Golpe por Golpe XIII
Todo se volvió obscuro y comencé a caer, eso sí lo recuerdo bien, caí durante mucho tiempo, sin fuerzas para intentar salir a flote, pase del miedo al confort, la desesperación se escapo y solo me resigne a seguir cayendo, sin dolor, sin temores, sin rabia o tristeza, solo la obscuridad y yo.
No recuerdo mucho de lo que paso después de aquella fiesta, solo tengo recuerdos vagos y sin sentido, que solo con el paso del tiempo y poco a poco he podido armar, como si un rompecabezas incompleto.
Recuerdo que llegue a casa, donde Diana nos esperaba en la puerta de la calle, me parece ver que hablo un poco con Don Alberto, y después, no se mas de mi, hasta saberme bajando del carro en la entrada del hospital, todo es muy confuso, pero estar ahí me asusta, así que obligo a mi mente a reaccionar, al parecer funciona, porque los colores me llegan con mas intensidad y puedo percibir los sonidos, pero también un incomodo dolor en el pecho al ser consciente de que paso con León... pero, a pesar de eso, yo, estoy bien, no entiendo que hago aquí con Don Alberto
¿Que hacemos aquí?
¿¡Joven!?, ¿seguro que se siente bien para estar aquí?, es la cuarta vez que me pregunta lo mismo, si prefiere, puedo regresarlo a la casa, y volver después.
Mi cabeza, no registraba a bien lo que pasaba, asi que para no evidenciar mas mi estado, simplemente me quede callado sin poder ver a Don Alberto, al final el fue quien después de un largo suspiro, rompió el silencio que se había instalado entre nosotros.
- al parecer sus padres sufrieron un accidente en la autopista, iban con el joven Guillermo...
Todo se volvió claro, ahora entendía por que estábamos ahí, tenía miedo; mis padres, mi hermano, pero por alguna razón desconocida, mi cuerpo no reaccionaba como yo quería, como debía, quería salir corriendo a buscarlos habitación por habitación hasta saber que estaban bien, necesitaba verlos bien; sin embargo, solo asentí a las palabras del Don, y me fui a sentar a uno de los sillones del hospital.
El tiempo pasaba, y aunque era presa de los nervios, podía escuchar el sonido del reloj, segundo a segundo, quería gritar, salir huyendo de ese lugar, pero no podía; en vez de eso, permaneci ahí sentado, sin moverme, con la cabeza baja, hasta ese hombre se acerco a la sala donde estábamos, murmuro unas palabras, pero no alcance a entenderlo, ¿¡el doctor!?, por lo menos creo que eso era, pues estaba vestido de azul, se dirigió a Don Alberto se dijeron un par de palabras y pude sentir, como ambos me dedicaban una mirada triste.
Don Alberto lentamente se acerco a mí, me abrazo y después de un rato en esa posicion comenzó a decirme lo que intuía desde que vi como las lagrimas comenzaron a salir de sus ojos.
- No pudieron hacer nada joven, Lo siento
Esas son las únicas palabras que escuche, antes de volver a perder la noción de la realidad; lo siguiente que viene a mi mente es estar en la habitación de mi hermano, sentado a su lado, mi corazón comenzó a latir cuando me di cuenta que estaba sumamente golpeado, y varios aparatos y agujas estaban conectados a su cuerpo; espere mucho tiempo, intentaron separarme de su lado un par de veces, pero ambas veces me negué, necesitaba seguir junto a él, tener la seguridad de que estaría bien; hasta que por fin, después de lo que hasta ahora me parece una eternidad, abrió los ojos, me pidió agua e inmediatamente se la di, el estaba bien, así que mi corazón comenzó a bajar el numero de latidos por segundo, la calma de nuevo venia a mí; mientras el doctor revisaba que todo estuviera bien con mi hermano, Guillermo no apartaba su vista de mi, y agradecía eso, su mirada fija, aquellos ojos brillantes que siempre me transmitían seguridad, esta vez no fueron la excepción, su vista era un sedante al dolor que comenzaba a aparecer de nuevo en mi pecho; cuando por fin el doctor se fue, tome su mano, eso sí lo recuerdo a la perfección, no podría olvidar nunca el tacto de su mano, se le veía débil, pero seguía siendo firme, la calidez de su cuerpo era lo que necesitaba, así que repose mi cabeza en su pecho unos minutos y comenzamos a hablar de todo lo que había pasado, varias veces note rabia en sus ojos al contarle lo que había pasado, bueno... demás esta decir que no le dije todo, solo le platique que Rósela me había dicho que todo era un plan suyo, nunca le hubiera podido decir lo que me hicieron realmente; él me conto lo que había pasado con Casandra y al decirme eso, sus ojos se llenaron de lagrimas que el termino reprimiendo a base de respiraciones, claramente le había dolido saber que ella solo lo había utilizado, y lo entendía, yo pasaba por lo mismo...
De pronto, y de la nada, después de varios minutos de silencio, me pregunto por nuestros padres, no se a bien lo que paso; fue como estar frente a la playa, con ese calor tan fuerte cubriendo tu cuerpo y de pronto te acercas a la orilla y sin previo aviso, el agua golpea tus piernas con una fuerza impresionante, que casi te hace perder el equilibrio, el agua esta helada, y a pesar de que no golpea tu rostro, la respiración comienza a faltar; eso mismo fue lo que sentí, e inevitablemente las lagrimas comenzaron a salir de mis ojos, al compas de los sollozos de mi boca, no pude volver a ver los ojos de mi hermano, porque fue en cuestión de segundos, cuando su mano cayo pesada sobre mi cabeza y un ruido que antes había sido intermitente, se volvió continuo... un ruido tan insoportable que lleno la habitación, y... un ejército de enfermeros llego, me apartaron de un golpe de él; no recuerdo más, solo alcanzo a ver varias imágenes al azar en mi cabeza, donde intentan resucitarlo con aquel aparato que da descargas eléctricas, y otra vez, ¡nada!, solo aquel silencio que ataca mi oídos, y enseguida, fue como perder el piso debajo de mis pies, todo se volvió obscuro y comencé a caer, eso sí lo recuerdo bien, caí durante mucho tiempo, sin fuerzas para intentar salir a flote, pase del miedo al confort, la desesperación se escapo y solo me resigne a seguir cayendo, sin dolor, sin temores, sin rabia o tristeza, solo la obscuridad y yo.
Reaccione después de algún tiempo, hacia mucho frio, mi cuerpo parecia mas pesado de lo normal, mis ojos tardaron en poder abrirse y acostumbrarse a la luz, estaba en mi habitación, mi primera reacción fue levantarme de la cama, pero mis piernas estaban muy débiles y caí al piso, intente por segunda vez hacerlo y aunque doloroso, logre levantarme y dar varios pasos hasta el pasillo, mi cuerpo estaba débil, pero yo me sentía fuerte, continúe por aquel pasillo y los recuerdos de mi niñez golpearon mi conciencia, fui a la habitación de mi hermano, todo estaba en orden, como siempre; no tuve fuerzas para llegar a su cama y me senté en medio de aquel cuarto, viendo todo lo que había, ¿no se que buscaba?, supongo que algún indicio que me dijera que todo había sido un sueño y que pronto mi hermano saldría del baño, sorprendido de encontrarme ahí, sentado sobre el suelo, el me ayudaría a levantarme, ¿y yo?… yo, le contaría aquella pesadilla que había tenido y que ahora, mas que real, me parecía producto de una imaginación muy cruel.
Pero todo fue en vano, el nunca salió del baño y nunca entro por la puerta.
Me levante del piso como pude y camine hacia el tocador donde estaba una foto de ambos, recuerdo ese día, fue tomada poco después de que mis padres llegaran del juzgado con la noticia de que legalmente ya éramos hermanos, por eso insistieron tanto en tomarla, querían que nunca olvidáramos ese día, donde ellos ganaban un hijo y yo un hermano... tome esa foto e inmediatamente fui a la habitación de mis padres, solo llegue hasta su cama, y llore, o por lo menos hice el esfuerzo, el dolor era intenso en mi pecho, pero ninguna lagrima acudió a mis ojos.
Después de un rato, sentí pisadas y escuche varias voces asustadas, me encontraron ahí, tendido sobre la cama de mis padres abrazando el portarretrato, Don Alberto fue el que se acerco a mí, sus ojos por primera vez me parecían viejos, con las pestañas descoloridas y varias arrugas alrededor, seguida de una enorme masa de piel colgante y obscura, vi su nariz, sus labios, esa sonrisa tan conocida... asco, fue lo único que me provoco, así que inmediatamente me aleje de él, Diana a su lado me pregunto si estaba bien, pero su piel me parecía sucia, con aquel lunar cerca de sus labios, exceso de maquillaje eso era... también me aleje de ella, no quería que me tocaran, me abrumaban con preguntas que no tenía ganas de contestar, necesitaba alejarlos de mi, y solo salió una frase de mi boca que no sabía si era verdad, o solo una escusa para estar solo de nuevo.
- Tengo hambre
Diana me miro sorprendida y una sonrisa ilumino su rostro
- Enseguida joven
El mundo de pronto dejo de dar vueltas y después de mucho tiempo, sentí como el viento frio entraba por mis pulmones.
Enseguida termine de comer, un hombre apareció en la habitación, mis ojos no lo reconocían, pero algo en mi reaccionaba a su presencia, se presento como Marcos Brito, hermano de mi madre, nunca lo había visto, ni había escuchado su nombre, era alto, joven, cabello negro, barba cuidadosamente recortada, ojos color miel, se le veía tan desconcertado como a mí.
Don Alberto fue el intermediario entre nosotros y varias veces intento establecer fallidamente una conversación entre nosotros, Don Alberto si parecía conocerlo, pues lo trataba con mucha familiaridad, en mi caso todo me daba igual, el era muy atento conmigo, cosa que me desesperaba, no entendía como alguien puede llegar de buenas a primeras a tu vida y comportarse como él, me parecía hipócrita, pero nunca externe mi opinión.
Marcos me comento que había estado en estado de shock muy similar a la catalepsia durante poco mas de un mes, por lo que me había perdido de asistir al funeral de mi familia, que estuve internado dos semanas en un hospital psiquiátrico y que los doctores habían recomendado que regresara a mi casa, donde me sentiría mas cómodo y donde poco a poco recuperaría la conciencia, debían evitarme sorpresas y estaba a obligado a tomar pastillas que tranquilizarían mis nervios.
Varias veces salimos, debía aceptar que ponía de su parte para acercarse a mí, no me importaba, nada tenía sentido, las cosas eran diferentes, todo parecía mas obscuro y frio; me sentía completamente ajeno a la realidad que estaba viviendo y cada noche, antes de dormir, suplicaba a dios, que todo solo fuera un mal sueño, y que al despertar, encontrara todo como debía ser, a mi, junto a mi familia, pero eso nunca pasaba, seguía despertando a mi realidad, la realidad, donde la única familia que me quedaba, era ese hombre al que no conocía y que me causaba mucha indiferencia.
En una de tantas ocasiónes, salimos al centro comercial algo había en ese día, que me hizo sentir extrañamente bien, Marcos y yo platicamos, me conto sobre su vida en New York, sobre su trabajo, era editor en un periódico y me conto sobre su novia y lo agradecido que estaba con ella de haber aparecido en su vida a poner orden y aceptarlo tal como era; el caso es que me sentí cómodo, incluso en algún momento, me reí de sus bromas; paramos en un local de helados y en lo que el pedía, me senté en una de las mesas, sentí un leve cosquilleo en mi espalda, acto reflejo, gire mi cabeza y ahí estaban, León y Rósela, me estaba viendo, me respiración comenzó a elevarse y un calor insoportable llego a mi cabeza, segudo de una punzada fuerte en mi pecho, fue cuando llego Marcos, no sé cómo me habrá visto, que me cargo inmediatamente y me llevo hasta la enfermería del centro comercial, por suerte, la sorpresa de que el llegara y me cargara, me hizo regresar a la realidad y de aquella extraña sensación, solo quedo un ligero mareo y un tremendo dolor de cabeza que desapareció después de que la doctora me diera una pastilla.
Días mas tarde, Marcos se acerco a mí, y me propuso irme con él a New York, lo cierto es que no había dejado de darle vueltas a lo que paso en el centro comercial, todo en esta ciudad, en esta casa, me traía dolorosos recuerdos, no tenía mucho que pensar, era cierto que no sabía mucho de Marcos, mas bien no sabía nada, no me llevaba muy bien con él, nuestro trato era difícil, tal vez mas por mí, que por él; pero era familia y mas importante aun, necesitaba alejarme de todo, dejar de pensar, nada me ataba a esta ciudad, México me asfixiaba y cada que pensaba en este último par de meses desde la fiesta y el accidente, caía en cuenta de mi soledad, todo lo que una vez había amado, ya no existía, la vida se había encargado de quitarme todo, ya no había nada que perder, el miedo a lo desconocido, era ahora mi único consuelo... ¡así que acepte!
Para poder seguir tengo que empezar todo de nuevo.