Golpe por Golpe XXXl. El primer adios

La sangre acudió a mis nudillos como muestra de Paz, mi llanto se detuvo y solo débiles sollozos fueron los que escapaban de mi boca para ser libres y hacerme libre a mí, poco a poco el cansancio me venció mientras repasaba en mi cabeza una y otra vez las palabras que estaban talladas en la lapida.

Antes de empezar con este capítulo, mis más sinceras disculpas por haber interrumpido la publicación de esta historia, estoy consciente de que muchos habrán olvidado este Golpe por Golpe, pero aun así, tengo un compromiso con ustedes y aquí tienen este capítulo que pensé mucho.

Creo que también les debo una explicación del por qué deje de publicar y entre otras cosas, la razón original, fue que un amigo muy querido falleció el pasado mes de abril, como imaginaran, no me quedaron ganas de nada...

Este capítulo va dedicado a él, quien por desgracia nunca pudo leer mi historia, pero si sabía que la publicaba.

Pensé que un bonito detalle seria poner alguna frase en su honor, pero no encontré ninguna de describiera mi dolor y menos lo fantástico que era.

Sin embargo, esta era una frase que él decía lo describía, mas lo que lo conocíamos y lo amábamos, sabíamos que no tenia para nada que ver con él: " Yo soy de alas, no de Raíces" . Al final y mientras escribo esto, entiendo que al final si tenía un poco de cierto, el ya extendió sus alas y se fue de nuestras vidas, pero sembró una semilla que hoy por hoy ha echado raíces.

-  S

La embriaguez es un suicidio temporal: La felicidad que trae es meramente negativa, un cese momentáneo de la felicidad.

Bertrand Russell

Después de escuchar a Paulo, corrí hasta la esquina; ya no estaban... doble a la derecha y alcance a ver como se incorporaban a la avenida, necesitaba verlos una vez más, aunque lo único que alcance a divisar, fue la placa del carro alejándose de mí.

La fiesta estaba en su punto máximo, los invitados brincaban de un lado rozando sus miradas, las pieles brillantes de sudor se estrellaban una contra otra y yo... un extraño espectador con el corazón en pedazos, decidido a pasármela lo mejor posible; después de todo, una promesa, siempre es una promesa.

La música empezaba a aturdir mis sentidos, tal como lo venía haciendo desde hace unos meses, sin embargo los recuerdos azotaban mi memoria y el efecto desapareció, no era lo mismo sin Paulo y sin Rósela.

Sentí como me hacían girar y un par de labios se  precipitaron hasta alcanzar los míos, los brazos de aquel extraño envolvieron mi cuerpo y un escalofrió recorrió mi espalda, forcejeamos en un intento mío por soltarme, pero fue en vano y solo logre que me apretara mas hacia él, me rendí ante el calor que su cuerpo emanaba y deje que su lengua traspasara cualquier barrera que hubiese podido levantar entre nosotros. Mi respiración era agitada, se sentía tan bien estar así, mi cuerpo parecía responder a cada movimiento de sus manos, era como si mi vida dependiera de sus besos, de su loción, de su sabor, de ese lento vaivén que me estaba robando la voluntad.

El ambiente se torno diferente, más tranquilo, dulce... la unión de nuestros labios se rompió, pero había algo más que me hacia permanecer frente a él, meciéndome de un lado a otro al compas de esa melodía que rodeaba el lugar de mi cumpleaños.

Levante con miedo la vista, solo para encontrarme con una máscara dorada que cubría una parte del rostro de aquel hombre, algo había en el que me resultaba familiar, ese extraño brillo en su mirada, el vértigo se apropio de mi estomago, mi respiración se empezó a agitar, los latidos de mi corazón aumentaron, pero mis piernas no respondieron, tenía miedo, esa desesperación con la que empezó todo; él lo noto, podía adivinar el gesto de su rostro, de la misma forma que el adivinaba el dolor que me provocaba tenerlo enfrente, saber que me había besado y que yo le había respondido, ese primer beso despertó todas las sensaciones que me obligue a olvidar...

  • ¡Por favor!

De todas las palabras que podía haber dicho, había elegido la misma que tiempo atrás se había quedado en mis labios a manera de suplica.

Las palabras se negaban a salir de mi boca y él se aprovecho de eso, me tomo por la cintura y lentamente hizo salir al jardín.

Una vez estuvimos frente a frente se quito el antifaz y lo vi, el mismo de antes, el mismo de siempre, sus ojos llorosos...

  • Lamento lo del beso

Mi boca parecía estar sellada, porque no salía de ella ni siquiera el aliento, mi cabeza daba vueltas pensando en que hacía en ese lugar, con Leonardo.

  • yo...

Se quedo callado, formulando la frase correcta, varios minutos pasaron, los dos continuábamos de pie, inmóviles, solo mirándonos a los ojos, como si ellos hablaran por nosotros.

- ¡TE AMO!

Hubiera querido hacer algo, golpearlo, besarlo, correr... pero lo único que hice fue sentarme en la banca que estaba atrás de mi, de no haberlo hecho seguramente hubiera caído al piso sin remedio; enseguida el hizo lo mismo y por fin las palabras empezaron a huir de su corazón o por lo menos esa es la sensación que me daba al escucharlo

  • Necesito que me perdones. Yo, he pensado tantas veces en lo que te diría, pero ahora...

Las salían de sus ojos

  • Perdóname... nunca quise que pasara esto, yo tenía planes para nosotros, las cosas se me salieron de las manos, me deje llevar, soy un cobarde

El dolor era evidente,  sus manos, su voz, todo en el gritaba su impotencia, su dolor

  • Se que yo he sido la causa de todo lo malo que te ha pasado, pero te juro que te amaba, te amo, es solo que... no supe cómo reaccionar, me dio miedo y cuando por fin me decidí, salí corriendo detrás de ti, pero ya era demasiado tarde. Mario, háblame, has algo por favor.

Sus palabras parecían golpes, sus lágrimas me pesaban y mi cabeza empezó a girar entre sensaciones y recuerdos.

Mi cuerpo inmóvil, ajeno a las órdenes que daba mi cerebro, respondió a él, a su mano sobre la mía, a su calor, a los recuerdos, a los remordimientos, el corazón parecía que iba a salirse de mi pecho cuando se acerco a mí y sus labios hicieron contacto con los míos, su sabor de nuevo impregnaba mi boca... y de vuelta a la obscuridad, aquel frio conocido y extraño a la vez, una paz cruel y dolorosa se sincronizo a mi cuerpo, apagando mis sentidos mis sentidos.

Abrí los ojos, la cabeza me dolía bastante

  • ¿Mario?, ¿estas bien?

  • ¿Que paso?

No tuve tiempo de responder, cuando vi como la puerta del cuarto se abrió intempestivamente y el entro a la habitación

  • Que haces aquí, lo que Mario necesita ahora es tranquilidad. Sal de aquí por favor.

  • ¿Está bien?, ¿Estas bien Alex?... lo siento, pero escuche su voz y no puede evitarlo

  • No entiendes, no es el momento, espera afuera

Yo estaba confundido, como si mi mente, se negara a entender lo que estaba pasando. Mi tío parecía asustado y muy enojado, al punto en que fue Fabiana, quien con un gesto, hizo salir de la habitación a Ian, seguramente, para evitar el altercado que se veía próximo a suceder. Lo vi dirigirse hacia la puerta y mirarme a los ojos antes de cruzarla.

  • ¿Qué me paso Tío?

  • Eso quisiera yo saber Mario, estábamos en el salón, cuando entro un chico contigo en brazos

Y todos los recuerdos volvieron a mí, junto con una punzada en la frente

  • Seguramente me desmaye

  • El doctor dijo que era una descompensación, por eso te puso suero

Gire mi cabeza a mi mano derecha y en ella había una aguja, seguida de un tubo largo que daba hasta una bolsa con un liquido transparente a la mitad.

Marcos se acerco a mí y se sentó en la cama

  • ¿Cómo te sientes?

  • Bien tío, solo un poco adolorido del brazo

  • Tengo que decirte algo, pero, estas aun muy débil, tengo miedo que no lo soportes

  • ¿De qué se trata?

Solo hablaba, no me miraba, un extraño presentimiento me rondaba, su mano se puso alrededor de mi brazo y lo oprimió ligeramente, tenía miedo y la única reacción coherente que se me ocurrió fue regresar el gesto que tenia conmigo, puse mi mano sobre la suya, el suspiró...

  • La noche en que Ian desapareció, ¿recuerdas?

  • Si... ¿que hay con él?, ¿que hace aquí?, dile que se vaya por favor Tía, no quiero verlo

Cuando busque a Fabiana con la vista, ya no estaba, seguramente había salido de la habitación para dejarnos hablar a Marcos y a mí, eso solo aumento mi tensión

- Mario, espero que no me odies por esto, pero... creí que hacia lo correcto, solo busco tu bien y pensé que

  • Tío dime, sea lo que sea, te quiero y jamás podría odiarte

- Entonces espero que puedas perdonarme, porque yo tengo la culpa de

El silencio en esa habitación duro una eternidad o por lo menos eso me pareció

- Yo hable con Ian para que se fuera de nuestras vidas, para que te dejara vivir tu vida, no sabía que

Un pitido agudo en mis oídos, y seguí escuchando aunque mi mente no deseaba procesar las palabras

  • Hijo... yo, solo, quería, quiero, hable con él, pensé que él era mal influencia y cuando se fue, entendí, desde entonces lo he buscado y sería una sorpresa para ti, o eso esperaba, habla con él, por favor, no puedo verte así, tan a la deriva. Le voy a pedir que entre

Lo vi salir y a Ian entrar

Mis sentidos estaban alerta, pero las cosas no me parecían reales, estaba frente a mí, viéndome con esa intensidad, reprimiendo sus ganas de arrojarse sobre mí, tenía las manos a los costados frotando su pulgar con el resto de sus dedos... y aun así, viéndolo tan nervioso frente a mí, hubiera jurado que estaba en un sueño, a punto de despertar

  • ¿Que fue lo que paso?, ¿estas bien?

Pensé en responderle, pero seguía pensando en las llamadas pérdidas, en los correos enviados, en los mensajes escritos, todas mis preguntas, las lágrimas, el dolor, la perdida.

Baje de la cama y corrí... corrí hasta la puerta del cuarto, empuje a todo aquel que se interpuso en mi camino, corrí y seguí corriendo, solo intentaba huir, huir como Fabiana me había enseñado, escapar de mis recuerdos, de mis pensamientos, de la decepción; pero a donde sea que iba esa sensación de sofoco, me terminaba alcanzando.

Los pies ya me ardían y por más que intentaba correr, mi cuerpo a no tenía fuerzas, hacia bastante frio, hice un último esfuerzo, pero termine cayendo de rodillas frente a...

Después de tanto tiempo, sigo sin saber cómo llegue hasta ese lugar, pero me encontré en aquel cementerio.

Y entonces, pensé en ellos...

Ya no tuve fuerzas para seguir luchando contra mi rabia... ¡grite! tan fuerte como pude, el cielo estaba clareando y los pájaros despertaron con mi plegaria, me rendía, ya no podía seguir odiándolos.

Y por primera vez desde que desde que se fueron, hable con ellos... acepte que mi rencor no era hacia Rósela o León, mi dolor nació por que ellos me dejaron solo, a la deriva.

Les llore como nunca, como debí hacerlo desde el principio, les reclame y mis puños se estrellaron una y otra vez contra la fría roca.

Mis lágrimas brotaban de mis ojos casi tan rápido como los reclamos y maldiciones salían de mi boca

La sangre acudió a mis nudillos como muestra de Paz, mi llanto se detuvo y solo débiles sollozos fueron los que escapaban de mi boca para ser libres y hacerme libre a mí, poco a poco el cansancio me venció mientras repasaba en mi cabeza una y otra vez las palabras que estaban talladas en la lapida

"Estoy tan cerca de ti, como lejos tu me piensas"

Desperté, con los rayos del sol cayendo sobre mí y la mano de un Señor, moviéndome bruscamente

  • ¿Quién lo dejo entrar?, largo de aquí o llamo a la policía

La luz no me permitían ver, las manos y los pies me ardían, me jalo por el brazo como si yo fuera un muñeco de paja y me obligo a ponerme de pie con la poca fuerza que me quedaba

La cabeza me daba vueltas, no podía coordinar una palabra coherente

  • Usted está mal

No comprendía lo que pasaba a mí alrededor, mis ojos apenas se acostumbraban al sol. Aquel señor paso su brazo por debajo del mío y me ayudo a caminar, entramos a su cuarto y me sentó sobre una modesta cama, las paredes estaban pintadas de un azul profundo, su mesa era una tabla de madera sostenida por un bote de pintura, tenía un refrigerador pequeño y una televisión a blanco y negro... mientras yo reconocía el lugar él se acerco al lavamanos y vino hacia mí con una jícara llena de agua y empezó a lavar mis manos cubiertas de sangre, un suspiro salió de mi boca y el dolor me regreso trajo a la realidad.

Aquel señor era el guardián del cementerio, su nombre era Germán y hacia 15 años que vivía en ese lugar, en cuanto termino de cuidar mis heridas me pregunto si era familia de los que se encontraban en ese lugar, yo respondí que si y me pregunto si mi hermana estaba bien, su pregunta me extraño, pero supuse que se debía a la edad del señor, por lo que le seguí el juego y le respondí que había salido del país

  • Ya veo... me alegra por ella, me rompe el corazón cada que la veo llorando sobre las tumbas, espero que ya este mejor, por que la ultima vez que la vi no paraba de toser

  • Si, estaba resfriada, pero ya esta mucho mejor

  • Salúdemela cuando regrese, dígale que mantengo limpias las tumbas

- Claro que sí, yo le diré

El señor parecía muy convencido que era mi hermana, imagine que se equivocaba de tumbas, por lo que cambie la conversación, le pedí que me prestara su teléfono

  • Lo siento joven, pero no tengo, no lo ocupo... mis hijos hace tiempo que no me hablan, así que decidí que era un gasto innecesario, si ellos no necesitan de mí, yo tampoco de ellos, solo no estoy, los muertos me hacen compañía y yo los cuido y soy amable con sus familias cuando vienen a visitarlos

Solo sonreí a aquel señor, no estaba loco, solo padecía de soledad

  • Mire niño, no tengo mucho, pero seguro que esto le alcanzara para llegar hasta su casa, quisiera poder darle mas

  • No señor, no puedo aceptarlo

  • Claro que si, tome estas también, así no seguirá lastimándose

Extendió unas pantuflas hacia mí

  • Esto es solo un préstamo, ¿de acuerdo?, cuando regrese se lo devolveré

  • Si niño, que así sea, cuando vuelva me lo regresara, si no, puede decirle a su hermana que ella me lo devuelva, aunque espero volver a verlo también a usted, seguro su hermano y sus padres se alegraran

En ese momento solo quería regresar a mi casa, por lo que no entendí las palabras que me dijo, salí del cementerio con mucho calor y bastante débil, pero me sentía libre, tan libre y en Paz, tan ligero que si en ese momento hubiera llegado a mí la muerte, no me hubiera importado

Camine por las calles, las reconocí... muchas veces había estado ahí, mis padres me traían algunas veces, para traerle flores a mis abuelos, pase por el parque estaba lleno de niños que corrían de un lado a otro, unos en bicicleta, otros patinando, muchos jugando futbol o pintando en las caravanas que se ponían para que los niños hicieran dibujos, pinceles y acuarelas de todo tipo y colores eran los juguetes favoritos cada domingo familiar, No pude menos que sonreír y recordar las veces que estuve yo, en el lugar de esos pequeños.

Seguí caminando hasta la avenida, intente por bastante tiempo tomar un Taxi, pero nunca se detuvieron. Termine tomando el camión, por suerte había aprendido a moverme en transporte público, Guillermo me había enseñado, mi hermano, el que tanta falta me hacia... el viento entraba por la ventana del camión y golpeaba mi cara con suavidad, no puede evitar suspirar, un suspiro largo y liviano, no pesado como en otras ocasiones, pude sentir como el aire lentamente inflaba mis pulmones, extraña sensación que me hizo saber que estaba vivo.

En total fueron tres camiones los que tuve que tomar, para llegar a mi casa, en una ocasión, tuve que preguntar cuál debía tomar, la ciudad había cambiado bastante, igual que yo, igual que todos.

Legue a mi casa y toque el timbre, inmediatamente después apareció mi Tía seguida de Don Alberto y Diana, vi sus rostros de felicidad, los ojos rojos de Fabiana y un par de segundos después todo volvió a ponerse obscuro.

Fue cuando comprobé que murallas se quiebran con suspiros y que hay puertas al mar que se abren con palabras.

Rafael Alberti