Gracias a Felix...

Fue gracias a Felix. Así conseguí piso, un amigo (un tanto mayor, pero da igual), y... más de una cita. Aunque él me vio a mi mucho antes que yo a él... ¿cómo? Para algo tiene su ventana

Parece ser que todo empezó con la ventana... Sí, fue a través de la ventana como se inició la aventura con ese hombretón...

Bueno, antes de eso tengo que explicar alguna otra cosa. Por ejemplo, la mudanza. Tengo 19 años y por allá, por agosto-septiembre me cambié de piso. ¡¡¡Por fin llegaba la universidad!!! El piso solo fue uno de los grandes cambios que he tenido que afrontar hasta hace muy poco, hasta el día de hoy. Y aunque yo me tomo los cambios bastante bien, éstos iban a ser muy grandes en mi vida y los he recibido con los brazos abiertos... Deciden mi futuro, ¿no?

...Creo que Félix siempre supo lo que hacía... Me explicaré desde el principio. Un amigo de mi padre de toda la vida tiene un hijo creo que cinco años mayor que yo, aunque no lo he visto y no tiene nada que ver en esta historia. Ya acabó su carrera en la universidad de Alicante y dejó un piso que era de sus padres, es decir, el amigo de mi padre. Pues bien, dicho piso me lo prestó él, Félix. Fue una solución a un problema muy acuciante, pues ¿dónde iba a vivir en Alicante? Mi familia y yo pensamos que en la residencia, al menos hasta que mi padre me sorprendió un día con la noticia de que había conseguido un piso.

Pequeño, sí, pero cercano a la universidad. Y no lo tendría que compartir... ¡Yo solo en él! Me pareció un disparate, pero como no había otra salida, no pude por menos que agradecérselo a Félix. Nos tomamos juntos (mi padre, él y yo) una cerveza a últimos de agosto, y me dijo que no era para agradecérselo, porque como no lo usaba no tenía mayor importancia. "Perfecto" me dije a mí mismo.

-Además, he prometido a tu padre que Belén y yo (Belén era su esposa, una mujer muy guapa y simpática que desde siempre había sido amiga de mis padres también) –que tendrás que venir a cenar alguna vez a la semana, para que tus padres estén tranquilos. ¡No mires así! –decía mientras se reía al ver mi cara de susto-. Ahora tendrás mucha libertad, tranquilo. Pero si alguna vez te viene bien venir a cenar, o a comer, te pasas. Desde que nuestro hijo se fue a buscarse la vida no lo vemos tanto como nos gustaría... Es más, creo que tienen planes de boda y... –siguió hablando con mi padre.

Pues bien, a principios de septiembre metí todas las cosas de mi habitación repartidas en cientos de bolsas en el coche, lo llené, y un fin de semana llevamos lo más importante a MI nuevo piso en Alicante.

Primera impresión: muy positiva! La playa, cerquita. Cocina moderna y acondicionada para todo, habitación grande y ¿para qué más?

Lo primero que coloqué fueron mis libros, y después el ordenador. Pero cuál no sería mi sorpresa cuando me dijo Félix que tenía además una conexión a internet que no usaba y que me la pondría en mi ordenador...

¡Muchas gracias! Le dije. Y el hombre, guiñándome un ojo se quedó atrás un momento cuando salió mi padre para susurrarme: "y en el asunto de chicas... la casa toda tuya. Si te traes alguna a casa... aaah..." y me reí con él, y le dije que ya le contaría...

La universidad empezó antes de lo que me esperaba, pero eso ya es otra historia. Hasta ahora, todo me ha ido bastante bien (los exámenes, agobiantes, pero todo bien). Y ahora lo que es importante es contaros cómo es Félix...

Veréis, creo que tiene 42 años... ¡Pero eso ya me da igual! Hace unos años, a los 16 o 17, me acondicioné perfectamente a la vida como gay adolescente, es decir, tonteaba con gente del chat, internet... pero ya está. Sin salir del armario (aunque aún ni lo he pensado, la verdad). Y los hombretones de 40 años me recordaban demasiado a mi padre!!! Yo tenía expectativas con chavales de 20 años, quizás casi treinta... Pero es que Félix es el tipo de hombre adulto que es... muy hombre, muy macho español. Un tío con el que ir a tomar una caña y ver el partido de fútbol del domingo en el bar, un tío con el que reír bromas y chistes, un tío con el que hablar de tías y decir guarradas... Esos amigos de tus padres que te empiezan a tratar como un hombre cuando los acompañas para ir a tomar una cerveza y que te recuerdan la época en la que parecías un renacuajo que aprendía a ir en bicicleta.

Félix en concreto es un hombre corpulento, casi siempre viste con chaqueta de traje abierta y una incómoda corbata sobre una limpia camisa que deja entrever los pelillos del pecho, tan negros... Voz muy profunda y algo gritón, por cierto, y una risa muy característica... Tiene pinta y fama de ser un juerguista, y un bromista. Ya se le ven entradas, aunque aún conserva el cabello castaño; los ojos pequeños y manos grandes, de currante, espalda ancha. Un hombre en definitiva con el que no me importaría tener "algo". Pero cuando otros hombres te dicen que tienen 40 años por el chat... me los imagino más mayores.

Pues bien, todo comenzó a principios de curso. ¿Sabéis que pensé cuando antes de tener que estudiar tenía toda la tarde de todos los días para mí solo? ¿En alicante? Pues que tenía que desmelenarme, tenía que estar dispuesto a todo. Y no pude por menos que utilizar internet.

¡Dios mío, tarifa plana y sin hermanos que incordiasen, el ordenador para mí solo!

El primer día tardé un minuto en meterme en la web porno homosexual más dura que encontré. Gocé como un guarro... lo reconozco. Vi fotografías, leí relatos, chateé... ese día me desquité del todo, sí señor.

Lo peor fue que empecé a viciarme y quedaba con gente del msn para verme con ella todas las tardes a través del ordenador, hasta la hora de la cena, cuando me iba a casa de Félix: él y su mujer insistían en que cenase con ellos porque no les suponía nada. Yo, aceptaba. Vivían en la manzana de al lado, en un piso más grande y mejor amueblado, claro.

-¿Tienes que estudiar mucho ya? –me preguntaron una de las primeras noches.

-No, aún no mucho. Ahora más bien salgo por ahí con algún amigo, o lo más normal es que me quede con internet...

-¡Ufff, internet! –exclamó Belén, riendo-. Mi marido lo usa constantemente, siempre encima del portátil. Como viaja por todos lados, lo lleva siempre encima y no para...

-Je je je, algún día me paso por allí y te enseño algo de internet si quieres –me dijo Felix-. ¿Controlas el tema de las nuevas tecnologías?

-Sí, algo...

-¿Tienes e-mail?

-Sí –le dije yo, y se lo apunté. Resultó ser que Felix sabía un montón de internet, y así nuestras conversaciones siempre oscilaban entre los últimos modelos de ordenador que salían o curiosidades de la red.

Pasó un mes más o menos, y entablé muchas relaciones por e-mail. Pero la que aquí importa fue la de un tal "Bambino": 40 años (cosa que descubrí poco después), muy simpático y un cachondo mental. Me lo pasaba muy bien con él...

Un día, en una de las sesiones de internet de la tarde, Bambino dijo que quería darme una sorpresa: iniciaría una sesión de web cam y así podría conocerle... Desgraciadamente, como suele ocurrirme con estas "nuevas tecnologías", es en momentos clave como este cuando se estropea todo: me "caí" de internet y ese día ya no pude volver a conectarme hasta la noche, cuando apenas si había otros usuarios que conociese conectados. No pude conocer a Bambino.

Pero no tardaría mucho... a la noche siguiente, un viernes frío de este invierno no tenía ningún plan mejor que quedarme repasando algún libro y ver algo en la tele. Me sentí mustio al notar el frío que hizo ese día y pensé que no saldría de fiesta con los nuevos amigos que conocí en la universidad. Así es que ni siquiera fui a cenar a casa de Félix y de Belén: me preparé unos tortelini con mantequilla y me acostaría pronto...

A la media hora después de cenar decidí meterme en internet por si veía a alguien y así hablar un rato. Y así de triste fue ese día, hasta que un chico nuevo que no sé de qué tenía mi dirección empezó a hablar conmigo... y resultó ser un cachondo pajillero, que inició una sesión de web-cam para que nos masturbásemos juntos. Así estuve unos minutos hasta que ese usuario desconocido desapareció sin más dejándome algo cabreado, la verdad. Decidí apagar el ordenador e irme a acostar ya. Bajé la persiana, apagué la luz, y tomándome una pastilla me eché en la cama...

Ni cinco minutos pasaron hasta que me desperté de un salto al oir el timbre. Miré el reloj y comprobé que eran las once y cuarto de la noche. ¿Sería algún colega de clase? Me levanté a regañadientes y antes de salir a la puerta de la habitación me llevé un susto tremendo al ver que desde fuera alguien abría la puerta sin dificultad. ¡Entraban en casa!

Y allí se apareció como si tal cosa, riendo para sí, Félix. Iba tatareando una cancioncilla y al verme a mí, allí pasmado, en calzoncillos y estúpidamente, se apresuró a mostrarme las llaves:

-¡Perdona, Blas, que he abierto con las llaves! –y enseguida se quitó el abrigo y dejó las llaves en la mesita de su derecha, y encendió las luces del pasillo. ¿Qué coño hacía él allí?

-Como no has venido a cenar, Belén quería que te trajese una tortilla... ya sabes cómo es mi mujer, ¿eh? Je je je... Oye –y se fijó en la puerta casi cerrada de mi habitación, y vaciló al dar otro paso más-, que pensaba que estarías con tus amigos... Tendría que haber llamado, estás con alguien, ¿no? –y esbozó una gran sonrisa-. Si es eso te dejo, macho, te dejo...

Yo al principio estaba bastante mosqueado porque no me gustaba la idea de que entrasen en mi apartamento cuando a alguien le saliese de los huevos, pero entendiendo que era con buena intención, le sonreí y le contesté:

-Qué va, si no mojo desde... je je, vamos, que hoy especialmente ha sido un día aburrido.

-¿Sí? Pues mira: traía una película para quedarme a verla hasta la madrugada yo solo, pero si quieres me quedo y la vemos aquí –y entonces, viendo el rostro dubitativo de mi cara, se apresuró a decir-: es que Belén no está hoy en casa, se ha ido con su hermana a un pueblecillo de aquí al lado. Vamos, si no te molesta... Te habías ido a dormir ya, ¿no?

Me extrañé de que me preguntase eso si creía que me había ido por ahí con mis amigos.

-Lo digo porque te veo con el pijama...

Me miré a mí mismo y sonreí: llevaba tan solo un slip y me moría de frío: tenía los pezones tiesos y los pelos de punta.

-¿el pijama? –le pregunté riendo-. Voy a ponerme la bata, porque se me están helando los...

-huevos, ¿eh? Tío, coge algo que esta noche me tomo una cerveza contigo. Vamos, qué pena que no esté tu padre aquí.

-¿Es que sueles irte con los amigos por ahí? –le pregunté yo entrando en el salón y atándome la bata alrededor de la cintura y viendo como Félix se sentaba en el sofá, se espanzurraba y se rascaba el paquete.

-¿Qué? –me preguntó con los ojos entornados, sonriendo siempre y llevándose las manos detrás de la cabeza entonces.

-Que si hoy no tienes un plan mejor.

-No, ya te he dicho que pensaba aburrirme en mi casa, yo solo. Cuando se va la mujer... –me explicó, dándome unas palmaditas en el muslo cuando me sentaba con él a su lado en el sofá-... cuando se va la mujer, macho, ya aprenderás que no debes hacer tonterías de las que sospeche...

He de decir que ya cuando me senté a su lado y puede percibir el olor a macho despedía se me empezó a despertar un instinto que no se me solía despertar a no ser en situaciones... muy "concretas".

Félix es que era muy activo: siempre se movía de aquí para allá, hablando con su vozarrón fuerte y sonoro, y riéndose por algún chiste. Y esa noche no estaba igual: estaba más calmado, y con una cara que me miraba como... con sueño.

-¿Bueno, pones la película? –le dije escurriéndome en el sofá y acomodándome. Tenía un poco de frío en las piernas, la verdad es que el pequeño salón no era muy caliente los días de frío, no.

-¿Qué? Ah, sí... sí, ponla tú si quieres verla. ¿De verdad quieres que veamos una película? ¿no quieres hacer otra cosa?

Yo me levanté diciendo "no sé qué otra cosa", pero había captado algo extraño... algo que "me ponía", y por primera vez ese día pensé que podía estar a punto de ocurrir algo con Félix... Mis labios y mi mente pensaban igual... Se mezclaban los sentimientos y los instintos de mi mente y los de la realidad. Quería dejarme llevar por la situación, a ver qué ocurría.

-No la rebobines, está ya –me dijo, pero vi que la película iba por la mitad.

-Bueno, hoy no vamos a pasar frío, macho –me dijo cuando volví al sofá frotándose las manos, y sonriendo.

-Parece que se te ha pasado el sueño...

-Sí, ya estoy despierto –y se puso a sacar una bolsa de patatas y un par de cervezas; a la vez, yo busqué el canal de la TV para ver el vídeo, que ya había empezado. Y el canal veintidós apareció...

Sabía que podía pasar aquello: "¡Anda!" exclamé.

Félix miró a la pantalla y sonrió, luego detuvo la mirada un momento en la pantalla y dijo:

-No sabía que me había quedado por aquí... si quieres rebobina para delante, luego está lo mejor. ¿Te parece mala la opción de película? –luego abrió su cerveza y una bolsa de patatas.

Sonreí tontamente.

-No, no.

-Come algo, venga. Es una pena que no haya traído a mis amigos Lucas y Fran, ¿sabes? –me decía mientras se repantigaba otra vez y sonriendo, como si estuviese viendo anuncios de televisión-. Nosotros estas pelis las vemos en grupo, para partirnos de risa un rato. Cuando era como tú, las pelis de tías las veíamos en nuestras casas a escondidas... Ahora, macho, peor todavía, porque tengo que esconderme para que no me pille mi mujer, ¿verdad? –me dijo, y sonó una carcajada, para ponerse algo más serio y decirme-: tú aprovecha, Blas, aprovecha, que ahora estás solo, estudiando y muy bien aquí en tu piso... ¿qué te pasa?

Yo no sabía como decirle lo que me pasaba... Viéndolo a él, lo que me pasaba a mí parecía una tontería:

-Es que esta película no es para verla así como así...

-Así, ¿cómo?

-Tan tranquilo... no sé si me explico –sonreí vagamente-.

Félix me dijo muy abiertamente:

-Hombre, tranquilo. Si luego a luego yo voy a ir al váter, ya sabes, ja ja ja... Con estas películas yo y mis amigos nos reímos un rato, pero acabamos calientes siempre. ¿A que quieres decir eso? ¿O es que no te gusta?

-No es eso, je je

-si tienes alguna mejor la podemos poner, tío. Tú que vives solo tendrás más libertad, ¿o no? Trae otra si quieres. Pero es que esta la grabé yo, y ahora viene lo bueno... ¡Anda, mira tío, mira lo que le hacen ahora a la tía! ¡Para ser con tías es bastante bueno, míralas!

Lo miré un momento de reojo, eché un vistazo a mi paquete (por si se veía algo "extraño" bajo mi bata) y volví a mirar a la pantalla: en ese instante, un cuarto de baño enorme y blanco. Un jacussi y dos tías dentro: lamían una enorme polla de goma que se habían estado metiendo mutuamente. Paran cuando entra el actor tío bueno de turno, blanco de piel pero qué tiarrón, con una toallita alrededor de su cintura. Sonríe y cambia la escena: las tías le han quitado la toalla y se entretienen en mojar a lametones los huevos colganderos del tío, que se cruza de brazos y espera que hagan su trabajo...

Un gemido y un silbido me distraen: Félix sonríe, y mueve una de sus manos, embobado con la tele. Su mano la tiene encima de su muslo, y así me sorprendí pensando: "¿Por qué no te tocas el paquete? ¿Por qué no te tocas el paquete?" Y en esas estaba yo, pensando en cómo apaciguar el calor del mío, cuando giró Félix la cabeza pero sin mirarme, pendiente de la pantalla:

-Ay que ver qué guarras son, ¿eh? No van al culo o al pecho como hacemos nosotros, ¿eh? Directamente a mamar, mira como chupan las cabronas... –entonces me mira-. ¿Verdad que nosotros somos más románticos?

-S... sí, sí, pero es que mira qué tipo...

-Sí, es verdad, lógico que vayan a por el tío, ¿eh?

Yo fruncí el ceño y miré a la pantalla, algo rojo: ¿me había entendido Félix? ¿Creía que me había referido al hombre?

Entonces hubo un corte repentino de escena y desapareció el trío vicioso del baño. Dos segundos duró la imagen en blanco, gruñí quejándome, Félix se río y volvió a reaparecer otra escena, de otra peli porno o la misma, no sé. Esta vez, era un primer plano de muy, muy cerca: podía casi percibir el calor de la gran poya que se embutía con no mucha dificultad en el agujero de la actriz... Así estuvo la película casi un minuto: los gemidos del actor resonaban en el salón mientras le daba por culo a su pareja, a la actriz sumisa que se dejaba hacer todo. O eso entendí, porque durante ese minuto la cámara se había quedado fija, como mis ojos.

-Ufff... –Félix re repantigó un poco más, y se acarició el paquete-. Quién la pillara, eh?

-Vaya, ya la quisiera yo para mí –dije casi automáticamente, y Félix me miró y se rió a carcajada limpia:

-¡ja ja ja ja, qué vicioso! ¿Te gusta ya más la película, eh, amigo? Menudo estás hecho...

Yo, que ya no sabía qué pensaría Félix de mí, decidí dejar de hablar, justo cuando la poya roja y rectísima de la tele se embutía con gusto la última vez en el culito, salía gorda a tope y eyaculaba chorros y chorros y chorros... la cámara, lentamente, se alejaba... El actor vacío se agachaba cansado a saborear su leche de la espalda de... de la espalda ¡del tío veinteañero al que había estado jodiendo!

-¡Ostia! –dije yo, asombro mayúsculo-. ¡Si era un tío...! ¡Ha estado jodiendo a un tío!

Me arrepentí entonces de haberme metido la mano bajo la bata, la saqué por eso y antes de volverme a ver a Félix este me dijo:

-Quita la película, venga.

Yo, no sé por qué, le obedecí sin más ni más. Apagué la tele aunque el vídeo seguía funcionando.

-¿La película era así? –pregunté tontamente extrañado.

Félix me miró, sonriendo:

-Blas, tío, claro. ¿Tú qué crees? Me la había traído porque imaginaba que te gustaría... Pero como veo que no...

-No es eso... –dije, pero rápidamente rectifiqué: error garrafal-, bueno, no me esperaba esto, no...

Félix continuó: no parecía extrañado, seguía sonriendo como si tal cosa, y yo me olí algo, algo que no era el olor preseminal de mi empinado nabo, que también se dejaba notar.

-Blas, tío, déjalo ya –y me puso una mano en mi muslo descubierto: noté un escalofrío por un instante, pero luego noté su gran mano caliente-. Mira, te ¿digo una cosa? –el tono de profesor que explica una nueva lección, lejos de enfadarme, me pareció gracioso en él-. Te voy a decir una cosa –se mojó los labios y cerrando los ojos, con expresión de saber muchas cosas, me confesó esto-: si te asomas por esta ventana de aquí, Blas, amigo mío, verás el edificio de enfrente, en el que vivo yo... y verás que desde una de la ventanas de mi habitación se ve... la tuya, la de tu ordenador... –yo tragué saliva lo más silenciosamente que pude porque tenía la boca seca: no pensaba qué me querría decir, pero me puse rojo al imaginármelo; seguí escuchando-: y siento decirte que te he pillado varias veces estudiando... y otras veces jugando con tu ordenador. ¡Y no solo con el ordenador, cabroncete! Quiero decirte que te he pillado varias veces sentado frente a la pantalla, desnudo, y haciéndote unas pajas bestiales, durante más de una hora a veces... ¿a que sí?

Yo no supe qué decir. No podía tragar. Quería que el sofá me engullera; Félix deslizó su mano hasta la mía, y se inclinó un poco más hacia mí:

-Y también se ve desde allí –me indicó, haciendo un ademán señalando mi ventana- lo que ves en el ordenador... Siento mucho, siento muchísimo que un día cogiese los prismáticos. ¿Las fotos de tíos en pelotas que buscabas en internet eran para un trabajo? –y enseguida, al verme tan azorado, cambió de tono, volvió a sonreir-. ¡Que no te digo que esté nada mal! ¡Qué va, amigacho, ni mucho menos!

-Mira Félix, es verdad que busco esas fotos en internet. ¿Y?

-Nada... nada, solo que hubo otra cosa que no me quedó nada clara, pero que nada clara.

-Si quieres dejo de utilizar internet... como es tu casa, supongo que me dirás esto para...

Pero no seguí porque Félix, que hacía tiempo que se había desabrochado su pantalón, se puso en pie y dando un paso a horcajadas se los bajó delante de mí hasta las rodillas, y se bajó sus inmaculados slips hasta por debajo de unos huevos peludos y redondeados, los cuales colgaban muchísimos más que los míos. Enmudecí ante la poye vibrante de Felix: un garrote gordo, recto y muy cercano a mí, desde luego. Félix, que estaba con las piernas abiertas, una mano sujetando sus cojones y la otra subiéndose la camisa, me mirada sonriendo:

-¡Coño, Blas, no te acojones! Todo esto lo decía porque a ninguno de mis amigos les he visto una poya como la tuya, que por cierto, je je, no estoy seguro si es tan grande como aprecié desde mi ventana... Si tuvieses web podrías enseñársela a Bambino, o mejor decho, a mí... ja ja ja, ¡sorpresa!

-Qué cabronazo... –le dije..., aunque no pude hacer otra cosa que sonreír, sentado como un pasmarote en el sofá, frente al cara dura de Félix.- Qué mirón de mierda...

-Qué va!!! –dijo, y zarandeó su mástil un poco más-. ¡Oye, que te estoy echando un piropo!

Pero mi mente ya se había desatado: capté todo el esplendor de ese hombre: vientre peludo, pero muy plano me pareció para su edad, buen pecho lobo (firme, prieto), y una poya que gritaba "cómeme, cómeme". Dios...

Sin embargo él se agachaba ya diciendo algo: "a ver tu juguete de cerca, a ver..."

Y riendo me dio un puñetazo de broma en mi vientre, a lo que me dijo "estás fuerte como yo, chaval", y me sacó juguetonamente mi nabo morcillón (la tensión me había acojonado un poco, la verdad), para sonreir y decir:

-Blas, mira lo que te digo: como esto se levante, más vale que corra si no quiero que me atravieses el culo sin querer... ¡Pedazo chorizo!

-¡Tio! –me reí yo-. Que no es más grande que el tuyo, en serio...

Mi chorizo resbaladizo, como él lo llamaba, creció enseguida que Félix lo dejó al descubierto cariñosamente, abriendo la bata, y cogiendo el borde de mis calzoncillos con las dos manos...

Hubo tantas cosas que quise hacer en el momento: se unió en un instante el deseo de sexo, el deseo de desatar los impulsos reprimidos, la timidez, la sumisión, la personalidad salvaje y loca...

Y decidí quedarme allí disfrutando de las caricias de Félix. Asombrosamente no parecía que se hubiese dado ningún cambio en su actitud, y por eso estaba con la boca abierta mientras manejaba mi aparato, el cual pronto se puso firme y vigoroso: Félix seguía sonriendo con esa... naturalidad suya que le hacía tan agradable. Igual podríamos haber estado charlando y contando un chiste que con el mismo humor, se me acercó para chuparme un pezón.

-Y ahora mira, a ver si te gusta esto –me dijo levantándose y guardando a duras penas su paquete: me hizo gracia que se subiese el slip porque no podía evitar que su gordo capullo rosado sobresaliese por encima, mojando los pelillos del ombligo de líquido preseminal...

-¿Por qué te guardas la polla? –le pregunté serio.

-Chssss, calla, que antes de eso quiero que juegues con otra cosa. Mira, Blas, mira... esto a los jovencitos os gusta mucho, ¿eh?

Simplemente se había subido la camisa que llevaba puesta para dejarme ver de nuevo el pecho.

-Sí, me gusta...

No muy peludito, pero lo suficiente, y con forma...

Félix soltó una carcajada:

-¡Si no has visto nada! ¡Mira ahora!

Y se puso en tensión, haciendo fuerza con los músculos y poniéndose rojo como un tomate, ¡tan rojo como el capullo de su pollaza! ¡Parecía a punto de reventar! Cómo me reí... Pero el caso es que se le marcaron los pectorales, sí señor, y cuando me invitó a que palpase me encontré con que estaba bien duro, como una piedra.

-Tócame bien... Blas, qué joven eres, qué bueno estás...

-Tú sí que estás bueno –le susurré al oído mientras extendía las manos sobre su pecho. Pronto dejó de hacer fuerza y se volvió algo más carnoso, pero no me importó: yo me había puesto de pie y estaba dispuesto a inspeccionar el cuerpo de mi amigo... Pero él, como es más vicioso que yo, también quería explorar el mío, y mirando hacia abajo descubrió que de entre la bata sobresalió un gran cacho de mi endurecido pene, palpitante y húmedo.

-¡Ostias, Blas, esto no me lo pierdo!

Y sin darme tiempo a nada me dejó con las manos extendidas en el aire pues se abalanzó (literalmente) sobre mi polla clavándosela tan fuertemente en la boca que me tiró para atrás, de nuevo al sofá.

¡Qué bien usó la lengua durante un minuto! Si no llego a levantarle la cabeza hubiese descargado todo mi almacenamiento de leche en él...

Sonriendo, feliz, Félix levantó la vista para mirarme y decirme:

-Seguro que te la han chupado... más de cinco veces, ¿o me equivoco?

-Y tú –le respondí yo, quitándole de los labios un perdigón de líquido preseminal mezclado con saliva- seguro que la has chupado más de veinte veces... ¿No tenías amigos con los que veías películas?

-¿Te digo una cosa?

-¿El qué?

-Que las orgías que nos montamos no tienen precio... Hoy no puedo llamar a ninguno, pero tú el próximo día te vienes, así conoces al "Isidoro", el del pollón de oro... ¡Macho, nadie a conseguido que se corra en su boca! ¿y tú, chaval, cómo te lo montas con la lengüecita?... ¿ehh? ...y riéndose se fue sentando a mi lado, reclinándose hacia atrás y mostrándome el slip que estaba relleno a rabiar.

¡Menuda invitación!

-Félix... nunca la he mamado... No sé si sabré...

-Pues con la mía aprendes... Cuando te la maman con gozo, solo puedes hacer una cosa.

Lo miré expectante.

-Gozar, ¿o no te mola como te la he chupado yo? Venga... A ver qué me haces, que yo me corro difícilmente.

Me puse a cuatro patas en la parte que quedaba libre del sofá y le quité con entusiasmo los calzoncillos: quedó al aire una polla bien gorda, 17 cm por lo pronto que tenía que tragarme... pero ¿y los cojones?

-¿Qué les pasa a mis pelotas?

-¿Has visto las mías?

Félix se rió, y me contestó:

-Las más buenas y peludas que he probado, palabra de honor.

-Pero mira cómo te cuelgan a ti...

-Métetelas en la boca y saboréalas. Como si fuesen dos caramelos, pero calientes... ¡si lo sabré yo, que me las noto!

Me incliné sobre ellas y noté ese olor a macho, a salado del que tanto había oído hablar. Olía bien. Y eran tan grandes... Me toqué las mías y enseguida me las metí en la boca: tantos pelillos se enredaron en mi lengua que apenas sabía que estaba lamiendo la piel de los cojones de Félix hasta que me ardió la lengua de sabor. Mmmm, el aire me recorría mi entrepierna echado a cuatro patas sobre Félix... Pronto empecé con su mástil, con su durísimo mástil...

-¿Cómo la tienes tan dura?

-... mmm, hago ejercicio... ja ja, qué vicioso que eres...

Quería abarcar todo su poyón, su tremendo proyectil de leche... ¿Le haría esto Belén?

-Blas... dime guarradas...

Paré un segundo, sus cojones en mi mano, y sonreí. Me aparté el flequillo de la frente y le dije:

-¿Qué te diga qué? Ja, ¿acaso un maricón de mierda como tú cree que le voy a decir que tiene una poya buenísima cuando tiene en realidad el poyón sucio de un caballo? Eres un puto cerdo...

Pero enseguida me corté, pues pensé que me había pasado y que con aquellos comentarios podría haberle herido profundamente la sensibilidad. Félix se recostó un poco mirándome sorprendido o exasperado, no sé. Por mi parte tuve que apresurarme a decir, apretando más sus huevos, queriendo que no se escapasen:

-¡Félix, tío! Lo siento, no quería insultarte así, no lo decía en serio...

-¡Sigue! No te preocupes, ¡me gusta! ¡Oh, Dios, que gustazo, chúpamela e insúltame, dime más, más!

Reí de gusto y sorprendiéndome a mí mismo. ¡Le gustaba! Entonces no podía defraudarlo...

-Mmm, qué poya de maricón... seguro que te echan leche por todos tus agujeros cuando te follan como a los animales...

-Ostia...

-¡Levanta la tranca! ¡Impotente de mierda!

-¡Ja!

-Oso de mierda, folla niños... ¿Te crees muy macho, eh? No me llegas... zzzmmmm, no me superas, gilipollas, mira como te la chupo y estás a punto de estallar, mira cómo te la chupo y no aguantas...

-aaaaa¡Para!

Se irguió de sopetón dejándome pasmado, y con cara de furia se abalanzó sobre mí poniéndome boca arriba y con la cabeza sobresaliéndome del sofá, enérgicamente.

-¡Diooos, Blas, te vas a enterar!

Solté una risotada, y sentí cómo se pegaba a mis ingles la lengua de Félix. Reí más, y subí las caderas cuando estuvo la punta gordísima de mi poya justo debajo de la boca de mi amigo, y él a su vez aprovechó para ir metiéndome mano en el culito. ¡Es lo bueno que tienen las manos, que pueden hacer muchas cosas a la vez, cada una a lo suyo!

-Ostia, zzzbbllmmmm, oh, Blas... cuanto pelo... mmmm, qué peludo tu culo...

-Lame, cabrón, lame... –le espeté rugiendo de placer...

-ZZZZmmmmlll, zzzggg, zzzggg...

Emepzó un sube y baja de cabeza que sorbía mi polla y todo sus jugos, haciendo mucho ruido...

Su dedo, por otra parte, iba horadándome el hoyo, jugueteando con mi espalda y enseguida llevaba de nuevo golosamente sus manos por toda mi espalda... De nuevo me metía su dedo, y me lo sacaba... lo metía, y lo sacaba...

Risas, lametones... Qué gozo cuando me abrió de muslos sujetándolos fuertemente y acogiendo a mis dos cojones como inquilos en su boca. O cuando en esa misma postura acomodó en el hueco de mis muslos su pecho para chuparme todo el pecho y mi ombliguito...

Disfrutamos indeciblemente, y aún así se quedó con ganas de desvirgarme analmente; solamente le dejé que me metiera un dedo... bueno, quien dice uno dice dos o tres, ¿no? ¡Y de todas formas yo también le hice, también...! Como había visto hacer en una película, le lamí todo el culito lo bien que pude (eso fue en la ducha), mi lengua se volvió viva ella sola cuando entraba en su agujero... "¡menudo agujeraco de puto!" le decía yo de broma, y él se excitaba más... ¡jejeje! Me detuve en esa parte donde empiezan nuestros cojones y termina el culo, ahí es donde más lamí y donde saqué el gusto... ¡Me faltaron manos manos para cogerle los muslos, los cojones, su poyón y para pajearme a la vez de todo eso!

Tras casi dos horas entre sofá-ducha-cama no creo que quedase ningún rincón por explorarnos... Incluso hice algo que nunca creí que pudiese hacer sin haber amor de por medio (¿acaso lo habría?): los besos... Besos en la boca, de auténtica pasión. Le comí los labios y la lengua... ¡Todo! Y era como comer de mi poya, pues cuando Felix acababa una mamada, me besaba así de bien. Luego nos sonreíamos, yo le veía sus cojones, bien gordos porque aún no habían descargado, y tan morenos y peludones, que me los echaba a la boca arrodillándome frente a él... y de nuevo, después, comida de boca...

Y así terminé yo, sobre sábanas limpias con Félix encima, poyas empalmadas unidas y mi pierna peluda, suave, entre las suyas... qué momento de caricias, de sonrisas, besos... Nada es más placentero y relajante creo yo que el aroma de lo bien hecho, de lo disfrutado con esfuerzo. Labios y glandes no pararon secos en toda la noche creo yo, y la leche "hidrató" nuestras peludas y morenas pieles (qué color de piel más apetecible tenía...)

Quedamos más fines de semana hasta que conocí a sus amigos, pero tengo que decir que con él solo era con quien más me apetecía estar... Y se convirtió en rutina de los viernes, a escondidas de Belén y del mundo... Féix se ha convertido en mi más apetecible película gay, en mi más ardiente juguete...

La ostia, que calentón al pensar que puede verme desde la ventana... Voy a ver si me despeloto y me ve. Mientras, podéis mandar algo a adriartista@hotmail.com , donde os espero.