Golpe por Golpe XXlX. Fecha de Caducidad.

De verdad nos caíamos bien, cuando estábamos juntos éramos el centro de atención, nos llamaban "la pareja del hielo".

Hay personas que nos hablan y ni las escuchamos... hay personas que nos hieren y no dejan ni cicatriz... pero hay personas que simplemente aparecen en nuestra vida y nos marcan para siempre.

Cecilia Meireles

Las noticias efectivamente viajan rápido, y horas después de que el año empezara, todos los blogs de chismes ya publicaban el término de mi relación con Ian, los periodistas de sociales y la prensa del corazón saturaron mi mail, el de Fabiana e incluso el de Marcos, todos buscaban una declaración, los paparazis andaban detrás de mí todo el tiempo.

¿No sé cuantos días han pasado desde que Ian se fue? Decidí por mi salud mental que tenía que vivir el día a día, sin preocuparme por la fecha en la que estoy.

Pensé que seria fácil... en realidad ha sido bastante complicada.

En cuanto empezaron las clases, creí que serian el analgésico perfecto a mis pensamientos y al montón de emociones que se agolpaban en mí.

¡Grave error!

En realidad solo me hicieron darme cuenta de que a pesar de que había ganado mi estúpida guerra contra Rósela, estaba más solo que antes.

Marcos y Fabiana estaban sumergidos en el trabajo, ¿y yo?, yo busque hacer lo mismo, empecé a hacer todo tipo de trabajo que elevara mi promedio, aunque en realidad no era necesario; me ofrecí para ser tutor de alguien, pero me di cuenta que eso solo avivaba mis emociones, cada que me encontraba con Víctor el niño de primero que me habían asignado, terminaba recordando cuando le daba clases a él, así que después de que logre que Víctor aprobara sus exámenes, dimití.

Pensaba demasiado y le daba vueltas y vueltas a toda mi historia con Ian, necesitaba dar con la razón por la que Ian se había marchado, tontamente pensaba que si descubría mi error, podría buscarlo y arreglar todo. Entre tanto razonamiento y reflexión, me descubrí pensando en León.

Mis ojeras cada vez eran más profundas y es que por más cansado que estuviera, siempre despertaba en la madrugada.

El Gimnasio, las clases de box, la escuela, nada daba resultado, tenía demasiada energía.

Los únicos momentos en los que lograba dormir medianamente bien, sin tener pesadillas que me despertaran, era los fines de semana, cuando salía de fiesta con Lilian, con Esteban que siempre buscaba alegrarme y cuidaba todas mis borracheras, en una ocasión intento hablar conmigo, yo estaba bastante mareado y quería seguir tomando, pero él me jalo hasta su oficina, me obligo a recostarme en el sillón y empezó a prepararme un café...

- Crees que algún día tendré una oportunidad

Lo que menos necesitaba en este momento era pensar, y él me estaba obligando a hacerlo.

- No

Escuchar mis palabras lo altero mucho, seguramente pude haberle dicho otra cosa, disfrazar la verdad, pero estaba demasiado harto de las mentiras, Esteban era un gran hombre, por lo menos eso parecía, todos siempre lo aparentaban; fuera como fuera no quería engañarlo, no merecía que le diera falsas esperanzas, aunque en el fondo, la razón principal era que yo mismo desconocía la respuesta a su pregunta.

Desde esa ocasión elegí separarme un poco de los chicos del grupo, la mayoría tenia pareja y verlos felices atizaba mi dolor. Me daba envidia verlos juntos. No me gustaba que todo el tiempo me estuvieran preguntando si estaba bien, yo se que debía contarle en algún momento, pero ¿que les iba a decir?, si ni siquiera yo sé lo que había pasado. Notaba su incomodidad cuando me veían solo. Les molestaba tener que ayudar a que la borrachera se me bajara antes de llegar a mi casa. Y francamente... no quería seguir viendo esa mirada llena de lástima que me daban a cada instante.

Afortunadamente la temporada de los desfiles llego y eso ayudo a mitigar mi dolor, fui de los modelos más solicitados, no solo en México, me toco viajar un fin de semana a Londres, una escapada rápida a Italia, a finales una llamada que me solicitaba en Paris y cientos de personas que me querían en Manhattan. Al termino de cada evento las mismas preguntas siempre... y es que desde hace algún tiempo que sabia a la perfección que Ian estaba en NY y que al igual que yo, tampoco daba declaraciones, se le había visto salir un par d veces con Darla y otras personas, las conspiraciones no se hicieron esperar, todos, a cada momento, buscaban sacarme alguna declaración, unas palabras, lo que fuera para escribir una nota.

Algunas personas se apiadaron de mi y comenzaron a jalarme a todo tipo de fiestas después de los desfiles, conocí cientos de personas que después de un par de copas, un beso en la mejilla y un buen apretón de manos terminaban siendo mis mejores amigos, por lo menos hasta que la fiesta terminaba.

El alcohol sin duda era el mejor anestésico al dolor que escondía de las cámaras, en poco tiempo los titulares pasaron de "El corazón roto de una Fiera en tiempos actuales", a "Fiera salvaje corre por avenida Montaigne" y es que de verdad había corrido sobre Campos Elíseos estábamos tan eufóricos por el alcohol que no dudamos en bajarnos del carro y echar a correr, la borrachera se nos bajo cuando la policía parisina nos detuvo, a mi favor, puedo decir que me veía bastante bien en las fotos que publicaron al siguiente día en todos los periódicos.

Como imaginaran Marcos me regreso por la fuerza a México, intento hablar conmigo, pero ni siquiera sabía que decirme, Fabiana había ido a Tokio y a mi pobre tío no le quedo de otra que pensar que podría controlarme, digo podría por que a estas alturas ni yo lograba calmar la necesidad de aturdirme con la música, el alcohol, los besos ocasionales con alguien, el humo del cigarro se había vuelto una necesidad y afortunadamente para mí, no me daba resaca; se que estaba mal, en el fondo entendía que este escape no era el camino correcto, pero no me importaba, los únicos momentos en los que no pensaba en Ian, en mis padres, en Guillermo, en todos lo que había cambiado mi vida, era cuando estaba bebido.

  • ¡Eh patán!, ella viene conmigo...

No sé a ciencia cierta porque lo había dicho, es decir, hasta hace media hora estaba en mi casa decidido a dormirme temprano y de pronto, ya me estaba cambiando y esperando a que el Taxi pasara por mí, era la una de la madrugada, el antro estaba abarrotado, pase entre todo el gentío que buscaba entrar, a lo lejos alcance a ver un par de chispazos, nada que no hubiera visto en otro momento, Paparazis; choque contra ella o ella contra mi... era Rósela, nuestras miradas se conectaron y yo seguí mi camino, abrieron la puerta para dejarme pasar, ya me conocían en ese lugar, bueno, en ese y en la mayoría de los de la ciudad y sus alrededores, cruce la cadena y sus voces llegaron  a mi

  • Lo siento, no puedes pasar

  • Pero, ¿como te atreves?, no sabes con quien está hablando

  • En realidad ¡No!, dímelo tu... es más, puedes darme tu teléfono

Voltee y ese hombre la sostenía por la cintura, la cara de asco que tenia la pobre, daba pena, una idea cruzo mi mente, debía ver que tan lejos sería capaz de llegar con tal de entrar al lugar, pero... ¿para qué?, fue en ese momento que lo dije, no lo pensé, las palabras solo salieron de mi boca.

  • ¡Eh patán!, ella viene conmigo...

La mirada de esos dos se volvió en mi dirección. Podía haberme retractado de mis palabras, pero no me arrepentía de haberlas dicho, me mantuve firme hasta que al no le quedo de otra que permitirle el paso.

Ella se veía tan sorprendida, cuando estuvo a mi lado, se me quedo viendo a los ojos, buscaba en mi algo que la alertara de que le estaba tendiendo una trampa, le sostuve la mirada.

Mientras ella buscaba... yo entendí el por qué de mis palabras, y es que... ya estaba cansado de odiar, después de mucho, por fin había entendido que nadie tuvo la culpa de lo que le paso a... ellos, su culpa la había pagado ya, había pagado la humillación, el engaño; no tenía fuerzas para seguir peleando, ni contra ella, ni contra nadie.

Rósela se animo a hablar

  • ¿Por qué?

  • Hasta el odio tiene fecha de caducidad

Decir eso provoco un suspiro en mi y seguido de este solo pude decir

  • ¿Que?, piensas quedarte ahí todo el tiempo, ¿entramos?

Ella solo asintió con la cabeza, todo su cuerpo hablaba por ella, entendía que era el momento de bajar las armas, la batalla había terminado, ya no interesaba quien había ganado. Por que en realidad nadie había ganado, o por lo menos ninguno de nosotros.

Cuando entramos, yo me fui por un lado y ella por otro, me encontré con varios conocidos y la noche transcurrió tranquilamente, ocasionalmente nos encontrábamos en la pista o en la barra, una vez nuestras miradas volvieron a conectarse cuando ella coqueteaba con un chavo y yo me besaba con otro.

Ese es el ultimo recuerdo que tengo, después todo se vuelve confuso, algunas imágenes con poco sentido, el alcohol debió haber hecho estragos en los dos, por que cuando reaccione, estábamos sentados uno a lado del otro, rodeados de varios jóvenes, a algunos los conocía, pero a la mayoría no los había visto, ya no estábamos en el antro, nos entrabamos en una casa, sentados sobre unos camastros, busque saber donde estábamos, pero no reconocía el lugar, había mucha gente saltando a la alberca y otra tanta bailando alrededor de esta.

Mas que asustado, me sentía angustiado por no saber en qué lugar me encontraba, voltee a ver a Rósela, tenía la misma mirada perdida que seguramente debía tener yo, no sabía que tan consiente estaría, pero me arme de valor y le pregunte

  • ¿Como llegamos aquí?

Ella se sobresalto al escuchar mis palabras

  • Pensé que tú lo sabrías

  • Pues no, lo último que recuerdo era que estábamos en el antro

  • A mi me pasa lo mismo, por más que hago memoria, no sé cómo es que terminamos aquí

De pronto se acerco un chavo, era el joven con el que me había estado besando, por suerte habíamos ligado cuando aún estaba sobrio, se coloco detrás de mi y rodeo mi cintura con sus brazos, hasta que sentí su cuerpo pegado al mío no fui consciente del terrible frio que estaba haciendo...

  • Y bien, ¿ya arreglaron sus problemas?

No sabía de qué hablaba, ni siquiera recordaba su nombre.

Mire a Rósela, pareció entenderme y fingió que las palabras que dije a continuación, eran ciertas.

  • En eso estábamos, pero nos dimos cuenta que ya es tarde y tenemos que irnos

Aquel hombre me apretó más fuerte, no necesitaba que dijera nada, ese movimiento me había hecho entenderlo todo, no quería que me fuera

  • ¿Donde podemos conseguir un Taxi?, ya es tarde y está empezando a amanecer, ¿escuchan a los pájaros?

Y Rósela tenia razón, aun cuando todo estaba bastante oscuro, los pájaros ya habían empezado a cantar

Los brazos alrededor de mi cuerpo se aflojaron y el... ¿Paulo?, si creo que así se llamaba, beso suavemente mi cuello antes de levantarse

  • Vamos por sus bolsas

No levantamos detrás de él y lo seguimos, caminamos dentro de una casa muy grande toda echa de madera, dentro no había nadie e instintivamente Rósela y yo nos tomamos de las manos.

Un hombre salió de una de las habitaciones

  • ¡Hola niños!, que Paulo ¿no piensas presentármelos?

Paulo, ¡lo sabia!, sabía que ese era su nombre.

Aquel señor camino hacia donde estábamos nosotros, estaba bastante borracho y apenas se mantenía en pie, pero con todo y eso llego hasta nosotros, de inmediato puse a Rósela detrás de mi y ese sujeto me tomo a mi del brazo, un escalofrió recorrió mi espalda cuando sentí el aroma etílico de su aliento, el valor del que había hecho gala hasta hace unos minutos se esfumo, los recuerdos de aquel callejón mas que miedo, producían dolor.

Paulo empujo violentamente a aquel individuo, se estampo contra la pared y enseguida llegaron un par de hombres, seguramente eran sus guardaespaldas

  • Sáquenlo de aquí

Los hombres levantaron al borracho y se lo llevaron hacia la alberca.

El gesto que Paulo mantenía, nunca había visto a alguien tan lleno de ira, su rostro se había deformado mientras hablaba, pero como si fuese cosa de magia, regreso a la normalidad cuando volteo a vernos a Rósela y a mí.

  • ¿Están bien?

Rósela de nuevo asintió con la cabeza, yo no sé que hice, me sentía petrificado, pero logre salir de mi letargo, cuando Paulo se coloco detrás de mi y nos hizo caminar, subimos unas escaleras y entramos a una habitación, nada fuera de lo normal, una cama, el tocador, la pantalla, Rósela se acerco a la cama donde estaban algunas cosas, tomo su bolsa y junto con ella mi cartera

  • ¿Esta es tuya?

  • Si, gracias

Paulo continuaba a mi lado, fue él quien tomo mi cartera, su mirada no se despegaba de mí, me hacía sentir extraño, no incomodo, pero tampoco me gustaba, bajamos por las escaleras y al final de estas, nos esperaba un hombre, era alto, bastante robusto, tenia puesto unos vaqueros y una camisa...

- Franky, te presento a Alex y a Rósela

Escucharlo produjo un escalofrió en mi cuerpo, no me gustaba que me llamaran ¡Alex!, odiaba los diminutivos, me hacían sentir débil, me recordaba a Ian; no quise reprimir mis palabras y estas salieron

- ¡Alexander!, no me gustan los apodos

Rósela volteo a verme, era claro que ninguno de los presentes se esperaba eso, pero ya lo había dicho, no me arrepentía y no pensaba echarme para atrás, ni siquiera por la mirada de asombro que Paulo me dirigía, mi cuerpo se lleno de fuerzas, la clásica energía producida por un acto de rebeldía.

Paulo se empezó a reír

  • Vale, te presento a Rósela y ¡Alexander!

Dijo mi nombre remarcándolo sutilmente y extendiendo el sonido de la letra final. El rostro del señor al que nos habían presentado, se veía desencajado, apenado, ¿asustado?, cuando Paulo había reído, el solo bajo la mirada y esbozo una leve sonrisa.

  • Bien chicos, el es Franky, los va a llevar hasta sus casas, me gustaría acompañarlos, pero tengo que quedarme a cuidar que no destruyan la casa de mi padre.

Nos llevaron hasta una camioneta con los vidrios polarizados, ayudaron a subir a Rósela y cuando iba a entrar yo, Paulo me sostuvo, me jalo hasta el haciéndome perder el equilibrio, sentí que caería y me asuste, pero me había equivocado, estaba a salvo, otra vez entre los brazos de Paulo, se me quedo viendo con aires de autosuficiencia, me beso suavemente, froto su nariz contra la mía

  • Estas helado, ¿seguro que no quieres una chamarra?

No recordaba haberme negado, pero, francamente no recordaba mucho de esa noche, evidentemente no se lo diría, por lo que me toco reafirmar una decisión que no supe en qué momento había dicho.

  • No, estoy bien. ¡Gracias!

Y esta vez fui yo quien lo beso, no sabía ¿por qué?, seguramente como agradecimiento a que nos defendiera de aquel hombre o porque me había gustado el gesto que había tenido al ofrecerme de nuevo algo con que abrigarme, tal vez lo hice esperando que un beso pudiera persuadirlo de hacernos daño, a lo mejor simplemente lo hice como un acto de despedida

  • Nos vemos pronto.

Sus palabras, dichas en silencio y pegado a mi cuello, me estremecí. Me ayudo a subir a la camioneta, donde Rósela estaba tan desconcertada como yo, suspire cuando la puerta se cerro, adentro todo era obscuro, afuera la luz del día empezaba a salir. El señor se subió después y condujo hasta lo que parecía ser una carretera llena de baches, salimos a la autopista y más tarde reconocí la zona que llamaban "Tres Marías".

  • ¿No quieren desayunar?

Rósela y yo nos sorprendimos al escuchar esas palabras, nos miramos el uno al otro, pude entender que tanto ella como yo teníamos hambre, los dos luchábamos contra el sueño que amenazaba con vencernos, pero aguantaríamos hasta encontrarnos a salvo en nuestras casas.

  • No gracias

El señor continuo su camino y por fin entramos a la ciudad, le indicamos el camino a casa de Rósela y en cuanto estuvimos fuera, el conductor nos abrió la puerta y yo baje detrás de ella, me despedí con un beso en la mejilla, no sabía que decir y seguramente ella tampoco, pero se animo y hablo

  • Quédate aquí, ahorita llamamos un taxi

Yo solo moví la cabeza en señal de aceptación, y fui donde el señor, para avisarle de mi decisión...

  • Lo siento, pero el jefe me ordeno dejarlos en sus casas, no me gustaría desobedecerlo

  • No me importa lo que él haya dicho, quiero quedarme aquí

Me di media vuelta, pero aquel hombre me tomo del brazo, sentí como la desesperación se había apoderado de mi, los ojos de Rósela dejaban ver que el miedo se agolpaba en su interior. Me gire para... ¿no sé para qué?, pero cuando vi al señor, me quede frio, su rostro era de pánico

  • Por favor... permítame llevarlo hasta su casa

Sus ojos suplicaban, cuando se percato de que me sostenía del brazo me soltó inmediatamente y se hizo para atrás. Entendí lo que pasaba, lo entendí desde que vi a Paulo en el antro, cuando lo escuche hablar, lo supe cuando vi la casa en donde habíamos estado y no me quedo duda cuando alcance a ver como varios hombres dentro de la fiesta estaban armados. Imagine el por qué de la actitud de ese hombre.

  • Permítame despedirme

Le sonreí y camine hasta Rósela que estaba dentro de su casa, pero mantenía la puerta abierta para mi

  • Me regreso con él. Gracias.

  • Estas seguro

Extrañamente si, estaba seguro, no tenía miedo, no tenía nada que perder; sonreí y me di vuelta para entrar a la camioneta. Cuando arranco el vehículo escuche a ese hombre.

  • Gracias

No le respondí, solo le sonreí para mis adentros esperando llegar con bien. Cuando llegue Don Alberto me esperaba afuera, pude ver su mirada a través de los vidrios, sentí su desesperación, un nudo se formo en mi garganta y una vez más, los pensamientos acudieron a mí, todos mis recuerdos, todo mi dolor...

Baje de aquella camioneta, me despedí del conductor con un suave apretón de manos y él me dedico una sonrisa que parecía sincera, subió al carro y se fue. Ojala hubiera pasado lo mismo con esa mirada de Don Alberto, estaba feliz de verme, yo quería alegrarme por estar sano y salvo en casa, pero no podía, sus ojos me lastimaban, ese abrazo que me dio lleno de calidez, ya no me gustaba sentir eso. Me separe del Don con delicadeza, mis ojos contenían algunas lagrimas que me negaba a dejar salir, le di un beso en la mejilla y subí a mi cuarto a dormir.

El regaño de Marcos no se hizo esperar, aunque francamente sus gritos no me provocaban nada, solo me limitaba a verlo y a mover la cabeza ocasionalmente.

El lunes llego, como todos los días me levante para ir, topándome con que Marcos había decidido llevarme todos los días porque temía que no asistiera a clases, su decisión me causo mucha gracia y bastante indignación, este último acto me hizo perder la esperanza de que mi tío y yo, algún día pudiéramos entendernos. No proteste y lo que el creyó un triunfo en realidad seria su más grande fracaso, hasta ese momento.

La semana se paso en un parpadeo, Rósela y yo nos vimos todos los días, pero ninguno fue capaz de hablarle al otro. Si les soy sincero, estaba bastante asustado por lo ocurrido esa vez, cada que me acordaba los vellos se me erizaban.

El timbre sonó anunciando que las clases habían terminado, todos empezamos a recoger nuestras cosas para después salir disparados hacia la puerta, era puente, no habría clase hasta el Martes y todos estaban emocionados por eso... Don Alberto tardaba y yo me empezaba a preocupar mientras lo esperaba afuera del colegio, el jamás había llegado tarde, ni un solo día me había dejado esperando, por mi cabeza empezaron a pasar cientos de ideas, miles de historias, la desesperación se estaba haciendo cada vez más visible, una sensación me distrajo, a lo lejos sentí una mirada, busque entre todos los presente para saber de quién provenía, era León que me veía fijamente, nuestras ojos se conectaron y ninguno se preocupo por desviar la vista, en mi caso más por orgullo que por otra cosa, aunque... una camioneta se cruzo entre nosotros cortando la conexión; era él y me llamaba, Paulo estaba afuera de mi escuela, mi cuerpo entro en tensión, pero camine hasta el

  • ¿Sorprendido?

  • Bastante, ¿Qué haces aquí?

  • Tú qué crees, vine a buscarte, eso es lo que hacen los novios, ¿no?

Me quede de piedra, no podía recordar nada, por lo que sabía, Paulo y yo podíamos habernos casado y yo no tenía idea de lo que había ocurrido en esas horas que desaparecieron de mis recuerdos.

  • ¿Novios?

  • Esta bien, aun no lo somos, pero solo porque tú no quieres, ¿sabes?, nadie me había rechazado, supongo que por eso me gustas mas

  • ¿te gusto?, yo diría que me convertí en un capricho

La cara de Paulo se puso seria y se quedo callado

  • Tal vez. Llámalo como quieras, pero me gustas y no solo por tu físico, me gusta tu forma de ser.

  • ¿Mi forma de ser?, nos hemos visto solo una vez

  • Dos, si cuentas esta

Me fue imposible reírme, no solo por la cara tan graciosa que había hecho, si no por su marcada sinceridad.

- Deberías de hacerlo más seguido

  • ¿Hacer qué?

  • Eso, ¡reír!

Un nudo se formo en mi garganta por sus palabras, recordé a mi papá... solía decirme que con mi sonrisa abriría todas las puertas del mundo

Paulo debió notar mi reacción, por que se quedo en silencio, solo viéndome.

  • ¡Vamos!, sube, te invito a donde quieras

Esta vez fui yo quien se le quedo viendo, tenía ganas de huir, hace mucho tiempo que quería echarme a correr y no parar, pero seguía sin confiar en Paulo.

  • ¡Rósela!

Paulo le gritaba

  • Ven...

Seguí su mirada hasta encontrarme con ella, miraba e dirección a nosotros, parecía asustada, pero se tranquilizo al ver que yo estaba, camino hasta la camioneta y saludo

  • Oye, convence a tu amigo de que salga conmigo

Rósela y yo nos quedamos viendo y ambos esbozamos una pequeña sonrisa

  • Anda, dile... ya lo estaba convenciendo yo, pero metí la pata con algún comentario que dije.

Rósela se reía por la actitud que Paulo tenia, estaba a punto de decir algo, pero todos fuimos interrumpidos bruscamente por Marcos. Estaba atrás de nosotros tocando la bocina de su carro como desesperado.

  • ¿Qué le paso a ese tipo?, dejen bajo para ver que quiere

Paulo parecía un poco molesto e hizo ademan de abrir la puerta

  • Espera, es mi tío

  • Oh, lo siento. ¡Es nuestro tío!

Dijo esto último a Rósela

Yo camine hasta el carro de Marcos y este quito los seguros del coche esperando que yo me subiera. En lugar de eso, me espere afuera hasta que bajo la ventanilla

  • ¿Qué no piensas subirte?

El tono de su voz era un poco áspero. Me le quede viendo y subí, no quería pelear con el

  • ¿Quién es ese?

  • Un conocido

  • Ya veo, es otra de tus conquistas, solo espero que este no salga como el otro

  • Solo somos amigos

  • Siempre dices eso y después resulta otra cosa. Yo espero que esta vez sepas elegir. Ya ves que tienes un poco de mala suerte.

Sus palabras me herían y él ni siquiera parecía darse cuenta, seguía ahí, aferrado al volante esperando a poder arrancar.

  • ¿Cómo se llama?

  • Paulo

  • ¿Cuántos años tiene?

  • No se

  • ¿Cómo que no sabes?, no quiero enterarme por los periódicos Alexander, si estás haciendo algo es mejor que me lo digas ahora, ¿es otra de tus conquistas de una noche?, no soy quién para decirte nada, solo espero que no pase lo mismo que en Paris, no quiero tener que ir a recogerte a una estación de policía, ¿está claro?

- Como el agua

  • Eso espero, porque cada que haces de las tuyas me imagino que diría mi hermana y créeme...

No pude soportarlo más, escucharlo nombrar a mi madre me rompió el corazón y las lágrimas que había estado aguantando salieron sin que pudiera evitarlo. Abrí la puerta del carro

  • ¿Qué haces?, ¡súbete!

Solo me agache para arrojarle mi mochila a la cara y esa palabra simplemente broto de mi boca

  • ¡Te odio!

Corrí hasta la camioneta de Paulo. En cuanto este me vio se quedo inmóvil, podía escuchar los gritos de Marcos cada vez más cerca.

  • Arranca

Y no lo pensó, Paulo encendió el carro, se despido de Rósela y nos fuimos. La llanta rechino con el asfalto, en un abrir y cerrar de ojos, estábamos a dos calles de la escuela, sin embargo Paulo no dejo de acelerar, si mirada fija al frente, las manos apretadas al volante, era tan diferente al Paulo que empujo al hombre ese en la fiesta y lo era aun mas del que estaba bromeando con Rósela y conmigo, hace unos minutos atrás.

Llegamos a un centro comercial, entro al estacionamiento y se quedo ahí... sentado a mi lado, pero distante, sin pronunciar ninguna palabra, solo viendo al frente. Por extraño que pueda parecer, estar así, lejos de incomodarme, me hacía sentir bien, por fin un momento de tranquilidad, sin palabras, sin cuestionamientos, sin recuerdos, no tenía la necesidad de pensar, me deje llevar por el silencio, el sueño comenzó a vencerme, un sueño ligero pero reparador.

Desperté después de algún tiempo, Paulo aun estaba dormido, era extraño verle así, me gustaba esa imagen de él, sin poses, sin mascaras, con las defensas abajo, tan apacible; una sensación familiar se empezaba a apoderar de mi cuerpo, pero así como llego la deseche, siempre empezaba así, con admiración y después, las palabras de Marcos llegaron a mis oídos como si se encontrara a mi lado repitiéndolas "no estaría muy orgullosa de ti que digamos". Mis padres estarían orgullosos siempre que yo estuviera feliz, eso lo sabía, el problema es que desde que se fueron, nada me hacía sentir feliz, todo en mi vida había perdido sentido, yo no hacía más que equivocarme y...

  • ¿No tienes hambre?

Paulo había despertado, estiraba los brazos hacia arriba, las venas de su cuello se marcaban, intente reprimirme, pero fue inevitable y la risa salió de mi boca

  • ¿Que?, ¿que pasa?

  • Nada, solo que te ves muy gracioso, ¿por qué haces  esas caras?

  • ¿Cuales caras?

  • Esas, cuando te estiras haces caras

  • No me molestes, mejor respóndeme ¿tienes hambre?

  • Si, bastante, no me dio tiempo de desayunar en la mañana y en el receso no se me antojo nada

  • ¡Bien!, pues vamos...

Bajamos de la camioneta y fuimos a comer.

  • Vaya, ¿hace cuanto que no te comes un hamburguesa?

Paulo se me quedaba viendo, mientras yo meditaba mi respuesta

  • Hace un montón, creo que... ¡mucho!

Si sabía cuándo fue la última, había sido con León, justo dos días antes de aquella fiesta, me llevo a festejar que había pasado sus exámenes, como a mí no se me ocurría que comer, el decidió por los dos y terminamos en un pequeño puesto.

  • Si, se nota, mira, la devoraste tan pronto estuvo a tu alcance, nunca había visto comer tan rápido a nadie, ¿cuantas mordidas fueron?, dos o tres

  • Lo siento, es solo que de verdad tenía hambre

  • Descuida, me gusta, sabía que no eras como los demás y ahora lo confirme

  • ¿de qué hablas?

  • Olvídalo, luego te lo cuento

No entendía mucho de que estaba hablando, pero de verdad que tenía hambre así que deje pasar su comentario y me enfoque en mis papas a la francesa, cuando estas se acabaron, aun tenía hambre, por suerte el mesero llego

  • Voy a pedir algo mas, ¿tu?

Paulo se me quedo viendo

  • Si, un helado

Pedí la otra Hamburguesa, con sus respectivas papas, pero aun no sabía que helado quería, había uno de galleta y otro de fresa, los dos se veían bastante rico, Paulo había pedido el de galleta, y yo elegí el de fresa

El helado sí que sabía rico, pero se me antojaba probar el suyo, no aguante mas las ganas y metí mi cuchara en su vaso, no estaba mal, pero definitivamente, el mío era mejor

  • ¿Oye?

  • Lo siento, ¿te molesto?

  • No que va, pero, me dejas probar el tuyo

  • ¡Claro!

  • Sabe rico, ¿cambiamos?

  • No, mejor te comparto

Terminamos de comer y cuando llevaron la cuenta, Paulo saco la billetera al mismo tiempo que yo tomaba dinero de mi cartera, pero él me gano y extendió mas rápido la mano

  • Yo pago

Se escuchaba muy seguro pero...

  • Déjame invitarte

Paulo solo movió la cabeza negándose

  • Lo siento, pero no estoy acostumbrado a que paguen mi comida

  • Por favor

  • No

El mesero se estaba desesperando

  • Vamos a hacer una cosa, yo pago lo mío y yo lo tuyo. ¿Te parece?

La cara de Paulo me decía que no estaba seguro de aceptar, pero yo tampoco estaba dispuesto a ceder, por lo que después de un largo suspiro

  • Esta bien, tu lo tuyo, yo lo mío, después de todo es mejor, si no seguramente me quedaba sin efectivo

Ambos nos quedamos viendo y empezamos a reír, pagamos al mesero y este contagiado por nuestra risa se retiro alegre de nuestra mesa. Nosotros nos levantamos y salimos tranquilamente del lugar, estuvimos un rato dando vueltas por la plaza, en silencio, uno al lado del otro, juntos

  • ¿Puedo preguntar?, ¿por qué no me dejaste pagar?

  • Si, puedes, pero yo no estoy obligado a responder, ¿o sí?

  • No. Es solo que, lo mismo hiciste la otra vez, cuando nos conocimos en el antro, esa vez te deje, porque pensé que te estabas haciendo el interesante o que era a causa del alcohol, pero ahora, no entiendo

La mirada de Paulo pedía una respuesta, pude haberme quedado callado, solo que, yo también necesitaba decirlo en voz alta para corroborar que no fuera una locura

  • La última vez que deje que alguien pagara lo mío, las cosas no terminaron bien. Se convirtieron en mis dueños y se creyeron con derecho a lastimarme

Esas palabras dolían, pero eran verdad. Paulo se me quedo viendo y seguimos caminando. Mi mirada fue atraída por una pista de hielo que estaba en medio de la plaza. Paulo se percato de eso

  • ¿Te gusta?

  • Si

  • Vamos, Patinemos un rato.

  • La idea me atraía, pero también me daba miedo, hace mucho que no patinaba, había perdido la práctica.

En cuanto pise el hielo estuve a punto de caer, pero Paulo me detuvo. Estuvo ayudando me un rato en lo que me acostumbraba, esa escena entre nosotros me recordaba a papá con Guillermo, definitivamente esa fue una navidad inolvidable. Termine siendo mejor en el hielo que en la pasarela, me gustaba como el aire frio rozaba mis mejillas, amaba la sensación de libertad cundo mis patines se deslizaban solos por el hielo. Y lo decidí, esa noche, no regresaría a casa.

Estuve bastante rato con Paulo, me llevo a su casa, me prestó ropa y nos fuimos de fiesta.

Ya entrada la noche, mientras bailaba en la pista, me encontré con Rósela

  • ¿Estas bien?

Si, estaba muy bien, y más desde que Juan el amigo de Paulo me dio esa pastilla, nunca antes había probado nada de eso, le tenía demasiado respeto a las drogas, había visto los efectos que estas tenían en las personas, varios de los modelos con los que compartía fotografías o pasarela las usaban. En todas las fiestas del Upper East Side abundaban. Dicen que la ocasión hace al ladrón, supongo que la ocasión me hizo aceptar aquella grajea. Después de todo Marcos tenía razón, mis padres seguramente se avergonzarían de mis actos, así que, ¿que mas daba?...

  • Si lo estoy ¿y tú?

La mirada de Rósela era extraña, no lograba identificar ¿por qué? y la verdad, no me interesaba, podía sentir la música rozando mi piel y eso me gustaba, mi cabeza daba vueltas, me sentía mas vivo que nunca.

Me perdí entre las luces, hasta que volví a toparme con ella, se veía como yo, extasiada, empezamos a bailar juntos y al mismo ritmo, Paulo se unió después a nosotros, más alegre que nunca; sus manos sobre mi cuerpo provocaban oleadas de placer, lo saque de la pista y caminamos hasta el baño, lo quería, necesitaba tenerlo, sus labios sobre mi cuello eran brazas ardiente, rompí su camisa, necesitaba desesperadamente unirme a él, me empujo contra la puerta de un cubículo y esta se abrió casi al mismo tiempo que los pantalones caían hasta mis tobillos, su lengua se abrió paso dentro de mí, yo apenas podía mantenerme de pie, estuve a punto de caer cuando empezó a entrar, suavemente, sin prisas, cuando mi cuerpo se acostumbro a él sus movimientos se hicieron mas rápidos, profundos, me volteo hasta estar frente a frente, me levanto del piso y en el aire empezó a entrar y salir de mi, yo me aferraba con fuerza a su cuello, mis sentidos estaban a tope y explotaron casi al mismo tiempo que el.

Paulo se sentó sobre la taza conmigo encima, permanecimos unidos bastante tiempo, solo abrazados, yo con los ojos cerrados aun aferrado a su cuello y el acariciando mi espalda.

Regresamos a la fiesta y ahí seguimos...

Estar con Paulo era increíble, quizás por que no pedía más de lo que yo le daba, ni daba más de lo que el momento requería.

Los días pasaron y el y yo seguíamos juntos, rara vez nos veíamos entre semana, nuestra relación empezaba los viernes una vez que salía de la escuela y terminaba hasta el domingo lo más tarde que se pudiera.

Hacia bastantes días que no veía a Marcos, mas porque lo evitaba que por qué no estuviera, solo Don Alberto que me llevaba a la escuela y me recogía, pero nuestra relación también estaba a la deriva, el no preguntaba y yo no tenía ganas de contarle lo que pasaba en las fiestas, me avergonzaba, pero no me arrepentía.

Rósela era parte del grupo siempre estaba con Paulo y conmigo, me acompañaba al baño y yo a ella, platicábamos sobre la fiesta, sobre Paulo o sobre sus amigos y al igual que con él, nuestra convivencia terminaba cuando comenzaban las clases, en el salón éramos dos compañeros, no amigos, no enemigos, solo un par de conocidos que no se hablaban.

Así fue hasta la fiesta de Bienvenida del hermano mayor de Paulo, regresaba de L.A. se monto una fiesta increíble en la hacienda de su familia, Ramsés quedo hipnotizado por Rósela desde que Paulo nos presento a él y no la soltó durante toda la celebración que duro prácticamente todo el fin de semana, pues empezó el Viernes en la noche y termino el Lunes a las cuatro y algo de la mañana, el chofer nos fue a llevar a nuestras casas y de buena gana me hubiera encerrado en mi casa a dormir, pero precisamente ese día empezaban los exámenes, pase a casa, tome el uniforme y después de convencer a Rósela de que hiciera lo mismo, bajamos juntos de la camioneta, fueron pocos los que vieron y tal vez no hubiera pasado nada de no haber sido por la conversación que tuve con ella mientras la convencía, yo le pasaría las respuestas del examen, desvelados, cubriendo nuestro olor con perfume y habiendo dormido solo una par de horas durante la fiesta, entramos juntos al salón, nos sentamos ella atrás y yo adelante.

Afortunadamente Rósela era una experta copiando por lo que solo tuve que dejarla ver el examen un par de veces para que ella pudiera memorizar mis respuestas y anotarlas en su examen.

Las clases siguieron, el sueño me vencía a cada segundo, mi cabeza era sostenida por uno de mis brazos y justo cuando empezaba a quedarme dormido, esta se resbalaba de mi mano y me volvía a la realidad. Cuando por fin había logrado dormitar por unos minutos sin que el peso de mi cuerpo me ganara fue el timbre el que me despertó.

  • ¿Un café?

Estaba muy cansado para pensar y solo me deje llevar por mi instinto de preservación. Bajamos juntos hasta la cafetería.

  • ¿Te siente tan mal como te ves?

Era ella la que rompía con el silencio que reinaba entre los dos. Y bueno, pues ya dado el primer paso

  • Peor. ¿Y tú?

Su cara me respondió por ella y una vez que nos dieron nuestro pedido, nos fuimos a sentar en una de las mesas. Sus amigas se acercaron a nosotros, estuvieron a punto de sentarse, pero Rósela se los impidió con solo una palabra

  • ¡Largo!

El gesto de sus amigas me hizo caer en cuenta en el de todos los que nos rodeaban. Estaban sorprendidos, seguramente no creían lo que sus ojos veían... esta vez fui yo el que hizo gala de su poder

  • ¿Que ven?

Todos cambiaron su vista de dirección y fingieron continuar con su rutina. Rósela y yo nos quedamos viendo y al mismo tiempo explotamos en una carcajada.

Desde ese día, era común vernos todo el tiempo juntos, descubrí que teníamos mucho en común, poco a poco nuestra relación empezó a fortalecerse, ya no solo era por nuestras respectivas relaciones con los hermanos, si no porque de verdad nos caíamos bien, cuando estábamos juntos éramos el centro de atención, nos llamaban "la pareja del hielo", pero en realidad no solo hablábamos de ropa y moda como podría pensarse, también solíamos contarnos nuestras esperanzas, nuestras experiencias con los hermanos, intercambiábamos anécdotas; ninguno se animaba a tocar el tema de nuestro pasado en común, supongo que era algo que los dos intentábamos olvidar.

Perdonar no es olvidar, es recordar sin dolor, sin amargura, sin la herida abierta; perdonar es recordar sin andar cargando eso, sin respirar por la herida, entonces te darás cuenta que has perdonado.

Louise Hay

Pues bien, aqui tienen el siguiente relato, lamento como siempre la tardanza, pero no estaba muy seguro de enviarlo, al finl decidi arriesgarme, se que a muchos les va a escandalizar, pero en fin, ese es el punto. Como siempre espero sus comentarios en la pagina o al mail. Mil gracias a todos los que se animaron a escribirme y saben que siempre les respondo, a veces con un ligero retraso, pero siempre los tengo presentes.

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