Gotas de lluvia 3 - Reflejos
...ella me golpeó un poco los hombros, como queriendo alejarme; pero pronto mis manos recorriendo tiernamente su espalda le hicieron caer en aquel mar de pasión que estaba regalándole...
Reflejos
No supe qué diablos decir en ese momento. Era demasiado para asumirlo de una sola vez en mi lenta cabecita. “Quiero hacer el amor por primera vez contigo…” las palabras de Alejandra me dejaron helada por lo que parecieron ser horas de horas de horas y no dejaban de resonar en mi cabeza miles de veces. Le miré y ella ya me miraba, como esperando una respuesta; pero luego habló.
-Diana… ¿estás bien? – Me dijo, su tono de voz era muy normal, parecía que los efectos del llanto se le habían pasado por completo - ¿No me vas a responder? ¿No vas a decir nada?
-Espera Alejandra – le dije y ella se calló y se puso seria al instante. Sabía que cuando le decía por su nombre completo “Alejandra” y no “Ale”, era, o que estaba enojada o que hablaba en serio y no estaba para bromas – no haré eso que me pides, sabes que me gusta otra chica.
-Pero así era en la secundaria – excusó ella – te gustaba otra de nuestras compañeras y aun así nuestro primer beso fue entre nosotras… por la confianza.
-Alejandra, para empezar – sentí que la sangre se me subía el rostro; pero negué con la cabeza – mira, tú no me lo pediste, sólo me diste así ese beso muy de la nada cuando teníamos catorce años – mi amiga pelirroja rió, rió… RIÓ… ¿puedes siquiera creer eso? Reía en un momento así – y luego recién me explicaste que era porque a mí me tenías más confianza y eso te quitaría la vergüenza para poder besar a ese novio que te conseguiste de dieciséis años…
-Pero me ayudó mucho, de verdad – excusó mi amiga como si me interesara si le había ayudado o no – agarré mucha confianza y todo.
Aún recuerdo esa vez. Estábamos en la sala audiovisual de la escuela, sentadas en la última fila, la profesora estaba adelante controlando a los alumnos y mirando de rato en rato el video que nos había puesto sobre el origen del hombre. Alejandra y yo, como siempre andábamos riendo en silencio y pasándonos dibujos. Hubo un momento en que decidimos concentrarnos en la clase y tomar apuntes de aquél video; sin embargo no sabía cómo se escribía la palabra Cro-Magnon entonces me acerqué a su cuaderno a mirar. “¿Cómo pusiste?” le pregunté en un susurro mirando su cuaderno, levanté la vista para mirarle (siempre le sonreía a ella ¬¬) y Alejandra se acercó a mí y me dio un beso, muy largo a decir verdad; y fui yo la que se separó de ella. “¿Por qué hiciste eso?”, le pregunté asustada, confundida, ausente. Ya ni recuerdo bien cómo me sentía; pero ella me dijo algo como “es que mi novio quiere que lo bese; pero yo no tengo la confianza con él como para hacerlo por mí misma y como tú eres mi mejor amiga, entonces creo que contigo puedo experimentar cómo es la primera vez y aunque no creas, siento más confianza…” me sonrió. Qué rara mi amiga, ¿verdad?
Pero no creas, yo revivía el momento en mi mente a cada instante. No se me olvidaba nunca. Sin embargo, ya no le di importancia conforme pasaban las semanas.
Volvamos a lo que te estaba contando.
-Diana… no tengo confianza en nadie más para pedírselo… - me dijo mi amiga – además no tengo amigos varones que merezcan la pena para intentarlo…
-Pero es que… Ale – bajé mi seriedad – una cosa es darse un beso… otra cosa muy distinta es hacer el amor y a mí me gusta Gabriela… la chica de la que te conté…
-Lo sé; pero sólo me estarías ayudando, nada de compromiso, como lo del beso – sonrió – sólo nosotras lo sabremos, por favor, necesito tu ayuda, no sabes cuánto me avergüenza no poder hacerlo con alguien que quiero…
-¿Aún después de lo que te hizo tu novio quieres hacerlo con él? – le pregunté con la ceja levantada.
-No… pero para otra oportunidad con otro hombre, tampoco podré y me engañará… por favor piénsalo… - rogó Alejandra; pero oye, yo no podía hacer eso y no lo iba a hacer, ¿no se siente lindo ser utilizada o sí?
-Lo siento Ale – le dije levantándome – pero quien te ame de verdad sabrá esperarte, ganarse tu confianza y hacerte sentir a gusto, no sé por qué me pides esto a mí, no me corresponde y no lo voy a pensar – le dije cortante – no es NO… - me alejé de ella, me dio mucha pena dejarla sola; pero de verdad que estaba muy perturbada por lo que me había pedido.
Sonó mi celular. Ya no bailé al escuchar la música, como siempre. Sólo contesté seriamente.
-Sí, dígame…
-Diana, buenas tardes, ¿cómo estás? Te habla Gabriela.
-Oh… - mi voz cambió completamente y mi sentido del humor volvió – hola Gaby… ¿cómo estás? Yo muy bien gracias…
-Yo también me siento bien – me respondió, se oía tan linda por el celular - ¿qué dices si vamos a comer unas hamburguesas a un restaurante nuevo? Acaba de abrirse uno por mi casa y pues… Tania está de viaje así que no podré ir con ella y en vez de ir sola pensé en invitarte.
-Claro… iré a encontrarme contigo a tu departamento… ¿en cuánto tiempo quieres que esté allí?
-En media hora, ¿te parece bien?
-Allí estaré! – exclamé divertida. Al colgar, miré mi celular y suspiré. Pero resoplé al recordar lo que había pasado con Alejandra. Volteé a mirar la plaza principal en la que la había dejado; pero ella ya no estaba allí.
El cielo se nublaba mientras caminaba hacia el edificio donde vivía Gabriela. ¿Alguna vez te he dicho lo mucho que me gusta la lluvia? Pues me gusta mucho y esperaba que esa tarde, o lo que quedaba de ella siendo las 5 PM, lloviera.
Sorprendentemente cuando llegué al edificio donde vivía la muchacha castaña, la vi esperando en la puerta. Me acerqué sonriéndole a la chica que me gustaba. No sé si ella notaba que mis ojos brillaban al mirarla, aunque creo que sí lo hacía.
Fuimos allí a comer y hablábamos tranquilamente. A diferencia de las primeras veces, ya no me era tan difícil mantener una conversación con ella. Sin embargo, en esta ocasión aún andaba impresionada por aquello que me había pedido Alejandra, sé muy bien que le dije que no; pero sus palabras seguían dando vueltas por mi cabeza. Y me sentía nerviosa, ansiosa, con un nudo en la garganta y en el estómago.
-Oye Diana… - me habló Gabriela, luego de unos pocos segundos en silencio, esos segundos en los que aprovechábamos de comer lo que habíamos pedido - ¿Cómo es tu familia? Me dijiste que eras hija única, tus padres deben quererte mucho, ¿verdad?
-Jaja – me reí yo, mirándole sonriente – y deben darme todos los gustos, ¿verdad? – volví a reírme.
-¿Qué sucede? – me preguntó la castaña sonriéndome divertida.
-Sabes – comencé – no le conté esto a nadie, más que a… - mi sonrisa desapareció por un segundo al intentar mencionar a mi amiga y sentí una punzada en mi interior – sólo se lo conté a mi amiga Alejandra…
-¿Estás bien? – me preguntó preocupada la chica. Le miré y me reí nerviosamente.
-Sí, estoy bien – negué con la cabeza – pero escucha… yo… - miré hacia la ventana – mi papá nos abandonó a mí y a mi mamá cuando tenía casi 8 años, mi mamá sufrió mucho; pero… luego conoció a un hombre que bueno, ahora es mi padrastro; pero siempre coqueteaba con mi tía, la hermana menor de mi mamá. Cuando mi mamá los descubrió juntos, le dio un ataque de embolia y murió cuando yo tenía quince años – miré a Gabriela, quien me oía atentamente, parecía angustiarse por mí… - desde entonces vivo con mi padrastro y mi tía que se mudó a la casa que era de mi mamá, sí porque… mi mamá trabajó mucho para construir esa casa, era mía y de ella… es sencilla; pero fue mi hogar hasta que llegó ese hombre que es mi padrastro… cuando llegó él… es un infierno y con mi tía allí…
-Lo siento mucho – comentó la muchacha mirándome con ojos tristes – has debido pasar por mucho…
-Naa… estoy bien – le dije sonriendo y levantando mi pulgar.
-Eres muy tierna – sonrió la castaña, era tan linda cuando sonreía… - pero… no debes intentar reprimir lo que sientes o por lo que has pasado…
-Pero no puedo hacer nada respecto a esa situación Gaby – repliqué – de qué me sirve no reprimir mis sentimientos si de todas maneras no puedo hacer nada para cambiar aquello…
-¿De qué te sirve? – Me dijo suavemente – te sirve para que tú estés mejor – me puso su mano en mi mejilla – para que no guardes tantos resentimientos y te sientas feliz…
-Oye… - le dije suavemente, me puse aún más nerviosa y ansiosa; pero sin darme cuenta ya estaba allí hablando y poniéndome la soga al cuello, y sabes de qué se trata – tengo decirte algo… - por alguna razón ella frunció el ceño, parecía que sabía lo que le iba a decir.
-¿Qué sucede? – a pesar de todo me respondió gentilmente dejando mi mejilla.
-Es que… desde… - tomé aire y aunque no quería mi voz temblaba… - desde que te vi por primera vez en el supermercado – mi voz se aceleraba – m-me… llamaste la atención… - mi voz tartamudeaba – es decir – de nuevo temblaba – que tú… eh… - de nuevo se aceleraba – me gustas… d-desde la primera vez que te vi… - ella abrió los ojos y su sonrisa se esfumó. Parecía aturdida – lo siento – bajé la vista. Pero sentí su mano en mi mejilla de nuevo, levanté la mirada y ella me sonreía; pero apenada.
-Diana… hay algo que debo decirte… - comenzó – no es que no te quiera, yo te quiero; pero como amiga – tomó aire mientras yo sentía cómo me caía un balde de agua helada – Tania… es mi pareja… es por eso que… vivimos juntas… - bajó la vista – lo lamento Diana – yo sólo le miré con los ojos abiertos y asustados. Ahora todo tenía sentido, con razón me miraba tan feo esa chica Tania… con razón. Con razón Gabriela nunca dio señales de interesarse por mí, con razón vivían juntas… CON RAZÓN…
-Eh… - aunque me sentía como perrito apaleado, sonreí y me reí como si me riera de mí misma y de la situación – ¡¿¿Hey en serio??! ¡Felicidades! – Exclamé con dolor; pero aun así parecía ser la persona más sincera del mundo, la castaña levantó la vista, sorprendida – no me hagas caso – sonreí – está todo bien, espero que no cambie nuestra amistad – me reí de mi misma – mira tú…
-Diana… - comenzó ella; pero para mi suerte, mi celular sonó y lo saqué con las manos temblando, miré la pantalla. Era mi tía.
-Hola.
-Diana, ¿dónde se supone que estás? Nunca estás en casa!
-Arreglo asuntos tía… arreglo asuntos…
-Te quiero en casa ya mismo!!
-See claro me verás allí en quince minutos – dije sarcásticamente y colgué, miré a Gabriela – lo siento, ya debo irme, era mi tía y bueno me dijo que volviera a casa – me levanté rápidamente para salir.
-Siento lo de hoy… - me dijo angustiada.
-No te preocupes – sonreí – te dejo el dinero de lo que consumí.
-Yo te invito…
-En serio?? Eeeee…. Hasta luego, debo correr – salí del lugar muy rápido y me puse a correr por la calle, ya estaba a punto de llover pues se podía oír el tronar de los relámpagos.
Luego de correr como 6 cuadras lejos de allí, me paré en seco y por primera vez fui consciente de lo que había pasado, me sentía terrible, había sido un rechazo olímpico y sutil. Por alguna razón un sentimiento muy negativo comenzó a invadirme, ya no quería saber de nada. Era como si eso haya sido la gota que rebasó la botella de la paciencia y “optimismo” que solía tener. De repente todo se me vino abajo, me sentía avergonzada, ridícula, irritable, enojada… todas las emociones negativas mezcladas de una sola vez. Bajé la cabeza y observé cómo las primeras gotas de lluvia caían sobre el frío cemento de mi sufrimiento.
De nuevo sonó mi celular. ¿Sería mi tía?
-Hola… - respondí bruscamente, sin siquiera mirar el identificador ni nada.
-Diana – era la voz de Alejandra – ¿cómo estás? Perdona, no debí pedirte eso, soy una tonta… tú quieres a otra chica y no puedo utilizarte así, eres mi mejor…
-Alejandra – musité seria y secamente – cambié de opinión… sí te haré ese favor; pero que sea hoy…
-¿Hablas en serio?
-Sí… ¿a qué hora quieres que me encuentre contigo?
Lamento lo que tendrás que leer ahora; pero creo que es hora de contarte toda la verdad.
Nos encontramos en su casa. Sus papás no estaban, pues habían ido a una fiesta de esas de negocios. Cuando me recibió subimos directamente a su habitación, la cual cerró con llave por si las moscas.
Eran las 6:30 PM… ya podía oírse la lluvia golpeando su ventana, los relámpagos tronando. El viento tormentoso moviendo los cristales. La luz de su dormitorio apagada… la cama de dos plazas iluminada por aquel gris ambiente de nubes negras…
Cuando se aseguró de que la puerta estaba bien cerrada, se dio la vuelta lentamente y me miró. Parecía que no sabía qué decirme. A decir verdad yo también estaba nerviosa; pero ese nerviosismo y ansiedad yacían tapados por aquellas nubes negras de despecho, reproche y resentimiento con la vida en todos sus sentidos. Le sonreí, debo aceptar que mi mirada era distinta, mi sonrisa era diferente; ¿recuerdas el brillo inocente y tierno de mis ojos? Fue en ese momento en que lo perdí por completo. Aunque no creas, no intento echarte la culpa; pero mi resentimiento con la vida terminó por consumarse ese día, el día de tu rechazo…
Me acerqué lentamente a mi amiga.
-Vamos – le dije sonriendo de esa forma, ella me miró algo asustada, creo que mi mirada le intimidaba, por alguna razón – bésame – le dije.
-Diana… - comenzó ella – creo que ya no estoy muy segura respecto a… - sin importarme lo que estaba a punto de decirme, la tomé de la cintura con fuerza, la apreté contra mí y la besé fuertemente. Introduciendo mi lengua en su boca bruscamente, la sentí temblar entre mis brazos.
Ella me golpeó un poco los hombros, como queriendo alejarme; pero pronto mis manos recorriendo tiernamente su espalda le hicieron caer en aquel mar de pasión que estaba regalándole. Le arrinconé contra la puerta y ella pareció asustarse, comenzó a querer separarse de mis apasionados besos. Como si fuera una experta, lo noté y lentamente fui hacia su oído, trazando un camino con mi lengua desde su mejilla hasta él.
-Tranquila – le susurré muy suave y dulce – yo no te lastimaré…
Alejandra se estremeció dulcemente y ya no puso más resistencia. Satisfecha, alcé una de mis manos y atrapé uno de sus pechos, apretándolo suave, mientras la otra mano bajaba hasta sus glúteos y le acariciaban dulcemente en círculos. Ella suspiró, al escucharla, recién comencé a excitarme. ¿Nunca te lo dije? Me excita oír gemir o suspirar a quien le esté haciendo el amor y eso lo descubrí ese día con mi amiga, quien parecía activarse muy lentamente. De verdad que era una novata y yo también, era la primera vez de ambas; pero por alguna razón todos mis sentidos yacían encendidos y le acariciaba como si supiera todos sus puntos débiles, allí recargada contra la puerta como estaba, suspiraba cerrando los ojos a cada segundo.
Suavemente comencé a quitarle la playera que traía, ella obedientemente levantó los brazos para facilitarme la acción. Por primera vez, observé su torso desnudo y sus pechos entre el sujetador, con aquella mirada. Siempre le había mirado como una amiga muy querida, como a una hermana, por lo tanto, nunca le tomaba atención a su figura, cuando en nuestras miles aventuras se cambiaba de ropa frente a mí. Pero esta vez era diferente y me impresionaba lo hermosa que era en realidad, tenía una preciosa figura bien delineada en sus delicadas curvas, miré su rostro, de verdad era hermosa, sus ojos azules tan profundos, su cabello tan brillante, liso y largo… ¿por qué nunca me había fijado en ella?
-¿Diana? – Me habló mi amiga al ver que me quedé estática observándole - ¿estás bien? - su respiración comenzó a normalizarse. Al notarlo levanté mis dos manos y apreté sus senos con fuerza por encima del sujetador. De nuevo se estremeció y esta vez gimió alzando la vista al cielo una vez más. Esta vez fue ella quien me besó con pasión, dejándose llevar por todas las sensaciones que le producía el estar conmigo. Como tantas veces lo hizo en el pasado, me abrazó con fuerza y saltó, subiendo sus piernas a mi cintura, mientras yo le sostenía como acción natural.
Aproveché nuestra posición y comencé a moverme contra ella, empujándole contra la puerta, que sonaba fuerte con cada choque, mientras sentía por fin la humedad en mi entre pierna. La excitación me hizo empujarle cada vez más fuerte, más rápido, mientras mis brazos usaban toda su fuerza para mantener sus piernas abrazadas a mi cintura. Ella gemía, apenas respiraba mientras mi boca lamía lo que su sujetador dejaba ver de sus pechos.
Mis brazos cansados hicieron un último esfuerzo y logré llevarla al pie de la cama, en la que le dejé caer directamente. Ella rió, ya estaba excitada y fuera de sí. Estiró sus brazos hacia adelante cuando desabroché su sujetador y lo se lo quité rápidamente. De nuevo me quedé embobada, sus pezones endurecidos me demostraban lo húmeda que seguramente estaba bajo su vientre. Con sólo la idea sentí más flujos salir de mí, apreté los ojos y bajé la vista, jadeando. Eran tan deliciosas todas esas sensaciones tan nuevas para mí.
-Diana… quítate tú algo – escuché la voz totalmente cambiada de Alejandra, seductora, pícara, sensual… No le lo hice pedir dos veces y me quité el suéter, la playera y mi sujetador. Pero al hacerlo me reí tímidamente al darme cuenta que mis pechos eran más pequeños que los de ella, quien en un segundo los aprisionó entre sus dedos, había despertado, se sentó en la cama y al tenerme parada frente a ella, me atrajo a sí y comenzó a besar mis pezones, los lamía, los succionaba y lentamente comencé a quedarme fuera de combate ante lo que me hacía sentir y lo agitada que se hizo mi respiración. Pero no, no podía dejarme llevar por ella, por alguna razón esa idea cruzó por mi mente, y a pesar de lo delicioso que me hacía sentir, le empujé de vuelta a la cama. Volvió a reír, disfrutaba tanto verme dominándola por completo.
Bajé su pantalón y su ropa interior lentamente, acariciando sus caderas en ello. Se estremeció al darse cuenta de lo que venía. Le quité por fin aquellas molestas prendas, mi boca bajó y me excité demasiado al oírle gemir fuertemente cuando pasé mi lengua por ese endurecido punto… tan sensible, tan delicioso. Mi respiración fuerte y agitada hacía que ella se excitara aún más al sentir mi aliento allí. Succioné, mordí, sin mucha experiencia claro, más bien con un poco de torpeza; tampoco tenía el talento innato del arte de hacer el amor. Pero Alejandra disfrutaba, sí que disfrutaba, se humedecía cada vez más, incentivándome a continuar bebiendo de ella toda esa deliciosa esencia. Sin embargo, me separé de ella y su mirada era rara, su pecho subía y bajaba al compás de su entre cortada respiración; pero sus ojos me miraban de una forma que no entendí, hasta que me dijo.
-Continúa con lo que viene… pero hazlo con cuidado – yo resoplé y de repente todo aquel valor que tuve al inicio, esa mirada diferente y todo, se vino abajo. Me puse nerviosa y sentí cómo temblaban mis dedos al posicionarlos en su entrada. De verdad iba a hacerla mía… aunque no fuera de verdad… Subí hasta su rostro, le miré fijamente a los ojos, parecía tener miedo, cual me dio otro poco de confianza. Entrelacé los dedos de mi mano libre con una de las manos de ella. Fui a su oído de nuevo y en un susurro, en el que mi voz temblaba… le dije…
-Tranquila chiquita… - mientras introducía mis dedos muy lento y con mucho cuidado, sentí una ligera barrera… ella se estremeció…
-Diana… - dijo débilmente, apretando la mano que sostenía – te quiero…
-¿Me quieres? – le pregunté aún sin romper aquella barrera - ¿Cuánto me quieres? – le di un beso en la boca y por fin mis dedos entraron por completo. Ella soltó un gemido mezclado de dolor y placer, incrustó sus dedos en el dorso de mi mano, a lo que le apreté con fuerza.
-Te quiero Diana… demasiado – dijo agitada. Saqué mi mano y volví a meterla… lento, suave, con mucho cuidado, no quería lastimarle.
-¿Demasiado? – le dije mientras con más confianza, al ver su rostro relajarse por el placer que le causaba, aumentaba el ritmo de mis entradas. Comenzó a gemir, apretaba los ojos, mordía sus labios, incentivándome a ir más rápido, más fuerte…
-Aahh!! – gritó de repente – Te amo Diana!!
Y así murió la chica tierna.
Fin del capítulo...
Muchas gracias a quienes pasan por aquí a leer mi relato!! ^^! Les agradezco mucho por el tiempo que se toman, muchas gracias por comentar y valorar también. Darles gracias a karina, aurora la diosa, Hombre FX, lokii, Zoe y teto 2000 que comentaron en las dos anteriores entregas de este relato ^^ Gracias. a todos los lectores, se los quiere =) pronto dejará la continuación. ATTE: Wind