Gracias a la pandemia

Con motivo de la cuarentena social obligatoria, quedamos encerrados con mi esposo, y con su compañero de oficina. Situación incómoda por cierto. Quien imaginaría que duraría tanto. La cuestión es que con el objeto de distraernos de los problemas, descubrimos el placer de estar encerrados.

En la televisión, cada vez más, los programas noticiosos, se dedicaban a los acontecimientos del COVIT – 19; y con el correr de los días, comenzarían a dedicarse casi las 24 horas.

Con Marcos, mi esposo, no dejábamos de sorprendernos; y parte de nosotros, pensaba ingenuamente, que nada nos pasaría; pero, un espíritu solidario, nos hacía pensar, que podíamos hacer por los demás. Ninguno de los dos, tenía padres vivos, y no teníamos familia en la ciudad. Y nuestras amistades, se estarían preparando; pero, de eso, no se hablaba.

A la semana siguiente, a Marcos, le comunican que, a partir del lunes siguiente, realizaría teletrabajo; él es empleado en una empresa de seguros.

Yo razonaba que pasaríamos muchas horas juntos, en nuestro departamento; lo cual, nunca había sucedido; ya que, éramos como cualquier matrimonio sin hijos y que, se dedicaban a trabajar todo el día.

De repente, este escenario me ilusiona, y decido equiparme de lencería. Mi pantalla mental era tener sexo como nunca; y esto, me quitaba una década de mi edad, me transportaba a nuestra juventud.

El miércoles recibo un WhatsApp de mi oficina, yo trabajaba en una pequeña agencia de viajes: Señora Liluska, hemos recibido la información, que, en los próximos días, el gobierno decretará una cuarentena obligatoria; por lo que, hemos decidido suspender nuestras actividades comerciales. La mantendremos informada. Reciba nuestros cordiales saludos.

Automáticamente pensé: ¿y ahora? ¿qué haré?

Le reenvié el mensaje a Marcos.

Ese fin de semana, preparamos un rincón del comedor, e improvisamos una oficina para Marcos, que el lunes comenzaría con sus tareas desde allí.

El domingo veíamos en televisión, el anuncio del gobierno sobre el decreto de la cuarentena, a partir de mediados de la semana.

Sorprendida por el devenir de los acontecimientos, le pregunto a Marcos que debía hacer.

Él me propuso que hiciéramos una lista de cosas, que nos harían falta durante los próximos quince días, y que yo, me encargara de obtenerlas.

Pero, el lunes, ambos fuimos temprano al mercado y demás comercios.

Casi al mediodía, cuando estábamos terminando de acomodar las cosas compradas, sonó el timbre, y Marcos se ofreció, como si supiera de que se trataba:

Marcos: ¡yo me encargo!

A su regreso, entra junto a Sergio, su compañero de trabajo; quien, acarreaba una pequeña valija y una Notebook.

Nos saludamos y Marcos, me llevó a la cocina.

Marcos: Ante todo, disculpas por no habértelo dicho antes; pero, invité a Sergio a que pasara estos quince días, con nosotros; espero que entiendas, se acaba de separar de su esposa.

Él se retiró a indicarle a Sergio, donde acomodar las cosas; y, yo me quedé paralizada, preguntándome, cómo algo así, no me lo consultaba.

Intenté imaginar cómo serían las próximas dos semanas, en esas condiciones; y lo primero que se me derrumbó, fue la ilusión de volver a tener sexo, como cuando éramos jóvenes.

Luego pensé, por suerte el departamento es amplio; pero, como sería nuestra convivencia; y seguidamente, me enojé por no reaccionar, iba a tener que tener sumo cuidado, por la presencia de Sergio.

Los primeros días fueron sumamente incómodos, parecía que éramos tres extraños enjaulados.

Yo no encontraba como distraerme, más allá de los quehaceres domésticos; por lo que, la mayoría de las horas, transcurrían en mi habitación, devorando series en Netflix. A esa altura, la televisión había dejado de ser una distracción; sólo, se dedicaban a repasar las estadísticas de la pandemia.

Al quinto día, Marcos irrumpe en la habitación, cerrando la puerta detrás de él, y diciéndome: Liluska, por favor, perdóname, sé que esta situación es sumamente incómoda; pero, cuando pensamos el domingo pasado, si conocíamos a alguien para ayudar, automáticamente pensé en Sergio, y yo sabía que la estaba pasando mal.

Liluska: No te preocupes, encontraremos la forma de pasar esto.

Luego, Marcos me hizo el amor; pero, lo hicimos como a escondidas, sin emitir sonidos, como cuando recién nos habíamos conocido, y queríamos que nuestros padres, no se enteraran de nuestros escarceos.

Después de la primera semana de convivencia, comenzamos a tener sobremesas más comunicativas, menos formales, y a establecer charlas más íntimas. Sergio compartió su dolor; y en contraposición, nosotros le contábamos como nos habíamos conocido y nuestros recuerdos; aunque, no sabíamos si era contraproducente para él.

Al segundo sábado, durante el almuerzo, Marcos declama: ¡Esta noche, nos vamos a divertir, hagamos algo especial, vamos a dejar los problemas atrás!

En lo personal, no tenía ni idea que tramaba.

En la cocina, mientras lavábamos los platos, le pregunto: ¡Qué tienes en mente!

Marcos: No sé; pero, lo primero que quiero, es que te vistas muy bella, como si saliéramos a cenar por ahí; y luego, íbamos a un hotel ¿te acuerdas?

Liluska: Sí; pero, me cuesta imaginarlo en estas circunstancias.

Marcos: No sé, tomemos vino, bailemos, y luego… A nuestra habitación a tener sexo.

Liluska: Me gusta; pero, tendremos que disimular, como la otra tarde.

Marcos: A propósito, quiero que uses el dildo, durante la cena; ¡hoy te voy a entrar por atrás!

Esa frase me distrajo de todo lo que venía sucediendo; pero, me cohibía, no quería que Sergio descubriera nuestras intenciones; seguro, que no le harían nada bien.

Al anochecer, ellos ya estaban listos y muy elegantes.

También, ellos dos, se habían encargado de preparar un pollo asado con papas, que estaba cocinándose; mientras, en el comedor, disputaban unas partidas en la Play Station, de no sé qué juego.

Así que, a mí, sólo me quedaba seguir las recomendaciones de mi marido.

Revisé la lencería que me había comprado, y elegí las medias negras de liga y el culote de encaje negro; luego, descolgué un vestido azul oscuro.

Una vez vestida, me calcé los tacos, que hacía tiempo que no usaba, y me dediqué a maquillarme. Por último, saqué el dildo del cajón; lo lubriqué y me lo introduje en el ano. Si bien me costó, el ejercicio hizo que me calentara; de hecho, quedé tentada de masturbarme.

Con la última inspección frente al espejo, decidí salir de la habitación.

Cuando llegué al comedor, me deslumbró como estaba preparada la mesa, incluso con velas encendidas, todo era muy romántico; pero, al verlos, era extraña la situación para mí.

Al verme, parecía que hubieran visto una modelo top, por lo desorbitado de sus ojos, mudos, y con sus miradas, recorriéndome de arriba abajo. Esto hizo que me sonrojara y deseaba que alguno, reaccionara para romper esa situación.

Fue Marcos quien extendió su mano, invitándome a sentar.

Ellos se encargaron de servirme; hacía tiempo que no me sentía como una reina.

Durante la cena, bebimos mucho; lo cual, hizo que nos desinhibiéramos un poco; y la charla, por momentos, se subía de tono.

Sergio nos contó su fantasía hecha realidad, con su exesposa; la vio junto a otra mujer, en actos lésbicos; pero, al terminar, lo invadió la tristeza.

Para que el clima no se arruinara, Marcos puso música, para que bailáramos; lo cual, hicimos inmediatamente los tres.

Nos sorprendió la madrugada, de forma muy amena y alegre; pero, Sergio era el que estaba más arruinado; así que, propuse que Marcos y yo, recogiéramos la mesa. Excusa que me servía, para comentarle a mi esposo, que ya no soportaba más, esa cosa en mi ano, y que, tenía la entrepierna inundada por el baile, y lo que me había producido los roces y movimientos.

Marcos rio, e intentó hacérmelo en la cocina; a lo que me opuse.

Al terminar de ordenar las cosas, regresamos al comedor; yo, con la intensión de despedirme y agradecerle la noche a Sergio; pero, cuando llegamos, descubrimos que estaba profundamente dormido en el sofá, frente al televisor, en donde había una película pornográfica.

Marcos me invita a que nos sentáramos, y viéramos un poco de la película.

Acepté que ocupáramos el otro extremo del sofá.

Marcos me abrazó y descubrimos que, el film trataba de un triángulo amoroso, cuando me dijo al oído: ¡Chúpamela, por favor!

Liluska: ¿Estás loco? ¡Aquí, no!

Me comienza a acariciar los muslos, ganándose terreno hacia mi entrepierna, e insiste: ¡Dale!

Le repito que no; pero, comienzo a tocarle el bulto, para que me hiciera caso de irnos a la habitación.

En este pequeño debate, él logró meterme un dedo en la vagina, causándome un estruendo interno.

Liluska: ¡Vámonos, por favor!

Marcos: ¡No! Hasta que me des un besito allí, aunque sea.

En la desesperación, le bajo el cierre de su pantalón, y me meto mi mano. Verifico que Sergio siga profundamente dormido y se la saco.

Estaba dura como nunca; vuelvo a observar a Sergio de reojo, y me inclino para chupársela.

Marcos hace una exclamación; y yo, le tapo la boca con mi mano; me aseguro que el gemido no haya despertado a Sergio, y sigo succionándosela.

Por un momento, me olvido de las circunstancias y me concentro en su verga, con pasión; mientras, Marcos juega con el dildo en mi ano.

Mientras deseaba ya, sentirla adentro, me sorprende una caricia en mi nalga; pero, no puedo razonar de la calentura.

Estaba chupándosela a Marcos, con devoción, cuando siento que una verga más grande, que la que tenía en la boca, se abría camino en mi mojada vagina.

No sabía que hacer, esto me sorprendía en medio de una tremenda calentura.

Por un instante, razoné, y supuse que Marcos estaba dando su consentimiento; pero, yo no lograba vislumbrar si lo deseaba.

En medio de la incertidumbre, ese pollón se acomodaba en mi interior, y su tamaño llegaba a cada rincón de la cavidad, era perfecto.

Ahora, era yo la que gemía.

Después de un par de minutos de goce, se me ocurre mirar a Marcos a los ojos, y él me dice: ¡Veras que la pasaremos tremendo los tres!

Dicho esto, seguí chupándosela y sintiendo que me cogían con fuerza; lo que, me produjo un tremendo orgasmo.

Sergio siguió; mientras, bajaba el cierre de mi vestido.

No sé cómo hicieron; pero, dejaron caer al piso, mi culote de encaje y mi vestido azul.

Al rato, Marcos me toma de la mano, invitándome a pararme; lo cual, hago, y dejo que me vean a su antojo.

Marcos y Sergio me hacen girar sobre mí; y esa situación, me recuerda a una escena de la película, de hace unos minutos; una mujer desnuda, siendo admirada por un par de hombres, con tal sólo sus tacos y medias negras hasta la ingle.

Marcos pide que me siente sobre él; lo cual, obedezco, sintiendo que su intensión es penetrarme por detrás.

Sergio se acomoda frente a mí, y era la primera vez que nos mirábamos a los ojos; yo me sonrojo; ya que la última vez que lo vi, era para verificar que estaba profundamente dormido. Él me besa profundamente, y se acomoda para seguir con lo que estaba haciendo.

Ni bien me penetró, llegó mi segundo orgasmo; muy extraño de por sí, ya que era la primera vez que sentía dos vergas dentro mío; si bien, con Marcos habíamos jugado con vibradores, simulando la doble penetración, esto era de verdad; y se sentía caluroso y sumamente placentero.

La posición era incómoda; por lo que, después de unos minutos, Marcos decidió que fuéramos a la cama.

Allí, estuvimos varias horas; fue así, que nos sorprendió el amanecer del domingo; y yo, sintiendo que no había quedado poro de mi cuerpo, sin recorrer por estos dos machos.

Perdí la cuenta de mis orgasmos; pero, cuando decidí ir al baño, caí en la cuenta, que ellos también, habían acabado varias veces sobre mí.

A mi regreso, quedamos los tres profundamente dormidos y abrazados.

Al mediodía, me despertó Sergio, intentando penetrarme nuevamente. Yo estaba de costado, observando como Marcos dormía profundamente; así que, dejé que continuara, por detrás. Su verga se sentía muy bien dentro mío; y él, lo hacía con dedicación y devoción.

Con el correr de los días, poco a poco, me convertiría en la puta de la casa; así que, mamaba varias veces al día; mientras, ellos cumplían con el teletrabajo. Y por las noches, debía colocarme mis medias negras de liga, para recibirlos, y que me llenaran de placer.

No sabemos cuando terminará esta pandemia; pero, llegamos a pensar que quizás, no estaría mal que siguiéramos conviviendo los tres. Aunque me asusta ciertas propuestas, para cuando se levante la cuarentena.