Gracias por el juguete, Amo

Angélica le perfora el culo a su pareja. También hay mamadas, manda ella.

Gracias, Amo. Por mi nuevo juguete. ¿Tengo que parar en amarillo?

Angélica miraba el trasero de Jaime con ese plug y lo llamó. Le hizo que le diera la espalda y empezó a girarlo.

Jaime hacía muecas de dolor con cada giro, ella tenía una sonrisa en el rostro. Se lo quitó de golpe, él gritó y Amo rio. Ella sabía que le había hecho daño, y no se sentía culpable. Al sacarle el plug lo vio sucio y lo hizo volverse a girar. Le indicó que lo lamiera hasta que estuviera limpio, y luego lo dirigió hacia la cafetera con una zurra.

Jaime dejó las dos tazas de café encima de la mesa y se arrodilló entre Amo y Angélica.

—Yo no te diré cornudo, ese nombre le pertenece a Amo. Para mí eres cucaracha. Ahora ve a ducharte, en mi cajón hay lavativas, utiliza una. No quiero ver más mierda.

Angélica miraba como Amo se tomaba el café, mientras le daba vueltas al suyo. Notaba como se volvía a excitar. Quería que la tocara.

—Casi me da pena el cornudo. No seas sádica, si paras en el aviso podrás jugar más y evitarás que marche.

—Gracias, Amo —contestó con una respiración entrecortada.

—Eres una zorra, te encantaría que te follara encima de la mesa. Ahora te has de buscar tú el placer. Mañana vendré. Gracias por el café.

Cuando se levantó y vistió, Jaime entró desnudo en el comedor.

—cucaracha, haz que se corra en tu boca y dejas su semen en mi café.

—laica, sé que te encanta mi semen, pero tú la chupas mejor. De rodillas ahora, perra.

Angélica hizo caso y Amo le puso la polla de golpe hasta la campanilla. Ella se maldijo no realizaba una mamada le estaba follando la boca. A Jaime se le empezó a poner dura. Cuando Amo se corrió Angélica se lo tragó todo, no perdió ni una gota. Amo marcha dejando a la pareja sola.

»No me ha dejado instrucciones de qué debo hacer —pensó Angélica mientras se dirigió a la habitación y se tumbó en la cama—. Es la primera vez que no me dice que hacer con Jaime.

Al pasar el rato una idea recorrió su cabeza. Tomó una caja de zapatos y se dirigió al comedor. Vio a Jaime con la polla flácida.

—cucaracha, delante de la mujer de pie.

Angélica vio cómo le empezaba a crecer la polla y dejó la caja encima de la mesa. Se dirigió a la cocina y tomó una cubitera del congelador.

—El estómago encima la mesa, los brazos colgando en un lado y el culo cerca mío.

En esos momentos sonó el móvil de Angélica, vio que era Amo quien llamaba y contestó. Habló poco y puso el manos libres.

—laica, ponle las bolas chinas en la boca y que las lubrique.

—Sí Amo.

Angélica sacó las bolas de la caja y se las dio a Jaime para que las lamiera.

—¿zorrita has llorado mucho? Te faltaban las instrucciones. Te has recuperado y es lo importante. Ahora pon el culo delante de cornudo. —Ella hizo caso—. cornudo ponle las cuatro bolas, con cuidado.

—cucaracha vigila y puede que yo contigo vigile.

Angélica notaba un placer enorme con cada bola, al final fueron cuatro.

—Gracias Amo. Ahora ya sé que hacer.

—Adiós, zorra, si necesitas algo llama.

Angélico observó como se finalizaba la conversación.

Miró a Jaime y una sonrisa fue dibujada por sus labios.

—cucaracha, túmbate en el sofá.

Jaime hizo caso, andó con paso inseguro. Una vez estuvo se sorprendió al ver que Angélica se ponía encima: una pierna a cada lado y la polla en el coño.

—cerdito, te explico: me moveré para ir recibiendo tus golpes, si crees que lo sabes hacer mejor, muévete; tú mano derecha en el clítoris; la izquierda en el pezón, retuércelo; y cuando estés a punto de correrte me lo dices.

Nada más empezar a moverse Angélica empezó a jadear. En esas que Jaime le acarició el clítoris y se mojó.

—Uno —dijo ella.

Jaime subió la mano y con las bolas era una sensación desconocida. Cada vez que su polla entraba notaba como chocaba.

—Cariño —dijo Jaime y recibió una torta de ella que se la puso más dura—. Señora, Ama, me falta poco.

—Aprendes rápido.

Angélica notó que se excitó al recibir la torta. Y salió de encima de él y se sentó en el sofá.

—Ahora quiero que te corras en mis pechos. —Tardó poco en hacerlo—. ¿Alguna vez te has comido tu lefa.

Negó con la cabeza al mismo tiempo que empezaba a lamer. Esa sensación le hizo a ella volverse a correr. Una vez se encontró limpia.

—Quiero a mí cucaracha tumbada en la mesa panza arriba.

Ella se percató que no estaba erecto y se la empezó a cascar. Una vez ya se le empezaba a poner tiesa tomó la cubitera y dejó caer unas gotas de agua helada sobre los huevos, la erección le volvió a bajar.

—cucarachita mía, sabes que la quiero erecta. Como es la primera vez no habrá castigo.

Repitió el procedimiento hasta quedarse sin agua, solo quedaban cubitos.

—Me has hecho enfadar, gírate. —Jaime obedeció—. Te toca el castigo, si no puedes aguantar di amarillo y pensaré si paro. Dices rojo y me detendré.

Angélica le puso un cubito casi desecho por el recto y Jaime se estremeció.

—Señora, puede darme un trapo. Es para que no escuche mis gritos.

—insecto, tienes escrúpulos. Aguanta los gritos.

Ella disfrutó poniéndole todos los que había. Noto como se excitaba. Una vez lo llenó le puso un plug para que se le escaparan pocas gotas.

—Una vez me siente en el sofá me llames el coño y luego de mi corrida vas al baño a quitártelo.

—Sí, señora.