Golpe por Golpe XV. Un Corazon Roto

El final de la noche llego acompañada con el sonido de un suave jadeo y una mordida en mi hombro, las lagrimas ya habían cesado, nos separamos lentamente, sin verlo a los ojos, solo escuche...

La moda ha de generar emociones y hacer feliz a la gente, si sólo se tratara de vestir el cuerpo cualquier trapo nos serviría.

Rohka (diseñador italiano)

Todo aquel que piense, que ser modelo es un sueño, pues está en lo correcto; lamento decirles que es mas difícil que caminar sobre una pasarela o sonreír ante una cámara.

Mis pies se sentían tan ligeros como nunca, el regreso a camerinos, solo fue el primer paso de una nueva vida que había surgido sin avisar.

Lo siguiente solo fue cuestión de valor, algo cambio en mi esa noche, quizá haya sido las publicaciones del desfile al día siguiente, o las cientos de llamadas al móvil, la casa y la oficina de Fabiana, pero una nueva luz surgió en mi mirada, una luz que al parecer cautivo al mundo.

Mi tío, no aprobaba mi decisión de pertenecer a ese mundo, pero la respeto al darse cuenta que era la mejor forma de que olvidara el pasado, que aunque parecía lejano, seguía clavado muy profundo, más aun, cuando observaba el tipo de personas que ahora rodeaban mi vida, porque si ellos me aceptaban los otros me rechazaron, ironías del destino supongo.

La única condición que me puso Marcos, fue que al terminar el verano, yo volvería a la escuela, pues, ya había perdido un año. Si, se me había olvidado comentarles, pero a raíz de mi llegada a NY, mi tío, decidió no inscribirme a ningún colegio, había pasado por demasiado y agobiarme con la responsabilidad de la escuela y ser el "chico nuevo" nunca estuvo en los planes de marcos. Era eso, o no tenía ni idea de como tratarme, sinceramente, apoyo más la segunda teoría.

El caso, es que a regañadientes, acepto que yo formara parte del tan selecto mundo de la moda.

En poco tiempo mi aparición en las revistas y pasarelas de NY, asombro al mundo, he de confesar que aprendí mucho, me enseñaron a ocultar el miedo tras una mirada seductora, aunque no lo parezca, la moda es arte, nosotros los modelos, somos artistas, actores en toda la extensión de la palabra, solo que nosotros solo contamos con una presencia física; lo nuestro es transmitir a través de una fotografía alegría, pasión, fuerza, rabia... con tan solo una mirada, y la posición indicada, podemos despertar en el espectador toda clase de sentimientos, recuerdos y deseos.

De pronto todo el mundo me conocía, y el departamento de mi tío, era azotado por cientos de invitaciones para distintos eventos.

Verme cada mañana al espejo, era diferente, mientras los días pasaban, menos podía reconocerme, Mario desaparecía con una rapidez asombrosa, mi carácter cambio, lo que antes me causaba temor, era lo que había logrado darme mas seguridad de la que nunca había tenido

Fabiana, solía darme consejos para tratar con todo tipo de personas, es asombroso como es que siendo tu, debías tratar de manera diferente a cada persona que se cruzaba en tu camino, Con algunos, con la mayoría, ser déspota, funcionaba mejor que una sonrisa sincera, era raro ver como entre más grosero se comportara alguien, más empeño ponían en complacerlo; en mi caso, había sido humillado tantas veces, que poco me costó cobrarme todas esas ofensas; solo que no le encontraba sentido a mostrar tu poder con los mas débiles, aunque hubiera querido, nunca lo hubiera hecho, y ¿como hacerlo?, si tantas veces yo había estado en su posición; personalmente, mi ego crecía viendo sumisos a los poderosos, y estando tan en la cumbre como ahora lo comenzaba a estar yo, no me fue difícil hacer inclinar varias cabezas; alguna extraña fuerza se apoderaba de mi, cuando me tocaba sostenerle la mirada a diseñadores, que insistían en tratarme como a un muñeco, suponiendo que haría cualquier cosa por salir con alguno de sus diseños, nada más lejos de la realidad, si algo había aprendido con los consejos de Fabiana, era que si me buscaban, era porque ellos necesitaban más de mi, que yo de ellos; un par de veces, me toco dejar colgados a algunos periodistas, que insistían en hacerme preguntas, que por supuesto, no estaba dispuesto a responder... supongo que esas razones, fueron las que hicieron que mi fama creciera en cuestión de tres meses.

NY, estaba fascinado con mi ferocidad, con mi rebeldía.

Me hacía gracia que los fotógrafos pensaran en mí, como una bestia con ojos grises, al parecer adoraban la manera en que mi mirada podían transmitir alegría y rabia, en algunos casos, los fotógrafos mas aventurados, me pedían una mirada de tristeza, mientras me hacían usar un traje rojo, con pajarita verde limón. Cada shooting, era mas exótico que el anterior, al parecer se libraba una batalla entre todo aquel que fuera alguien en la moda, todos siempre querían hacerme ver más inalcanzable; que sepan que todo esto, solo me resultaba una burla enorme, antes solo buscaban dejarme en ridículo y ahora era igual, solo que entre mas estrambótico me veía, mas éxito tenia.

Esta comunidad que nadaba en la opulencia, me había aceptado, mejor dicho, era yo quien había aceptado pertenecer a ellos.

Faltaba un mes, para que el verano terminara, y con ello esta vida de novela que hasta ahora llevaba. Una gala benéfica se celebro en el Empire State, y varios diseñadores fueron invitados a subastar uno de sus diseños. Como era de esperarse, Fabiana recibió su invitación, y me pidió que fuera yo el que luciera un diseño inspirado en mi tío, un traje muy poco sobrio, es más, hubiese apostado por que mi tío jamás lo utilizaría, no por lo menos por las buenas; un par de zapatos negros, un pantalón del mismo color a juego con el cinturón, la corbata y un chaleco,  el problema, radicaba en la camisa blanca con botones, cuello y puños negros bajo un saco amarillo canario, con solapas color marfil, sin duda un diseño que llamaría la atención, pero desafortunadamente, son pocos los hombres que utilizarían un traje de así...

La subasta comenzó vestidos de coctel, seguidos de trajes de noche, un par de vestidos de novia y varios conjuntos para adolecentes varones, estaba claro que la mayoría de las personas que valía la pena conocer en este fastuoso mundo, eran mujeres, que compraban cualquier cosa que fuera de su talla; en caso de los hombres, la moda solía ser más conservadora para nosotros; sin embargo Fabiana se había aventurado a diseñar para mi genero, su estilo era poco fuera de lo común, sin embargo a raíz de su pasarela en el fashion week, los hombres comenzaban a verla; el problema seguía siendo que los que podían adquirir un traje como el que usaba, jamás se lo pondría, y el diseño terminaría perdido en el limbo.

Mis manos estaban sudando mientras estaba frente a todos, mas porque quería que se pagara lo justo por su diseño que por la nula pena que sentía, al estar frente a ellos; y hablo de lo justo por algo que yo estaba usando, de lo contrario, todos pensarían que mi fama estaba en descenso, y eso para nada me convenía; había herido muchos orgullos y me hice de enemigos al ponerme en el mapa; mis nervios estaban al punto, mis pensamientos comenzaban a desbordarse y me puse a ver todo tipo de escenarios, en donde debía de enfrentarme a modelos y diseñadores que saltarían por mi cabeza después de esta humillación publica frente a la sociedad neoyorkina.

La puja comenzó con cincuenta mil, después de eso, y un par de paleta, cien mil, y solo una mano levantada, dos señoras tocándose el lóbulo de la oreja, seguramente querían el diseño para sus hijos, aunque una de ellas, seguramente lo compraría para dárselo a su amante, un joven de veinticinco años con el que a ella le gustaba dar paseos largos por Manhattan fingiendo que era solo su protegido. Comencé a sudar frio; ciento treinta y cinco mil dólares, veinte mil dólares menos de lo que le habían dado a el más barato de los vestidos de coctel. De verdad que estuve a punto de echar a correr, voltee a ver a Fabiana y parecía de lo más tranquila, claramente no sabía lo peligroso que esto se estaba poniendo para mí. El mundo se detuvo hasta que vi como una paleta se alzaba de entre todos quinientos mil; la gente volteo a verlo, y la puja se cerró con esa cantidad, el aire entro como una brisa fresca a mis pulmones, curioso, no me había dado cuenta que había dejado de respirar. Baje tranquilamente del podio. No pude hacer más que sonreír y quitarme el traje; la había visto muy cerca.

Por protocolo, debía acercarme a quien había ganado en la subasta, el problema fue que los nervios me impidieron grabarme el rostro de aquel hombre, así que pregunte a Fabiana, que estaba con Marcos platicando con Ivanka, una consultora de finanzas que hasta hace poco había estado casada con uno de los hombres más poderosos de NY; lastima por ella, al parecer su exitosa carrera, le había valido su matrimonio, o tan solo era que el pasaba por la crisis de los cuarenta y había decidido chuparle la juventud a una aprendiz de modelo de veintidós años, pobre niña, nunca sería una modelo reconocida, no por falta de belleza o talento, si no por que Ivanka estaba moviendo todos los hilos de los que disponía para cerrarle las puertas. Ivanka con su acostumbrado acento ingles se dirigió a mí y me abrazo, felicitándome por la recaudación, de igual forma me despedí con un beso en la mejilla, escape tan rápido como pude, demasiada hipocresía en un solo lugar.

Mi garganta estaba un poco seca, así que me acerque a la barra para pedir algo de beber, como siempre mi estatura fue un gran impedimento, por lo que tuve que rodear la barra entrar donde el cantinero y tomar una botella; el pobre hombre intento detenerme, pero de solo verme, hizo lo mejor, darse vuelta sin decir nada, me alegraba que hubiera hecho eso, no me hubiera gustado tener que ponerlo en su lugar; varios asistentes se me quedaron viendo, y solo me limite a sonreír de la manera más inocente que pude, pero la risa vino a mí, al ver como se enojaban, como de costumbre, salí triunfante.

Por lo menos hasta que me arrebataron la copa de la mano, y pusieron en mi mano, una botella de agua. Me voltee lo más tranquilo posible y lo vi por cuarta vez en lo que va de este mes.

  • Hola pequeño, ¿no te han comentado que los menores no deben beber alcohol?

  • No creo que tú seas la persona correcta para decirme eso, considerando que hasta hace un año eras tú e que aparecía en las revistas cayéndose de borracho

  • ¡huy!, golpe bajo, yo solo quería

  • Tu solo querías molestar, ¡lo sé!

  • Considerando que te he salvado la vida al comprar este bello traje para que tu cotización no bajara, creo que lo menos que me merezco es un gracias, o... tal vez un buen beso, de esos que roban el aliento

  • ¿Así que fuiste tú?

  • Si, lo acabo de decir, te vi muy nervioso, y enseguida entendí la razón

  • ¿Nervioso?

  • Así es, estabas apretando tanto los puños que me pareció que si no pujaba en diez segundos te ibas a clavar las uñas tan profundo que, para sacarlas deberíamos de llevarte a una sala de operaciones.

El solía tener la cualidad de siempre dejarme callado

  • Gracias, pero no tenias por que hacerlo

Dije esto en el tono más humilde que podía, sinceramente estaba agradecido

  • Veámoslo así, con esta jugada, he anotado un punto a favor mío, así que, no fue un gesto tan desinteresado como crees

  • Supongo que este gesto tan poco desinteresado, debo pagártelo con algo ¿no?

Me acerque a él, lentamente, como una fiera que arrincona a su presa, tuve que ponerme de puntas, acerque mi nariz a su cuello aspirando profundamente su loción amaderada, levante la cara en dirección a la suya, nuestras miradas se conectaron y lentamente se acerco a mí, puso uno de sus brazos alrededor de mi espalda, mientras inclinaba su cabeza para juntar nuestros labios, se descuido... y le arrebate la botella que sostenía en su mano izquierda

  • Supongo que con esto te he pagado tu gesto desinteresado

  • ¡Vaya!, eso es jugar sucio, pero tal vez tienes razón, ha sido suficiente...

  • Ya nos veremos Ian, y de verdad, ¡te lo agradezco!... mucho

  • No agradezcas nada bonito, que esto no se ha acabado, te voy a enamorar

  • No apuestes mucho, podías perder demasiado. Los chicos como nosotros no se enamoran.

Una sonrisa se dibujo en mi rostro y como siempre que estaba con él, mi estomago, comenzó a revolverse.

Ian era un Playboy de veintitrés años, lo conocí un par de semanas después de mi aparición en la pasarela de Fabiana.

Ya había escuchado una vez de él, millonario, muy atractivo, joven, bisexual y acostumbrado a obtener todo lo que quería, no aceptaba un no por respuesta, y su vida era un sube y baja de adrenalina, las revistas de sociales, llenaban sus páginas con sus deslices, y los paparazzi lo seguían por todo el mundo, esperando tomar una foto mas bochornosa que la anterior. Alto, nariz afilada, mentón cuadrado, labios gruesos, cejas pobladas, ojos café obscuro, era muy guapo, demasiado tal vez, cabello ondulado, era imposible verlo, y no caer en su encanto, su voz gruesa, muy varonil, sus movimientos al caminar, todo en el parecía un sueño. Lástima por él, pero yo no estaba dispuesto a formar parte de las conquistas de Ian, ni de la larga lista de hombres y mujeres que babeaban por él.

No quiero volver a estar a la sombra de nadie nunca más.

Ese era mi plan, por lo menos hasta esa noche, no había nadie en casa, y francamente no me apetecía quedarme viendo películas el resto de la noche, por lo que decidí arreglarme y salir a buscar acción; lo bueno de vivir en NY y ser un súper modelo, era que las leyes no aplican a nosotros, cualquier club se arriesga a ser clausurado con tal de contar entre sus asistentes, con un famoso y más si en este caso se trata de mi...

La elección fue fácil, decidí ir al "cielo", me dirigí a la salida de emergencia, que sepan que los famosos no entran por la puerta grande a menos que necesiten publicidad, o que se les pague bien por asistir a ese lugar y ponerlo de moda; en mi caso, ninguna de las dos era una opción, por lo que al entrar, me sentí completamente libre de hacer lo que me diera la gana.

Camine hacia la barra y pedí un vodka tonic, luego otro y otro, empezaba a sentir la música, por lo que me decidí ir a la pista, me encanta como las luces blancas y los laser chocan contra mi cuerpo, el golpe de calor sobre mi piel, y uno que otro despistado que se atreve a acercarse a bailar conmigo, una vuelta y listo, se dan cuenta de que no tiene oportunidad. En eso estaba cuando

  • Yo en tu lugar abría los ojos, no sea que termines en el suelo

Un susurro en mis oídos, un par de manos en mi cintura y el a mi espalda pegando su cuerpo al mío al ritmo de la canción. Supongo que fue el alcohol en mi cuerpo, pero lo deje, se sentía bien estar así, me volteo para estar frente a frente, estábamos muy cerca, y sin saber cómo, ya no bailábamos al ritmo de la música, recargue mi cabeza en su brazo, no quería tener que levantar la mirada, se sentía bien estar así. Un cosquilleo en mi garganta y me empezó a dar mucha tos, el encanto se rompió, mire a mi alrededor y todo el lugar estaba lleno de humo y los asistentes tosiendo, las puertas se abrieron de golpe y varios hombres entraron al lugar.

  • ¡Vamos!, tenemos que salir de aquí

Ian, se quito el saco y me lo paso

  • Cúbrete la cara y procura no respirar mucho, sígueme...

Le hice caso, y a ciegas lo seguí, tropecé un par de veces, pero él me ayudo a no caer. Sentí una bocanada de aire fresco y abrí los ojos solo para ver como el flash de las cámaras se reflejaba sobre el piso, entre en un auto y por fin pude quitarme el saco de encima. Los ojos me lloraban y la boca me ardía.

  • ¿Que fue lo que paso allá adentro?

  • Al parecer hubo una redada.

  • ¿Redada?

  • ¿Si?, cuando los policías entran a un lugar a llevarse a los clientes y a supervisar que todo esté en orden...

- Se lo que es una redada, pero suponía que eso no pasaba en un lugar como este, lo hubiera esperado si estuviera en... ¿no se? Queens o en el Bronx, pero ¡¿en Manhattan?!

  • De hecho no pasa muy seguido, pero cuando sucede, seguramente es porque alguien quiere hacerse publicidad y filtra un escándalo, eso fue lo que paso, por eso había tantos periodistas.

Vaya, era de esperarse, cuando por fin me estaba sintiendo cómodo bajo mi propia piel, un grupo de policías antinarcóticos, irrumpían el lugar lanzando gas lacrimógeno.

  • ¡Hey!, Ale, te invito a cenar, así, te bajas esa peda que traes

  • Mi nombre no es "Ale", me llamo Alexander, te agradecería que no me pusieras apodos, no la llevo bien con ellos.

- ¡vamos!, que contigo nunca logro quedar bien "Alexander"

  • Así está mejor, te agradecería que me llevaras a mi edificio,  dejarme en donde pueda tomar un taxi y ...

- Ya basta, en vista de que contigo no funcionan las cosas por las buenas, pues debo decir que te salve la vida, si te hubieran encontrado en ese club en el evidente estado de ebriedad en el que estas y siendo menor de edad, me debes una y quiero cobrármela ahorita.

Me quede callado, no porque no tuviera nada que decir, si no porque, me había intimidado la forma en la que me estaba hablando, aun así, no me iba a permitir que se diera cuenta.

  • De acuerdo, ¿que propones?, solo una cosa mas

  • ¿Dime?

  • Después de esta noche, no te vuelves a cruzar en mi camino, me queda claro que no eres de los que le gusta perder y a mí tampoco, así que lo mejor que podemos hacer es mantenernos alejados

  • Tienes razón, no me gusta perder y menos antes de haber dado la batalla, hagamos un trato, si te sorprendo con esta cena, me das la oportunidad de continuar acechándote; ¿que dices?, ¿¡aceptas!?

  • ¿De qué tipo de sorpresas hablas?

- Lo que sea que te sorprenda

- Eso suena peligroso

- Y que ¿no te gusta el peligro?

  • En realidad no, pero me gusta la adrenalina, ¡Acepto!

Los ojos de Ian, brillaban de una manera demasiado irresistible para cualquiera que estuviera frente a él y lo sentí, hace tiempo que ese calor no subía de mi pecho, hasta instalarse en mi cara y hacer hervir mis orejas. Comencé a rezar por dentro para que no se diera cuenta, pero, al parecer lo único que logre, fue evidenciarlo aun más.

- Mira nada mas, no sabía que aun existían los chicos guapos que se sonrojaran, supongo que eres una especie en extinción, quizás el último ejemplar.

No hubiera dicho eso, lo único que logro, fue hacerme recordar, quien había sido, todo por lo que había pasado, intente en vano espantar todas esas imágenes de mi cabeza, pero fue en vano, ya era presa del dolor; lo vi, sentado al lado mío, y sus ojos ardían en deseo por mí, no pude evitarlo, no quise evitarlo, me abalance sobre él y lo bese con pasión, sus labios ardían sobre los míos, su lengua acariciaba con suavidad los míos, pero su barba recién cortada, parecían cuchillas sobre la piel de mi rostro, sus manos se movían sobre mi cuerpo, incomodo por la posición, me monte sobre sus piernas, me faltaba la respiración, pero no quería separarme de él, estando así, no sentía ni recordaba nada; solo percibía el aroma de su loción, el sabor de su boca, el roce de su ropa con la mía, eso no bastaba, necesitaba más, mucho más, con fuerza me separe de sus labios y pude respirar una bocanada de aire, apenas lo suficiente para continuar besándolo, y pedirle entre jadeos que fuéramos a otro lugar. Me lance sobre su cuello, apenas dándole tiempo para pedirle al chofer que nos llevara a su departamento, era como si nuestros cuerpos estuvieran tan juntos, que no había espacio ni siquiera para el tiempo, solo la molesta voz del chofer avisándonos que ya habíamos llegado, no podía esperar más, lo necesitaba y el a mí, mis manos que sujetaban su cabeza, bajaron sobre su pecho y comencé a desabrochar sus botones, pero mis dedos eran inexpertos y mi desesperación por sentirlo me hizo abrir con fuerza la camisa, botando los botones ente nosotros, su piel parecía fuego y una de sus manos comenzó a levantar mi playera mientras la otra acariciaba lentamente mis pectorales apenas definidos, nos separamos el momento justo para que mi playera saliera por mi cabeza, cuando iba a lanzarme a besar sus boca, el arrojo mi cabeza para atrás y empezó a besar, lamer y succionar sobre mi pecho, era una locura, una vorágine de sentimientos que hacían girar mi cabeza, ambos nos detuvimos cuando escuchamos cerrarse el coche, el chofer había entendido que era demasiado tarde para subir al departamento y con tacto, nos dejo solos en el coche; ese fugaz pensamiento fue el ultimo que mi cabezo alcanzo a discernir con lucidez, pues sabiéndonos solos, la pasión ocupo el lugar de la razón, y no solo en mi, al parecer también en Ian; ahora poco me importaba ser parte de las conquistas de Ian, solo quería tenerlo, tenerlo ya mismo, me lance sobre su bragueta y saque esa barra enorme de carne, era la primera vez que veía un pene que no fuera el mío en toda su magnificencia, me lance sobre él, no me importaba nada, solo quería probarlo, un sabor dulce y acido inundo mi boca, estaba caliente y duro, mis labios empezaron a subir y bajar sobre él y algunas veces mis dientes hacían aparición, Ian sostenía mi cabeza marcando el ritmo, lento y profundo, ese falo rozaba mi campanilla y empujaba mis amígdalas provocándome arcadas, mi respiración era agitada y las lagrimas salían de mis ojos fundiéndose con la saliva que cubría esa palanca que entraba y salía de mi boca.

Ian me retiro de su miembro y comenzó a besarme fundiendo nuestras lenguas en un torrente de pasión, hábilmente me recostó sobre el siento y comenzó a desabrochar mi pantalón, en segundos ya no lo traia puesto, sus manos frotaban mi cuerpo, mis piernas, mi espalda; las mías solo se centraban en su espalda y su cabeza, enredando mis dedos con su cabello, nos separamos para vernos a los ojos, y lo que vi, me asusto, esa mirada, no quería tener que verla de nuevo, me recordaba a León y sus falsas promesas, a sus mentiras, a su traición, cerré los ojos con fuerza y con rapidez me moví del asiento haciendo que Ian volviera a sentarse, subí sobre sus piernas, Ian me vio a los ojos y sentí duda en su mirada, por lo que inmediatamente lo bese y le murmure al oído lo primero que pensé, ¡te necesito dentro!, por favor...

Al parecer logre convencerlo, porque alcanzo su pantalón, saco un condón de su billetera y cuidando que no me cayera de sus piernas, comenzó a ponerlo con cuidado sobre su pene, metió dos dedos a mi boca, dedos que comencé a lamer, seguido de esto, comenzó a introducirlos dentro de mí, mientras me besaba, el dolor era soportable, aunque era un poco incomodo, el pareció entenderlo pues me beso de súbito, solo que no como antes, la pasión se esfumaba, podía sentir como escapaba con cada respirar, eso me dio miedo, no me gusto nada, menos cuando se separamos nuestras bocas y lo vi con los ojos cerrados, recargo su frente con la mía, e hizo ademan de volver a besarme; yo me aleje, no me gustaba esto, una ira profunda se apodero de mi, y de nuevo las imágenes azotaron mi mente, escupí en mi mano, puse la saliva sobre el pene de Ian, y de una sola estocada lo introduje dentro de mí; después de eso, las cosas se volvieron en cámara lenta, el dolor fue intolerable, como si una barra de hierro al rojo vivo hubiera substituido su miembro, ardía como fuego, los ojos de Ian sobre mi, mostraban preocupación, miedo y excitación, así que me aproveche de eso, y con dificultad empecé a moverme sobre él, lento de arriba a abajo. Los ojos de Ian sostenían una lucha entre mantenerse abiertos mirándome o cerrarse y abandonarse al placer, la primera opción parecía ganar; pero esos ojos, no quería que continuaran sobre mí, así que cerré los míos y comencé a besarlo tranquilamente, con dulzura, sus labios se movían lentos, se sentía cálido y agradable, al compas de nuestros besos, empezó a mover sus caderas de arriba a abajo, dentro y fuera, aun dolía, pero dolía mas esa calidez, esa suavidad, esa ternura que no podía corresponder, mi corazón parecía salirse de mi pecho; me separe de sus labios, le abrace del cuello y las lagrimas volvieron a salir de mis ojos, pero esta vez, no eran producto del deseo, si no de un corazón roto que se lamentaba desde lo más doloroso de los recuerdos, de los sueños rotos y las desilusiones, desde la rabia, el dolor, desde el rencor y el odio a sí mismo.

El final de la noche llego acompañada con el sonido de un suave jadeo y una mordida en mi hombro, las lagrimas ya habían cesado, nos separamos lentamente, sin verlo a los ojos, solo escuche...

  • ¿Estas bien?

¿Como podía estar bien?, si solo había vacio en mi interior, un vacio que se había hecho más evidente con lo que acababa de pasar entre nosotros, aun así, reuní el valor necesario para responder

  • Si, todo bien. Estoy algo cansado, ¿me puedes llevar a mi casa?

La expresión de Ian, era de serenidad, la calma que llega después de la tormenta, tormenta que aun continuaba en mi corazón, una ardua batalla entre la desesperación y la paz.

  • ¡Quedamos en ir a cenar!, te invito a mi departamento

  • Ya es tarde, podemos dejarlo para otro día

  • Tienes razón, han sido suficientes sorpresas para una noche

Ian se movió con cuidado y terminamos recostados sobre el asiento, el sobre mí, se me quedo mirando, rozo sus labios con los míos, depositando un suave beso sobre ellos y comenzó a salir lentamente de dentro de mí, poco a poco comenzamos a vestirnos, yo huyendo de sus ojos y el buscando los míos. Cuando hubimos terminado, bajo del auto, y minutos después regreso acompañado de su chofer, ambos subieron al carro, el silencio era absoluto, a ratos incomodo y por momentos placentero, me abrazo por detrás, recargue mi cabeza sobre su hombro, así estuvimos todo el trayecto, las palabras no hacían falta, no había preguntas y eso lo agradecías, por que no tenia tampoco las respuestas.

Llegamos afuera de mi edificio y cuando me intente parar, una corriente eléctrica corrió desde mi columna hasta la punta de mis pies, dolía mucho, pero no quise hacerlo evidente, así que soporte el dolor y lentamente baje del carro, Ian estaba esperándome afuera y me acompaño hasta la puerta, se notaba que quería decir algo, pero no se lo permití, me di media vuelta, así era mejor, sin despedidas, entre al edificio, salude a Carlos el portero y en cuanto llegue al elevador, mire de reojo y el seguía afuera observándome, rápidamente me perdí de su vista y entre al elevador.

La desesperación es la anarquía de la esperanza.

Brooks Von Wich