Gordo imprevisto (3)
ÚLTIMO CAPÍTULO: CIERRA LOS OJOS! "Cuando necesites masturbarte, sólo me lo tienes que pedir para que lo haga por ti.
GORDO IMPREVISTO (3)
ÚLTIMO CAPÍTULO: CIERRA LOS OJOS!
"Te voy a matar, maricón de mierda." Dijo fuera de sí. "Yo no soy puto. Soy muy macho para dejarme coger por un marica."
"No, no..." Dije desesperado, mientras algunas lágrimas ya salían de mis ojos tan sólo por haberme imaginado a ese tremendo puño estrellándose contra mi cara.
Bajó el puño bruscamente y lo detuvo a milímetros de mi rostro, como arrepintiéndose en el último segundo, pero no dejó de darme otro par de bofetadas en cada cachete con esa misma mano; y acto seguido volvió a llevar su brazo hacia arriba y hacia atrás, para volver a formar su puño cerrado en el aire, ahora con más disposición a animarse a incrustarlo en mi mejilla.
"Te tengo que matar." Dijo como para convencerse que indefectiblemente debía asestar ese golpe que demoraba en lanzar. "Yo no soy ningún puto como te imaginas."
"No, Raúl... no." Grité con mi último aliento entre sollozos. "Ya sé que tú no eres puto. Si lo fueras, yo no estaría ofreciéndote lo que te acabo de ofrecer. En todo caso yo soy el puto que te quiere satisfacer ti. Y como te dije antes, no soy como tú te piensas." Noté que ahora me miraba escuchando atentamente lo que le estaba explicando; y lo hacía sin interrumpir. "Ya te has dado cuenta que yo no soy afeminado. Es más, ni siquiera me gustan todos los hombres. Tan sólo me muero por los muy gordos como tú. Tú no tienes nada que temer, Raúl... Tú piensas que para mí es muy fácil todo esto? Yo no estoy acostumbrado a ser tan directo. En realidad no sé qué me pasó contigo. Lo único que sé es que no lo pude evitar..."
"Estás en pedo, loco?" Preguntó. "De qué mierda estás hablando?"
"De lo que escuchas. Estoy loco por ti desde que te vi por primera vez.. Estoy dispuesto a darte un servicio más completo del que recibes por parte de La Pocha... y totalmente gratis. Sólo quiero ser tu esclavo por todo el tiempo que tú me lo permitas. Estoy desesperado por chuparte todo, Raúl. Tetas, culo, bolas, pija..."
"Tetas, culo, bolas, pija...?" Dijo demostrando estar en conflicto consigo mismo, y completamente aturdido.
"Sí, Raúl! Lo que escuchas... todo lo que tú quieras... y si se te llega a ocurrir algo más que no te dije, no tienes más que pedírmelo." Dije conteniendo la respiración.
Sin soltarme la mandíbula y sin bajar su puño amenazador, volvió a mirar hacia fuera del vehículo, girando la cabeza para todos lados.
"Si esto es una broma de mal gusto, quiero que ya termines con toda esta farsa, porque te voy a romper la cara. Dónde están escondidos?" Preguntó.
"Quiénes?"
"Los muchachos. Esto es obra de ellos para hacerme caer en esta broma pesada, verdad? Tú eres cómplice de ellos que quieren pescarme en un desliz de este tipo, no es cierto?" Dijo haciendo un esfuerzo enorme por intentar convencerse a sí mismo de la posibilidad que planteaba.
"No, no. Ya te dije que no. Raúl. Todo lo que te estoy diciendo es la pura verdad." Contesté.
"Quién eres tú?" Gritó. "Me quieres asaltar, verdad? Me trajiste hasta aquí para robar mi dinero?"
"Raúl, ya te lo dije. Tranquilízate! Tan sólo quiero estar contigo. Pero por qué te cuesta tanto entenderlo? Me gustaría aunque sea darte una mamada." No sabía qué más decirle para convencerlo. Creo que ya debería comenzar a pensar en resignarme a desistir totalmente de mi intento, pues todo se me había escapado de las manos y parecía que él no entraría en razones. Todo parecía como que se negaba totalmente a la posibilidad de estar con las piernas abiertas delante de otro hombre.
"Pues te equivocaste de persona. Ya tengo quién me haga todos los servicios que necesito." Dijo enojado.
Era ahora o nunca!
"Raúl... Ayer he hablado con La Pocha y sé qué clase de servicio te brinda exactamente."
"Eso no es cierto!!!" Gritó. "Todo lo que ella te dijo es mentira."
Noté que su rostro tomó el color del tomate.
Con este exabrupto, quedaron aún más en evidencia sus mentiras, aunque a mí igualmente ya no me había quedado ninguna duda al respecto.
"Raúl, tú y yo sabemos que lo que me dijiste hoy más temprano, no es lo que realmente ocurre cuando estás a solas con ella." Dije con el último aliento antes de dejar morir mi intento. "No te engañes más, amigo... si tú te conformas tan sólo con que ella se siente sobre tu pecho, te ignore totalmente y deje que tú hagas todo el trabajo, está bien. Yo me muero por tocarte cada milímetro de esa piel mojada de transpiración. De hacerte sentir mis dedos y mi lengua mientras te voy rozando cada parte de tu piel... y me estoy refiriendo a cada parte literalmente, sin dejar ni un solo milímetro por recorrer... aún hasta en las partes más ocultas y privadas. Sí... me refiero a tu entrepierna, allí entre tus muslos, allí donde tienes eso tan hermoso que se agranda y se humedece cuando te excitas y que cada vez estoy más convencido de que nunca nadie ni siquiera te lo ha tocado antes. Si no es lo que tú deseas, si realmente no te gustaría que alguien te lo acaricie, le pase la lengua, te lo chupe y lo llene de besos; si es que en verdad estoy completamente equivocado, entonces tan sólo dímelo, nos olvidamos de todo y nos vamos de aquí."
"No es cierto!" Dijo. Sin agregar más.
"Qué cosa dices que no es cierto?" Pregunté sorprendido.
"Me estás diciendo todo eso para que no te pegue. No es cierto todo eso ya que..."
"No, Raúl..." Dije completamente en éxtasis. "Tú ya sabes que todo lo que te dije es cierto. Tú estás muy seguro de que yo lo único que deseo es darte todo el placer que me sea posible y que aún nadie te ha dado. Y también sabes que no quiero absolutamente nada a cambio. Sé que te das cuenta de que estoy siendo sincero, tan sólo porque estoy desesperado por sentir al menos tu pecho desnudo pegado y moviéndose contra el mío, sólo déjame hacerlo y luego me dices. Sé que estás asustado, pero ponte en mi lugar, Raúl. Tú crees que si no tuviera el fuerte sentimiento que tengo hacia ti, si no estuviera realmente loco por ti, me animaría a arriesgarme a que me cagues a puñetazos? Tan sólo permíteme probarte qué es lo que tengo para ofrecerte."
"No puedo permitirte hacer esto." Dijo sin poder ocultar que estaba extremadamente nervioso.
"Por qué no?" Pregunté.
"Ya te lo dije. Yo no soy puto."
"Y ya te contesté a eso. Quiero que nunca dejes de ser un macho. Si tú fueras puto, seguramente no te lo podría hacer. Y me gustaría que te animaras a ser mi macho. Estoy seguro que te haré feliz. Y no te preocupes por nada... soy demasiado discreto, por lo que tampoco por eso, tienes nada que temer con respecto a..."
"Pero qué es toda esta mierda que me estás diciendo, loco?" Interrumpió totalmente perturbado.
"No es ninguna mierda... sólo quiero compartir la cama contigo por el resto de mi vida, si tú me lo permites. Quiero estar contigo cuando duermes. Cuando roncas. Quiero tu aliento en mi boca... en una palabra, quiero estar presente cada vez que necesites satisfacerte sexualmente. Quiero ser tu esclavo. Que hagas conmigo todo lo que necesites y quieras hacer. Cuando necesites masturbarte, sólo me lo tienes que pedir para que lo haga por ti." Él continuaba apretando mi pecho con su rodilla, y su mano aún tomaba mi mentón fuertemente; y eso, muy lejos de causarme dolor, ahora comenzaba a excitarme sobremanera.
Supuse que iba a contestarme, pero se interrumpió apenas mi mano encontró a tientas su rodilla y comencé a deslizarla lentamente recorriendo la parte interna de su muslo hacia arriba.
Dije lentamente? En realidad parecía como si mis dedos fueran en forma temblorosa hacia el mismísimo infierno; por lo tanto supongo que la tortuga más lenta, debería hasta llegar al destino antes que mi mano.
Hubo un breve instante de silencio mientras logré ingresar toda mi mano por dentro de sus bermudas; y cuando mi muñeca también se introdujo, alcancé a tocarle otra prenda terriblemente más húmeda y mis dedos también penetraron por debajo de ella.
Cerré los ojos por dos motivos:
Primero, porque me inundaba un tremendo sentimiento por alcanzar a tener mi propia mano por allí y sentir todo el placer de estar invadiendo sus partes más recónditas. Y en segundo lugar, porque esperaba el fuerte puñetazo en mi rostro de un momento a otro.
Mi mano se topó con su zona más peluda y todo ese lugar estaba que ardía; de pronto sentí que el nudillo de mi dedo índice le rozó uno de los testículos.
Lo moví, para avisarle que había llegado hasta allí.
Noté que su tensión se acrecentó, ya que su mano apretó aún más fuerte mi mandíbula y su respiración entró en una agitación bastante mayor. Sinceramente, temí lo peor.
"Sé que te resistes, Raúl... No lo hagas... Por favor... permíteme demostrarte que todo lo que te he dicho es la pura verdad." Dije sin poder detener mis temblores, que ya dominaban todo mi cuerpo.
"No...! No...!" Repetía una y otra vez como un niñito caprichoso.
Mi mano continuaba palpándole el calor del muslo y mi propio miembro estaba a punto de estallar tan solo con sentir su matorral de vellos enroscados entre mis dedos.
Él se encargó de quitarme la mano de dentro de sus prendas.
"Esto no va a funcionar." Dijo negando con la cabeza, renunciando finalmente a su impulso por pegarme y dio la vuelta dispuesto a retirarse del automóvil. "No!" Le dije abalanzándome sobre él.
Perdió el equilibrio y cayó, quedando recostado boca abajo sobre el asiento y yo caí sobre él. Me lancé rápidamente hacia arriba y le pasé ambos brazos cruzándolos sobre su garganta, rodeando su cabeza por detrás y quedando mi boca pegado a su cuello.
Todo el peso de mi cuerpo estaba ahora descansando sobre su trasero y espalda. Mis piernas yacían sobre las suyas desnudas.
Esa posición era terriblemente erótica.
"Por favor, Raúl, no te resistas!" Le hablé al oído. "Tan sólo déjame demostrarte lo mucho que puedo hacer por ti, para tu propia satisfacción."
"No quiero esto!" Insistió sacudiéndose de lado a lado, pero yo lo asía con mucha fuerza.
Tal vez resignado; quizás con el deseo en lo más íntimo de su ser, de intentar probar todo aquello que yo le había ofrecido, pareció desistir completamente de quitarme de encima suyo y abandonó todos los movimientos, quedando rendido sobre el asiento trasero del taxímetro, mientras yo temía moverme de allí para no darle la chance de arrepentirse.
"Dime una cosa." Comencé a susurrarle al oído. "Quién te gustaría que te hiciera todo eso que te dije que te haría? Qué clase de mujeres te gustan? A quién te gustaría tener en tu cama para penetrarla? Tal vez a alguna actriz de cine?"
"No!" Dijo en forma terminante.
"Entonces... dime... a quién? Tan sólo comparte conmigo en quien piensas cuando te masturbas en forma solitaria en el baño de tu casa." Insistí.
"No, no quiero..." Repitió como comenzando un lloriqueo infantil.
"Raúl, permíteme hacerlo. Sé que lo disfrutarás. Tan sólo dime quién te gustaría que te hiciera todo esto." Insistí.
"La Pocha!" Dijo y me dejó atónito.
"Pero..." Dije sin poder comprender. "Te parece que ella merece un macho como tú? Ella que ni siquiera te acaricia los genitales?"
"Ella es la que me hace calentar. Pienso en cuando le meto la lengua en la cotorra y me moja toda la cara." Dijo en tal forma, que me dio la certeza de que estaba siendo totalmente sincero.
"Bueno... mira... hagamos una cosa..." Dije intentando improvisar. Sabía que si me permitía comenzar, tenía muchas más posibilidades de concluir con mi propósito. "Haz de cuenta que ahora, dentro de este vehículo y en este mismo momento, es viernes y tú estás a solas con La Pocha."
Cuando la nombré, sentí que aflojó la tensión que tenían sus músculos.
Acerqué mi boca a su nuca y la besé. Su reacción fue de rechazo. Sacudió un par de veces la cabeza en forma nerviosa.
De todas formas, mis labios lograron quedarse impregnados de su transpiración salada que sabía realmente exquisita.
Mis propios líquidos comenzaron a fluir en forma descontrolada.
Mi sangre hervía, la adrenalina estaba por batir un récord de velocidad, mi propia transpiración comenzó a emanar por debajo de mis axilas y mis jugos genitales no faltaron a la cita. Creo que hasta llegué a perder algunas gotas de orina por estar sobrepasado de excitación y no poder contenerme.
"No... no..., loco. Me quiero ir de aquí" Gritó desesperado.
"Yo no estoy aquí, es La Pocha la que te está haciendo todo esto." Le susurré al oído derecho mientras lo tocaba el lóbulo con mi lengua. "Cierra los ojos!"
No dejé de notar que en ese momento, ya no estaba haciendo absolutamente ningún esfuerzo por detenerme. Sólo insistía en negarse, pero ni siquiera intentó quitarme de encima suyo. Tan solo con un sacudón, seguramente lograría hacerme terminar en el piso del taxímetro.
Tal vez ya estuviera convencido de que yo lograría finalmente el objetivo que me había marcado, y seguramente a él finalmente le estaba corroyendo la curiosidad.
Tal vez, hasta cabría la posibilidad de que en lo más íntimo de su ser, estuviera deseando que le hiciera todo lo que me había ofrecido a realizarle.
Tal vez, hasta posiblemente quería experimentar por primera vez, que una boca se engullera su miembro duro y sentir esa sensación imposible de describir si nunca antes la había vivido.
Tal vez, en lo más íntimo, hasta podría suponer que le gustaría!
"Cierra los ojos!" Insistí.
No sé realmente si lo hizo, pero no era mi intención detenerme y distraerme de mi cometido, ya que de todas formas no me podía ver. Continuaba a sus espaldas.
"No dejes de pensar que en este momento, tú estás con La Pocha dentro de este taxi... tal como lo haces siempre todos los viernes. Salvo que esta vez, vas a sentir algo que nunca antes habías sentido." Le informé. "Te lo prometo!"
Con mi lengua, le quité toda la humedad que tenía alojado en su oreja y de ahí, pasé a su cuello.
Su tensión volvió a ser inaudita. Estaba juntando fuerzas para resistirse. Nuevamente se sacudió en forma nerviosa. Podría hasta tratarse de un reflejo condicionado.
Se estaba esforzando para rechazar todo lo que comenzaba a sentir. Pero yo iba a intentar hacerlo sentir más cómodo para que se relajara.
Su lucha interna era más que evidente.
Dejé un beso en su nuca.
Lavé con mis labios su otra oreja transpirada, mientras iba dejando innumerables ósculos a mi paso. Es increíble cómo cuando te demuestran un cariño sincero, se te puede hacer mucho más fácil cualquier camino que quieras tomar.
Lentamente comencé a quitar mis brazos de alrededor de su garganta teniendo casi la seguridad de que eso sería fatídico para mí. Ciertamente ahora él se enfadaría, me empujaría bruscamente hacia atrás y finalmente me daría ese puñetazo con el que había amenazado a mi rostro unos instantes antes.
Me lo merecería por pelotudo.
Ya no estaba pensando con claridad, y creo que eso debería extenderlo por las últimas 48 horas vividas.
En realidad no estaba usando mi cerebro, sino mis genitales.
"No dejes que tu miembro piense por tu cerebro!" A quién era que le había dado ese consejo recientemente?
Si no me equivoco había sido a Junior. Estoy seguro que si el muchacho estuviera aquí, nuevamente me diría: "Zesna, tú no crees en aquello que predicas, verdad?"
Claro que creía, pero en este caso mi excitación me obligaba a hacer una excepción a la regla.
Me detuve a observar esa mole desparramada boca a bajo sobre el asiento trasero que permanecía completamente inmóvil.
No se iba a resistir!??
Oh, sorpresa!
Su respiración sonaba potente, muy agitada, como desesperada, sin embargo no impedía mi proceder, a pesar de que era notoria una gran tensión en todos sus músculos. Al menos en todos los visibles. Estaría también así el músculo de entre sus piernas?
Esa tensión extremadamente conocida, era similar a la que suelo hacer cuando estoy orinando y hago fuerza para retener el chorro.
La tenue luz de la luna le hacía brillar todo el sudor que descansaba sobre sus peludos brazos y piernas.
Por Dios, qué trasero más impresionante!
Me apoyé sobre él para ir con mi boca hacia sus extremidades superiores y mis labios se quedaron también con ese mismo sabor salado que seguía desprendiendo, con ayuda de mi lengua juguetona.
Antebrazo y codo se vieron secados lentamente con el pasaje de mi boca sobre ellos. También pasaron por allí su muñeca, dorso y palma de la mano y lentamente me fui introduciendo a continuación, cada uno de los gruesos dedos. Cuando chupé su pulgar, casi eyaculo.
Su cuerpo permanecía inerte.
Era como que estuviera en compañía de un muñeco, pero gordo y peludo.
No me puedo quejar, pero hubiera deseado que él tuviera algún tipo de participación en mis acciones por satisfacerlo.
Luego de secarle el brazo derecho, hice lo propio también con el izquierdo.
Esto era muy erótico y excitante para mí.
Lo sería también para él.
Aparentemente él no lo estaba disfrutando como yo hubiera querido, ya que seguía demostrando una tensión extrema.
Ahora fui en busca de sus extremidades inferiores.
Cuando pasé por sus nalgas, se las acaricié deliberadamente con la palma de mi mano derecha, tan sólo para escuchar un comentario suyo que nunca salió de su boca.
Me saqué el gusto de dejarle un beso sobre el bolsillo trasero de su prenda.
Llegué a mi destino y comencé con su pierna izquierda, directamente por debajo de donde me lo permitían sus bermudas.
Chupé y lamí como habiendo caído víctima de una locura que me cegaba por completo.
Fui descendiendo por su muslo y mi lengua le recorrió toda la parte trasera de su rodilla de camino a su pantorrilla.
No dejé un milímetro de su cuerpo visible sin acariciar con mis labios.
Llegué a su tobillo enorme. Le quité la ojota y lamí toda la planta de su pie.
"Me haces cosquillas!" Avisó.
Sonreí.
Bueno, por lo menos lo estaba sintiendo.
Y estaba seguro de que le gustaba.
No pidió que me detuviera, así que no lo hice.
A excepción de su constante transpiración, que se distribuía por absolutamente cada rincón de su cuerpo, su pie estaba limpio, por lo que me alegré por haberme topado con un gordote pulcro; aunque con mi excitación desmedida, ese no era un requisito sine qua non.
Me metí su gordo pulgar en la boca y mi lengua jugueteó con él por unos minutos. Luego de que ésta se introdujo por entre los dedos, donde también sequé con gusto, le estampé un beso en ese pie antes de pasar al derecho.
A continuación, hice el mismo recorrido pero inverso. Comencé desde abajo hasta alcanzar nuevamente su prenda.
Ahora, había secado todo su cuerpo.
Claro!
Todo el cuerpo que estaba visible, y me refería a su parte trasera.
Pero no sabía si él me terminaría de permitir hacer lo mismo con todas sus partes ocultas.
Aquellas privadas y escondidas, que segura e indefectiblemente estarían aún más mojadas de transpiración que las expuestas a la ventilación. Tal vez hasta bastante más alteradas por haber estado sentado detrás del volante bajo un sol abrasador, conduciendo su vehículo durante toda esa jornada calurosa. Pero eso no me iba a detener en lo absoluto.
Hasta lo podría jurar!
Estaba convencido de que llegaría hasta a matar para poder chuparme aunque sea por una sola vez, todo ese hermoso culo que yacía inmóvil sobre el asiento.
Ya dije antes que a mí me gustaban los obesos?
Me refiero a que me gustaban hasta límites inimaginables?
Siempre y cuando se trataran de gordotes como Raúl.
Cuánto pesaría? Tal vez 180 ó 190 kilos?
No me importaba en absoluto lo que marcara una balanza.
Me calentaba como la puta madre y yo tan sólo pensaba en satisfacerlo a él. Este tipo me tenía literalmente enloquecido. Tanto que no me dejaba pensar con claridad. Simplemente era rehén de mis propios impulsos.
Raúl no se movía de su posición.
Hasta dónde me permitiría llegar?
Fui con mis manos ahora hacia arriba y le acaricié ambos hombros por encima de su camisa de manga corta, deslizando cada una de mis manos hacia abajo por sus gruesos brazos hasta toparme con su piel desnuda.
A continuación introduje mis dedos hacia arriba nuevamente, pero esta vez por debajo de su prenda hasta donde pude.
Preso de un trance irreconocible en mí, hice lo mismo palpando todo el contorno de su torso desde sus axilas, pasando por toda su ancha espalda y continuando con su cintura. Noté que sus bermudas no llevaban cinturón ya que estaban sujetas con un grueso elástico.
Seguí viaje hacia el sur por sus costados, acariciando sus glúteos hasta encontrarme con las piernas peludas.
Hice lo mismo que en sus brazos, metiendo esta vez las manos por dentro de las botamangas de sus bermudas y fui con mis dedos hasta donde me fue posible.
Era consciente que ésta era una forma de violación.
Yo le estaba violando la intimidad a este gordo. Me estaba apropiando de su cuerpo. Lentamente, milímetro a milímetro. Le estaba palpando toda las partes de su anatomía y aún me restaba conocer lo que realmente me gustaba más.
Mi excitación iba in crescendo, desconociendo el tope que pudiera tener en esa oportunidad. Me pregunté si había un límite para contener tanta excitación, o terminaría, en esta oportunidad, por desbordarse de alguna manera. El hecho es que en ese momento creí estar en el tope permitido de espacio para ello, pero fui consciente que todo estaba muy lejos de terminar. Recién comenzábamos y ya lo habíamos hecho desde un punto muy álgido.
Si hubiera tenido un espejo en ese momento, supongo que me hubiera asustado de mi propio aspecto.
Hasta hubiera jurado que me parecería a un sátiro degenerado, con los ojos inyectados en sangre y en desesperada búsqueda de satisfacer mis más bajos instintos de cualquier manera, sin poder advertir y medir, las probables y futuras consecuencias de mis acciones.
Víctima de mi intensa calentura, volví hacia arriba y metí mi mano derecha por debajo de su axila, yendo en busca de los botones de su camisa. En el trayecto, mis dedos dejaron sus huellas por encima de sus tetas y cuando hallé el botón superior, lo hice pasar por el ojal como un experto en desvestir personas.
A ese botón siguió un segundo, luego un tercero, cuarto, quinto, sexto... y cuando llegué al elástico de sus bermudas que cobijaban a los siguientes, metí la mano por dentro sin pedir permiso, frotando toda su panza y varios de sus rollos en mi trayecto.
En ningún momento noté resistencia alguna a mis acciones. Eso no quería decir que él aprobaba todo lo que hacía, pero definitivamente debía pensar que tampoco las rechazaba por completo.
Mi mano se detuvo obligada porque llegó al punto en que su cuerpo se apoyaba firmemente contra el asiento. Intenté vencer el obstáculo presionando fuerte, pero él no se movió ni un ápice.
Cambié de estrategia. En lugar de introducir mi mano, comencé a tironear de su camisa para quitarla por completo de dentro de sus bermudas. Lentamente mi obstinado proceder lo logró y entonces obtuve lo que buscaba desde el primer momento. Tener al gordo con toda la camisa desabotonada.
Quité mi mano de allí, sujeté el cuello de la camisa con una mano y con la otra le tomé el brazo para que la pasara por la manga. Quería dejarle todo el torso desnudo.
Una manga quedó fuera y luego hice lo mismo con la otra. Le quité completamente la prenda que estaba muy húmeda y me la llevé a las fosas nasales para terminar aspirando con ímpetu. El perfume era suave y daba toda la sensación de que fuera el de su desodorante.
Observé esa ancha espalda peluda y nuevamente me abrasó una fuerte excitación. Me abalancé sobre ella para lamer todo a mi paso. Cada rollo estaba inundado con un pequeño lago de sudor tibio, ya que su cuerpo estaba terriblemente caliente.
Me moría de ganas de ir en busca de sus genitales para comprobar lo mojado que éstos deberían estar.
Tendría ya la terrible erección?
Tal vez.
No lo sé, pero habría una gran chance de que tuviera la más grande de su vida, si como yo pensaba, todo esto era una novedad para él.
En realidad no me podía quejar. Estaba permitiéndome realizarle todo lo que yo quería. Sin obstrucciones, sin objeciones y sin impedimentos de ningún tipo.
Eso me animaba a continuar con mi cometido, buscando dar un paso más por cada momento que pasaba, en la búsqueda de brindarle todo el placer posible.
Cuando hube lamido toda su espalda, me detuve en el hoyo formado en el umbral de su raja. Besé allí en forma repetida y estaba decidido a seguir cuesta abajo, cuando de pronto me arrepentí al mirar hacia arriba.
Su axila derecha me estaba llamando.
Me apoyé suavemente otra vez contra él. Mi erección quedó apoyada en su espalda por encima de sus nalgas, mientras mis manos sujetaban su brazo derecho y lo levantaban.
Sin pensarlo dos veces, mi boca se sumergió en ese mar de sudor y pelos. Besé, lamí y chupé, y luego se trocaron los órdenes de mis acciones ya que no paraba de chupar, besar y lamer sin fin y sin ningún tipo de control.
Mi desesperación era inaudita.
Literalmente me estaba comiendo el sobaco de ese gordo que me enloquecía tanto y que lo único que me detendría en ese momento sería un verdadero chaleco de fuerza, capaz de abortar mi impulso irrefrenable.
Unos gemidos ahogados por parte de él, podían escucharse como quebrando los sonidos que emitían mi boca y lengua desesperadas.
Finalmente una pequeña muestra de su excitación.
Lo sabía!
Dar placer a una persona así, debe ser lo más grande a que puede aspirar una persona como yo, que prácticamente antepone el dar a recibir.
Me salí de debajo de su axila completamente dispuesto a todo, pasara lo que pasara.
Fui en busca de su cuello.
Lo besé.
Lo lamí, y lo volví a besar. Fui donde su oreja derecha y me metí su lóbulo en la boca.
Lo chupé, lamí, besé y finalmente mordisqueé levemente.
Lo volví a besar.
Me moría por decirle algo. Tal vez un "te amo", un "te deseo tanto", pero temía sacarlo de su presunta fantasía. Talvez me estaba permitiendo hacer todo esto, pensando en que era la misma prostituta quien se lo hacía.
No quise perder el tiempo en ponerme a averiguarlo. Tenía mucho para hacer y quería evitar cualquier cosa que me lo pudiera impedir.
Sin pensarlo dos veces, me deslicé hacia abajo, tomé de la parte superior de sus bermudas y comencé lentamente a bajárselas por el elástico.
"No!" Atinó a susurrar como temiendo que lo fuera a violar.
"Shhhhhhh!" Dije simplemente como para que se dejara hacer. Para que siguiera confiando en mí, ya que no pensaba defraudarlo.
De todas formas no logré que suavizara esa tensión constante. Simplemente me permitía seguir obrando, pero estaba en continua alerta como esperando que le realizara tan sólo una cosa que no le gustara, para cagarme a trompadas y puntapiés.
Eso me alentaba a esmerarme aún más, aunque es ampliamente sabido que no necesitaba de esa clase de incentivos extras, mientras estuviera con un gordito como este.
A medida que fui bajando sus bermudas color caqui, un par de calzoncillos grises con rayas verticales blancas me deleitó la vista. Aunque en realidad no era la prenda la que lograba que mis ojos se regocijaran, sino las nalgas bien formadas, redondas y visiblemente pulposas que empujaban la tela hacia fuera y lograban que mi miembro comenzara a latir en forma imprevisible, dejando atrás un muy prolongado letargo.
No tenía la menor idea de hacerlo, pero en forma totalmente impulsiva, le estampé un beso en cada nalga.
Dudaba que alguna vez lo hubieran besado por allí.
Esperé una reacción de parte de él, que nunca llegó.
Raúl no estaba cooperativo, pero eso no importaba porque continuaba sin interferir ni molestar en absoluto con mis acciones.
Le hice masajes en ambos muslos al mismo tiempo y fui subiendo hasta tener una mano sobre cada nalga. La prenda estaba terriblemente empapada. No quisiera ni pensar cómo estaría la misma pero del lado del frente por debajo del ombligo.
Una buena porción de líquido preseminal salió despedida de mi pene en ese momento.
Tomé el elástico de los calzoncillos del gordo y lenta, muy lentamente, los fui bajando. Extremadamente muy despacio, para que se fuera haciendo la idea de lo que vendría a continuación.
El propio peso de toda su humanidad, impedía que la prenda se deslizara más hacia abajo, por lo que volví a tironear para que se diera cuenta que necesitaba ayuda. Era imperativo que levantara el abdomen por unos segundos para que pudiera hacer lo que me proponía.
No hizo caso a mis pedidos. Tan sólo estaba allí, siendo espectador de mi trabajo, negándose a participar de ello.
Forcejeé de un costado, luego del otro y la parte delantera del elástico de los calzoncillos se fue colando en forma lenta por debajo de su vientre, hasta que logré vencer totalmente la obstrucción y terminó bajando más fluidamente por sus muslos, cuesta abajo hasta sus rodillas.
La visión de sus nalgas completamente expuestas al aire, me impulsaban a abalanzarme con la boca abierta sobre ellas. Más bien hubiera sido mejor que dijera "entre" ellas. Pero me contuve. No quería que se fuera a asustar por ningún motivo.
Tenía extremo cuidado en no realizar ningún movimiento brusco, sino todo lo contrario. Estaba sumamente cuidadoso, prestando atención de cualquier detalle.
Ahora posé ambas manos sobre esos voluminosos glúteos peludos, que la leve luz de la luna me permitía disfrutar en forma lasciva.
Efectué nuevamente unos masajes como para lograr lo imposible. Estaba intentando hacer que se relajara y no lo estaba consiguiendo. Continuaba tenso en forma desmedida.
No me estaba quejando porque eso era lo menos grave que me podría suceder a causa de mi impulso por obrar de esa manera abrupta, pero si llegaba a lograr que él cooperara más conmigo, me haría sentir bastante mejor; aunque tenía el convencimiento sincero de que lo que realmente me preocupaba esa noche, era de hacerlo sentir mejor, sólo a él.
Acerqué mi rostro a su trasero y comencé a pasar la lengua a esa cola hermosa. Era tan sabrosa como esperaba!
Mi lengua enloqueció!
Tal cual serpiente descontrolada, comenzó a conducir mi cabeza intermitentemente entre su nalga derecha y la izquierda. De arriba abajo, primero. De izquierda a derecha, después.
No podía aguantar un segundo más sin meter mi enloquecido músculo bucal entre ambas, pero mi temor a espantarlo, era recurrente. Aunque tenía bien claro que definitivamente no me iría esa noche de allí, sin al menos intentarlo.
Comencé a abrirle las nalgas suavemente con ambas manos, mientras continuaba depositando besos en esos cachetes que me volvían loco.
"Noooo!" Dijo como si fuera un reflejo.
Haciendo caso omiso a su negativa, mis dedos se fueron acercando a su raja y de pronto me detuve.
Me dije que ahora era el momento.
Acomodé mi cuerpo para tener mi rostro enfrentado a la unión de sus mejillas traseras. Con la lengua hice unos toques leves a cada borde interno de cada nalga y repentinamente toqué la parte superior de su raja. Allí, en la base de su espalda, donde comienza el culo oficialmente.
Tampoco en esta ocasión sentí movimientos de parte de él. Ni de aprobación, ni de desaprobación. Ni una cosa ni la otra.
A estas alturas, debería reconocer que eso ya era símbolo de buena noticia.
Lenta, muy lentamente, sin prisa pero sin pausa, fui deslizando mi órgano gustativo hacia la profundidad de su raja.
Estaba atento a cualquier reacción por parte de él. Excitación, rechazo o simplemente un sobresalto, pero nada ocurría.
Proseguí mi marcha hacia el sur.
Mi lengua se impregnaba con sus líquidos y la transportaba dentro de mi boca que los engullía con sumo placer. Degustaba los charcos salados como el maná en el desierto y los absorbía con rapidez, haciendo que pasaran velozmente por mi garganta rumbo al estómago para desalojar mi cavidad bucal e ir por más sin perder tiempo.
Sé en forma fehaciente que cuando me excito estando en compañía de un gordo, no tengo límites para lo que puedo llegar a hacer. Eso quiere decir sencillamente que cuando un gordote como Raúl está conmigo, puedo llegar a hacer todo lo que se me ocurra en ese instante, todo lo que mi excitación momentánea me indique y por supuesto, todo lo que me sea permitido.
Eso me da un poco de miedo porque soy capaz de sacar a relucir todas mis más ocultas fantasías, y cuando caigo víctima de mi propia excitación, simplemente las pongo en práctica en forma espontánea; siempre y cuando no me pongan los límites necesarios para abortar mi cometido.
Lo cierto es que habitualmente, mi lengua no deja ni siquiera una sola gota desamparada de cualquier fluido que despida el cuerpo de mi gordo e invariablemente, la traslada hacia mi paladar, para degustar finalmente cada uno de sus deliciosos sabores. Cada vez que mis glándulas gustativas saborean los jugos salados de mi gordote de turno, mi sistema nervioso se descontrola totalmente y mis propios fluidos comienzan a enloquecerse buscando afanosamente la salida de mi cuerpo que les sea más apropiada.
Toda mi piel se humedece no importando el estado del clima del momento, ya que la sensación térmica de mi ser, en contacto con el del propio obeso, se potencia hasta grados imposibles de controlar.
En ese preciso momento, tenía ante mis ojos toda su raja que continuaba extremadamente húmeda, por más que se la había secado con la lengua en más de una oportunidad.
Tomé ambas nalgas con cada una de mis manos y apenas abrí esos cachetes, emergieron un par de labios destilando un líquido transparente. Un culito bastante peludo, oscuro y extremadamente apretado. Dos razones existían para este último comentario: una visible virginidad anal y una descontrolada tensión que lo obligaba a mantenerlo apretado, intentando resistirse a todo lo desconocido.
Comencé a dudar si la no interrupción de parte suya era, como yo pensaba, por querer experimentar todo lo que le proponía, o muy por el contrario, si debía estar realmente aterrado ante la misma posibilidad. El hecho es que su tensión no disminuía con el paso de los minutos y ahora quedaba aún más en evidencia que tenía el orificio más apretado que yo haya visto jamás. Parecía hasta como que esos labios me quisieran hablar: "No, por favor... No me penetres... no quiero... No me violes... te lo suplico."
El ano estaba inundado en un líquido espumoso que se veía realmente delicioso.
Clavé la punta de mi lengua en el amplio espacio que hay entre el comienzo del escroto y el mismo orificio. Ascendí y descendí en ese lugar para regocijo de Raúl, que comenzaba a efectuar contorsiones dignas de un gimnasta. Su resistencia a dejarse llevar por la excitación que le brindaba, se veía quebrada intermitentemente cuando emitía sonidos guturales intercalados con gemidos ahogados, que demostraban que la satisfacción le estaba abrazando y ya le impedía controlar sus reflejos.
Ahora podía observar que su ano se aflojaba y se volvía a apretar, una y otra vez. Se dejaba llevar por su instinto y repentinamente volvía a tomar el control para negarse. Estaba en conflicto visible entre lo que deseaba y lo que lo obligaba a resistirse.
Lentamente mi lengua se fue acercando a la antesala de sus entrañas, apretándose aún más contra su piel en cada embestida. Llegué hasta la misma puerta de entrada y me detuve.
Toqué con la punta y lamí allí serpenteando con mi músculo juguetón.
Un terrible rugido de oso entre malherido y completamente inundado de placer se dejó escapar de su garganta en claro testimonio, y para mi propio regocijo, de que su propio descontrol también ya era total.
Apreté la lengua allí mismo. El ano seguía apretado, pero mi lubricación me hubiera permitido traspasar ese anillo de carne, si así me lo hubiera propuesto.
Ahora un grito desgarrador acompañó a sus innumerables quejidos, al tiempo que mi lengua lamía su orto que latía en forma desesperada
Levanté la punta y toqué varias veces consecutivas sobre los labios peludos y un nuevo grito me hizo estremecer. Era como si lo estuviera masacrando ya que su cuerpo comenzó a temblar y a sacudirse como si fuera a estar al borde de la eyaculación.
Otro grito de dolor/placer y repetí la operación un par de veces más.
Se notaba la desesperación de Raúl sobre el asiento trasero del taxi, que le impedía quedarse quieto un instante. Movía su culo de derecha a izquierda en forma salvaje lo que lograba que mi lengua perdiera contacto con su ano. Volvía a introducírsela en la raja y nuevamente la misma reacción.
No me estaba evitando, tan sólo no podía resistir tanto placer al mismo tiempo.
Mientras mis labios bucales acariciaban los suyos traseros, fui deslizando mi mano derecha por debajo de su tremenda humanidad y no me detuve hasta que tuve el calor de sus testículos de toro en mis manos. El lugar estaba inundado de sus propios líquidos preseminales.
Abrí más sus piernas para evitar tener algún impedimento con mis acciones. Yo insistía en mantener mi la decisión de no decir palabra alguna para no quitarlo de su fantasía. No me olvidaba en ningún momento que para él, no era yo el que le estaba brindando tanto placer, sino La Pocha.
Sostuve firmemente ambos testículos y se los fui llevando hacia atrás, cosa que hago habitualmente para lograr acrecentar mi erección. Otro alarido tembloroso salió de su boca.
Esto que estaba haciendo era una prueba de fuego para mí. Me refiero a intentar darle placer a una persona enteramente heterosexual, que nunca en su vida se había planteado siquiera tener un contacto íntimo con alguien de su mismo sexo.
En síntesis, quería tener la posibilidad de intentar cambiar su posición frente a las relaciones sexuales. No es un tema de hombre/ mujer. Creo que todo radica en la persona. Eso es lo principal. Dar la prioridad a aquella persona que le dé a uno lo que realmente necesita. Y yo quería ser indefectiblemente, esa persona para este gordote.
Mi lengua lamía y mis labios besaban hasta entrar en el ritmo frenético y desesperado que me resultaba conocido. Ahora ese mismo ritmo se lo estaba presentando a este hombre que continuaba moviéndose en forma espasmódica y expectante a mis nuevas embestidas, sin dejar de emitir gemidos en forma intermitente.
Mi mano continuaba sujetando su escroto y dándole masajes a esos huevos inmensos, que lograban provocar que se me llenara la boca de una saliva que se escapaba por la comisura de mis labios.
Decidí ir aún más allá.
Literalmente.
Estiré mi brazo por entre sus piernas para intentar alcanzar su miembro por detrás. Mis dedos se estrellaron con su protuberancia que aguardaba en forma escandalosamente dura a que algo ocurriera para quitarlo de ese estado desesperante.
Mi índice comenzó a rozar la base de su grueso pene, pero aunque la tenía apretada fuertemente con su panza contra el asiento, reconocí que toda la piel la llevaba corrida hacia atrás,. Los jugos le caían hasta bañar los testículos.
En un acto de desesperación, dejé por un instante el pozo profundo que lamía para concentrarme en chuparle esas bolas de macho que ya despedían el fuerte e inconfundible aroma a excitación.
El esfuerzo por meterme aunque sea una de ellas dentro de mi boca, fue inútil. Su tamaño me lo impidió, pero eso no fue suficiente para que no cesara mi intento de al menos chupárselas con ímpetu hasta secarlas. Primero la derecha, terriblemente empapada y sabrosamente salada, para luego devolverle el favor a la compañera, igualmente jugosa y gustosa.
Mis dedos intentaron escalar su obelisco, pero la posición me lo seguía impidiendo.
Él ya no tenía dudas de qué era lo que le esperaba a continuación, por lo que lo tomé de ambas caderas para hacerlo girar sobre sí y dejarlo boca arriba. No hizo nada para impedirlo. Con gran esfuerzo, dio cuarta vuelta y luego otra cuarta más, hasta quedar apoyado sobre su espalda y glúteos.
Un gran rollo me impedía distinguir sus genitales, pero el aroma a calentura se percibía dentro del vehículo. Tenía la plena certeza que Raúl tenía la verga a punto de estallar y que justamente eso podría suceder en cualquier momento.
Fui subiendo lentamente hacia su rostro como para decirle cuánto lo deseaba. Cómo quería que se vaciara dentro de mi boca; Cómo ansiaba verlo retorcerse de satisfacción. Cómo deseaba verlo aullar de placer; volverse literalmente loco mientras su sistema nervioso le sacudiera en forma descontrolada, al tiempo que me llenara la boca con su néctar. Pero apenas llegué a sus ojos, noté que aún los mantenía fuertemente cerrados. Aún estaba imaginando que era La Pocha la que lo estaba enloqueciendo sexualmente.
Eso me entristeció.
Sabía que ése debía haber sido el comienzo de todo; quiero decir, el inicio para que me permitiera empezar a enseñarle todas las bondades que se estaba perdiendo de conocer. Pero pensaba que en determinado momento, finalmente debería dejar de lado todas las pajerías, para reconocer que La Pocha nunca le daría la misma satisfacción en la forma en que yo sí podía y quería hacerlo.
Quería que de una vez por todas terminara de admitir que era yo, Zesna y no La Pocha, el que se metía sus genitales transpirados en la boca; que era yo y no ella, el que le había lamido el culo; que iba a ser yo y no ella, el que le iba a agitar el pito hasta hacerlo acabar y que finalmente también iba a ser yo y no ella, el que se iba a tragar su esperma caliente.
Decidí no hacer absolutamente nada para obligarlo a reconocer algo que aún se esforzaba por negar y volví a su entrepierna hirviendo. Levanté su panza y su olor a transpiración y excitación me dio de lleno en el rostro. Toda esa zona estaba literalmente inundada de líquido. Me zambullí con la boca y absorbí todos sus fluidos. Sin haber eyaculado, ya había expulsado unas gotas de semen. Chupé, lamí, besé, aspiré... y volví a chupar, lamer, besar y aspirar.
Mis ojos ya estaban inyectados de la misma excitación que sus movimientos y sonidos le delataban tener.
Sacudidas espasmódicas. Hacia arriba... hacia abajo... y hacia ambos costados.
Gemidos, aullidos, quejidos y alaridos imposibles de detener, se escapaban una detrás de otra de una boca que apretaba los labios y se abría en forma intermitente. Cada tanto un grito de bestia salvaje cambiaba la melodía monótona que se estaba escuchando.
Ahora por delante, sopesé sus testículos con las dos manos e insistí con mis tirones hacia abajo y hacia atrás. La protuberancia dura dejó paso a un glande monstruoso, que obligaba a todo su miembro a permanecer con la cabeza bien erguida y sin moverse. Me hizo recordar a uno de los escoltas del palacio de Buckingham.
Sonreí.
Mi perversión me hizo ignorar ese miembro.
Quería llevarlo al máximo de su potencial soportable. "Así que te niegas a mirarme cuando te acaricio? No quieres reconocer quién es en verdad el que te la va a chupar? Deseas seguir negando que la persona quien te excita y te da el placer que sientes, no es en verdad la que tú quieres, sino que es aquel que te niegas a aceptar? Entonces, jódete! Te voy a hacer sufrir. No te la haré tan fácil" Pensé, y estuve casi al borde de hacerle conocer mi decisión.
Recorrí con la lengua todo el alrededor de sus genitales. Los pendejos de su ingle estaba esparcidos por todo su gran rollo y sabían sabrosos.
Volví sobre sus testículos chupando salvajemente uno y otro, hasta percibir cómo su órgano masculino saltaba desesperado intentando que la boca de La Pocha se la engullera.
La Pocha no estaba allí.
Y definitivamente, yo iba a hacer exactamente lo que se me viniera en gana y no lo que él esperaba, a menos claro que me lo suplicara. Y no me bastaba con eso. También debía nombrarme:
"Zesna, por favor... Chúpamela!!!"
Si no, ni modo.
Podría cumplir con mi promesa?
Hmmmmm!
Quería seguir llevándolo al extremo, cuando de pronto su mano derecha se acercó en forma precipitosa y antes que pudiera reaccionar, empujó mi cabeza de allí, formó un aro con su índice y pulgar, atrapó su glande desnudo y comenzó a sacudirlo, frotándolo en forma salvaje con movimientos cortos pero extremadamente rápidos.
"No, no, no y no!!!!!!!!" Dije indignado. "Qué estás haciendo?"
Así que esa era su forma de masturbarse?
Hmmmmm...!
Interesante!
Pero ese era mi trabajo. No iba a permitir que terminara todo con una maldita paja como las que solía hacerse en compañía de La Pocha.
Tomé su mano con las dos mías y haciendo un esfuerzo increíble logré abrir esa tenaza que aprisionaba su terminal nerviosa. y aún a costa de mi propio interés, decidí hablarle.
"No, Raúl. Así no." Pensé un instante más y fui nuevamente en busca de su rostro. "Escúchame... Por qué no me pides qué es lo que realmente quieres?" Dije sin ocultar mi perversidad. "Aún me queda mucho por demostrarte, pero tú no estás colaborando. Si no te ha gustado hasta este momento, dímelo y no hay problema alguno. Nos damos la vuelta y nos volvemos. Ahora, si quieres saber cómo se debe tratar a un gordito sabroso como tú, porque aún me restan sacar hacia afuera algunos jugos tuyos más que me gustaría, saborear y tragar, sencillamente me lo pides y seguimos adelante. Te aseguro que cuando termine contigo, no habrá Pocha capaz de igualarme a la hora de dar satisfacción a alguien como tú."
Su respiración se agitó. Posiblemente su nerviosismo se acrecentó ante la posibilidad de que todo se pueda ver abortado súbitamente. Pero ningún pedido salió de su boca.
Sus párpados permanecían fuertemente apretados.
Seguía tremendamente asustado.
Nunca iba a reconocer que un hombre le podía dar el placer que necesitaba. El placer que estaba recibiendo.
"Está bien... Es tu decisión... Si es eso lo que realmente tú quieres, entonces nos vamos." Dije e intenté incorporarme.
Mi mano fue fuertemente apresada con su zurda e impidió que me separara de su lado. Miré rápidamente a su rostro, y ahora sus ojos abiertos y asustados, me estaban mirando.
Con su otra mano, me forzó a agacharme nuevamente hasta dejar mi boca en contacto con su pecho.
Ninguna palabra salió de sus labios, pero lo que hizo a continuación fue más que elocuente.
Tomó mi cabeza con su diestra y me la fue acomodando hasta que mi boca estuvo en contacto con su pezón derecho. Le pasé la lengua y lenta, muy lentamente, como si fuera venciendo poco a poco su temor, fue arrastrando mi cabeza por sobre toda su panza, ombligo y vientre, y continuó transportándomela más hacia el sur, hasta que vi que sus pendejos quedaron atrás.
Con su mano como guía, mi rostro quedó por encima mismo de sus genitales y su pene no había perdido ni un ápice de erección. La mano que sostenía mi muñeca la liberó y fue a tomarse el sexo tan sólo con dos dedos para ponerlo en dirección a mi boca.
Estaba muy clara su intención. Sin decírmelo concretamente y sin temor a equivocarme, me estaba rogando que pusiera su sexo entre mis labios.
Quién se podría negar a semejante súplica?
Del agujero de su glande habían salido un par de líneas de líquido blanco que en ese momento alcanzaron sus testículos en forma paralela. Una de sus manos ahora me sostenía la nuca y comenzó a forzarla hacia abajo, intentando llevarme directamente hacia su verga.
Rocé su obelisco con mi nariz y eso tan sólo lo enloqueció. Sus contorsiones, espasmos, gemidos, gruñidos, alaridos y sacudidas de distintos tipos e intensidades, se escaparon de esa tremenda humanidad. Estaba gozando como la puta madre.
Posé mi lengua en la unión de ambos testículos, presioné hacia adentro hasta arrastrar mi lamida hacia arriba. Nuevamente, sin prisa pero sin pausa, comencé a escalar con ella su protuberancia erguida y me fui absorbiendo todo su líquido perdido.
Llegué a olfatear su glande descubierto y me detuve.
Su desesperación se hizo presente.
Intentó con su mano forzarme a adueñarme de la punta gruesa de su flecha. Sólo jugueteé con mi órgano olfativo por unos instantes y más líquido llenó mis fosas nasales. Lo sequé con mi lengua y nuevamente se volvió a enloquecer. Revolcándose por sobre el asiento trasero.
Su órgano genital no latía. Estaba duro, muy duro, apuntando al norte como quien quiere dejarlo erecto para toda la eternidad, sin moverlo. Su tensión no disminuía.
Analicé ese minúsculo pero gordo pene. Estaba al borde del colapso. Sus venas hinchadas le daban un decorado aún más apetecible del que tenía. Suponía que estaba esperando una última estocada para abrir el grifo de su inacabable semen. Tenía la absoluta certeza de que apenas comenzara a vaciar su esperma, éste debería causar un tremendo espectáculo similar al de los fuegos artificiales en épocas navideñas. Explosiones de chorros por doquier, interminable y abundante que bañarían todo lo que estuviera a su alrededor.
No estaba seguro de poder lograr que embocara toda su vaciada dentro de mi boca, ya que sus movimientos nerviosos se sucedían en todo momento, mientras efectuaba contorsiones de un lado al otro, logrando separar su miembro de mi rostro en forma intermitente.
De todas formas, mi decisión ya estaba tomada y aparentemente la suya también, por lo que no nos iríamos esa noche de allí hasta que yo no probara el sabor de su néctar.
Pasé la lengua suavemente por la base de su glande.
"Ayyyyyyyyyrrrrrrgggggggghhhhh!" Exclamó.
Dolor?
Placer?
Satisfacción?
Todo junto?
"Sigo o me detengo?" Pregunté sin poder anticipar su respuesta.
Sin emitir palabras, su mano en mi nuca me forzó a acercarme aún más a su miembro. Literalmente tenía mi rostro enterrado en su entrepierna.
Repetí la lamida al comienzo de la punta de su flecha y nuevamente se descontroló.
El calor de allí, era sofocante.
Me sentí orgulloso de ser el causante de su explosión ya que supuse que era insólita para él. El asunto ahora era saber qué iría a suceder después de esa noche.
No deseaba apresurar las cosas. Quería no tener que irme con el trabajo incompleto. Debía satisfacerlo totalmente, para tener la plena certeza de que La Pocha no tendría ninguna posibilidad de poder competir conmigo.
Con eso en mente, me metí su desnudo glande dentro de la boca.
Repentinamente y sin poder controlarlo, cerró las piernas muy fuertemente apresando mi rostro entre ellas como para no dejarme escapar de allí, mientras no dejaba de gemir y gritar, al tiempo que sus temblores volvían a adueñarse de su cuerpo.
Me hacía daño, pero no importaba.
Yo estaba tan caliente que podía aguantar su tremenda presión con muslos y rodillas en mi rostro y cuerpo. Debía ayudarme con ambas manos para no morirme ahogado, ya que me resultaba difícil el poder respirar, pero lo lograba sin dejar de chupar.
De repente se descontroló nuevamente y pensé que se vaciaría en mi boca en ese preciso instante, pero eso no ocurrió.
Apreté con mi paladar la húmeda cabeza y rocé la abertura con mi lengua.
"Urrrrrrrrrrhhhhhhhhhhhhggggggggg!!!!!!!!!"
Los sonidos guturales se asemejaban a los de una bestia malherida que además le deberían estar rompiendo el culo, por lo salvaje de los gritos.
Placer y/o dolor.
Satisfacción desconocida.
La presión que efectuaba con sus muslos, me hacía mover la cabeza atrapada en forma peligrosa de un lado al otro. Pero no me detenía en eso. Sólo me importaba que no se zafara lo que tenía en mi boca. Su órgano genital se escapó varias veces de entre mis labios, pero me encargué de que volviera nuevamente a su puesto en todas las ocasiones.
Le hice conocer el verdadero significado de una mamada.
Chupé como haciendo un torneo para ver quién de los dos era el que se desesperaba más. Si él por ser succionado, o yo mismo por llenarme con grandes cantidades de clara de huevo deliciosa.
Mamé esa pija como si fuera mi primera vez y lo disfruté como si fuera la última.
De esa forma suelo realizar todas mis acciones cuando estoy con un gordote como él, sobre todo luego de que me hubo excitado como lo hizo, con tan solo haberlo visto desde la vez primera y de desearlo con tanta intensidad, en tan poco tiempo.
Apoyé mi mano derecha en la base de su pene y se lo tiré aún más hacia abajo mientras entraba en la vorágine desesperada de mis chupadas. Todo su glande desvestido golpeteaba las paredes de mi boca y literalmente me dejé caer sobre él para que accediera a lo más cerca que pudiera de mi garganta. Todo lo más adentro que fuera posible.
Él sintió la presión de algo apretado contra su miembro y se sacudió mientras yo continuaba subiendo y bajando mi cabeza sobre ese grueso falo. En verdad me la quería comer. Tenía la necesidad de sentirla en lo más profundo de mi garganta.
De pronto, su mano izquierda empujó mi rostro nuevamente, quitándose el pene de mi boca, se tomó el glande formando otra vez el aro con su índice y pulgar, y comenzó a sacudírsela nerviosamente y en forma descontrolada.
"Nooo, no, no y no! Te dije que no!" Repetí furioso y le volví a quitar sus dedos de mi trofeo merecido.
Él seguía muy agitado. Casi diría que temblando de distintas emociones mezcladas. Nerviosismo. Susto. Placer. Dolor. Desesperación. Sorpresa. Duda. Incertidumbre por no saber qué hacer, o al menos por no saber cómo reaccionar ante todo esto.
Su hierro sumamente grueso y candente, me llenaba la boca.
Ahora era el momento de la verdad.
Súbitamente un grito atronador salió despedido de su boca al mismo tiempo que un chorro caliente comenzó a llenarme el paladar. El líquido emanaba a borbotones y tuve que esforzarme para que no se me zafara de entre mis labios. Eso hizo que comenzara a eyacular yo también dentro de mis pantalones.
"Sí, sí, sí!" Gritó eufórico totalmente fuera de sí.
No sólo me limité a tragar el semen que vertía dentro de mi cavidad bucal, sino que comencé a chupar en forma obsesiva como queriendo hasta la última gota.
Cuando terminó, cesaron todos sus movimientos. Tuve que esforzarme para salirme de entre sus muslos y fui en busca de su rostro.
Sus ojos permanecían cerrados y su respiración aún no se normalizaba.
Llevé ambas manos a su frente, las apoyé allí, bajé ambos pulgares sobre sus párpados, los tomé y presioné hacia arriba.
Abrió abruptamente sus ojos y su expresión fue de miedo atroz.
"Hasta cuándo vas a negar la realidad?" Pregunté seriamente.
Negó con la cabeza en forma rápida y nerviosa, sin hablar.
"No es La Pocha lo que te hizo todo esto, Raúl." Dije y me mordí el labio inferior fuertemente para que viera lo mucho que yo estaba gozando con su compañía. "Soy yo, Zesna." Le informé, aunque realmente creía que no era estrictamente necesario.
Seguía negando con la cabeza y de pronto sus ojos se llenaron de lágrimas.
"No te resistas, por favor. Sé que lo has disfrutado tanto como yo." Dije con unas ganas bárbaras de comerle esos labios carnosos. "Por favor Raúl, no me digas que no te gustó. Me encantaría hacerte una de estas cada vez que lo necesites. Me muero por estar revolcado contigo dentro de las sábanas de mi cama, franeleando como dos enloquecidos. Hacerte eyacular toda vez que tú quieras, y donde quieras. Deseas mi culo? Me quieres coger?" Su mirada era serena, casi diría que sin emoción alguna. Sus labios permanecían sellados. "Quieres culearme, Raúl? Me encantaría sentir tu tripa gorda dentro de mí. Te deseo en mis entrañas desde el mismo momento en que te vi por primera vez. Quiero cabalgarte y que explotes toda tu leche en mis entrañas."
Ya no sabía qué más decir para que se diera cuenta de mi excitación desmedida.
Separó los labios para hablar por primera vez.
"Sí, sí. Dime de una buena vez que te gustó lo que hicimos esta noche. Lo necesito, por favor... dime que me deseas tanto como yo."
"Vete de aquí ahora mismo!" Me ladró.
"Qué???"
"Que te vayas ya mismo de aquí." Repitió con el mismo ladrido.
"Pero... por qué?" Dije anonadado.
"Vete porque no quiero lastimarte."
"Cómo??? No entiendo..."
"Vete o te haré mucho daño. Por favor, no quiero hacerlo..." Suplicó.
"Raúl, por favor..." Comencé a decir y sus manos me interrumpieron sorpresivamente, tomándome fuertemente por la garganta.
Presionó con ambas manos y creí que ese era mi fin.
"Vete, hijo de una grandísima puta." Me volvió a gritar y me soltó la presión.
Tosí en forma desesperada, ya que casi me ahoga. Mis ojos estaban llenos de lágrimas. Sin decir más, me incorporé, saqué mi pañuelo del bolsillo y me enjugué las lágrimas de mis ojos.
"No entiendo nada, Raúl." Dije como último recurso. "No te gustó absolutamente nada de lo que hicimos aquí hoy?"
"Vete!" Gritó.
Sin poder contener mis lágrimas, me bajé del taxi y me fui alejando lentamente de él, completamente anonadado y aturdido. Caminé como diez minutos en dirección hacia la carretera.
Ahora cómo mierda iba a hacer para volver a la ciudad?
Comencé a hacer dedo para que alguien me pudiera llevar, pero era inútil. Los automóviles no se detenían.
Estuve pendiente en todo momento de la aparición del taxi de Raúl proveniente del camino, para intentar persuadirlo de que al menos me llevara de vuelta hacia la capital.
Transcurrió más de una hora desde que estuve parado allí, en la intersección del camino de tierra con la ruta principal, y no sólo que nadie se detenía para darme un aventón, sino que el gordo no aparecía.
Comencé a preocuparme.
Volví sobre mis pasos en dirección al mismo lugar donde habíamos estado y al acercarme, vi que el taxi seguía estacionado entre los árboles.
A medida que me aproximaba más, comencé a escuchar un llanto que me quebró el corazón.
Venía del asiento trasero del vehículo.
Abrí la puerta.
Raúl se sobresaltó.
"Qué mierda estás haciendo aquí, loco? No te dije que te fueras? Si te quedas, te voy a matar, no lo entiendes?" Dijo enfurecido.
"Perdóname si he hecho algo que tú no querías. Sinceramente me pareció que todo estaba bien. No quiero incomodarte... pero no tengo forma de volver a mi casa. Debes llevarme... por favor!" Le supliqué.
Noté que Raúl estaba en la misma posición en la que lo había dejado antes de bajarme del vehículo. Completamente desnudo, despatarrado boca arriba sobre el asiento, con toda su entrepierna salpicada de su propio esperma. Estuvo así durante la última hora sin moverse!
"Quieres que te ayude con el aseo?" Pregunté pensando que tal vez tuviera alguna dificultad para hacerlo.
"No me toques!" Gritó y se incorporó para quedarse sentado sobre un gran charco de semen. "En la guantera hay una toalla, tráemela." Ordenó.
Lo hice sin hacer comentarios.
Él la tomó y se la refregó por sus genitales hasta que los secó. Siguió con sus muslos, luego sus nalgas y finalizó limpiando el asiento.
Se subió los calzoncillos y las bermudas. Bajó del vehículo con el pecho desnudo y la camisa en una mano, que tiró por su propia ventanilla y quedó colgando del volante del vehículo.
El gordo caminó media docena de pasos hacia el tronco de uno de los árboles, Con su mano derecha bajó el elástico de sus bermudas, abrió sus piernas y envió todo su abdomen hacia delante. Un grueso e interminable chorro de orina salió de su entrepierna brillando bajo un tenue rayo de luna y se perdió entre los matorrales al pie del árbol.
Cuando hubo finalizado, sacudió su mano varias veces y con ayuda de la otra guardó su miembro dentro de la prenda.
La silueta de Raúl recortada en la oscuridad, lo hacía ver como un gran oso gigante mientras volvía caminando lentamente hacia el vehículo.
Metió la mano por su ventanilla, tomó la camisa y se la puso sin abotonar.
Abrió la puerta y se introdujo dentro, encendió el motor del taxi, prendió las luces y comenzamos el retorno.
No hubo más diálogo entre nosotros durante el resto del viaje y cuando esperé que me iría a abandonar en cualquier esquina, me sorprendió al llevarme hasta la puerta misma de mi domicilio.
"Gracias." Le dije apenas detuvo el vehículo.
No contestó.
Bajé del automóvil y prosiguió su marcha, el cual seguí con mi mirada hasta que dobló en la siguiente esquina.
Nuestro convenio iría a concluir a la mañana siguiente. Él debía pasarme a buscar a las 8 de la mañana para llevarme hasta el taller y yo debería abonarle la suma acordada.
Sólo restaba esperar para conocer qué iría a suceder al otro día.
MARTES
8:30 AM
Estuve parado en la esquina por más de 30 minutos. Raúl no iba a venir a buscarme.
Tomé otro taxi para no llegar tarde al trabajo. Fui al taller a buscar mi vehículo y pensando todo el tiempo en que tal vez no iría a volver a ver al gordo otra vez.
Estuve toda la mañana preocupado y cada vez más convencido de que posiblemente ni siquiera iría a buscarme por la tienda a la hora de cierre para cobrarse lo que le adeudaba. Si fuera así, de todas formas yo buscaría la manera de hacerle llegar su dinero.
Por suerte tuve un día ajetreado en el trabajo, lo que hizo que pudiera dispersarme un poco de mi preocupación.
Alrededor de las 11 de la mañana, recibí un llamado de Gabriel, mi ex compañero de clases, que me informó que la reunión de ex alumnos sería el primer sábado del mes siguiente, por la noche y en su propia casa.
Conversamos durante largo rato y me disculpé porque algunos clientes gordos solicitaban mi atención.
Prometí asistencia a la reunión.
A mediodía recibí una llamada de Junior informándome que en el correr de la tarde iría por la tienda a comprarse un par de calzoncillos.
Alrededor de las 5 de la tarde, apareció mi amigo tomado de la mano de Coty. Sólo con verlo, se me alegró el día.
"Cómo estás Coty?" Le pregunté.
"Muy bien, gracias. Es que es difícil que sea de otro modo mientras esté en compañía de Junior. Me trata como a una reina." Dijo y me hizo sonreír.
"Ya lo creo. Qué necesitas, hermano?" Pregunté.
"Como te dije quiero dos calzoncillos de mi talle. Me puedo probar la camisa que tiene el maniquí?" Pidió el muchacho de improviso.
"Sí, claro..." Contesté.
"Amor, ya vuelvo." Le avisó a su novia y le dio un chupón que pareció como que le hubiera partido los labios. "Me acompañas al probador, Zesna?"
Fui como un autómata detrás del culo gigante y hermoso de mi amigo del alma.
Una vez que ingresamos y cerramos la puerta, Junior puso la camisa sobre una silla, demostrando que no tenía la más mínima intención de probársela, se dio vuelta para mirarme al rostro y se puso serio.
"Bueno, dime de una vez qué mierda es lo que te está sucediendo?"
"Qué?" Pregunté sorprendido.
"Y no me niegues diciendo que no te pasa nada. Hoy cuando hablamos por teléfono me di cuenta que no estás bien y ahora que te veo, lo confirmo... qué te sucedió en el rostro? Vamos, comienza de una vez." Dijo poniendo ambas manos a cada lado de sus caderas en señal de espera.
Me hizo sonreír.
"Siempre va a ser así entre nosotros?" Pregunté fascinado totalmente con este muchacho.
"Espero que no, porque me gustaría mucho más que cuando tengas un problema, me llames para contármelo y no que yo tenga que darme cuenta que lo tienes, sin que tú me lo hayas confiado antes. O quieres que yo te haga lo mismo?" Dijo en tono de desafío. "Después no te enojes si..."
"Está bien, está bien." Interrumpí. Debía reconocer que Junior siempre tenía a la razón como aliada.
Le conté todo lo que había sucedido la noche anterior en el taxi de Raúl y la posterior reacción del gordo.
"Te pegó??? Tú estás loco??? Qué es lo que te pasa, Zesna?" Dijo retándome como si él fuera mi hermano mayor y sin ocultar su alteración. "Pero qué te sucede, brother? Tanta desesperación tenías por estar con ese gordo?"
"Junior, no lo pude evitar. Sé que me equivoqué. Es que me vino un impulso que no pude controlar por estar con él, y que..."
"Totalmente irresponsable!" Exclamó interrumpiéndome. "Pero eso creo que ya lo sabes. No debe ser ninguna novedad para ti. No es la primera vez que te lo digo, verdad?"
Mis ojos se llenaron de lágrimas.
"Junior, abrázame, por favor..."
Lo hizo sin hacerme esperar. Cobijé mi rostro sobre su voluminoso pecho y sentí cómo me acarició la cabeza con la mano y me regaló un beso en el mismo lugar.
EPÍLOGO
VIERNES 10:45 PM.
Con lágrimas en los ojos, escuchaba los alaridos de Raúl que se zarandeaba dentro de su taxi.
No podía creer que me hubiera rechazado de esa manera.
No podía creer que no había aparecido al otro día temprano para llevarme al taller.
No podía creer que ni siquiera se presentó para cobrar lo que yo le debía y que cuando me aparecí por el lugar donde él paraba, llevándole su dinero, lo tomó sin emitir palabra alguna.
No podía creer que después de lo que había hecho por él, prefería una y mil veces el servicio incompleto de La Pocha.
Qué fue lo que yo hice mal? Qué debería haber hecho?
Me era muy difícil de creer que me hubiera rechazado de esa manera.
Y todo por qué?
Porque se negaba a tener una relación homosexual, por más que esa misma relación le rindiera los frutos que se supone que esperaba y necesitaba.
No es ridículo?
Claro que lo es!
Dejé atrás el taxi debajo de los árboles y bajo los rayos de la luna, que se zarandeaba de derecha a izquierda en forma descontrolada. Dejé atrás los alaridos, gritos y gemidos del gordo que en esta oportunidad no intentaba disimular su satisfacción ya que estaba en compañía de la persona que lo volvía loco. Dejé atrás a Raúl definitivamente para no tener que volver a hurgar en esa herida abierta que tenía en el corazón y me encaminé a la ruta donde tenía mi vehículo estacionado al costado de la carretera.
Ridículo, realmente ridículo!
Pero soy consciente que de todos modos toda la culpa era mía y sólo mía. Ya tenía la completa certeza de que esto terminaría de un modo similar.
Estaba muy seguro de que todo iba a terminar invariablemente, mal para mí.
Una vez más!
Pero así es la vida, verdad?
FIN DE ESTE RELATO REAL.
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