Gordos, peludos y maduros. (Parte 01).
Una colegiala de 18 años añade a sus experiencias sexuales el encuentro con el conductor de autobús de ruta de transporte público urbano, un hombre maduro, gordo y peludo.
Hola a todos, comenzaré por describirme, soy una hembra en constante celo llamada Patricia, una estudiante de ultimo grado de preparatoria con recién cumplidos 18 años, estatura 1.65m, peso 50kg, piel blanca, ojos verdes y pelo negro largo y ondulado, gracias al ejercicio que realizo rutinariamente tengo unos pechos no muy grandes, pero firmes y redondos, mis glúteos son otra historia, bastante grandes, duros y respingados, hombres de todas las edades que me miran pasar por la calle corren el riesgo de chocar al embelesarse con esta vista.
Aunque mi vida sexual nunca fue un problema ya que nunca me faltó novio, siempre deseé poder desinhibirme en todo sentido, tener sexo rudo con algún hombre experimentado que me tratara como a una puta y me enseñara a gozar con trucos que mis novios de corta edad jamás llegarían a conocer.
Una tarde calurosa de mayo al salir de la preparatoria aún estaba usando mi uniforme escolar que consta de zapatos negros, medias blancas hasta un poco abajo de las rodillas, falda tableada a cuadros (la cual debía usar hasta las rodillas pero siempre me la enrollaba en la cintura al salir de la preparatoria y la orilla me subía 10 centímetros), camisa tipo polo blanca con colores alusivos a la institución en las pequeñas mangas y el cuello, llevaba desabotonados los botones por lo que con mis pechos se hacía un escote sugerente, mi ropa interior en dos piezas era una tanga y un minúsculo sostén de encaje, como las que anuncian en las revistas en páginas centrales, así le gusta a mi novio.
Al tomar la acostumbrada ruta de transporte publico colectivo me tocó ir de pie, la temperatura dento del autobús era insoportable y el pasillo ya estaba lleno cuando subí, con la esperanza de que en la próxima estación descendiera suficiente gente para poder tomar un asiento me resigné a ir a escasos centímetros del conductor del autobús, al parecer soy la única alumna que subió a este transporte el día de hoy.
El conductor era un hombre de aproximadamente 50 años, gordo, casi calvo, salvo por los costados y la parte de atrás, su cabello era una combinación de pelo negro, gris y blanco, mucho más blanco que lo demás, usaba barba y bigotes completamente poblados con la misma combinación de colores, su panza era prominente, seguramente era de los que les gusta tomar cerveza, debido al calor llevaba su uniforme incompleto, su camisa estaba colgada en un gancho sobre la ventana del conductor, solo llevaba camiseta interior blanca de tirantes, se notaba que ya era vieja pues estaba amarillenta y con uno que otro agujero en la tela, sus pantalones se los había enrollado hacia sus rodillas para poder estar mas fresco, con ello me di cuenta que todo su cuerpo estaba cubierto de una capa gruesa de vello grisáceo, su piel morena clara, tenía una nariz muy ancha y cejas muy pobladas, aún para su edad no utilizaba anteojos, con sus rasgos faciales me pareció muy feo para mi gusto.
En el siguiente semáforo nos tocó esperar varios minutos para poder avanzar, debido a que es hora pico es usual que la misma luz roja te haga detenerte al menos 4 ciclos, repentinamente sentí que alguien me estaba tocando la parte de atrás de las rodillas, vi una mano enorme y al voltear para revisar quien se atrevía a realizar esto era el conductor del autobús (estúpida de mi, quien mas pudiera ser en ese lugar en específico), para no hacer escándalos y tener que descender y esperar bajo un sol abrasador otro autobús que posiblemente estuviera igual de lleno, no dije nada en ese momento, él se dio cuenta que de ello y subió sus manos hasta mis nalgas y me dio un pequeño apretón, debí gritar pero para ser sincera me gustó su caricia y su atrevimiento público, se nota que este viejo tiene bastante experiencia, seguramente realiza esto a menudo.
Para no llamar la atención de los demás pasajeros me voltee de frente al chofer y coloque mi maletín escolar entre el chofer y yo, él aprovecho para meter su mano por debajo de mi falda y acariciar mi vagina por encima de mis calzones, que al ser tanga le permitía rosarme entre mis nalgas al mismo tiempo, podía sentir los vellos su mano haciéndome cosquillas en las ingles y muslos, esto era una situación muy morbosa.
El chofer retiró la mano para poder poner en marcha el camión puesto que la luz de alto finalmente nos dejó avanzar unas cuantas cuadras hasta que se nos volvió a tocar otro cruce con semáforo en rojo e inmediatamente repitió su toqueteo, esta vez tomó mi muslo izquierdo y me acercó a su hombro y me dijo:
- “Acércate para decirte algo al oído”.
Yo agaché un poco la cabeza para acercarme a él y me susurró:
- “Reinita, acompáñame hasta el final de la ruta”.
Me quedé atónita y me incorporé inmediatamente, retomé la posición que tenía antes de que él comenzara a tocarme, dándole la espalda, con ello quería disimular que no estaba ocurriendo nada entre él y yo, como si simplemente me hubiese preguntado la hora, en la siguiente estación bajaron pocas personas pero el asiento más cercano al conductor se desocupó y me senté, este es el tipo de autobús donde los primeros 2 asientos de cada lado del pasillo central se encuentran con el respaldo hacia las ventanas, pensados para embarazadas y gente de la tercera edad pero nadie los respeta.
Él me miraba por el retrovisor de cuando en cuando, y en so siguiente cruce de caminos me hacía señas con los ojos como preguntando si lo haría, yo asentí, por lo cual esbozó una sonrisa. Me dispuse entonces a leer un libro mientras esperaba, con forme pasó el tiempo la gente que subía era menor que la que bajaba, por lo que a la media hora el autobús comenzó a vaciarse y las personas aún abordo estaban todas sentadas en los asientos mas lejanos, el conductor se sintió con un poco de libertad y comenzó a conversar conmigo.
“Reinita, en diez minutos terminaré la ruta, unos 3 kilómetros más adelante”.
“Wow, es una ruta muy larga”, añadí yo.
“Todas las rutas de esta ciudad duran al rededor de 2 horas y al completarlas nos dejan descansar media hora”, respondió el conductor.
“Vaya, debe ser muy pesado su trabajo”
“Pues sí lo es, eso pasa por no estudiar, pero tiene sus recompensas”, él contestó con una risa burlona, tocándose la entrepierna.
“Me imagino”.
“Pronto no tendrás que imaginar más”.
La ruta llegó a la última estación y al bajar las últimas personas nos quedamos solos, me indicó que la regla es siempre alejar el camión algunas cuadras a un lote baldío donde puede apagarlo y dejar descansar el motor y el cuerpo, al llegar ahí estaba otro autobús estacionado y me percaté que el otro conductor estaba dormido.
El chofer estacionó el autobús y lo apagó, se incorporó dificultosamente por estar sentado tanto tiempo, al verlo de pié pude notar su estatura de al rededor de 1.80m, su peso debía ser de 150kg, su cintura medía seguramente metro y medio, su calzado de zapatos fácilmente era de 34 cm y ancho. ¡Wow!, este hombre maduro y gordo parecía un viejo oso grizzly.
Cuando se acercó hasta mi lugar extendió su mano y yo le di la mía, me pidió ponerme de pié y me abrazó, restregó su cuerpo contra el mio y pude notar un intenso olor a sudor, mezclado con esencia masculina, me estaba volviendo loca, la vellosidad de su pecho en mi cuello mandaba olas de electricidad a mi espina, con su mano derecha estaba explorando mis muslos nuevamente mientras que colocó su brazo izquierdo por detrás de mi espalda y subió su mano hasta mi nuca, me jaló contra su boca y nos fundimos en un beso largo y bastante apasionado.
Mientras nos besamos colocó ambas manos en mi cintura y comenzó a subirlas lentamente por debajo de mi camisa, el calor de sus brazos y sus vellos hacían que me retorciera de placer, con una sola mano desabrochó mi sostén como si fuera un acto de magia, entonces recorriendo lentamente desde mi espalda hacia el frente sus dedos alcanzaron mis pechos y los comenzaron a acariciar lentamente, para después colocar cada uno de ellos en la palma de cada una de sus manos, me comenzó a apretar y retorcer los senos provocándome dolor pero a la vez placer.
Me liberó de ese beso tan apasionado que por poco me dejaba desmayada para decirme:
- “Quítate tu sostén, pero no te quites tu uniforme”.
Este viejo sabía exactamente lo que quería, seguramente tenía la fantasía de tener relaciones con una colegiala y no iba a perder la oportunidad. Me retire el sostén metiendo mis brazos entre las mangas la camisa uno a uno para sacar los tirantes, y finalmente logré el objetivo, iba a retirarme los calzones pero el me detuvo.
- “Espera, ese es mi trabajo, pero te haré sufrir hasta que me supliques que te los quite”.
De su bolsillo trasero sacó una franela roja, de las que usan para limpiar los vidrios, estaba un poco sucia, la acercó a mi cara, olía a su trasero, supongo que todo el día caluroso la trajo en esa parte de su pantalón y el sudor y sus flatulencias la dejaron impregnada con este fuerte aroma.
“Reinita, quiero que juguemos algo que vas a disfrutar y nunca vas a olvidar”, me indicó el conductor.
“¿Qué juego propones?.
“Lo que resta de la sesión la pasarás con los ojos vendados y aceptaras todas las caricias, arrumacos y demás juegos que se me ocurran, te dejaras coger sin objetar”.
Esto era una petición que jamás creí que un desconocido se atreviera a realizar conmigo en la primer cita, además estaba la posibilidad de que me quisiera secuestrar, esto literalmente era confiar a ciegas en sus acciones, mi curiosidad y el morbo de la situación hicieron que mi mente lasciva empezara a trabajar a mil por hora.
- “Esta bien, acepto”, le respondí.
Rasgó la franela para hacer una tira larga, separó dos pedazos pequeños y los enrolló, con mis ojos cerrados sentí que colocó cada uno encima de mis párpados y me vendó, que maquiavélico, con esto aseguraba que no podría ver por debajo del vendaje en caso de tratar de abrir mis ojos. El olor de la franela era penetrante pero pronto me acostumbré.
Aún continuábamos ambos de pié y de esta forma se colocó detrás de mí y me abrazó, comenzó a subir mi camisa y la dejó sobre mis pechos, sentía el aire tocarme mi estomago, senos y la espada, dejando mi cuello y hombros aún protegidos, pude darme cuenta que él se había retirado la camiseta, me restregó toda su panza en mi espalda baja, sus vellos sobre mi piel me estaban volviendo loca, con un brazo me estaba acariciando los senos y con la otra comenzó a subirme la falda y sus dedos empezaron a toquetear por sobre mi tanga y a recorrer de forma completa la hendidura entre mis nalgas. Podía sentir un bulto enorme hacer círculos sobre mis dos nalgas, aún seguía usando sus pantalones.
Me susurró cochinadas al oído:
“¿Te gusta puta?, apuesto a que ningún escuincle pendejo de tu edad lo ha hecho, ¿Quieres que te rompa la vagina?”.
“Ay, sííííííí….. por favor, hágame lo que quiera”, le respondí con la voz entrecortada por que comenzaba a gemir.
Esto era
“Así me gusta, súbete al asiento y ponte de a perrito con tu cabeza contra la ventana”, me ordenó.
“La gente nos puede ver” le señale.
“No te preocupes, recuerda que estamos en un lote baldío, además si alguien pasara no te podría reconocer con los ojos vendados”, me respondió.
Los primeros asientos permiten una movilidad increíble en el pasillo, por lo que solo mis rodillas estaban sobre uno de ellos mientras mis pies quedaban colgando, mis manos buscaron agarrarse del respaldo para sostenerme, coloqué mi cabeza a descansar sobre la ventana, la cual estaba cerrada. Sentí que me levantaban la falda por detrás y después sentí cosquillas en mis nalgas y muslos, eran su barba y bigotes que estaban recorriendo mi entrepierna, olisqueaba mi vagina y mi culo y pude sentir su enorme nariz presionarse contra mi, el comenzó a lamerme por sobre la tanga y a mordisquear suavemente todo lo que hallaba a su paso, sus manos me sostenían los pies. Lo cual agradecí pues si no caería de cansancio.
Pasaron varios minutos, me tenía mojadísima de tanta lengüetada que me propinaba, el debía estar hincado tras de mí para poder durar tanto en este asalto a mis partes íntimas, jamás me retiró la tanga, solo me hacía todo por encima.
- “Por favor, quítame los calzones”, le suplique.
Él no respondió, simplemente corrió la tela de mi tanga hacía mi ingle izquierda y continuó su asalto ahora directo hacia mi vagina, sentí como metía su lengua entre mis labios, me mordía y estiraba, atacaba mi clítoris al descubierto, me vine en su boca. Por dios, estaba en el paraíso.
- “Veo que te gusta esto puta, pero apenas empezamos”.
El conductor soltó mis pies y se incorporó, al poco tiempo escuché algo metálico chocar con el piso del autobús, debió ser la hebilla de su pantalón, oh dios, esto quiere decir que se acaba de desnudar, sentí que se sentó en el asiento contiguo.
- “Arrodíllate en el piso, ahora te toca poner a trabajar esa boquita y preparar mi verga para ti”.
Bajé gateando al piso del autobús, con mis manos busqué los pies de mi amante, con mi mano izquierda toqué el primer zapato, “¿zapato?” Me pregunté a mi misma y pensé “claro, no se iba a descalzar en un lugar tan público”, entonces supe que me tenía que mover un poco más a la izquierda, ahora ya tenía ambas manos sobre sus pies, eran enormes y anchos, subí mis manos poco a poco y palpé los vellos de sus piernas y me dejé guiar por ellos, al llegar a sus rodillas noté que las empezó a separar para hacerme más espacio entre ellas, gateé otros 30cm al frente si seguí acariciando sus piernas, ahora en sus muslos, estaban muy gordos y flácidos pero lo más impresionante era el sentir esta capa gruesa de vello en mis palmas, su panza cervecera se hizo presente y supe que tenía que bajar mis manos para encontrar mi meta.
Finalmente mis manos llegaron al tesoro buscado, sus huevos eran enormes y peludos, parecían como dos pelotas de tenis y les di un apretón suave al mismo tiempo, el conductor gimió corta y pausadamente, dejé mi mano izquierda acariciando ambas bolas, mientras mi mano derecha tocó la base de su pene, estaba duro como roca, se sentía muy ancho, apenas pude cubrir su base con una sola mano, había una gran vena pulsante bajo ella, comencé a recorrer su verga para darme una idea de sus medidas, ¡Wow!, debía medir poco menos de 20 cm, aún conservaba su piel completa y cubría su cabeza, la cual era grande y esponjosa, parecía un hongo.
Acerqué mi cabeza y lo primero que noté fue un fuerte olor a sudor, orina y esencia de macho combinadas, saque mi lengua y con la punta toqué el orificio, él volvió a gemir, con mi mano removí su piel hacia atrás y el olor se intensificó, era asfixiante pero a la vez seductor, lamí sus pliegues, tenían un sabor muy fuerte, introduje la cabeza de su pene a mi boca y comencé a dar pequeñas y largas succiones, él seguía gimiendo.
Colocó ambas manos sobre mi cabeza y se aferro a mis cabellos, sentí como me jaló hacia el y su pene chocó contra mi campanilla, me dieron ganas de vomitar pero el no me dejó moverme, continuó empujando y en pocos segundos tenía su pene hasta el fondo de mi garganta, tenía su estomago descansando ahora sobre mi cabeza y mi nariz estaba hundida en la grasa de su pelvis y la mata de pelo que ahí había, no podía respirar y estaba haciendo ruidos de súplica, casi a punto de desmayarme el retiro su verga lo suficiente para que tomara aire por la nariz.
- “Así ricura, sigue haciendo eso y pronto me dejarás bien lubricado para partirte en 2”, me gritó con morbosidad en su voz.
En pocos minutos de repetir estas acciones sentí que me jaló de los cabellos para sacarme la verga y me comentó:
- “Ahora si viene lo bueno ricura, ponte de nuevo de a perrito sobre el asiento”.
Así que repetí mi anterior posición y el se paró tras de mí, cuando se acercó me levantó la falda y le dije:
“Quítame ya los calzones de una buena vez”.
“Sabía que tu misma me lo exigirías, mamacita”.
Me bajo la tanga hasta las rodillas y ahí la dejó, ahora sentí que colocó su panza sobre mi espalda y sus velludas piernas estaban rosando las mías, su pene estaba restregando toda su longitud entre mis nalgas y me dio miedo que estuviera buscando penetrarme por ahí.
“¿Qué haces? Por el culo no”, le señale.
“No te preocupes, hoy no será por ahí, pero estoy seguro que después de lo que gozaras hoy me volverás a buscar y la única condición será que me dejes clavártelo”, muy seguro de sí mismo y con voz lasciva me dijo.
“Ja ja, no lo creo”.
“Acaso dudas de mis dotes?”.
Fue un error el haberme burlado de él, en un solo movimiento me clavó su enorme falo en mi vagina hasta que sentí sus huevos chocar contra mis labios, gracias a dios que lo había dejado cubierto de mi saliva y que aún quedaba un poco de la suya en mi canal. Así que solté un grito de dolor. Para acabar de humillarme se dejó caer sobre mi espalda y su enorme panza presionaba mi espalda, haciéndome arquear y levantar mas mis caderas, me mordió suavemente mi oreja derecha y al soltarla me dijo:
- “Ahora si vas a saber lo que es bueno”.
Sin cambiar de posición comenzó un mete-saca brutal, su mano izquierda buscó mis pechos y los apretaba fuertemente, con sus dedos hizo una pinza y pellizcaba mis pezones, su mano derecha buscó mi clítoris y lo castigó fuertemente con movimientos circulares y repentinos pellizcos, escuchaba su fuerte respiración y gemidos en mi nuca, comenzó a darme chupetones en el cuello y sentí como me propinaba mordiscos en él.
¡Rayos! Seguramente tendré que usar kilos de maquillaje para cubrir los resultados de este amante tan feroz, ni loca me pondré ropa de cuello alto con estos calores.
Su constante ataque unísono a varias zonas erógenas de mi cuerpo tuvo sus consecuencias, experimenté mi segundo orgasmo del día y él todavía se notaba que tenía mucha energía para continuar dándome mi castigo por respingona.
Sin notarlo mi mente se comenzó a poner en blanco y solo pensaba en gozar el momento, así que empecé a mover mis caderas al ritmo de sus embestidas y a gemir de lo lindo:
- “Ah, Ah, Ah… dame más, más fuerte… Ah… sí ah...”, mi tercer orgasmo llegó.
Después de lo que parecía una eternidad y después de perder la cuenta de las veces que me vine sobre su pito, sentí que dentro de mi canal su verga se hinchaba, él tuvo varios espasmos continuos, me agarraba con fuerza de mis caderas y me penetraba con la mayor fuerza posible, estaba siendo aplastada con mis pechos desnudos contra la ventana, se estaba corriendo en mi útero.
- “Oh sí… ah, sí.. oh dios,...que buena puta eres… AAAAAAAAHHhhhh”.
Al pasar medio minuto sin movimientos el sacó su verga y se escuchó un pequeño “plop”, ríos de semen corrían por mis muslos, retiro su pesada panza y dio un paso atrás y me propinó una nalgada bastante fuerte con ambas manos en ambos glúteos, me ardió al instante, pero esta fue su forma de firmar su obra, como diciendo “El chofer estuvo aquí”.
Escuche un mar de aplausos y un ¡Bravo! Provenir de fuera del autobús, fue cuando me quité el vendaje para darme cuenta que había al menos 5 hombres viejos y gordos subidos en el autobús contiguo viendo todo el espectáculo que mi amante seguramente preparó en el camino avisando a sus compañeros de que habría show en vivo.
En lugar de enfadarme esto me pareció estimulante y me voltee para abrazar y darle un beso profuso a quien me robó mi pudor, el respondió con un besó francés y un apretón de nalgas, al separarme de él pude observar por primera vez en todo su esplendor a este oso maduro y panzón, completamente cubierto de sudor y sus piernas brillando con mis fluidos vaginales.
“Gracias… emhh”, no supe como decirle, había olvidado preguntarle su nombre en todo el evento, inclusive tampoco le había dicho el mío.
“Pepe, ¿Y tu como te llamas reinita?”.
“Paty”.
“Paty, pensé que saldrías corriendo después de lo ocurrido”.
“Debí hacerlo, una mujer con sentido común lo hubiera hecho, pero algo me dice que aún puedo sacar provecho de esta situación”.
CONTINUARÁ...