Gordo de las 6 en punto (7)
ÚLTIMO CAPÍTULO: ÚLTIMA SÚPLICA. Ahora me puse a meditar sobre todo lo sucedido ese día. Había una pregunta que me hacía una y otra vez. Por qué?
GORDO DE LAS 6 EN PUNTO (7)
ÚLTIMO CAPÍTULO: ÚLTIMA SÚPLICA.
Encendí el motor del vehículo y mientras avanzaba lentamente, las lágrimas de mis mejillas no dejaban de rodar cuesta abajo.
Miré mis manos ensangrentadas, mi ropa hecha trizas, culo, espalda y todas las extremidades al igual que mi vientre lastimados, además de estar enlodado hasta las bolas.
Pero eso no era lo importante.
Ahora me puse a meditar sobre todo lo sucedido ese día.
Había una pregunta que me hacía una y otra vez.
"Por qué?"
Todo sucedió como si hubiéramos estado encima de la montaña rusa.
Todo en forma muy vertiginosa.
Imposible de detener.
El resbalón de Junior.
Por Dios!
No me lo podía quitar de la cabeza. Creo que nunca me olvidaré esa fracción de segundo en la que me había quedado grabada la cara que puso el muchacho cuando iba descendiendo como un tobogán hacia el precipicio.
No era cara de tristeza. Era cara como de estar pidiéndome perdón. Era cara como de estar diciéndome: "Zesna, lo siento mucho."
Mi pregunta, ahora que todo había quedado atrás, era: Cómo alguien que parecía ser un adorable gordito, puede de repente transformarse en un hijo de una grandísima puta?
Más lágrimas salieron como estampida de mis ojos y tuve que detener la marcha al costado del camino porque tenía toda la vista nublada.
Difícilmente fuera a volver a subir este cerro nuevamente en mi vida, y eso por más de un motivo.
En ese mismo momento, me odié por haber sido tan idiota todo ese fin de semana y no haberme dado cuenta de quién era en realidad la persona que decía ser mi amigo. Me odié por tan sólo haber estado pendiente de la credibilidad de todo lo que me había confesado, sin haberme percatado de que en realidad me estaba tratando como a un verdadero estúpido.
Eso me pasa por ser tan apegado a los gordos. Ya sabía yo que en algún momento uno de ellos se iba a aprovechar de mi bondad.
"La concha de mi madre!" grité.
Felizmente todo había terminado de la mejor manera para mí, y me alegré de haberme asegurado para que finalmente el gordo hijo de puta no se hubiera podido zafar de tener su merecido.
Me quité las lágrimas con el dorso de la mano y recordé el preciso instante en que la mano de Junior desapareció de mi vista.
En ese momento se me paró el corazón. Se me heló la sangre.
Me quedé petrificado sin poder atinar a reaccionar absolutamente de ninguna manera.
Un grito aún más desgarrador que el primero, abandonó mi garganta hasta dejarme literalmente sin aliento:
"Nooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooo!!!"
No me animaba a asomarme por la cornisa.
No podía siquiera pensar en ver el cadáver de mi amigo, posiblemente despedazado contra alguna roca al pie del cerro.
Yo había prometido a Eduardo que cuidaría de su muchacho.
Claro, quién iba a imaginarse que llegaríamos a enfrentarnos a algo semejante?
Quién podría haber presagiado siquiera tamaña pesadilla?
Y ahora?
Hubo un pequeño instante en que se me terminó el mundo.
Ni sonidos ni imágenes.
Todo quedó suspendido en el tiempo.
Se me paró el corazón. Se me cortó la respiración. Mi mente quedó en blanco. Mi cuerpo todo estaba temblando en forma espasmódica.
Me armé de valor, y fui lentamente a ver por sobre la última piedra.
Recién me percataba que el cinturón de Junior continuaba allí. Fui acercándome cuidadosamente, y con cada pequeño paso que daba, la visión que tenía del abismo se acrecentaba.
El grueso cinto estaba sin movimiento.
Y eso era extraño. Ni siquiera el viento fuerte que soplaba lo hacía zarandearse.
Estaba tirante.
Seguí con mi vista el cinturón, y de repente vi la mano derecha de Junior sosteniéndolo muy fuerte, y por debajo de ella, la izquierda.
Hasta ese momento estaba como resignado. Diría que hasta ido completamente, pero una serie de gemidos inaudibles de dolor me volvió definitivamente al lugar.
"Zesna, ayúdame, por favor!" Escuché balbucear al muchacho.
"Junior!" Alcancé apenas a pronunciar.
"Espero que realmente estos cinturones sean de buena calidad." Dijo sin disimular su temor.
El cinto de Junior estaba extremadamente tirante. Eso no sería problemas, porque estaba casi seguro que el grueso cuero iría a resistir el peso del muchacho. Mis dudas me golpeaban por otro lado. Ese mismo peso estaba a punto de vencer la rama que lo sujetaba.
"Por Dios santo!" Dije y miré atónito cómo el muchacho pendía sobre el precipicio, sostenido tan sólo con un único pie apoyado en el estribo formado con mi cinturón que continuaba unido por debajo del suyo, y abrazado con todas sus fuerzas a ese trozo de cuero, siendo consciente que tan sólo eso era lo que lo separaba de la muerte segura.
La cara desencajada de terror atroz del muchacho, que estaba hasta casi impedido de hablar por haberse quedado petrificado, me puso como loco y traté por todos los medios de buscar la forma de sacarlo de allí.
"Zesna, por favor!" Me decía gritando y viéndolo llorar de esa forma, por primera vez en mi vida. "No me quiero morir, Zesna. Por favor!"
Mi desesperación era inaudita. Mucho más que la de él mismo.
Intenté reforzar la rama que sostenía el cinturón agregando dos más grandes a cada uno de sus lados, que clavé en el barro lo más profundo que pude utilizando una piedra como martillo, y repartiendo el peso para evitar que aquella se partiera.
Cuando hube terminado con eso, me quedé satisfecho e instintivamente estiré mi brazo lo más que pude hacia él, hasta lograr rozarle el dorso de su mano. Le rogué encarecidamente que se sujetara de mi muñeca, de la misma manera en que yo se la había tomado a él.
Él había salvado mi vida y yo debía hacer todo lo posible para salvar la suya.
Miró mi mano durante unos instantes.
"No seas pelotudo, Zesna." Dijo entre sollozos. "Tú no podrás subirme como lo he hecho yo."
"Toma mi muñeca, carajo!" Le ordené.
"No!" Gritó.
"La puta madre que te parió, Junior!" Dije irritado y le grité ordenándole. "Toma mi muñeca!"
Dudó un instante más y como siendo víctima de un acto reflejo, tal vez reconociendo que en realidad era lo único que tenía por donde asirse, me tomó con timidez y yo cerré mi puño rodeando su propia muñeca lo más fuerte que pude. Al sentir mi mano asiéndolo fuertemente, él hizo lo mismo con la suya, y quedamos enganchados.
"Ahora somos uno sólo." Le dije, repitiendo el aliento que él me había dado a mí unos minutos antes. "Te juro por lo que más quiero en el mundo, que no te dejaré caer, Junior."
"Y qué es lo que más quieres en el mundo, Zesna?" Preguntó como víctima de un estado nervioso que buscaba distracción, al ser consciente que todo esfuerzo de parte de él sería inútil.
Mi respuesta nunca llegó, ya que grande fue mi sorpresa cuando comencé a resbalarme en forma muy lenta hacia él. Todo mi cuerpo seguía embadurnado de lodo, y éste oficiaba de lubricante para hacerme deslizar el cuerpo hacia el vacío.
"Junior, por favor!" Busca con tu otro pie un apoyo sobre la roca!" Dije desesperado. "Me estás arrastrando!"
"Ay, no!" Dijo llorando en forma desgarradora. "No me quiero morir, Zesna!"
"No te vas a morir, Junior." Dije para calmarlo. "Tan sólo busca ese apoyo que te digo, para que el peso sea menor."
"No me vas a poder sacar nunca de aquí, Zesna." Dijo consciente de la pura verdad.
"Espero que sí, sino nos quedaremos aquí en este maldito cerro, juntos y para siempre." Dije y miré a mi alrededor en busca de algo por donde sujetarme, ya que continuaba deslizándome muy lentamente hacia el abismo. "Junior, ya encontraste algún punto de apoyo?"
"No"
Comencé a buscar a tientas con mi pie derecho y me topé con un arbusto que me pareció bastante firme. Torcí todo mi cuerpo hacia él.
"Apúrate, o nos caeremos los dos..." Grité y me arrepentí inmediatamente de haberlo dicho.
Hubo silencio.
"Zesna, ... suéltame!." Dijo de pronto y sin dejar de llorar.
"Qué?"
"Que me sueltes! Yo me voy a caer inevitablemente, y tú no lo podrás impedir. No quiero que te caigas conmigo." Dijo.
"Estás equivocado, Junior. Estoy seguro que yo no podré impedir que te caigas, pero tú mismo lo harás. Intenta todo lo posible para sostenerte porque sino nos caeremos los dos, por favor." Dije intentando quitarme los pantalones con mi mano libre.
"No. Suéltame de una puta vez.!" Dijo con una voz que me rompió el alma.
"De ninguna manera!" Respondí.
Mientras controlaba la rama que aún sostenía el cinturón, que seguía firme pero muy doblada, lo que me hizo tener la certeza de que si no llegaba a partirse al medio no se desprendería ya que tanto Junior anteriormente, como yo hacía unos momentos, la habíamos asegurado muy bien, bajé mis pantalones hasta las tobillos e intenté pasar una de mis piernas por encima de un pequeño arbusto como para rodearlo con ambas y tener la prenda como tope en mis pies.
Me clavé algunas espinas por debajo de la rodilla, pero la desesperación obró como antídoto para el dolor.
"Por lo que más quieras... Por favor, déjame caer sólo. No quiero arrastrarte conmigo!" Suplicó entre sollozos.
"Ni lo pienses, Junior!" Respondí afirmándome aún más a su muñeca. "Voy a cumplir con mi juramento de no dejarte caer."
"Zesna, Suéltame. Yo no merezco tu amistad, y la verdad es que yo tampoco quiero la tuya." Dijo de pronto.
"Pero, qué estás diciendo? A qué te refieres? Por qué no?" Dije sin prestarle demasiada atención ya que no lograba pasar mi pierna al lugar que me proponía.
"Porque te odio!" Contestó.
"Qué?" Dije totalmente atónito, deteniendo mis movimientos y perdiendo por completo la concentración en lo que estaba haciendo y prestándole ahora toda mi atención al muchacho.
"Sí, te odio desde el día de mi cumpleaños. Desde el día en que te descubrí culeando a mi padre. No sé cómo alguien como tú que dice ser tan inteligente, aún no se había dado cuenta de ello."
Será posible?
"Pero qué estás diciendo?" Pregunté con una risa nerviosa, pero sin poder agregar más.
"Todo lo que te dije hoy, son reverendas mentiras. Una tras otra. Yo no puedo creer que seas tan idiota, Zesna. En realidad no lo parecías. Al menos, no tanto. Cómo pudiste creerme semejantes barbaridades? Después de cada cosa que inventaba, y luego de mirar tu rostro asombrado, me cagaba de risa por dentro. Me decía cómo mierda puede creerse todo esto? Nunca creí que fueras tan ingenuo. No existe Ernesto, no existe Javier. Cómo pudiste creer todo eso tan exagerado y estúpido."
"No es cierto." Dije completamente desconcertado. "Dime que lo que me estás diciendo ahora mismo es mentira. Por favor, Junior. Dime que no me has mentido de esa forma. Dime que eres la persona que pensé que eras y que puedo confiar en ti." Mi súplica era legítima. Rogaba porque todo el sentimiento mutuo que habíamos compartido ese fin de semana, finalmente no fuera fingido de parte suya, y equivocado de la mía.
Quería que todo lo vivido hubiera sido cierto y sincero.
Deseaba con todo mi ser, que fuera así.
Lo necesitaba.
"No sólo que lo que te digo ahora es verdad, sino que yo fui el que le hizo una zancadilla a mi padre para que se matara. Ese hijo de puta! Cómo se va a dejar culear por otro macho? Cómo le va a chupar la pija a otro hombre. Es una pena que no se haya matado. Se lo hubiera merecido por puto. Supongo que si pusiera un prostíbulo con una sola cama y él encima de ella con las piernas bien abiertas para que todos los hombres de la ciudad lo culearan aunque sea por un par de horas al día, te aseguro que se llenaría de plata sin necesidad de trabajar en nada más."
"Dios mío! Qué estás diciendo, bebé?" Dije sin poder dar crédito a mis oídos y aflojando inconscientemente todos mis esfuerzos.
"Lo que escuchas. Nunca pensé que a mi padre le gustara tanto la leche, ni que fuera un gordo puto chupapijas. Además, yo no puedo ser amigo de un hijo de puta como tú. Hoy te he mentido en absolutamente todo lo que te he dicho porque te odio y odio a mi padre maricón. Y no me digas bebé. La concha de tu madre! Cómo piensas siquiera que yo podría ser amigo de un puto inmundo como tú?" Gritó denotando estar como poseído por el mismísimo demonio y sin dejar de llorar.
"No, Junior, por favor. Te lo ruego... Dime que me estás mintiendo en este momento. Que esto que me estás diciendo ahora no es verdad. Te lo suplico, no me hagas esto!" Dije desesperado mientras mis lágrimas se mezclaban con el barro de mi rostro.
"Ojalá lo estuviera haciendo, pero no. Lo que te digo ahora es la pura verdad. No puedo seguir ocultando más cuánto te odio. No creas que me he olvidado que por tu culpa se murió Rómulo. Él era mi perro preferido, hijo de mil putas! No sabes cómo me gustaría morirme de una vez, para no tener que seguir compartiendo el aire que respiro con una basura como tú." Volvió a gritar con todas sus fuerzas.
Lentamente una furia tremenda me fue abrazando desde dentro hacia afuera.
Es increíble cómo de pronto se pueden borran de la mente muchas cosas hermosas que habíamos compartimos; cómo se pueden olvidar todas las cosas lindas que nos dijimos uno al otro y cómo los sentimientos del momento pueden lograr cambiar en forma repentina, absolutamente todos los colores de lo que nos rodea.
No puede ser!!!
Todo era mentira!!!
Hasta los sentimientos???
Se me vino la noche. Es como que el cielo parcialmente nublado se hubiera puesto completamente negro víctima de algún eclipse total imprevisto. En ese preciso instante, comencé a sentir por él, una frialdad que me asustó. Me parecía un extraño total. Qué estaba haciendo yo allí? Mi vida estaba peligrando intentando salvar a un hijo de puta como él. Me vino un impulso tremendo de soltarlo. Más que soltarlo, patearle la cabeza con mi pie.
Qué hijo de puta!!!!
Cómo podría siquiera pensar en estar arriesgando mi vida por un monstruo como él. No me importó en absoluto el destino que pudiera tener a partir de ese momento. Me olvidé por completo de todos los sentimientos que había sentido por él hasta ese instante. Deseé con todo mi ser que se cayera a la mismísima mierda por haber sido tan...
"Ahora suéltame de una buena vez."
"Qué?" Pregunté.
"Que me sueltes de una puta vez.? La reconcha de tu madre, es que no entiendes una mierda de lo que te digo?" Gritó.
"La puta que te parió, mocoso mal educado de mierda! No te voy a dar ese gusto. No vas a librarte de mi odio de esa forma tan sencilla." Dije enfurecido y lo sostuve aún más fuerte. "Lograste apoyar tu pie sobre algo?" Pregunté.
"Qué? No me vas a soltar?" Preguntó sorprendido.
"No, carajo! Tu treta no te dio resultado. Finalmente te tendrías que dar cuenta que soy algo más inteligente de lo que tú supones. No te mereces en lo más mínimo que esté arriesgando mi vida por ti, pero voy a hacer todo lo posible para evitar que te caigas. Me gustaría pensar que vas a tener todo el resto de tu inmunda vida para arrepentirte por todas las mentiras que me has dicho este fin de semana y de todo lo que le has hecho a tu propio padre. Quiero que sepas que me decepcionaste como amigo, y como persona. Nunca conocí a alguien más hijo de puta que tú." Le contesté. "Qué hay con ese apoyo que te pedí?"
"Sigo intentándolo." Contestó sin agregar más comentarios.
Mi brazo estaba acalambrándose y extrañamente no tenía ningún tipo de temor de que éste se saliera de lugar. No era consciente en lo más mínimo del dolor en mi hombro, que se supone que se debería sentir en estos casos. Tan sólo estaba concentrado en evitar que este hijo de puta se cayera.
Era increíble! Finalmente esta basura humana me estaba haciendo experimentar un estado de ánimo que desconocía por completo. Nunca había odiado a nadie, y ahora tenía ese sentimiento muy fuerte y por primera vez hacia él, que había sido mi amigo hasta ese momento. No, rectifico, que había sido mi amigo hasta el momento en que él mismo decidió inundarme con toda esa sarta de mentiras.
Al final, debía reconocer que el amor y el odio son dos caras de una misma moneda. Qué te hace odiar tanto a alguien a quien un segundo antes amabas con la misma fuerza?
Junior se encargó en una fracción de segundo de dar vuelta esa moneda, y lamentablemente, ya no había retorno.
Juro que pensé en más de una oportunidad que debería soltar a ese pendejo mal parido. Que no debía estar arriesgando mi vida por esa bazofia humana. Que todos los epítetos de desprecio que se me ocurrían en ese momento hacia esa mole enferma y malintencionada que estaba pendiendo del abismo, quedaban realmente en desventaja comparándola con el sentimiento de odio que me abrazaba en lo más íntimo de mi ser.
De todos modos, pensé que lo peor para él en ese momento, sería tener que seguir viviendo con esa carga sobre su conciencia. En realidad hasta dudaba sinceramente que alguien que fuera capaz de intentar matar a su propio padre, pudiera tener algún tipo de conciencia. Tan sólo por eso, me hice más fuerte y decidí que iba a hacer todo el esfuerzo posible para no dejarlo caer; por lo menos hasta donde yo pudiera soportarlo. Me dije a mí mismo que no dudaría ni un segundo en terminar soltándolo, si mi propia vida corría extremo peligro. Me refiero que aguantaría hasta el último instante, y que no vacilaría en dejarlo caer si me viera a un paso de irme yo mismo con él, y que lo miraría despeñarse con tristeza, pero que sinceramente no me quedaría ningún remordimiento por el resto de mi vida por haberlo hecho.
Pensé en un segundo acerca de la promesa que le había hecho a su
padre.
"Cuida a mi hijo!" Me había pedido.
"Sigue cuidando a mi hijo!" Me había recordado por teléfono.
Dios!
Cómo Eduardo podía vivir bajo el mismo techo con un desconocido total. Porque estoy harto convencido de que mi gran amigo no tiene la menor idea de la calaña de inmundicia que tenía como hijo. Pero repentinamente me vino a la mente algo que me hizo temer por el futuro de esa amistad que tenía con Eduardo.
Con qué rostro volvería a mirarlo a los ojos, si su hijo terminara finalmente despedazándose mientras caía por el precipicio del cerro?
Por más que su propio hijo fuera un ser malévolo, no creo que esa fuera una excusa para darle.
"Lo dejé caer porque Junior era una basura!"
No, definitivamente creo que le sería casi imposible poder creerme.
"Qué hijo de puta!"
Si hasta lo había llamado por teléfono en plena madrugada para decirle lo mucho que lo quería.
La puta madre que lo parió!
Había logrado engañarnos a todos con su pantomima. Finalmente era verdad lo que mi abuelo suponía, le había hecho la zancadilla para dejarlo caer por las escaleras.
Lo miré otra vez para soltarlo, completamente inundado de ira.
También me vino a la mente, el juramento que le había hecho hacía unos instantes:
"Te juro por lo que más quiero en el mundo, que no te dejaré caer, Junior."
Pero quién mierda me obliga a mí a estar haciendo promesas a gente que realmente no se lo merece?
Cómo puedo ser tan idiota?
Decidí cancelar mi juramento en ese preciso momento. Alguien de su calaña, realmente no me iba a dejar un complejo de culpa posterior.
Miré a sus ojos.
Sus ojos me estaban suplicando.
No lo pude hacer.
Maldito bastardo!
Zesna, suéltalo! Eso que está allí colgando no es un ser humano!
Mi mente casi explota por el conflicto interno que se desataba dentro de mi cabeza. Era como que la lucha se desenvolvía ferozmente entre puñetazos y puntapiés salvajes dentro de mi cerebro, y yo era consciente de cada uno de esos golpes.
Sinceramente me dolían esos golpes.
Y mucho!
Volví nuevamente a la realidad.
Entonces, tan sólo teniendo presente a Eduardo padre, y estando seguro de que debería ser él mismo la persona adecuada para darle el castigo que creyera pertinente, decidí volver a concentrarme en intentar no dejarlo caer, y no conforme con tener enganchado mi mano derecha con en la suya, enrosqué mi muñeca izquierda en el cinto y le tomé la mano fuertemente con la mía.
"Qué haces? Ya encontré una piedra que sobresale. Pero no sé cuánto tiempo podrá aguantar mi peso sin salirse del lugar." Dijo y sentí un poco de alivio en mis brazos.
"Junior quiero que entiendas que esto que estoy haciendo es tan sólo por tu padre, para darle la oportunidad de que te dé tu merecido por lo que le has hecho. Tú no mereces ni siquiera que yo haga el menor intento para impedir que te caigas. Después, posiblemente tú y yo tendremos tiempo para conversar largo y tendido, aunque no sé realmente si tendré ánimos como para seguir escuchándote todas esas mentiras que dices todo el tiempo; Hasta te diría con total certeza, que no quiero volver a verte nunca más en mi vida después de que salgamos de aquí, pero a partir de ahora, somos uno sólo. Así que más vale que hagas un esfuerzo para evitar caerte. Entiendes lo que te digo?" Pregunté aferrándome más fuertemente a su muñeca.
"Creo que sí!" Confesó casi como un susurro.
"Luego hablaremos de lo que acabas de decirme hace unos momentos. Ahora olvídate de ello, ya que quiero toda tu concentración. Necesito que estés totalmente atento para que puedas buscar una forma de salirte de allí." Dije y agregué. "Junior, yo no puedo hacer mucho más por ti. En realidad, aunque pudiera, no sé si quisiera hacerlo. Pero el hecho es que debes hacerlo tú sólo."
"Lo siento, Zesna!" Dijo aún llorando. "Yo tampoco puedo hacer más!"
Tenía toda la razón.
No sentía ya mi hombro, mi pierna derecha estaba plagada de espinas, mi muñeca estaba a punto de dislocarse y el esfuerzo de mi cuello, en medio de tanta tensión, me estaba matando. Pero eso no era lo peor.
Lo peor era que mi ex gordo amigo estaba a punto de caerse.
Él estaba realmente perdido.
Mi mente iba hamacándose intermitentemente entre dos pensamientos opuestos, que debería soltarlo en ese instante, y al cabo de unos segundos tenía lástima por él y me decía que aún podía aguantar unos momentos más con mi intento de sostenerlo.
De todos modos, sabía fehacientemente el desenlace de todo esto, a menos que lo salvara un milagro.
Escuché cómo Junior comenzó a rezar en voz alta.
"Qué hijo de puta!" Pensé. "Hay que ser un sacrílego de la gran puta para invocar a Dios después de haber hecho todo lo que hizo."
Sin embargo, y no pudiendo resistirme, de repente me vi rezando a dúo con él, aunque en silencio, siendo consciente de que no podía hacer más nada por él que esperar por algo realmente inesperado.
Algo sobrenatural, tal vez?
Pero qué estoy diciendo?
Debo dejar de ver películas fantásticas, ya que me nublaban la razón en momentos como éste.
Sin embargo, no conforme con mis rezos, hice algo más.
Normalmente, las personas que somos creyentes hablamos con El Padre Celestial únicamente cuando estamos en dificultades, tan sólo para pedirle algo. Bueno, esa es la naturaleza del ser humano. En esos momentos, no fue la excepción, le supliqué a Dios que nos permitiera a ambos salir ilesos de ésta, que no le permitiera morir a ese hijo de puta, para que me pagara en vida todo lo que me había hecho sufrir ese fin de semana, y le juré que si me daba ese gusto, nunca más por el resto de mi vida le iba a pedir alguna cosa más. Le prometí que si evitaba que Junior se cayera al vacío, eso iba a cancelar toda futura obligación, si es que se supone que Él la podría tener, para otorgarme algún otro pedido mío.
O sea, que en mi mente dolida pensaba que si por derecho me corresponderían una determinada cantidad de solicitudes más como para hacerle por el resto de mis días, todas las restantes se cancelarían automáticamente si me concedía tan sólo esta única.
Estuve en esa misma posición por más de veinte minutos, escuchando únicamente la respiración agitada del muchacho y la mía propia. No emitimos más palabras, tan sólo por el hecho de evitar gastar inútilmente más fuerzas. Aunque en realidad lo único que quería decirle en esos momentos eran insultos y puteadas.
La situación permanecía incambiable.
Hasta cuándo podría seguir soportando todo esto?
Qué era lo que estaba aguardando allí?
Mis piernas continuaban abrazando el arbusto en forma desmedidamente fuerte, y teniendo a mis pantalones como tope por si me zafaba. Un par de espinas estaban clavadas en mi tobillo izquierdo; mis brazos estirados seguían sosteniendo parte del peso de Junior y ambos nos aferrábamos mutuamente por las muñecas con ambas manos.
El muchacho estaba pendiendo con un pie sobre los cinturones enganchados, y con el otro apoyado sobre una piedra que sobresalía del cerro.
"Maldita la hora que se me ocurrió subir a este lugar de mierda!" Exclamé con el grito más fuerte que pude emitir. "La putísima madre que me parió!"
"Quién es el hijo de puta que ha encendido fuego en este sitio?" Escuché a lo lejos.
"Auxilio! Socorro!" Comencé a gritar desesperado. "Ayuda! Estamos aquí!"
"Esto que están haciendo es un delito!" Continuaba gritando la persona.
"Auxilio! Ayúdenme, por favor!" Suplicó Junior desde allí abajo.
"Socorro!" Gritamos casi a coro una vez más como para ubicar a la persona que nos buscaba.
Unos instantes más tarde apareció el señor alto y robusto de camisa a cuadros que habíamos visto antes de subir al cerro.
"Pero qué se piensan ustedes que..." Y se detuvo apenas vio el escenario en que nos encontrábamos.
"Por favor, Necesito ayuda!" Le supliqué.
"Santo cielo! Qué sucede?" Preguntó y apenas tomó conciencia del panorama, apoyó su mochila en el piso, extrajo una soga y lo ató a uno de los árboles que estaban bastante distanciados de donde nos encontrábamos.
Una vez que hizo eso, fue sosteniéndose por la misma, hasta que llegó bajando por la pendiente pronunciada hacia donde yo me encontraba. Lo hizo en forma muy lenta para evitar resbalarse.
"No!" Le dije. "A mi, no. Ayude a este muchacho." Le pedí señalando con la cabeza al precipicio.
El hombre caminó apoyando todo su cuerpo en cada paso que daba y se asomó por la cornisa. Apenas vio a Junior, se horrorizó.
"Dios mío!" dijo con cara de espanto.
Seguramente no recordaba el tamaño de mi acompañante.
Soy consciente que por lo menos involuntariamente, ni siquiera pensé en volver a llamarlo "amigo" nunca más.
"No podré sacarlo yo sólo. Necesitaremos más ayuda!" Dijo. "Crees que podrás aguantar un poco más?" Le preguntó a Junior notando en ese momento que yo tenía los pantalones bajos. "Creo que tengo alguna soga más en la mochila." Dijo y volvió hacia ella.
Rodeó otro tronco cercano con la segunda cuerda y la aseguró con varios nudos. Efectivamente, el hombre sabía lo que hacía.
Hizo otra serie de nudos en la otra punta de la soga y la lanzó al abismo.
"Crees que puedes sostenerte de la cuerda, chico?" Le preguntó a Junior. "Trata de enrollarte en ella, que está firmemente asegurada."
"Sí... Creo que sí!" Contestó.
Sentí el momento que absolutamente todo el peso del muchacho pasó a la cuerda. Se me alivió el brazo y el hombro por completo. Tuve la certeza que ahora el gordo estaba mucho más seguro. Pero ni aún ese hecho hizo que yo, aunque más no fuera en forma absolutamente inconsciente, soltara su muñeca derecha. No sólo eso, sino que mi mano se apretó más fuerte todavía a ella, y sentí que él hizo exactamente lo mismo con la mía. Ahora me vi inundado de un traspaso de energía que iba y venía de un cuerpo a otro. Es extraño, pero eso no lo había sentido en ningún momento anterior mientras estuvimos tomándonos de las muñecas. Para ser sincero, esa energía que estaba acostumbrado a sentir en cada ocasión que tocaba a un hombre gordo, por esta vez, me sorprendió por primera vez en mi vida.
"Eres un monstruo, Junior!" Pensé, pero fui consciente que la energía que enviaba y recibía, no correspondía a ese sentimiento.
"Cómo pudiste hacerme esto? Te estaba creyendo en absolutamente todo lo que me habías dicho, Junior. Absolutamente todo. Si hasta pensé que me querías de verdad!"
Inconscientemente estaba contento de que finalmente Junior no se hubiera caído. Y por más que tengo claro de que no soy una mala persona, mi rostro no demostraba aquel estado de ánimo. Mis lágrimas comenzaron nuevamente a inundar mis sucias mejillas.
El hombre extrajo una linterna de su mochila, y empezó a prender y apagar la luz en dirección hacia el pie del cerro.
Yo lo miraba hacer su trabajo sin poder abrir la boca, pero ahora sintiendo dolores punzantes por todo alrededor de mi cuerpo. Mi rostro denotaba furia, dolor, cansancio, asombro, sorpresa...
"Clave morse!" Dijo y sonrió.
Pero mi sorpresa no era por eso, sino porque Junior me lo había anticipado antes de salir para el cerro.
"Eres un irresponsable!"
"Soga, linterna, fósforos!"
Unos veinte minutos más tarde, aparecieron cuatro muchachos bastante grandes y juntos lograron sacar al muchacho del abismo.
Hasta que Junior no estuvo parado frente a mí, yo no quité mi mano de su muñeca. No sé por qué, supongo que lo hice por todo el afecto que había tenido por él hasta hacía menos de una hora.
Lo primero que hizo el muchacho apenas salió de allí, fue intentar fundirse conmigo en un abrazo que rechacé completamente, dándole la espalda en forma terminante.
Ahora estaba mirándome las manos ensangrentadas que sostenían el volante de mi automóvil.
No podía creer que toda esa pesadilla había acontecido en realidad. Parecía que habíamos sido víctimas de un mal sueño. De la peor pesadilla.
"La concha de mi madre!" grité.
Felizmente todo había terminado de la mejor manera para mí, y me alegré de haberme asegurado para que finalmente el gordo hijo de puta no se hubiera podido zafar de tener su merecido.
Miré al asiento del acompañante, y Junior estaba lloriqueando y tembloroso.
Lo miré con algo de desprecio, prestando atención a todo su cuerpo.
Casi toda su ropa estaba destrozada al igual que la mía, y también todo su cuerpo visible, ensangrentado. Sin embargo, no me importaban sus heridas, sino las mías. La poca indumentaria que nos quedaba sana, estaba terriblemente llena de barro.
Comencé a reír a las carcajadas, víctima de los nervios.
"Espera nomás a que se entere tu padre..." Dije, pero el muchacho obviamente no acompañó mi alegría.
Encendí nuevamente el vehículo y proseguí la marcha.
Estuvimos en la policlínica por espacio de una hora, donde nos asistieron debidamente.
Llegamos a mi casa pasadas las 2:30 PM y le dije que se fuera a duchar primero para sacarse todo el barro que tenía.
"No puedo sólo, recuerdas?" Me dijo con sus ojos llenos de lágrimas.
"Me importa una mierda!" Le grité enfurecido.
Creo que ese sentimiento no se me iría a esfumar nunca más en mi vida.
"Si no puedes, tan sólo deja correr el agua sobre ti." Agregué.
Era increíble cómo aún algo de lo que hiciera este muchacho lograba tener algún impacto en mí. Sus lágrimas casi me vuelven a convencer de que debía correr a abrazarlo.
Pero por suerte, mi corazón ya se había endurecido, y nada de lo que él hiciera o dijera, iba a cambiar ese sentimiento de odio, indiferencia y frialdad que ahora tenía hacia él.
Junior entró al baño y cerró la puerta tras de sí.
Escuché la ducha, pero ésta casi se vio acallada por el llanto desesperado del chico. Un llanto interminable de quien había sido mi amigo hasta esa mañana. Un llanto que duró los quince minutos que la lluvia lavó su cuerpo mugriento.
No podía creer que aún continuara intentando hacerme partícipe de otra de sus farsas.
Pero no podía evitar pensar en qué gran actor se estaba perdiendo Hollywood.
Salió del baño y fue hacia su dormitorio portando tan sólo una gran toalla sobre sus hombros y en total silencio, salvo por sus constantes lloriqueos, mientras me dispuse entrar para ducharme yo.
Tan solo dejé correr la lluvia caliente sobre mi cuerpo.
Cuando finalmente dejé el baño, Junior estaba sentado dentro de su cama, con las sábanas cubriéndolo hasta su panza y con la toalla aún en el mismo lugar sobre él.
"Zesna!" Dijo sin dejar de llorar. "Tengo que hacer una llamada por teléfono."
"Qué??? Vas a volver a llamar a tu padre para mentirle nuevamente diciéndole lo mucho que lo quieres?" Dije volviéndome a enfurecer. "Mentiroso de mierda!!!
Me dispuse a abandonar la habitación.
"No." Contestó sin dejar de llorar. "Por favor, me gustaría que no te fueras mientras hablo."
"Qué?" Pregunté. "Tú no tienes derecho a pedirme más nada."
"Por favor... Mira, Zesna. Este fin de semana he tomado algunas decisiones." Comenzó diciendo. "De acuerdo a todo lo que ha sucedido aquí, en primer lugar tengo que comunicarte que ya no quiero que seamos amigos."
"Qué?" Dije estupefacto. "Que tú decides? Pero quién carajo te crees que eres? Eres un caradura. Lo único que faltaba ahora es que ignores completamente todo lo que me has dicho en el cerro. En todo caso el que decide no ser amigo tuyo, soy yo. Definitivamente no quiero ser amigo de una mierda como tú."
"Esa no es la única decisión que he tomado este día, Zesna. " Dijo ignorando completamente lo que yo acababa de decir. "Entiendo perfectamente cómo te sientes. Sé que has estado dudando una y otra vez acerca de todo lo que te he contado este fin de semana, y no quiero que te quedes con ningún tipo de sospechas acerca de mí." Dijo mientras echó un vistazo a su reloj que marcaba las 3:11 PM.
"Es que ya no tengo dudas acerca de ti. Ya estoy completamente seguro que tú..."
"Puedo hacer esa llamada telefónica?" Me interrumpió.
"Sí." Dije sin entender nada de lo que estaba ocurriendo allí. Él estaba ignorando completamente lo que yo le decía. Como si no tuviera ninguna importancia lo que yo pensara de él.
Sin salir de dentro de las sábanas, tomó el aparato telefónico de sobre la mesa de luz, lo puso sobre sus piernas y comenzó a marcar una serie de números.
"Zesna, me gustaría que escucharas esta conversación." Dijo y me hizo señas para que me acercara, ya que se refería a que escuchara también a la persona que le iba a hablar a él, directamente del tubo.
Continuaba sin entender absolutamente nada, así que acerqué mi oído al auricular.
"Hola?" Dijo una voz extremadamente gruesa del otro lado del aparato.
"Hola, Ernesto?" Preguntó mi amigo.
"Sí. Hola, Eduardito...pensé que hoy no iba a escuchar tu dulce vocecita. Qué sucede que estás llorando?"
Comencé a experimentar un calor dentro de mí, imposible de describir.
"No, nada."
"Quieres que te pase a buscar, mi bebito?" Preguntó la voz. "Me muero por chuparte todito. Te extrañé mucho esta semana y me gustaría..."
"En realidad, Ernesto... Le llamaba para comunicarle que no quiero que nos veamos más." Interrumpió Junior.
Mi sorpresa era total.
"Qué?...Pero, por qué? Qué fue lo que sucedió? Creí que estaba todo bien entre nosotros." Preguntó la voz denotando estar completamente sorprendida.
"Sí, está todo bien. Pero yo necesito algo más que tener a alguien sólo para vernos los domingos." Explicó.
"Ya hablamos del tema. Por favor, Eduardito, no me hagas esto. Te necesito, bebito querido." Rogó el hombre.
A pesar de no dar crédito a mis oídos, era muy gracioso escuchar a un hombre con esa voz potente y gruesa, hablando continuamente con diminutivos cada vez que se refería a Junior.
"Lo siento. En verdad lo siento, Ernesto."
Lentamente comencé a entender algo, y en realidad me sentí muy mal por haber dudado acerca de Junior, al menos en lo referente a este tema. Ahora me estaban quedando claras algunas cosas a pesar de que seguía desconcertado. Pero lo que escuché a continuación, impidió que desviara la atención a ese llamado.
"Estás seguro de lo que dices?" Preguntó la voz del otro lado del tubo, cambiando a un tono bastante más autoritario.
"Sí, totalmente." Contestó Junior con absoluta firmeza.
"Pues, no te pienses que te vas a liberar tan fácilmente de mi,
mocoso maleducado de mierda." Dijo ante el sincero asombro total reflejado en el rostro de Junior que se vio totalmente sacudido por el cambio de tono repentino de su interlocutor.
Para ser sincero, yo mismo me quedé mirando sin ser capaz de reaccionar de modo alguno. Una sorpresa me golpeaba atrás de otra ya que en un intervalo de menos de un segundo, la voz dulce se transformó de pronto en ladridos salvajes.
"Qué?" Atinó a preguntar el muchacho sin siquiera intentar esconder su sorpresa.
"Que no te va a ser tan fácil deshacerte de mí, hijo de mil putas. Me usaste a tu antojo y te piensas que me vas a botar a la basura cuando a ti te venga en gana? Apróntate y espérame que en media hora te paso a buscar por el lugar de siempre, mocoso de mierda. Además te tengo una noticia, a partir de hoy voy a ser yo el que te rompa el orto a ti. Te tengo ganas desde el primer día. Ya me tienes cansado de negarte todo el tiempo. Ya vas a saber lo que es tener a tu padre introduciéndote la pija por el culo y llenándote de leche por todos lados. No te imaginas lo mucho que ansío que llegue el momento de agrandarte el agujero y enterrártela hasta el fondo, la puta madre que te parió. Hoy finalmente te voy a destrozar ese ojete apretadito que tienes." Dijo completamente alterado.
"Creo que usted no me está entendiendo correctamente..."
"El que no entiende correctamente eres tú, puto de mierda." Interrumpió gritando. "Quién carajo te piensas que eres? A partir de ahora no se va a hacer más lo que tú digas. Veo que respetándote no logro más nada que idioteces de tu parte. Escúchame bien, pendejo maleducado, espero que hoy sí me la chupes hasta hacerme vaciar en tu boca y te tragues mi acabada, porque sino te voy a hacer mucho daño. A partir de este día se la vas a chupar a tu papito, te guste o no, entendiste?"
Intenté quitarle el tubo de la mano para contestarle a ese hijo de puta como se merecía, pero Junior me lo impidió, negando con la cabeza.
"Ernesto. Usted y yo no nos vamos a ver nunca más. A ver si lo entiende de una buena vez." Dijo mi amigo sin perder la calma.
Le admiré ese control que tenía y que no perdió en ningún momento, como ciertamente me había sucedido a mí.
"El que no entiende eres tú, mocoso insolente. Tú no eres más el que tomas las decisiones. Sólo te lo permitía porque te portabas bien, pero veo que ahora no estás ni siquiera en condiciones de siquiera opinar. Si no estás en el lugar acordado en media hora, te vas a arrepentir. Si tan solo se te ocurre dejarme plantado, ve reservando una habitación en un hospital."
"Usted me está amenazando?" Preguntó hablándole siempre con respeto.
"No, sólo te estoy informando."
"Espero que cuando se le pase el enfado, piense muy bien lo que va a hacer." Comenzó diciendo el muchacho. "Nosotros dos no nos vamos a ver nunca más. Lamento que esto termine así. Había disfrutado mucho de su compañía, pero ahora me doy cuenta del error que estuve cometiendo desde el primer momento."
"Quién mierda te piensas que eres tú, para darme consejos a mí, pendejo maleducado?" Preguntó preso de ira.
"Escúcheme bien, porque no se lo voy a repetir dos veces." Dijo en forma muy pausada y el hombre hasta contuvo la respiración para no perderse de lo que venía a continuación. "Si por alguna de esas casualidades se le ocurre tan sólo intentar llevar a cabo sus amenazas, espero que su mujer esté al tanto de lo que usted ha estado haciendo los domingos por la tarde, porque sino, estoy seguro que ella se va a ver infinitamente sorprendida."
El sorprendido sin lugar a dudas, también era yo, por la manera como el muchacho estaba manejando un tema que casi se le escapaba de las manos, sin siquiera alterarse ni por un solo segundo. Por más que era evidente que no se esperaba en absoluto la reacción violenta de ese tipo.
Junior tenía una seguridad encima que raramente había visto antes siquiera en una persona adulta, y por supuesto que muy difícil de explicar en palabras. Era como que tuviera un as escondido en la manga, esperando el momento más adecuado para mostrarlo y que hasta a mí mismo me resultaba totalmente imposible poder adivinar cuál podría ser su próxima jugada vencedora.
"Te voy a matar hijo de una grandísima puta!" Aulló completamente fuera de sí.
"Bueno, espero que ni siquiera se le vaya a ocurrir intentar hacerme sombra cuando nos crucemos por casalidad, porque no se lo aconsejo." Siguió diciéndole.
"Cuando te ponga una mano encima, te voy a matar, la concha de tu madre!" Dijo totalmente descontrolado.
"Espero que no, porque si algo me llegara a suceder a mí, será mi hermano el que se encargará de hablar con su esposa." Dijo tranquilamente.
"Hermano, qué hermano?" Preguntó con sorpresa. "Eres tan hijo de puta y mentiroso que ya no sabes ni lo que dices. Yo sé perfectamente que tú no tienes hermanos. Eres hijo único. O me quieres tomar el pelo?"
"No tenía hermanos hasta hoy, pero ahora, sí lo tengo." Contestó.
"Veo que me estás tildando de estúpido." Dijo furioso.
"En absoluto... Es más, él ha estado escuchando toda esta conversación." Le informó y me ofreció el tubo.
No podía salir de mi asombro. Lo miré a los ojos y se me nublaron, lo que impidió que continuara viéndolo con claridad.
"Hermano? Yo?" Dije susurrando apenas para mí.
Tomé el aparato de la mano de Junior, y apenas acerqué mi oído al auricular, adiviné el nerviosismo expectante que tenía la persona que se hallaba del otro lado de la línea.
"Hola?" Atiné a decir, escuchando su respiración demasiado agitada.
"Hola! Quién mierda está hablando?" Me preguntó en forma violenta y amenazadora.
"Me alegro enormemente que Eduardo haya decidido no verse más con un tipo como tú." Dije cuando tomé el control de mis sentimientos, y haciendo un esfuerzo enorme de contenerme y no putear a ese idiota a los gritos. "Realmente me gustaría que siquiera intentaras mirarlo feo mientras camina por la calle, ya que si te atreves a hacer tan sólo eso, personalmente me encantaría, además de romperte el culo, pero a las patadas, de ir a contarle a tu esposa cómo te gusta hacerte dar por detrás; y tampoco vacilaría ni un solo segundo en ir a hacer una denuncia a la policía, porque quien hace sobre otra persona lo que tú has hecho con mi hermano, deja en evidencia que eres un enfermo mental." Dije ante la sonrisa de aprobación de Junior.
"Pero... hermano, qué hermano?" Balbuceó apenas en forma audible sin ocultar su sorpresa.
No hubo más comentario del otro lado del auricular. Ni siquiera quise imaginarme la cara del tipo, ya que la sorpresa debería estar asfixiándolo.
Junior volvió a tomar nuevamente el tubo.
"Lo siento, Ernesto. Yo no quería que todo terminara así. Pudimos haber sido amigos. Pero ahora, la verdad es que no quiero ni eso." Le informó con algo de tristeza.
"Eduardito, perdóname... Soy incapaz de hacerte daño. Tú lo sabes, verdad?" Dijo el hombre visiblemente asustado y con un evidente cambio de tono y de actitud, que sonó verdaderamente a desesperación ante la posibilidad de que su esposa pudiera enterarse acerca de sus perversiones.
"No se preocupe, Ernesto y duerma tranquilo, ya que no es mi intención hacer absolutamente nada para perjudicarlo." Dijo confirmando, por si había alguna duda, que a pesar de que él era el que tenía la sartén por el mango, quiso sin embargo quitarle el temor que evidentemente podría tener al respecto. "A menos que me vea obligado, por supuesto." Agregó.
Acto seguido, y luego de despedirse amablemente, Junior colgó la comunicación.
Me miro y sonrió.
"Estoy muy seguro que este tipo no me va a molestar más." Me informó. "Hasta pareciera que tú y yo somos el dúo dinámico." Dijo y rió, pero a mí me emocionó hasta las lágrimas.
"Junior, ... entonces era verdad todo lo que me habías contado ayer acerca de Ernesto? Y supongo que también debe ser verdad lo de Javier, su hijo? Pero por qué me mentiste allí arriba?" Pregunté y me horroricé por todo lo que pensé de él, lo que le dije y por lo que estuve a punto de hacer allí en el cerro. "Eso quiere decir que tampoco tiraste a tu padre por las escaleras?"
"Ya te lo había dicho antes: soy incapaz de lastimar a mi papá." Dijo tan solo. "Es que tú no escuchas."
Colocó el aparato de teléfono nuevamente sobre la mesa de luz.
"Ven aquí que tenemos que hablar." Me pidió y corrió las sábanas para que me metiera dentro de la cama con él.
Lo hice sin pensarlo y me abrazó muy fuerte.
"Zesna. Todo lo que escuchaste allí arriba en el cerro cuando me estaba por caer, fue la única mentira que te dije en mi vida."
"Pero, por qué???"
"Fue lo más verosímil que se me ocurrió en ese momento para que cambiaras rápidamente el concepto que tenías sobre mí, me odiaras y me dejaras caer, evitando así arrastrarte conmigo en la caída." Dijo sin dejar de expulsar lágrimas de sus ojos.
"Tú estás loco!" Mis propios lagrimales estaba en actividad. "Casi te suelto, Junior."
"No. Nunca antes estuve más cuerdo que ahora. No me importa mi vida tanto como la tuya. Nunca me hubiera perdonado si te pasaba algo a ti." Explicó y sus pies buscaron los míos.
"Pero qué dices?" Pregunté con la vista completamente nublada.
"Lo que escuchas." Respondió.
"Tú realmente estabas seguro de que no te soltaría, verdad?" Pregunté aún incrédulo expulsando aún más lágrimas de mis ojos.
No necesité de su respuesta. En realidad su rostro fue el que me contestó esta vez.
Él sinceramente quería que lo soltara para evitar que me cayera junto con él!!!
"Oh Dios... tú hubieras dado tu vida por mi?" Pregunté sin necesidad de esperar su respuesta.
No la necesité.
Un calor abrazador me recorrió la columna vertebral y se ramificó para cubrir el resto de mi cuerpo. Mis miembros comenzaron a temblar, y no pude controlar mi sistema nervioso.
Apretó su abrazo aún más fuerte, sin emitir palabra.
Ahora, en ese mismo momento, volvía a demostrarme afecto y yo en realidad no me sentía merecedor de ello. Me sentí totalmente avergonzado por lo que había pensado de este muchacho, y por todo lo que había dicho de él.
Cómo no me percaté acerca de lo había estado sucediendo?
"Junior, soy yo el que no merece tu amistad. No te imaginas las cosas horribles que pensé de ti. " Confesé.
"No te preocupes por eso. Te perdono, Zesna. Al final fui yo mismo el que quiso eso. Y ni siquiera así, logré que me soltaras." Explicó.
Me alegré finalmente de haber impedido, aunque más no fuera inconscientemente, que este chico no se cayera al abismo. El mundo no se podría haber perdido a una persona de los quilates de este muchacho.
"Hace un momento te dije que había decido que no fueras más mi amigo, Zesna. Te lo confirmo ahora. A partir de este fin de semana quiero que tú seas mi hermano. El hermano que nunca tuve y siempre quise tener. Mi hermano del alma."
No me pude contener y lo abracé lo más fuerte que pude sin dejar de soltar una verdadera catarata de lágrimas de mis ojos. Estaba completamente inundado en mi propia vergüenza por tan sólo haber dudado de su lealtad.
"Este último año he crecido mucho con respecto al resto de mi vida, pero en este fin de semana, me he terminado de convertir en un hombre, Zesna... y todo gracias a ti." Me susurró al oído.
"No, Junior." Dije terriblemente emocionado. "Yo no merezco ni siquiera que me permitas mirarte a los ojos, por todo lo que pensé y te dije. Me siento totalmente ..."
"No, hermano querido." Me interrumpió. "Entiendo que todo fue consecuencia de lo que yo te dije. Olvidemos sólo ese pequeño hecho de entre todo lo hermoso que hemos pasado este fin de semana juntos, si?"
Cómo podría?
Él estaba siendo demasiado generoso conmigo, y yo no sabía si me merecía su bondad.
Cómo pude ser tan injusto con él? Cómo pude dudar continuamente de lo que me estaba diciendo? Y cómo no me di cuenta de su artimaña allí arriba para creerme lo que en realidad no debía y casi poner en peligro su vida?
Cómo pude ser tan obstinado en no creerle lo que me confiaba con todo su amor?
Su amor de amigo.
Su amor de hermano.
Si hasta estuvo dispuesto de dar gustoso su propia vida por mí.
Lo único que pretendía él, era sacrificarse diciendo todo lo que me dijo, únicamente para obligarme a soltarle la muñeca y no arrastrarme con él en la caída que cada vez parecía más inevitable.
Soy una basura!
Cómo podría seguir viviendo con esa espina clavada en mi pecho, y que muy difícilmente me la podría lograr quitar alguna vez?
"Zesna, quiero que sepas que si todo hubiera sido al revés. Si hubiera estado yo en tu lugar y tú me hubieras dicho todo lo que yo te dije, no hubiera dudado ni un segundo en soltarte." Confesó. "Eso quiere decir que finalmente no te conocía tanto como había pensado."
"Junior, pero casi lo hago." Me lamenté.
"Sí... Casi... pero no lo hiciste." Dijo finalmente.
Su pierna se apoyó sobre las mías y su muslo fue en busca de mi entrepierna.
"Qué haces?" Pregunté sorprendido.
La movió un par de veces refregándome los genitales con ella y sólo volvió a hablar cuando logró mi erección.
"Zesna, quiero que sellemos definitivamente el pacto de hermandad que nos va a unir de aquí en adelante." Dijo de repente.
"No entiendo. Eso me sonó a algo parecido a un pacto de sangre?" Dije en tono de broma y secándome las lágrimas del rostro.
Él no acompañó mi humorada. En realidad me miraba muy serio mientras se incorporaba sentándose a mi costado sin salirse de dentro de la cama.
"No... en verdad estaba pensando en otra cosa." Dijo, y noté que ahora se estaba acariciando la entrepierna oculta con su mano izquierda. "Zesna, hay algo que quiero que compartas conmigo."
"Qué?" Pregunté.
En realidad, qué dejaría de hacer a estas alturas con él?
De pronto quitó su mano terriblemente mojada de dentro de las sábanas, y me la mostró.
"Sabes que no me molesta que me llamen gordo porque sencillamente lo soy; lo que me pone muy furioso es que me tratan como a un niño, porque ya he dejado de serlo hace tiempo. Sé que tú no me vas a tocar hasta que cumpla la mayoría de edad, por más que me canse de decirte hasta el hartazgo de que ya soy todo un hombre, pero eso no quita que yo pueda compartir contigo lo que ansío con todo mi ser." Dijo.
Sus gordos dedos estaban chorreando abundante clara de huevo.
"Qué es lo que quieres exactamente?" Pregunté para que me dijera de una vez, lo que comenzaba a inquietarme.
"Deseo que compartamos nuestros jugos para sellar el pacto entre nosotros." Contestó y los dedos de su mano derecha se apoyaron en mi muslo y fueron en busca de mis genitales con una rapidez digna de Barry Allen.
"Qué haces?" Dije sorprendido.
En realidad no tuve tiempo de evitarlo. A estas alturas ya me era inútil impedirle cualquier cosa que a él se le ocurriera hacer. Tan solo recibí una veloz caricia que fue suficiente para que sus dedos se impregnaran con mis propios líquidos.
Me dejó ver ambas manos mojadas y se llevó la derecha a su propia boca, al mismo tiempo que los gordos dedos de su mano izquierda ingresaban a la mía.
Él tomaba mis líquidos y me brindaba los suyos.
Sin dudarlo, comencé a chupar.
Ambos lo hicimos al unísono sin ningún apuro, saboreando lentamente sin dejar de mirarnos directamente a los ojos, y lo delicioso de sus líquidos estuvo a punto de lograr volverme loco.
Un segundo tan sólo me separó de largar toda mi contención a la mismísima mierda, abalanzarme sobre él, quitar todas las sábanas que lo cubrían, ir por su entrepierna para secarlo completamente con labios y lengua, y terminar metiendo en mi boca golosa ese monstruoso miembro que cargaba entre sus gordas piernas y succionarlo hasta que explotara de placer dentro de mi garganta.
El erotismo, mucho amor y algo aún más poderoso que me es muy difícil de describir, estaba inmerso en esa habitación y en ese preciso momento.
Estaba intentando determinar si todo esto que hacíamos traspasaba los límites que me había fijado con respecto a él, y comenzaba a dudar de querer yo mismo seguir respetando dichos límites.
La tentación estaba a la vuelta de la esquina, y yo estaba a un pequeño paso de atravesar la barrera y poder alcanzarla.
"No llores, Zesna. La puta madre, que eres un llorón de mierda, eh?" Dijo sin poder evitar reírse.
Terminamos de chuparnos los dedos hasta que se secaron completamente.
"Queda con este solemne acto, sellado el pacto de hermandad de Zesna y Junior." Informó, y nos echamos a reír a las carcajadas.
"Junior, te quiero mucho." Le dije.
"Yo también a ti." Confesó y se echó un pedo sonoro.
Aspiré sin dejar de mirarle a los ojos.
"Me gustaría hacer una batalla de pedos dentro de las sábanas." Dijo imprevistamente.
Me miró y su rostro se puso serio.
"Qué te sucede, Zesna. Por qué estás llorando ahora de ese modo?"
"Es que me hiciste recordar a una persona que amo mucho." Le dije y me vino un impulso muy grande de contarle acerca de Daniel, aquel gordito de cabotaje con el que solíamos hacer auténticas guerras de pedos dentro la cama.
Cuando hube finalizado el relato, se acercó a mis labios y me los besó mezclando su saliva inundada con mis jugos, con la mía conteniendo los suyos.
Almorzamos como a las 5:30 de la tarde y nos vestimos y decidimos emprender lentamente el viaje de retorno a Montevideo antes del anochecer.
En realidad me costaba decidirme si Junior no me excitaba más vestido que desnudo, ya que era igualmente erótico de cualquiera de los dos modos.
Unos minutos antes de salir, le pregunté si quería ir a conocer a mi madre, ya que recordé que ese domingo no había ido a visitarla, como ya era una costumbre en mí de un tiempo a esta parte sin excepciones.
Me dijo que le encantaría hacerlo y la llamé por teléfono para
comunicarle que llegaría a tiempo para la cena. Antes de colgar, le avisé que iría acompañado con otra persona.
También llamé a Eduardo para informarle que tal vez llegaríamos algo más tarde de lo previsto, haciéndole conocer el motivo.
Junior no dejó de mirarme en ningún momento mientras hablaba por teléfono, permaneciendo sentado al otro lado de la cama, y apenas corté la comunicación se puso en pie y se acercó a mí.
"Zesna, hay una última cosa que me gustaría tener por seguro antes de irnos, y para no volver sobre el tema algún día en el futuro." Dijo y prosiguió. "Yo confío ciegamente en ti, y haría cualquier cosa que tú me pidieras. Cualquiera, sin ningún tipo de excepción. Ahora... quisiera saber si de parte tuya puedo contar con lo mismo de retorno."
"Por supuesto que sí." Dije en forma honesta. "Junior, ya jamás dudaré de ti, te lo juro. Hasta podrías decirme que has visto elefantes rosados volando por entre las nubes, o engañarme groseramente con lo que se te ocurra, pero te juro que ni siquiera así dudaré nunca más de lo que me digas. Además, estoy seguro que no habría nada que no haría tan sólo con que tú lo necesites. A partir de este día confío ciegamente en ti, Junior."
"Estás seguro? Harías absolutamente todo lo que yo te pidiera sin pedir explicaciones, ni poner reparos ni objeciones de ningún tipo?" Preguntó sin dejar entrever absolutamente ninguna emoción en su rostro.
Era increíble cómo lograba hacer eso.
Nunca sabía si estaba bromeando, si mentía o decía la verdad.
Dudé un par de segundos más, pero contesté con el corazón.
"Sí, Junior. Absolutamente. Confío en ti ciegamente y haría todo lo que tú me pidieras. Ya nunca más dudaré de ti. Después de lo que hemos vivido este fin de semana, te has ganado ciertamente toda mi confianza en forma definitiva e incondicional." Contesté.
"Comprobémoslo." Dijo simplemente y abrió levemente las piernas y echó su abdomen hacia adelante.
Se llevó su mano derecha a la entrepierna y se acarició hasta que logró tener una erección, la cual pude observar ya que la hizo latir un par de veces; entonces llevó su pulgar e índice a la bragueta, bajó el cierre, metió su mano dentro y comenzó a hurgar.
No dejó de sorprenderme, ya que no me había imaginado que se estaba refiriendo concretamente a esto con su solicitud de confianza ciega. Sin embargo, sentía un deseo tremendo por chuparlo y realmente sabía a estas alturas que ni eso, ni nada más, podría ya perjudicar nuestra relación. Me moría de ganas de sentir ese colosal glande dentro de mi boca y mamarlo como si fuera una rica golosina.
Sólo me extrañó que quisiera que se la chupara en ese preciso instante, pero ya me había demostrado que él solía estar sumamente caliente en todo momento.
Me arrodillé delante de él sin dudarlo ni un segundo, acerqué mi cabeza lo más cerca que pude a la abertura de su bragueta, abrí la boca lo más grande que fui capaz mientras cerraba los ojos en espera de sentir a su tremendo pedazo de carne introducirse entre mis labios.
Esperé unos segundos en que no percibí ningún movimiento.
Continuaba esperando.
Mis labios rozaban sus gordos dedos.
De pronto su mano izquierda me tomó de la cabeza y me separó apenas un poco, para permitir lograr el espacio suficiente para poder quitar su monstruosidad de dentro de sus calzoncillos, y sentí que comenzaba lentamente a quitar su mano derecha de allí dentro, y manteniendo mis ojos aún cerrados, abrí la boca todavía más grande en espera de lo que vendría hacia ella en forma inevitable. Tan sólo escuché el sonido de un cierre y abrí los párpados para alcanzar a ver a la mano de Junior que se estaba alejando de ese lugar después de haber cerrado su bragueta.
Mi sorpresa era mayúscula.
Me tomó de ambas axilas con sus manos ayudándome a poner en pie.
"Eso era lo único que me faltaba por confirmar." Dijo. "Ahora sé que esta hermandad va a ser inquebrantable y para siempre. Hasta que la muerte nos separe." Y me besó en los labios.
Nuevamente me había hecho merecedor de una lección que jamás olvidaría.
Cuando me despegué de su boca, nos miramos a los ojos, y noté que su mirada había cambiado considerablemente con respecto a la que estaba acostumbrado a ver.
"Qué miras?" Me preguntó.
No podía creerlo.
Esa mirada era mucho más cálida que todas las anteriores que había visto desde que lo conocía.
No puedo explicarlo exactamente, pero hasta diría que era transparente.
"Hola, estás allí?"
No podía creer que este muchacho tuviera la facultad de correr una barrera imaginaria que impedía que sus sentimientos fueran vistos invadidos por alguien ajeno a su interés, y para permitir compartirlos únicamente con aquel que sólo él quisiera que se los explore. Y tenía la total convicción que a partir de ese momento, yo tendría el honor de ser uno de los pocos en poder acceder a esos sentimientos.
Este muchacho me amaba, al igual que yo a él.
Ahora finalmente, estaba viendo literalmente todo su amor y todo lo que él sentía de corazón.
"Me asustas, Zesna. Qué mierda te pasa?"
"Nada, Junior. Tan sólo abrázame nuevamente, pero fuerte... muy fuerte." Supliqué, y no dudó ni un segundo en cumplir con mi solicitud.
EPILOGO
Encendí el motor de mi vehículo y apenas comenzamos a andar, le pregunté si sabía jugar al truco.
"No... por qué?" Preguntó.
"Porque la semana que viene nuevamente tenemos otro campeonato en la casa de mis patrones, y me gustaría jugar en pareja contigo." Expliqué.
"Es una pena! Olvídalo! Ya te dije que no sé jugar." Se lamentó.
"Tienes tan sólo siete días para aprender. En realidad posees lo más importante dentro de ti para ser un campeón en ese juego, Junior." Le informé.
"Sí? Y qué es eso?" Preguntó interesado.
"Que nadie sabe cuando mientes o dices la verdad, y además nunca vi a nadie poner una cara de poker como tú." Dije y sonreí.
"Cara de poker? Qué es eso?"
"Es cuando tu rostro no demuestra ningún tipo de emoción. Ni tristeza, ni alegría. Eso es esencial para jugar al poker o al truco, y la mierda... que a ti te sale como los dioses y sin ningún tipo de esfuerzo." Expliqué.
"Sí, pero te vuelvo a repetir una vez más que no sé jugar."
"Eso no importa. Yo te voy a enseñar." Le aseguré.
Me miró con cara de que eso sería imposible.
Antes de llegar a la rambla misma de Piriápolis, para transitarla hasta la ruta interbalnearia que nos transportaría hacia la ciudad capital, Junior se acomodó en el asiento y comenzó a mirarme.
Yo estaba sonriendo porque ahora él me hacía partícipe de sus emociones. Él quería en verdad compartirlas conmigo, y eso me halagaba sobremanera.
En ese momento, su mirada lo mostraba como preocupado.
"Qué sucede?" Pregunté.
"Zesna, he decidido decirle a mi padre acerca de mi condición. No puedo ocultarle más el hecho de que me gustan los hombres." Dijo sin dejar de verme directamente.
"Te entiendo." Asentí respetando su decisión. "Necesitas que te ayude con eso?"
"No, gracias. Es algo que debo hacer yo sólo. De todas formas, sé que cuento contigo." Me dijo para hacerme sentir halagado.
"Ni lo dudes!" Aseguré.
Ya estábamos en plena rambla y esperábamos un cambio de semáforo que nos permitiera proseguir.
"Hola, Junior!" Gritó de pronto alguien que se abalanzó sobre la puerta de su lado y comenzó a golpear desesperada como para que el muchacho le abriera la ventanilla.
Era Constanza, la chica que conocimos en lo alto del cerro Pan de Azúcar.
Acerqué el vehículo al cordón de la vereda y estacioné. Junior bajó el vidrio.
"Hola, Coty!" Le dijo.
"Me enteré que tuvieron un accidente cuando bajaban del cerro." Dijo la muchacha denotando preocupación. "Se encuentran bien?"
"Sí, gracias, estamos bien." Contestó mi amigo.
"Tú eres de Montevideo, verdad?" Le preguntó.
"Sí!"
"Yo también. Qué sucede... Ya se van?" Preguntó demostrando algo de pena.
"Sí!" Contestó mi amigo con sus habituales monosílabos, cuando no tenía demasiado interés en entablar una charla.
"Bueno, qué lástima!... que tengan buen viaje, eh? Espero que nos volvamos a ver algún día... Adiós!" Le dijo, le dio un beso en la mejilla regordeta y giró para comenzar a retirarse. De pronto se detuvo y volvió sobre sus pasos hasta quedar nuevamente en contacto con mi amigo. "No estaba bromeando con mi proposición, eh? Mira que sigue en pie." Y vi como le acarició la mano a Junior que la tenía apoyada sobre el marco en la ventanilla, y ahora sí, comenzó a caminar en forma lenta en dirección a un local de juegos de donde seguramente habría salido apenas había visto a mi amigo.
"Se ha formado una pareja!" Dije riéndome.
"No entiendo!" Dijo sin ocultar su sorpresa. "A qué proposición se refería?"
"No recuerdas que te dijo: Te has ganado mis respetos. No quieres hacerme el amor? Y tú le dijiste..:"
"Ah, si... Ya recuerdo. Pero pensé que estaba bromeando." Dijo interrumpiéndome y en forma por demás seria.
"Sí, yo también lo pensé... pero la verdad es que parece que realmente ambos estábamos equivocados. Supongo que ella es de esas personas a las que les gustan los gorditos." Dije sonriendo. "Junior, cualquiera que hubiera estado allí arriba y que le gusten los gordos, ten la certeza que indefectiblemente se tendría que haber enamorado de ti de acuerdo a como actuaste con aquel imbécil" Dije sin dejar de sonreír.
"Eso quiere decir que tú también te enamoraste de mi?" Preguntó sorprendiéndome por completo por su rapidez mental.
Lo miré y le sonreí.
"No me vas a decir ahora que la chica no te gusta aunque sea un poco, verdad?" Dije para alentarlo. "Está muy buena... y hasta parece de tu edad."
No contestó pero vi cómo le miraba el culo que iba bamboleando como una modelo en la pasarela mientras se alejaba.
La muchacha sin ser gordita era opulenta. De anchas caderas y bustos generosos.
"Tú crees que es completamente sincera?" Preguntó dudando.
"Ella te gusta, verdad?" Dije mientras veía cómo mi amigo no quitaba los ojos de su figura.
Sin darle respiro, puse mi mano en su entrepierna y le apreté el bulto.
Sorprendido, giró la cabeza en dirección a mí rápidamente.
"Qué haces?" Preguntó con una expresión como dándose real cuenta de que estaba transgrediendo su intimidad por primera vez.
"Sólo confirmo lo que ya me suponía." Contesté sin soltar su erección, que estando él sentado parecía bastante más corta de cuando la había sentido refregándose contra mi muslo. "Esto me confirma que esa chica te gusta, y no me refiero a un poco, sino bastante... Mucho... tal vez?"
Sonreí.
Miró mi mano tomándole su protuberancia terriblemente dura y sin siquiera intentar quitármela de allí, volvió a dirigirme la mirada al rostro.
"Sólo te permito esto porque eres mi hermano del alma." Dijo.
"Sí, ve acostumbrándote a que tu hermano mayor te cuide e invada tus cosas más privadas, ya que siempre va a ser así entre nosotros." Dije soltándole la roca. "Anda, ve y pídele su número de teléfono."
Sin esperar, Junior abrió la puerta y corrió pesadamente desde el automóvil hasta alcanzarla casi en la entrada misma del local, en donde ella giró sobre sus talones al escuchar su nombre. Conversaron unos minutos, y no dejé de notar que la chica no dejaba de tocarlo por todos lados. Brazos, manos, hombro, rostro.
Unas lágrimas comenzaron a rodar por mis mejillas; si esa chica hasta parecía Zesna, pero mujer. Evidentemente a esta muchacha le gustaban los obesos.
En determinado momento, ella extrajo una tarjeta de su cartera y con una lapicera anotó algo al dorso de la misma y se la entregó a mi amigo.
Nuevamente Junior recibió otro beso en su mejilla, que esta vez me pareció que se lo estampó muy peligrosamente cerca de su boca, antes de que éste comenzara la vuelta hacia el vehículo con una sonrisa de oreja a oreja, mientras ahora era ella la que le miraba el trasero a él.
Una vez que mi gordo amigo se acomodó nuevamente en su asiento, me preguntó si yo opinaba que estaba bien lo que él iba a hacer.
No dejó de emocionarme que ya estuviera pidiéndome consejos.
"Recuerda que ella fue una de las que no se burló de ti allí arriba en la cruz. Supongo que el querer que le hagas el amor debe haberle salido como un impulso en ese entonces, pero ahora te lo acaba de confirmar. Sospecho que hoy ella no podrá dormir pensando en ti." Dije sin dejar de sonreír. "Además, estoy seguro de que después de tu primera cita, podrás evaluar fehacientemente sus verdaderas intenciones. Eres un experto, recuerdas?"
"Puede ser que la llame para salir a tomar algo." Confesó mirando la tarjeta y demostrando estar un poco entusiasmado.
"Lo importante es que ella te guste, y que tú quieras hacerlo, Junior."
"Sí, tengo presente lo que he aprendido este fin de semana: en todo caso no buscaré encamarme con ella para cogerla, sino que llegado el momento, haremos el amor." Dijo y sonrió.
"Muy bien. Y una cosa más...Con respecto a decirle a tu padre que eres gay..." Hice una pausa y pregunté. "No sería mejor que esperaras un tiempo, para estar seguro de qué es lo que realmente deseas?"
Su silencio fue más que elocuente.
"No te pongas la etiqueta de gay. No te encierres en algo único. Deja siempre la mente abierta a tus impulsos. No todo es blanco o negro, Junior. Hay también matices en el medio." Aconsejé.
"Tú te refieres a que cabría la posibilidad de que también me guste alguna chica? Que en vez de gay tal vez sea bisexual?" Y agregó. "Como tú?"
"Por qué no? A mi me gustan alguna clase de mujeres? Digamos que obesas, y muy pechugonas?" Dije sonriendo mientras visualizaba mentalmente a Cristina.
"Tú te has cogido a la esposa del gordo del almacén?" Preguntó sorprendido.
No era increíble? Estábamos siempre en la misma frecuencia.
"Tenía a ella en mente, pero no, no me la he cogido." Dije para ser sincero y sin dejar de sonreír.
"Tienes razón, hermano. Esperaré antes de hablar del tema con mi papá."
Tras un largo trayecto en silencio, Junior lo rompió en mil pedazos.
"Gracias por cuidar de mí, Zesna." Dijo como víctima de un impulso.
"Bueno, eso es lo que hacen los amigos, mejor dicho, lo que hace un hermano mayor, verdad?" Expliqué con una sonrisa.
"No, no. No me refiero a lo que sucedió este fin de semana. Quiero decir que sé que me cuidas desde el mismo día en que nos conocimos."
Ahora lo miré directamente a los ojos, y noté que los tenía totalmente humedecidos.
Definitivamente algo había cambiado este día en el muchacho. Nunca antes había estado tan cerca de palpar directamente sus sentimientos. Mirándolo a los ojos le veía el corazón, y me animaría a asegurar que hasta el alma.
Verlo con los ojos a punto de explotar en lágrimas, me emocionó, y eso impidió que hiciera comentario alguno.
"Recuerdas el día en que fui a la tienda por primera vez con mi madre?" Preguntó.
Mis labios no se pudieron despegar. Tan sólo asentí.
"Ese mismo día me di cuenta de lo mucho que me querías sin siquiera conocerme. De lo tan importante que llegarías a ser algún día para mi." Prosiguió.
Tuve que detener el vehículo al costado de la ruta, porque ya tenía yo también la vista demasiado nublada, y hasta me temblaban las piernas.
"Qué estás diciendo, Junior?" Pregunté atónito.
"Nunca se habían preocupado por mí con anterioridad. Me refiero a alguien totalmente desconocido. Claro que lo hacían en casa, pero sólo el servicio doméstico y porque les pagan para ello. Mi mamá siempre me odió, y mi padre, aunque siempre supe que me quería, nunca había tenido el tiempo suficiente para demostrármelo, por lo menos hasta después de que sucedió lo que todos sabemos."
Hizo una pausa, y secó mis lágrimas con el nudillo de su dedo índice.
"De pronto, tú, alguien completamente desconocido y sin tener la más mínima obligación de hacerlo, me viste en la situación ridículamente vergonzosa en que mi madre me dejó dentro del probador, casi desnudo e indefenso y cerraste la puerta. Eso tan sólo me emocionó hasta las lágrimas, Zesna."
"Yo..." Quise explicar, pero fue inútil.
"Después, por culpa de todo el entorno de mi casa, las continuas atrocidades que mi madre le hacía a mi papá, todas las cosas que me hacían pasar mis compañeros de clase, literalmente exploté y ya no quise seguir viviendo. Y tomé las pastillas que casi logran liberarme de todo. Pero el destino debe haber querido que no sucediera lo que parecía inevitable. Para serte sincero, no estoy arrepentido de haberlo intentado, porque gracias a eso, mi papá se dio cuenta de muchas cosas. Se divorció de la yegua de mi madre, como la llamaba él, se acercó mucho más a mi, nos fuimos en ese viaje maravilloso a Disneyworld, y no sólo maravilloso por el viaje en sí. No me voy a olvidar nunca mientras viva, que cuando salí del baño del aeropuerto y te vi allí en el pasillo estabas abrazando a mi papá. Sentí nuevamente que tú eras algo especial, y me alegré enormemente que también lo fueras para mi papá."
Mis ojos a esta altura, ya estaban inundados y desbordándose por otra verdadera cascada de líquido salido de mi lagrimal.
"El viaje fue muy bonito, pero para mí fue inolvidable por otro motivo. En ese viaje realmente te conocí. Ante mis insistentes preguntas, mi papá terminó contándome acerca de ti. Creo que compartió conmigo todo lo que pudo contarme. Nunca puse en duda el amor que mi papá te tenía, pero sinceramente no lo entendía demasiado bien hasta ahora. Sé que has tenido algo sexual con él. Ni tú ni él lo admiten, pero tampoco lo niegan. Ya no te preocupes porque nunca más se los voy a preguntar a ninguno de los dos, y ni siquiera se los voy a volver mencionar nuevamente a partir de hoy. Tú eres especial, Zesna. Me veía atraído hacia ti, pero aunque me negaba, era consciente de que esa atracción no era sexual, por más que siento cosas cuando estoy contigo. Por ese mismo motivo fue que decidí un día comenzar a hacerte los llamados por teléfono y masturbarme tan sólo escuchando tu voz, imaginándome que tú eras un gordote como los que a mi me excitan. No quiero ni pensar qué podríamos hacer nosotros dos si tú fueras un obeso como yo. Te puedes imaginar algo así?" Dijo dispuesto a finalizar la conversación.
De pronto se arrepintió y agregó algo más.
"Me perdonas por haberte dicho tan sólo una mentira en todo el fin de semana allí arriba en el cerro?" Preguntó para no quedarse con la duda eternamente.
"Sí, bebé." Contesté. "Si me prometes no volver a tocar ese tema nunca más. Yo tampoco me siento orgulloso por todo lo que sentí y te dije posteriormente.
"Bueno. Vamos a enterrarlo ahora mismo y para siempre." Sugirió.
"Muy bien." Comenté.
Desvió su mirada hacia la derecha, mirando por la ventanilla hacia fuera. Él estaba evitando que lo viera llorar.
"Sólo para el registro, Rómulo era el perro de mi padre. Remo es el mío." Dijo aún sin verme.
Me sequé mis propios ojos con el pañuelo y le se lo ofrecí a él, que lo tomó y utilizó.
Continué la marcha.
Durante todo el resto del camino hacia Montevideo, que hicimos en un completo silencio, miré a Junior en varias oportunidades, y en todas ellas estaba muy pensativo, y constantemente miraba una y otra vez la tarjeta que le había dado Constanza.
Apenas vio a Junior por primera vez, mi madre realizó un comentario que hizo que todos riéramos a carcajadas.
"No sabía que tu amigo era algo robusto." Y le extendió la mano para saludarlo.
El gesto que tuvo Junior, y lo que dijo a continuación, me hizo evaporar las pocas dudas que aún me podrían haber quedado, respecto a los quilates que tenía este muchacho.
Ignoró por completo la mano que esperaba para darle la bienvenida y le dio un beso muy efusivo en la mejilla con un abrazo que por suerte pudo controlar.
"Hola, mamá." Le dijo e hizo una pausa, y tras ver la sorpresa total de mi madre reflejada en un rostro que lentamente comenzaba a sonreír, símbolo de que mi amigo le había caído
bien desde el primer momento, continuó. "Espero que no se enoje por llamarla así. Soy Eduardo, pero me puede llamar Junior. Me alegro de haberla conocido, ya que a partir de hoy tengo el agrado de ser el nuevo hermano de Zesna."
Luego de la cena, que fue con un clima sumamente agradable, nos despedimos de mi madre, y me dispuse a llevar a Junior hacia su casa.
Mi mamá amaba a este muchacho. Se notaba en su mirada. Era difícil no enamorarse de este gordito tierno, que transmitía amor y
que parecía totalmente indefenso e inofensivo.
Cuando íbamos en el trayecto, Junior se encargó nuevamente de quebrar el silencio.
"Tu madre es amorosa. Me alegro de haberla conocido." Dijo con la voz emocionada.
"Estoy seguro que ella también tiene una muy buena impresión de ti." Le aseguré.
De pronto, Junior nuevamente se sumergió en el silencio.
"Qué te sucede ahora, hermano?" Pregunté.
"Zesna, prometo que voy a cumplir con la promesa que le hice a mi padre, pero no sólo por este fin de semana, sino por el resto de mi vida."
Sin dejar de disimular otra vez mi sorpresa, le pregunté a qué era que se refería concretamente.
"Antes de salir de casa, mi papá me dijo algo al oído" Dijo.
Sí!
Efectivamente! En ese momento, recordé aquel preciso instante en que sucedió lo Junior que me estaba diciendo. El muchacho había asentido con la cabeza a su padre luego de que éste le había dicho algo en voz baja y antes de salir de la habitación en dirección al baño; e inmediatamente Eduardo me había hecho el pedido de que cuidara a su hijo.
"Sí, recuerdo ese momento. Me dirás qué fue lo que te dijo tu padre?" Pregunté curioso.
"Sí... Él me pidió que te cuidara y te respetara." Dijo dejándome completamente anonadado.
"Qué? Él te dijo a ti, que me cuidaras y me respetaras?" Pregunté sin ocultar mi sorpresa. "Que me cuidaras tú a mí?"
"Sí. Tengo la plena certeza de que él no piensa que lo necesitas, pero estoy muy seguro que eso lo hizo quedarse más tranquilo." Respondió y sonrió mientras repetía. "Y yo te aseguro a ti, que esa promesa no se va a morir después de este fin de semana."
No pude menos que emocionarme nuevamente. El padre de Junior quería que nos cuidásemos mutuamente.
Sabía del inmenso afecto que me tenía Eduardo, pero esto ni siquiera me lo hubiera podido imaginar. Que me tuviera en el mismo nivel de afecto que tenía hacia su propio hijo. Nunca había aspirado a tanto, honestamente.
Era como si nos considerara a ambos realmente como sus propios hijos.
O como que si él hubiera sabido de antemano que algún día nosotros terminaríamos siendo verdaderamente hermanos...
FIN DE ESTE RELATO REAL.
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