Gracias al ordenador.

Cuando me dijeron que debía trasladarme a una pequeña localidad situada en medio de la nada, se me vino el mundo abajo. Aunque soy de un pequeño pueblo, la mayor parte de mi vida he estado en la ciudad y por eso no me esperaba el traslado.

Cuando me dijeron que debía trasladarme a una pequeña localidad situada en medio de la nada, se me vino el mundo abajo. Aunque soy de un pequeño pueblo, la mayor parte de mi vida he estado en la ciudad y por eso no me esperaba el traslado. Pero el trabajo es así y mas en momentos de crisis. Me dieron un par de semanas para organizarlo todo, y lo bueno es que la empresa me buscaba vivienda y además me pagaba una parte del alquiler.

Antes de incorporarme fue allí, no me perdía a pesar de estar algo alejada de las grades autovías y autopistas. Si la noticia del traslado fue negativa, la impresión del lugar no lo fue menos. A penas había dos cafeterías y un pequeño bar de copas. Si de algo tenía que alegrarme fue de la acogida de los compañeros (dos, un chico de mediana edad y una mujer algo mayor). Ellos me hicieron pasar el trago de forma más acogedora.

Tras instalarme en la vivienda comencé a trabajar. El horario era exclusivamente de mañana y tenía todas las tardes libres, con lo que el aburrimiento era total. Leí sin parar y vi películas por un tubo, pero la sensación era que estaba alejado de toda mi vida anterior. Debido a estar todo el tiempo en el trabajo con un ordenador, era reacio a pasar mi tiempo libre navegando por Internet, pero debo reconocer que era la forma de estar al día de lo que ocurría fuera de mi actual pequeño mundo.

Y que decir del sexo. Llevaba tiempo sin mantener relaciones y toda mi actividad se reducía a pajas pensando en mis anteriores experiencia. Como he dicho el ordenador me abría puertas al mundo exterior, pero también al sexo. Por ello me convertí en un buscador de páginas de carácter sexual o pornográfico.

Una noche de invierno, aburrido tras la cena y con una televisión que no ponía nada en condiciones, me puse delante del PC y comencé a navegar. Descubrí por casualidad una página de contenido gay, en la cual numerosos chicos (y no tan jóvenes) se exponían a ser vistos y a compartir momentos de privacidad. Lo que en principio era una visita casual se convirtió en una visita obligada la mayoría de las noches (muchas de ellas finalizando en pajas pensando en aquellos cuerpos que se vendían al espectador).

Debo reconocer que siempre me han gustado los maduros, sobre todo de mucho bello especialmente en el pecho, y más si tienen una buena polla. Por eso una noche mientras pasaba páginas descubría la presencia de un hombre maduro, muy peludo y que ocasionalmente enseñaba una verga descomunal. Tras varios días viendo aquel espectáculo decidí tener un encuentro privado on line con él. Me excitaba sobremanera la forma de acariciarse, de mover su mano sobre su enorme polla, larga y gorda, sobre las que se dejaba entrever sus venas. Pero también era excitante oír sus gemidos, sus palabras malsonantes, invitándome a masturbarme a mi también (no era necesario, puesto que lo hacía con mucho gusto). Sobre todo me encantaba la corrida final, en la que la leche le salía disparada y caía sobre todo su cuerpo peludo. En ocasiones me mostraba su culito peludo incitándome a follarle (ojala me hubiese podido meter en el ordenador).

Fueron varias las noches en las que los encuentros privados finalizaron en una enorme corrida, y en las que habíamos mantenido una cierta amistad. Hasta entonces siempre le había negado tener yo una cámara para poderme mostrar, pero una de esas noches estaba tan cachondo que decidí mostrarme con mi cámara. Mi imagen aparecía en una parte del ordenador, y en la otra estaba la suya. Ambos nos auto acariciábamos y fue el quien comenzó a sugerirme sus fantasías, que pronto pasaron a ser órdenes.

  • Tócate la polla lentamente y acaríciate con la otra mano tus huevos.
  • Chupa tu dedo y acaricia tu culito, metiéndotelo después.

Dicho y hecho; abierto de piernas sobre la pantalla se observaba mi dedo sobre mi culo, que entraba y salía y me proporcionaba oleadas de placer. Seguía acatando sus órdenes hasta que no pude más y mi leche comenzó a salir a borbotones, llegando incluso a manchar el teclado del ordenado.

  • Oh, que corrida más bella – decía desde su ordenador.
  • Dame tu leche. Cométela toda como si fuese yo, me ordenaba.

De pronto comenzó a gemir y su corrida fue espectacular. Su leche salía con mucha fuerza y era recogida con sus dedos y llevada hasta su boca. Que momento más impresionante de placer.

Tras todos estos encuentros, un día decidí hablar con él pero no tener sexo. Ya se que estaba prohibido pero me proporcionó su correo electrónico y me invitó a mantener una conversación con él tras su horario de trabajo.

Aquella noche le abrí mis sentimientos y le conté como estaba siendo mi vida en aquel pueblo perdido en medio de la nada. El también me contó parte de su vida, donde descubrí que era camionero y trabajaba en una gran empresa de transporte. A parte de encuentros esporádicos on line, cada vez manteníamos más conversaciones privadas, y la amistad fue poco a poco surgiendo.

Cuando apretaba el calor, era muy fuerte en el pueblo, me manifestó que casualmente dentro de unos días pasaría cerca de la localidad, y haría noche en una estación de servicio donde paraban numerosos camiones, por lo que podríamos tomar algo y charlar. Llegado el día, tras el trabajo, me preparé a conciencia (habíamos concertado al ropa a llevar para reconocernos) y aunque a ultima hora surgieron dudas, me puse en camino. Era una oportunidad que tenía para follar y no quería desaprovecharla. Llegue al lugar acordado cuando estaba cayendo el sol, y había numerosos camiones y gran cantidad de gente, por lo que pensé que sería difícil de localizarnos.

Junto a una estación de servicio había una cafetería que también era hostal. Decidí entrar a tomar algo mientras esperaba. Estaba repleta de gente, y el ambiente era cargado. El olor a tabaco, macho, sudor… era sofocante y con el calor se hacía agobiante. Como pude llegué hasta la barra y pedí una cerveza para saciar la sed. A mi lado dos musculosos varones charlaban amigablemente. Llevaban camiseta de tirantes y dejaban entrever su pecho peludo, lo cual me excito sobremanera. Incluso su sudor me hizo estremecer, y creo que llegué a empalmarme. Si uno de ellos me hubiese insinuado acompañarle no habría dudado, y más cuando pasaba el tiempo y mi cita no llegaba. Tomé otras dos cervezas (sin alcohol puesto que no bebo), y llegue a pensar en marcharme.

Al poco tiempo a mi lado se situó un hombre de mediana edad, que me llamó por mi nombre y me pidió disculpas por el retraso. Mis nervios eran evidentes, y traté de disimularlo lo mejor que pude. Me comentó que había habido problemas con la carga y habían tenido que salir más tarde de lo previsto. Acepté sus disculpas y le invité a tomar algo. Llegaba todo sudoroso y sobre su camiseta se mostraba empapada en algunas partes de su cuerpo. Observé sus manos, que tenían unos dedos largos y sobre todo disimuladamente miraba su paquete, ya de por sí espectacular (no quería pensar si estuviese empalmado). Mi polla se ponía por momentos morcillona, y lo intentaba disimular mirando hacia la barra del bar.

Uno de sus comentarios me hizo alarmarme. Me manifestó que su acompañante (en viajes largo iban dos conductores para turnarse en la conducción) estaba en el camión y que vendría mas tarde. Mis expectativas de sexo por un momento se derrumbaron, pero la noche podía ser larga y tener sorpresas. Como su compañero no venía decidimos ir a buscarle. Me dijo que había alquilado una habitación y que uno de los dos debería dormir en el camión para vigilarle, ya que se habían producido robos en lugares similares.

La impresión del compañero fue brutal. Bajo, algo regordete, con un aspecto desaliñado, barba mal arreglada y su pelo despeinado. La sensación de dejado fue total, nada que ver con la de mi amigo. Aseguró que tenía todavía mucho que hacer en el camión y por ello debía permanecer en el mucho tiempo, por lo que Luís ( mi amigo, desde ahora la llamare así) me dijo que se iba a duchar y que le acompañase.

Fue el momento esperado y con mucho gusto le acompañé. Tras recoger las llaves de la habitación nos encaminamos a la misma. Iba tan excitado que no atendía a su conversación. La habitación era pequeña, con una cama, una silla, un espejo y un pequeño baño. No obstante se observaba limpia y muy arreglada. Luís me dijo que me pusiese cómodo que se iba duchar y después podríamos ir a tomar algo.

Fue instantáneo. En el momento que se quitó su camiseta, y vi su velludo cuerpo, me abalance sobre él y comencé a chuparle su pecho. Mi lengua comenzó a salivar su pecho, sus pelos quedaban mojados y me enloquecía besar esos pezones firmes y bien formados que tenia de hombre bien macho. Su olor me enloquecía y el sudor me excitaba sobremanera, por lo que busqué sus axilas para inhalar su olor. Seguí lamiendo su pecho, mientras emitía pequeños gemidos. Después seguí bajando hasta llegar a su ombligo que fue llenado de saliva y totalmente explorado. Comencé a lamer su vello púdico el cual olí por un buen rato, tenía un olor tan rico a macho que me hacia enloquecer.

No se si mi torpeza o mis nervios, no fueron capaces de desabrochar el cinturón, debiendo de ayudarme. Mientras el se desnudaba, yo hacia lo mismo. Bajo su pantalón apareció un minúsculo calzoncillo que mostraba un bulto enorme, que luchaba por salir de su prisión. Me lance sobre su calzón, y chupe su ropa, como no lo había hecho nunca. Sabía a sudor, orina, semen, me daba igual, estaba completamente loco. Baje lentamente su calzón y apareció una enorme herramienta frente a mi esperando ser devorada. Estaba completamente dura y se notaban sus venas tal y como había visto a través del ordenador. Me la metí a la boca una (la parte que podía) y otra vez lo chupaba y chupaba, mientras escuchaba sus gemidos, realmente quería tragármelo y era tanto el placer que me brindaba el comerme ese enorme pene que no puedo describirlo. Luís agarraba mi cabeza y me intentaba meterla hasta dentro, en ocasiones casi no podía respirar. Otras veces golpeaba mi cara con su verga. Mi lengua subía y bajaba sobre su pirula y también sobre sus huevos, gordos y duros. Me los imaginaba llenos de leche que quería solamente para mí.

Chupaba y chupaba sin parar, mientras me masturbaba y cada vez me excitaba más. Su polla estaba muy húmeda y trataba de chupar su prepucio y salivarlo más de lo que ya estaba. Sus gemidos eran cada vez mayores, y por ello decidió cambiar de postura. Me tiro sobre la cama y comenzó a acariciarme. Sus manos tomaron mi polla y me empezó a pajear. Lamió lentamente mi verga y su boca comenzó a descender sobre mis huevos, llegado hacia la zona perianal. Comenzó a apretarla, primero con sus labios y después con sus dedos. Sentía oleadas de placer, mientras él seguía subiendo. Alzó mis piernas y comenzó a trabajar sobre mi agujerito.

Primero su lengua, después sus dedos. Acercó su dedo húmedo a mi ano y empezó suavemente a tratar de meterlo, provocando que yo brincara.  Su dedo comenzó a trazar pequeños círculos en la entrada de mi culo.  Sinceramente empecé a sentirme relajado. Empezó a meterme la yema del dedo sin dejar los movimientos circulares, haciendo que el ritmo de mi respiración cambiara, luego me lo metió un poco más y simplemente cerré mis ojos y dejé que el placer creciera.   Esta situación me provocó una gran erección. Yo movía mi culo al ritmo de sus dedos, y solo deseaba que me follara.

Totalmente relajado y dilatado, le exigí que me la metiera. Pensé que lo haría lentamente, pero no fue así. Me metió su polla entera provocándome un dolor abismal, que me hizo gritar como un poseso.

  • Tranquilo, relájate y disfruta.

No podía disfrutar, el dolor era intenso, y creía romperme por dentro. Su polla entraba y salía con violencia, perforando mi culo. No obstante algo estaba cambiando. El dolor se iba transformando en placer. Cogió mis piernas y las apoyo sobre sus hombros. Los gritos de dolor se iban transformando en placer, cada vez que su mete y saca aumentaba el ritmo. Su mano pajeaba mi polla ya de por si bien dura, y comenzó de pronto un movimiento circular que me volvió loco. Gritaba que me iba correr, pero de pronto sacó su polla y me dijo que le acompañase. No sabía lo que iba a hacer pero aquel día estaba dispuesto a todo.

Recostó mi espalda sobre una pared, me levantó a por alto e introdujo su pirula en mi culo muy, muy dilatado. Sus pirulazos hacían que me excitase, apretaba los puños, me abrazaba a él, y trataba de contener mis gemidos. Cuando no pude más, le grite que me corría y me apreté a él. Sentí mi leche salir a borbotones y mi barriga era inundada por un líquido caliente. Mientras me corría aumentó el ritmo de sus embestidas, por lo que también parecía a punto de correrse. La explosión se produjo de manera inminente, y su leche inundó el interior de mis entrañas. El placer provocó que me aferrase a su cuello como nunca lo había hecho con otro hombre. Cuanto acabó de correrse sacó su polla todavía llena de leche y se tiró sobre la cama. Viendo aquello me abalancé sobre el y comencé a limpiarle la pirula de la leche que aún quedaba, tragándomela toda. Notaba como de mi culo salía un liquido viscoso que bajaba por mis nalgas.

Acabe sin fuerzas sobre la cama y totalmente extasiado. No se el tiempo que dormí pero me despertó una sensación muy agradable. Su compañero me estaba haciendo una mamada, y los pelillos de su barba me hacían cosquillas que me provocaban placer. Pero esto es otra historia que forma parte de otro relato.