Golpe por Golpe XXlll. El futuro es hoy.

Nuestros labios sellaron el trato.

Chicos, muchas gracias por leerme, de verdad. Este capitulo es especial, fue un gran reto espeo saber en sus mail o comentarios si he pasado el reto autoimpuesto. Les cuento rapidamente que varios seguidores me contaron que les gustaba Alexander, pero que extrañaban la personalidad de Mario y que la historia les habia llamado la atencion, por que hablaba de sentimientos y eso era nuevo; pero que en mis ultimos capitulos, los habia dejado atras y que me concentraba en otras cosas. Es verdad y lo lamento, pero no es por desicion propia, el problemas es que a mi parecer es necesario ese cambio para que la historia continue como la pienso. En din, que me quede pensando eso, y decidi crear este capitulo, es mas emocional que los anteriores. Ojala que les guste. Soy un poco distraido, pero les cuento que un joven me comento en el relato pasado que gracia a mi, se animo a escribir, eso me emociono mucho, la verdad que no ecuerdo su nombre, intente comunicarme con el y agradecerle, pero su mail no esta visible, en fin, que por este medio, te deseo muchisima suerte.

  • S

El primer golpe es la mitad de la batalla.

Gabriel Goldsmith

El piso estaba frio, pero yo hervía por dentro y por fuera.

Algo extraño me sucedía cada que los flashes chocaban contra mi cuerpo, no lograba evitar que mi mente se remontara a aquella noche fatal que marco mi vida y así es como un trayecto de dos minutos desde Rósela hasta Ian, se me hizo eterno... justo cuando estaba por llegar con Ian, me tomaron por el brazo y me hicieron voltear, era ella de nuevo, me apretaba el brazo con mucha fuerza, tanta, que podía sentir como sus uñas se clavaban en mi piel; me veía fijamente a los ojos

  • ¿Por qué?

Claro que entendía su pregunta, es solo que, no comprendía ¿por qué la hacía?, pensé que todo estaba muy claro entre nosotros. Sin embargo le respondí, aunque no de la manera que ella esperaba. Tome su muñeca y con cuidado retire su mano de mi brazo.

  • Porque lo ensuciaste con vino tinto y así no tiene ningún valor para mí. Te lo regalo, tal vez puedas mandarlo a la tintorería y después venderlo o regalarlo, lo que prefieras.

No esperaba que tuviera esa reacción, todo fue en cámara lenta, pude apreciar como lentamente levantaba la mano, tomaba vuelo y dirigía su palma directo a mi cara, sin embargo, lo que me tomo por sorpresa, fue ver como una mano aparecía frente a mis ojos y frenaba el golpe de Rósela, fueron menos de cinco segundos, y cuando reaccione estaba detrás de Ian, el me cubría con su cuerpo, un pensamiento fugaz cruzo por mi cabeza, el había detenido el golpe, pero... salí de mi error cuando vi que era León el que forcejeaba con Rósela; ¡había sido el!, el, que ahora se llevaba a Rósela por la fuerza, el, que antes de desaparecer de mi campo visual se volteo a verme, provocando en mi un extraño nudo en la garganta.

Con el lejos de mí, volví a la realidad, no me sentía yo, veía las cosas mas rápidas de lo normal, el frio se había apoderado de mi cuerpo, aunque quería hablar, no podía pensar en nada coherente, mi respiración era lenta y solo se me ocurrió caminar, salí del salón, camine por un pasillo, cruce el vestíbulo y llegue hasta la calle; pensé en continuar mi trayecto, pero de pronto, el frio desapareció de mi espalda, y mis brazos empezaron a calentarse

  • Espera aquí

Esa voz, gire mi cabeza para verlo, Ian estaba a mi lado, su saco de nuevo estaba sobre mi cuerpo, el olor de su loción, esa esencia característica solo de él, su brazo izquierdo estaba alrededor de mi cuerpo y pude sentir como se deslizaba suavemente hasta dejarme descubierto.

Camino hacia el hombre que se le acercaba, le entrego las llaves y se giro para verme, siempre con esa sonrisa descarada, con esa audacia en sus movimientos y... un extraño brillo en su mirada.

- ahorita lo traen

Se coloco de nuevo a mi lado, nuestras manos se rozaron, estuve a punto de tomar la suya, pero una vez más, el flash de una cámara, exactamente en el momento en que un carro negro se estacionaba frente a nosotros.

Me hizo gracia y una sonrisa se instalo en mi cara, me quite el saco de Ian y este cayó al piso, espere ver a Lilian, pero solamente estaban el fotógrafo, el chofer e Ian; una ventisca fría acaricio mi espalda, y me di cuenta que no tenia de otra, era esperar a Lilian o subirme al carro de Ian, el ambiente estaba muy fresco y no tenía ganas de regresar al salón para buscar a Lilian, así que, supuse que solo tenía una opción. Camine hasta el coche y detrás de mi Ian, me abrió la puerta del carro e inmediatamente entre en él, no antes de ver como se regresaba a recoger su saco y le hacia un gesto gracioso al fotógrafo subiendo los hombros y poniendo los ojos en blanco.

Entro al auto conmigo y en vez de arrancar, bajo la capota del carro, no me había dado cuenta que era convertible...

  • ¿Estas loco?

  • ¿Por qué?, ¿Qué no tienes calor?

  • ¿De qué hablas?

  • imagine que tenias mucho calor, por eso te quitaste la ropa en el salón y tiraste mi saco al piso

Después de decir eso arranco el carro y nos alejamos del lugar.

El viento fresco golpeaba mi rostro, mis mejillas estaban congelándose, mis brazos temblaban, no podía sentir los dedos de mis manos y aun así, permanecí inmóvil en el asiento del copiloto, mirando al frente. Si alguien se iba a doblegar, ese no sería yo, bueno, ¡por ahora!, la verdad es que no creía durar mucho tiempo, mi respiración se estaba agitando cada vez más, no saben como agradecí cuando Ian se detuvo y se estaciono en una calle, podía ver de reojo como me miraba, el techo del carro empezó a subir hasta que este estuvo sellado, puso el aire acondicionado y poco a poco, mi cuerpo empezó a entrar en calor y mi respiración se normalizo. Sentí como tomo una de mis manos y luego la otra, las cubrió suavemente con las suyas, así estuvimos un tiempo, hasta que por la posición en la que estábamos, yo viendo al frente y el viéndome a mí, tuve que cambiar de posición haciendo que me soltara, perder el contacto con él me hizo sentir extraño e irremediablemente hice contacto visual con él, pensé en cortar la unión de nuestras miradas, pero... ya era muy tarde, el se acerco rápidamente a mí y me comenzó a besar, un beso suave, cálido, tierno, un beso que poco a poco se empezó a volver apasionado, divertido; mis manos empezaron a buscar su piel y las suyas tomaron mis mejillas, solo para separarnos.

  • Así no..., mejor te llevo a tu casa, ya es tarde y hace frio

  • Lo sé, me estaba congelando

  • ¡Perdón!, yo...

  • No te disculpes, mejor

Me gustaba estar a su lado, no hubiera querido separarme de él, pero lo que de verdad me hizo sentir, triste, melancólico, necesitado, fue pensar que me llevaría a mi casa, no quería regresar ahí, donde solo me esperaban recuerdos que dolían, no quería pensar en lo que había pasado esta noche, no quería sentirme como me había sentido hasta hace unos minutos.

  • Llévame lejos de aquí... ¡por favor!

Se me quedo viendo, su pulgar rozaba suavemente mi mano dibujando círculos, bajo la cabeza y me dio miedo, no sabía porque sentía eso, pero tuve miedo, hasta que encendió el coche y sin decir nada, empezó a conducir. Mil preguntas empezaron a rondar mi cabeza. Sin embargo, el silencio en el carro no era incomodo, me senté de lado y empecé a ver fijamente a Ian, era muy guapo, irradiaba una tranquilidad impresionante y las luces iluminaban su rostro en pequeños intervalos.

Mis parpados se mantenían abiertos con dificultad y el sueño llego a mí sin poder evitarlo.

Me desperté de súbito, y lo primero que vi fue a Ian, me veía fijamente, sonreía tranquilo, el aire era pesado, húmedo, de nuevo tenía el techo bajo, pero no hacia frio

  • ¿Esto te parece suficientemente lejos?

Me levante rápidamente del asiento, el sol apenas empezaba a salir por el horizonte, la brisa era fresca

  • ¿Qué hacemos aquí?

  • Me pediste que te llevara lejos, hace mucho tiempo que no venia para acá, Acapulco es muy bonito, además estábamos cerca de la ciudad

Estiro los brazos y se bajo del carro

  • Lo único malo fue tener que conducir durante horas, aunque valió la pena solo para verte dormir tan tranquilamente.

Baje del carro, la vista era increíble, hace mucho tiempo que no veía algo así, ni me sentía tan bien. Las olas golpeaban la costa tranquilamente, la espuma del mar empezaba a diluirse. Esto ya lo había vivido alguna vez, aunque parece que fue en otra vida, aquella vez fue el ocaso en un rio y esta vez veía un amanecer en el mar. Una sensación agridulce se instalo en mi pecho, pero se esfumo en el instante en que Ian jalo mi brazo hacia él y me estrecho fuertemente entre sus brazos.

Ya no traía puesta la camisa ni el saco, solo usaba su pantalón negro y cubría su torso con una camisa blanca de algodón.

El sol salió del todo. Yo me quede ahí, con mi cabeza descansando sobre su pecho y sintiendo su barbilla en mi cabeza, nuestras respiraciones se fueron acompasando suavemente hasta fundirse en una sola.

Desafortunadamente, nada dura para siempre, Ian interrumpió nuestro momento

  • Aunque me encantaría estar toda la vida así contigo, creo que tenemos que conseguir dónde hospedarnos

  • ¿Un hotel?

  • Sería lo ideal, a menos que prefieras otra cosa

En realidad no me refería a eso, es que, simplemente me sorprendió que Ian deseara quedarse conmigo.

  • ¿Y por qué te sorprende?

Esas palabras, al parecer había pensado en voz alta.

No le respondí, extrañamente no fue por pena, si hubiera tenido una respuesta a su pregunta no hubiera vacilado en contestarle, solamente que... ¿no se?, hace tiempo que no me sentía tan en paz. No quería pensarlo, solo quería, quería vivir este instante, momento a momento, sin dudas y sin miedos.

Me separe de él y entre al carro.

  • ¿Que esperas?, vamos a buscar alojamiento

Ian se me quedo viendo serio, echo la cabeza a un lado y sonrió

  • Vamos pues, que tus deseos, siguen siendo órdenes para mí

Legamos a un hotel, y nos registramos, cuando el joven pregunto si serian dos habitaciones, fui yo el que hablo.

  • ¡No!, que sea una...

El muchacho miro intrigado a Ian y después a mí, claramente sentí como la sangre subió por mi cuerpo para instalarse en mi cara; pero que había dicho, no había pensado, simplemente hable. Estaba inmóvil de la pena, hasta que sentí como Ian tomaba mi mano y cruzaba sus dedos con los míos. Para después dirigirse al joven.

  • El manda

En cuanto nos dieron las llaves subimos a la habitación. Me quite la camisa que Ian me había puesto minutos antes de entrar al hotel y me metí al baño, abrí la regadera, regule la temperatura y entre al chorro de agua, el calor siempre había hecho estragos en mi, mi padre solía decirme que en eso es, en lo que más me parecía a mi madre, el sol influía mucho en nuestro carácter, cuando íbamos a la playa se podía esperar cualquier cosa de nosotros, pasábamos de estar alegres a tener mucho sueño o a enojarnos profundamente.

Cuando salí del baño me encontré con Ian recostado en la cama, ya lo había visto una vez así, pero no había reparado en lo sexy que se veía, con los ojos cerrados y la boca entreabierta, su pecho subía y bajaba al mismo tiempo que un ligero ronquido salía de su boca. Aun dormido inspiraba respeto, proyectaba fuerza.

Tome mi cartera del buro y le marque a Don Alberto, se escuchaba enojado, su voz estaba agitada y no me salve de un corto regaño que interrumpí, le dije que estaba bien, que no se preocupara y que después me comunicaría con él. Apague el teléfono. Voltee a ver a ese hombre durmiendo, era un completo extraño y aun así...

Me recosté a su lado y de nuevo me dormí.

Un sueño, tranquilo, reparador, tibio, profundo.

Sueño del cual desperté con una extraña sensación de vacío, lo busque a mi alrededor pero no lo encontré; me dio miedo no verlo, y me levante rápidamente de la cama, con esa misma rapidez el entro del balcón. Mi cuerpo entro en tensión al verlo y extrañamente quise golpearlo, y lo hubiera hecho de no haber sido por qué un par de golpes en la puerta me interrumpieron. Ian abrió la puerta y una mujer entro empujando un carro, dejo la comida sobre la mesa. Nos sentamos y empezamos a ¿cenar?, no me había percatado pero ya era de noche. De un tiempo para acá me molestaba el silencio, pero con el era diferente, las palabras eran reemplazadas por el contacto visual, terminamos de cenar y esta vez fui yo el que salió al balcón, el cielo estaba despejado, no había luna, pero si muchas estrellas, todas brillantes y lejanas. Ian se coloco a mi lado.

  • ¿Quieres que vayamos a algún lado?

  • Si, llévame a la playa. ¡Por favor!

  • De acuerdo, vamos pues.

Entramos a la habitación y lo primero que hice, fue buscar la camisa que Ian me había prestado, pero en su lugar encontré varias camisas sobre el sillón, cuatro pantalones, un par de mocasines y unas sandalias.

- Espero que te guste, no había mucho en la boutique del hotel

-¿Cuando?

  • Me desperté antes que tu y... ¿no te gusto?

  • Gracias, está muy linda. Pero, ¿como supiste mis tallas?

  • ¡Internet!

Salimos rumbo a la playa, el me tomaba de la cintura y yo solo me dejaba guiar.

Estaba muy despejada, salvo algunos jóvenes que habían llevado música, bailaban y platicaban iluminados por unos botes con fuego. La brisa era fresca, había algo en la noche, que me hacía sentir libre, feliz, con unas ganas inmensas de echarme a correr hacia la playa, y asi lo hice, corrí hasta sentir el agua bajo mis pies y unos ligeros escalofríos.

Me quede ahí, inmóvil, intentando ver mas allá de donde llegaba mí vista, de no saber que delante de mi estaba el mar, bien hubiera podido seguir caminando.

  • Hermoso verdad. Resulta abrumador pensar que no tiene fin, sin embargo aunque a simple vista no pueda verse, donde termina también empieza algo, es decir, termina el mar, pero empieza la tierra, nuevas personas, una nueva vida ajena a nosotros.

Me le quede viendo

  • Olvídalo, no me hagas caso, no sé lo que digo, quería sonar como un tipo sabio, pero me escucho como un lunático.

  • De hecho no, tiene bastante sentido, por lo menos para mí.

  • No sé qué me pasa contigo Alex, me pongo muy nervioso estando a tu lado y... nunca se que decir.

No quería escucharlo, me bastaba con sentirlo, busque su cuerpo y me recargue en su brazo derecho, así estuvimos mucho tiempo, de pie, pensando en las vidas que empezaban, en otras tierras.

Nos sentamos en la playa, Ian recargado en una roca y yo entre sus piernas, descansando en su pecho, jugando con el vello de sus piernas y escuchando latir su corazón, el tiempo se nos fue muy rápido.

Nos quedamos mirando como volvía a salir el sol casi al mismo tiempo que mis ojos se cerraban.

Esta vez no nos quedamos más tiempo, nos levantamos y fuimos al carro, al mismo tiempo, los jóvenes que habían estado en la playa, también se iban.

Llegamos a la habitación, cerramos las cortinas, estaba muy cansado, me recosté en la cama junto con Ian, el me abrazo, podía sentir de nuevo su respiración chocar contra mi nuca y poco a poco volví a quedarme dormido.

Lamentablemente... en algún momento tuve que despertar, volver a la realidad. Ian y yo regresamos a la ciudad, el trayecto en carretera fue incomodo, por que los dos sabíamos que entre más cerca estábamos de mi casa, mas lejos estábamos el uno del otro. Poco a poco los recuerdos fueron apareciendo, Rósela y León volvieron a mis pensamientos.

Entramos a la ciudad casi a las diez de la noche. Las luces de la ciudad, el ruido de los coches pasando a nuestro lado, todo eso me hacía ver que nuestro momento había terminado, ya no éramos solo Ian y yo, éramos nosotros dos contra el mundo, era yo contra la ciudad, yo contra mis demonios...

Aun así me negaba a hablar con Ian, me hacía temblar la idea de decirnos algo, ¿despedirnos?, ¿ser novios?, cualquier posibilidad que se me ocurría entre nosotros me agobiaba, sin más fue él quien tuvo que tomar la iniciativa.

  • ¿No piensas hablarme?

  • ¿Que podría decirte?

  • Dime que no te regrese a tu casa

  • Quisiera, pero no puedo… yo…

  • Lo sé, se que aun tienes muchas cosas por hacer aquí, pero no me gustaría que me olvides

  • ¿olvidarte?

  • Si, yo tengo una vida en NY, pero sobre todo eso, mis negocios están allá, no puedo dejar todo a la deriva. Pero tampoco quiero dejarte aquí.

  • Yo no podría olvidarte, aunque quisiera

  • Eso dices ahora, pero no sabes si después encuentres a alguien con un pasado menos obscuro.

  • No busco a nadie Ian, ni siquiera te esperaba a ti

  • Y no sé si eso es un consuelo. No he querido preguntarte nada sobre lo que paso el viernes, se que son cosas tuyas, pero, ¿sabes que yo te puedo cuidar?

  • No necesito que nadie me cuide, ¡ya no!

  • Yo, no quería decir eso

  • No te disculpes

Las palabras de Ian me llegaban muy profundo, quería irme con él, tomar un avión a NY y dejar atrás todo esto, es solo que, gran parte de mi vida la había vivido huyendo de los problemas, escapando y soportando, ya no quería hacerlo. Mas que una venganza era un acto de autoafirmación, o por lo menos así quería verlo, me causaba menos dolor pensar eso, aunque en el fondo sabia que la razón por la que no me escapaba con Ian, era porque yo mismo dudaba de mi capacidad de amar. Desde la muerte de… me sentía vacio, sin ganas, roto.

  • ¿Qué somos Alex?

  • No lo sé Ian, dímelo tu

  • Eres mi motivo y pienso luchar por ti, por nosotros.

  • ¿Eso qué significa?

  • Eso, que voy a hacer todo lo posible para estar junto a ti, no sé qué tan seguido pueda venir, o cuando sea mi próxima visita

  • ¿Así?, ¿sin garantías?, ¿sin condiciones?

  • Si, sin garantías, solo con la condición de que me vas a dejar conquistarte, que no vas a luchar contra tus sentimientos y que cuando te conquiste lo vas a aceptar, sin mentirte y sin mentirme, simplemente te vas a dejar llevar. ¡Aceptas!

  • Eso no se escucho como una pregunta

  • Es que no lo fue, no necesito tus palabras, tu mirada habla por ti.

  • Mi mirada

  • Si, tu mirada habla por ti, bueno, cuando la dejas. Tienes unos ojos hermosos.

Nuestras narices se juntaron punta con punta y una sensación extraña recorrió desde mis manos hasta mi cabeza, fue más fuerte que yo, mis ojos se cerraron y me sentí flotar, sin palabras, nuestros labios sellaron el trato.

Llegamos a mi casa, se bajo junto conmigo, nos despedimos con un fuerte abrazo, quería entrar a mi casa, conocer a mi gente, pero no lo deje, un raro presentimiento me hizo impedírselo, el lo acepto, pero amenazo con que tarde o temprano lo presentaría oficialmente como mi novio. Yo solo reí y entre a mi casa.

El futuro no es un regalo, es una conquista.

Robert  Kenneddy