla como queriendo exprimirla. Poco rato después su dedo índice también estaba dentro de mí y ambos entraban y salían al ritmo de la mamada.

Yo creía que me iba a correr y se lo dije a Angel, el cual me pidió que aguantara un poco.

Después de unos minutos más de mamada y masturbación anal, Angel se incorporó un poco y agarrando su polla, completamente tiesa, la apuntó hacia mi esfínter. Le costó poco meter el capullo ya que estaba muy dilatado por sus dedos. El abundante líquido preseminal que él tenía ayudó también.

Notaba como Angel me penetraba poco a poco hasta que cuando ya la tuvo toda dentro, con otra mano se puso a masturbar mi polla al mismo ritmo que iban marcando sus empujones. Yo cerré los ojos y me abandoné al torrente de sensaciones que me venían. Me sentía completamente satisfecho y excitadísimo, tanto que apenas pude aguantar mas y sin previo aviso y sin decirle nada me corrí.

Uno de los chorros me salpicó en mi cuello y Angel se lanzó mientras me enculaba a chupar mi semen y acto seguido, ya en su lengua me lo ofeció para que de un beso lo compartiésemos.

Sus embestidas eran cada vez mas potentes así como sus jadeos que se acompasaban a los míos, a veces interrumpidos por morreos y chupetones.

  • Joder, Angel, que gusto, quiero estar siempre así.

  • Uff, si, y creo que me voy a correr.

Acto seguido pude percibir como mi intestino se llenaba del cálido semen de mi compañero que si cabe con mas fuerza trataba de clavármela mas profundo. Unos segundos más tarde se derrumbó sobre mí con su polla aún dentro.

  • Me gusta que me folles, Angel, me encanta. No me puedes dejar sin esto -dije.

  • Ni en sueños me voy a perder tu culito, maricona -dijo sarcásticamente.

  • Llámame como quieras, tío, pero no veas si me haces disfrutar.

La polla de Angel salió de mi ano porque se había desinflado. Hilillos de su semen se deslizaban hacia abajo. Angel se tumbó a mi lado poniendo su cuello sobre mi brazo, ya estirado, con lo que le abracé.

  • Sabes? -dije-, creo que habrá que quedarse un tiempo más aquí en Madrid, por lo de buscar curro y eso.

  • Si, en el pueblo no hay, y además aqui tenemos mucho tiempo que recuperar tu y yo.

  • Joder, tienes razón, todo el curso perdido. Ya nos podíamos haber emborrachado como anoche al comienzo del curso. ¿Te imaginas?

  • Calla, calla... que me pongo enfermo de pensarlo.

Después de un ratito de relax volvimos a la carga, ya que su culete parecía hambriento y yo tenía con qué darle de comer.

Tardamos unos días en volver al pueblo, los cuales disfrutamos sin apenas salir del piso, con la excusa de las revisiones de exámenes y demás. Tras dos o tres días allí volvimos para buscar trabajo y por suerte, al poco tiempo, tanto Angel como yo lo encontramos.

A día de hoy, ambos seguimos en el mismo piso, y sí, el ascensor sigue dando un salto entre el 2º y el 3º, lo que a veces nos ha dado juego a grandes polvos.

Nuestras familias están extrañadas de que el trabajo nos absorba tanto como para no ir al pueblo apenas y para que todavía no nos hayamos echado novia, pero en fin, ni uno ni otro hemos querido salir de nuestro entrañable armario.

Estoy seguro que alguno de los amigos de la pandilla sospecha algo, pero no es cuestión de decir nada. ¿A quién le importa?.

En cualquier caso, somos un caso extraño de homosexualidad/bisexualidad, si se puede llamar así. Es decir, si vemos a una tía buena por la calle la miramos, y a veces, ¿por qué no?, nos apetecería follárnosla, aunque para estas temas preferimos tenernos el uno al otro y eso sí, curiosamente, jamás me he imaginado con otro hombre en la cama.