Gotas de lluvia 1

...Ella solamente soltó una pequeña risita y se alejó a paso tranquilo, dejando mi vista aún pegada a su espalda

Conociéndonos

Aquel día, caminaba por el centro de la ciudad, era invierno y el sol había brillado extrañamente, como una paradoja. Así ocurría muchas veces, había días en primavera en las que el sol no salía y hacía frío. Ahora, días de invierno en las que el sol te quemaba de tanto calor.

Pero, ya era sabido que ese sol de invierno daría lugar a una y otra y otra y otra y otra y… etc., etc., lluvia o tormenta torrencial cruel con los pobres espíritus siniestros… ¿siniestros? Creo que eso es exagerar… los pobres espíritus de la gente que pasa y camina y pasa y camina y pasa y camina y etc., etc., sumidos en esa monotonía que no les deja vivir, o que al principio les parecía interesante; pero ahora no les deja más opción que acostumbrarse a la idea de que el resto de sus días pasaran así, ir  y venir, ir y venir, ir y venir, ir y venir y etc., etc. No me excluyo de esa gente, pues yo también, lo único que hago es pensar y comer, pensar y comer, pensar y comer y etc., etc. En una vida sin sentido. Pensar en lo desdichadas y débiles que son las personas al necesitar algo de emoción en su vida.

No, no me equivoqué, sí pienso eso; a veces siento que soy débil por necesitar emoción, por necesitar lo que sea. Pero luego me digo, espera… no, no soy débil sólo… estoy aburrida de esta monotonía de no hacer nada de nada, nada de nada, nada de nada y etc., etc….

¿Qué hago? Nada, estoy caminando por la calle, arrepentida de haber tomado cierta carrera en la universidad que resulta que odio. No la tomé por voluntad obviamente, mi horrible padrastro y mi tía me obligaron a tomarla para administrar el negocio de mi familia: un pequeño local con café internet, golosinas y una sala especial para juegos de video.

Seguro te pareció raro oírme decir, o oírte a ti mismo decir lo que dije, diciéndolo como si yo lo dijera; algo así como: “mi padrastro y mi tía”. La situación es que, mi madre murió cuando tenía quince años, para esa época ya se había casado con un tipo que no era mi padre que ahora, actualmente, cuando ya tengo veintidós años, está con mi tía. Es decir… es como que, hasta he oído desagradables ruidos en las noches venir del cuarto de mi padrastro, antes la habitación de mi madre.

Créeme que es traumante y aún peor si te detienes a observar a las dos personas detenidamente y te das cuenta de que el tipo es un viejo verde pervertido horrible y tu tía pasa; pero es mucho menor que el viejo. ¿Me entiendes? Puaj que horrible… Por esa misma razón, me la pasaba vagando en las calles y eso es lo que hago ahora, ya casi son las seis de la tarde y no quiero volver a casa, aunque ya está empezando a oscurecer. Sí, no voy a volver a casa, ni loca, por lo menos por esta noche.

¿Sabes por qué? Porque ya oí nomás por casualidad que esta noche habrá “movimiento” en cierta habitación antes sagrada para mí, ahora profanada por la lujuria y la degeneración. ¿Qué crees? He visto las cosas que usan, he visto cómo meten cámaras filmadoras y fotográficas para grabarse mientras… aj… no voy a continuar es muy asqueroso, ¿eh? Imagínate a un tipo gordo negro cincuentón aparentemente “tierno y buena gente”; pero totalmente descarriado y pervertido con una mujer de máximo treinta y cinco años más o menos bonita; pero igual de mente torcida. Y encima, que se dedicaron a torcer la mente e imaginación de su pobre sobrinita…

¿Sabes qué? Ellos tuvieron la culpa de que a mi madre le diera un ataque de embolia y muriera, malditos sean… un día… voy a vengarme, voy a conseguir una pistola y los voy a matar…

No creas que me deje controlar o algo así, si fuera de esa manera, no estaría caminando aquí sola en este momento sin la menor intención de volver a casa. Por algo no estoy pasando clases en la universidad en esa horrible carrera, horrible para mí pues no me gusta. Siempre me escapo o simplemente no voy a clases y ya. Luego me quedo vagando por la calle.

Bueno, es hora de dejar de comentarte lo que pienso porque te cuento todo esto para que ubiques más o menos en qué ambiente vivía y por qué este día es tan importante.

Estaba ahí, feliz o mas menos feliz, caminando, yendo a donde mis pies me llevaban. A ratos alguna cosa o adorno o algo me llamaban la atención y solamente me paraba a mirar por la vitrina o por las ventanas. Veía al resto de la gente apurada, saliendo de sus trabajos a un solo ritmo, mientras yo vagaba tranquilamente como si no tuviera preocupaciones, tal vez causando la envidia de algún ejecutivo estresado por el exceso de trabajo.

La situación, y a donde va todo esto, es a que simplemente aquel día, era un día como todos, sin ninguna otra novedad. Claro, sin novedad hasta que me topé con una cierta muchacha de cabello castaño de mirada gentil y dulce. ¿Quieres saber cómo me topé con ella? Fue pura casualidad, entré a un centro comercial y estaba mirando los productos y todo lo que había sólo para pasar el tiempo.

Estaba en el sector de “Lácteos” pensando en si sería buena idea comprarme una caja de leche de chocolate para mí sola, de hecho era la última caja que había. La observé por largo rato; pero mis ojos llegaron a otros productos “lácteos” y vi leche de frutilla, vainilla… use la caja por un momento para mirar las otras, mientras aún no salía de mi cabeza la idea de comprar la rica leche de chocolate. Cuando ¡Zaz! Pasó lo que cualquiera se imaginaría, esa chica de pelo castaño y ojos miel alzó la caja y me dejó con las ganas.

-Oye – le dije enojada, ella volteó y me miró confundida. ¿Qué crees? Yo quería esa leche de chocolate – yo me la quería llevar – le miré lo más amenazante posible y adivina, ella sólo me sonrió.

-Entonces ten – me pasó la caja y se fue; pero ni siquiera había sonado molesta o algo, solo me sonrió con amabilidad y ya, y se fue y ya…

Me quedé estática por un rato; pero me repuse y fui a la caja a pagar; pero adivina, la moneda que creí que era de cinco pesos resultó ser de veinte centavos y ni loca iba a pagar con eso, no me alcanzaba. Recordé el papelón que le hice a esa chica por tener la leche esa de chocolate que al final no pude comprar por no tener dinero.

Y ahí estaba yo, saliendo con las manos vacías del supermercado, con veinte centavos en el bolsillo y algo avergonzada, esperando que esa chica no me viera sin la famosa leche de chocolate.

Pero pronto, me encogí de hombros y caminé, cruzando la calle pensando de una vez por todas que seguro esa chica tenía algo más importante de qué ocuparse que estar acordándose de una mensa que le quitó la leche de chocolate que quería comprar. Pero así pisé el cemento de la avenida, sumida en mis pensamientos, sin darme cuenta de que un auto salía del garaje del supermercado muy rápidamente y me tocaba la bocina, yo le miré asustada y el bendito auto por suerte no me atropelló; pero sí me golpeó lo suficientemente fuerte como para hacerme decir groserías.

-Pinche hijo de… - me quejaba de dolor - ¡Fíjese idiota! – le grité. Salió alguien del auto y no, no es lo que piensas, no era esa chica castaña. Era sólo un señor medio mayor y algo ciego estilo el señor topo de los Simpsons, así con sus gafas de un millón de medida y con voz de gangoso. Era que le veas deba risa y pena de sólo verlo.

-Disculpe, señorita – decía el viejo ese – pero estaba tocando bocina desde hace rato.

-¿Qué? – me hice la sorda.

-Toqué la bocina hace rato…

-¿Qué? – le dije más fuerte poniendo una mano en el oído – lo siento no escucho!

El hombre me miró apenado, me puso una mano en el hombro y simplemente se alejó. Yo me di la vuelta y me reí como tonta… debías haberle visto la cara de crédulo, jajajaja… hasta ahora lo recuerdo… bueno, bueno… ¿en qué iba? Ah sí.

La cosa es que me di la vuelta y caminé otra vez a la acera, frotando mi adolorida pierna. En eso, vi a la chica castaña salir del supermercado, giré rápidamente a un lado y caminé más rápido, recordando por qué no era conveniente que me viese… pero mira que a mi me pasa de todo y me tropecé con una de esas imperfecciones de cemento viejo y me caí de bruces…

-¿Estás bien? – me habló asustada la voz de una chica. Yo volteé y diablos que ya sabía quién era y era esa chica; pero mira, en ese momento llegué a una resolución: ¿desde cuándo me importaba lo que pensaba la gente de mí? Debía estar de broma como para preocuparme por lo que pensase una desconocida.

-Sí, estoy bien – le dije levantándome sola antes de que ella me ofreciera su ayuda. Le miré y me miró de una manera extraña y ahí estaba yo recontra incómoda al darme cuenta de que ella veía si yo traía una caja de leche de chocolate.

-Ah, la dejaste – me dijo tranquilamente, gentilmente, sin mostrar hipocresía o molestia, sólo, por hablarme.

-Sí… - musité avergonzada – es que creí que una moneda de veinte centavos era de cinco – saqué la moneda – tienen el mismo tamaño.

Ella solamente soltó una pequeña risita y se alejó a paso tranquilo, dejando mi vista aún pegada a su espalda…

Alguna vez te has puesto a pensar por qué la mente de los seres humanos es tan extraña? Mira, hay cosas muy importantes que normalmente olvidamos y otras sin importancia las recordamos como si fueran en verdad taaan importantes… Ese era mi caso en esa noche: recordaba una y otra y otra y otra vez a esa chica castaña que había visto en el supermercado, esa forma tan amable de hablar, ni siquiera se había molestado en pelearse conmigo por una simple caja de leche de chocolate y créeme que sé de mucha gente que en su lugar me hubiera mandado al diablo antes de darme la condenada última caja de leche de chocolate.

Dejando de lado lo de la “caja de leche de chocolate”. No sabía por qué demonios volvía a mi mente el rostro de esa chica, su sonrisa, su tono de voz, el color de su cabello, el hermoso color de sus ojos… Aunque sinceramente, no te estaría contando nada de esto si no hubiera pasado absolutamente nada de nada y si esa chica simplemente hubiera sido parte de esas fantasías o espejismos que una tiene sobre el “amor a primera vista” o cosas así, como intentando que tu vida parezca una película. Uh, ahí va otra vez, mi vida era tan monótona y sin sentido que créeme que si no hubiera pasado lo que te contaré luego, hubiera usado a esa chica para simplemente imaginarme como si fuera una película de Hollywood acerca del “amor a primera vista…”

El caso es que en esa noche, más o menos a las nueve, mucho después de lo del supermercado entré a un bar que solía frecuentar en esos días en que sabía que no volvería a mi casa. Ya era tanta mi costumbre de ir a ese lugar, que el dueño y el camarero me conocían y hasta me daban gratis unas cuantas copas de whisky doble con cara de simple. Y no era un lugar de mala muerte, no creas, no era lujoso; pero era lo suficientemente limpio como para pasar tranquilamente por una evaluación sorpresa del retén de sanidad.

Y ahí estaba yo, sentada en uno de los taburetes de la barra, esperando el whisky gratis que me había prometido mi amigo que atendía en el bar… Detrás de mi, habían varios clientes, de todo tipo: borrachos, normales, ejecutivos y etc., etc.; todos sentados en esas mesas acomodadas en el salón frente a una tarima baja donde una banda de rock tocaba los días jueves y ese día era miércoles. Creo que me hubiera gustado que toque esa banda.

Miraba a la gente y todo, bebía el último trago de whisky que me habían invitado… de repente se me atascó el líquido en la garganta luego de dar una rápida inhalación sorpresiva, comencé a toser mucho peor que una persona enferma de tuberculosis mientras me tapaba la boca con la chompa que llevaba.

-Diana! – me gritó el del bar, asustado, yo le miré como pude - ¿está bien?

Vaya, las preguntas obvias que hace la gente, era obvio en ese momento que no estaba bien y que me había atorado con mi propio whisky. De repente sentí que aquel joven depositaba un vaso de agua en la mano que no tapaba mi boca.

-Gracias – dije de manera apresurada, aún tosiendo. Tomé el agua y ¿qué crees? Se me pasó un poco, aunque ya luego tenía que estar aclarando la garganta a cada rato.

Bueno, supongo que quieres saber por qué me atoré, mira que te describí toda la acción sin decirte por qué demonios se me atoró el whisky en la garganta.

La situación es que estaba mirando en el bar, como siempre, cuando en una mesa del fondo vi a esa chica castaña… ¿me lo puedes creer? Era ella; pero no iba sola. Iba acompañada de su amiga, (luego me enteré de que no era sólo su amiga; pero eso luego) una chica de esas rockeras de cabello negro corto, vestida de negro; pero a decir verdad era muy guapa, nada desagradable a la vista….

Pero la cosa es que ahí estaba esa chica castaña del supermercado. ¿Habrá sido coincidencia el haberla encontrado ahí? No lo creo, tal vez por algo mi mente mantenía sus pensamientos en ella.

La cosa es que, no sé porqué; pero era como si estuviera satisfecha de haber visto a esa chica, como si fuera eso lo que estaba esperando. No sé qué me pasó y no podía quitarle la vista de encima. Era rara esa sensación y ella no se daba cuenta de que yo estaba allí, pues su mesa estaba muy alejada de la barra y yo estaba de espaldas, mirándole de reojo. Pensé por un momento en levantarme e ir a hablarle; pero dime ¿quién va a hablar con alguien que conoció en el supermercado por una maldita leche de chocolate? Pues nadie, además era ridículo, lo estaba tomando muy a pecho muy pronto.

Decidí sacudir la cabeza, ordenar mis pensamientos y terminar con el vaso de agua que me había dado mi amigo el cantinero. Pensé una vez más en mi tía, mi padrastro y el negocio ese del pequeño café internet con dulcería. Preferí simplemente alejar eso también de mis pensamientos al sentir esa repugnancia que me ocasionaba el recuerdo de saber que estarían haciendo en ese momento mi tía y mi padrastro: profanando con perversiones la antigua habitación de mi fallecida madre.

-¿Cuánto es? – oí una voz a mi lado que le hablaba a mi amigo el cantinero, reconocí ese tono al instante y antes de poder entrar en razón volteé la mirada para ver a esa chica castaña que pagaba la cuenta de lo que había consumido con su amiga.

Pero esa chica castaña me miró, tenía una rara expresión y yo ni sé cómo estaba, actualmente, cuando le pregunto cómo me vio cuando ocurrió lo del bar, me dice: “los ojos más hermosos que he visto jamás…”. Oh D: ya me adelanté a los hechos… pero supongo que ya sabías que ocurriría, la cuestión es CÓMO…

Bueno, nos miramos y sentía cómo la sangre se me subía al rostro y no podía contener la respiración ni la mirada, apenas pasé saliva por mi garganta.

-Hola… - intenté romper el silencio y no sé y nunca sabré si me salió bien la mueca de sonrisa que hice. Ella me miró sorprendida; pero una vez más, esa expresión amable y esa sonrisa dulce.

-¿Qué tal? – me dijo con ese tono de voz tan gentil.

-Eh… me… ¿recuerdas? – sabía que sonaba estúpido y me sentía algo idiota al ver la cara de pregunta con la que me miraba esa chica castaña.

-Eh… - se confundió ella.

-Del supermercado… - le dije muy avergonzada; pero me repuse y recobré la seguridad, luego intenté bromear – la chica que no pudo comprar la leche de chocolate – ella rió y era… indescriptible. Puedo decirte que desde ese momento ya sentía ese fuego en mi interior aunque intenté por todos los medios no hacerle caso.

-Ah, claro – me habló con esa voz tan suave y esa sonrisa tan encantadora – lo recuerdo – me dijo – la moneda de veinte centavos del tamaño de una de cinco pesos – bromeó.

-Sí – le dije, decidí que no sería un encuentro más y me llené de valor – soy Diana – sonreí.

-Ah – ella se sorprendió; pero no me arrepentí de haberme presentado, es más le tendí una mano y ella me la dio amablemente, algo desconcertada por mi gesto – Gabriela.

-Bonito nombre – le dije apretando su mano con delicadeza.

Mira, ese fue el primer contacto que tuvimos en toda la vida, después hubo muchos más y tal vez más interesantes; pero este lo recuerdo con lujo de detalles, como si fuera ayer, pues fue la primera vez que toqué su piel, era tan suave que te prometo que no lo creía y me hubiera gustado que durara más y al parecer no era la única, pues ella no se veía incómoda y tampoco me soltaba.

-El tuyo me parece más elegante – me alagó ella.

-Diana? – le sonreí – digamos que tiene su encanto.

Te digo que si hubiera sido otra persona, ni siquiera le hubiera hablado; pero era raro, de alguna manera, todas mis reacciones y las reacciones de ella estaban conectadas, como si no hubiera sido coincidencia el conocernos. Tú mismo sabes que en la vida un montón de gente pasa de esa manera en un supermercado y toda la bola, a uno al final no le interesa y no piensa en eso y se olvida en ese momento. Pero A ELLA yo no podía olvidarla… y no la olvidé hasta llegar a querer saludarla en el bar cuando la encontré sólo por suerte…