Gordo de las 6 en punto (6)
CAPÍTULO VI: PÁNICO EN LAS ALTURAS. Te preguntaré tan sólo como un mero trámite burocrático... te vas a resistir? Preguntó.
GORDO DE LAS 6 EN PUNTO (6)
CAPÍTULO VI: PÁNICO EN LAS ALTURAS.
Salimos del baño y nos dispusimos a comenzar la aventura de subir al cerro Pan de Azúcar.
"Qué necesitaremos llevar?" Preguntó Junior bastante excitado por la experiencia. "Qué pena que no traje mi mochila con todo lo necesario para escalar!"
"Jajajajajajaja! Bueno ni que fuéramos a subir el Everest." Dije revolcándome de la risa. "No necesitamos más que una cantimplora con agua, y tal vez alguna fruta que compraremos en el camino."
Me miró sorprendido.
"Eres un irresponsable!" Dijo y me dejó atónito, ya que su mirada no denotaba estar gastándome broma alguna.
"Por qué dices eso?" Pregunté.
"Si vas a escalar la montaña, lo mínimo que debes hacer es llevar una soga, una linterna, repelente, tal vez fósforos... no sé... eso, por lo menos." Dijo sin cambiar su expresión.
"No, Junior. Esto es tan sólo un cerro, no la cordillera. Definitivamente no es lo que tú piensas. Sólo vamos a seguir el camino que nos lleva hacia la cima, y descenderemos por el mismo lugar." Dije con una sonrisa. "No lo vamos a escalar en el sentido que su significado tiene, tan solo lo vamos a subir lo más cómodamente posible. No necesitaremos ni sogas, ni linternas, ni fósforos, ni nada de eso."
"Sí, entiendo. Pero de todas formas, no vendría mal tomar algunas precauciones." Dijo dubitativo.
Por supuesto que Junior jamás había subido a ese cerro, y como yo ya lo había hecho en cuatro oportunidades anteriores, sabía con ciencia cierta acerca de lo que estaba hablando y le resté importancia al asunto sin darle más trascendencia de la que debería.
"Puedo por lo menos llevar un rollo de papel higiénico?" Dijo algo preocupado.
"Sí, claro. Por las dudas... Toma el que está en uso en el dispensador." No pude evitar reconocer, sin embargo, que por más que llevar papel higiénico debería ser casi una obligación por si acaso pudiera presentarse alguna emergencia, a mi nunca se me había ocurrido llevarlo en mis experiencias anteriores.
Salimos de casa cerca de las 10 de la mañana.
El sol estaba fuerte, por lo que la decisión de llevar los gorros con visera fue con muy buen tino.
Toda la calle estaba mojada, haciéndonos percatar que una lluvia torrencial había caído durante la noche. La verdad es que ninguno de los dos nos habíamos enterado de ese hecho en ningún momento. Aún quedaban algunas nubes oscuras por el oeste, pero no parecían amenazadoras.
Pasamos de camino por el almacén, y cargué mi mochila con manzanas y naranjas que seguramente devoraríamos en el trayecto a la cima de nuestro destino.
Llegamos unos quince minutos más tarde al pie del cerro y estacionamos el vehículo al costado de una cabaña.
Cuando nos disponíamos a comenzar nuestro periplo, un señor alto, barbudo y extremadamente robusto que vestía una camisa roja con cuadros negros, se acercó a nosotros.
"Van a subir?" Preguntó y, ante nuestra respuesta afirmativa, continuó. "Les solicitamos que tengan un extremo cuidado porque la lluvia de anoche ha puesto todo el lugar muy resbaladizo. Cumplo en recomendarles que no se desvíen del sendero marcado, ya que es muy peligroso salirse de él."
Una vez que el hombre se alejó de nosotros, Junior mostró reticencia a continuar el camino.
"No sería mejor idea volver a casa y enfrentarnos a otra partida de ajedrez en lugar de seguir adelante?" Dijo un poco temeroso.
"No te preocupes. Es la advertencia que suelen hacer siempre." Dije para calmarlo.
No pude evitar de recordarme el comentario que me había lanzado el muchacho antes de salir de casa: "Eres un irresponsable!"
"Qué son esas cosas lisas que se ven por todos lados?" Preguntó de repente señalando hacia lo alto del cerro.
"Son piedras lisas que se encuentran debajo de cornisas, transformándolas en verdaderos precipicios." Mientras hablaba, vi el rostro de Junior que comenzaba a aterrorizarse. "Pero no te preocupes que los senderos diseñados para llegar a la cima están alejados de ellos. Si no nos desviamos de los caminos señalizados, no tendremos ningún tipo de peligro."
Comenzamos a subir mientras observaba la indumentaria de Junior. Tenía puestos un par de jeans gigantes que igualmente le quedaban ajustados, aunque no chicos, pero formando la impresionante redondez de su cola, y mostrando lo extremadamente grueso de sus muslos. Unas zapatillas Nike de color anaranjado con la insignia de la marca en color negro, que se había comprado en su viaje a los Estados Unidos y la remera de la misma marca de manga corta en color gris con el símbolo del swoosh estampado en rojo sobre su pecho. Le pregunté la medida de esa prenda tremenda que le quedaba un poco holgada y me mostró la etiqueta que decía "7XL".
La mierda!
Estaba disfrutando la inmensidad de su culo cuando repentinamente se agachó donde habían varias ramas tiradas al costado del camino, y escogió una de las más largas.
"No me parezco a Moisés?" Preguntó riendo mientras ponía poses de profeta.
La visión me hizo desternillar de la risa , y él me acompañó.
Todo el camino estaba visiblemente marcado con respecto al resto del lugar, donde se adivinaba un pasaje continuo de personas con huellas innumerables de diferente tamaños, además de flechas pintadas sobre las rocas o árboles que indicaban a cada instante para donde se debería proseguir en caso de alguna duda.
El muchacho se agachó para tocar una de esas huellas en la tierra húmeda.
"Supongo que no seremos los únicos que estaremos allí arriba. Recién acaban de pasar dos personas. Un hombre y una mujer." Dijo.
"Cómo sabes eso?" Pregunté.
"Las huellas son recientes, y la profundidad de la pisada y el tamaño de una de ellas me indica que es de una mujer." Dijo seriamente.
"Me supongo que mirando la huella, también podrás determinar qué edad tiene ella, verdad?" Pregunté.
"Eres un pelotudo!" Me dijo y continuó su camino dándome la espalda para ignorarme por completo.
Sonreí.
Me gustaba hacerlo enojar de ese modo.
"Oye, Zesna. Te gustó el hombre alto y robusto de la camisa a cuadros que vimos hace un rato?" Preguntó de pronto.
"Qué?"
"Quiero saber si te gusta ese tipo de hombres." Dijo ahora.
"No. Sólo los muy gordos." Contesté. "Y a ti?"
"A mi tampoco." Contestó sonriendo. "También prefiero a los obesos. No me hubiera importado lo peludo. En realidad me da lo mismo mientras sea muy gordo."
"A mi también." Reconocí.
Yo también sonreí, y no sólo por lo que dijo. Simplemente me parecía extraño estar teniendo una conversación de esta índole con otra persona. Es que siempre mis gustos personales habían permanecido en el completo anonimato y ahora estaba hablando de ellos con un gordote que se interesaba por saber, y además con el agregado de tener él mismo, exactamente las mismas preferencias que yo.
Junior miraba constantemente hacia abajo, e inmediatamente hacia arriba, como midiendo el lugar en donde nos encontrábamos en cada momento.
A la quinta vez que se lo vi hacer, le pregunté al respecto.
"Estoy tomando la distancia de dónde estamos. Supongo que aún no hemos llegado a la mitad del trayecto." Opinó y siguió andando.
Sin esperar mi comentario al respecto, comenzó a subir por una roca, que según las flechas había que sortear.
"Me ayudas con esto?" Dijo, y como haciendo un esfuerzo para treparse por allí, exclamó. "Uf!"
Miré una vez más ese trasero gigante que tenía ante mis ojos, y mi miembro no se pudo contener de expulsar unas gotas de líquido.
"Anda!" Me gritó ante mi demora. "Qué esperas? Empújame, pelotudo!"
Qué carácter!
"Qué sucede, no puedes sólo?" Pregunté para fastidiarlo.
"Claro que puedo, lo que sucede es que me gusta que me estés manoseando el culo." Dijo irónicamente y evidenciando estar realmente irritado por hacerlo esperar.
Toqué esas nalgas carnosas, pero muy firmes, con ambas palmas y comencé a empujar con fuerza. El impulso me hizo llevar la cabeza lo más cerca de sus nalgas y para aprovechar, comencé también a empujarlo con mi rostro contra su cola.
Si tuviera que reconocer que no conocía en nada a este muchacho, este era el momento oportuno para admitirlo, ya que cuando me tuvo con la mejilla enterrada en uno de sus cachetes, se acomodó lentamente de tal modo que hizo que mi cara se deslizaran a la conjunción de uno de sus glúteos con el otro, y cuando tuvo la certeza de que mi nariz le acariciaba la raja, se movió de tal forma que sentí directamente su agujero en contacto con mis fosas nasales. Sonreí porque pensé que esto era producto de la mera casualidad, hasta que se echó un pedo de antología, mi nariz se vio inundada de aire caliente que me drogó con su olor a rosas y comenzó a reírse a las carcajadas, y fue entonces, en ese preciso instante, que me di cuenta de lo que había acontecido en realidad.
"La puta madre que te parió!" Grité víctima de un impulso, pero sin dejar de disfrutar su aroma.
"Disculpa, Zesna." Dijo sin parar de reír. "Es que no me pude resistir a la tentación."
Mientras yo aspiraba el perfume tal y como si hubiera salido directamente de un frasco de colonia importada, él ya sin mi ayuda, logró subir por ese obstáculo con un mínimo de esfuerzo y sin dejar de reír en ningún momento, para hacerme fastidiar por haber caído en su travesura y dejarme totalmente convencido y sin ningún tipo de dudas, de que en realidad él no necesitaba para nada de mi ayuda para subir por esas rocas.
Ya tenía completamente asumido de que Junior era un perverso. Y posiblemente era eso lo que me tenía totalmente prendado a él. Además de la simpatía, sentía atracción por él, respeto y estaba comenzando también a admirarlo.
Seguí sus pasos y caminamos por un sendero bastante largo. Yo iba detrás de él, y vi como apoyaba su bastón antes de dar sus pasos. En realidad, me arrepentí por no haberme provisto yo mismo de uno semejante, ya que todo el camino estaba embarrado y por ende demasiado resbaladizo.
Nos detuvimos en más de una oportunidad para recuperar fuerzas, y no perdimos la oportunidad de comer alguna fruta.
"Trajiste algún cuchillo?" Preguntó Junior.
"No." Fue mi contestación.
"Veo que tampoco tuviste en cuenta que necesitaríamos uno para las frutas." Dijo y sin esperar la respuesta tomó una naranja, presionó con fuerza con ambas manos aplastándola sobre uno de los costados hasta que la cáscara cedió y se formó una pequeña abertura por el lado superior de la misma.
Me la extendió convidándome, la tomé y lo miré perplejo.
"Aprieta la naranja y tomas el jugo por la grieta." Dijo y se dispuso a realizar la misma operación con otra fruta.
Ambos chupamos el líquido y no me pude resistir a preguntarle.
"No hubiera sido mucho más sencillo si pelábamos la fruta y nos la comíamos en vez de chupar su jugo?"
"No sé si más sencillo, pero yo no voy a estar todo el resto del día impregnado con olor a naranja hasta las bolas porque a ti no se te ocurrió traer un cuchillo." Me contestó y siguió tomando el líquido.
Lo miré y simplemente mi admiración por él se hizo aún más fuerte. Tuve el impulso de abalanzarme sobre él y besarlo por todos lados.
Quién había sido la última persona que se había animado a hablarme de ese modo sin temor a recibir un puñetazo en su rostro?
En realidad hasta me causaba gracia, porque tal vez Junior debería ser una de las pocas personas a quien le permitiría hacer o decir determinadas cosas sin siquiera pensar en contestarle.
Continuamos la marcha.
Como yo no tenía ninguna fuente de apoyo, me caí de culo en dos oportunidades. Ya tenía barro por todos lados, y sin exagerar en lo más mínimo hasta por dentro de los calzoncillos.
Finalmente llegamos a la cima.
En el lugar había una pareja de jóvenes dándose mimos mutuamente, otra pareja cuarentona que conversaban entre ellos, y un grupo de seis amigos adolescentes, cuatro varones y dos mujeres, que no pasarían de los 16 ó 17 años cada uno, que cantaban en forma desafinada y reían todo el tiempo.
Uno de ellos, apenas nos vio llegar, y sin siquiera intentar evitar que Junior escuchara su comentario, ya que lo hizo en voz muy alta, le dijo en tono muy jocoso a sus compañeros.
"Lo que faltaba... un gordito inútil! Jajajajaja." A pesar de que lo dijo con la intención de divertir a sus amigos, nadie más acompañó su risa.
Apreté mi puño y me dispuse a ir hacia él, pero mi amigo me tomó del hombro.
"No, Zesna. Déjalo... no vale la pena. Sólo se está haciendo el gracioso para presumir delante de sus amigos. No empañemos el hermoso día que estamos pasando tú y yo por culpa de él."
La reacción insólita de Junior, hizo realmente que me emocionara en lo más íntimo de mi ser, pero realmente deseaba ir a darle un puñetazo en la nariz a ese energúmeno.
Sin embargo, no discutí y respeté su decisión.
Fuimos hacia la entrada de la cruz, y nuevamente un grito me hizo detener la marcha.
"Miren cómo el gordo mueve ese culo!" Y continuó en dirección a mi amigo, alzando aún más la voz. "Gordo inútil, compraste ese culo por metro?" Tras lo cual se escuchó únicamente su propia risotada por segunda vez.
Nuevamente, Junior me impidió intervenir.
Subimos por una escalera de caracol por el interior de la cruz, que nos llevó hacia lo alto, donde pudimos apreciar un paisaje de ensueño a través de las ventanillas del palo menor horizontal de la misma.
No había más gente que nosotros allí arriba.
Eso es lo que yo llamo paz y tranquilidad.
Se veía toda la ciudad balnearia de Piriápolis hacia el sur, la ciudad de Pan de Azúcar hacia el norte, y mucho verde por doquier.
Miré al muchacho en varias oportunidades, para comprobar que en realidad estaba tranquilo.
El que no lo estaba era yo. Aquel idiota me había perturbado.
"No te molestó el estúpido de allí abajo?" Pregunté con curiosidad.
"No, ya estoy acostumbrado a cosas como esas. No te preocupes, está todo bien." Dijo sin perder la sonrisa. "Sabes que aquellos que no son mis amigos en el liceo me llaman Cerdi, y está todo bien con ellos. Ya lo tengo completamente asumido."
Comimos unas manzanas, mientras seguimos conversamos.
"Junior, ya sabes qué carrera vas a seguir en la preparatoria?" Pregunté para ir conociendo más acerca de él.
"No lo he decidido aún..." Pensó unos momentos y prosiguió. "Pero me gustaría continuar la carrera de mi padre."
"Psicólogo?" Pregunté sorprendido totalmente.
"No, astronauta." Dijo ante mi sorpresa. "Es que no necesitas mucho esfuerzo para hacerte el pelotudo. Te sale en forma natural, verdad?." Dijo y rió. "Sí, claro. O psicólogo no es la profesión de mi padre? Es que tengo facilidad para conocer a las personas apenas las veo."
Muy lejos de molestarme su broma, me estaba haciendo enamorar de él. Es que no perdía la posibilidad de meter bocado cada vez que era procedente hacerlo, con una facilidad que me provocaba admiración, o tal vez hasta envidia. Ni yo mismo lograba ser así de certero, oportuno y punzante con mis comentarios.
Sin embargo, su contestación me dejó con ansias de preguntarle más acerca de ello y sinceramente no quise perder la oportunidad de hacerlo en ese mismo instante.
"No me digas? Entonces con eso me quieres decir que me conoces muy bien?" Pregunté.
"Claro, por supuesto. Tengo tu perfil detallado."
"En serio? No quieres compartirlo conmigo? Hasta te podría servir como conejillo de indias. Me gustaría ser tu primer paciente y después decirte si has pasado o no el examen." Y le sonreí para intentar alentarlo a que me dijera lo que piensa de mí.
"No, eso no puede ser posible. Tú y yo somos amigos, por lo que no sería ético que tú fueras mi paciente." Dijo en forma seria mientras mordía la manzana.
Era increíble, ya hasta pensaba como un profesional!
Exactamente igual que su padre!!!
Y dudo mucho que él le hubiera hablado alguna vez acerca de la ética de un psicólogo. Casi con seguridad era su propio acertado razonamiento al respecto.
"No quiero ser tu paciente. Simplemente me gustaría que practicaras conmigo. Dime tan sólo qué piensas de mí y te diré en qué te estarías equivocando." Insistí.
"No." Dijo sencillamente mientras mordía su fruta nuevamente.
"Pero por qué no?" Ahora estaba desesperado por convencerlo. "No quiero que rompas tu ética. Nada formal. Tan sólo quiero que tengas una charla acerca de ese tema con un amigo. Te prometo que lo que me digas no lo publicaré en ningún periódico." Bromeé.
Dudó un instante.
Bueno, al menos yo ya había hecho todo el intento para convencerlo.
"No creo que te vaya a gustar todo lo que tendría para decirte." Confesó.
"A qué te refieres?" Quise saber.
"A que como somos amigos, me sería imposible ocultarte algo." Dijo simplemente.
"Será por eso mismo que insisto tanto. En realidad te aseguro que no hay nada que me puedas decir que yo ya no sepa. Y por si no lo recuerdas, prefiero siempre la verdad aunque no me guste, a una mentira bonita." Dije para convencerlo finalmente, y con una sonrisa, agregué. "Así que dime lo que piensas de mí, sin olvidarte de nada."
"Bueno, yo te avisé... " Dijo y después de tragar un bocado, comenzó a hablar. "Tú eres una persona que se piensa que puede llevarse a todo el mundo por delante, siempre y cuando el que esté en frente de ti no sea un obeso. Un gordote te tendrá siempre en sus garras, no importa qué clase de persona sea él. Sólo ruega de nunca toparte con uno que sea un hijo de puta y se quiera aprovechar de ti, ya que seguramente lo logrará lastimándote de una manera tal como nunca lo han hecho antes. El grado de daño que te cause será dependiendo de la rapidez con que te percates de ello, y le impidas que siga haciéndolo."
Dio un nuevo mordisco a su manzana, masticó y apenas tragó, continuó con su alocución.
"Eres sumamente fiel a la persona que amas, aunque tú crees que aún no has encontrado a esa persona que te merezca. Por supuesto que eso es lo que tú piensas. Sientes un miedo terrible a las mentiras y eso te lleva a veces a ser demasiado paranoico, sintiendo que la gente confabula en todo momento contra ti. A veces crees ser el centro del mundo, que todo gira alrededor tuyo. Te tengo una noticia que espero que no te sorprenda, Zesna. Cuando tú duermes, el mundo sigue funcionando."
Aquí hizo una pausa, sonrió y prosiguió.
"No todo es siempre como tú piensas y por supuesto hay cosas que escapan a tu control, tu conocimiento, tus decisiones y tus caprichos. También deberías aprender a reconocer cuando te equivocas ya que para ti no vale la experiencia que pueda tener la otra persona. Siempre crees tener en tu poder absolutamente toda la verdad de las cosas, y es muy difícil que puedas cambiar tu opinión al respecto una vez que tomas una decisión. A veces hay que estar más abierto, por los menos a los puntos de vista de las personas que nos quieren bien. La verdad absoluta, no existe. Es como la belleza, Zesna, depende siempre del cristal con que se mire. Yo puedo ser lindo para ti, para Ernesto, pero puedo ser un monstruo para muchas otras personas. Con la verdad, sucede lo mismo. Lo que tú piensas que es la pura verdad para ti, puede no serlo para los demás, y viceversa. Estoy seguro que sí entiendes eso. Además, a estas alturas ya deberías saber que muchas veces la gente que tú menos esperas te puede dar una lección... O tal vez, hasta un escarmiento..."
Hizo otra pausa y clavó sus dientes otra vez a su manzana mientras miraba mis ojos que ya se habían humedecido. Mi sonrisa también se había borrado de mis labios desde hacía algunos momentos.
"Si no existieran los obesos en el mundo, no sabrías qué hacer. Eres una persona muy responsable de tus obligaciones, pero irresponsable total ante cosas inesperadas como por ejemplo subir a este lugar sin los elementos adecuados. Darías la vida por la gente que quieres y eso sería por cualquier obeso, aunque fuera desconocido, que se te cruce en el camino. Lo que más me desconcierta es que muchas veces tienes temores y te resistes a confiar en aquellas personas que te quieren. Se te hace terriblemente difícil confiar ciegamente en alguien. Tal vez hayas tenido algunas experiencias traumáticas en tu infancia, o posiblemente alguien en quien tú confiabas mucho te ha decepcionado. Si una persona a la que tú aseguras que la quieres, te pide que te tires a una pileta de natación, y tú tienes los ojos cerrados, indefectiblemente los abres para confirmar que esté llena de agua antes de lanzarte. Pero si esa misma persona te hace lo mismo a ti, sencillamente te ofendes. Debes aprender a confiar de una vez por todas, en la gente en la que puedes y debes hacerlo."
Yo no podía creer lo que escuchaban mis oídos. Mis lágrimas se suicidaban cayendo cuesta abajo por mis mejillas.
El muchacho me las quitó con el nudillo de su dedo índice mientras hacía una pausa para morder otra vez la manzana, y cuando tragó el bocado, prosiguió.
"Tienes un corazón de oro... darías hasta lo que no tienes, aunque nuevamente sólo por un gordo. Estás obsesionado con ellos. Eso no es tan malo, pero debes saber que hay otra clase de personas en el mundo con quienes puedes compartir también afectos u otros sentimientos. Eres una persona sumamente leal, y la palabra odio no está dentro de tus emociones. En lugar de odiar como hacen otras personas, tú optas por desconectarte totalmente de toda relación con esa persona que se merecería ese sentimiento. Directamente deja de existir para ti, no importándote más el destino de su vida. También diría con extrema certeza que la traición es algo imposible que pueda surgir de ti. Eres leal a alguien, o directamente te deja de importar; eso sólo se debe traducir como que tienes mucho respeto por el prójimo." En ese momento, mi amigo escarbó su nariz con su dedo índice, quitó un moco, lo amasó con sus dedos índice y pulgar haciéndolo una pelotita y lo tiró al vacío por la ventanilla de la cruz.
Nunca terminaba de sorprenderme. Acompañaba su alocución tan bien expresada que hasta avergonzaría a más de un adulto, con un acto tan infantil.
Quizás, hasta lo estaba haciendo en forma deliberada, aunque no lo podría asegurar, ya que realizó todo en una manera demasiado natural, como si no estuviera prestando ni la más mínima atención al acto que realizaba. Como si hubiera sido un reflejo. O más bien como si su mente estuviera ocupada con algo más. Posiblemente pensando en qué iría a decir a continuación.
"Sueles perder los estribos en muy pocos casos." Continuó como si ya estuviera siendo víctima de un trance que le impedía detenerse. "Te vanaglorias de tu control mental, pero en algunas pocas oportunidades los acontecimientos te superan y no tienes límites para resolver tus problemas cuando te sacan de las casillas. Supongo que en esos momentos, eres verdaderamente peligroso. Diría que te conviertes realmente en un psicópata, aunque a veces te transformas en un reverendo bastardo hijo de puta."
No supe qué decir.
Me dejó sin habla.
"Ah, me olvidaba..." Dijo para concluir. "También eres muy controlado con las expresiones de tus sentimientos, pero cuando te emocionas, eres más llorón que María Magdalena."
Él miraba para otro lado, tal vez para evitar verme el rubor que teñía mi rostro y no hacerme sentir tan mal por haberme casi desnudado por completo.
"Aunque no te preocupes, Zesna, que yo te quiero igual." Dijo simplemente y ahora sí, giró su rostro para enfrentarlo al mío y me acarició la mejilla con el dorso de su mano sonriéndome en forma sincera. "Te quiero así como eres, con todo lo malo que tienes, que es muy poco comparado a lo mucho bueno que hay en ti."
Nos sorprendimos mirándonos a los ojos sin parpadear. Nos estábamos estudiando el alma.
Sencillamente, yo no podía creer lo que acababa de escuchar.
Me había dejado anonadado, y me sentía completamente sin ropas frente a él.
Creo que nunca en mi vida alguien había dado un perfil de mí mismo de una forma más detallada a como creía que yo era. Quiero decir que no todo lo que había dicho me gustaba, y no tenía la total certeza de ser exactamente como él me definía en un 100 por ciento; pero así, de ese modo me veía él y debía reconocer que no estaba del todo alejado de la verdad.
Digamos que sólo algunos matices eran diferentes.
Lo de "bastardo hijo de puta" realmente merecía un premio por lo original.
Su padre debería estar totalmente orgulloso de él, ya que había aprendido en forma natural la profesión, y sin ningún lugar a dudas, también había heredado la excelente calidad de ese oficio.
Instintivamente bajamos la vista al mismo tiempo hacia nuestros labios.
Él acercó los suyos a los míos, y los detuvo a tan sólo unos milímetros de distancia.
"Te preguntaré tan sólo como un mero trámite burocrático... te vas a resistir?" Preguntó.
"No!"
Estaba totalmente rendido a su merced.
Pasó la lengua por sobre sus propios labios en forma reiterada para humedecerlos, los juntó a los míos y me besó haciéndome sentir su saliva deliciosa con sabor a manzana.
"Junior... nunca, pero nunca dudes de lo mucho que te quiero." Le dije una vez que me despegué de su boca.
"Lo sé!" Me contestó simplemente y volvió a inundarme con su aliento y jugos bucales. "Sólo espero que tú mismo nunca te olvides de eso." Comentó como haciendo algún presagio.
De pronto escuchamos voces de gente que subía por las escaleras.
Hicimos silencio, nuestras bocas se despegaron y ambos comenzamos a mirar por la ventanilla hacia el exterior.
"Ahí está nuevamente el gordito inútil." Dijo riendo el mismo muchacho de antes y tampoco en esta ocasión sus acompañantes se hicieron eco de las carcajadas, en claro desacuerdo con su comentario, negándose fehacientemente a festejarle la supuesta gracia que ya se estaba tornando estúpidamente insoportable, además de reiterada en forma innecesaria.
Ya era obvio, que nadie más se reiría de sus dichos idiotas, por más que continuara insistiendo.
Miré a Junior a los ojos. Él sonreía.
Se puso en pie con una parsimonia digna de Gandhi y fue directamente hacia el locutor del insulto, con ambas manos en los bolsillos y en forma tan lenta y tranquila que hasta era desesperante.
Se detuvo una vez que estuvo frente a él. Ver a mi amigo enfrente de esa persona, inevitablemente me hizo asociar mentalmente algún enfrentamiento entre David y Goliath. La única pequeña gran diferencia en este caso, era que a David le estaba faltando la honda.
Sin perder la sonrisa, y ante mi total asombro, en lugar de pegarle un puñetazo, ya que tal vez esa hubiera sido mi reacción en ese preciso instante para darle su merecido a ese imbécil, mi amigo comenzó a hablarle.
"Vocé fala portugués?"
"..."
"Parlez vous francais?"
"..."
"Parla italiano?"
"..."
" Tún Haierén gue josís?"
"..."
"Sprechen Sie Deutsch?"
"..."
La insólita manera con que mi amigo decidió enfrentarse a la situación, me dejó completamente anonadado, y sin salir de mi asombro, escuché que pronunciaba la misma pregunta en otro idioma que adiviné que era ruso.
El impávido muchacho lo miraba con cara de estúpido, sin poder articular palabra alguna.
"Maybe you speak some english, dont you?"
Tampoco ninguna respuesta.
"Entonces optaré por el idioma que seguramente conoces... Aunque igual te preguntaré por las dudas... Entiendes el español, verdad?"
El pobre tipo, simplemente asintió con la cabeza, ahora ante la risotada de un par de sus acompañantes, que obviamente se burlaban de su propio amigo por la forma en que estaba siendo ridiculizado por el gordo desconocido.
"Supongo que tildar de inútil a una persona que no conoces, es asumir, aunque más no sea en lo más recóndito de tu duramáter que tú mismo lo eres, pero que te cuesta realmente admitirlo con propiedad. Lamento enormemente no tener un diccionario a mano para proporcionarte, porque por la cara que pones dudo mucho que ni siquiera sepas qué es un duramáter. Pero estoy seguro que alguno de tus amigos sí lo sabe ya que demuestran que son bastante más inteligentes que tú al no hacerse eco de tus alardes. Si quieres ser la estrella entre tus amigos, no trates de insultar a la gente, simplemente haz algo más constructivo que seguramente ellos te lo agradecerán. Dije trates de insultar en lugar de insultes a la gente porque no insulta aquel que quiere sino el que puede. Y obviamente tú estás muy lejos de poder hacerlo, ya que veo que te has equivocado con respecto a que soy un inútil. Deberías buscar a alguien que tenga por lo menos algún nivel intelectual más bajo que el tuyo para poder tildarlo de tal, y si quieres que te dé mi opinión, sinceramente creo que te va a resultar bastante difícil de encontrar. Por lo tanto y dadas las circunstancias, entiendo que por lo menos por esta vez te has equivocado y en demasía; y por eso mismo, acepto tus disculpas." Dijo y giró 180 grados para volver a encontrarse conmigo.
El pobre muchacho estaba colorado de vergüenza, ya que el resto de sus amigos ahora se reían a las carcajadas burlándose de él, mientras lo señalaban con el dedo.
Posiblemente eso mismo hizo que se enfureciera de repente y fuera en dirección a mi amigo para golpearlo.
"Cuidado!" Le grité alertándolo.
Junior viró lentamente en el mismo momento en que un fuerte puñetazo le daba en plena mejilla derecha. Realmente sonó bastante feo.
Se me cortó la respiración por unos segundos.
Silencio.
Apenas reaccioné, salí despedido de mi asiento para intentar intervenir, en el preciso instante en que Junior giró todo su cuerpo para quedar nuevamente frente al tipo, y sin perder la sonrisa ni la calma, se tocó con una mano sobre el lugar donde había sido golpeado.
"Veo que además eres cobarde intentando golpear a las personas por la espalda. Dije intentando porque apenas has logrado tan sólo darme una leve caricia. Tan sólo por acaso, y por si me equivoco, por qué no me demuestras lo valiente que puedes llegar a ser, e intentas ahora en la otra mejilla, pero esta vez de frente, como lo deberían hacer los hombres?" Dijo poniendo también su cachete izquierdo a disposición del agresor.
Ni corto ni perezoso, el individuo preparó y lanzó otro puñetazo, tal vez movido por la necesidad de limpiar su reputación lesionada ante sus amigos.
Junior no dejó de mirar fijamente a los ojos del atacante y ahora sin sonreír, alzó su brazo y sin siquiera mirarlo, terminó deteniendo en el aire, el puño que se acercaba en dirección a su rostro.
Sólo lo tomó con su palma e hizo una leve presión cerrando sus dedos alrededor de él. El pobre muchacho se retorció y fue agachándose hasta terminar de rodillas frente a mi amigo con una expresión de dolor en su rostro, que además comenzaba a visualizarse también con una mezcla de miedo.
Junior se agachó, lo tomó con una mano por el hombro y con la otra por entre los muslos; lo alzó por encima de su cabeza, como había hecho conmigo en el juego de las luchas, y cuando todos pensamos que lo lanzaría fuertemente contra el piso, simplemente lo depositó suavemente encima de los asientos dejándolo sentado.
Le volvió a mirar a los ojos seriamente y metió una de sus manos dentro del bolsillo de sus propios pantalones.
"Toma, creo que lo necesitarás más que yo." Le dijo mientras todos los amigos del infortunado tipo estallaron a las carcajadas otra vez, al tiempo que Junior le dejaba en la mano el rollo de papel higiénico que traía.
Cuando se iba acercando a mi, miré a mi amigo al rostro, y me fui dando cuenta que inexorablemente me estaba enamorando de él.
La forma en cómo trató toda la situación... la manera cómo habló... sus movimientos... todo, absolutamente todo, lo hizo merecedor por completo de mi más alta admiración, ya que no perdió la compostura en ningún instante, haciéndome sentir una especie de envidia sana, si la hay, ya que yo mismo no hubiera tenido el control mental para no irme a las manos en cualquier momento, cosa que viéndolo a la perspectiva, hubiera sido imposible de determinar un final feliz, pues nosotros estábamos en inferioridad numérica con respecto a ellos.
"Junior, es verdad que sabes hablar en ruso?" Le pregunté apenas volvió a sentarse a mi lado, profundamente embargado por la emoción de tener a este muchacho como amigo, y de estar sintiendo en ese momento, un afecto más grande por él, que seguía en aumento a cada minuto que pasaba.
"Dá!"
"Pensé que sólo estabas presumiendo..." Confesé.
"Niet!"
Estaba totalmente hipnotizado mirándolo a los ojos.
"Aparte de psicólogo, o en lugar de eso, también me gustaría ser intérprete o algo parecido, porque además de que me fascinan los idiomas, tengo facilidad para ello." Confesó.
"No me digas?" Dije sin ocultar mi admiración. "Y cuántos idiomas sabes?"
"Siempre fui al colegio y liceo alemán, donde me lo enseñaron desde muy chico, así que lo hablo a la perfección. Además domino el inglés, francés, italiano y portugués muy fluidamente y tengo algunas nociones del guaraní."
Mi boca se abrió de la sorpresa, y aparentemente se atoró, porque no la pude cerrar.
"No sabía que ibas al liceo alemán. Nunca me lo habías dicho. Sabes que te estás convirtiendo en mi ídolo poco a poco, Junior?" Dije terriblemente emocionado y una vez que pude articular palabras.
"Danke!"
"Escuché que le dijiste algo en un idioma que realmente no reconocí." Confesé.
"Ah, sí! Es armenio que aprendí de un amigo que tuve hasta el año pasado en que se fue a vivir al exterior con la familia. Pero sólo sé varias palabras sueltas y algunas frases." Dijo sonriendo. "Ahora estoy aprendiendo ruso, aunque sólo hace un par de meses, y me gustaría tener nociones también de algún idioma oriental, como el chino, japonés o mandarín." Concluyó.
Estaba completamente anonadado.
Además de inteligente, Junior era muy aplicado con los estudios.
Un genio?
Tal vez!
"Yo apenas hablo inglés y portugués." Confesé. "Tengo nociones de francés, italiano pero no más de lo que aprendí en el liceo, y ahí se terminan mis lenguas."
"Rojaijú!... Je taime!... Io ti amo molto!... Eu ti quero muito!... Iés shat gue sirém quezí... I love you so much!..."
No necesité traducción alguna y se me humedecieron los ojos por enésima vez.
Estuvimos conversando por unos minutos más, mientras veía cada tanto al grupo de adolescente que miraban a Junior, ahora con algo más de respeto.
"No te enojes, Zesna, pero me parece que deberíamos volver a bajar." Dijo Junior interrumpiéndome de pronto, señalando hacia el cielo.
Unos nubarrones bastante oscuros amenazaban desde el oeste y presagiaban que las lluvias volverían y no se demorarían en llegar hasta nosotros.
"Sólo un momento." Dije. "Junior sabes que yo también te quiero, verdad?" Le pregunté, mientras con ambas manos le tomaba la suya en forma disimulada, pero que él quitó en forma rápida de entre las mías.
"Sí, pero si me vas a pedir que te haga el amor aquí arriba, olvídalo." Dijo sin demostrar que su dicho era una broma. "No me gustan las mariconadas. Por lo menos al aire libre... Hay gente que nos está mirando." Ahora sí, sonrió, y yo lo acompañé.
Acto seguido, nos dispusimos a bajar de la cruz antes de que las nubes negras estuvieran sobre nosotros.
Los otros muchachos seguían cantando y riendo como si estuvieran en plena fiesta, y cuando pasamos frente a ellos de camino a la escalera, Junior se desvió y fue directamente al encuentro de la persona que lo había atacado, que apenas lo vio acercársele, comenzó a temblar de miedo.
"Sin rencores verdad?" Le dijo mi amigo mientras le extendió la mano.
El muchacho sin ocultar que estaba aterrorizado, y como si fuera un acto reflejo, sólo levantó su mano y fue Junior el que se la tomó con la suya y se la estrechó.
"Que tengan todos un buen domingo!" Dijo hacia el resto de la concurrencia y antes de dirigimos hacia las escaleras, agregó. "Sayonara!"
"Oye, gordo... Cómo te llamas?" Gritó una de las chicas a nuestras espaldas.
"Eduardo, pero mis amigos me dicen Junior." Contestó sin dejar de sonreír.
"Mucho gusto, soy Constanza y mis amigos me llaman Coty. Junior, te has ganado mis respetos ya que veo que eres un gordito divino." Hizo una pausa y preguntó. "No quieres hacerme el amor?"
Se hizo el silencio.
Varios de sus amigos rieron, pero ella no.
"Lo siento, querida... Pero ya estoy comprometido." Dijo mi amigo sonriendo y sin más, me estampó un beso en la boca ante mi sorpresa total.
Me dejó perplejo y no pude recobrar el movimiento hasta que todos estallaron a las carcajadas, dando por descontado que eso había sido otra de las ocurrentes bromas de mi amigo.
Yo continuaba totalmente anonadado y comenzamos a bajar las escaleras ante el aplauso de todos los presentes.
Mientras bajábamos no me pude contener de hacerle una pregunta que contestó tan sólo con una risotada.
"Junior, no me dijiste hace un rato que no te gustaban las mariconadas al aire libre?"
Apenas llegamos al pie de la cruz, una leve llovizna comenzó a rociar todo el lugar.
"Odio tener que decirte esto, pero te lo dije!" Señaló mi amigo.
Comenzamos el descenso antes de que la lluvia se intensificara.
"No crees que sería mejor esperar aquí hasta más tarde?" Preguntó Junior.
"Supongo que si nos apuramos, en un poco más de media hora, estaremos en casa dándonos una ducha calentita." Le contesté.
El trayecto de bajada era aún más peligroso de lo que yo había supuesto. Junior se resbaló tres veces, por más que seguía apoyándose en el bastón, y yo mismo perdí la cuenta de las veces que me caí de culo sobre el barro.
Una lluvia torrencial nos sorprendió en medio del cerro.
Mojados hasta las pelotas y embarrados casi hasta dentro del culo, no tuve menos que admitirme a mí mismo que el querer subir ese cerro en ese preciso día, había sido una de las peores decisiones de mi vida.
No tenía idea en ese instante que todo lo que había pasado hasta ese momento, no había sido más que el prólogo a una de mis peores pesadillas, y por más de un motivo.
Estábamos bajando por una de las rocas que habíamos sorteado en la subida, cuando de repente mi pie resbaló y vi la cara horrorizada de Junior mientras intentaba asirme inútilmente con su mano, al tiempo que me estaba alejando hacia atrás y por los aires.
Caí hacia abajo desde casi medio metro de distancia, hasta que mi culo se dio contra el barro y comencé a deslizarme velozmente como por un tobogán hacia atrás, casi como si estuviera sobre una especie de rampa demasiada pronunciada formada por barro y piedra, mientras escuchaba los gritos desesperados del muchacho que intentaba bajar cuidadosamente por ese mismo lugar para darme asistencia.
La rapidez con que sucedió todo, me hizo imposible siquiera el intentar reaccionar ante las circunstancias y la vertiginosa caída me hizo llegar a una cornisa de piedra donde salí despedido hacia abajo.
A menos de un metro de distancia, ramas y arbustos hicieron las veces de colchón que amortizaron la caída y me evitaron lesiones graves. Mi horror no se detuvo allí, ya que el envión y el hecho de que toda mi indumentaria estuviera lubricada con barro, hizo que siguiera deslizándome aún más cuesta abajo. Mi culo y parte de mi espalda no tuvieron tiempo suficiente para lamentarse por el fuerte golpe recibido por la caída, al tiempo que seguía escuchando los gritos desesperados de Junior que continuaba con su intento de bajar rodeando el lugar para prestarme ayuda, por más que yo cada vez me estaba alejando aún más de él.
No pude detener mi marcha por el camino enlodado y seguía descendiendo de espaldas, mientras me la raspaba con ramas y piedras casi en su totalidad, además del trasero y parte de mis muslos. Intenté ver hacia dónde me dirigía y me puse realmente pálido cuando vi que el trayecto terminaba en otra cornisa pero esta vez no había más árboles ni piedras del otro lado. Esa última cornisa estaba seguida del precipicio.
"Zesna, por amor de Dios!" Sentí que gritaba el muchacho. "Intenta sostenerte con algo, por favor! Ya estoy llegando!"
Mis brazos se movían desesperadamente intentando asirse a cualquier cosa que estuviera firme en el piso. Piedras, juncos, pasto o lo que fuere.
Intenté tomar una piedra, pero se desprendió del suelo producto del propio impulso que yo traía.
Tomé un arbusto con mi mano derecha, lo que hizo que girara sobre mí mismo y terminara boca abajo, con la mano extendida. El arbusto también cedió y proseguí deslizándome por la pendiente pronunciada hasta lograr asirme nuevamente a otro junco adosado a la piedra que formaba la cornisa. Allí me di real cuenta de la gravedad de la situación: vi horrorizado que mis piernas habían quedado completamente en el aire de las rodillas hacia abajo. Alcancé a mirar al vacío, y noté que más abajo había otra pequeña cornisa que salía de la piedra lisa totalmente empinada, y se hallaba a casi a tres o cuatro metros de distancia de donde me encontraba. Por debajo de eso, el abismo.
Una desesperación impresionante me abrasó de inmediato, y eso anestesió a mi mano derecha apretada en el arbusto, que se estaba quemando literalmente por la fricción; de todas formas, intenté reforzar mi posición, sosteniéndome también con la otra mano.
Vi que Junior venía hacia mí, pero muy cuidadosamente, casi en cámara lenta para evitar resbalar y perder el equilibrio.
"Dios mío! Sosténte Zesna, que ya me falta poco para llegar." Dijo siempre en la misma forma desesperada y a los gritos.
"No puedo sostenerme!" Le confesé.
"Por favor, Zesna. No me hagas esto!" Dijo suplicándome.
Mi mano derecha estaba en carne viva. El dolor era insoportable. Pero eso no era lo peor. El junco había comenzado a ceder.
Mis pies estaban pataleando en forma rápida para tratar de buscar apoyo, pero todo era inútil.
Mis manos estaban aferradas al arbusto. No me iba a soltar de allí por nada del mundo a pesar de que me estaba cortando en forma impresionante, pero todo esfuerzo seguía siendo en vano, ya que lo que no iba a resistir era el arbusto mismo.
Miré a mi alrededor, y vi una planta un poco más firme a mi derecha, pero no llegaba desde mi posición. También había otro arbusto más grande, pero igualmente alejado.
Observaba venir a Junior, pero también me daba miedo de que él se resbalara. El sendero por el que había estado cayendo estaba demasiado empinado. Todo el camino parecía un tobogán gigante.
Junior estaba a un poco más de cinco pasos de mí cuando finalmente la planta que me sostenía salió violentamente despedida hacia fuera. Un grito aterrador de Junior me hizo ver la situación desde su perspectiva.
Estaba a punto de caer al vacío. Manoteé todo lo que pude en el camino, mientras mi vientre y las partes delanteras de mi muslo se raspaban en forma terrible tras hacerse trizas toda mi indumentaria.
Un último corte hecho con una piedra en el muslo, muy lejos de hacerme sentir el dolor, me advirtió que esa era la última oportunidad que tenía de aferrarme a algo antes de caer al precipicio.
Lo hice pero el barro de mi mano estaba logrando que ésta se deslizara haciéndola acariciar en toda su dimensión.
"Dios mío!" gritó Junior en forma desgarradora, y desaparecí de su vista.
Me apreté contra la piedra lisa que tenía frente a mí, y simplemente me deslicé como por otro tobogán sumamente empinado hacia abajo. Cerré los ojos, porque creí que ese era mi fin, hasta que mis pies chocaron con la cornisa y acto seguido una inyección de fuerza me hizo pegar el cuerpo contra la piedra, logrando de ese modo aferrarme con uñas y dientes a cuanta protuberancia, huecos o lo que fuere que pude encontrar sobre ella.
Escuché los lamentos de Junior que se acercaban lentamente a la cornisa superior.
"Junior!" Le grité. "Estoy aquí!"
"Zesna, estás bien?" Preguntó.
"Sí, pero no sé cuánto más me puedo sostener." Le contesté, ya que me temblaban las piernas y comencé a sentir dolores espantosos por todo el cuerpo que intentaba no mirar.
"Te das cuenta qué bien nos vendría una soga ahora?" Dijo una vez que pudo espiar mi situación. Desde lo alto. "No puedo sacarte de allí, Zesna. Necesito ayuda."
"No te vayas, por favor!" Le supliqué.
Sin poder verlo, escuché sus pasos desesperados de un lado a otro, como buscando algo para intentar darme auxilio.
"Por favor, Junior. No dejes de hablarme. Dime qué estás haciendo." Dije para por lo menos reconfortarme escuchando su voz.
"Estoy buscando ramitas secas." Dijo ante mi sorpresa.
"Ramitas? No querrás decir ramas largas?" Dije sorprendido totalmente. "Cómo lograrás sacarme de aquí tan sólo con ramitas."
"Tienes un encendedor?" Preguntó ante mi asombro total.
"No!" Dije.
"Entonces no me molestes. Ya has demostrado lo pelotudo e irresponsable que eres. Cómo mierda piensas entonces que haré una fogata?" Dijo.
"No entiendo!" Pregunté. "Una fogata! Cómo me va a ayudar una fogata?"
"No te creas que voy a hacer fuego tan solo porque estoy mojado y enlodado hasta las pelotas y tengo mucho frío." Me dijo. "Me decepcionas, Zesna. Pensé que eras algo más inteligente."
"No bromees, Junior. Sólo quiero saber qué mierda estás haciendo que no me ayudas a salir de aquí." Pregunté al borde de la indignación.
"No creo poder sacarte yo sólo. Necesito ayuda! Esto que estoy haciendo, es para sacarte de allí." Dijo y ahora escuché que estaba moviéndose rápidamente de un lugar a otro.
Escuché crujidos de ramas secas, y tras largos minutos de silencio, volví a oír sonidos que me dieron la pauta de que estaba soplando.
Mi silencio absoluto le hizo percatarse de que yo continuaba sin entender un carajo acerca de lo que estaba intentando hacer.
"Está prohibido hacer fuego en estos lugares, por lo que estoy intentando hacerlo para que alguien lo vea y venga en nuestra búsqueda." Dijo y continuó soplando.
"Sabes hacer fuego con ramitas?" Pregunté sorprendido y repentinamente, recordé. "Por supuesto, ya me dijiste que fuiste boy scout, verdad?"
"No, Zesna. No fui boy scout. Fui jefe de boy scouts." Aclaró.
Por más que hice el intento, no pude sonreír. El dolor espantoso que sentía por todo el cuerpo, me lo estaba impidiendo.
"Cómo logras hacer el fuego con ramitas?" Pregunté.
"Mira, Zesna. No seas pelotudo. Me tardé varias horas en aprender a lograrlo, y tú no pretenderás que te explique en tan sólo un minuto." Contestó.
Este muchacho siempre me dejaba con la boca abierta.
De pronto pude ver cómo un hilito de humo negro comenzó a elevarse por donde se suponía que estaba mi amigo y a continuación, el grosor de la humareda se acrecentó.
"Ya está listo!" Dijo con un poco más de entusiasmo. "Ahora lo único que debemos hacer es esperar."
"Perdona que te interrumpa, pero me parece que yo no podré aguantar mucho más tiempo aquí abajo." Dije haciendo un esfuerzo hasta para emitir mis gritos desde allí.
Vi un brazo del muchacho asomarse por la cornisa y no pude alcanzar a ver su rostro, ya que el mío estaba adosado contra la roca y me sostenía haciendo equilibrio pisando sobre una cornisa de apenas unos 20 centímetros de pura piedra lisa, llana mojada y muy resbalosa. Intentaba moverme lo menos posible para evitar zafarme de ese lugar que era mi único refugio. Ambos tacos de mis zapatillas estaban mirando directamente al vacío.
"Oh, Dios mío!" Dijo sin poder ver toda la dimensión de mi situación. "Piensa, Junior, piensa!" Se motivaba a sí mismo.
Alargó su mano lo más posible, y me preguntó si estaba muy lejos; pero apenas la vi me di cuenta de que ni siquiera pegando un salto podría tocarla, por lo que ni siquiera intenté tomarla, ya que además de estar realmente asustado no quería tener que soltarme de donde estaba agarrado sin tener la certeza de poder alcanzar su ayuda. Por más que se esforzaba, aún estaba completamente fuera de mi alcance.
"Trata de tomar mi mano." Sugirió.
"No, Junior. Si me suelto me caeré. Además no creo que te pueda alcanzar. Aún estás lejos de mí."
Mis manos ya estaban entumecidas y se resbalaban una y otra vez de donde las tenía fuertemente aferradas, pero mi instinto de supervivencia me obligaba a volver a adherirme al lugar todas las veces que fuera necesario.
Escuché sonido de hebillas.
"Zesna, puedes quitarte el cinturón?" Preguntó.
"Lo voy a intentar." Le dije no muy convencido de lograrlo desde la posición en que me encontraba, y nuevamente teniendo el temor de ocupar mis manos en algo más que no fuera sostenerme con fuerza de las rocas.
Apreté mi cuerpo aún más contra la piedra lisa y con una de mis manos forcejeé mi cinto hasta que cedió lentamente. Unos segundos después, tuve el cinturón completamente fuera de su lugar.
"Ya lo tengo. Qué hago ahora?" Pregunté completamente entregado a las manos de mi amigo.
Vi cómo lentamente bajaba su propio cinturón kilométrico donde había hecho un pequeño estribo cerrándolo por la hebilla en una de los extremos, hasta que logró dejarlo a centímetros por encima de mi rostro.
"Estás completamente seguro que los cinturones que vendes en tu tienda son realmente de buena calidad?" Preguntó para mi asombro.
"Creo que sí!" Contesté.
"Vamos a probarlo, y más vale que tengas razón, porque tu vida depende de ello. Pasa tu cinturón a través del mío y ajústalo por la hebilla igual como lo he hecho yo." Pidió.
Lo hice.
Quedó como un 69 pero enganchado por los círculos formados. No pude dejar de admirar el plan que había improvisado con tal celeridad y que parecía que sería la solución para sacarme de allí.
"Hecho."
Vi que ambos cintos comenzaron a elevarse lentamente hasta desaparecer por completo de mi vista.
"Espera un segundo que intentaré asegurarlo en algún lugar." Dijo y continuó con la explicación de lo que intentaba hacer. "Luego de que la asegure..." Hizo una pausa. "Ya está! Ahora otro nudo... Bueno, ahí te va de nuevo. Debes intentar sostenerte lo más seguro posible del cinturón, así te voy elevando de a poco y te puedo atrapar con mi mano."
Mi cinto ahora también tenía un estribo en la parte más baja como para facilitarme la agarrada. Ahora parecía un 68.
Titubeé apenas por un par de segundos.
"Confías en mí?" Preguntó ante mi duda.
"Sí!"
Cuando me dio la señal, alcé mi mano izquierda, tomé el cinturón y me aferré a él con una mano.
"Está bien asegurado, Junior?" Pregunté dudando.
"Siempre haciendo preguntas tontas?" Contestó. "Qué te piensas? Que no hay agua en la pileta de natación?" Concluyó haciendo alusión a algo que había dicho con anterioridad cuando hacía mi perfil.
Sin pensarlo siquiera, apreté mi mano con toda la fuerza que me quedaba, solté mi otra mano de la piedra que sujetaba y me lancé al vacio quedando completamente en manos de Junior.
Lenta pero en forma muy segura, fui siendo levantado hacia la cornisa superior. Ahora sí podía ver el esfuerzo que hacía Junior por subirme. Y no era un esfuerzo porque le pesara en demasía, sino porque se le resbalaba el cinturón de sus manos por el barro que éstas contenían.
Miré hacia abajo, y casi vomito del susto. Estaba pendiendo del precipicio. Si caía, no habría manera que pudiera sobrevivir.
Cuando faltaba un poco apenas para llegar a destino apareció el rostro de mi amigo que me sonrió y me tendió su mano.
La tomé lo más fuerte que pude como siendo consciente de que me estaba aferrando a la vida con esa mano.
"Zesna, Toma mi muñeca con tu mano." Ordenó. Y al hacerlo, él hizo lo mismo, cerró fuertemente su mano por mi muñeca. "Ya te tengo!" Dijo entusiasmado. "Ahora somos uno sólo. No te preocupes, ya no te caerás."
El estar sosteniéndonos aferrados mutuamente a nuestras muñecas, me hizo aliviar definitivamente. De pronto comencé a elevarme en dirección hacia él en forma más rápida. Junior me estaba levantando sin hacer el más mínimo esfuerzo y en ese preciso momento mis sentimientos hacia él eran aún más fuertes de los que ya tenía anteriormente.
Una vez que tuve su rostro sonriendo frente al mío, me terminé de reconfortar.
Me depositó sobre el barro y vi cómo todavía ardían las ramas y varias pequeñas llamas salían de ellas. No pude dejar de notar, que Junior había tenido sumo cuidado con el fuego, ya que toda la fogata estaba rodeada de un círculo lleno de agua y por fuera de él había acumulado varias piedras medianas para evitar que se propagara el fuego en caso de algún tipo de accidente, como por ejemplo que soplara inesperadamente el viento. Su prevención me terminó de convencer lo que ya me suponía, de que este muchacho era una persona mucho más responsable de lo que yo mismo era, y como un impulso automático me abalancé sobre él para abrazarlo.
"Sal de aquí que me estás ensuciando todo." Dijo bromeando, y me pidió que me sentara sobre una roca mientras él iba en busca de los cinturones.
Apenas me senté, giré la vista en dirección a mi amigo.
Todo ocurrió más rápido que un relámpago.
Vi a Junior dar tres pasos hacia la cornisa, cuando se resbaló cayendo de culo y comenzó a deslizarse por la pendiente en dirección al abismo. Giró para quedarse boca abajo y mientras yo me paré de la roca inmediatamente y me abalancé sobre mi amigo sin importarme qué me pudiera pasar a mí, vi la cara de Junior como pidiéndome perdón, un segundo antes de que desapareciera de mi vista por la cornisa.
Cuando estaba llegando hasta allí, alcancé a ver su mano que asía la piedra donde yo me había apoyado con anterioridad, y al segundo comenzó a brotar sangre de entre sus dedos que comenzaron a deslizarse hacia abajo por el peso del muchacho.
"Nooooooooo!!!!!!!!!!!" Grité mientras vi con horror, y sin poder evitarlo, que su mano se soltó para desaparecer de mi vista por completo.
CONCLUIRÁ.
Se agradecen los comentarios.