Gozando con la sirvienta

Una chica llegó para ayudar a su mujer en las labores de la casa, además le iba a ayudar a Él a otras cosas.

Esta historia se inicia el día en que llegó a la casa una chica, para ayudar a mi mujer en las labores domésticas.

Debido a que mi esposa trabajaba, cuando llegábamos en la noche teníamos que ponernos a ordenar y limpiar un poco la casa en que vivíamos. Fue por este motivo que decidimos contratar una chica que nos ayudara con estas labores. Mi esposa tenía una tía que había vivido en la zona de selva del país, y le había ofrecido que le conseguiría una chica de allá.

Solo pasaron unos días hasta que recibimos la llamada de esta tía, y nos comunicó que la chica se encontraba en su casa, y que pasáramos a recogerla. Mi mujer estaba cansada y me pidió que yo fuera para traerla en el coche, así que al llegar a la casa de esta tía, la muchacha se encontraba sentada en la sala esperándome.

Ella era una chica que tenia 19 años, y debo decir que era de formas agraciadas. Siempre he tenido predilección por las mujeres de esa zona, ya que me da la impresión que son más liberales. Me despedí de la tía y subimos a mi coche para ir hacía mi casa. En el camino le iba preguntando algunas cosas de ella, y me contó que deseaba trabajar ya que más adelante quería estudiar.

Mientras conducía la miraba de reojo, y la noté que iba mirando el camino hacia mi casa. Yo aprovechaba para observarla detenidamente, y en ese momento tenía puesto un vestido corto y calzaba unas sandalias. Sus piernas eran firmes y torneadas, además su busto era regular. Su piel era trigueña y uniforme. Desbordaba por todos lados juventud y frescura, y tenía unos labios carnosos y sus ojos eran rasgados. Su cabello negro lo tenía amarrado en una cola, y me pregunté como se vería con el cabello suelto.

Al llegar a mi casa se la presenté a mi mujer, y ella se encargó de indicarle sus obligaciones y mostrarle su habitación. La chica era bonita en verdad y yo no podía mostrarme muy interesado, ya que mi mujer podría desistir de tomarla a su servicio.

Pasaron los días y nos acostumbramos a tenerla en casa. Yo aprovechaba cuando mi mujer no estaba cerca para admirarla. Ella se daba cuenta que yo la miraba de otra forma, pero solo se sonreía y seguía en sus labores. No sé en que momento pasó pero empecé a desearla como mujer, y cuando yo estaba en casa aprovechaba para ver como limpiaba o cocinaba.

Pude notar que no usaba sujetador debajo del vestido, y sus senos tenían ese movimiento de bamboleo cuando nada los presiona. Se notaban que eran firmes, y mi deseo por verlos se iba incrementando cada vez que la tenía cerca.

Un día mi mujer quiso ir al centro comercial y le pidió a la chica que la acompañe. Ella fue a su habitación y luego de un momento regresó cambiada. Se había puesto un jean apretado y unos zapatos de taco. Si alguien la viera no adivinaría que trabajaba de sirvienta. Una vez que se fueron y me quedé solo, subí a la habitación de servicio.

Al estar ahí pude ver que para salir se había cambiado las braguitas, y las había dejado sobre su cama. Las levanté y pude notar que aún estaban tibias, así que me las llevé a la nariz para oler su aroma de hembra. Al sentir el olor la verga se me puso como un palo, y me la saqué para masturbarme rodeando mi pene con sus braguitas color rojo.

Cuando terminé dejé todo en su lugar y bajé a hacer otras cosas.

Luego que regresaron la chica subió a ponerse su ropa de trabajo nuevamente, y al bajar se puso a limpiar la parte alta de los muebles de la cocina.

Mientras mi esposa estaba en el cuarto, yo fui a la cocina con la excusa de que quería tomar un vaso con agua. Al llegar ahí la vi subida en una silla limpiando, así que me acerqué disimuladamente hacia donde estaba ella y me puse detrás para ver debajo de su vestido. Pude alcanzar a ver que nuevamente se había colocado las braguitas rojas con las cuales me había masturbado.

Esperaba solo una oportunidad de estar solo con ella en casa para intentar tirarmela, y ésta se presentó cuando mi mujer me dijo que quería pasar un día con sus padres. Debido a que no tengo una buena relación con mis suegros, le dije que yo me quedaría en casa a leer. Como era domingo pensé que la chica saldría a la calle, pero para sorpresa mía me comunicó que deseaba quedarse en casa. Le dije que estaba bien y me fui a mi habitación. Me puse un bóxer y me acosté a pensar como podría hacer para tirarmela ese día.

Mientras estaba echado en mi cama pensando, escuché que ella bajó y se fue a la cocina, así que me levanté y me fui ahí también. Cuando entré a la cocina la vi de espaldas y ella volteó a mirarme. Tenía puesto una bata de material delgado. Al estar pensando en ella en mi habitación y luego verla vestida así, hizo que el pene se me pusiera como un mástil y se notaba a través del bóxer que traía puesto. Ella bajó la mirada para verlo, y no hice nada por ocultar mi excitación. Pasó por mi lado y me dijo que estaría en su habitación, y que si deseaba algo la llamara.

No sabía si lo que me había dicho era una invitación a que subiera a su cuarto, o solo lo había dicho por cortesía. Decidí jugármelas de una vez por todas, ya que difícilmente se presentaría una oportunidad como ésta. Decidido a todo subí las escaleras y abrí la puerta de su cuarto, y la vi echada en su cama leyendo una revista.

Al verla tendida en la cama, pude ver que la bata estaba semiabierta, mostrándome esas piernas que me estaban quitando el sueño. Ella me dijo mirándome a los ojos, desea que le sirva en algo señor?. Yo me bajé el bóxer y dejé que mirara mi verga gruesa y erecta. Quiero que me des una mamada le dije. Ella se quedó mirándome la verga un momento y luego abrió su bata. Pude ver que no tenía nada debajo de ella, y me estaba ofreciendo su cuerpo para que me deleite con él. Era perfecto y no veía las horas en que le empujaría toda mi verga.

Se paró de la cama y caminó hacía mi. Agarré sus tetas con mis dos manos y ella se arrodilló ante mí. Me agarró el pene con una mano y se lo llevó a la boca. Me lo empezó a chupar de una manera deliciosa, y se la metió hasta el fondo de su boquita. Luego de eso la levanté, para luego cargarla en vilo. Ella abrió sus piernas poniéndolas alrededor de mi cintura, y sus brazos en mi cuello. Yo la tomé por las nalgas y metí mi verga por su concha. Era tanta mi arrechura que la estaba penetrando parado ahí en medio de la habitación.

Ella me besaba en la boca, y yo me comía sus labios carnosos. De pronto empezó a sentir un orgasmo, y vi su rostro en ese momento. Estaba con los dientes apretados y sus ojos cerrados, sintiendo como el grosor de mi verga la recorría por dentro. De pronto le solté un río de leche en su concha, y nos quedamos besándonos por un rato hasta que mi pene se salió chorreando leche.

La eché en la cama y me dijo que desde que me vio había deseado que pasara esto. Se había quedado en casa ya que había escuchado que mi mujer saldría y yo me quedaría. Mientras ella hablaba yo la besaba por todo su cuerpo. Ven que te quiero dar mas placer me dijo, y agarró mi verga y me la empezó a correr. Yo amasaba sus tetas mientras ella lo hacía, y por momentos se metía mi verga a la boca para chuparla. Yo estaba hecho un burro, y le dije que se la iba a meter por el ano. Ella me respondió que podía hacerle lo que quisiera, así que la puse boca abajo en la cama, y le lamí el ano que lo tenía cerradito.

Una vez que se lo dejé bien mojadito, le puse la cabeza de mi verga en la entrada. Ella sintió el grosor de la cabeza, pero aguantó mientras se la empujaba todita. Una vez que la tuvo dentro, comencé a culearmela sin piedad. Que placer me estaba dando esta sirvienta, pensaba yo. Cuando ya estaba por correrme le dije que quería darle mi leche en la boca. Ella me respondió que lo haga, y se la saqué de su culo al momento que ella se incorporaba para poner su cara cerca de mi verga con la boca abierta.

Yo me la corría con una mano y ella ponía su mano debajo de mis huevos, y me acariciaba para darme placer. De pronto mi leche salió y le cayó en la cara, y el resto sobre sus labios. Yo le restregaba mi verga por su boca y ella me la lamía para dejarme limpio. Nos quedamos un rato acariciándonos y luego bajé para esperar a mi mujer.

Le había pedido que no se pusiera braguitas debajo de su vestido cuando estuviera en la casa trabajando, de tal forma que a la menor oportunidad yo la agarraba por detrás y me la culeaba. Mi mujer nunca se dio cuenta de lo nuestro, y así disfruté por mucho tiempo de este cuerpo joven y dispuesto a mis bajas pasiones.

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