Golpe por Golpe XXXlll. Instintos

En cuanto llegue, prometo que vamos a hablar, yo tampoco estoy muy segura de lo que está pasando, solo sé que Don Alberto hablo con tu tío y Marcos se fue al hospital, a mí solo me pidieron que fuera por ti.

Buenas tardes, días o noches, según sea el caso en que me lean, de antemano, una disculpa para los que me enviaron algún mail y no revieron respuesta, los que comúnmente se comunican conmigo, saben que no soy así, es solo que, bueno, mi carácter ha tenido sus altas y sus bajas y durante un tiempo no había querido saber nada de Golpe por Golpe, sin embargo, nunca he tenido la intención de dejar la historia inconclusa.

El caso es que esta semana , me desperté peculiarmente con más energía, el recuerdo de mi amigo siempre está presente, pero ya no pesa ni duele tanto como en días pasados, espero que esto continúe así y si es como espero, pues Golpe por Golpe regresara a estas páginas.

Muchas gracias a los que todavía estén al pendiente y de nuevo una disculpa por este tiempo que les he dejado.

Que sepan que siempre les he tenido presentes.

Con mucho cariño…

Nadie puede volver atrás y comenzar de nuevo, pero cualquiera puede comenzar hoy mismo y hacer un nuevo final.

María Robinson

Una sensación extraña me hizo regresar a mi cuerpo, era un olor fuerte, eran cosquillas en mi nariz, era dolor un dolor punzante en mis manos y un leve cosquilleo en el resto de mi cuerpo; era como despertar de un pesado sueño, una sensación conocida, eran las mismas miradas, era la misma cama, pero el momento era diferente, yo era diferente y  ellos también eran diferentes, habían pasado muchas cosas, pero por fin estaba en paz con ellos, conmigo...

Los problemas no habían desaparecido, las ideas contradictorias seguían presentes, habían muchas decisiones que esperaban ser tomadas.

Marcos no pudo evitar llorar cuando le conté lo que había pasado, el sí visitaba seguido a mis padres, pero al parecer nunca había tenido la suerte de encontrarse con el señor German.

El doctor llego unos minutos después, atendió las heridas de mis manos y de mis pies.

Un aire diferente se respiraba en casa, como si ese peso que cargaba de pronto hubiera desaparecido, sentía mi cuello mucho más largo, mi espalda derecha, por alguna extraña razón cada tanto las sonrisas acudían a mi rostro sin ser llamadas, sin razón, ni motivo alguno.

Aunque el doctor me había pedido reposo, no pude evitar levantarme de la cama e ir directo a su habitación, su cama era la misma y aunque seguía doliendo el saber que ellos no la usaban más, me reconfortaba la idea de que los tenia a mi lado, de que estaban el uno con el otro, que me cuidaban, que mi hermano Guillermo seguramente caminaba paso a paso conmigo, estaba en paz con ellos, ya no los culpaba; quizás tampoco entendería nunca el por qué el destino los había separado de mi vida...

Empezaba a quedarme dormido cuando escuche los gritos de mi tío, baje a ver qué era lo que lo alteraba tanto y me encontré con él, me vio directo a los ojos; mi tío lo sostenía del cuello de la camisa, pero al verme lo soltó y corrió a alcanzarme en las escaleras

  • Mario, ¿qué haces aquí?, regresa a tu habitación por favor, el doctor Morales ha sido claro, necesitas reposo

El contacto visual entre nosotros no se rompió en ningún momento y Marcos pareció notarlo, porque dejo de reprenderme y me ayudo a bajar las escaleras

Él fue el primero en hablar y agradecí eso pues yo no sabía cómo reaccionar, su mirada era triste, estaba asustado y a la vez feliz...

  • ¿Estas bien? Alex, yo nunca quise, ¡perdóname! Sé que no hago bien viniendo hasta acá, pero, necesitaba saber que estas bien. Yo... vengo a despedirme, ya te he hecho mucho daño, solo vine, Alex... yo nunca quise hacerte daño, eres lo mejor que me ha pasado en mucho tiempo y...

Las lágrimas empezaron a resbalar por su rostro, al principio se perdían en su boca, pero sus labios no pudieron detenerlas y estas continuaron el recorrido hasta su barbilla, donde empezaron a gotear, una y después otra. Yo escuchaba sus palabras, las entendía y me dolían, pero no podía dejar de seguir ese recorrido de sus ojos a sus piernas, donde aquellas lágrimas terminaban muriendo.

No podía verlo así, deseaba decirle algo, pero ni siquiera yo tenía las cosas claras, estaba muy confundido, deseaba besarlo, decirle que podía dejar todo atrás y continuar, seguir... sin embargo en el fondo era consciente de que no podía continuar dejando pasar todo esto, las cosas no desaparecían si dejabas de pensar en ellas, contrario a eso, terminan siendo más grandes, de nada servía huir pues siempre terminaban alcanzándote, tenía que enfrentar todo, no deseaba seguir corriendo y tropezando.

Me acerque a Ian y lo tome por las mejillas, acerque mi frente a la suya, la punta de nuestras narices hicieron contacto

  • Dame tiempo...

Fueron las únicas palabras que salieron de mi boca, fueron sinceras y el las entendió, porque aunque la tristeza no desapareció de su mirada, estos se llenaron de esperanza, la misma esperanza que sentía en mi corazón, pero la duda seguía, esa sensación amarga en mi boca, no desaparecía.

Al contrario de lo que hubiera imaginado, dormí plácidamente, desperté un poco preocupado y con temor de regresar a la escuela; tenía en mente lo que había pasado con Leo, además en ese momento, más que en los últimos años, me sentía despierto y era consciente de todo lo que había hecho mal.

Justo cuando salía de bañarme, entro mi tío a la habitación y me dijo que lo mejor era que no fuera, por lo menos en lo que mis heridas sanaban y las aguas se calmaban.

Habían muchas cosas que aun necesitaba hacer, por eso decidí ir.

Llegue y antes de bajar de la camioneta, sentí como antes, un miedo terrible que paralizaba mis piernas, temía lo que me esperaba, esa prepotencia que antes me caracterizaba, esa fuerza que me hacía erguir la cabeza, todo había desaparecido...

Reuní el valor del que fui capaz en ese momento y entre al colegio.

Mi corazón latía con fuerza, parecía que se me saldría por la boca.

Tarde más al cruzar la puerta del salón, que al sentir su mirada sobre mí, su sonrisa fue espontanea, pero inmediatamente después se quedó serio, pensé que bajaría la cabeza, pero me dejo helado cuando se levantó de su pupitre y camino hacia mí...

Llego hasta donde estaba, extrañamente no había podido moverme, como si mi cuerpo hubiera tomado la decisión de esperarlo.

Cuando estuvo frente a mí, me dieron unas enormes ganas de llorar

Esperaba temeroso sus palabras, pero estas nunca llegaron, en su lugar un beso se posó en mis mejillas y me tomo del brazo, el contacto con su piel hizo desaparecer la tensión de mis piernas y camine a su lado hasta mi asiento y el regreso al suyo.

No entendía nada de lo que pasaba, me sentía... no puedo descifrar como me sentía por que justo en ese momento entro el profesor y las clases continuaron, podía sentir su mirada escudriñando mis movimientos, apenas y podía prestar atención, tenía miedo de moverme.

En cuanto sonó el timbre que anunciaba el receso, me dispuse a guardar mis cosas haciendo tiempo, esperando saber su reacción para yo moverme de acuerdo a él, pero al levantar la cabeza, me lo tope de frente sonriendo, en cuanto nuestras miradas se cruzaron esa curva en su rostro desapareció y la seriedad volvió a su cara, me tomo del brazo y me ayudo a salir, su tacto se sentía tembloroso o tal vez sería el mío, seguramente el de los dos; no me atrevía a verle, solo alcanzaba a mirar de reojo como caminaba mirando al frente, su paso era firme, pero me sostenía con suavidad.

La tención casi podía tocarse, me sentía un poco desesperado y lo mejor que pude hacer fue detener mi paso, él se detuvo un paso después, escuche un suspiro que salía de su boca y comenzó

  • No quiero hacerte daño Mario

Las palabras se amontonaban en mi cabeza, tantas preguntas sin respuesta, pero fue una la que se abrió paso de entre todas

  • ¿entonces por qué lo haces?

Llevábamos un par de minutos de pie, pero el dolor ya se había hecho presente y mis piernas empezaban a flaquear, necesitaba sentarme, pero me no había donde

  • ¡Ven aquí!

Estaba impaciente por escuchar su respuesta, tanto que mi estómago comenzaba a cosquillear, pero el dolor en mis pies era superior, camine detrás de el hasta uno salón vació e inmediatamente me acerco una silla, intente sentarme lentamente, pero mi peso me gano y caí sobre la silla haciendo que mi dolor fuera más fuerte y provocándome una mueca

  • ¿Estas bien?

El dolor era fuerte, pero cuando alce la vista y vi la cara de Leo, me trague el dolor, no quería preocuparle más de la cuenta

  • Si, todo bien, ya paso...

  • ¡Perdón!

Me le que mirando fijamente

  • ¿por qué?

El no logro sostenerme la mirada y tras un largo suspiro

  • Todo esto ha sido solo culpa mía

Miraba al piso, y apretaba fuertemente sus manos

  • No sé si sea prudente decírtelo ahora, la última vez...

Interrumpí sus palabras

  • Lo que paso fue culpa de los dos, ambos nos equivocamos, ya no te culpo, creo que nunca lo hice, en el fondo siempre fui consciente de que me querías

  • No, no, no te quería, es decir, si, si te quería, yo... no, no te quiero

Ahora era el quien me miraba fijamente

  • Yo... nunca he dejado de amarte

Esa revelación fue un golpe directo a mi corazón, dolía, dolía mucho, pero ese dolor me gustaba, no, no me gustaba, es solo que... era diferente un dolor que, que me complementaba, me hacía sentir extraño, como entero, lleno.

Me le quede viendo, sus ojos, esos ojos que me persiguieron hasta NY, que venían a mí en cada pesadilla, pero también en los sueños

  • No sé qué decirte León, yo estoy muy confundido

  • No tienes que decirme nada, solo necesitaba que lo supieras, que creyeras en que mi amor siempre ha sido real, que me permitieras conquistarte, yo te perdí, ¡lo sé!, pero necesito recuperarte.

  • No puedo prometerte nada, mi cabeza es un lio, necesito saber qué es lo que quiero

  • Yo sé que es lo que quiero Mario.

Tomo mis manos entre las suyas, su mirada parecía traspasar todas mis barreras, si es que esas barreras aun existían, no sabía mucho de mí en estas últimas horas, la inseguridad de antes de nuevo se hacía presente y no era muy consiente de quien era.

  • No quiero presionarte, solo que me permitas estar a tu lado, como ahora

Aun cuando me hubiera negado, era claro que mi cuerpo no hacía caso a las órdenes que mi cerebro le daba, es más, no estaba seguro siquiera que mi cerebro tuviera el control de mi cuerpo o que yo tuviera el control de algo, me sentía perdido, sin saber a dónde moverme, pero con una certeza de que todo estaría bien.

No respondí, solo sonreí asintiendo y el correspondió con otra sonrisa aún más grande y un beso en mi mejilla

  • Por ahora ahí está bien, no tengo interés en ir rápido, yo lo que quiero es besarte el alma

Me atrajo hacia él y me abrazo fuertemente

  • Te amo Mario

Se separó de mí y puso mis mejillas entre sus manos

  • Mi Mario...

Nuestras frentes se juntaron, no sé qué se guía, pero lo que fuera que iba a pasar a continuación, fue interrumpido por el sonido de la alarma; los dos suspiramos al mismo tiempo y nos separamos lentamente.

El me ayudo a levantarme y me llevo con el de vuelta al salón.

Me senté en mi pupitre y así estuve un par de horas, solo prestando atención al profesor en turno y mirando de reojo, como cada cierto tiempo Leo volteaba a ver que hacía. Cuando termino la clase, se levantó y se fue corriendo, me extraño su actitud, pero pensé que había sido por que le andaba del baño, pues habíamos pasado el receso platicando y dos horas de clase; las chicas se acercaron a mí y me preguntaron qué fue lo que había pasado conmigo, un par me habían visto salir corriendo de la fiesta, no deseaba dar explicaciones y ellas entendieron, pero continuaron los cuchicheos sobre la fiesta, cada una contaba que tal le había ido, una de ellas se había besado con uno de mis amigos modelos y estaba que no aguantaba la alegría, las otras le pedían contar lo como había pasado y ella me rogaba por que le hablara más de él y le pasara su número de teléfono o su Skype o le dijera como aparecía en twitter, en Instagram o lo que fuera, justo cuando me estaba convenciendo, todas se quedaron calladas y yo sentí una presencia atrás de mí, voltee de inmediato y me lo encontré detrás de mí, sosteniendo un jugo de Naranja, las chicas se fueron a sentar sin perder de vista lo que pasaba conmigo y Leo.

  • ¡Toma!, por estar conmigo, no pudiste tomar nada, intente que prepararan algo, pero ya sabes, no soy muy popular que digamos

Tome el jugo de Naranja y le di un sorbo

  • ¡Gracias!

Se acercó y me susurro al oído

  • Gracias a ti, ¡te amo!

Intente decirle algo, pero en ese instante entro el profesor y león se vio obligado a retirarse a su lugar.

Mi día escolar había terminado, León fue por mí y me ayudo a bajar las escaleras, me acompaño hasta la camioneta y aguanto la mala cara que Don Alberto le puso desde que nos vio caminando hacia él, el ambienté se tornó tenso cuando llegamos y me ayudaron a subir y yo llego a mi límite de incomodidad cuando Don Alberto arranco la camioneta en el momento justo que León se despedía.

Intente demostrarle a Don Alberto que su reacción no me agradaba, pero antes de yo poder decir algo

  • Ni me diga nada joven, ese se merece cualquier cosa que yo pueda hacerle, para nada me he olvidado de el

El Don miraba fijamente al frente y la expresión de su rostro era seria, tan seria como pocas veces

  • ¡Entiendo!

No pude evitar el cerrar los ojos, me acomode en el asiento y recosté mi cabeza en la ventana.

Desperté en mi cama, no supe como llegue ahí, pero mi celular estaba a lado, lo tome para mirar la hora y me sorprendí, había salido del colegio a las 3 de la tarde y ya eran las 6:30, había dormido mucho, me levante rápidamente lo que me provoco un ligero mareo que me hizo regresar a la cama, mire y tenía algunos mensajes, uno de Lilian, demandaba saber qué es lo que había pasado y porque vio a Ian salir de la fiesta, dos eran de León diciendo que había sido el mejor de sus días en mucho tiempo y que debía comer, ese mensaje despertó a mi estómago por que justo después de leerlo, este empezó a gruñir, baje con cuidado hasta la cocina y Lola enseguida me alcanzo un banco...

Estuve comiendo en la cocina, mientras platicaba con Lola, al terminar subí a mi cuarto, y mire esas pantuflas justo debajo de mi cama, el señor Germán.

Baje de nuevo las escaleras y fui donde el Don, estaba acomodando unas cosas en el despacho. Toque la puerta

  • Don... ¿se puede?

  • Adelante Joven, ¿ocurre algo?

  • yo, ¡ehm!, no sé si pueda acompañarme, debo regresar estas

Levante la mano mostrando las pantuflas

  • Claro, ya puso al tanto el joven Marcos de lo que paso ayer

Se acercó a mí y tomo las pantuflas con el pulgar y el índice, como si sostuviera un zorrillo entre sus dedos

  • pues, creo que tenemos que hacer una parada antes, no creo que sea correcto regresar esto. ¡Vamos pues!

Salimos de la casa y como había dicho Don Alberto, hicimos una escala en una tienda de autoservicio, me ayudo a bajar con cuidado de la camioneta y cuando tomamos el carrito de las compras, juro que la idea de subirme en él, como hacen con los niños pequeños, paso por la cabeza de mi querido Don Alberto; hace mucho tiempo que nadie me miraba con esa ternura.

Caminamos por los pasillos tomando cosas, sopa de pasta, frijoles, arroz, algunas frutas y verduras, unos cuantos paquetes de carne, artículos de higiene personal y unas pantuflas nuevas.

Llegamos al cementerio, la noche ya estaba cubriendo el cielo y tocamos el timbre, esperamos bastante a que alguien se asomara tras las rejas del lugar y cuando por fin apareció el señor German, su sonrisa era enorme, pero esta desapareció enseguida, dejando en su lugar un gesto de preocupación,

  • Niño ¿qué hace aquí?, ¿se encuentra bien?

Un nudo en mi garganta apareció, al pensar en el pobre señor que se preocupaba de verme ahí afuera, cuando uno padece de soledad, es difícil creer que alguien pueda llegar a sacarte de ahí. Yo lo sabía, lo había vivido, es una sensación que nunca se olvida, solo deja de doler y aprendes a vivir con ella.

De pronto ese brillo en su mirada desapareció, dejando solo lugar a una obscuridad muy grande, desvió la vista al piso...

  • Su hermana esta al fondo, ya se tardó, pensaba ir a buscarla, está haciendo bastante frio y la niña puede enfermarse, pero escuche el timbre y vine a verlo quien era, imagino que están preocupados, la señorita se miraba más enferma...

Mire seriamente al señor y después a Don Alberto, él estaba tan desconcertado como yo

  • Vamos juntos a buscarla pues

No sabía si seguirle, pero el Don se puso detrás de mí y me hizo caminar, pasamos varias tumbas y mientras andábamos, una profunda sensación de tristeza se apodero de mi cuerpo y me oprimió el corazón

Mientras llegábamos a donde estaba aquella aparición que el señor consideraba mi hermana, presente al Don como mi niñero de toda la vida, sin embargo, el señor, continuaba hablando de aquella aparición y le preguntaba al Don, como había sido criar a tres pequeños.

Mientras escuchaba como el Don le contestaba que yo siempre había sido un chico muy dócil; mi corazón literalmente se detuvo al mirar aquella sombra que yacía sobre la tumba de mis padres, estaba inmóvil, mis pasos se detuvieron y mi piel se erizo, muchas cosas pasaron por mi cabeza, tuve ganas de gritar y correr, contrario a mí, el señor se apresuró hasta la tumba

  • Señorita, señorita, se encuentra bien, respóndame...

Don Alberto fue junto a él y al mirar su rostro desencajado me asuste más de lo que estaba desde un principio, el Don se inclinó ante aquel bulto negro

  • ¡está viva!

Saco su teléfono y tecleo, mi cuerpo se descongelo al ver como el Don tomaba un bulto rosado del cual empezó a salir un extraño sonido que después de un rato reconocí como el llanto de un bebe...

camine con cuidado hasta donde estaban ellos dos, a los que miraba como extraños, mi atención estaba centrada solo en ese pequeño bulto que sostenían Don Alberto entre sus brazos.

Cuando estuve frente al Don

  • Tenemos que llevarla a mi casa, la señorita esta helada

En cuanto escucho esas palabras, el Don puso entre mis brazos a ese ser que lloraba, aunque mi cuerpo era de papel en ese momento, al sostener esas cobijas entre mis brazos, no sé cómo explicarlo, el miedo seguía presente, pero era más fuerte la necesidad de sostener y calmar a ese ser cuyo corazón sentía latir.

Destape un poco a la criatura que parecía cómoda entre mis brazos, pues poco a poco dejaba de llorar, se estaba quedando dormida, pero era una hermosa bebe, debería tener casi dos años, poco más, poco menos, no sé si fue el momento, pero, podría jurar que me miró fijamente y sonrió, la cubrí con la cobija y seguí al señor y al Don, que llevaban cargando a la que supongo era la madre de aquella pequeña que sostenía en mis brazos.

Entrabamos a la casa del Señor German, las sirenas de la ambulancia comenzaron a sonar, me adelante para hacerlos pasar, y los guie hasta donde la mujer se encontraba.

En cuanto la mujer entro a la ambulancia, el Don subió con ella y yo me quede paralizado otra vez, con aquella niña recargada sobre mi hombro, sin saber qué hacer, que decir o como moverme, el Don no me había dicho nada y yo tenía miedo por todo esto que pasaba.

  • ¡Alex! ¿Estás bien?

Gire la cabeza y Fabiana caminaba rápido hacia donde estaba yo con la bebe

la vi... pero todo me seguía pareciendo irreal, entre al carro mientras ella hablaba con el señor German; cuando ella volvió, me dijo, que más tarde regresaría por el carro, que ahora teníamos cosas que hacer, que yo aún estaba convaleciente, no sabía que decir yo, no alcanzaba a formular una sola pregunta de todas las que tenía atoradas en la punta de la lengua.

Llegamos a la casa y fue cuando por fin logre aclarar mis ideas y antes de que bajara Fabiana del carro, le alcance a preguntar

  • ¿Qué está pasando Tía?

  • Hablamos más tarde, por favor ahora entra a la casa, Diana te está esperando, ella va a hacerse cargo de la niña, yo tengo que regresar por la camioneta, en cuanto llegue, prometo que vamos a hablar, yo tampoco estoy muy segura de lo que está pasando, solo sé que Don Alberto hablo con tu tío y Marcos se fue al hospital, a mí solo me pidieron que fuera por ti.

Tal como había dicho Fabiana, Diana me esperaba sentada en la escalera, en cuanto me vio, se puso de pie y se acercó a que le diera a la pequeña, aunque mis brazos estaban cansados, no deseaba separarme de la niña, pero entendí que no estaba en mi mejor momento; le deje a la niña a Diana y en el momento en que esa niña que hasta hace unos minutos era solo un bulto se separó de mí, sentía un vació extraño, seguido de una ráfaga de frio que me llego hondo, desee tener a la pequeña cuyo nombre desconocía, de nuevo en mis brazos.

Todos los grandes hechos y todos los grandes pensamientos tienen un comienzo ridículo.

Albert Einstein