Gracias a las drogas me follé a mi madre VII

La historia sigue su curso, aunque Vicente se fija en una chica de su edad

La vida familiar iba viento en popa. Rebeca se acopló muy bien a la familia, pero cada mujer solo tenía sexo con su hombre. Felipe y Rebeca tenían la habitación en la antigua habitación de Vicente, y madre e hijo dormían en la habitación matrimonial. Todo iba bien. Hasta que Vicente conoció a una chica. Lorena comenzó a sospechar, la follaba menos o si llegaba de clases la follaba salvajemente. Sospechaba que había otra chica, que a su amado hijo le gustaba otra. Por eso tomó cartas en el asunto. Empezó a registrar a su hijo con ayuda de Rebeca y encontraron a una chica, una compañera de estudios de la biblioteca. No sabían como abordar el tema frente a Vicente, por eso un día, cenando todos en familia, lo hicieron.

Lorena: Amor, ¿no tienes nada que contarnos? – dijo agarrándole las manos con ternura, sonriéndole cariñosa.

Vicente: ¿De qué? – dijo nervioso.

Felipe: ¿No hay nada nuevo? – dijo curioso - ¿Ninguna chica?

Vicente: No – dijo más nervioso, comiendo.

Lorena: Amor, no tienes por qué ocultarlo, lo sabemos – dijo acariciándole las manos, dándole confianza.

Vicente: ¿Qué? – dijo sorprendido.

Rebeca: Perdónanos, pero últimamente te comportabas raro, por eso tu madre y yo te espiamos y vimos tus mensajes con esa chica – explicó.

Lorena: Y cuando quedaste con ella, cómo tonteabais y cómo ella te besaba, y aunque correspondías, luego la apartabas – dijo seria - ¿Te gusta?

Vicente: Mucho – confesó cabizbajo, incapaz de mirar a su madre a la cara.

Lorena: ¿Pero tenéis algún tipo de relación? – dijo curiosa.

Vicente: Amistad – dijo raudo y nervioso – solo amistad.

Rebeca: ¿Solo te interesa ese tipo de relación con esa chica? – dijo curiosa.

Vicente: Ya tengo una mujer, hay que respetarla y amarla, y eso hago – dijo serio.

Felipe: Hijo, aún no te enteras de nada, ¿verdad? – dijo sonriente, dejando confuso a su hijo.

Lorena: No nos importa si te enamoras de una chica de tu edad, es algo normal – dijo acariciando sus manos con ternura – Yo, a parte de tu mujer, soy tu madre, y las madres normalmente no tienen sexo con sus hijos – dijo sonriendo divertida – Nuestra situación es especial, pero si te enamoras de otra chica, no pasa nada, no me vas a perder ni como madre ni como mujer, si tú quieres.

Vicente: ¿Hablas en serio? – dijo sorprendido.

Lorena: Sí, muy en serio – dijo tierna – Soy tu madre, por lo tanto, me preocupa tu felicidad, aunque sea con otra mujer – dijo seria – No me importa compartirte, realmente no quiero perderte como hombre – dijo seria.

Vicente: ¿Lo dices en serio? – dijo incrédulo - ¿Me compartirías con otra mujer?

Felipe: Hijo, parece que no te das cuenta de la situación – dijo levantándose de su silla y acariciando sus hombros.

Lorena: No me importa compartirte con otra chica, que te quiera, te ame, te cuide, igual que yo a ti – dijo seria – Si es tu deseo, no me opondré.

Felipe: Lo que quiere decir tu madre es que, mientras consientas que ella siga teniendo un sitio en tu vida, en tu cama, en tu corazón, no le importa que otra caliente tu cama junto con ella – dijo serio – Quiere tu felicidad.

Vicente: Pero, ¿qué hay con su felicidad? Yo quiero que mamá sea feliz, y hacerla feliz – dijo serio sacando sonrisas orgullosas de su padre y Rebeca y amorosa de su madre.

Lorena: Amor – dijo besándole con suavidad los labios – Yo te amo como hombre y te quiero como hijo, eso no va a cambiar, si tú quieres seguiré siendo tu mujer, nada me haría más feliz, pero tampoco me importaría compartirte con otra mujer – dijo sonriente – Si es tu deseo.

Vicente: La idea es tentadora – dijo divertido – Pero no creo que sea normal – dijo nervioso.

Felipe: ¿Normal? – rio - ¿Y qué hay de normal en nuestra familia? Somos unos padres que, aún separados, viven juntos en la misma casa con sus respectivas parejas, siendo la pareja de la madre su propio hijo – enumeró – No somos normales – rio – Decidas lo que decidas te apoyaremos – dijo serio – Es tu decisión.

Vicente: No creo que Blanca quiera esto – dijo alicaído.

Lorena: Tú eso déjamelo a mí – dijo riendo mientras le besaba amorosamente.

La cena siguió su curso y hablaron de sus días, sus planes y el futuro. Desde la cena, Vicente no dejaba de pensar en su madre, en la situación que le acababa de proponer ella. La verdad que la idea le atraía bastante, pero no sabía si sería posible, lo dudaba mucho. Pero ver lo que estaba dispuesta a hacer su madre por su felicidad le hizo sentir que no era justo con ella. Su madre no dejaba de mostrarle amor a cada minuto y él solo la trataba como un objeto sexual. Debía cambiar eso. Por esa razón, esa noche mientras veían una película en la televisión del salón junto con su padre y Rebeca hizo algo insólito, la abrazó y la apretó contra él. La primera sorprendida era Lorena, pero se dejó abrazar encantada. Felipe lo vio y sonrió contento para imitar a su hijo con Rebeca. Lorena se acurrucó en su hijo sonriente. Cuando acabó la película se despidieron de su padre y Rebeca y se fueron a dormir mientras Felipe le guiñaba un ojo a su hijo sonriente. Pero nada más entrar a la habitación, Vicente cerró la puerta y giró a su madre para pegarle a él y besarla apasionadamente. Vicente se dirigió a la cama con Lorena, que no dejó de mirarle con amor y deseo en ningún momento. Lorena no dejaba de acariciar el pecho, los brazos y la barriga a su amado hijo. Vicente acariciaba la cara, el cuello y el vientre de su madre con cariño mientras la besaba lenta y amorosamente. Madre e hijo comenzaron a besarse con lentitud y suavidad, con amor. Lorena abrazaba por la espalda a su hijo atrayéndolo hacia ella mientas las manos de Vicente se dirigían al culo de su madre, haciéndola gemir al sentir el contacto suave de las manos de su amado hijo. Madre e hijo se desnudaron mutuamente, despacio. Lorena comenzó a besar más pasional a su hijo, metiéndole la lengua en su boca, saboreando cada centímetro de su cavidad bucal. Vicente empezó a magrear el culo de su madre mientras que Lorena acariciaba a placer el pecho de su hijo y su espalda y brazos, sin tocar su polla. Rompieron el beso.

Lorena: Te amo, cariño, te deseo – gemía entre caricias.

Vicente: Te quiero, mamá – gimió – te deseo – gimió agarrando una teta de su madre y amasándola con sensualidad.

Lorena: ¡Oh sí, cariño, tócame, haz conmigo todo lo que quieras! – gemía pidiéndole más.

Vicente no podía parar de tocarle el culo y las tetas a su madre, que gemía ante las caricias de su hijo. Lorena, por su parte, no dejaba de acariciarle y bajó su mano a su entrepierna, notándola dura, palpitante. Ambos gimieron ante ese contacto. Lorena agarró la polla de su hijo y comenzó a tocarle, a masturbarle mientras le besaba con deseo el cuello. Vicente gemía, gemía y gemía.

Lorena: Cómo me gusta que me toques, amor – gemía en su oído, lujuriosa.

Vicente gimió mientras le pellizcaba suavemente el pezón. Eso fue lo que necesitó Lorena para acabar por calentarse. Con un gemido de placer, besó a su hijo apasionadamente. Lorena agarró la polla erecta de su hijo con una mano, con fuerza, mientras su hijo se agachó a empezar a comerle las tetas, esas tetas que lo volvían loco. Vicente besó a su madre y con cuidado comenzó a tocarle ahí abajo a su adorada madre. Estaba muy caliente. Escuchar a su madre gemir por sus tocamientos le ponía muy caliente y le hacía sentir orgulloso. Comenzó a comerle las tetas a su madre, haciéndola gemir más mientras ella le agarraba de la cabeza y le apretaba contra ella. Estaban de lado, pero con un hábil movimiento, Lorena se colocó de espaldas a la cama y su amado hijo quedó encima suya, con su polla entre sus muslos. Los apretó y empezó a moverlos despacio, haciéndole gemir con esa masturbación. Vicente siguió comiéndole las tetas a su madre con ansia, pero paró, subió y comenzó a besarla mientras bajaba su mano a su coño para tocarlo de nuevo, haciéndola gemir más fuerte. Vicente empezó a bajar por su cuello, llenándolo de besos y lametones sensuales, haciendo a su madre gemir más fuerte, pasó por sus tetas y las besó, lamió y mordió suavemente haciéndola gemir más alto, siguió bajando sin dejar de tocarle esas tetas que le volvían loco y bajó a su coño para encontrárselo empapado, esperándole. Su madre le miraba con impaciencia y él le dio el primer lametón. Lorena arqueó la espalda de placer y eso le dio a Vicente el pistoletazo de salida para comenzar a comerle el coño a su madre.

Lorena: ¡Oh sí, mi amor, cómete a mami, usa tu lengua en mí! – gemía arqueada.

Vicente siguió comiéndole el coño con ímpetu y gula a su madre, quería hacerla disfrutar lo máximo posible. Lorena estaba en el cielo, el morbo que sentía y las ganas de sexo con su adorado hijo, hacían que su excitación subiese exponencialmente, ayudada también por el sobeteo de tetas que estaba recibiendo y de la experimentada lengua de su hijo en su coño. Vicente movía la lengua de arriba a abajo y en círculos en el clítoris. Lorena se corrió de placer con la espalda arqueada y entre convulsiones en la boca de su hijo, que saboreo los fluidos de su madre como un manjar. Cuando se corrió, tiró de su hijo con determinación, haciendo que subiera para besarlo, saboreando sus propios fluidos de la boca de su hijo. La polla de Vicente, dura y palpitante, se ubicó en la entrada del jugoso y húmedo coño de su madre que le esperaba ansiosa.

Lorena: Vamos, mi amor, hazme tuya, penétrame, fóllame – suplicaba jadeante – No aguanto más.

Vicente: Necesito hacerte mía – gemía mientras su polla entraba en la cueva materna.

Vicente entró dentro de la cueva húmeda de su madre. Lorena le sentía duro, grande, palpitante y caliente abriéndose paso por los pliegues de su coño, llenándola por completo. Lorena no resistió y atrajo a su hijo pegándole bien a ella y darle un buen beso apasionado, dónde ambas lenguas pugnaban en una dura batalla. La polla de Vicente había entrado por completo en el húmedo coño de su madre, pero no se movía, estaba disfrutando el momento. Lorena rompió el beso jadeante.

Lorena: ¡Oh sí, me siento llena, mi amor, llena de la polla de mi hombre, sí! – gemía - ¡Empieza a follarte a mami! ¡Vamos, mi amor, folla a mami, hazme completamente tuya! – gemía implorando que se moviera.

Vicente: ¡Voy a hacerte mía, mamá, eres mía! – gimió comenzando a moverse.

Vicente comenzó a moverse. Empezó a sacarle la polla a su madre casi entera para enterrársela profundamente en su húmeda cueva. Lorena gemía cada vez más y más, pidiendo más. Lorena se arqueaba a cada embestida y juntaba sus piernas en el culo de su hijo para empujarle contra ella y que la penetrara sin parar, con movimientos lentos y constantes. Vicente comenzó a embestirla cada vez de manera más violenta, más pasional. Lorena le clavaba las uñas con fuerza en su ancha espalda del placer tan intenso que sentía con cada penetración. Vicente sentía mucho placer al penetrar a su madre, pero no dejaba de pensar en sus tetas, así que, sin dejar de penetrarla al mismo ritmo, comenzó a amasarle las tetas con ansia, con pasión, con deseo. Lorena estaba en el séptimo cielo, siendo follada por su hijo, pero se dio cuenta que esta vez era diferente, que estaba siendo amada por su hombre, y clavaba sus dientes en los fuertes hombros de su hijo. Vicente estaba muy caliente.

Lorena: ¡Oh sí, sigue así, amor, sigue, dame más, me encanta! – gemía cada vez más fuerte.

Vicente: ¡Eres mía, mamá, toda mía! – gemía en cada acometida.

Madre e hijo se amaban con mucha pasión, sin dejar de gemir, sin dejar de tocarse, sin dejar de moverse. Vicente empezó a comerle las tetas a su madre con suavidad, pero con mordiscos fuertes mientras la penetraba muy profundamente y con rapidez. Lorena gemía y gemía cada vez más fuerte y alto. La excitación de madre e hijo era tanta que no aguantaron más para correrse.

Lorena: ¡Oh sí, mi amor, no aguanto más, sigue, sí, así, me voy a correr, no aguanto más! – gemía.

Vicente: ¡Yo también me voy a correr, mamá, me tienes muy caliente! – gimió mordiéndole el pezón con sensualidad.

Lorena: ¡Oh sí, mi amor, córrete para mami, córrete con tu mami, lléname de ti, de tu leche! – gemía cerrando sus piernas e impidiéndole salir.

Vicente: ¡Oh, me corro mami, me corro, sí, me encanta, sí! – gimió agarrándole ambas tetas con fuerza.

Lorena: ¡Oh sí, lo noto, sí, me corro, amor, me siento llena, sí, sí, sí, me encanta, sí, me corro! – gemía.

Vicente se corrió abundantemente dentro del caliente y húmedo coño de su madre, mientras ella se arqueaba de placer y le clavaba las uñas en la espalda con fuerza, corriéndose junto con su hijo al sentirse llena de él. Completamente exhausto, cayó y se tumbó al lado de su madre. Lorena, cuando se recuperó de semejante orgasmo se abrazó a él sonriente. Le miró y le besó con amor.

Lorena: ¡Me has hecho el amor! – dijo amorosa sin dejar de besarle la cara con ternura – Eres mi hombre.

Vicente: Es lo que te mereces, mami, tú siempre cumples mis caprichos, ya es hora de que te ame como mereces – dijo besándola.

Lorena: Siempre lo voy a hacer, y si me haces el amor más a menudo más aún – dijo amorosa sin dejar de besarle con ternura.

Vicente: Te mereces ser feliz, mamá, no sé por qué te empeñas en serlo conmigo – dijo apartándola serio – De verdad, yo solo soy un muchacho, no soy digno de una mujer como tú, una gran mujer.

Lorena: No digas tonterías, amor – dijo preocupada por que quisiera apartarla de él – Todos en la vida tenemos un propósito, mi propósito es hacer feliz a mi hijo, ayudarlo a serlo – dijo cogiendo su cara y mirándole seria – Yo no soy una madre normal – dijo señalando con la cabeza sus cuerpos desnudos – y no me arrepiento. Mi fin en la vida, es ser tuya, amor. Además de que quiero ser abuela el día de mañana – dijo risueña.

Vicente: Pero....

Lorena: No hay peros qué valgan, amor, yo soy tuya y no me voy a separar de ti, ni como madre ni como mujer, y si te enamoras de una chica que te merezca, no tengo ningún problema en compartirte con ella, en enseñarla a complacerte, en ayudarla a satisfacerte – dijo seria – Solo quiero tu felicidad.

Vicente: Ella no va a querer entrar en esta familia – dijo serio.

Lorena: Tú déjamela a mí, de momento haz estrictamente lo que te diga y no podrá rechazarte – dijo sonriendo traviesa.

Vicente no dijo nada, seguía pensando que era misión imposible. Lorena tomó ese silencio como bueno. Durmieron abrazados, acurrucados. Lorena le despertó con una buena mamada que hizo que se corriera abundantemente en su boca. Se tragó su leche con gula, como siempre. Durante el desayuno le dieron Rebeca y Lorena algunas acciones a llevar a cabo con la muchacha, como hablar sobre los temas en común de ambos, tocarla sin acercarse a ella, ser divertido, hacerla reír, sonreírla de forma natural, mirarla a los ojos, nunca a su cuerpo. Vicente confiaba en que esas ideas funcionaran. Le dijeron que llevaría un tiempo, pero caería. Rebeca estaba tan integrada en la familia que Vicente se tomaba en serio sus consejos como si fuera una amiga o una segunda madre. El muchacho hizo caso a los consejos y se acercaba a la muchacha para hablar con ella, compartían el almuerzo entre charla y charla, siempre con alguna broma o gestos gracioso por parte de Vicente que sacaba una hermosa sonrisa a la muchacha, y se despedían con un ¡Hasta mañana! Sin acercarse demasiado, pero Vicente siempre le acariciaba el hombro con suavidad mientras la sonreía. Blanca siempre se iba con la idea de besarle, cada día que pasaba le gustaba más estar cerca de él, tanto que dolía. El amor inocente que empezó sintiendo por el muchacho se convertía día a día en un amor mucho más fuerte, deseaba poder olvidarlo, pero la idea le dolía enormemente. Vicente seguía con su ataque. No pensaba que las cosas fueran bien, según su punto de vista todo seguí exactamente igual. Por eso, unos meses después. Decidió poner fin a su ataque dejando de hablar o acercarse a ella. Blanca estaba dolida por su alejamiento, llevaba días sin hablar con él y hacía que no estaba delante muchas veces. Por eso le enfrentó. Le observó durante todo el día y cuando fue al baño entró detrás de él y cerró la puerta después de echar a todos del baño.

Blanca: Todos fuera, menos tú – dijo enfadada mirando a Vicente.

Todos salieron asustados al ver a la muchacha con cara de cabreo. Blanca era una muchacha de la edad de Vicente, alta, morena con el pelo rizado, blanca de piel, con los ojos verdes claros, unas piernas largas y finas, una cadera ancha con un culo duro y respingón, grande, unos labios gruesos que invitaban a ser mordidos, unas tetas grandes y gordas. Normalmente inspiraba ternura, pero en ese momento inspiraba miedo, sobre todo a Vicente. Se quedaron solos.

Vicente: ¿Qué pasa? – dijo nervioso sin poder quitar la mirada de esos orbes verdes que tanto le gustaban.

Blanca: ¿Que qué pasa? ¿En serio? – dijo cabreada acercándose a él – Primero me rechazas y me dices que no puedes tener nada conmigo – empezó a enumerar – luego te vuelves a acercar a mí para ser solo amigos, y ahora te vuelves a alejar de mí sin darme ni una mísera explicación. ¿Y tienes los huevos de preguntar qué pasa?

Vicente: Perdón, sé que te mereces una explicación, pero no pude dártela – dijo evitando mirarla, su mirada ardía.

Blanca: ¿Por qué? – dijo cabreada – ¿Acaso te has hartado de mí, de jugar conmigo?

Vicente: No, eso no es así, jamás podría hartarme de ti – dijo serio – Es que no creo que yo sea bueno para ti – confesó – Creo que lo mejor es que no seamos nada, ni siquiera amigos – dijo haciendo un esfuerzo enorme y manteniendo su mirada.

Blanca: ¿Por qué? ¿A qué viene ese cambio tan drástico? – dijo seria e iracunda, muy pegada a él que estaba arrinconado contra el lavabo.

Vicente: Porque estoy profundamente enamorado de ti – dijo dejándola muy sorprendida – No es por ti que me alejé, sino por mí, yo no soy el indicado para una chica tan perfecta como tú.

Blanca: ¿Por qué dices eso? – dijo nerviosa de repente, tenía ahora una oportunidad con él y no quería que la rechazara de nuevo – Yo te amo de corazón, no quiero a otro que no seas tú, pasarme horas mirando esos ojos, esa boquita, besándote, acariciándote, no me alejes de ti – decía susurrando mientras se acercaba a él para besarle.

Blanca acortó distancias y besó a Vicente, lo besó lentamente, con amor, al principio un suave toque de labios, pero en cuanto el muchacho respondió el beso se transformó, más pasional, con más ardor, pelando por ver quien ganaba esa batalla de lenguas y conseguía explorar la boca del otro profundamente. Las manos de Blanca se aferraban al cuello de Vicente como si su vida dependiera de ello, al mismo tiempo que las manos de Vicente se aferraban a sus caderas y comenzaban a bajar a su culo.  Cuando sus manos llegaron a su destino y palpó la dureza del culo de la muchacha, Vicente reaccionó y apartó a Blanca.

Blanca: ¿Qué pasa? – dijo nerviosa - ¿No te gusto?

Vicente: Me gustas demasiado, de verdad, no sabes lo que sería capaz de hacerte ahora – dijo serio – No quiero que te destroces la vida con un chico como yo, no merezco la pena – dijo cogiendo las manos de una atontada Blanca – Eres guapa, simpática, tierna, dulce, buena persona, siempre tienes una palabra de aliento para quien lo necesita – enumeró – De verdad, no creo que tengas problemas para, para conseguir enamorarte de otro y que otro se enamore de ti – dijo algo celoso, pero decidido.

Blanca: ¿Qué dices? ¡Estás loco si piensas que me voy a alejar de ti! – dijo abrazándole – No quiero estar ni a un milímetro de separación de ti.

Vicente: Blanca, de verdad, no sabes lo que dices, no voy a poder hacerte feliz – dijo desesperado porque entrara en razón.

Blanca: ¿Por qué? – dijo desesperada por entender.

Vicente: Mira, yo sé que te gustan las historias románticas, que eres muy romántica y quieres una relación así, también qué piensas que no me fijo en tu cuerpo, pero no es así, me fijo y mucho y no tienes ni idea de las ganas que tengo de tocarte las tetas, de comértelas, de agarrarte el culo y no separarte de mí, no tienes ni idea de las ganas que tengo de follarte todos tus agujeros – dijo intentando que le entendiera – No soy quien crees que soy ni quiero lo que tú quieres.

Blanca: ¿Y quién te ha dicho que no quiero lo mismo? – dijo sonrojada, pero contenta – Sí, soy romántica y quiero una relación romántica, pero también te deseo y quiero que me toques mi cuerpo, y que me hagas todo lo que se te pase por la cabeza, me hagas tuya en todos los sentidos y en ser felices juntos.

Vicente: ¿No lo entiendes? – dijo serio – Mira, me gustas, te quiero, te amo, pero necesito que entiendas que lo que realmente quiero es tu cuerpo, tenerte solo para mí, follarte a mi antojo como a una puta barata, es lo único que sé.

Blanca: ¿Lo único que sabes? – dijo curiosa.

Vicente: Mira, mi vida es peculiar, y si entras en ella tendrás que aceptarla e integrarte en ella, no es lo que cualquier chica desea – intentó explicar.

Blanca: Me estás asustando, dime ya lo que pasa – dijo nerviosa.

Vicente: No puedo decírtelo – dijo agachando la cabeza.

Blanca: Entonces, muéstramelo – dijo cogiendo sus manos y llevándolas a su culo.

Vicente se sorprendió por la actitud de la muchacha, y más aún cuando le besó con ardor, con pasión, con deseo, con amor. Vicente dudó, pero se dejó llevar al notar las manos de Blanca por debajo de su camiseta. Durante unos momentos que a ambos les parecieron segundos, se dejaron llevar en toqueteos el uno al otro y besos apasionados, hasta que de nuevo la lucidez se dejó ver en Vicente, que se volvió a apartar de la muchacha, jadeante.

Vicente: ¡No! – dijo resistiéndose y empujándola – No hagas eso, Blanca – dijo serio.

Blanca: No lo entiendes ¿verdad? – dijo morándolo intensamente – No quiero a nadie que no seas tú, y solo seré tuya – dijo desnudándose.

Vicente: ¿Qué haces? – dijo nervioso.

Blanca: Este es el trato, tú me vas a hacer tuya – dijo quitándose la camiseta y quedándose en sujetador – o sintiéndolo mucho, gritaré y te acusaré de violación – dijo sonriendo victoriosa mientras se quitaba la falda dejando a la vista un coqueto tanga color blanco de encaje.

Vicente: ¿Estás loca? Nadie te creerá – dijo asustado y nervioso.

Blanca: Es tu palabra contra la mía – dijo victoriosa – ¿A quién creerán?

Vicente: ¡Puta! – dijo cabreado.

Blanca: Sí, mi amor, pero solo tuya, tu puta y tu mujer – dijo acortando la distancia y besándolo con ardor, pasión, amor, deseo.

Vicente no correspondía al beso, cosa que Blanca no se lo tomó a mal, sino que siguió besándolo agarrándolo por el cuello con sensualidad, lamiendo sus labios y mordiéndolos mientras le mira, provocativa. Debajo de ese apretado sujetador se le marcaban los pezones. Vicente la empujó y vio en los ojos de Blanca fuego, amor, lujuria, deseo y no pudo evitar fijarse en sus pitones. Tuvo una erección instantánea al contemplarla. Blanca lo vio y su coño se humedeció del todo, un manantial corría por los pliegues de su entrepierna al ver semejante bulto. Vicente se envalentonó y agarró a Blanca metiéndola en uno de los cubículos, cerró la puerta y la empujó de espaldas a la puerta para besarla con fuerza. Beso que correspondió encantada, como si la vida le fuera en ello. Sus lenguas jugaban una danza violenta para ver quién tenía el poder. Blanca gemía sin parar rozando su entrepierna con el bulto del muchacho. Vicente bajó una de sus manos y agarró con fuerza un pecho de la muchacha haciéndola gemir y dándole luz verde para que ella bajara sus manos a su bragueta para palpar semejante bulto. Abrió los ojos sorprendida por el tamaño.  Vicente se sacó la polla y la sujetó con una mano mientras guiaba la cabeza de la muchacha a su polla, que abrió la boca por instinto y comenzó a chupar, al principio poco a poco, pero tras unos minutos, Vicente intensificó la mamada. El muchacho comenzó a follarle la boca, al principio de forma lenta, pero profunda, pero luego de unos segundos al ver que le gustaba, le follaba la boca de manera bestial, haciendo que la muchacha tuviera que aguantar las ganas de vomitar varias veces. Blanca miraba a los ojos a su amado, con deseo, con lujuria, mientras su boca era perforada con su tremenda polla hasta la garganta, obligándola a abrirla para no ahogarse, pero disfrutando enormemente, mucho más que en sus fantasías mientras le acariciaba los huevos con sensualidad. Vicente estaba muy cachondo, la chica de la que estaba enamorado estaba ante él, siendo usada sexualmente por él. Decidió aprovechar la situación, aunque solo fuera una vez. Llevó sus manos a sus dos ubres y se las palpó primero por debajo del sujetador para luego quitárselo con maestría mientras ella misma se follaba la boca como una posesa. Blanca vio con deleite como su amado se quitaba la camiseta, dejando sus músculos a la vista.

Paloma: ¡Qué bueno estás, mi amor! – dijo sacándose la polla un momento de la boca para respirar - ¡Me encanta tu polla! – gimió volviéndosela a incrustar en su garganta.

Luego de unos minutos en los que la calentura de ambos subía enormemente, Vicente subió a la muchacha hasta colocarla de pie y la subió encima del lavabo, le arrancó el tanga, rompiéndolo, y separó sus piernas hasta colocarlas sobre sus hombros. Como no sabía con seguridad si era virgen y no quería preguntar, decidió comprobarlo. Para ello comenzó a besarla con ardor, comenzando a bajar con besos, lametones y mordiscos suaves por su cuello, sus tetas redondas y gordas, su vientre hasta su coño. Blanca se dejaba hacer encantada mientras ponía sus manos en la cabeza de su amado apretándole contra ella. Blanca cada vez abría más y más las piernas. Vicente comenzó a pasar la lengua por su coño, de arriba abajo y en círculos, haciéndola gemir de placer mientras con una mano le levantaba el culo y con otra la pellizcaba los pezones con suavidad al principio. Se dio cuenta de que en verdad era virgen, pero eso no le impidió darle muchísimo placer.

Blanca: ¡Oh sí, cómeme el coño, así, mi amor, así, sigue! – gemía - ¡Me encanta, mi amor! ¡Oh sí, no pares, así, más! ¡Me corro!

Blanca le agarraba del pelo a Vicente mientras él no dejaba de comerle el coño, cada vez con más intensidad, llevándola al cielo. Vicente, pronto dejó las tetas de Blanca para agarrarle el culo y comerle el coño con ganas, con ímpetu, haciéndola gritar. Luego de unos minutos y de que Blanca encadenara un orgasmo con otro, Vicente paró y se tumbó encima para besarla.

Vicente: Yo creo que ya hay que parar – dijo besándola.

Blanca: ¿Estás loco? – dijo gimiendo – ¡No pienso parar! – le aseguró.

Vicente: Eres virgen, nena. No quiero hacerte mía aquí – dijo serio.

Blanca: Te voy a dejar algo claro: quiero que mi primera vez sea contigo y me da igual el sitio, hazlo aquí y ahora, mi amor – dijo seria y segura - No me hagas esperar, llevo esperando mucho tiempo esto, soñando con esto – le pidió.

Vicente: ¿Estás segura? Yo quiero una cama y más intimidad para hacerte gritar – dijo acariciando su cara.

Blanca: Puedo gritar aquí – dijo pícara - ¡Hazme tuya, aquí y ahora! ¡No aguanto más!

Vicente: Espero que estés lista – dijo restregando su polla en su coño empapado.

Blanca: Lo estoy, mi amor. No me hagas sufrir más – le pidió.

Vicente continúo restregando su polla con el coño de Blanca para lubricarla. Blanca se impacientó y viendo que él iba a tardar un rato en jugar con su coño para que no le doliera, lo empujó y se colocó a cuatro patas en el suelo.

Blanca: ¡Vamos, métemela ya! – dijo deseosa.

Vicente: Ten paciencia, te dolerá menos – dijo colocándole la polla en su coño y volviendo a restregarla.

Blanca: ¡No puedo esperar más! ¡La necesito dentro! – dijo cuando notó la punta de la polla de Vicente en la entrada de su coño.

Blanca, al notar la punta de la polla de Vicente en la entrada de su coño, no lo soportó más y echó su culo para atrás, metiéndose centímetro a centímetro la polla de Vicente entera en su coño. No paró hasta que la tuvo toda entera dentro.

Blanca: ¡Oh sí, por fin! ¡Es el dolor más placentero de mi vida! ¡Por fin te tengo dentro de mí, mi amor! ¡Fóllame, folla a tu puta! – gimió.

Vicente, luego de unos segundos para que se adaptara a su intrusión, empezó una lenta follada mientras la agarraba con una mano de la cadera y con la otra le cogía una teta y se la pellizcaba y estrujaba. Vicente comenzó a follarla cada vez más rápido mientras la azotaba el culo. Blanca cada vez gemía más y más. Vicente le sacó la polla y la colocó de espaldas al suelo para abrirle las piernas, colocárselas en sus hombros y mirándola a los ojos volverle a clavar la polla en su coño de una estocada.

Vicente: ¡Ahora vas a saber lo que es bueno, puta! – dijo empezando a follarla de manera bestial.

Blanca: ¡Oh sí, dame más, sí, así, fuerte, dame duro, dame con todo, oh sí, no pares nunca de follarme así, dame más, oh sí! ¡Me corro!

Vicente estuvo unos minutos follándola así, sin dejar de comerle, pellizcarle, lamerle ni amasarle las tetas en ningún momento. También le comía la boca y el cuello cada vez que Blanca se corría para evitar que los demás alumnos o profesores los oyeran. Luego de unos minutos de intensa follada, Vicente estaba a punto de correrse.

Vicente: ¡No voy a tardar en correrme, mi amor! – gimió - ¿Dónde quieres que me corra?

Blanca: ¡Córrete dentro de mi coño, mi amor, dame toda tu leche en mi coño! – berreó loca de placer.

Vicente: ¿Estás loca? – gimió sin parar de follarla, le daba morbo cumplir su deseo.

Blanca: ¡Vamos dame tu leche en mi coño, mi amor! – berreó haciéndole la pinza - ¡No pares de follar a tu puta hasta que te vacíes los huevos en su coño! ¡Oh sí, me corro, dámela toda!

Vicente: ¡Me corro, puta, me corro dentro de tu coño! ¡Toma mi leche, oh sí, toda entera en tu coño! – gimió.

Vicente se corría como un bestia en el coño de Blanca, que recibía loca de contenta la descarga de leche de su amado mientras se unía a él en un intenso orgasmo. Cuando se calmaron se tumbaron en el suelo, ella encima de él, abrazados y se asearon y colocaron la ropa.

Vicente: ¡Estás loca! – dijo antes de salir del baño - ¡Puedo embarazarte, eres muy joven aún! – dijo preocupado.

Blanca: Tranquilo, mi amor – dijo abrazándolo y besándolo – No me importa ser la madre de tus hijos – dijo pícara.

Vicente: ¿Qué? – dijo sorprendido.

Blanca: Es la verdad, no me importa ser la madre de tus hijos ya, si así lo deseas, no quiero que pienses mal, pero desde hace tiempo cada vez tengo el mismo sueño cuando duermo: tú y yo, y muchos hijos – le aclaró divertida al ver su cara de atónito.

Vicente: ¿Hablas en serio? – dijo atónito.

Blanca: Te amo cómo nunca voy a amar a nadie, Vicente – dijo mirándolo a los ojos con todo el amor que sentía por él – Y nunca me voy a ir de tu lado y menos ahora que eres mío – dijo abrazándolo posesiva.

Vicente: No creo que quieras seguir conmigo cuando sepas todo – dijo muy serio – Ni siquiera sé por qué sigues a mi lado y no sales huyendo después de que te haya violado.

Blanca: En primer lugar, no me has violado, yo me he dejado, por lo que ha sido consentido – dijo sonriendo – En segundo lugar, me has demostrado que me amas, me has cuidado, no has sido bruto para nada – dijo besándolo.

Vicente: Sí lo soy, pero eso no es lo peor de mí – dijo serio.

Blanca: ¿Hay más? – dijo curiosa – Nada hará que me separe de ti.

Vicente: Eso está por verse – dijo serio – Ven a mi casa, ahora – dijo preparado para la hecatombe.

Blanca intentaba aparentar seguridad, pero en el fondo estaba nerviosa y miedosa por aquello tan grave que impedía a su amado estar con ella, sentimental y sexualmente. Le siguió a su casa. No sabía lo que se iba a encontrar.