Golpe por Golpe XVIII.
Especial de Ian Pusset Bassi
Hola otra vez, tenía planeado publicar a principios de semana, pero si les soy sincero, este es el capitulo mas difícil que he escrito hasta ahora, al principio no sabía por dónde empezar, pero después y gracias al consejo de otra autora de esta página, deje hablar a Ian, el problema es que después no paro de hablar.
Espero que les guste este especial que hice en agradecimiento a todos los que en este tiempo que llevo publicando me han seguido, han comentado, leído, valorado etc... Mil gracias por dedicarme unos minutos de su valioso tiempo. Les comparto que el viernes pasado, fui nombrado autor del día; eso me lleno de felicidad, pues nunca fue mi intención algo así, se que aun me falta mucho por aprender, pero confió que con su apoyo voy a lograr que esto pequeña historia siga creciendo.
Algunas personas me han pedido que hable más de Ian, y pues aquí esta.
Espero ansioso sus comentarios ya sea aquí en el relato o al mail, siempre procuro responderles.
- S
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Juventud y Adolescencia, no son si no Exceso e Ignorancia.
Françoise Villon
Como imaginaran al haber leído el titulo, esta es mi historia.
Actualmente tengo veintitrés años, soy hijo de Gabriel Pusset un empresario de origen Ingles; se enamoro de mi madre Isabella Bassi, cuando ella tenía apenas diecinueve años y el veintitrés; según contaba mi padre, se conocieron en Italia, país natal de mi madre.
Recién había terminado la carrera de Economía y antes de hacerse cargo de la empresa de su familia, fue a Italia de vacaciones, en ese lugar se encontró con un viejo amigo que lo invito al cumpleaños de su novia, en esa fiesta la conoció, era prima de la festejada. El resto de las vacaciones lo pasaron juntos, y estas se hicieron más largas de lo planeado, mis abuelos demandaban a mi padre que regresara cuanto antes, y en un arranque, mis padres se casaron, volviendo a Inglaterra como un matrimonio ante la ley.
Tres años después de haber nacido yo, mi padre enfermo de cáncer y meses después murió.
No recuerdo nada de él, solo aparece en mi memoria, una escena donde estoy sentado sobre su regazo y él me abraza, haciéndome cosquillas con su barba.
Hoy después de veinte años, me doy cuenta cuanto lo necesite, pues después de el haber muerto, mi madre se vio en la necesidad de hacerse cargo de la empresa familiar, y a mí me dejo al cuidado de los sirvientes; se volvió una mujer fría y distante, siempre con un gesto severo en el rostro.
Cuando cumplí ocho años intento hacerse cargo de mí, pero desafortunadamente, todo ese tiempo viviendo en soledad, me volvieron rebelde y autosuficiente, ya era muy tarde para corregir las cosas, no necesitaba de ella. Cansada no poder ganarse mi confianza, me inscribió en el Aiglon College, en Suiza, donde permanecí hasta los 15 años, cuando mi madre decidió regresarme a su lado en NY, continúe con mis estudios en The Buckley School y después en la universidad de Columbia.
NY resulto ser la mejor amante, en sus calles y con su gente encontré a los cómplices perfectos para hacer de mi vida una fiesta que nunca termina.
Viví excesos al por mayor, si antes era rebelde, me volví libertino e incontrolable, descubrí mi afición por las mujeres, y me volví adicto a ellas, adicto a su delicadeza, a su femineidad, a sus labios y sus pieles desnudas. Pero al ser de naturaleza inconstante, me aburrí fácilmente, dejaron de satisfacer mis necesidades, pasaron de brindarme un gran placer, a solo satisfacer medianamente mis deseos; en alguna fiesta, mientras era presa del alcohol y una que otra droga, probé el sexo con mi mismo género, se convirtió en una novedad, completamente diferente a lo que acostumbraba, tan salvaje, sin estúpidas formalidades, pasión en su estado más básico, sin delicadezas y tan sumisos, tan deseosos de ser dominados, siempre complacientes.
Al cabo de un tiempo, también me harte de eso, pero aprendí a alternar mis gustos y deseos, a veces mujeres, otras hombres, en algunas ocasiones ambos. Nunca he tenido prejuicio alguno, y con tal de molestar a mi madre, hice del dominio público mi bisexualidad.
Sin límites, mi vida se volvió un constante desfile de personajes que entraban a ella solo para obtener fama; periodistas y paparazis, que me perseguían para obtener la nota de la semana, Ian en la isla de Capri, Ian en Saint - Tropez... siempre rodeado de lujos y excesos; unos días antes de cumplir veintidós años, mi madre falleció, el helicóptero en el que viajaba para ir a una junta de negocios se desplomo cerca de Canadá.
Yo me encontraba pasando el verano en los Hamptons cuando recibí la llamada, mi sangre se congelo y en segundos paso frente a mis ojos, los pocos momentos felices que viví a su lado; me dolió, había pasado mucho tiempo pelando con ella y a la vez intentando llamar su atención, tiempo desperdiciado, tiempo que podía haber aprovechado, después de todo, no éramos tan diferentes, al contrario, éramos muy iguales, ambos caprichosos, con el ego enorme y estúpidamente orgullosos.
Pero como siempre nos pasaba, ya era muy tarde para nosotros, ella estaba muerta y yo... yo, yo estaba a la deriva, tan vacio, tan arrogante, tan sucio, tan, tan, tan solo.
Me vi en la necesidad de sentar cabeza, hacerme cargo de los negocios que mi madre había hecho crecer, la vida de desorden que solía llevar paso a segundo término, mi vida se centro en la empresa, y una extraña sensación de comodidad se instalo mi existencia.
Por lo menos hasta ese día.
Darla, una periodista amiga mía, me pidió que fuera su acompañante, lo pensé mucho y al final termine aceptando, ella era de las pocas personas que me conocía a la perfección, conocía mis escasa virtudes y mis múltiples defectos, y aun así... siempre estaba a mi lado y yo al suyo, nos conocimos cuando yo recién había llegado a Manhattan y juntos recorrimos gran parte del camino, siempre cobijados por el sexo, la fiesta y los rumores, siempre en el ojo de huracán, siempre promiscuos; ese fuel problema, hace algunos años, quedo embarazada y a pesar del escándalo que se formo, saco la casta y enfrento a toda la sociedad y a su familia, decidió hacerse cargo de su vida y tuvo al bebe como madre soltera, nunca se preocupo por saber quién era el padre, entre otras cosas, porque hubiera sido difícil lograrlo.
El pequeño Jack, un ángel que vino a corregir el camino de una mujer perdida; su nacimiento me alegro, no podría decirse que soy una imagen paterna para él, pero si puedo decir con seguridad que soy alguien importante en su vida, cuando ese niño me ve, corre a abrazarme, el escuchar cuando me llama tío, hace que el pecho se me infle de orgullo por él y por Darla que ha logrado sacarlo adelante por sobre todas las cosas.
Legamos a el desfile de modas de Fabiana, una vieja conocida, hace ya varios años, cuando yo entraba al mundo de la opulencia ella era la reina del Upper East Side, mi sueño de juventud. Hace algún tiempo que había abdicado, y hasta ahora, nadie había logrado llenar ese lugar. Después de un sonado accidente y de varios mese en rehabilitación, nos sorprendió con la noticia de ser la pareja de Marcos Brito, otro líder natural, otro modelo a seguir para mi generación. Sin duda la pareja ideal.
Estos eventos suelen ser muy cansados, pero había prometido a Darla aguantar, así que me senté tranquilamente, esperando a que el tiempo pasara rápido, estaba exhausto y tenia compromisos para el siguiente día.
Varios modelos pasaron frente a mis ojos, hombres y mujeres seguramente conocidos en el medio de la moda, pero completamente extraños para mi, Darla tomando fotografías al por mayor y constantemente hablando por teléfono, recibiendo indicaciones y dando detalles de lo que estaba pasando, de quienes estaban y que reacciones tenían.
Después, una sensación extraña me lleno de súbito, las luces se apagaron, y una sombra blanca salió a la pasarela, con paso decidido llego al final, cuando... fue atacado por varios hombres, las luces volvieron a encenderse y lo vi, con los ojos a punto de salirse de sus orbitas, dos enormes ojos color gris, llenos de ira, confusión, tan salvaje como impactante; extraña escena cuando Fabiana se unió a él y juntos agradecieron las ovaciones.
Fue cuando volví a la realidad, rodeado de personas de pie y aplaudiendo, mientras yo, estaba aun estaba sentado, cualquiera lo hubiera interpretado como un gesto de rebeldía característica en mí, pero... lo cierto es que su mirada me había cautivado de una manera poco usual.
No pare de observarlo durante toda la noche, no comprendía que es lo que me llamaba la atención de él, sin duda era muy atractivo, era joven... era otra cosa, no es que no pudiera provocar una erección en mí, es solo que, no podía verlo como a los demás, mis ojos eran atraídos siempre a donde sea que él se moviera, no prestaba atención a nada que no estuviera cerca de ese niño, ni siquiera a la mujer que tenía en ese momento frente a mí.
Escuche hablar a varios invitados, no era el único cautivado por ese jovencito de mirada indómita, al parecer era sobrino de Fabiana y se llamaba Alexander.
ALEXANDER, tan interesante su nombre, como interesante era él.
Cuando por fin me decidí a hablar con él, no lo encontré y un suspiro escapo de mi boca, otra vez perdiendo el tiempo, perdiendo las oportunidades.
No podía, no quería seguir en ese lugar, salí sin despedirme, después de todo, la única razón por la que me había quedado a ese estúpido brindis, ya no estaba.
Llegue agotado a mi departamento, no tenia ánimos de cambiarme de ropa, todo el trayecto desde el hotel a mi edificio, esa mirada, no podía quitármela de la cabeza, sus ojos grises, fuertes, rebeldes, ¿asustados?, ¿¡tristes!?. Me arroje sobre la cama, así como estaba, sin fuerza para cambiarme de ropa, estaba agotado, física y mentalmente, me quede viendo fijamente el techo y lentamente, el profundo gris de sus ojos me abrigo haciéndome caer en un sueño profundo.
A la mañana siguiente, tenía muchas cosas que hacer, había desaparecido todo rastro de esas sensaciones que aquel muchacho me provocaba, en cuanto estuve arreglado, me fui a la oficina.
Una semana paso y yo volví a estar en mi zona de confort, empecé a salir con Sandra, una joven morena, muy latina, pierna largas, de cintura pequeña y voluptuosa como me gustaban. Esa mujer sabia a la perfección como tratarme, no se ofendía con nada como lo hacían la mayoría de las mujeres y entendía muy bien que lo nuestro se limitaba a un contacto físico; en realidad todas mis pseudorelaciones se basaban meramente en un intercambio de fluidos, piel sobre piel y pasión desbordada.
No era un patán, por lo menos yo no me consideraba uno, siempre había sido sincero con las personas, supongo que ese era mi gran pecado, al parecer a la mayoría de las personas les gusta vivir sobre una nube color rosa, se engañan solos, solo escuchaban lo que quieren, se aferran a creer, cuando en el fondo saben que no puede ser.
Era un hombre afortunado, si bien había carecido de afectos, en lo material y emocional, no me podía quejar.
Con esa idea salí del departamento, había quedado con Sandra para cenar, ya llevaba saliendo con ella algún tiempo, por lo que me pareció correcto darle algún presente, en pago por su compañía, no conocía sus medidas así que descarte por completo el comprarle ropa, según las mujeres sus mejores amigos son los diamantes así que, me dispuse a ir a una joyería, compre lo primero que vi, me parece que era una pequeña cadena con algún dije colgando de él. Cuando salí de aquella joyería... lo vi, ahí estaba, caminando con cuatro jóvenes que lo seguían, a la niña la conocía, era hija de uno de los socios de mi empresa, pero a los otros tres, todas esas emociones que ese niño me había provocado esa noche, volvieron, verlo tan harto, tan delicado, tan soberbio, tan afeminado en su andar, quería cruzar la calle y golpearlo, golpearlo a él y a los otros tres que estaban a su lado; estuve tentado a hacerlo, pero de nuevo, volteo en dirección a donde estaba y vi sus ojos, ni siquiera me miraban a mí, pero... subí rápidamente a mi carro y le dije al chofer que me llevara de regreso.
Otra vez, ese maldito niño, sus ojos, en cuanto estuve afuera del edificio, mande al chofer a entregar en collar a la dirección donde había quedado con Sandra.
Me senté en el sillón, las orejas me ardían y en mi cabeza estaba estática la imagen de sus ojos, de su rostro, sus mejillas, sus labios delgados y pequeños, tan deseosos de ser absorbidos; necesitaba una ducha fría, no entendía ¿que me pasaba con él?, como es que verlo me hacia hervir la sangre y despertaba todas estas emociones.
Mientras el agua fría golpeaba mi cuerpo, cortándome la respiración, lo decidí, definitivamente necesitaba saber más de él, tal vez así, sabiendo que era a lo que me enfrentaba, lograría desterrar estos sentimientos que salían a flote con su presencia.
Y así fue que supe de él, era nuevo en la ciudad, tenia aquí poco menos de un año, pero extrañamente, nadie había sabido nada de él hasta la noche del desfile de Fabiana, al parecer Marcos era la única familia que le quedaba, sus padres habían muerto, antes vivía en México, por más que quise averiguar, ¡nada!, era muy hermético con su vida, solo hablaba lo necesario, según Darla, hace tiempo que intentaba conseguir una entrevista, pero a raíz del desfile, su fama subía como la espuma, comenzaban a llamarlo la fiera de la pasarela, ¿fiera?, ese apodo me hacía gracia, toda fiera necesita ser domada y sin duda seria yo el que lo lograra.
Destruir al mito, era la única manera de liberarme de esta obsesión que empezaba a extender sus ramas dentro de mí.
A proveche las conexiones que Darla tenia, para seguirlo por todo Manhattan, necesitaba encontrar el momento adecuado para hacerme presente en su vida, una vez que me conociera, no podría deshacerse de mí, hasta que yo me aburriera.
Lo tope en varias fiestas, ya nos habían presentado formalmente, pero nunca encontraba el momento de estar a solas con él, era tan déspota, no entendía como es que todos los seguían como abejas a la miel, conocía a la perfección este mundo, se notaba que había nacido aquí, se desenvolvía con naturalidad, la digna mescla de sus tíos, la ex reina de Upper East Side y el playboy de Manhattan.
El día llego, algunas empresas, incluyendo la mía, en conjunto con una asociaciones organizaron un evento de caridad, perfecto para evadir los impuestos de la temporada; varios diseñadores fueron invitados, incluida Fabiana, esperaba que también asistiera Alexander, por eso precisamente y para no equivocarme, le envié una invitación a Marcos.
Estaba emocionado, la gala empezó y no lo encontraba, estaba a punto de darme por vencido y dejar de buscar, cuando lo vi, sobre el escenario, vestido con un traje muy bonito, aunque un poco estrambótico, maldito mocoso, todo se le veía bien, incluso ese traje, me le quede viendo, empecé a analizar todos su gestos, sus facciones, su figura, era increíble como de solo verlo, mi estomago comenzaba a burbujear, sus ojos eran especiales, tenían algo, no solo era el color ¡no!, había algo mas en el, en mis largas andanzas por la vida pude apreciar a muchas personas, de todo tipo, con ojos del mismo color, incluso mejores, algunos más atractivos, mucho más altos; pero era él, precisamente él, quien hacia explotar todas mis delirios.
Conforme mi mirada bajaba, vi sus manos, las apretaba fuertemente, sus manos eran pequeñas, pero parecía que iban a estallar por la presión que él les imponía, en ese momento, empecé a escuchar que la puja por el traje que llevaba puesto había comenzado, eso era a lo que le temía, de eso era de lo que debía valerme para acercarme a él y ganarme su confianza, la puja era muy baja, no soy ningún experto en moda, pero si se que si la demanda baja, también el precio y con ello, la fama y después vienen a rematar los enemigos, no creo que él se hubiera hecho de enemigos, no parecía ser de esos, pero sin duda si se había provocado varias envidias.
Alce mi paleta y sin pensarlo grite, quinientos mil, me reí ligeramente cuando vi, como Alexander recuperaba el aliento, sus manos se destensaron y bajo de la pasarela como rayo.
Después lo vi saliendo del backstage, platicando un rato con sus tíos y después dirigiéndose a la barra; no sé si le pasara seguido, pero, era muy gracioso verlo ahí, intentando que lo atendieran, sin duda su estatura era un problema; pero... ¿Qué planeaba hacer?, se alejo tranquilamente y pude apreciar como brillaban sus ojos, rodeo la barra y, descaradamente entro en ella, me acerque para ver mejor el espectáculo, tomo una botella y una copa, el barman no se había percatado de su presencia, los únicos testigo del acto éramos los que estábamos fuera, la mayoría esperando sus bebidas , el señor debió notar las miradas de sorpresa y complicidad, porque volteo y lo vio saliendo con la botella en mano, estuvo a punto de detenerlo y... otra vez ese brillo en sus ojos, no sé si el barman se intimido o simplemente lo reconoció y no quiso ocasionar ningún escándalo, simplemente se volteo y continuo atendiendo a los invitados.
Se había salido con la suya, pero no por mucho, si el de la barra no había querido enfrentarse a él, a mi me sobraba valor y ganas, tome una botella de agua y rápidamente me dirigí hacia él, cuando nos cruzamos aproveche su descuido y le arrebate la copa de la mano y después la botella que traía en la otra, extendí el agua hacia él y le dije con ironía
- Hola pequeño, ¿no te han comentado que los menores no deben beber alcohol?
Sus ojos ardían y con autosuficiencia me contesto
- No creo que tú seas la persona correcta para decirme eso, considerando que hasta hace un año eras tú e que aparecía en las revistas cayéndose de borracho
Como se atrevía, ¿quien se creyó para hablarme así?, todos mis sentidos se pusieron alerta, normalmente le hubiera respondido con un golpe, pero escuchar eso de sus labios, ¡me dolió!, sobretodo, porque lo que yo quería era hablar tranquilamente con él, mas no discutir, así que le respondí tranquilamente, necesitaba hacerlo reír, de lo contrario algo me decía que se iría dejándome hablando solo
- ¡huy!, golpe bajo, yo solo quería
Nada, no mostraba ninguna emoción, solo respondió
- Tu solo querías molestar, ¡lo sé!
Y no era verdad, bueno, tal vez es lo que buscaba en un principio, pero tenerlo así frente a mí, solo quería hablar, pero la había cagado, lo había predispuesto, ahora estaba a la defensiva... lo único que se me ocurrió fue recurrir al sentimiento de culpa y le dije
- Considerando que te he salvado la vida al comprar este bello traje para que tu cotización no bajara, creo que lo menos que me merezco es un gracias, o... tal vez un buen beso, de esos que roban el aliento
Eso ultimo no lo pensé, salió sin querer, yo y mis estúpidos comentarios pensé, solo esperaba que no se enojara mas, por suerte, y contrario a lo que esperaba, pareció relajarse e incluso, parecía divertido cuando le dije que pensé que iba a clavarse las uñas.
Fue en ese exacto momento cuando lo vi, su rostro se dulcifico, me pareció estar frente a otra persona, incluso su voz cambio, era alguien más que se había posesionado de su cuerpo, me asombro verlo más maduro, más sencillo, tan sereno y humilde, se veía hermoso, sus ojos se iluminaron, pero de una manera distinta, era cálido, sus ojos parecían acariciarme suavemente.
- Gracias, pero no tenias por que hacerlo
Me quede inmóvil, no sabía cómo reaccionar, nunca me había pasado algo semejante, y en esta ocasión, fui yo quien se puso a la defensiva
- Veámoslo así, con esta jugada, he anotado un punto a favor mío, así que, no fue un gesto tan desinteresado como crees
Y el juego comenzó, se había esfumado aquel fantasma que hace segundos había tomado posesión del cuerpo de Alexander
- Supongo que este gesto tan poco desinteresado, debo pagártelo con algo ¿no?
Sus ojos volvieron a brillar como siempre, esta vez mas, me quede paralizado cuando vi como se acercaba a mí, lentamente, me sentía impotente, pensé, no, ¡no pensaba!, me quede inmóvil, me perdí en sus ojos, necesitaba sentirlo cerca lo atraje hacia mí y comencé a agacharme, moría por sentir sus labios, en un segundo, se aparto de mi y enseguida reaccione, me había arrebatado la botella de las manos.
Buena jugada, de pronto me sentí usado, desnudo frente a él, se despidió de mí y antes de que se fuera, se lo dije
- No agradezcas nada bonito, que esto no se ha acabado, te voy a enamorar
Y así era, tan sincero como siempre, lo iba a lograr, lo iba a enamorar. Lo quería a mi lado, o... cuando lo escuche, quebró algo dentro de mí
- No apuestes mucho, podías perder demasiado. Los chicos como nosotros no se enamoran
No me importaba perder, lo que me molesto, fue escuchar lo último, ¿era verdad?, ¡si!, lo era, y mientras lo vi alejarse, me puse a pensar que era verdad, nunca me había enamorado y eso dolía, dolía saberme solo, saber que nadie había dejado huella en mi corazón y que seguramente yo tampoco había sido importante para nadie.
M e quede con esa idea y me sentí caer de nuevo en un abismo, me sentía vacio, sin ganas, sin esperanza... los días pasaron, había poco trabajo y eso no me ayudaba, esas palabras me habían destrozado.
"Los chicos como nosotros no se enamoran."
Necesitaba evadirme y la única forma que conocía, era volver a anestesiarme con fiestas y excesos. Necesitaba salir de antro, a cualquiera, al fin todos siempre terminaban siendo iguales.
Entre y me fui directo a la pista en busca del camello, solían estar siempre ahí, pues entre la oscuridad y tanto movimiento era difícil para los de seguridad, darse cuenta de que estaban vendiendo drogas.
Y lo vi, bailando en medio de la pista, sentí que mi cabeza estallaba, estaba bailando con alguien, pero... espera, no, solamente era un tipo que intentaba ligarlo insistentemente, después una joven, ¡bien hecho!, también la rechazo, se movía al ritmo de la música, tenía los ojos cerrados, por un momento pensé que podía estar bajo el influjo de alguna droga, pero de inmediato descarte esa idea, seguramente solo era alcohol, era una perfecta visión, bailando entre el hielo seco, con las luces estrellándose contra su cuerpo haciendo brillar su piel, me acerque a el con temor de que fuera solo una alucinación y que cuando lo tuviera cerca desapareciera; perdió el equilibrio y seguramente se hubiera caído de no haber sido por mí que llegue hasta él y me puse detrás
- Yo en tu lugar abría los ojos, no sea que termines en el suelo
Sosteniéndolo por la cintura, me vio y se dejo hacer, me sentía bien estando así, aspirando el casi imperceptible olor de su cabello, su presencia y su calor eran embriagantes, pero necesitaba más, necesitaba ver esos ojos que me aturdían cada vez que se posaban en mí, lo gire lentamente, recargo su cabeza en mi brazo, el mundo desapareció, yo solo tenía ojos para él, bailábamos a nuestro propio ritmo.
Empezamos a toser, el mas que todos, me asuste, sabía lo que estaba pasando, no era la primera vez que me pasaba, alguien había lanzado gas pimienta, rápidamente me quite el saco para cubrir a Ale, ubique la salida de emergencia y en segundos, ya estábamos afuera, y varios fotógrafos comenzaron a disparar, corrí con él hacia mi carro y cuando estuvimos dentro, le descubrí la cara.
Se le veía asustado, no entendía nada, le explique lo que seguramente había pasado, poco a poco volvía a ser el, pero el encanto aun no se rompía, no del todo, me arriesgue y se lo dije, no quería parecer desesperado, así que le puse un poco de ¿humor?
- ¡Hey!, Ale, te invito a cenar, así, te bajas esa peda que traes
Juro que se me salió, no era mi intención llamarle así, es solo que verlo asustado, me nació llamarlo de esa manera. Como era de natural en el, se puso a la defensiva y me corrigió, su nombre era Alexander, jajajajajajajajajajajaja se veía tan gracioso, aparentando estar indignado, lo invite a cenar y solo obtuve una negativa, no estaba acostumbrado a perder, aun tenía un carta bajo la manga y tuve que utilizarla, lamentablemente con él tenía que ser siempre por las malas.
- ¡Ya basta!, en vista de que contigo no funcionan las cosas por las buenas, pues debo decir que te salve la vida, si te hubieran encontrado en ese club en el evidente estado de ebriedad en el que estas y siendo menor de edad, me debes una y quiero cobrármela ahorita.
Permaneció callado durante un momento, seguramente sopesando sus opciones, ¡acepto!, y justo cuando me sentía triunfador, siguió hablando, es que nunca podía quedarse callado, siempre tenía que salir ganando.
- Después de esta noche, no te vuelves a cruzar en mi camino, me queda claro que no eres de los que le gusta perder y a mí tampoco, así que lo mejor que podemos hacer es mantenernos alejados
Acepte, estaba realmente enojado con él, era demasiado desconfiado y tal vez tenía razón en serlo, pero, de cualquier forma, no pensaba cumplir mi palabra, si esta noche las cosas no salían bien, para nada lo dejaría libre, seguiría intentándolo, hasta que lograr ¿ser suyo?. Tenía muchas ideas, una oportunidad así no se presentaba siempre, necesitaba sorprenderlo y comencé a pensar, una noche inolvidable en Manhattan, ¿pero cómo?, en realidad nunca me había visto en la necesidad de impresionar a alguien, pero... Alexander, el era diferente, me obligaba a actuar de maneras completamente ajenas a lo que normalmente haría.
Por dios, nunca había visto que alguien se sonrojara, aun en la obscuridad del carro, vi como sus mejillas se coloreaban lentamente hasta parecer dos globos rojos. No sé qué fue lo que paso, yo pensé que era un alago, por lo menos eso intente que pareciera, pero mis palabras habían tenido el efecto contrario al que pensé, ¿es que con las cosa nunca eran normales?, siempre me equivocaba.
El ambiente se congelo, podía sentirse la incomodidad en el aire y sus ojos parecían no tener vida.
Se lanzo sobre mi y comenzó a besarme, con fuerza, con rabia, sus labios se estrellaban contra los míos provocando un dulce dolor, la pasión se apodero de mi y de él, de nosotros, por fin un nosotros, su piel parecía hielo y la mía quemaba, el choque de dos opuestos y ambos ardíamos en deseos, se monto sobre mis pierna y el aire comenzó a faltarnos, apenas y podíamos respirar, su boca me ahogaba, pero no podía , no quería separarme de él, estaba dispuesto a morir entre sus brazos, hasta que por instinto, ambos nos separamos lo suficiente, para respirar y escucharlo hablar, me pedía ir a otro lado, y si quería, claro que lo deseaba, pero... no así, no de esta forma, ¡¿que diablos?!, rápidamente di la orden de que fuéramos a mi departamento.
No supe cuando llegamos, solo entendía el sabor de su saliva, el tacto de sus manos, las cosquillas de su cabello sobre mi frente.
El mundo se detuvo y solo éramos el y yo, sus manos desabrochando mis botones, tardaba demasiado y yo necesitaba sentirlo, me arroje sobre él y le quite la playera, provocando con el esfuerzo que él se fuera hacia atrás, ese torso perfecto pareció brillar como porcelana, dos pequeños pezones como cerezas de un pastel delicioso, comencé a besar su pecho; me aparto bruscamente y bajo hasta mi ingle, me quito el pantalón bajándolo hasta mis muslos, y con cuidado libero mi pene de su prisión, parecía maravillado y temeroso, comenzó a lamerlo con decisión, se notaba su inexperiencia cuando sus dientes rozaban en vez de que su boca succionara, pero hasta ese pequeño dolor era perfecto, todo era maravilloso.
Levanto la cabeza y vi sus ojos llenos de lagrimas, suplicantes, no era la primera vez que veía eso, pero si la primera vez que me impresionaba, la pasión se esfumo y quise abrazarlo fuertemente, me dolía pensar que era yo quien le estaba provocando esas lagrimas, aun cuando estas fueran consentidas y producto del deseo.
Comencé a besarlo, esta vez delicadamente, haciéndole promesas en silencio, promesas que pedía poder cumplir, lentamente desabroche su pantalón hasta quitárselo, y sus piernas cayeron con suavidad sobre las mías, ahora si, por fin estábamos desnudos, sin esa tela que solo nos impedía entregarnos el uno al otro, lo vi por primera vez como era y no como aparentaba o como yo quería verlo, tan sencillo y temeroso, tan frágil, inocente, puro, tan complejo y simple a la vez.
Algo paso en ese momento, porque huyo a mi mirada. Me extraño, pero escucharlo decir esas palabras -¡te necesito dentro!, por favor...
Yo también lo necesitaba, con cuidado de no tirarlo, saque un condón para cubrir mi pene, quería que esto fuera único y perfecto, amoroso, necesitaba demostrarle algo, pero seguía huyendo del contacto visual, le pedí que cubriera mis dedos con su saliva, poco a poco, despacio, comencé a meterlos dentro, suavemente, para no causar daño, lo bese para reforzar su confianza, para... para, no sé, ¿para qué?, ni de qué forma solo se que mientras duro ese beso, me sentí completo, seguro.
Otra vez paso, sus músculos se tensaron y yo abrí los ojos, no alcance a entender lo que pasaba, cuando, de un momento a otro, ya estaba dentro de el, mi cuerpo dolía y escuche un grito reprimido salir de su boca, me dio miedo verlo así, sus ojos brillaban otra vez, ese brillo que ardía mirar, éramos uno solo, mi pene era prisionero de su cuerpo, un prisionero obligado a entrar, su cuerpo se negaba a mantenerme adentro, la presión de sus paredes dolía y al mismo tiempo me excitaba, nunca había sentido algo así, me gustaba sentir eso, pero también me turbaba pensar en la razón, si era cierto lo que pensaba, ¡yo!, era el más vil de los hombre y al mismo tiempo el más feliz, alegre por ser el primero, extasiado de pensar en ser el único y ruin por permitir que fuera de esta forme, en este lugar, conmigo un ser... tan sucio, tan indecente; no me merecía este honor.
Tenía que ser digno de este acto; ya había pasado lo peor, no permitiría que siguiera sufriendo, sutilmente comencé a moverme dentro de el, suavemente empecé a salí y a entrar, con toda la ternura de la que era capaz, no podía ver sus ojos, me horrorizaba pensar en el dolor que pudiera ver en ellos, un dolor del que yo era artífice, me abrazo del cuello con naturalidad y se recargo en mi hombro.
Lentamente escuche un jadeo que me anunciaba que había llegado al clímax, y sin más, me deje llevar por el orgasmo que hace rato venia retrasando, mordí su hombro sin pensarlo, era mío y yo era de él.
Tristemente todo lo bueno acaba y el aun huía a mi mirada, algo había en el gris de sus ojos que él quería ocultar, esperaba que estuviera bien, pero ¿como saberlo?, me anime a preguntarle y el solo respondió con la cabeza abajo y bajándose de mis piernas
- Si, todo bien. Estoy algo cansado, ¿me puedes llevar a mi casa?
A casa, a la mía, pues ahora todo lo mío seria suyo también, quería reparar el daño; demostrarle que había valido la pena, mostrarle que podía ser amoroso y romántico. Pero se negó, no quería, supongo que no podía obligarlo, habían sido muchas sorpresas en unas cuantas horas, no quería agobiarlo, aunque me hubiera gustado pasar toda la noche a su lado, sin sexo, no me importaba, solo quería sentir su presencia y transmitirle mi calor.
No me quedaba más remedio que cumplir sus deseos, pero antes, un último intento por que se quedara a mi lado, lo bese, un fugaz beso antes de salir de el, antes de romper nuestra unión. Nos vestimos con cuidado y salí del carro en busca del chofer, cuando lo encontré, le pedí que nos llevara al edificio de Alexander.
Durante el trayecto, necesitaba sentirlo, me acerque a su lado y lo abrace, esta vez sin esperar nada, más que ser aceptado.
Baje del carro apurándome para abrir su puerta y ayudarlo a bajar, sé que no era correcto, pero rogaba que me dejara llevarlo hasta su cuarto, necesitaba saber tantas cosas de él, tenía miedo que si nos separábamos, nunca más lo volvería a ver, es por eso que espere afuera hasta que se perdió de mi vista, y después aun, me quede esperando a que regresara atrás, que regresara a mí.
Qué tontería, ¡yo!, Ian Pusset, hablando así, pensando así, sintiendo así...
No dormí, tenia cosas que hacer, era fin de semana y había quedado con Jack de que iríamos al zoológico. Me sentía muy extraño, no entendía nada de lo que me pasaba, pero mientras Darla llevaba al niño al baño, aproveche y marque a una florería en Broadway, la mejor, conocida por conseguir cualquier tipo de flores; no sabía de sus gustos, se que está mal, pero le pedí que mandaran diferentes arreglos, todos los que representaran alegría y felicidad. Apenas colgué, Jack corrió hacia a mí, quería que fuéramos a ver a los tigres.
Uno de ellos se le quedo viendo fijamente a Jack, pero este, sin temor le sostuvo la mirada y aquel felino se dio la vuelta vencido por la inocencia de un pequeño. Fuimos a comer y en la plática, Darla me pidió que fuera su acompañante a la fiesta que año con año organizaba Lana, yo también había sido invitado, ella era la mejor amiga de mi madre, siempre fueron muy unidas y juntas organizaban sus cumpleaños, este sería el primero en el que ella no estuviera presente, supongo que esa fue la razón de mi invitación, Lana esperaba que yo estuviera en honor al recuerdo de mi madre. Acepte, después de todo, me sentía muy bien y quería compartirlo con todos.
Desafortunadamente, no pude llegar temprano, unos asuntos en la empresa había requerido de mi, por lo que le pedí a Darla que se adelantara y que yo llegaría después.
Entre y me sorprendió ver tantas flores, sin duda las fiestas de Lana eran las mejores; Darla se acerco a mí y me saludo muy efusivamente, al parecer había tenido mala suerte, y como no, con esa arrogancia que la caracterizaba, era obvio que algún día alguien la pondría en su lugar, hecho que me extrañaba pues Darla era temida y respetada, nos acercamos a felicitar a nuestra anfitriona que se veía hermosa parecía hacer juego con todo el salón.
Estuve platicando un rato con varios de los invitados, cuando lo vi, era él, Alexander, mi ... espera, ¿Qué hacia aquí?, seguramente Lana lo había invitado, pero eso era extraño, los modelos no entraban fácilmente a este mundo, a veces eran despreciados, pero, ¡ya entendía!, Lana vivía en el mismo edificio que él, y nadie se atrevería a hacerle alguna grosería siendo su invitado, aunque, por lo que parecía, el no era de los que soportaba alguna humillación, más bien era él quien acostumbraba doblegar a las personas.
Me acerque a él, pero antes de llegar, Darla se unió a mí y pude ver como ardían sus ojos, dolía recibir esa mirada, es que acaso no le habían gustado las flores o será acaso que no le habían llegado...
Cuando llegamos, el duelo de egos entre él y Darla, fue inevitable, pero había algo mas, se conocían.
Vi la decepción que sentía, y entendí todo, el pensaba que Darla y yo...
Intente explicarlo, pero él era demasiado obstinado, no me dejaba hablar, aun así, la ironía en sus palabras me hacía daño, sobre todo cuando dijo que había perdido mi tiempo, ¿seria verdad? o era solo que lo había herido pensar que yo estaba con Darla. Como sea que fuera, seguiría intentándolo; nota: le gustaban las peonias, las rosas blancas y los tulipanes, aunque los girasoles eran de su agrado.
Darla llego y ellos continuaron desafiándose uno al otro, solo que a Darla no le duraba el coraje, eso es lo que tenia de bueno, no se tomaba nada personal y olvidaba pronto.
Los escuchaba reír y Alexander comenzaba a parecer ser sincero, quizás fuera producto del alcohol en su sangre lo que hacía que esos dos comenzaran a tolerarse, la sonrisa de Alexander iluminaba mi mundo, y no solo el mío, el de todos los que pasaban y sonreían al escuchar sus carcajadas.
Aun así, me sentía incomodo, ellos parecían estar en su propio mundo, estos me causaba un pequeño recelo, necesitaba hablar con él, aclarar las cosas, pero Darla no lo dejaba.
Ya muy entrada la noche, la fiesta estaba terminando y Darla propuso continuar en su departamento, después de todo, Jack no estaría, se había ido el fin de semana con sus abuelos.
Acepte solo por pasar más tiempo con él, y para darme la oportunidad de aclarar las cosas, aunque seguía latente la envidia que Darla me causaba, ella se entendía muy bien con el ¿y yo?, yo quería estar en su lugar.
En el departamento de Darla, las cosas seguían igual entre botella y botella, risas y yo cada vez mas incomodo; esto debía acabar y cuando se levanto para ir al baño, lo seguí, Darla estaba muy entretenida luchando con el corcho de una botella; cuando salió del baño, era mi oportunidad, pero no sabía cómo empezar, el se acerco a mí, recargo su cabeza despeinada en mi pecho y yo lo abrace y esta vez no lo dejaría ir, de nuevo volvíamos a ser uno, su calor se fundía con el mío y su pelo, ese olor tan característico, tan único, tan él, no quería que esto terminara y me sorprendió cuando se separo de mí, lo jale nuevamente y lo bese, lo bese con ternura, con amor, perdidos en un torbellino de emociones.
Torbellino que Darla disipo con su comentario.
- y yo, ¿no pensaban invitarme a su fiesta?
Yo iba a hablar, le diría que no, eso era entre nosotros dos, que él era solo mío. Pero el me callo, jalo a Darla y la dejo besarme, ¿y yo?, yo me desilusione y me deje llevar.
No quería que se fuera, esta vez no, estaba con dos personas, la que más me conocía y el único que despertaba a mi verdadero yo. Me deje llevar otra vez.
Darla impidió que él se fuera y cuando me di cuenta, los tres éramos presas de la pasión. Pero... ¡no!.
Darla y yo hace tiempo que solíamos jugar con esto, ella ligaba con algún chavo y yo entraba al juego o viceversa yo lo ligaba y ella entraba, pero... no esta vez, no quería compartirlo, Darla era muy persuasiva y logro convencernos de ese acto. Terminamos en una simbiosis algo rara en la que yo solo lo buscaba a él, el me evadía y Darla nos unía.
Supongo que fue demasiado, porque mi amiga se quedo dormida, y yo me quede con él, de nuevo solos, solos llegamos al apogeo y juntos nos dormimos, tan tranquilo como nunca, de nuevo me sentía entero, perfecto, feliz entre sus brazos.
Con esa idea me desperté y estaba solo, solo como siempre, lo busque, espere encontrarlo, pero no estaba, seguramente me había dejado, ¿por qué todos siempre me dejaban?
Me llene de rabia y cuando Darla me encontró, mi impulso fue sacarla, correrla de mi vida, pero reaccione y me di cuenta que estábamos en su departamento, por lo que ante los ojos atónitos de esa que creía mi amiga, me vestí y me fui, después de todo, si mi destino era estar solo, tenía que acostumbrarme.
Después de varios días, Darla se presento en mi departamento, siempre había sido muy intuitiva y dejo pasar un tiempo prudente, tiempo que no había servido, los problemas en la empresa ya los había solucionado, pero seguía pensando en lo que había pasado, me sentía vacio, en realidad siempre me había sentido así, pero por primera vez, era consciente de ello.
Después de un larga charla con ella, en la que me había sorprendido con muchas cosas; ¡vaya!, tenia razón, me había enamorado de él, al principio fue solo un capricho, pero cuando se liberaba de esa imagen dura y dejaba ver su verdadera personalidad, su timidez, su calor, su inocencia, la pureza, su sencillez, incluso su falsa ironía y su sinceridad tan cruda, todo en el me encantaba; la mirada cálida que me dedicaba, el olor de su cabello, la suavidad y frialdad de su piel.
Me daba miedo sentir esto.
Se lo tenía que decir, por primera vez en la vida, ¡en mi vida!, tenia deseos de ser atento, romántico, quería soñar con él, ya después me preocuparía de la diferencia de edades y de las criticas y del mundo, Darla me alentó a ir a buscarlo y eso hice, me acompaño a su edificio, y cuando preguntamos por el...
- Lo siento, el joven hace un par de minutos que salió.
Al amor lo pintan ciego y con alas.
Ciego para no ver los obstáculos y con alas para salvarlos.
Jacinto Benavente.