Grabando un video erótico con mi madre.

Una mujer insatisfecha llegará extremos inimaginados para conseguir la satisfacción que tanto ansía, no importa que sea con su hijo con quien lo consiga y con las cámara grabando cada segundo.

Las necesidades de mi Madre.

Rocío, mi madre siempre supo que mi padre le era infiel. Todos en la casa lo sabíamos pero nadie decía nada. Por ejemplo mi hermana vivía en su pequeño mundo, pegada al celular todo el día y de fiesta en fiesta todas las noches. Mi madre trataba de controlarla pero mi padre se encargaba de consentirla y contradecir todas las órdenes que mi madre le daba. Era un caso perdido y mi madre cada vez mostraba menos interés en lo que hacía su hija menor.

— Lo peor es que se viste como una mujerzuela y tu padre se hace de la vista gorda. — Me dijo mi madre un día que estábamos a solas y con justa razón. — Sus faldas son cada vez más cortas y entre más le crecen los pechos más escote usa ¡La muy puta!

La cara de mi madre se sonrojó inmediatamente después de decir eso. Al parecer por una fracción de segundo se había olvidado que hablaba con su hijo y no consigo misma.

Por otro lado yo trataba de ser el único aliado de mi madre en la casa. Mi padre era un “pito fácil” y mi hermana una zorra. Yo trataba ser algo positivo en la casa para ella. No es que fuera un matado en la escuela ni mucho menos, mi promedio con trabajos llegaba al “regular”. Pero por lo menos no le daba preocupaciones innecesarias a mi madre. Llevaba varios meses de haber dejado a mi novia pues al parecer a la mojigata no le gustó que le contara mi fantasía de tener sexo con ella y su madre al mismo tiempo. De todos modos el sexo con ella no era tan bueno y ni siquiera daba buenos orales. La maestra de física por otro lado hacía milagros con la boca, y lo mejor de todo es que para ganar puntos extra en su clase no necesitaba descuidar mucho mi horario escolar. La verdad es que siempre me gustaron más las mujeres mayores.

A pesar de ser yo su niño dorado, mi madre no tenía tranquilidad. Mi hermana no le importaba un comino, pero mi padre le causaba una frustración inefable. Ella no sabía qué hacer para recuperar la atención de su marido. Su físico era envidiable para una mujer poco más de 40 años de edad. De hecho era espectacular, y de ninguna forma descuidaba su imagen, al contrario tenía una elegancia que todas las vecinas le envidiaban. Pero mi padre ni siquiera la volteaba a ver, mucho menos trataba de cubrir sus necesidades sexuales.

Ahí radicaba uno de los principales problemas de mi madre, el único problema que yo no creía ser capaz de remediar por más que me esforzara en ser un hijo modelo. Mi madre necesitaba sexo y lo necesitaba con urgencia, pero no se atrevía a serle infiel a su marido después de 25 años de matrimonio. Pero no hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo resista, y un día el cuerpo de mi madre simplemente se rindió.

Una noche de viernes en diciembre yo llegué algo tarde a la casa. Había estado con mis amigos tomando unas cervezas y jugando videojuegos hasta que recordé que mi madre iba a estar sola en casa. Llegué cerca de las 10 de la noche a casa y encontré la sala a obscuras. Normalmente mi madre me esperaba despierta en la sala cuando iba a llegar tarde pero esta vez ella no estaba a la vista. Decidí ir a revisar su recamara para avisarle que había llegado. Al abrir la puerta escuché los llantos ahogados de mi madre que estaba tirada en su cama a la tenue luz de una lámpara.

Quise dar marcha atrás y dejarla sola una vez que me di cuenta de lo que pasaba. Pero me quedé congelado cuando mi madre reparó en mi presencia en el umbral de su recamara y me miro a los ojos con los suyos claramente rojos de tanto llorar.

— Buenas noches amor. — Me dijo mi madre con la voz entrecortada. — Te daré de cenar en un minuto, solo déjame despabilarme.

Yo insistí en que no era necesario, que ya había cenado y que mejor descansara para que platicáramos la mañana siguiente. Ella se levantó de la cama y camino hasta mí, arrojándose en mis brazos y llenándome de besos.

— Eres lo único bueno en mi vida, hijo, mi gran amor. — Y me dio un pequeño beso en los labios que no me daba desde que había salido de la primaria. Al final en su rostro se dibujó una leve sonrisa y me prometió que platicaríamos al otro día con calma.

Me fui intranquilo a dormir, mareado y aturdido por lo que acababa de pasar. El beso de mi madre había sido algo totalmente inocente, de niño me había besado así miles de veces, era su forma de decirme que era su niño, su consentido. Pero una parte de mí no dejaba de pensar que ahora ese beso podía ser algo diferente, algo… ¿sexual?

Casi no dormí y al despertar pude ver las zapatillas de tacón de mi hermana tiradas en la sala. Seguramente estaba durmiendo en su recamara y no se levantaría hasta después de mediodía. Mi madre en cambio estaba en la cocina preparando el desayuno. Su cara era lo opuesto a lo que había visto en la penumbra la noche anterior. Estaba radiante, energética y alegre. En cuanto me vio me dio un beso de buenos días, no en la boca pero peligrosamente cerca. Sentía que si me besaba nuevamente en la boca no me cabría duda de que sus besos no eran tan inocentes como en mi niñez.

Desayunamos sin tratar ningún tema específico, supe en ese momento que mi padre no había regresado anoche a la casa y probablemente no regresaría en un buen rato. Mi hermana había llegado al amanecer y se había metido directo a su recamara, mi madre no iba a pelear con ella pues no valía la pena, pero tampoco le iba a dejar el desayuno preparado.

— Quiere putear como mujer adulta, pues que se atienda sus necesidades como una. — Fue lo único que dijo al respecto y de inmediato estiro su mano y tomo la mía sonriendo de oreja a oreja. — Que bueno que tú no saliste un total cretino.

Terminamos el desayuno y consideré prudente tratar el tema de lo que había pasado la noche anterior. Iba a decir algo para retomar el tema pero mi madre se me adelantó. Se levantó de la mesa, tomó de nuevo mi mano y me pidió que la acompañara a la recamara. Había algo que me quería enseñar.

Había un folder amarillo sobre su cama, se sentó en la orilla de la cama, tomó el sobre y me pidió que me sentara a su lado.

Mi madre sacó fotos y documentos del sobre. Las fotos eran de mi padre y una mujer. Saliendo de su auto estacionado sobre la banqueta y entrando a un departamento. La mujer era rubia, delgada y se notaba que era muy joven. Los papeles eran facturas y cosas por el estilo, lo único que alcancé a leer era algo sobre un investigador privado.

Mi madre procedió a explicarme que en su desesperación decidió tomar su vida de nuevo en sus manos y hacer algo al respecto. Tomar cartas en el asunto como quien dice. Pero antes de dar un paso quería estar segura de que mi padre de verdad le era infiel. Por eso había contratado a un investigador privado para que siguiera a mi padre y encontrara evidencia. Pan comido para el detective pues en menos de una semana ya habían llegado los resultados. Las sospechas de mi madre aumentaron cuando se dio cuenta que en el estado de cuenta de mi padre había gastos enormes en equipos electrónicos y sobre todo en la renta de un departamento al otro lado de la ciudad. El detective consiguió la información precisa del departamento además de las fotos que había visto. Ya no había dudas, en realidad nunca las hubo, pero ahora mi madre tenía evidencia. La cuestión era que hacer a partir de ahora. Una opción era el divorcio, pero ella no quería afectarme a mí como su hijo, a pesar de ya tener la mayoría de edad. La otra opción era pagarle con la misma moneda, pero eso la haría sentir sucia y tampoco sería capaz de mirarme a los ojos si ella hiciera algo semejante.

— En cierto modo tú eres el hombre de la casa amor. Tú eres a quién respeto y amo más que a nadie. — Me dijo tomando de nuevo mi mano y recargando su cabeza sobre mi pecho- Yo procedí a acariciar su cabellera pero no dejaba de pensar en el beso que me había dado la noche anterior y mis sospechas (o deseos) de que se tratara de algo más que un inocente beso de una madre a su hijo.

Quise decirle que no se preocupara, que yo la apoyaba en cualquiera de las dos decisiones que tomara, pero me costaba trabajo pensar y articular las palabras. Me limitaba a asentir con la cabeza a cada cosa que me decía. Además de que notaba una leve erección debajo de mis pantalones que me tenía totalmente atolondrado.

Pero había algo más. Mi madre era muy astuta y había logrado sacar copias de todas las llaves de mi padre que no eran de nuestra casa. Algunas serían de su oficina pero definitivamente no todas. Mi madre quería ver el lugar donde mi padre la había traicionado y de ser posible destrozarlo. Pero no quería hacerlo ella sola. Aproveché la distracción para componerme y disimular.

— ¿Cuento contigo hijo? — Me dijo apretando con fuerza mi mano. Yo le dije que sí, que no importaban las consecuencias yo la iba a apoyar siempre.

— Es lo menos que puedo hacer tomando en cuenta que soy el hombre de la casa. — Le contesté con convicción, pudiendo hablar claramente por fin mientras hundía mi nariz en su cabello.

Nos fundimos en un fuerte abrazo y nos quedamos así varios segundos. Yo no podía dejar de pensar en lo bien que se sentía tener abrazada a mi madre de esta manera, además de que ella me considerara el hombre de la casa. Algo en mi estaba naciendo y no sabía lo que era pero no tardaría en averiguarlo.

Tomamos un taxi hasta el departamento de mi padre. Su coche no se veía en la banqueta así que supusimos que él no estaba en ese momento ahí. La primera llave que probamos para entrar a la puerta de la calle funcionó como si el destino quisiera que entráramos sin llamar la atención. Subimos las escaleras al tercer piso donde estaba el departamento y aunque esta vez tardamos en encontrar la llave correcta, no tardamos en entrar al apartamento.

La sala denotaba la falta del toque femenino. Todo era minimalista, no por estilo sino por falta de imaginación. Nada llamaba la atención del lugar y en cierto modo me sentí decepcionado de encontrar el lugar tan limpio. Imaginaba entrar y encontrar un reguero de pantaletas y condones usados. Pero no había una sola cosa fuera de lugar. En cierto modo parecía una sala de espera de hospital.

Pero la recamara era una historia totalmente diferente. Mi madre creyó que los aparatos electrónicos que había comprado mi padre habían sido obsequios para su meretriz. Pero la verdad era otra pues la recamara estaba transformada en todo un estudio pornográfico, con media docena de cámaras en diferentes ángulos, apuntando todas hacía la cama con sábanas de terciopelo y satín rojos. Igualmente había lámparas colocadas para iluminar el lugar y detrás de todo esto un avanzado equipo de cómputo diseñado para editar las grabaciones.

Mi madre estaba boquiabierta y temblaba de pies a cabeza, yo estaba más bien emocionado por explorar las tórridas escenas que había grabado mi padre. Imaginaba encontrar de todo, tríos, orgías, S&M, mil cosas que no sabía siquiera nombrar. Pero lo que más me emocionaba era verlas con mi madre. Mi cabeza comenzaba a armar un plan maquiavélico que seguramente ustedes ya habrán imaginado.

Lo primero que hice fue encender la computadora pero me topé con una contraseña al querer acceder, pero mi madre sin chistar siquiera me dijo que escribiera “Alejandra”.

— ¿Alejandra? — Pregunté totalmente extrañado de su certeza. — ¿El nombre de mi hermana?

— Es una corazonada. — Contestó mi madre con toda seriedad.

¡Bingo! La clave funcionó y yo no lograba entender el motivo de esa contraseña. Procedí a buscar las grabaciones que no tardé en localizar. Todas estaban catalogadas por fecha y no contenían ninguna descripción adicional. La más antigua se remontaba a dos años de distancia. Mi madre me pidió que reprodujera esa justamente.

Yo estaba sentado en la silla de cómputo de mi padre cuando empecé a reproducir el video, mi madre estaba de pie inclinada sobre mí. Al ver el video su mano se apoyó en mi hombro y ambos soltamos un suspiro al unísono. La escena nos dejó fríos a los dos pues en ella se veía a mi padre tomando el cuerpo de una jovencita entre sus brazos y llevándola a la cama. Solo había usado una cámara para grabar ese video, al parecer había armado su equipo de grabación poco a poco, pero a pesar de la mala iluminación y la mala calidad del video era clara una cosa. La amante de mi padre no era otra más que mi propia hermana ¡su hija!

Vimos buena parte del video hasta que mi madre aparto la vista del monitor y se alejó de mí. Pausé el video y me levanté a abrazarla. La tranquilicé lo mejor que pude y le dije que si quería podíamos irnos de ahí. Ella se negó, tenía que llevar esto hasta el final, aunque yo no sabía a que se refería exactamente.

Me pidió que me volviera a sentar y que reprodujera más videos. Yo obedecí, en parte por complacerla y en parte por morbo. Adelante unos meses y se notaba el cambio de calidad en los videos, la iluminación era otra y había disponibles varios ángulos de cada toma. Lo único que no cambiaba eran los protagonistas de los videos. Mi padre y mi hermana.

Mi madre suspiraba como si el alma se le quisiera escapar del cuerpo, pero me pedía que reprodujera más videos. Yo me limitaba a obedecerla. Después de ver fracciones de unos cuatro videos reprodujimos el más reciente, en el que la misteriosa rubia de las fotos resultó ser mi hermana usando una peluca. Mi madre ya sabía su identidad pero no me había dejado ver las fotos donde se veía su rostro. Tras ver una parte de ese video mi madre me dijo que ya había visto suficiente.

Salí de la biblioteca de videos y me disponía a apagar el equipo, pero ya no había duda, mi padre había traicionado a mi madre de la peor forma posible. Apagué el equipo y me puse de pie. Mi madre quería llorar pero se aguantaba, yo hice lo que me pareció más sensato y me acerqué a ella para darle un abrazo. Ella me apartó de inmediato, por primera vez en mi vida ella había rechazado abrazarme y yo me quedé helado.

— Así no hijo, así no mi amor. Esto no se va a quedar así. — Tras decir eso ella se acercó y encendió nuevamente el equipo de grabación. Me preguntó si podía grabar un video a lo que respondí que sí, que no era gran ciencia.

— Entonces dejémosle un video al cerdo de tu padre, que vea que este juego lo jugamos dos. — Tras decir esto una sonrisa diabólica se dibujó en su cara. Temblando encendí y preparé todo para empezar a grabar, en unos minutos ya estaba todo listo y en su lugar. Sin embargo no estaba del todo seguro de lo que mi madre deseaba hacer ¿Acaso quería grabarse teniendo sexo conmigo? Pero en ese momento titubeaba, no estaba seguro de saber lo que ella quería, quizá quería grabarse destruyendo el departamento, quizá quería dejarle un mensaje diciéndole que lo pensaba demandar, y si yo trataba algo y ella me rechazaba yo me moriría de vergüenza en ese mismo momento.

— Apretando este botón empezaremos a grabar ¿Qué mensaje quieres dejarle a mi padre? — Pregunté haciéndome el inocente pero entre mí, deseando poner manos a la obra. Deseando que mi madre tuviera el mismo apetito que yo en ese momento.

— No se lo dejaré solamente yo mi amor, juntos tú y yo ¿O es que acaso no eres el hombre de la casa?

Mi madre se puso en posición, sentada sobre los pies de la cama. Le di la señal y empecé a grabar.

— Querido esposo. Me imagino el estupor que debes de sentir al ver este video. Te he sorprendido con las manos en la masa y seguramente estás pensando en este momento en que pretexto poner o en si acaso debas salir huyendo lejos de mi furia. Pero despreocúpate querido, no necesitas ni una ni otra cosa, ni tú ni la puta de tu hija corren peligro alguno, al contrario, se pueden quedar uno con el otro que tan bien se complementan.

“Es con asco que he visto tu colección, me parece algo espantoso pero a la vez entiendo que no seas capaz de conseguirte una mujer que tenga algo además de humo en la cabeza. Solo una niña imbécil como tu hija podría aceptar ser la ramera de un hombre tan patético como tú. Y me imagino lo caro que te sale mantener semejante golfa.

“Pero no seré hipócrita. También te envidio, envidio que seas capaz de obtener el placer que a mí me has negado en más de 4 años en los que decidí serte fiel a pesar de no recibir nada a cambio más que tu traición. Pero ya no más, hoy es el último día en que voy a sufrir por tu culpa, no seguiré siendo la mujer abandonada que no sabe lo que es sentir el calor de un hombre dentro de su cuerpo. Hoy me entrego a un verdadero hombre, el único que me ama y me merece. Te lo agradezco, que me hayas abierto los ojos y me hayas arrojado en brazos de mi nuevo hombre, mi macho que me arrancará los gemidos que tú nunca supiste arrancarme. Que me hará sentir mujer de formas que ni siquiera imagino, aquel que me hará sentir cosas que tú no podrás hacerle sentir a la estúpida de tu hija malcriada.

Terminando de decir esto se levantó de la cama y comenzó a desvestirse, fuera de la toma yo hice lo mismo. El cuerpo de mi madre era espectacular, a pesar del paso del tiempo ella no había descuidado su figura, más bien al contrario se había esforzado por seguir siendo una mujer deseable y superaba por mucho a cualquier mujer a la que yo haya tenido nunca. Al final yo estaba totalmente desnudo y ella solo tenía un par de medias de color negro y sus zapatillas de tacón.

Procedió a subirse a la cama y recostarse de lado. Con una seña sobre el colchón de la cama me llamó así: — Ven aquí mi amor, deja que tu padre aprenda lo que es ser un hombre de verdad.

Sin titubear entré en escena al lado de mi madre, me recosté a su lado y nos miramos de frente, ya no hacía falta más palabras, solo quedaban las acciones.

Comencé a besarla gentilmente y nos empezamos a acariciar hasta quedar abrazados. De repente comencé a sentir un calor agobiante y ambos empezamos a sudar copiosamente. Nuestros besos subieron de intensidad y mi verga estaba a punto de explotar de lo dura que estaba. Y peor se puso cuando mi madre comenzó a acariciarla suavemente con una de sus suaves manos. Obviamente mis dudas estaban disipadas y no sentía nada aparte de una sensación de triunfo que nunca he vuelto a sentir, junto con un deseo irrefrenable por penetrar a mi madre, un deseo que nada ni nadie podrían contener.

Estuvimos así varios minutos, ella masajeándome la verga y yo acariciándole las nalgas. Besándonos sin parar y enredando nuestras lenguas como dos pequeñas víboras. Intercambiando caricias, pasando mis manos sobre sus pechos y besándolos y mordisqueándolos con una gula inigualable. Yo estaba en el cielo, nunca en mis más alocadas fantasías imagine tener así a mi madre, pero ahí estaba fajando con ella y a punto de hacerle el amor a la mujer que me había dado la vida. Y ella se notaba extasiada, después de años sin haber tenido un hombre en la cama y sabiendo las fechorías de mi padre, no cabía en ella la menor duda de que esto era lo correcto. El tabú había quedado atrás. Mi madre y yo éramos como dos animales salvajes en celo.

Lo que sentía y pensaba en ese momento es una de las cosas más difíciles de describir para mí. Con lo que podría compararlo es con una de esas experiencias extracorpóreas en las que supuestamente el espíritu abandona el cuerpo y presenciamos nuestros propios actos desde una perspectiva distinta. Algo así me pasaba mientras mis dedos acariciaban la vagina de mi madre. Al introducir mis dedos en si concha yo pensaba que por ahí mismo había salido yo al mundo, esa había sido la puerta por donde yo llegué a la vida y ahora usaría esa misma puerta para renacer dentro de mi madre. Nada me había preparado para esto, pero nada me iba a detener tampoco. Mi deseo era lo único que me gobernaba, ni la moral, ni la lógica existían para mí en ese momento.

Recosté a mi madre boca arriba y ella de inmediato abrió sus piernas invitándome con la mirada a penetrarla. Yo me acerqué sobre de ella y me quedé unos segundos mirándola, no porque hubiera dudas en mi mente sino para saborear el momento. Ella estiró su mano y acaricio mi rostro. Yo pase mis manos sobre sus muslos separando aún más sus piernas y me acerqué a besarla. Ella me susurro al oído:

— Te amo hijo. Hazme tuya.

Yo dejé caer mi peso entero sobre de ella y la penetré en un instante. Mi verga estaba hurgando el coño que me había visto nacer, en un segundo yo había convertido a mi madre en mi amante y la totalidad de mi verga estaba sepultada en sus entrañas. Ella me rodeó con las piernas y en ese momento me acerqué a susurrarle a ella estas palabras.

— Ahora eres mía, te amo madre.

No bien dije eso le di un enorme beso mientras que nuestras caderas comenzaron a moverse a un ritmo tranquilo. Sin embargo a pesar de empezar con relativa calma, se notaba que mi madre de verdad llevaba años sin probar un macho pues en cuanto empecé a follarla sentí como se mojaba hasta quedar empapada. Sus gemidos, o mejor dicho sus alaridos de placer fueron instantáneos. Gemía como poseída por un demonio de la lujuria. Nunca había escuchado gemir así a una mujer, con tanta emoción, con tal frenesí. Entre más la escuchaba gemir más rápido la follaba y esto a su vez la hacía gemir con más fuerza. ¡Y apenas empezábamos!

Yo no reparaba en las cámaras que apuntaban hacia nosotros, solo pensaba en lo emocionante que era coger con mi propia madre. Pero ella sin embargo volteaba a mirar las cámaras en los pocos instantes en lo que recuperaba la serenidad. Sonreía como si supiera que mi padre vería el video y seguramente se mordería los codos con el coraje.

Tras unos minutos ella me hizo levantarme y me recostó boca arriba. Procedió a sentarse sobre mi miembro que palpitaba de excitación mirándome de frente mientras decía en voz alta. — Démosle a tu padre y hermana un buen espectáculo. — No bien terminó de decir eso se dejó caer con todo su peso sobre mi verga que parecía estar hecha de piedra. De inmediato comenzó a soltar los mismos alaridos que cuando la follé de a misionero si no es que más fuertes. Brincaba con enjundia sobre mi pene y lubricaba de una forma espectacular. Sus jugos escurrían sobre mi ingle y caían sobre las sábanas. Ella sin duda alguna estaba en un trance de deseo, lujuria y pasión que había estado reprimida por años. Su coño era la válvula de escape de una olla de presión que llevaba años hirviendo sin poder liberar su calor. Ahora sacaba por fin esa frustración y el calor de su cuerpo me absorbía de una manera que nunca olvidaré.

Tras alcanzar un delicioso orgasmo que la hizo aullar de placer cambió de posición nuevamente, yo me quedé recostado, boca arriba y esta vez ella se sentó sobre mi pene dándome la espalda. Me encantaba ver su cara cuando me la cogía, pero me daba igual placer ver su espalda y sus nalgas al momento de penetrarla nuevamente. Se dejó caer de golpe una vez más sobre mi miembro, el cual devoró con su coño de un solo golpe y nuevamente comenzó a brincar sobre de él soltando esta vez auténticos gritos de placer. Parecía una loba en celo aullándole a la luna llena.

Tras tener un nuevo orgasmo mucho más intenso se detuvo unos segundos a recuperar la compostura sin levantarse y dejando mi pene bien sepultado en sus entrañas. Se arrojó hacía atrás recargando su espalda sobre mi pecho y comenzó a hablar en voz alta para que los micrófonos captaran cada palabra que me decía.

— Que delicia es que me cojas hijo. Nunca nadie me había hecho sentir así. Y tu verga tan grande y deliciosa, es mucho más grande que la de tu padre. Eres mil veces más hombre que él, hijo. Te amo, cógeme, cógeme como nunca me han cogido jamás. ¡Cógete a tu madre!

No bien terminó de decir esto cuando la tomé de la cintura y comencé a mover mis caderas. Ella seguía lubricando, sudando, gimiendo y aullando como poseída, cada vez con más fuerza. De momento sus movimientos me recordaban alguna película de terror, como si al tener mi verga dentro de ella le estuviera exorcizando todos sus demonios que veía arrastrando. Entonces tras varios minutos así ella se vino nuevamente, trató de detenerme pero esta vez yo no se lo permití. La tomé de la cintura con fuerza y moví mis caderas con más fuerza mientras que usaba todas las fuerzas que quedaban en mi ser para levantar su cuerpo y dejarlo caer nuevamente sobre mi verga. Ella trataba de articular palabras pero su mente se había apagado en ese momento. Balbuceaba y gritaba mientras comenzaba a moverse como si se estuviera convulsionando. Se agitaba y aullaba con más fuerza que antes, se venía una y otra vez hasta que en un momento soltó un verdadero grito ensordecedor que seguramente todo el edificio y tal vez la manzana completa alcanzó a escuchar. Entonces mi verga salió disparada de su coño, empujada por un tremendo chorro de fluido vaginal que mi madre expulsaba violentamente. Después de esto mi madre cayó rendida sobre la cama a un lado de mí, incapaz de articular palabra o de controlar sus movimientos. Temblaba como un gatito recién nacido al que acababan de empapar con agua helada. Pero su cuerpo hervía como si tuviera una fiebre de 40 grados. Babeaba y ponía los ojos en blanco, jadeaba y tosía a la vez.

Tras uno o dos minutos de dejarla reposar ella recobró sus sentidos y me miró intensamente a los ojos. Su mirada era intensa pero alegre. Se acercó a darme un beso y me dijo nuevamente que me amaba, yo obviamente correspondí sus palabras amorosas y nos comenzamos a besar con la misma pasión que al principio. Entonces cuando ella estiró su mano para tomar mi verga me miró con picardía y me dijo — Que egoísta he sido mi amor. Yo ya me vine casi una docena de veces y tú no has terminado. No te preocupes hijo, tu mami te va a ayudar a alcanzar el éxtasis.

Dicho esto ella se acomodó sobre la cama en cuatro patas y me ofreció el trasero para que la usara y me viniera así dentro de ella. Yo no dudé ni un segundo y arremetí contra ella penetrándola suavemente para ver como reaccionaba. Yo sabía que estaba ansiosa por tener mi verga dentro de ella pero quería provocarla por lo que la follé lenta y suavemente mientras ella estaba de a perrito.

Ella gemía suavemente y de repente trataba de mover sus caderas con más velocidad a lo que yo respondía dándole una nalgada. — Tranquila madre ¿cuál es la prisa? Disfruta la verga de tu hijo. — Y en seguida volvía a mi ritmo tranquilo. Ella volvía a tratar de acelerar a lo que yo volvía a propinarle una buena nalgada que le quedó marcada en su nalga.

— Me haces sentir como una puta, hijo. — Me decía con una voz que delataba su cachondez. — ¿Te gusta tratar así a tu madre? ¿Te gusta que tu madre sea tan zorra?

— Silencio madre. — Le respondí con autoridad. — Lo único que quiero escuchar que salga de tus labios son gemidos de placer, quiero hacer aullar a mi madre, a mi puta. Quiero que mi padre te escuche gemir como él nunca te lo pudo hacer.

Dicho esto comencé a follarla más rápidamente, efectivamente como se lo había solicitado ella dejó de hablar y comenzó a gemir. Yo sentí que no tardaría en venirme y se lo hice saber.

— Madre, siento que me voy a venir, en cualquier momento.

— Sí hijo, vente adentro de mí, lléname toda con tu leche. ¡Hazlo!

Sentí entonces como una avalancha se desataba en mi interior, solté un tremendo chorro de semen dentro del coño de mi madre a tal grado que de inmediato comenzó a escurrirle entre las piernas a ella. Disparé una, dos, tres veces con fuerza. Sentía como me vaciaba de un solo golpe y ahora era yo el que empezaba a aullar de placer. Solté una última descarga y saqué mi verga. Lo primero que hice fue admirar mi obra y ver el coño repleto de leche de mi madre. Ella se desplomó de lado dejándome ver sus nalgas y su coño del cual escurría a borbotones mi semilla. Tras soltar un suspiro un gran chorro salió de entre sus piernas y cayó sobre las sábanas que ya de por si estaban empapadas en los jugos de mi madre.

— Que desastre hemos hecho madre, la tintorería va a costar una fortuna. — Le dije a mi madre mientras ella yacía sobre la cama.

— No importa bebé, tu padre se encargará de pagar todo y con intereses. — Al terminar de decir esto soltó una leve carcajada que rápidamente se vio ahogada por una tos seca. Mi madre estaba rendida de cansancio y placer.

Mi madre me ordenó apagar las cámaras. Antes de que yo lo hiciera se aseguró de aventarle un beso a la cámara central acercándose a menos de medio metro de distancia del lente.

Guarde nuestra película en una carpeta nueva que nombré “Sorpresa”. Grabé una copia en mi celular junto con algunos videos de mi padre y hermana para tener una “ventaja” sobre ellos en caso de que quisieran hacer una locura. Apagué todos los equipos y cuando me di cuenta mi madre estaba de pie a un metro de distancia de mí, desnuda y con el coño aun escurriéndole. Yo la ví y creí estar viendo a la mismísima diosa Venus nacida de la espuma del mar, era la mujer más hermosa del mundo y no cabía duda en mi alma que era el amor de mi vida.

Ella se arrojó sobre mis brazos y comenzó a llorar, me pedía perdón por haberme arrastrado en esta locura y me pedía que olvidara todo. — Me he vuelto loca y te he contaminado hijo, que estúpida he sido. — Recuerdo que me dijo.

Yo la abracé con más fuerza y le asegure que se equivocaba. — No mamita, no es verdad, yo te amo y voy a ser el hombre que necesitas, nada me va a detener, yo te amo. — Le dije al mismo tiempo que le plantaba un beso apasionado que duró varios segundos. Ella no me rechazó, al contrario, sonrió aliviada y me aseguro que nada me iba a faltar con ella.

Salimos del apartamento dejando un pequeño desastre en la cama, casi no hablamos en el camino a casa y al llegar y no encontrar a nadie aprovechamos para volver a besarnos sin limitaciones. Le pregunté si esta noche podríamos dormir juntos y ella me dijo que sí. Esa noche hicimos el amor nuevamente con la misma pasión que en la tarde solo que esta vez pasamos horas sin parar. Yo estaba totalmente seco y sin fuerzas, en cambio mi madre cada vez que se venía a pesar de quedar casi muerta sobre la cama en pocos minutos se recuperaba con más fuerza y deseo que nunca. Yo saqué fuerzas de flaqueza y pude complacer a mi madre hasta que amaneció. No hace falta decir que esa fue la mejor noche de mi vida.

Al otro día despertamos pasado el media día. No había ni rastro de mi padre ni mi hermana por ningún lado, ni un mensaje o llamada perdida, parecía que se los había tragado la tierra y las cosas siguieron tranquilas al grado que empecé a preocuparme. Mi madre y yo estábamos viviendo una nueva dinámica familiar en la que actuábamos como marido y mujer. Cada oportunidad que tenía de plantarle un beso a mi madre la aprovechaba y ella me correspondía en especie. Nuestra pasión no hacía más que crecer conforme se acercaba la noche cuando por fin volvimos a la cama y nuevamente nos dedicamos a follar por horas. El coño de mi madre se desbordaba de sus jugos y mi leche que yo me encargaba de depositar en casa orgasmo que alcanzaba.

El día siguiente era lunes y ambos nos dispusimos a salir a sus respectivas obligaciones diarias, yo regresé tarde a casa pues tenía muchas tareas que hacer y sabía que si llegaba a casa con mi madre no tendría cabeza para estudiar, solo para follar. Ardía en deseos y me costaba trabajo pensar, pero no podría dejar que el deseo incestuoso por penetrar a mi madre me rompiera el ritmo de mi vida diaria.

Cuando llegué a casa mi madre ya había llegado y en cuanto entré por la puerta ella se me abalanzó a mis brazos y me llenó de besos. Estaba que no cabía de alegría y se le notaba a leguas, apenas si podía hablar de lo emocionada que estaba. Le pregunté a que se debía esa actitud tan jovial y se limitó a extenderme un papel que sostenía en su mano. Era una carta de mi padre. La carta decía:

Rocío:

Seré breve. Creo que ambos estamos bastante locos de atar y hemos heredado mucha de nuestra locura a nuestros hijos. Acepto que Alejandra y yo hemos actuado mal y te hemos orillado a ti y a Mauricio a responder de la misma forma. Por lo tanto no te guardo rencor alguno, al contrario me siento culpable, tanto que no me atrevo a dar la cara. Por eso mismo te ofrezco tu libertad y yo tomaré la mía. He tomado todas mis cosas personales y las de Alejandra, te dejo a ti y a Mauricio la casa para que hagan como les plazca. Sabes que no son necesarios los abogados en este caso, solo te pido que confíes en mí una última vez. Quedémonos cada quien con nuestros pecados y vivamos a nuestro modo.

Hasta Nunca.

Solté la hoja al piso y miré a mi madre a los ojos, ella no cabía de alegría y se le notaba en el rostro. La jalé hacía mí y la llevé a la cama nuevamente. No dormimos en lo absoluto, lo cual nos obligó a reportarnos enfermos al día siguiente. Ahora, unos meses después, la gente se pregunta cómo pudo quedar embarazada mi madre siendo que su marido la dejó y nadie la ha visto salir con otro hombre. La respuesta es simple, pero nadie puede saberlo, es nuestro secreto.