Gordo de las 6 en punto (2)

CAPÍTULO II: VILLANO DE HISTORIETA. Yo estaba acostado sobre la moquete del dormitorio y tenía a Eduardo agachado y sosteniendo mi cabeza, mientras su hijo estaba a sus espaldas, pegando gritos y moviéndose en forma descontrolada para todos lados como queriendo ayudar de alguna manera, pero sin saber qué hacer exactamente.

GORDO DE LAS 6 EN PUNTO (2)

CAPÍTULO II: VILLANO DE HISTORIETA.

El avión estaba cayendo en picada desde 15.000 metros de altura y yo estaba ocupando el lugar del piloto.

El aparato se desplomó haciendo impacto violentamente contra el pavimento y quedé tendido boca arriba completamente aturdido. Se hizo el silencio y la tremenda polvareda me impedía ver con claridad, al menos durante la agonía de ese último minuto, y hasta que éste se hizo cadáver.

Lentamente comenzó a disiparse la niebla que me rodeaba y mis sentidos comenzaron a recobrar sus poderes segundo a segundo. Empecé a divisar un par de siluetas al tiempo que los zumbidos molestos que aún estaban recibiendo mis oídos se transformaron paulatinamente en murmullos que todavía no podía distinguir con nitidez.

La sensación que sentí en el dormitorio de Eduardo, tras escuchar las últimas palabras de Junior apenas salió del baño, fue similar a la de estar cerca de la detonación de una bomba atómica de más de mil millones de megatones.

"Papá, el agua ya..." Y se interrumpió cuando vio a Eduardo en el preciso instante en que éste me soltaba la mano en forma muy abrupta apenas vio que su hijo se percató de ello, lo que hizo poner al muchacho muy nervioso. "El agua ya está ‘calientita’."

"Ya te dije que no se dice ‘calientita’, sino ‘calentita’" Corrigió su padre.

"Bueno, es lo mismo!" Contestó.

Un ardor intenso se apoderó de mí. Esas palabras lo habían desenmascarado completamente y aún así, me negaba a creer que Junior fuera finalmente el pajero de las 6 de la tarde.

Siguió la conversación dentro de la habitación, pero yo ya no estaba allí. Ahora terminaba finalmente de comprender por qué no había recibido la llamadas del pajero correspondientes a la tarde anterior y a esa misma mañana.

Lo más gracioso era que Junior ni siquiera se había percatado realmente de las palabras que salieron de su boca en ese momento; ni mucho menos, que eso que dijo lo había terminado de dejar en evidencia.

Estaba seguro de que el muchacho estaba atravesando por un momento terrible, pero no podía ni siquiera suponer la gravedad del problema. Su abrazo me había hecho sospechar que algo inusual le estaba aquejando.

Pero qué era realmente lo que le sucedía?

Y qué debía hacer yo ahora?

Sentía que estaba en una doble encrucijada.

Cuál podría ser la reacción de Junior, si le decía que sabía que él era quien hacía las llamadas?

Sinceramente no me animaba a aventurar ninguna respuesta.

Y qué contestación obtendría de Eduardo si le informaba que su hijo me llamaba diariamente para masturbarse con mi voz.

Tampoco podría conocer su reacción ante ello.

Tal vez, y sólo tal vez, estaba latente hasta la posibilidad de que ni siquiera me creyera si tan solo le intentaba comunicar mi descubrimiento acerca de su muchacho.

Ese tipo de juegos perversos seguramente no dejarían al doctor muy orgulloso de su hijo. Quién en su sano juicio creería que todo esto era simplemente un juego? Quién no dejaría de suponer que las fantasías del chico iban bastante más allá de unas simples travesuras que podrían ocultar, sin ningún lugar a dudas, algún problema mucho más grave.

Sea cual fuere la respuesta, era consciente que esto no estaba bien.

No estaba nada bien!

Si le ocultaba esa crucial información a Eduardo, posiblemente el asunto se agravaría aún más en el futuro inmediato, ya que no se le podría brindar la ayuda necesaria al muchacho; y teniendo en cuenta el antecedente que ya había dejado vislumbrar con su intento de suicidio de un tiempo atrás, su reacción ante este tipo presiones no tendría forma de poder anticiparse.

Eso quiere decir lisa y llanamente que si dejaba al muchacho en evidencia, posiblemente la vergüenza lo iría a hacer obrar en forma impensada.

Estaba sorpresivamente en un intríngulis no deseado, por lo que me quedaba claro que...

"Zesna, Zesna..." Sentí la voz de Eduardo y una sucesión de pequeñas y leves bofetadas de una mano gorda y pesada sobre mi rostro.

"Zesna... Ay, por favor, estás bien?" Gritaba Junior desesperado por detrás de aquél.

"Cálmate hijo!" Le ordenaba Eduardo. "No debe ser más que un desmayo. No te pongas así. Es algo pasajero."

"Cómo quieres que me ponga? Mira como está Zesna! Por favor, haz algo, papá! No te quedes así como un pelotudo, sin hacer nada." Los gritos del muchacho hacia su padre me devolvieron definitivamente a la habitación.

Yo estaba acostado sobre la moquete del dormitorio y tenía a Eduardo agachado y sosteniendo mi cabeza, mientras su hijo estaba a sus espaldas, pegando gritos y moviéndose en forma descontrolada para todos lados como queriendo ayudar de alguna manera, pero sin saber qué hacer exactamente.

Tomé consciencia de lo que me había sucedido, y me incorporé.

"Qué sucedió?" Pregunté apenas me liberé del pánico, que hasta hacía un segundo atrás me tenía como rehén.

"No lo sé. Te desplomaste de pronto. Pensamos que habías perdido el sentido." Dijo el doctor con preocupación, poniendo el dorso de su mano derecha sobre mi frente como para tomarme la temperatura. "Te encuentras bien?"

"Sí, creo que sufrí un mareo." Dije aferrándome a sus brazos para intentar ponerme nuevamente en pie.

Junior me ayudó a trasladarme hasta el borde de la cama de su padre, donde me senté.

"Hijo, ve a traerle un vaso con agua." Le pidió al muchacho que sin dudarlo, salió corriendo sin esperar ni un segundo y comenzó a bajar por las escaleras rumbo a la cocina.

Una vez que Junior dejó la habitación, Eduardo demostró desconfianza por la excusa que le había dado un momento antes.

"Tú no eres de la clase de personas a quienes les dan mareos, Zesna. Cuéntame qué es lo que sucede." Me dijo y me levantó la cabeza con su mano ya que yo estaba evitando mirarle a los ojos. "Zesna..., por favor!"

"Abuelo, no le quiero mentir. Usted me conoce muy bien, pero por lo que más quiera, necesito saber si cuento con su confianza absoluta." Dije con voz de ruego.

"Pero qué clase de pregunta es esa? Sí, claro que sí. Por supuesto que sí. Eso ya lo sabes, no necesitas que te lo diga. O sí?" Preguntó.

"Me refiero a que si confía ciegamente en mí." Insistí.

"Sí. Zesna, tanto como que no lo hago en nadie más. Confío ciegamente en ti. Sé que serías incapaz de lastimarme a mí o a mi muchacho." Confesó dibujando en su rostro una mueca de sorpresa en grado sumo. "Por qué lo preguntas? Qué diablos es lo que está sucediendo aquí?"

"Abuelo, acabo de confirmar que Junior está en un grave problema; pero por lo que más quiera, no me pregunte acerca de ello, porque a él no le haría nada bien si usted se entera de ello." Dije mirándolo directamente a sus incrédulos ojos.

"Ay, Zesna, no me asustes!" Dijo ahora con pavor.

"Por eso le pregunté acerca de si confiaba en mí. Abuelo, no se enoje, no sé por qué, pero tengo casi la plena certeza de que usted no puede ayudarlo con esto que le sucede, pero yo sí podría. Sé que me quiere y que posiblemente yo pudiera lograr hacer algo por él. Me gustaría tener una conversación con Junior en privado."

"No entiendo. Qué es lo que te has dado cuenta? No entiendo absolutamente nada. Qué es lo que ha dicho? Zesna, sé que mi muchacho no está bien..." Dudó apenas un instante antes de proseguir. "En realidad hay algo que tienes que saber." Me dijo y me llamé a silencio para no quedarme en ascuas. "No estoy completamente seguro, pero tengo la leve sospecha de que mi caída por las escaleras no fue un mero accidente."

"Qué? Qué me está diciendo? A qué se refiere?" Pregunté.

"Oh, Zesna, No te lo iba a decir, pero no te puedo ocultar esto ya que te considero como un miembro de la familia. Creo que mi muchacho fue el que me hizo una zancadilla. Al principio pensé que fue sin querer, que me había tropezado como un pelotudo con su pierna, que simplemente todo había sido un desgraciado accidente, pero ahora tengo muchas dudas, Zesna. Tengo la impresión y cada vez más fuerte, de que fue él quien me puso el pie deliberadamente para que yo me cayera."

Me quedé petrificado. Un calor intenso me abrasó nuevamente por dentro. Todo era aún peor a lo más grave que yo me estaba imaginando.

"Por Dios santo!" Dije con horror. "Qué es lo que me está diciendo?"

"Lo que escuchas, Zesna. Por lo que más quieras, no me lo hagas más difícil de lo que ya es, por favor. No quisiera repetirlo, porque la verdad es que ni yo mismo me lo puedo creer." Dijo con una tristeza que no podía disimular.

No, no podía ser!

Me resistía a creerlo!

Aunque ahora estaba atando algunos cabos sueltos y me estaban cerrando varias cosas que me habían tenido bastante preocupado, o más bien debería decir molesto. Molesto de forma tal como si llevara pequeñas espinas clavadas en la planta de mi pie.

Junior estaba celoso, y yo era el culpable!

Noté las miradas que le lanzó a su padre en más de una oportunidad, más específicamente hacía apenas unos momentos, cuando vio cómo él me tomaba la mano entre las suyas.

También eso me podría explicar por qué en las últimas llamadas telefónicas estaba un poco más agresivo conmigo y me quería hacer daño.

Actuaba como si quisiera acaparar toda mi atención para él solo. No estaba dispuesto a compartirme con su padre. Ni con nadie más.

Esto era una locura!

Por favor, quisiera despertarme ahora mismo de este horroroso sueño!

Pero lamentablemente, aún estaba allí.

No estaba durmiendo.

No estaba soñando.

No era una pesadilla.

Era la vida real.

Pero... Junior, no!

Por favor!

Era la última persona en el mundo que hubiera pensado que haría una cosa así.

Me refiero a todo lo que estaba haciendo, a todo lo que estaba sucediendo con él.

Las llamadas telefónicas... y peor aún, que hubiera tirado a su propio padre adrede por las escaleras.

Eso era inadmisible!

Me costaba tremendamente creerlo.

Mi abuelo se podría haber matado por eso!

Sin darme cuenta, estaban rodando lágrimas por mis mejillas.

Pensé en todos los personajes malvados de historietas y en los villanos de las películas y casi todos sin excepción iniciaban su carrera criminal de una forma similar. O por celos o por despecho, que era habitualmente el disparador de un megalómano en potencia.

Bueno, creo que estaba exagerando un poco.

O no?

No podía estar 100 por ciento seguro.

Junior era muy inteligente y me quedaba claro que él sabía más cosas de las que aparentaba, pero aún yo desconocía su forma de pensar.

No debo dejar de reconocer que es más que probable que si hubiera hecho realmente lo que me acababa de decir su padre, en este momento hasta estuviera arrepentido por ello. Es que me había demostrado que estaba muy asustado y supongo que si así fuera, ni siquiera lo iría a intentar nuevamente.

Pero la verdad es que no estaría dispuesto a apostarlo.

En realidad me encontraba perdido.

Literalmente descolocado en todo sentido.

Aturdido completamente!

Y si estuviera fingiendo?

Si realmente hubiera armado todo esto por un motivo que aún no comprendía muy bien?

Sería capaz de hacerlo realmente?

Sinceramente no me animaba a aventurar una respuesta.

Decidí que tenía que averiguarlo, pero para ello necesitaba sacarlo de su casa. Necesitaba imperiosamente hablar con el muchacho, pero no en su hábitat natural.

"Qué es lo que quieres hacer, Zesna?" Me preguntó Eduardo quitándome las lágrimas de mi rostro con su dedo y acto seguido, llevándoselo a la boca.

"No lo sé en realidad, pero esto no puede esperar." Dije y medité un par de segundos más. "Me gustaría llevármelo de aquí hoy mismo. Le parece bien? Podríamos ir a Piriápolis. Tenemos una casa en el balneario y podríamos ir a pasear juntos por allí el fin de semana." Dije pensando en la forma de quedar a solas con él lo antes posible, y hablar de todos los temas que me preocupaban. Posiblemente me fuera a sincerar con él. Le iba a decir que lo había descubierto como el autor de las llamadas diarias y deseaba hacerlo en campo neutral para que no pudiera escaparse. "Tenemos muchas cosas de qué hablar y quisiera..."

La llegada de Junior con el vaso de agua hizo que cortara abruptamente mi frase.

"... y como podrás ver, yo no podré ir en estas condiciones." Comenzó diciendo Eduardo de repente y ante mi sorpresa, como si estuviera siguiendo una charla anterior y en un tono normal pero que permitía a su hijo escuchar de qué se trataba la conversación que estábamos teniendo en su ausencia. De todos modos, su rapidez mental no me sorprendió en lo absoluto. "Este accidente me tendrá aquí en la cama por lo menos por una semana así que te agradezco la invitación. Aunque no creo que mi muchacho tenga algún problema en acompañarte."

"Qué?" Preguntó Junior sorprendido y excitado. "Acompañarte a dónde?"

Miré a Eduardo que me estaba haciendo un guiño.

"Justo le estaba diciendo a tu papá que había estado planeando desde hacía un tiempo la idea de invitarlos algún fin de semana a ambos a mi casa en Piriápolis, pero lamentablemente, por lo menos no podremos hacerlo específicamente en éste, debido a este desgraciado accidente. Sin embargo, él me decía que tal vez tú sí quisieras venir conmigo hoy. Qué te parece?" Le pregunté y la expresión de su rostro hizo todo el trabajo de hacerme percatar que hasta mataría por tener la posibilidad de irse un par de días y estar a solas conmigo. "Podríamos volver mañana a la noche."

"Síiiiiiiiiiiiiiiiiii!" Dijo lleno de alegría. "Cuándo salimos?" Preguntó y se abalanzó sobre mí para darme otro de sus cariñosos abrazos que casi me vuelven a asfixiar.

En realidad Junior parecía un oso por lo grande y gordo. Era bastante más alto que yo y además de su tremenda panza que era descomunal, tenía brazos poderosos y piernas macizas que muy fácilmente podrían hacerlo competir con muchas chances de ganar contra cualquier luchador de sumo, a pesar de su corta edad.

"Saldremos apenas me recupere de este abrazo que casi me mata." Le dije y todos reímos.

"Por qué no almuerzan primero, así no tienen que preocuparse por lo menos de la comida hasta la noche." Recomendó el doctor con mucho tino. "Hijo, ve a ver si ya está listo el almuerzo."

Junior volvió a dejarnos a solas.

"Cierra la puerta con llave." Me pidió.

Obedecí.

"Ven aquí, mi niño." Me dijo con voz muy dulce señalando uno de sus muslos, tras sentarse sobre el borde de la cama con las piernas abiertas.

Ver a mi obeso amigo con sus casi 200 kilos de peso en esa posición tan tentadora y erótica, invitaba a mi miembro a despertarse.

Fui a su encuentro y me senté sobre su pierna sana.

Acercó su boca a la mía, y me resistí.

"Por favor, abuelo. Esto es muy peligroso." Dije.

"No me importa. Lo necesito, mi niño." Confesó y ahora le permití que me diera un delicioso beso de lengua.

"Tienes alguna duda de lo mucho que confío en ti ciegamente y sin condiciones?" Me murmuró al oído mientras tomaba una de mis manos y la introducía dentro de la abertura de su bata, depositándomela sobre su muslo desnudo y haciéndome comprobar que no vestía ropa interior por debajo de ella.

"No, abuelito. Sólo espero que nunca se olvide de ello. Yo los quiero mucho a ambos." Dije mientras recorría sin su ayuda el corto trayecto que me separaba de sus genitales.

"Lo sé, Zesna. Ten la plena certeza de que lo sé." Dijo y mientras abría un poco más aún las piernas para no obstaculizarme el camino, agregó. "Si tu piensas que lo mejor es no contarme qué es lo que le sucede a mi hijo, confiaré en tu juicio, aunque me muero realmente de preocupación por mi muchacho."

"No se haga ningún problema, abuelo. Aunque me gustaría quedarme para darle a usted todos los mimos que seguramente necesita de mi." Dije con una sonrisa, mientras mi mano sopesaba suavemente sus testículos, terriblemente calientes y brutalmente excitantes, y mis dedos los acariciaban suavemente haciéndole un traspaso de energía y sentimientos muy difícil de poder describir en palabras.

Hurgué con mi índice en el hoyuelo, y aunque su pene permanecía totalmente desaparecido, eso no impidió que de allí mismo comenzara a emanar un pequeño flujo de líquido pegajoso.

"Estas demostraciones de afecto que tú me das, son en realidad la única medicina que necesito para mejorarme lo más rápido posible, mi niño." Concluyó y nuevamente su gorda lengua se introdujo dentro de mi boca mientras me apretó la mano cerrando fuertemente sus piernas para impedir que la retirara de su entrepierna.

.

De repente escuchamos a Junior correr escaleras arriba. Intenté quitar desesperadamente la mano de donde estaba, y Eduardo me miró como diciendo, rogándome que siguiera allí.

"Por favor!" Le supliqué. "Me moriría si su hijo volviera a encontrar la puerta cerrada por dentro."

Le costó permitirme que me retirara de allí. Indudablemente se sentía muy cómodo con mi mano acariciándole toda esa zona, pero afortunadamente prevaleció la cordura y abrió sus piernas con el tiempo suficiente para que pudiera quitar mi mano de allí, que él mismo pudiera cerrarse la bata para mantenerla en su posición original y permitirme girar la llave de la puerta para abrirla, tres segundo antes de que Junior ingresara al dormitorio.

Mi mano estaba completamente mojada por los líquidos del miembro de mi amigo y me la estaba lamiendo en forma disimulada, cuando el muchacho daba la comunicación de que la mesa ya estaba servida.

El almuerzo preparado por el chef, estuvo delicioso, como siempre. El menú le había sido solicitado expresamente por Junior: milanesas con papas fritas, ensaladas varias y huevos fritos, confirmando que el muchacho no estaba ni por asomo siguiendo algún tipo de dietas.

Con razón continuaba engordando de esa forma descomunal!

Aprendí que las papas fritas después de cortarlas, había que lavarlas y secarlas ya que de ese modo al freírlas siempre quedarán mucho más crocantes y exquisitas.

Todos los días aprendía algo nuevo con este chef, que cada vez que lo veía lo notaba aún bastante más gordo que antes. Me caminaban los ratones por la cabeza cada vez que miraba cómo bamboleaba ese gigantesco culo dentro de sus pantalones, apenas oculto parcialmente por una túnica blanca. Cada vez que tenía esos pensamientos, inevitablemente se me venía a la mente la imagen de Eduardo sonriéndome y moviendo el dedo índice de su mano derecha de lado a lado indicándome que no, tal y como lo había hecho en una oportunidad anterior en que me había descubierto cuando sacaba la lengua mientras le miraba descaradamente el trasero a su empleado mientras iba de camino a la cocina.

Luego de almorzar, esperé a que Junior llenara un bolso con prendas para dos días. Me preguntó acerca de qué debería llevar y le aconsejé que pusiera algunas prendas de recambio, un par de mudas de ropa interior además de la que tenía puesta, algún abrigo, desodorante, cepillo de dientes y todo lo necesario de corte estrictamente personal que pusiera precisar.

Cuando estuvo pronto, fuimos a despedirnos de Eduardo.

Junior le dio un beso en la mejilla a su padre y éste le dijo algo al oído que no escuché. El chico asintió con la cabeza.

Le aconsejé al muchacho que fuera al baño para no tener que detener el vehículo en el camino y una vez que desapareció tras la puerta, Eduardo me dio otro beso de lengua.

"Cuida a mi muchacho, sí?" Me rogó.

"Descuide, abuelo. Lo voy a hacer hasta con mi propia vida si fuera necesario." Uno no dice estas cosas porque sí. Sólo lo dice con gente especial como cualquiera de ellos dos. Únicamente hay que sentirlo muy adentro para decirlo.

"No tengo dudas de ello, mi niño." Dijo y me dio un abrazo lo más fuerte que pudo, pero evitando hacerme daño.

Despegó sus brazos de mi espalda, me miró a los ojos y nuevamente me besó en la boca introduciéndome la lengua dentro, donde se mantuvo hasta que escuchamos correr el agua del inodoro. Fue entonces cuando nos separamos y tomamos distancia uno del otro.

Junior me acompañó hasta el departamento para también llevarme un bolso con ropa y efectos personales para el viaje.

"Vives sólo aquí?" Dijo el muchacho con tono de admiración y mirando para todos lados, una vez que estuvimos dentro de mi dormitorio, diciéndome además lo mucho que le gustaba el lugar donde vivía.

"Sí." Contesté imaginando que la pregunta había tenido algún costado perverso.

Nunca dejé de notar que el chico siempre me veía maravillado. Hasta diría que estaba fascinado conmigo cada vez que me miraba. Yo me sentía su ídolo, su estrella de cine. Como dije en alguna oportunidad anterior, él me tenía en un pedestal.

Ahora estaba dispuesto a aprovecharme de ese privilegio para intentar ayudarlo, aunque por primera vez en mi vida tenía miedo de fracasar y que todo me estallase en la cara. Tenía temor de que la situación se me tornara incontrolable y que las circunstancias me sobrepasaran impidiéndome llegar a buen término con mis propósitos.

Tenía terror de que si finalmente eso ocurría, Eduardo no se diera cuenta de mis verdaderas intenciones y quedara como un tipo jodido que se quería aprovechar de su propio hijo.

Esto era una prueba de fuego para nuestra amistad.

Es muy fácil decirle a la gente: "Sí, yo confío ciegamente en ti" y ante el menor problema, tratar a esa persona como un hijo de puta y dejar en evidencia que la confianza ciega no era tal.

Yo nunca había pasado en realidad por una experiencia parecida, pero había visto que le sucedía a algunas personas conocidas y sinceramente no quería tener que vivir en carne propia una pesadilla semejante.

Para ser totalmente honesto, tampoco sabía si yo mismo podría controlarme y no terminar cayendo rendido a mis propias tentaciones, ya que el muchacho era terriblemente erótico; me excitaba sobremanera su forma de mirar, su voz, su andar, y el contacto corporal que tenía con él me encendía de una forma inusitada. Con esto no quiero buscar una justificación por cualquier cosa que pudiera ocurrir, pero definitivamente él era apetecible en más de un 100 por ciento.

"Cómo le están yendo a los gorditos con el almacén que ayudamos a reformar aquella vez?" Preguntó de pronto interrumpiendo mis pensamientos y mientras yo continuaba llenando el bolso con mis pertenencias.

"Bien, bien. Por suerte están recuperando los clientes perdidos." Contesté en forma inocente suponiendo que el motivo de su pregunta era realmente la preocupación que sentía por los gordos.

"Nunca me has dicho por qué ayudaste a esa gente si apenas los acababas de conocer." Dijo, y vislumbré en su mirada algo que no me gustó en absoluto.

No podía creer que Junior estuviera celoso de todas las personas con las que yo tuviera contacto.

"Mira. Sé reconocer a las buenas personas cuando las veo." Dije sin saber exactamente adonde quería llegar con lo que le estaba diciendo. Estaba improvisando sobre la marcha para desviarlo de la posible sospecha que pudiera tener acerca de que yo siempre intentaba vincularme y estar rodeado por gente muy gorda. "Así como sé que tanto tú como tu padre son buenas personas, también tengo la certeza de que ellos lo son."

"Sí, a mi también me cayó muy bien esa gente." Dijo pero seguía sin gustarme ni su expresión ni su voz. "También me resultó muy simpático el otro gordito de mi edad. Cómo era que se llamaba?"

"Gerardo." Le contesté sin comentar más nada, esperando descubrir hacia donde dirigiría su conversación.

"Sí, Gerardo. Ése mismo." Dijo. "Él también conoce tu departamento?"

"No, nunca ha venido por aquí." Ahora sabía exactamente lo que se proponía. "Por qué lo preguntas?"

"Y tú conoces su casa?" Continuó ignorando mi pregunta.

"Sólo por fuera. Por qué te interesa tanto mi amigo?" Insistí. "Él no es más que un amigo, pero tanto tú como tu padre son mucho más que eso. Somos casi como de la familia." Le expliqué intentando extirparle la preocupación y los celos que pudiera tener con respecto a Gerardo.

"Sí." Dijo simplemente. Hizo una larga pausa y agregó: "Ya nos vamos?"

Bajamos por el ascensor y no emitió más palabras durante el trayecto hacia el automóvil.

Conduje atravesando media ciudad hacia la carretera principal que nos llevaría hacia el Este y para romper el hielo intenté entablar una conversación.

"Cómo te va con los estudios?" Pregunté.

Me dijo exactamente lo mismo que antes me había comentado Eduardo acerca del tema. Tenía muy buenas notas excepto en algunas pocas materias, pero eso se debía a que no eran de su agrado y no porque tuviera alguna dificultad con ellas.

"Y estudias sólo o con algún compañero?" Quería indagar todo lo posible, pero además debía llevar la conversación a donde debía, ya que cuanto antes lo hiciera, mejor podría aprovechar el tiempo perdido.

Demoró en contestar.

Casi hubiera jurado que no lo iría a hacer.

"Con un amigo." Dijo de repente y noté que le cambió la expresión. Tal vez estaba como avergonzado o algo así, y me dio la impresión de que no quería hablar conmigo sobre ese amigo, por lo que no insistí con las preguntas.

Tras un paréntesis demasiado prolongado, repentinamente pareció arrepentirse de su actitud anterior y cambió totalmente la expresión de su rostro y el tono de su voz.

"Sabes, mi amigo es gordito como yo." Dijo ahora un poco más entusiasmado.

Su comentario me sorprendió sobremanera, y mucho más lo hizo su cambio abrupto de disposición a compartir conmigo algo acerca de ese amigo.

"No me digas? No sabía que tenías un amigo gordito. Aunque no creo que él sea tan simpático como tú." Dije y lo miré. En lugar de apartar su mirada, no la quitó de mi rostro; estaba como estudiándome, por lo que me hizo arrepentir de haber hecho ese comentario. Decidí distraerlo con otra cosa que me vino a la mente de inmediato. "Es extraño... porque ahora que recuerdo, no lo vi en la fiesta de tu cumpleaños."

"Él no fue a mi casa ese día." Dijo sin denotar tristeza.

"Y por qué no? No le gustan las fiestas, o no es de los que llamamos amigos verdaderos?" Pregunté ansioso de conseguir más información.

"No, en verdad él es mi único amigo real. Lo que sucede es que nosotros preferimos festejar luego, estando más en privado sin tantas personas. Es que a él no le gusta demasiado la aglomeración de gente ya que lo hacen sentir cohibido y sinceramente nosotros disfrutamos mucho más estando a solas." Confesó.

"Entiendo." Dije. "Con qué frecuencia lo ves?"

"Nos reunimos en casa todas las tardes para repasar lo que aprendimos en clases y tomamos la leche juntos." Agregó y sonrió.

"Qué bien... Te gusta tomar la leche sola o chocolatada?" Pregunté.

"Prefiero chocolatada." Confesó. "El chef prepara un batido que no sé cómo puta hace, pero cuando me lo prepara otra persona nunca queda igual de rico."

"Le preguntaré cuando lo vea para que me dé la receta. Pero mira qué coincidencia. A mi también me fascina la leche chocolatada." Dije. "Y luego de estudiar, qué haces?"

"Mi amigo se queda como hasta las 5 ó 5.30 de la tarde, y luego se va para su casa." Contestó.

"Y tú qué haces luego?" Pregunté y mantuve la vista clavada en sus ojos por unos segundos.

Ni siquiera parpadeó.

"Bueno, luego habitualmente miro televisión o leo alguna revista de historietas." Noté que ahora el clima no estaba todo lo distendido que debería estar y que él volvió a contestarme con reparos y sin fluidez. Era como que se resistía nuevamente a responderme, pero algo más fuerte que él lo obligaba a hacerlo; aunque sinceramente sonaba como que me estuviera mintiendo y por supuesto que daba por descontado que nunca me diría de los llamados que me hacía a las 6 de la tarde.

De todos modos, mantuvo su vista sobre la mía.

"Qué clase de personajes de historietas te gustan?" Pregunté dispuesto a tocar un tema que lo apasionara para que volviera a su entusiasmo anterior.

"Me encantan los superhéroes." Dijo mejor dispuesto, demostrándome no haber estado equivocado. "Batman, Superman, X Men, Flash, Spiderman, y todo eso."

"Qué bien. A mi también me gustan. Y dime, también te gusta el cine?" Pregunté.

"Sí. Me apasiona la ciencia ficción." Contestó y me dijo que le había encantado ‘Alien’.

"Qué prefieres ‘Star Trek’ o ‘Star Wars’?" Quise saber.

"Por supuesto que ‘Star Wars’." Dijo excitado. "Me encantan Han Solo, Luke Skywalker y sobre todo Darth Vader. Me gustaría ser un Jedi... Jajaja! El Jedi más gordo del universo."

Ambos reímos a carcajadas.

"No lo puedo creer. Tienes los mismos gustos que yo. Supongo que deberíamos ir algún día a ver alguna película juntos." Propuse.

"Síiiiiiiiiiiiii!" Exclamó casi delirando de alegría.

"Estoy esperando el estreno de ‘Robocop’ que estoy seguro que me gustará." Y le informé del argumento que aventuraba estar muy bueno sobre un policía mitad hombre y mitad robot.

"Cuando la estrenen vendrás a verla conmigo al cine, verdad, Zesna?" Ahora estaba eufórico.

"Sí, por supuesto." Lo tranquilicé. "Dime, Junior. Tú tienes novia?"

Noté que la expresión de su rostro cambió instantáneamente.

Se ruborizó por primera vez y desvió su mirada hacia la ventanilla para observar el paisaje de la ruta que vencíamos a toda velocidad.

"Qué te sucede, Junior?" Pregunté sin saber cuál sería su respuesta.

No contestó.

"Junior, yo estoy aquí para ayudarte." Dije buscando la forma de poder hablarle de los llamados. "Hay algo que te esté sucediendo que quieras compartir conmigo?"

"..." Titubeó unos instantes. "No." Contestó finalmente.

"Si tuvieras algún problema, me lo dirías?" Pregunté dudando si sería afirmativa su respuesta.

No contestó.

Lejos de molestarme, me percaté que tal vez Junior fuera finalmente una persona de fiar, porque si me hubiera dicho que sí, me hubiera estado mintiendo. Sin embargo prefirió el silencio a tener que faltar a la verdad.

Eso yo lo valoro mucho, porque unas de las pocas cosas que no puedo soportar son las mentiras y mucho peor aún viniendo de los amigos.

Decidí entonces cambiar el tono de la conversación volviendo al tema del cine que le gustaba. Ante todo quería que se sintiera cómodo conmigo y lo último que necesitaba era que pensara que yo lo estaba hostigando.

"Has visto ‘Terminator’?" Pregunté.

"Sí." Contestó sin estar muy entusiasmado en seguir conversando conmigo.

"Te gustó?" Continué indagando.

"Sí." Volvió a decir sin agregar más.

"Bien. Si no quieres seguir hablando conmigo, lo respeto." Dije sin ocultar mi fastidio por estar recibiendo tan sólo monosílabos como respuesta y disponiéndome a prestar toda mi atención a la ruta.

"No, no. Está bien. Me gusta hablar contigo. Sí, me gustó mucho ‘Terminator’ y sobre todo la parte en que el T900 encuentra a..." y continuó hablando sin parar mientras yo sonreí, porque de repente volvió a tener el entusiasmo que ya me había demostrado con anterioridad.

Me relató casi todas las escenas de la película sin olvidarse de ninguna. Era maravilloso cómo rememoraba la mayoría de los diálogos del filme, incluido la más célebre y antológica: "I’ll be back" que repetía una y otra vez sin cesar poniendo voz de Schwarzenegger y se moría de risa en cada oportunidad que lo hacía.

Lo curioso era que recordaba cosas de la película que hasta yo mismo había olvidado. Junior además de ser muy inteligente, demostraba tener una memoria asombrosa.

O debía decir más bien una memoria de temer?

Eso me hizo recordar que sería muy difícil que se hubiera olvidado de que nos descubrió con su padre encerrados en el dormitorio de éste.

Sería posible que este muchacho me estuviera manipulando?

Ahora hasta dudaba de que en verdad tuviera un problema. Comencé a sospechar que todo esto pudiera ser un ardid que él hubiera armado astutamente para quedarse a solas conmigo? Si fuera así, debía reconocer que había caído en su trampa, y si en realidad esto estaba ocurriendo, debía ser consciente que me había tomado por estúpido.

En ese momento, otra vez un calor intenso me abrasó por dentro.

Estaba sentado al volante y Junior continuaba hablando muy animado de la película, pero tuve la impresión que realmente estaba equivocado con respecto a que conocía a este muchacho. Debo admitir que tuve la rara sensación de estar sentado al lado de un extraño.

Por momentos era un niño teniendo en cuenta su entusiasmo desmedido, pero de pronto se transformaba en un adulto por sus dichos, pensamientos, actitudes y reacciones.

Decidí estar atento con todos mis sentidos a los comentarios y acciones que este chico pudiera tener en el futuro inmediato y comencé a sospechar en forma honesta que tal vez este viaje que había planeado para intentar ayudarlo, podría haber sido uno de los errores más graves de mi vida.

Me había lanzado a la pileta de natación sin antes confirmar si había agua dentro de ella.

Odio cuando eso me sucede.

Y lo peor es que esa no era la primera vez que sentía esa misma sensación.

Estaré bajando la guardia?

Me estaré poniendo viejo?

Será que la experiencia en lugar de servirme para algo me estaba haciendo descuidar mi escudo protector imaginario dejándolo atravesar por alguien que no se merecía una confianza absoluta y justificada?

Aunque para ser sincero, también tuve en cuenta la posibilidad de que yo mismo me estuviera volviendo paranoico.

Estábamos arribando al balneario.

"BIENVENIDOS A PIRIÁPOLIS."

El comentario que hizo Junior a continuación, me terminó de confirmar que nada se le escapaba a este muchacho: "Alguien debería repintar ese cartel urgentemente."

No dejaba de tener razón con el comentario, pero mis antenas de alerta constante me indicaban que yo no estaba equivocado en que debía tener sumo cuidado con él.

No debía menospreciarlo y antes de decidir de qué forma le debía ayudar o qué clase de conversación debía tener con él, necesitaba saber primero si estaba ante un amigo o un enemigo.

Era pleno invierno, por lo que las calles estaban desiertas. Para decir la verdad, yo disfrutaba más de estos lugares cuanto menos gente hubiera.

Llegamos a destino, tomamos los bolsos y bajamos del vehículo.

Entramos a la vivienda, le enseñé toda la casa y Junior continuó admirando todo lo que veía.

"Y vienes muy seguido aquí?

"Lo haces siempre solo?"

"Podremos volver juntos alguna vez en el verano?"

De pronto me pidió permiso para que lo dejara pasar al baño antes que se orinara encima.

"Bueno, pero si la próxima vez me pides permiso para eso, te diré que no." Dije y ambos reímos.

No pude evitar quedarme cerca del baño para escuchar a través de la puerta cerrada. Sentí movimientos y escuché que la hebilla de su cinturón dio contra el piso. Adiviné que se había bajado los pantalones presumiblemente para poder orinar más cómodo en posición de sentado. Es que el tamaño de este muchacho era descomunal y recién ahora me percataba que tal vez pudiera hasta tener alguna dificultad para hacer sus necesidades e incluso también para asearse.

Por más que puse mi oído contra la puerta, no pude oír el chorro de orina habitual, por lo que supuse que su humanidad sentada sobre el inodoro había actuado de silenciador evitando de ese modo escaparse cualquier sonido.

Mi miembro palpitaba, pero no adquirió la dureza que solía tomar en estos casos. Es que por más que seguía siendo de carne y hueso, el muchacho era ante todo un amigo y que por respeto a su padre no debía pensar en él de forma inapropiada.

Demoró más de lo normal en el baño, ya que después de apretar el botón para dejar correr el agua por el inodoro, escuché que accionó el grifo del bidet para poder higienizarse en forma debida y sin demasiado esfuerzo.

Cuando finalmente salió, le pregunté si deseaba salir a visitar el balneario ya que me había comentado que ésa era su primera visita a Piriápolis.

Estuvo de acuerdo y fuimos a la rambla y le enseñé todo, de punta a punta.

Visitamos el interior del hotel Argentino, el más conocido del lugar y más tarde subimos al cerro San Antonio por la ruta que lo bordea como una espiral hasta acceder a su cima, y una vez allí oteamos toda la ciudad maravillosa.

"Aquél cerro más grande que ves allí a la derecha con la gran cruz en la parte superior, es el Pan de Azúcar." Le dije señalándolo. "Si quieres, podremos ir mañana por la mañana, pero te aclaro que no será tan fácil como éste ya que no tiene acceso para vehículos y lo tendríamos que subir a pie."

"Ah, no. Entonces no, Zesna. Gracias." Dijo resignado. "No me gustaría. Posiblemente llegaría muy fatigado, y eso teniendo en cuenta que lograra finalmente arribar a la cima."

"Comprendo." Dije lamentándome por él.

De pronto comenzó a sonar la alarma de su reloj pulsera.

Apagó el sonido mientras yo miraba la hora en mi propio reloj:

05:58:00 PM

Supongo que esa era la señal que le indicaba que estaba próxima la hora en cada oportunidad que tenía que llamarme a las 6 en punto.

"Ven, vamos a comprarle un recuerdo para llevarle de obsequio a tu padre." Le dije invitándolo a seguirme a uno de los local encargados tradicionalmente para ello.

Junior eligió uno de esos que contiene la imagen de San Antonio encerrado en una cúpula de vidrio, que están llenos de agua por dentro y cuando lo sacudes te da la sensación como que estuviera nevando en su interior.

Cuando salimos del lugar, el muchacho me dijo que tenía apetito y ingresamos al parador del lugar y pedimos unas salchichas con refrescos.

Me quedé sorprendido cuando vi que el chico se los devoró en tres bocados casi sin masticar.

Luego bajamos del cerro y fuimos al supermercado ya que Junior me preguntaba a cada rato qué era lo que iríamos a cenar a la noche.

No me había llamado la atención con anterioridad, su obsesión por la comida.

"Qué quieres comer?" Le pregunté.

"Tú sabes cocinar?" Quiso saber.

"Por supuesto, si no supiera hacerlo estaría muerto de hambre ya que no tengo chef en casa." Le dije y ambos reímos.

"Entonces quisiera que tú me cocines hoy." Me dijo, y nuevamente me emocionó. "No te preocupes que me gusta comer de todo. Absolutamente todo, sólo sorpréndeme con el menú."

Su comentario me hizo sospechar que quizás no se estaba refiriendo exclusivamente a la parte culinaria. Aunque no lo podría aseverar, ya que todo me tenía en un estado de alerta permanente y definitivamente continuaba estando en un estado de paranoia pura.

Compramos un pollo para cocinar en el horno, además de papas y boniatos. Agregué un paquete de arroz, arvejas, algunas zanahorias, varias cebollas y bastante condimento al carrito del supermercado.

Una vez en casa, hice trabajar a Junior haciéndole pelar las papas y boniatos, después de explicarle como debía hacerlo ya que me percaté que jamás en su vida había hecho ese trabajo.

"Está bueno hacer esto. Me gusta! "Confesó entusiasmado. "Le voy a pedir al chef que me deje ayudarlo para pelar las papas en alguna oportunidad." Comentó y se echó a reír a carcajadas.

Preparamos todo y mientras se cocinaba el pollo en el horno, le pregunté si sabía jugar al ajedrez, y me dijo que él era el campeón en su liceo.

"No me digas?" Pregunté y fui a buscar el tablero con las fichas.

Justamente yo mismo había salido vencedor por dos veces consecutivas en los campeonatos que organizábamos en la secundaria, pero no le comuniqué ese hecho.

"Quieres jugar con las blancas o con las negras?" Pregunté.

"Me da lo mismo." Dijo sin importarle realmente. "Te voy a vencer de todos modos."

Lo que pretendió ser una chanza, no lo fue en realidad, ya que él estaba hablando muy seriamente.

Igualmente le hice escoger poniendo en cada uno de mis puños cerrados un peón de cada color y eligió al azar el que contenía el negro.

Ya antes de su quinta movida, me percaté que en caso de vencerlo no me iba a resultar nada fácil, ya que Junior movía sus piezas de una forma inusual; prácticamente no pensaba demasiado antes de hacer sus movimientos y ni siquiera de ese modo se equivocaba con sus jugadas.

"Cuál piensas tú que es la pieza más importante de este juego luego del rey y la reina?" Preguntó con ganas de saber.

"El caballo." Dije sencillamente. "Por qué?"

No lo pudo creer y me confesó que su respuesta hubiera sido la misma, a pesar de que la mayoría de la gente prefiere la torre o el alfil.

Si me hubiera quedado alguna duda, ya no la tenía más. Esta partida me iba a ser extremadamente difícil de vencer ya que Junior tenía idénticas preferencias en el juego a las mías y su manera de jugar era muy similar a la que yo tenía.

Estaba tan concentrado en mi juego que fue él mismo quien me avisó para que fuera a controlar el horno y evitara que se quemara el pollo.

Luego de hacerlo, puse a hervir el agua necesaria para cocinar el arroz y continuamos la partida, la cual volvimos a suspender en algunas oportunidades más hasta que la cena estuvo pronta, y tras comer todo lo que nos quedó verdaderamente delicioso, reanudamos nuevamente el juego.

El reloj marcaba la 1:05 AM y supongo que estuvimos jugando esa misma partida, sin sumar las interrupciones, por casi tres horas y media.

"Quieres seguir jugando o dejamos aquí y continuamos mañana temprano?" Pregunté.

"Te rindes?" Preguntó como respuesta.

"Ni lo pienses." Contesté. "Es que ya es la una de la madrugada."

"Aunque en verdad tienes razón, ya es muy tarde por lo que deberíamos continuar por la mañana." Comentó satisfecho. "Quién te enseñó a jugar así?" Preguntó.

"Mi padre lo hizo cuando era muy chico y al principio jamás le podía ganar una partida. Cuando finalmente le vencí por primera vez, ya nunca más volví a perder contra él. En realidad, nunca más fui vencido por nadie." Dije honestamente.

"Bueno supongo que mañana conocerás el sabor de la derrota por primera vez después de tanto tiempo." Dijo muy confiado.

No supe qué contestar, ya que en verdad el muchacho jugaba muy bien y me resultaba muy difícil poder dominarlo. Para ser sinceros, a él tampoco le resultaba fácil vencerme, pero mañana averiguaríamos quién de los dos era el mejor.

"Oye, y quién fue el que te ha enseñado a ti a jugar tan bien?" Pregunté para satisfacer mi curiosidad.

"Nadie. Aprendí a mover las fichas leyendo una revista, y practico yo sólo cuando puedo. Desde que decidí enfrentarme a compañeros del liceo jamás me ha vencido nadie. Además no pierdo la oportunidad de aceptar algún desafío de vez en cuando." Dijo y sonrió. "A ti te ganaba tu padre al principio, bueno eso me hace mejor que tú, ya que jamás perdí una partida."

"Estás bromeando, verdad?" Pregunté sin saber si estaba sorprendido o más bien admirado por estar frente a un autodidacta.

"No."

"De todos modos, mira que no me vas a atemorizar tan fácilmente, eh?" Dije y reímos juntos nuevamente.

Nos dispusimos a ubicarnos para pernoctar.

"Tú puedes dormir en la cama de dos plazas. Te sentirás más cómodo." Dije tomando para mí una de las dos camas individuales del dormitorio contiguo.

"Muy bien." Dijo. "Sabes cuál es uno de mis juegos preferidos?"

"No. No tengo ni idea"

"Me encanta la lucha." Dijo y le brillaron los ojos.

"Qué clase de lucha?" Pregunté intrigado.

"Lucha libre. Esas como los de los programas de televisión donde hay luchadores que pelean dentro de un ring." Dijo realmente entusiasmado. "Quieres jugar?"

"Estás loco?" Dije sorprendido. "Ni me gusta, ni creo que lo fuera a disfrutar."

"Anda. No te haré daño. Solo estaremos jugando."

De repente me vino a la mente la imagen de Daniel, el gordo de cabotaje, e invariablemente recordé las luchas inofensivas que había mantenido con él.

Sí, era muy excitante estar peleando con un gordote. Refregarnos los cuerpos mutuamente aún estando completamente vestidos.

Dudé unos instantes.

"Bueno, pero sólo por unos momentos, eh?" Dije para dejarlo satisfecho.

"Nos quitamos la ropa o lo hacemos así vestidos?" Preguntó inocentemente.

"Qué? Sueles hacerlo desnudo?" Quise saber.

"Es que sólo jugamos con Javier, el gordito que va a estudiar a casa, y para no rasgarnos las prendas nos la quitamos." Explicó.

"Ustedes luchan desnudos completamente?" La sola idea me comenzó a excitar.

"No, Zesna. Lo hacemos en ropa interior." Me dejó satisfecho con la contestación.

"Ok, pero nosotros lo haremos así vestidos, si no te molesta." Dije y él se puso en posición.

Dios mío, en qué cosas me estaba metiendo.

Todo comenzó con la clásica tomada de manos separadas por encima de nuestras cabezas. Mis dedos estaban entre los suyos, y tan sólo con su leve presión, parecía como que me los iría a triturar.

"Trátame con cariño, si?" Le rogué. "Ten en cuenta la diferencia de categorías. Tú eres un peso pesado y yo creo que siquiera califico para un peso mosca."

Sonrió y suavizó la presión que ejercía a mis dedos y manos.

Sin moverse de su lugar, me zarandeó para un lado y luego para el otro y cuando esperé que me fuera a hacer alguna llave, simplemente me levantó poniendo un brazo por debajo de mi axila derecha y con el otro me tomó del muslo izquierdo, me alzó por sobre su cabeza, me hizo girar 180 grados y cuando pensé que me tiraría violentamente contra el piso, me depositó en forma muy suave poniéndome de espaldas contra el piso del dormitorio.

Igualmente quedé perplejo y aturdido, y sin darme respiro, se lanzó sobre mi apoyándose en todo momento sobre sus propios pies y manos para evitar hacerme daño.

De todas formas la presión de su panza contra mi pecho era casi insoportable a pesar que sabía que el muchacho se sostenía muy fuerte. Supongo que se percató de ello al instante ya que comenzó a moverse en dirección a mi rostro y se acuclilló delante de mi rostro. Ahora quedó apoyado en el piso sobre sus rodillas, simulando estar sentado arriba de mi pecho.

"Creo que te vencí demasiado fácil." Me dijo sonriendo.

Por todos los cielos!

Mi miembro estaba en estado rocoso ya que la visión que tenía del muchacho abierto completamente de piernas frente a mi vista, sumado a su tremenda panza que ocultaba casi la totalidad de su bragueta y a milímetros de mi cara, me estaba excitando sin quererlo.

Creo que no había sido una buena idea la de decidirme a jugar con él de esta manera.

Junior se empezó a deslizar todo su cuerpo lentamente en dirección a mi rostro sin cambiar de posición.

Ahora su panza quedó literalmente pegada a mi mentón.

Miré al muchacho como preguntándole qué estaba haciendo. Su seriedad me asustó. Era como que de repente dejó el juego de lado. Se levantó un poco la panza y se movió unos centímetros más hacia mí hasta que su entrepierna chocó contra mi garganta e hizo un poco de presión.

Por amor de Dios.

Sentí todo el proceso de su erección en plena garganta; al principio fue sólo el contacto de su masa gelatinosa, pero inmediatamente sentí que algo comenzaba a ponerse duro finalizando con la presión de algo semejante a un caño de metal que casi me perfora la tráquea.

Él simplemente estaba allí, inmóvil, mirándome sin sonreír pero consciente de que estaba haciéndome sentir su tremenda erección.

"Junior, salte inmediatamente de encima mío." Le ordené gritando en forma desesperada.

CONTINUARÁ.

Los comentarios son bienvenidos.